Imaginate que estás vendada y atada, aunque los ojos fuertemente cerrados y la prohibición de abrirlos y, en general, de moverte podrían ser suficientes, podrían entregarte más al dominio consentido. Acostada. Desnuda, por supuesto. Inerme, Indefensa ante lo que te podría pasar si no estuvieses sola. Si, por ejemplo, estuviese en la misma pieza un ser lascivo con afán todavía adolescente de someterte a los arbitrios de su voluntad algo cruel y siempre obscena. Los pasos alrededor de la cama, la respiración agitada, otros ruidos apagados te asfixian en sus significados, tus piernas se abren, acaso empujadas por el embrujado y pegajoso manantial que brota de tus entrañas cada vez más ardientes por el anhelo no consumado. Lo que esos movimientos en el cuarto te dejan intuir presagian el agresivo placer de la posesión. El momento es tan tenso que hasta el aire es demasiado grave para respirarlo, la boca se seca y amenaza súplicas murmuradas.
Como una maldición, como un rayo, como la acometida de una serpiente, una sola estocada parece atravesarte entonces sin otro contacto entre los cuerpos. Súbita y terrible, infernal y divina, se frena en el bruto choque de un pubis contra el otro. De pronto, lo que era hueco, húmedo y escondido queda invadido y completo. No hay ruegos que modifiquen lo que sigue; en vez de ritmo y movimiento, se mantiene inmóvil la penetración profundísima que congela tu estertor y deja tu cuerpo arqueado, tus músculos contraídos, tu respiración en suspenso. ¡Si hasta el corazón parece indicarte con su silencio que el tiempo se detuvo en la eternidad del instante!
Una voz poderosa te ordena: "¡Acabá!".
¿Podrías describir cómo sería tu orgasmo?
Como una maldición, como un rayo, como la acometida de una serpiente, una sola estocada parece atravesarte entonces sin otro contacto entre los cuerpos. Súbita y terrible, infernal y divina, se frena en el bruto choque de un pubis contra el otro. De pronto, lo que era hueco, húmedo y escondido queda invadido y completo. No hay ruegos que modifiquen lo que sigue; en vez de ritmo y movimiento, se mantiene inmóvil la penetración profundísima que congela tu estertor y deja tu cuerpo arqueado, tus músculos contraídos, tu respiración en suspenso. ¡Si hasta el corazón parece indicarte con su silencio que el tiempo se detuvo en la eternidad del instante!
Una voz poderosa te ordena: "¡Acabá!".
¿Podrías describir cómo sería tu orgasmo?
7 comentarios - Se detiene el tiempo