La depravada
Parte 15
Adaptado al español latino por TuttoErotici
¡De madrugada en la cama matrimonial!
Mi marido regresó a altas horas de la noche, duerme ahora el sueño de los justos, mientras que, ya despierta, yo recuerdo mi obscena jugada de antes de ayer con mis dos gentiles estudiantes, Pierre y Paul.
Adormecida todavía, con la nariz hundida en la almohada, revivo una a una las licenciosas escenas de aquellas horas enloquecedoras.
Me caliento pensando en los juegos impúdicos que reanudaré la próxima semana.
Esos recuerdos indecentes me despiertan pronto el apetito, y siento entre mis muslos como mi concha rosada empieza a quemarme.
El dedo que acercó a ella delicadamente me proporciona las pruebas de mi ardor , y comienzo a toquetearme el clítoris…, con suavidad…, ¡más para hacer durar mi masturbación y el placer que de ella obtengo, que por no despertar al dormilón de Guy! Sin embargo, aunque saboreo el dulce toqueteo, siento que no es eso lo que necesito…
De lo que tiene ganas mi concha, ¡lo siento muy bien!, es de succionar algo…, ¡de ser ensartada! Ensartada por una lengua o por una pija, da igual.
¿Una lengua?…Bueno, está la de Poupette, que duerme en el otro extremo del piso.
¡Sólo tengo que ponerme una bata, para ir al encuentro de esa lengua incomparablemente ágil y sentirla hundirse en toda su extensión en mi grieta!
Pero, vacilo…
Me siento haragana y no tengo muchas ganas de abandonar la mullida tibieza de la confortable cama.
¿Entonces qué?… ¿Una verga?… No tengo otra más que la de Guy…, que, a mi lado, duerme a pierna suelta…, y que, en este momento, ¡sin duda no es en echarse un polvo en lo que piensa!
Además, tendría que despertarlo…, ¡y luego masturbarlo para poner en forma su aparato!
A menos que… De pronto se me ocurre… ¡A menos que…! Me cogieron muchas veces de madrugada para no saber que los hombres, por la mañana, tienen lo que llaman entre ellos «una tranca»… Es decir, una erección espontánea en el momento del despertar…
Y bueno…, ¿y si me asegurara de eso, sólo por probar?… Avanzo una mano prudente por la cadera de mi esposo, me acerco insensiblemente al sitio adecuado…
¡Ah, mi pequeña Véronique! ¡Qué bien hacés en escuchar y sobre todo en acordarte de los consejos de los hombres que te cogen!
Efectivamente, mi mano, que partió a la aventura, alcanzó el más hermoso de los aparatos naturales y lo encontró en el estado que anhelaba.
El colmo de la suerte: mi durmiente, gracias a los movimientos que hice, giró hacia el otro lado, y adoptó, sin saberlo, la postura ideal para lo que quiero hacer.
¡Me alcanza con acercar hacia él el arqueo de mis nalgas!
Y ahora,tranquilizada por los sonoros ronquidos, me divierto a mi manera con el hermoso juguete.
Lo descapullo suavemente, pero a fondo, y en mi hendidura mojadísima, doy un chapuzón al glande endurecido.
Después lo saco y, ¡ah, cómo me gusta juguetear así!, con su punta humedecida hago que dé un dulce beso al precioso agujero de mi culo… ¡Ah!… ¡Terrible cochina, cómo palpitás con ese contacto! Te gustaría algo, verdad?… Bajo el efecto del cosquilleo, entreabro mis estrías rosadas…
Me gustaría que metiera ese enorme tronco…, quizás demasiado grande para mi estrechez…, pero que golosamente me tragaría desde el momento en que su cabeza púrpura cruzara el umbral de esa impúdica entrada.
Pero no, no será mío… A pesar de las ganas enormes que tengo de metérmelo…
¡Harían falta esfuerzos, empujones y movimientos que despertarían a mi durmiente e interrumpirían mi juego delicioso!
Así que vuelvo a llevar el gran instrumento hacia adelante y, entre mis pelos espesos, lo froto contra mi clítoris endurecido. ¡Cómo me excita ese pequeño movimiento!
De vez en cuando, acerco de nuevo el glande turgente a mi concha inundada. Lo bato en mi fisura llena de flujo…
Después, otra vez, me froto el clítoris con él… Voy más abajo… Lo hundo en mi concha…, lo saco, lo meto…, y me divierto así un largo rato, deteniéndome justo en el último segundo para no llegar…
Pero todo lo que empieza tiene que acabar…, y mi gruta, que bosteza, golosa, pretende que esta vez no le quite la hermosa pija de la boca.
La deslizo, entonces, entre los labios…, y mientras extiendo las piernas, desaparece por completo adentro mío, sin que quede un centímetro afuera.
Entonces, arqueo más las nalgas, subo la manta hasta la barbilla y hundo la cabeza en la almohada…
¡Con movimientos muy suaves, muy lentos, muy refinados, la muevo adentro semidormida!
La primera vez, llego prácticamente sin moverme, y ese placer inmóvil es tan intenso, tan delicioso también, que muerdo la almohada con fuerza para no gritar de felicidad.
Me concedo gustosa tiempo para paladear mi placer; después, con el renacer del deseo, igual de intenso, ¡empiezo de nuevo toda la operación!
Pero esta vez… mi esposo se despierta.
—¡Oh, Véronique!…Es como si… ¡Te la metiste!
—Sí, Guy; ¡sí, solo un poco!
—¡Oh! Querida…
—¿Qué querés?… Estaba tan dura… No pude evitarlo… Y, sabes, Guy…, ya llegué una vez… ¡No podés imaginar lo delicioso que fue!
—¡Ah, mi linda putita!
Desde que se lo pedí, me llama así muy seguido, pero me excita sobremanera
— ¡Hiciste bien!
—Eso pensé.
—Claro, ahora lo entiendo…
—¿Qué es lo que entendés, tesoro?
—¡El sueño que tuve!
—¿Un sueño cerdísimo?
—¡Naturalmente!
—¿Qué era?
—¡Adiviná!
—¿Qué cogías a otra en mi lugar?… ¿Es eso, no, cochinito?
—¡Peor!
—¡Peor!… ¡Ah, bueno! La cosa se pone interesante… No me hagas esperar, querido, contameló.
—Bueno, ¡soñé que te cogían adelante mío!
—¡Oh! ¿Y quién era, decime? ¿Lo conozco?
—¡No! Era uno de mis amigos, un buen compañero del servicio militar, Paul Seger, que encontré por casualidad hace unos días en un café de París.
—¡Ah!
—¡Es un lindo tipo, sabés!
Bueno, bueno…,¡esa puntualización me parece que tiene implicancias!
Me invade la curiosidad.
—Decime, querido, en tu sueño… ¿tenía una buena verga tu amigo?
—¡Magnífica, Véronique! ¡Magnífica! Vos se la chupabas primero, y él eyaculaba en tu garganta… ¡Te la ensartaba después en el concha, hasta el fondo, y te entraba tan bien!… Gritabas literalmente de felicidad…, ¡como una puta!
—¿Y vos nos mirabas, voyeur?
—Por supuesto… ¡Y lo que disfrutaba, viéndolos a los dos hacer esas lindas chanchadas!… ¡Qué hermosa estabas!… ¡Cómo hacía endurecer mi pija!… Entonces…, en mi sueño, en el momento en que te llenaba la boca con su leche…, ¡yo sacaba mi pija para hincártela apasionadamente en el culo!
—¡Ah! ¡Ah!
En silencio ahora, interrumpido tan sólo por nuestros suspiros, me coge a la perfección… Y pensando en las imágenes lujuriosas que acaba de despertar en mí, me digo que un buen marido como él vale su peso en oro; me engaña tanto como puede, y yo le correspondo de la misma manera. Además, ¡no hay nada que nos dé tanto placer como pensar en eso!
¡Conocemos nuestros gustos secretos, los gestos que nos excitan, las palabras que nos encienden, las cochinadas que nos hacen ruborizar!… Sabe en qué momento, separándose un poco de mí, tiene que deslizar su dedo entre mis nalgas y hacerme cosquillas con él en mi precioso agujero.
Yo sé a mi vez en qué instante preciso tengo que apretar muy suavemente entre mis muslos sus repletas bolas, ¡para vaciarlas hasta la última gota!
Con la nariz hundida en mi camisón, que me subió hasta los hombros, me mordisquea ahora la espalda.
Sé lo que sus indecentes narices buscan en los pliegues de la tela para embriagarse: simplemente, el aroma que escapa de mis dos huecos de amor… ¡Es lo que más le gusta para llegar!
Ya nos frenamos tres veces al borde del clímax. Pero yo tengo ganas de llegar.
Entonces, para superar una prueba y para excitarme a mí misma con mis propias palabras, le formulo las preguntas que me queman los labios…, cuidando sabiamente su obscena progresión:
—Decime,querido…, ¿te daría placer… que me acariciaran adelante tuyo?
No contesta, pero siento inmediatamente que sus movimientos se vuelven más precipitados.
Me hunde su gruesa verga más profundamente aún, y noto con delicia que topa con el fondo mi vagina.
Entonces, continúo.
—Decime, Guy, ¿te daría placer que me tocaran las tetas en tu presencia?
—…
—¿O si vieras una mano acariciándome el culo por abajo del vestido?
—…
—¿Si…, ahí…, adelante tuyo…, me masturbaran con un dedo cochino y sin ninguna vergüenza?
—…
—¿Vas a contestarme, Guy? ¿Te daría placer que me chuparan la concha en tu presencia?
—…
—¿Y… que me cogieran…, que me ensartaran apasionadamente frente a tus narices?
—¡Ah…, callate!—ruge.
Pero su verga, que se hunde bruscamente, con un solo golpe violento, en el fondo de mi vagina húmeda, me da una respuesta mucho más categórica…
La respuesta que yo espero…, que espero… y que su goce ardiente me aporta de la forma más maravillosa, con sus chorros entrecortados y casi inagotables.
Entonces, sin medir ya mis palabras, le digo como una loca, mientras llego:
—¡Ah, sí!…, si vos querés…, si vos querés…, lo haré…, adelante tuyo…, para vos… ¡Oh! ¡Guy!…¡Querido!…, si vos querés…, si vos querés… con tu amigo…, o con otros…, con quien quieras… ¡Ah!…, ¡cómo me gusta!…, ¡cómo me gusta!…
Es la primera vez desde nuestro matrimonio que nos decimos esas palabras… ¡Y nunca habíamos llegado al orgasmo antes con semejante violencia!
CONTINUARÁ...
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