Aunque yo sospechaba que Laura ya lo había hecho antes, el tiempo me confirmó que aquella fue la primera vez para ambos en La Casona.
"La Casona", como solíamos llamarla, era en realidad un enorme caserón en Devoto, antiguo y lleno de historias y leyendas. Ahí se hacían las reuniones más alucinadamente calientes que recuerde. Aquella primera vez llegamos en el auto, y sintiendo el ripio del camino de ingreso ya nos sentíamos "alterados". Seguimos las instrucciones y lo dejamos en la puerta con las llaves puestas.
El ingreso era a través de una puerta enorme de madera, que estaba sin llave. Los tacos aguja de Laura sonaban de maravilla en el mármol de la escalera, y más aun con la reverberancia del hall de entrada. Se escuchaba música de fondo (¿Bill Evans? ¿Un pianista? ¿Un disco?); mi corazón palpitaba, y yo temía que se me note la excitación. Miré a Laura antes de seguir adelante: sus labios rojos y carnosos y su sonrisa sutil me calmaron. Me tomé un segundo para observarla con detenimiento, el vestido rojo y los guantes largos me hicieron sentir otra vez cosquillas entre las piernas.
-¿Vamos?- pregunté, y avanzamos, tomados de la mano.
No voy a entrar en detalles acerca de lo que vimos antes de entrar a la sala en cuestión, pero fue tanto que bien vale la pena contarlo en otro momento. Sólo decir que sí la vimos a Ella en algún rincón, mirándonos fijo, y que de todo aquello que vimos el resultado fue una calentura que nos hizo volar.
Fue entonces que ingresamos a la sala, casi arrancándonos la ropa. Para ese momento yo ya la tenía durísima, y Laura estaba mojada a un nivel que no había notado nunca en ella. Antes de llegar al sillón la detuve en medio de la sala, le comí la boca y le subí el vestido hasta la cintura: tenía los muslos empapados.
Nos sentamos, nos besamos, y sin sacarse los guantes, me metió la mano en la entrepierna. La pija me saltó de los pantalones, y me pareció que la tenía más grande y más dura que nunca. Me la empezó a chupar, bien despacio primero, con mucha saliva y mirándome a los ojos. En un momento los cerró y le empezó a dar más y más fuerte. Yo le acariciaba la nuca y gozaba como loco.
Entonces sentí el crujir de la madera, muy leve, y vi cómo la puerta se entornaba, y la vi a Ella, la Señora, espiándonos. Creo que se mordía el labio inferior, y sentí que la verga me explotaba. Al ver a la Señora la tomé a Laura de los hombros. Le chorreaba la boca de saliva. La hice girar, la puse de espaldas a mí, le subí el vestido hasta la cintura y le empecé a chupar el culo. Ahi fue cuando Laura vio a la Señora, y ésta ingresó a la sala. El culo de Laura se estremeció, y se empezó a masturbar, mientras la Señora no nos sacaba la vista de encima y yo le seguía comiendo la cola.
Sin sacarnos la vista de encima se sentó en el sillón que estaba frente a nosotros, a unos cuatro metros de distancia. Cruzada de piernas, nos miraba y se mordía la boca. Llevaba puesto un conjunto transparente, negro, bien ajustado al cuerpo. No tenía corpiño, por ende se le veían bien las tetas, bien firmes. Abajo llevaba un pantalón negro muy ajustado, y tacos.
Yo ya no aguantaba más, se la quería meter ya mismo a Laura, así que le saqué la lengua del culo. La pija me explotaba y Laura chorreaba, así que se la metí sin que ninguno de los dos use las manos. La sensación fue indescriptible. Entró muy fácil, y al instante ya sentí el calor y la humedad que tanto me gustaban. Laura gimió al sentirla, y rápidamente se empezó a mover, mirando a la Señora a los ojos. Esta empezó a acariciarse los pezones por encima del conjunto con la punta de los dedos, las dos tetas a la vez. Luego abrió las piernas y comenzó a acariciarse los muslos.
A esta altura Laura ya estaba a los gritos, y yo controlando la eyaculación con cada una de las técnicas que aprendí durante todos estos años. Laura y la Señora se cogían con la mirada. Mientras me la cogía, Laura se acariciaba el clítoris. Aproveché para meterle el dedo en el culo, y al ratito la sentí acabar por primera vez. La concha se le contrajo con fuerza apretándome la pija, y pude sentir el calor de los jugos bañándome.
-No pares eh- dijo, así que seguí. Sentirla toda acabada me calentó más, así que después de un momento me puse de pie, hice que apoye las manos en el sofá, le levanté una pierna y se la metí de vuelta.
Pensé que ya no habría tiempo de más. Sin embargo, ahí vino lo mejor. La Señora se paró, nos dio la espalda y se bajó los pantalones con una suavidad que no voy a olvidar nunca. El conjunto que tenía abajo era como una malla que le llegaba a la cintura. Abajo tenía una tanga negra con encaje muy metida en el culo, portaligas y medias de red. Por unos segundos Laura y yo sólo le veíamos el culo. Era impresionante y perfecto. Yo tuve que pasarme la lengua para no dejar caer un hilo de saliva.
Laura aullaba de placer. La Señora se quitó la tanga, volvió a sentarse y comenzó a masturbarse. Seguimos así unos minutos, hasta que Laura no aguantó más, me miró, me agarró la verga y me arrastró hasta el sillón. Se agachó y le empezó a comer la concha a la Señora. Esta dejó escapar un gemido de placer, y con un solo movimiento me la empezó a chupar. Mientras le acariciaba la cabeza y le cogía la boca la miraba a Laura; estaba como loca.
Luego cogimos de todas las formas posibles, de casi todas las formas imaginables. En un momento la Señora sacó un gran strapon y se cogió a Laura por el culo, mientras me chupaba la pija sentado. Luego yo a la Señora, sentada, y Laura en el respaldo metiéndole la concha en la boca. Luego las dos en cuatro, besándose, mientras yo se la ponía a una u otra...
Y así...
Laura acabó dos veces más, la Señora una, pero pareció explotar.
Al final, entre las dos me sentaron el sillón, y mientras la Señora me hacía la paja, Laura me metió la lengua en el culo. Vi el cielo y acabé luego de unos minutos, una cantidad de leche impresionante.
Para terminar, nos besamos entre los tres. Luego, sin decir una palabra, la Señora se fue.
El viaje de vuelta es una nebulosa. Sólo recuerdo el silencio y la leve sonrisa de Laura.
"La Casona", como solíamos llamarla, era en realidad un enorme caserón en Devoto, antiguo y lleno de historias y leyendas. Ahí se hacían las reuniones más alucinadamente calientes que recuerde. Aquella primera vez llegamos en el auto, y sintiendo el ripio del camino de ingreso ya nos sentíamos "alterados". Seguimos las instrucciones y lo dejamos en la puerta con las llaves puestas.
El ingreso era a través de una puerta enorme de madera, que estaba sin llave. Los tacos aguja de Laura sonaban de maravilla en el mármol de la escalera, y más aun con la reverberancia del hall de entrada. Se escuchaba música de fondo (¿Bill Evans? ¿Un pianista? ¿Un disco?); mi corazón palpitaba, y yo temía que se me note la excitación. Miré a Laura antes de seguir adelante: sus labios rojos y carnosos y su sonrisa sutil me calmaron. Me tomé un segundo para observarla con detenimiento, el vestido rojo y los guantes largos me hicieron sentir otra vez cosquillas entre las piernas.
-¿Vamos?- pregunté, y avanzamos, tomados de la mano.
No voy a entrar en detalles acerca de lo que vimos antes de entrar a la sala en cuestión, pero fue tanto que bien vale la pena contarlo en otro momento. Sólo decir que sí la vimos a Ella en algún rincón, mirándonos fijo, y que de todo aquello que vimos el resultado fue una calentura que nos hizo volar.
Fue entonces que ingresamos a la sala, casi arrancándonos la ropa. Para ese momento yo ya la tenía durísima, y Laura estaba mojada a un nivel que no había notado nunca en ella. Antes de llegar al sillón la detuve en medio de la sala, le comí la boca y le subí el vestido hasta la cintura: tenía los muslos empapados.
Nos sentamos, nos besamos, y sin sacarse los guantes, me metió la mano en la entrepierna. La pija me saltó de los pantalones, y me pareció que la tenía más grande y más dura que nunca. Me la empezó a chupar, bien despacio primero, con mucha saliva y mirándome a los ojos. En un momento los cerró y le empezó a dar más y más fuerte. Yo le acariciaba la nuca y gozaba como loco.
Entonces sentí el crujir de la madera, muy leve, y vi cómo la puerta se entornaba, y la vi a Ella, la Señora, espiándonos. Creo que se mordía el labio inferior, y sentí que la verga me explotaba. Al ver a la Señora la tomé a Laura de los hombros. Le chorreaba la boca de saliva. La hice girar, la puse de espaldas a mí, le subí el vestido hasta la cintura y le empecé a chupar el culo. Ahi fue cuando Laura vio a la Señora, y ésta ingresó a la sala. El culo de Laura se estremeció, y se empezó a masturbar, mientras la Señora no nos sacaba la vista de encima y yo le seguía comiendo la cola.
Sin sacarnos la vista de encima se sentó en el sillón que estaba frente a nosotros, a unos cuatro metros de distancia. Cruzada de piernas, nos miraba y se mordía la boca. Llevaba puesto un conjunto transparente, negro, bien ajustado al cuerpo. No tenía corpiño, por ende se le veían bien las tetas, bien firmes. Abajo llevaba un pantalón negro muy ajustado, y tacos.
Yo ya no aguantaba más, se la quería meter ya mismo a Laura, así que le saqué la lengua del culo. La pija me explotaba y Laura chorreaba, así que se la metí sin que ninguno de los dos use las manos. La sensación fue indescriptible. Entró muy fácil, y al instante ya sentí el calor y la humedad que tanto me gustaban. Laura gimió al sentirla, y rápidamente se empezó a mover, mirando a la Señora a los ojos. Esta empezó a acariciarse los pezones por encima del conjunto con la punta de los dedos, las dos tetas a la vez. Luego abrió las piernas y comenzó a acariciarse los muslos.
A esta altura Laura ya estaba a los gritos, y yo controlando la eyaculación con cada una de las técnicas que aprendí durante todos estos años. Laura y la Señora se cogían con la mirada. Mientras me la cogía, Laura se acariciaba el clítoris. Aproveché para meterle el dedo en el culo, y al ratito la sentí acabar por primera vez. La concha se le contrajo con fuerza apretándome la pija, y pude sentir el calor de los jugos bañándome.
-No pares eh- dijo, así que seguí. Sentirla toda acabada me calentó más, así que después de un momento me puse de pie, hice que apoye las manos en el sofá, le levanté una pierna y se la metí de vuelta.
Pensé que ya no habría tiempo de más. Sin embargo, ahí vino lo mejor. La Señora se paró, nos dio la espalda y se bajó los pantalones con una suavidad que no voy a olvidar nunca. El conjunto que tenía abajo era como una malla que le llegaba a la cintura. Abajo tenía una tanga negra con encaje muy metida en el culo, portaligas y medias de red. Por unos segundos Laura y yo sólo le veíamos el culo. Era impresionante y perfecto. Yo tuve que pasarme la lengua para no dejar caer un hilo de saliva.
Laura aullaba de placer. La Señora se quitó la tanga, volvió a sentarse y comenzó a masturbarse. Seguimos así unos minutos, hasta que Laura no aguantó más, me miró, me agarró la verga y me arrastró hasta el sillón. Se agachó y le empezó a comer la concha a la Señora. Esta dejó escapar un gemido de placer, y con un solo movimiento me la empezó a chupar. Mientras le acariciaba la cabeza y le cogía la boca la miraba a Laura; estaba como loca.
Luego cogimos de todas las formas posibles, de casi todas las formas imaginables. En un momento la Señora sacó un gran strapon y se cogió a Laura por el culo, mientras me chupaba la pija sentado. Luego yo a la Señora, sentada, y Laura en el respaldo metiéndole la concha en la boca. Luego las dos en cuatro, besándose, mientras yo se la ponía a una u otra...
Y así...
Laura acabó dos veces más, la Señora una, pero pareció explotar.
Al final, entre las dos me sentaron el sillón, y mientras la Señora me hacía la paja, Laura me metió la lengua en el culo. Vi el cielo y acabé luego de unos minutos, una cantidad de leche impresionante.
Para terminar, nos besamos entre los tres. Luego, sin decir una palabra, la Señora se fue.
El viaje de vuelta es una nebulosa. Sólo recuerdo el silencio y la leve sonrisa de Laura.
5 comentarios - La Casona, la Señora, Laura y yo.