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La depravada - Parte 16

La depravada - Parte 16



relatos


La depravada


Parte 16


Adaptado al español latino por TuttoErotici
 
Durante todo el día, Guy y yo no hicimos ninguna alusión a nuestra insinuante conversación de la madrugada.
Pero por la tarde, a las seis, me llama desde su despacho.
—Ponete linda,V éronique. Mi amigo Paul Seger nos invita a cenar en el cabaret y, después, nos vamos con él de copas… ¿Te parece?
—¡Por supuesto que me parece, sinvergüenza!
 
Poupette se queda muy intrigada cuando le digo que puede tomarse la noche libre.
Le explico lo que vamos a hacer.
—¡Qué! ¿El señor quiere que a la señora le hagan el amor frente a él?
—Sí, pequeña…¡Todo el repertorio!… Y con uno de sus buenos amigos…, un muchacho hermosísimo…,¡que tiene una herramienta magnífica, parece ser! Prepará mis cosas: una camisa con ribetes de encaje.
—Bien, señora.
Poupette me trae todo lo necesario.
—Muy bien, preciosa… Podés irte…
—¿No quiere que la ayude a vestirse?
—No… Tengo la idea de recibirlos desnuda…, sólo con las medias…
—¡Oh, qué maravillosa es la señora!… ¡Y qué excitante está así! ¡Oh!… ¿Me dejaría que…,que le pase la lengua?
Con una rodilla en la alfombra, acerca el rostro, los labios tensos, a mis vellosidades, sacando su lengua puntiaguda y golosa.
—La concha de la señora tiene un olor tan rico a esta hora del día… ¡Lo siento desde acá!
—¡No, Poupette!…No esta noche… ¡Ese perfume es lo mínimo que puedo reservar al amigo del señor!¡A todos los hombres los vuelve locos!
—¡Y a todas las mujeres viciosas!
—¡Como vos!…Mirá, ya que tenés ganas, ¡soy yo quien va a pasarte a la lengua!… Vení, subite a esa silla, que no tenga que agacharme… Y poné el pie ahí, sobre la chimenea. Ya me volveré a pintar los labios. Sí, eso es, levantate bien la pollera, para que no me despeine. Mmm… Qué bien huele también esa conchita… Y en tus finos pelos descubro olores… más hermosos todavía.
—¡Señora!
—Callate, ya sabés que me vuelve loca ese excitante olor; si esos hombres no tuvieran que llegar de un momento a otro, me embriagaría durante horas con esos turbadores perfumes… Pero apuremonos, ¡dame ese bombón que tanto me gusta!
Poupette separa más los muslos, flexiona un poco las rodillas para llevar su montículo hacia mi boca y, con ambas manos, me abre su carne.
Qué delicia degustar esa golosina, esa mucosa aterciopelada y completamente húmeda…
Más arriba, por encima del vestido levantado, escucho su voz emocionada.
—¡Ah!… ¡Me hace tan feliz ver que le sigue gustando tanto a la señora… mi bomboncito!
Le pruebo apasionadamente que en mis sentimientos nada ha cambiado. Con las mejillas rozando sus muslos satinados, me deleito en el suculento festín que me ofrece con tanto placer.
Devoro su carne exquisita, desplazo los hinchados labios de su concha, succiono la humedad que no deja de brotar, hundo la lengua en el interior de la vulva, lamo sus paredes untuosas…
Y de golpe, qué felicidad, me suelta la ola de su goce en la boca…, ese goce que bebo con placer hasta el final.
¡Ah! ¡Qué a tono me pone esto para lo que vendrá después!
 
Unos momentos después de retirarse Poupette, llegan los señores y mi esposo nos presenta con perfecta desenvoltura.
—Dulzura, éste es Paul Seger, que no concilia el sueño desde que le hablé de tus encantos. -y volviéndose hacia él, añade: —La señora Véronique de Chanvy, mi mujer…, ¡qué te concede la gracia de recibirte desnuda! ¿Qué decís, eh?… ¿No es más hermosa de lo que te había dicho?… Mirá ese cuerpo divino, esos brazos, esos muslos, ese vientre, sobre todo lo que tiene más abajo…
¡Ah!… Eso es un mordisco que le dí esta mañana, mientras me la cogía… ¿Viste alguna vez una mujer mejor que esta?
—¡Nunca jamás!—exclama Paul Seger—. ¡Es una auténtica maravilla! -sus ojos alucinados traicionan la intensidad de su deseo. —¡Una verdadera estatua antigua! —añade.
—Sí —responde Guy—, ¡pero una estatua vivita y coleando! No es un frío mármol… Mirá…, tocá para comprobarlo.
Excitadísima, lo invito yo también.
—Ya que mi marido lo permite, querido señor…, ¡toque, por favor!
¡Ah! ¡Las presentaciones ya están hechas!… Delante de mi marido, Paul Seger se permite las mayores familiaridades. Yo lo animo a eso, aventurando mi mano por la abertura de su bragueta.
Y rauda retiro de su pantalón un espléndida pija, hinchada a tope, de piel blanca y sedosa.
Por su parte, él metió las manos entre mis muslos y mis nalgas… Explora con toqueteos curiosos mis cavidades secretas.
Guy nos contempla, con mirada viciosa y la mano metida en el bolsillo, para palparse su miembro seguramente en el colmo de la turgencia.
—¡Oh, señora! —se ruboriza Paul Seger—, qué suave es su carne… ¡y qué delicioso perfume tiene!
—Le devuelvo el cumplido… Su maravillosa verga es de las que me gustan…
—¡Chupala, entonces! —exclama Guy al borde de la excitación.
Sin responder, me agacho rápidamente y le succiono con avidez el sexo erecto. Lo chupo, lo aspiro, le imprimo con los labios un movimiento de vaivén que lo pone enseguida al borde del placer.
—¡Qué hermosa estás así! —murmura Guy.
Pero Paul Seger no aguanta más. Quiere también arrojarse sobre mi sexo inundado; se tiende con parsimonia y me obliga a hacer lo mismo. Le saco el pantalón y levanto su camisa después de tirar el calzoncillo al otro extremo de la habitación.
Nos entregamos a un sesenta y nueve de locura. Guy sacó su verga y se masturba como un poseso.
En el momento en que Paul llega en mi  boca, mi esposo proyecta sobre nuestra piel desnuda las oleadas espesas y lechosas de su esperma.
Así fue como comenzó nuestra noche.
En el cabaret, en el auto, Paul Seger siguió permitiéndose todas las osadías, lo que complacía a Guy cada vez más.
Cerca de las dos de la mañana volvimos a casa, y nos fuimos directamente hacia el dormitorio.
Paul me arroja enseguida sobre la cama y salta sobre mí. Guy se tira a nuestro lado y nos mira con avidez.
El primer clímax sobreviene en un santiamén, pues, a pesar de haber llegado varias veces durante la noche, me vuelvo loca desde el momento en que esa pija gigantesca se hunde en mí; desfallezco al instante gritando de alegría.
Pero…, ¡ah, esas lentas e inenarrables delicias cuando empiezo la segunda intentona! ¡Y el frenesí de Guy, que sigue la operación masturbándose con una mano, y con la otra metida entre mis muslos, en la unión de los dos sexos en movimiento!
Mirando  a su amigo, susurra:
—Cómo te lo había dicho: ¡caliente como ninguna!… ¿Sentís lo estrecha que es su concha y cómo aprieta tu pija?… ¡Qué trituradora, eh!… Ya que ella lo quiere…, dasela toda…
—Sí, damela toda…,hasta el fondo… —murmuro.
—Ah… —continúa Guy—, veo como el éxtasis asoma a su rostro…, le brillan los ojos…, su nariz se contrae… Va a llegar…, se acerca. Jadea… Ya llega… Ya está… ¡Su cuerpo entero se tensa hacia tu verga!… ¡Ah!… ¡Llega…, llega! —Y haciéndolo él también por efecto de su masturbación, me grita—: ¡Disfrutalo, querida, goza todo lo que puedas! ¡Ah! ¡Qué placer me da ver cómo lo hacés con otro!
Y suelta toda su leche entre mis labios abiertos.


CONTINUARÁ...

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