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Esclava en Buzios (3 - Final)

Antes de irse, Vander me pregunta a que hora quería mi leche al otro día. Agarrándole la pija con la mano derecha, le contesto que tenía mucha sed y que me gustaba calentita y en cantidad y que la quería a las 9.00. “Sos muy puta…te gusta mas la pija que el chocolate” Se dio cuenta de inmediato de dos cosas: que yo no le iba a decir que no a cualquier pedido suyo y que hablarme de esa manera sacaba lo peor de mi y me enloquecía y me incendiaba y que el iba a aprovechar ese incendio.
Llegando la noche recibo un llamado en la habitación. Era Tarlis. Me comentó entre risas que se había enterado que Vander había disfrutado mucho cogiéndome por el culo. Le contesté, también entre risas, que veía que no había secretos entre ambos. “Le debo muchos favores a Vander. Vos sos mi forma de pagarle. ¿No sos mi esclava acaso?”. “Seguro”, le respondí. “Entonces, nunca tendrás un no, ni para Vander ni para mí. Eres la esclava de ambos, putita” 
Esa noche pude descansar a medias, un poco por la ansiedad de que llegue mi “desayuno” pronto y también por el reencuentro cada vez más cercano con Tarlis, mi oscuro objeto de deseo. Ya estaba extrañando, después de tantísimas pijas blancas a la hermoso verga negro azabache de mi amo. Prendida fuego, muy ansiosa, mas puta que nunca quería que prueben mis límites y que comprobaran que no iban a escuchar un “no” de mi boca.
Me desperté a las 8.30 en llamas. Me fui a pegar una ducha y esperé desnuda a Vander. Cuanto tocó a la puerta, salí a atenderlo, colgándome de su cuello. Entró presuroso en mi habitación. “Tu boca, te cogeré la boca”, repetía una y otra vez. Una vez transpuesta la puerta, se transformó en un vendaval de manos que arrasaban mi cuerpo. Llegados al borde de la cama, me indicó con cierta autoridad que quería que todo mi cuerpo se estuviera sobre ella  y que mi cabeza cayera sobre el costado en el que estaba situado él. Se desnudó rapidísimo y se arrodillo al lado de la cama para que su verga quedara a  la altura de mi boca. Empezó a acariciarme la concha y a desparramar sobre todo mi cuerpo la abundante humedad que encontraba en mi cueva. A la par, puso su pija sobre mi boca y una vez que mi lengua empezó a juguetear con ella, tomó impulso y empezó a sacarla completamente y luego meterla hasta el fondo. Estuvo un rato repitiendo ese juego hasta que exclamó, “¿Querías leche? Puta, ahí va lo que pediste. No desperdicies ni una gota”, gritó entre jadeos. Su descarga fue torrentosa, y hacia coincidir sus descargas con las introducciones de su pija en mi boca. Toda su leche fue de su verga a mi esófago. Cuando había terminado su trabajo, y mientras estaba sacando su verga de mi boca, expulsó una gota más de esperma que quedó en la comisura de mis labios chorreando en mi mentón. Puntilloso, pasando su dedo, la recogió y luego lo introdujo hasta el fondo de mi boca. Me exigió la limpieza de costumbre al terminar todos nuestros encuentros. La dejé reluciente y lista como para que Vanderlei (me enteré en ese momento que ése era su nombre completo) se vistiese y bajara presuroso. 
Ese fue un día de playa hermoso que pude aprovechar casi totalmente. Cuando llegué a la tarde al verlo le dije que me había dejado caliente. Después paso me dijo y pasó a la hora de irse para bajar un poco mi necesidad. 
Abro paréntesis. Mi aproximación al sexo en mi país es muy desenfadada y abierta. Cojo muy seguido, con muchos tipos distintos y por ahora no tengo relaciones duraderas. Pero estoy obligada a guardas ciertas formas. Tengo trabajo, tengo familia, tengo amigos que tienen que permanecer ignorantes de mis hábitos sexuales. Pero en un país que no es el mío, en el que nadie me conoce se multiplica infinitamente mi desenfado, atrevimiento. Lo que quiero hacer, lo hago… ni lo pienso, simplemente lo hago. En este país no tengo historia, en este país no soy nadie, no tengo amigos, ni trabajo ni familiares, ni conocidos, ni NADA, soy alguien que hoy está y mañana no. Y pasado nadie recordará quien fui yo, ni con quien estuve, ni con quien cogí. Cierro paréntesis,

Al otro día volvió Tarlis. Nuestro comportamiento varió con respecto a nuestro primer encuentro de 2012. Él muy puesto en el papel del amo, muy dueño de mí como para hacer lo que se le antojara. Y yo, sumisa y obediente, buscaba alterar la empalagosa monotonía de todos los que acá me prometían amor y mieles eternos a cambio de un poco de sexo. 
Subió a mi habitación sin que nadie me avisara, toco timbre y nos abrazamos y besamos descaradamente en el pasillo, escandalizando a tres señoras mayores que pasaban por ahí, mas por nuestra disparidad racial (les recuerdo, Tarlis negro, bruñido, africano y yo absolutamente blanca) que por nuestros besos y caricias. Pasamos a la habitación y nos arrancamos la poca ropa que teníamos y explotamos a los pocos minutos llenando mi vientre de esa hermosa leche tan blanca y tan tibia. Y a partir de ahí no tuve descanso. Tuve que cuidar de mis dos amos que se repartían la propiedad de su puta. Me cogieron de a uno o de a dos, de todas las formas habidas y por haber,  pero relatare los hechos que tuvieron mas significación para mi.
Un mediodía de sábado al volver de una caminata solitaria por la playa, Tarlis me dice que íbamos a ir los tres a la playa por la tarde. A las 13.30, al salir de su trabajo me pasaba Vander a buscar. Dicho y hecho. Bajo ante el llamado de Vander y estaban los dos esperándome en el coche de Vanderlei. Yo vestía una minifalda y una camisa y debajo tenía las dos piezas de la bikini. Tarlis me dice imperativamente que me saque la malla. Accedo y quedo con la mini y la camisa…nada más. Vander volteaba hacia atrás para verme y obviamente yo no tenía problemas en exhibirme. Tarlis me desabrocho un botón, luego dos y terminó con el tercero, dejando regalada la visión de mis tetas para quien quiera ver. Nuestro destino estaba a 10 kilómetros no más y se trataba de la playa Olho de Boi (Ojo de Buey), una bahía muy pequeña reservada para nudistas. Había mucha gente, pero también había algunos mirones. Nos ubicamos en un toallón gigante que había traído Vanderlei desde el hotel y una vez ubicados le pedí a Tarlis que me pasara la crema bronceadora. Hubo un breve debate entre ellos y decidieron que Tarlis se ocuparía de mi espalda y Vander del frente. Obviamente se detuvieron en donde quisieron ser mucho mas cuidadosos, es decir Tarlis en mis nalgas y mi culo y Vander en mis tetas y mi concha. Al principio, miraba alrededor a ver si llamaba la atención el comportamiento de mis dos machos. Pero no, nadie nos observaba y es mas, cuando nos miraban llamaba más la atención nuestra diversidad racial que nuestro comportamiento. Entonces, decidí relajarme, no oponer ningún tipo de resistencia y gozar todo lo posible. Fue imposible evitar jadeos de mi parte después de tanta caricia y excitación. Una vez terminada la tarea del bronceador se dedicaron a explorar todo mi cuerpo, sin ningún pudor. Primero con las manos, luego con los dedos y por ultimo con las lenguas de mis dos amos explorando todo lo profundo de mi cuerpo, ahí, a la vista de todo el mundo. A los pocos minutos y cuando yo ya estaba prendiéndome fuego la única salida que encontré fue levantarme e ir hacia el mar. No pudieron seguirme porque no pudieron ocultar sus sendas erecciones que no quisieron exhibir. El baño, mas allá de lo inmensamente gratificante que resultó bañarme desnuda, sirvió para bajar un poco mi temperatura y calmar a mis dos cortejantes. Al salir de la playa, mas tarde, me obligaron a ir solo con la minifalda y la camisa a cenar, los tres juntos. Ese sábado a la noche se impuso, inevitable, nuestro primer trío al llegar al hotel

Otra noche, estando los tres en la habitación y habiendo tomado tal vez un poco de más, me exigieron hacerlos acabar a los dos en el balcón de la habitación, aprovechando la negrura profunda de esa noche.

En otra oportunidad, faltando dos días para terminar mis vacaciones, Tarlis me dijo que tenía ganas de coger conmigo en la terraza del hotel. Ante mi reacción, sonriendo me mostró una llave. “Nadie nos va a ver, cerraré la puerta y dejaré la llave puesta. Arreglé con Vander. Nadie podrá vernos.” Subimos y cerró la puerta como había dicho.  La terraza era amplia y tenía como acceso solo esa puerta. Había un pequeño galpón de vidrios espejados donde se guardaban elementos de limpieza y mantenimiento del hotel, de acuerdo a lo dicho por  Tarlis. Intente entrar a ese galpón y la puerta estaba cerrada. Tranquilos entonces tendimos una colchoneta cedida por Vander al lado del ventanal del galpón para refugiarnos del sol impiadoso de esa tarde. Y Tarlis empezó con la previa de una sesión de sexo. Fue especialmente imperativo y explicito en todo lo que me ordenaba. Y hubo sexo por todas las vías y profusión de posturas de todas las formas. Y el final fue digno de una clásica porno hollywoodense, con Tarlis parado, yo arrodillada, chupando la pija hasta que cuando él vio aproximarse el final empezó a pajearse hasta acabar, mientras yo con la boca abierta esperaba su descarga profusa como pocas veces. Mi boca, mi cara, mi pelo y mis tetas fueron empapados por semejante torrente. Me extrañó, dado que no era la forma en la que solía acabar Tarlis. Pero no le pregunté el porque de su accionar.

La noche antes de irme, le hice un pedido a Tarlis que era reproducir la última noche que habíamos tenido en las vacaciones del 2012. Y respetó mi único pedido. Me citó en el mismo lugar, a la misma hora y vestida de la misma manera, con pollera muy corta, camisa y sin ropa interior. Me encuentro con el y una vez que llegamos a un punto donde la gente escaseaba, vendó mis ojos, puso algodones en mis oídos y me empezó a conducir. Me dejé llevar, me entregué a sus caricias, a sus manos desabotonando ansiosas mi camisa y palpando en principio tímidamente mis tetas, aunque inmediatamente fueron adquiriendo un vértigo y una pasión mayor. Mis sentidos activos, multiplicados en su percepción ante la falta de la vista y el oído por la venda aplicada, convertían cada caricia en choques eléctricos absolutamente placenteros que me sumían en un éxtasis absolutamente intenso y continuado. A esta altura Tarlis ya había abierto totalmente mi camisa, mis tetas regaladas y advierto que ya no son dos manos las que me acarician y me magrean y me desnudan. Ya en la playa todavía con la venda siento, de repente, que nadie me toca. Alguien, por atrás empieza a desatar despaciosamente la venda. Empieza a abrazarme por atrás, haciéndome sentir su calentura, tocando todo, abrazando todo, hurgando en todo mi cuerpo. Cae la venda, caen los algodones, veo a Vander y a Tarlis delante de mí. Y Tarlis que dice “Cuando lo hicimos en la terraza, adentro del galpón estaba Vander con su amigo Leao. Quedo enloquecido con vos. Y te quiere conocer” Yo que no lo había visto, pero confiando en la palabra de mi amo, sin darme vuelta le paso las manos y palpo el tamaño mas que respetable de su verga absolutamente empalmada. Y contesto “Yo también lo quiero conocer” Nuestras risas fueron el comienzo de una noche absolutamente inolvidable, en la que probamos todo, no dejamos nada sin hacer y estuvimos activos hasta que el sol nos sorprendió gozando, extasiados, relajados y exhaustos de tanto placer, bañándonos desnudos en el mar.

Agradeceré cada uno de los comentarios.

FIN

3 comentarios - Esclava en Buzios (3 - Final)

87GIROS
Muyyyyyy buen material betty !!!
Marianamull
Gran relato!!!! Bien redactado, sin fallas de ortografía y con una calentura única!!!! Felicitaciones!!!