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Un viaje de dos...





Durante mi rapto de fidelidad, luego de la fiesta con los peruanos, estuve más de dos meses sin probar el sexo fuera de casa.
¡Toda una eternidad!
Por supuesto que hacía el amor con mi marido, lo cual no significa que tuviera orgasmos. Recién tuve uno cuándo no me pude resistir a la tentación y me encamé con el pelado de los brazos tatuados, con quién se volvieron a activar mis endorfinas.
A partir de ese momento volví a ser la de antes. La puta, la infiel, como quieran llamarme estará bien, porque lo soy, soy puta y soy infiel, y eso es algo que no puedo ni quiero evitar.
Durante ese tiempo que estuve alejada de camas ajenas, rechacé un montón de propuestas, y hasta incluso bloqueé a varios contactos. Entre ellos a Juan Carlos, el colectivero de la 50.
Como es su costumbre me había escrito para desearme unas felices fiestas y de paso  concertar uno de nuestros habituales encuentros en el Albergue Transitorio de Solís. Por supuesto no le contesté, lo dejé en visto y luego, ante su insistencia, lo terminé bloqueando.
Pero ahora..., ahora tenía ganas de Juan Carlos. Así que lo desbloqueo y le escribo con la excusa de que había perdido el teléfono y que recién ahora lo recuperaba.
-Me había preocupado por vos- me pone.
-Si querés podemos vernos, así te asegurás que estoy bien- le propongo.
Sin darle demasiadas vueltas quedamos en encontrarnos esa misma tarde, en la esquina de siempre: Solís e Independencia.
Al parecer el tiempo transcurrido desde nuestra última vez juntos, no había hecho otra cosa sino aumentar su deseo por mí, ya que apenas me ve ahí parada, esperándolo, se me acerca a pasos agigantados y sin decir hola siquiera, me besa en una forma por demás ávida y entusiasta. ¡En plena calle! Algo que siempre trato de evitar, no solo con él, sino con todos mis amantes, demostraciones que puedan ponerme en evidencia.
Cuándo sus labios se separan de los míos, lo miró sorprendida, como si se hubiese vuelto loco.
-Perdoname, no lo pude evitar- atina a decirme, dándose cuenta de mi desconcierto.
Ya no tiene sentido fingir, así que nos tomamos de las manos, cruzamos la calle y como una pareja de tortolitos, entramos al telo de la calle Solís.
Volver a estar con el colectivero me ayuda a confirmar, una vez más, que la fidelidad no es lo mío. Si fuera una esposa fiel, no podría disfrutar de esos momentos, tan llenos de pasión y deleite que el cuerpo me tiembla de excitación de solo sentir la cercanía de su cuerpo.
Lo primero que hacemos es besarnos. Nos besamos durante un buen rato, besos largos y jugosos, ávidos, urgentes, cargados de saliva y fruición.
Eso es lo que más me gusta del colectivero, que no se apura, que le gusta tomarse su tiempo para disfrutar, y ese momento, el de los besos, es algo que los dos disfrutamos intensamente.
Si hubiera sido como tantos otros que solo piensan en ponerla yacabar, satisfaciéndose solo a sí mismos, seguramente no estaríamos juntos de nuevo. El placer siempre es de a dos, y eso es algo que Juan Carlos entiende muy bien.
Así entre chupones le voy desabrochando la camisa, la típica celeste de colectivero, acariciando su pecho recio y velludo, fibroso, mientras él me acaricia la cola, apretándomela en forma suave e incitante.
Nos desvestimos y desnudos nos tiramos sobre la cama, frotándonos como si quisiéramos prendernos fuego e inmolarnos en nuestra propia lujuria.
El colectivero ya está con la pija parada, lista para el asedio, así que sin demora alguna voy bajando por su cuerpo, besándole las tetillas, el ombligo, la ingle, hasta encontrarme frente a frente con aquel bastión de virilidad y desenfreno.
Le doy un beso en las bolas y de ahí subo por el tronco, lamiéndolo de uno y otro lado, hasta llegar a la punta y comerme la gruesa y entumecida cabeza de un solo bocado. Mis labios resbalan en torno a tan contundente volumen, absorbiéndolo casi hasta la mitad, llenándome la boca con esa carne dura y palpitante, toda surcada de venas.
Le chupo la pija con todas mis ganas, clavándomela hasta lo más profundo de la garganta, masticando, saboreando, paladeando cada pedazo con el mayor de los deleites.
Juan Carlos gime y se estremece ante la presión de mis labios y la succión que ejerce mi paladar, dejándose devorar casi hasta los pelos.
Con la boca llena de verga lo miro y le sonrió, sin disminuir ni un ápice la intensidad de la mamada.
Me gusta verlo así, a mi merced, el rostro congestionado, los tendones del cuello a punto de reventarle, los puños crispados de placer.
Le suelto entonces la pija con un sonoro ¡PLOP!, se la escupo varias veces y con las dos manos le extiendo la saliva a todo lo largo. Me le subo encima, una pierna a cada lado de su cuerpo, y enfilándola hacia mi ya anhelante grieta, me voy empalando en ella, acompañando la penetración con un plácido y complaciente suspiro. No, no se pone ni le pongo protección alguna, me lo garcho así, sin forro, ansiosa por sentirlo en carne viva, llenando, como lo hace siempre, hasta el último rincón de mi sexo.
Bien montada ahí arriba, me muevo gustosa y feliz, deslizándome en toda su extensión, sintiendo que cada golpe me remece hasta el alma.
Con la misma avidez Juan Carlos va de mi boca a mis pechos, besándome, chupándomelos, arrancándome gemidos de excitación con cada uno de sus movimientos.
Lo del tatuado hacía unos pocos días atrás fue tan solo una calentura, la impostergable necesidad de sacarme de encima esa tensión sexual que venía acumulando por dos largos, larguísimos meses. En cambio esto, con el colectivero, es pura pasión.
Todo mi cuerpo se contrae en torno a esa verga jugosa y caliente, adhiriéndose y resbalando, absorbiendo cada pedazo, rebotando contra su pelvis cuando la tengo toda adentro.
El orgasmo me llega enseguida, intenso, vibrante, enérgico, una interminable sucesión de espasmos que me sacuden y elevan al Paraíso de las sensaciones.
Por un momento quedo fuera de combate, casi grogui, desmayada, sintiendo como el placer me quema toda por dentro, extendiendo sus vívidas llamaradas hacia cada punto cardinal de mi cuerpo.
Sin importarle que esté en un estado de semi inconsciencia, el colectivero me sigue garchando, empujando desde abajo, metiéndome su gruesa virilidad hasta donde me quepa, que no es poco.
Cuando alcanzo a reaccionar ya me está dando la vuelta. Me tumba de espalda y poniéndose mis tobillos sobre los hombros, arremete con todo, primero así, de rodillas, luego estirándose sobre mi cuerpo, apoyado en sus manos, bombeando placer con cada una de sus penetraciones.
La pija fluye incansable por entre mis gajos mientras nos besamos, respirándonos, completamente entregados a ese placer maravilloso que nos convierte en uno. Una sola entidad, indivisible, fusionados en cuerpo y alma.
Los dos estamos pegajosos, empapados de sudor, resbalando el uno sobre el otro, disfrutando al máximo esa amalgama de sensaciones que nos deliran y estremecen.
Es entonces que lo decido. Aunque a decir verdad ya lo había pensado desde el mismo instante en que decidí no usar protección.
La respiración y los modos agitados del colectivero ya presagian el inminente final. La pija también, poniéndose mucho más gorda todavía.
Ya está a punto, casi, solo un poco, un poquito más y..., ahí escuando lo rodeo con mis piernas y haciéndole una tenaza, lo retengo contra mi cuerpo.
-¡Acabame adentro..., dame toda la leche..., toda...!- le pido rubricando y reafirmando con un apasionado beso cada una de mis palabras.
Un par de empujones y entre ahogados jadeos me acaba adentro justo cuando por los parlantes de la habitación suena "Unbreak muy heart"de Toni Braxton.


                                                      Unbreak my heart
                                      Say  you'll love me again
                                     Undothis hurt you caused
                                 When you walked out the door
                                     And walked out of my life



Como no podía ser de otra forma, acabo con él, mezclando mis fluidos con los suyos, mi esencia con la suya, embriagándonos con el más puro y excelso placer. Un placer sin límites, descontrolado, de esos que te sitúan al borde mismo del abismo. 


                                                    Un-cry these tears
                                         I cried so many nights
                                             Unbreak my heart
                                                   My heart



Nos quedamos un rato en silencio, con la melodía de Toni Braxton arrullándonos, respirando agitados, él todavía dentro mío, ya que mi conchita no lo suelta, lo absorbe, extrayéndole hasta la última gota.
-¿Querías leche? ¡Ahí tenés leche!- me dice en tono burlón al sacármela.
Un borbotón de semen se me escapa de la concha cuando sale, por lo que metiéndome un par de dedos me empujo el resto hacia adentro..., bien adentro.
-¡Mmmhhh..., te acabaste todo...!- le digo frotándome el vientre, regocijándome con esa efusividad que parece diluirse por conductos imposibles.
Luego, mientras nos duchamos, me coge de nuevo. Y es que los dos desnudos, mojados, uno enjabonando al otro, las alarmas no tardaron en encenderse.
De frente contra la pared de azulejos, un pie levantado sobre el borde de la bañera, me bombea desde atrás, fuerte, impetuoso, enérgico, sacudiéndome hasta el esternón con cada ensarte.
¡Cómo lo siento, Dios mío!
Es como si mi cuerpo estuviese en modo hipersensible a causa de esa jugosa y cálida verga que me mantiene de rehén. No solo la veo y la siento en toda su inmensidad, también la huelo, la escucho y hasta la saboreo. Y de eso se trata precisamente, de gozar con todos los sentidos.
De nuevo me acaba adentro, quizás no tan abundante como la primera vez, pero con una intensidad que me permite vislumbrar, una vez más, porque el colectivero de la 50 seguirá siendo por siempre uno de mis amantes predilectos.
Antes de salir a la calle, nos detenemos en el pasillo, y sin decirnos nada nos besamos, otro de esos besos largos, jugosos y rebosantes de pasión que solemos darnos siempre que estamos juntos. Acabamos de pasar dos horas a pleno garche, pero la pasión entre nosotros sigue intacta.
Nos miramos una última vez, nos sonreímos y entonces sí, salimos, cada cual por su lado, hasta que volvamos a vernos. Allí, en nuestro refugio, en nuestro propio nidito de amor, dónde todo viaje que emprendamos, siempre será de a dos...
 
 
 
 
 
 
 
 

24 comentarios - Un viaje de dos...

Gabote1977
cuando vas a hacerlo conmigo ?
😞



Un viaje de dos...
Pervberto
Take back that sad word goodbye...
facujoss
Como siempre impecable!
NaneroE
Aaay espero tener suerte 🍀 y cuando ande x Bs. As. Cruzarme son semejante hembrón!
packard
Que genia!! siempre me dejas al palo con tus relatos!.... te mando un rico beso....y puntos
maxcarpat
DIOSA, ME GUSTARIA CRUZARTE Y Q NOS MATARAMOS UN TELO.






putita
Claudia8929
Muy buen relato, a mi también me fascina ser infiel jejeje esa sensación de nervios y placer mmm
Anincho
Maravilloso dejó puntos.
Bass_07
y que paso con el pibe, el hijo del cholo? muy bueno Marita, voy a dedicarte algo mas que 10 puntos 😉
hijodelnegro
Sos una grosa marita.Siempre que leo tus relatos me dejas al palo!!!
dantraloco
Hoy no tengo puntos, pero mañana irán 10. Muy buen relato. Pero la pregunta es obligada ¿ Por qué ese periodo de fidelidad?.............
dantraloco
Lo prometido es deuda, van diez puntos.
mdqpablo
Muy buen relato .cuanta pasion .nos encantó an pts
kramalo
muy bueno Mari....!! como siempre.... qué lindas tetas tenés...!!
SagaShionKanon
Que lo pario no solo sos excelente relatando sino que tenes unos conocimiento eduritos que se asemejan a tus relatos sos una genia
jejene
Sos la mejor tremenda
celta05
Que menos que 10 ?
Mamita-latrola
Ufff🔥🔥 tu relato fue como sentir mi propia adrenalina.
borracho_tuerto
Que rico acabar adentro, y los dos al mismo tiempo querida...EXQUISITO!!
EXCELENTE RELATO COMO SIEMPRE LINDA!!
Besos
LEON



cuernos
donjohn267
AUDIORELATO PORFA !!! es lo mas hot del mundo...!! beso
lucas789
Buenísimo. Ahora te falta volver con el cholo y el ogro...