(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)
Nunca me hubiera esperado nada de lo que pasó con mis amigos. La mutación de nuestra relación fue tan grande que casi ni me acuerdo de cómo pasábamos los días antes de sus confesiones.
A Tony le conozco desde hace años. Nada de “amigo de la infancia”, pero sí de instituto. Nos conocimos el primer día, nos caímos muy bien, y desde entonces somos uña y carne. Es de pelo moreno, ojos verdes, barbilampiño, y era guapo. Pero su belleza era del tipo andrógina. Reconozco haber bromeado alguna vez con eso, aunque dejé de hacerlo en cuanto me admitió que le molestaba.
Lola fue una amiga que conocimos en el bachillerato. Conocer de saber de ella, nos la habíamos cruzado varias veces por el instituto durante la secundaria, y nos habíamos reconocido sus fans (una forma suave de decir “nos ponía cachondos y nos masturbabamos por las noches pensando en ella”). Rubia, de cuerpo menudo, pero una diosa se mirase por donde se mirase. Me decepcionó mucho que Tony le pidiera salir primero y ella dijera que sí.
Pero no soy rencoroso, yo seguí siendo su amigo cuando empezaron a salir. Esto fue hace unos tres años. Y hace unos meses me contaron dos grandes secretos. Empezaré por el de ella, que fue la primera en abrirse a mi.
Hace cuestión de unos meses, Lola tuvo que irse de casa. Una fuerte discusión con sus padres. Hizo las maletas y se fue ese mismo día a casa de Tony. Esto un jueves. Y el sábado recibí una llamada de ambos pidiéndome que fuera a verles.
“Tenemos un problema”, me dijo Tony antes de que me diera tiempo de quitarme el abrigo y sentarme en el sofá.
“Algo me imaginaba… Hola, Lola”.
“Buenas”.
“A ver. Sabes que Lola se ha ido de casa, ¿no?”
“No, me debí saltar ese WhatsApp”, ironicé. “¿Qué pasa? ¿Que tus padres ni quieren que se quede?”
“Exacto”.
Me callé por mi metedura de pata.
“Este finde me han dejado quedarme. Pero quieren que para el lunes me vaya. Y no tengo donde meterme”.
“Joder. Pero ¿cómo que la van a echar?”
“Ya sabes cómo son mis viejos. Pasan de todo. Creo que a mi no me echan más por el qué dirá la gente que porque me quieran un poco”.
“Así que quería pedirte que me dejaras quedarme un tiempo en tu casa.”
¿Lola viviendo en mi casa? Eso me ponía nervioso. Me había ido a vivir por mi cuenta por el hecho de que no me gustaba compartir mi espacio. Bueno, eso, y que con suerte, los sábados, alguna chica subía de la discoteca a hacerme compañía. Pero debía hacer un pequeño sacrificio por ella. Al fin y al cabo, tenía un cuarto libre… en el que había metido pilas de libros y películas…
“Claro, sin problema”
“Eres un cielo”, dijo, y me dio un beso en la mejilla.
Al día siguiente por la mañana llevaron sus cosas (apenas una pequeña maleta) a mi casa. Yo había aprovechado para hacer un poco de limpieza y por lo menos mis trastos ya no estaban de por medio. Había un pequeño armario donde metió su ropa y en menos de diez minutos ya estaba completamente instalada. Decidí dejarles un último rato a solar saliendo a dar un paseo.
La siguiente semana apenas paré por casa. Mucho que trabajar. Lola, que continuaba sus estudios, tampoco paraba mucho por aquí, y apenas nos veíamos unos minutos a la hora de cenar. Hasta el viernes.
Llegué bastante agotado a casa, y me topé con dos agradables sorpresas. La primera, un rico olor a pizza. Genial, porque me moría de hambre. Y la segunda, fue ver a Lola en camiseta viendo la televisión. Y la camiseta no era lo bastante larga como para taparle las bragas. Sí, las bragas, no llevaba pantalón.
“... Hola”, saludé, ya que no se había percatado de mi llegada.
“Oh, hola. He pedido una pizza, espero que te guste la de barbacoa”
“Mucho”. Pregunté si debía callarme. “¿No tienes frío?”
“¿Por qué lo di…? Oh, claro. Sí, te será algo incómodo, perdona”.
Se puso de pie y fue al cuarto a ponerse algo, permitiéndome una vista de su culo. Imágenes fugaces recorrieron mi mente. Ella tan ligera de ropa… joder, no. No podía intentar nada. Era la novia de mi amigo. No podía hacerlo.
Claro que ponerse un pantalón corto que era apenas más largo que la ropa interior no solucionaba mucho. Sus piernas largas me hacían desear zambullirme entre ellas. Debía recordarme a mi mismo con quién estaba.
“¿Y vendrá Tony mañana? Por saber si dejaros un rato de intimidad”.
“No… no creo que venga. Tenía cosas que hacer”.
Algo me decía que Lola no estaba muy contenta con eso, y decidí no meterme donde no me llamaban. Terminamos de cenar y después de un rato de ver la tele nos fuimos a nuestras habitaciones.
No me hubiera enterado de nada si no me hubiera dado un ataque de sed por la noche. Me levanté con bastante pereza y a punto estuve de caerme caminando. Pero algo me detuvo. Un ruido.
Me detuve. Provenía del cuarto de Lola. Quizá le pasaba algo. Quizá le dolía algo y no podía avisarme. Me asomé un momento, preocupado. Pero lo que vi…
Lola estaba sobre la cama, destapada. Y desnuda. Joder, se estaba masturbando. Desde mi posición podía ver perfectamente su coño depilado, ligeramente rosado, ligeramente abierto. Hipnotizado vi como se llevaba dos dedos a los labios, se los lamía sensualmente y volvía a tocarse.
La contemplé mientras se penetraba con sus delicados dedos. No sólo eso, de vez en cuando se detenía para estimularse el clítoris.
“Ana…”, susurró en ese momento, dejándome boquiabierto. “Cómo me pones… Ana… mmmmmm, ahí, sí… me gusta… aaaaaaah”
Lola fantaseando con una mujer mientras se masturbaba. Joder. Nunca lo hubiera esperado de ella. Lo mejor sería dejarla en paz… mientras seguía acariciándose su escultural cuerpo, introduciéndose los dedos, gimiendo de placer por sus propias manos y su imaginación, y provocándome ganas de, o masturbarme, o entrar dentro y follármela.
Pero no se quedó ahí la cosa. De pronto metió una mano bajo la almohada. Y sacó un dildo de ahí. De color rosa, imitando la forma del pene, incluyendo alguna vena. Mientras seguía masturbándose empezó a chuparlo despacio, como si estuviera practicando una felación real. Se limitaba apenas a la punta y avanzaba un poco más, pero no probó a tragárselo entero.
Resistí de alguna forma las ganas de tocarme, pero tuve que quitarme el pantalón y bajarme la tela del boxer para liberar mi polla, la cual me dolía por no hacerla caso. Aquello estaba mal, no debía mirar aunque no podía apartar la mirada.
La mano con la que se había estado masturbando subió hasta su teta derecha. Empezó a estimularse el pezón, y vi su otra mano bajar con el dildo. Aquel juguete entró en su sexo suavemente y empezó a usarlo para masturbarse con ganas. Me di cuenta de que mi propio pene emanaba líquido preseminal. No, me dije. No te toques. Es tu amiga. Novia de tu amigo. Vete.
Pero en ese momento escuché lo que menos me esperaba. Mi nombre. Lola mencionó mi nombre junto a la palabra “fóllame”. Fui al baño haciendo el menor ruido posible. Cerré la puerta, me dirigí al baño, y me masturbé velozmente. Pensé en sus tetas, en su vagina húmeda, en sus gemidos, y eyaculé en muy pocos minutos. Me limpié con papel higiénico y volví a mi cuarto. La escuché suspirar suavemente. Se habrá corrido, pensé. Más bien lo deseé. Pero me sentía fatal con lo que había hecho.
Volví a mi cama e intenté dormir. Pero me fue harto complicado. Lola no hacía más que aparecer desnuda en mis sueños pidiéndome que la tomase. Se me volvió a poner dura, y os aseguro que dormir así es muy jodido.
Al sábado siguiente por la mañana ni me atrevía a mirarla a la cara. Ella estaba como siempre, ignorando que la hubiera visto la noche anterior tocándose con sus fantasías. Era tan agradable como siempre. Y sin embargo, tuve que evitarla ante la incomodidad que me provocaba. Sólo deseaba que llegara el lunes de una vez para pasarme el día fuera de casa y no tener que hablar con ella.
Pero debió notarlo, ya que el domingo me abordó después de la hora de comer. Yo acababa de fregar los platos cuando ella llegaba de comer en casa de Tony y sus padres.
“Oye, tú. ¿Qué cojones te pasa?”
“... ¿Disculpa?”
“¿Tanto te molesta tenerme en tu casa o qué? Ayer te la pasaste esquivándome”.
“Yo no te esquivaba…”
“¡Te fuiste a dar un paseo a las doce de la noche!”
No respondí. Tenía razón con lo de evitarla, pero no en el motivo por el cual lo hacía. Intenté irme, pero bloqueó la puerta con su cuerpo. Con ese cuerpo que había visto estimulado sexualmente y que me había puesto cachondo.
“Mírame. Y dime que no quieres que esté aquí”.
No hice ninguna de las dos cosas. Pero de pronto su mano se puso sobre mi barbilla y me obligó a mirarla.
“Dímelo”
“... ¡Te ví masturbándote el viernes por la noche, ¿vale?!”
Se quedó bloqueada y eso me dio la oportunidad de irme de allí. Me metí en mi cuarto, pero cometí el error de no echar el pestillo. Quizá confiaba en que fuera suficiente confesarle lo que había visto para que no se atreviera a seguirme. Pero lo hizo. Entró en la habitación, despacio. Oí la puerta y miré. Estaba roja por la vergüenza.
“¿Me… me oíste?”, preguntó, sin mirarme directamente. Asentí. “Pero… la puerta estaba cerrada…”
“Me asomé”, confesé, mirando al suelo. “Las paredes estas… son una mierda, se oye todo. Te oí gemir, y pensé que estabas enferma…”
“... y en realidad estaba cachonda, ya…”
Casi me reí de no ser porque aquello seguía siendo incómodo. Lola entró y se sentó a mi lado. Se apoyó sobre mi hombro. No nos atrevíamos aún a mirarnos. Pero ella habló.
“Llevo semanas sin hacerlo con Tony. Creo que he dejado de gustarle, ¿sabes? Apenas me toca. Me da besos, pero creo que tiene la cabeza en otra parte. Tú no sabrás si se está viendo con otra, ¿verdad?”
“No, joder. Tony no es así. Es más, ha estado ausente incluso conmigo, pero si fuera algo así me lo diría…”
“¿Y tú me lo dirías a mi?”, preguntó mirándome a los ojos.
“Sí”, dije.
“Supongo que te preguntarás cosas. Como quién es Ana…”
“Sí, bueno… no pensé que te gustaran las mujeres”, confesé. “Pero al fin y al cabo no es asunto mío con quién fantaseas…”
“Una compañera de la facultad”, dijo secamente. “Se me ha insinuado alguna vez, y… desde que estoy así me han dado ganas de probar. Se me va la cabeza cuando me toco. Es muy guapa, te la podría presentar ahora que lo pienso…”
“Bueno, no es eso de lo que…”
Me vi empujado contra el colchón, y Lola trepó sobre mí. Me miró muy seriamente.
“Me oíste llamarte, ¿verdad?”. No me atreví a responder. Claro que la había oído, joder. Apoyó su frente contra la mía. “No pude evitarlo. Eres muy atractivo, ¿sabes?”
“Lola… para…”
“Si Tony no me hubiera pedido salir te lo habría pedido yo a ti… te he visto mirarme, ¿no te has fijado?”
“Por favor…”
“¿Me equivoco, eh? ¿Crees que no estoy buena? Quizá por eso no me lo pediste…”
Y la besé. No podía soportar semejante chantaje emocional. ¿Cómo no iba a parecerme que estaba buena? Estaba riquísima. Y el sabor de sus labios me encantaba. Se apoyó sobre mí. Acaricié sus suaves cabellos. Sentí que “algo” crecía bajo mis pantalones. Pero no, no iba a dejarme llevar tanto. Sólo eran unos besos para que se sintiera realizada como mujer, que se sintiera deseada…
Y una mierda por ella. No te puedes resistir a sus encantos. Esto te encanta, me reprendí. Pero no podía llegar más lejos. Eso estaba mal, y sólo me dejaba llevar un poco porque llevaba tres semanas sin que alguna chica me hiciera caso.
“Eres un buen besador. Me pregunto si todo lo haces así de bien”.
“Lola, no debemos…”
“Ese es mi problema, no el tuyo”, dijo ella sin permitirme responder con otro beso. Y según se movían sus labios yo iba perdiendo el sentido. Hasta ese momento mi lengua se había estado quieta, pero esta vez se deslizó entre los labios de Lola. Sentí que la suya salía a su encuentro y bailaban la danza de la pasión.
Lola se incorporó. Pensé que ya estaba bien de jugar, pero me equivocaba. Se quitó la camiseta, dejando al aire libre sus “lolas”, ya que no se había puesto sujetador. Eran preciosas vistas así de cerca. Empecé a tocarle el pecho izquierdo con la mano, mientras que mi boca se ocupaba del derecho. Me encantaban. Su tacto, su aroma, su sabor. Puso sus manos sobre mi cabeza, impidiéndome escapar, así que me pasé unos minutos disfrutando de aquellas tetas.
Lo siguiente que hizo fue ponerse entre mis piernas. Me dio un escalofrío al sentir sus manos sobre mi entrepierna. Me desabrochó el pantalón y me lo quitó de un tirón. Tuvo más cuidado al liberarme del boxer. Lo levantó antes de tirar hacia abajo.
“Esto es mejor que mi consolador”, dijo acariciándomela. Probó a masturbarme, y mi cuerpo se contrajo. Maldición. Me tenía dominado. Desde donde estaba levantó las piernas y se quitó el pantalón vaquero. Se libró también de tu tanga y se puso sobre mi.
“Última oportunidad. ¿Quieres esto?”
Un pregunta así mientras separaba sus labios vaginales no se rechazaba. Pero levanté la mano un momento. Pareció bloquearse, pero cuando me vio tantear mi mesa lo debió entender. Bajó de la cama de un salto y abrió el cajón. Sacó una caja de condones, abrió uno con los dientes, y me lo puso con mucha profesionalidad.
Suspiró cuando sintió mi polla penetrando dentro de ella. Yo me sorprendí con la sensación. Estaba bastante apretada. Vi como bajaba por mi pene hasta tenerlo por completo dentro de ella.
“Esto es… definitivamente… mejor”, jadeó. Levantó un poco su cuerpo y se dejó caer. “Mmmm… mmmm… sí… me gusta…”
Me estaba cabalgando así. Subía muy lentamente para dejarse caer. Parecía dolerle, pero como me confesó luego, eso la excitaba mucho. Pero yo no podía quedarme quieto y empecé a acompañar sus movimientos con mi cadera. Gimió más agudamente. Acaricié su culo. Pensándolo bien, me apetecía probarlo. Dudé si me dejaría.
Aunque aquello estaba tan bien que no me quejaría. Jadeé. Como Lola siguiera así no iba a tardar en correrme. Pero también ella parecía a punto de acabar. Aceleraba sus movimientos y gemía muchísimo. Antes de darme cuenta eyaculé, inundando la gomita y ella misma parecía haber acabado.
Bajó el ritmo hasta que se detuvo. Parecía cansada pero satisfecha. Se dejó caer a mi lado. No dijo nada. No supe qué sentir en ese momento. Culpa. Placer. Culpa. Placer. Pero antes de meterme en la moral debía quitarme el condón. Le hice un nudo y lo dejé caer al suelo.
Miré a Lola. Tumbada, sin decir nada. Desnuda. Con las piernas separadas. Exponiendo su chochito. Yo me habría corrido, pero no estaba satisfecho. Me puse entre sus piernas y la levanté hacia mi. Pareció alarmada. Mi boca estaba a escasos milímetros de su coño.
“¿Qué vas a hacer?”
“Nada si no quieres”, le dije, aunque me costaría resistir la tentación si me decía que no.
“Claro que quiero”
Y chupé su vagina. Despacio. Recreándome en su sabor salado. Lola gimoteó. Sonreí. Ahora estaba bajo mi mando. Me acomodé sobre el colchón pero no cambié de pose. Ella estaba tumbada con el culo hacia arriba, el cual aproveché para masajear. Podía incluso probar a…
“¡No!”, dijo cuando sintió mi dedo acechando su ano. Lo aparté de inmediato. “Por ahí no…”
“Perdón”, susurré y seguí devorando su coñito mientras acariciaba sus piernas, sus caderas, su vientre… estiré un poco más las manos y volví a llegar a sus pechos. Probé a estimularlos a base de jugar con mis índices, apreté suavemente sus pezones. Ella gemía, sometida a mis actos.
“Voy a… voy a…”, dijo al cabo de unos minutos. “No pares, por faaaaah, sí, sigue… más, más, más…”, me sujetó de las manos mientras la conducía al orgasmo.
Sentí sus fluidos resbalando por entre mis labios. Cuando terminé, dejé caer suavemente su cuerpo sobre el colchón y dejé que reposara. Decidí dejarle espacio y sentarme yo en la silla.
Me puse a pensar. Aquello había estado muy bien como ocio, como placer, pero era una traición a la conferencia de Tony. Y eso no me gustaba nada. Era mi mejor amigo, y yo un cerdo. Y Lola también era una traidora. Puedo entender los cuernos cuando uno está en abstinencia sexual, pero eso sigue sin justificarlo.
“Lola, creo que deberías…”, miré a la cama pero ella no estaba allí. De pronto miré hacia abajo, en cuando noté algo sobre mi rabo. Era la mejilla de Lola, apoyada en mi pene, y estimulandolo de esta manera.
“¿Que debería qué?”, preguntó en tono inocente.
“... Parar”
“Sí, voy a parar. Cuando esté satisfecha”, añadió. “Tú no tienes la culpa de nada, ¿vale? Es mi problema. Y ahora mismo, me lo quiero buscar?”
“Es mi amigo…”
“Lo sé. Y también eres amigo mío. Y necesito que me ayudes con mi insatisfacción”, apartó la cabeza y envolvió mi pene con sus tetas. Empezó a masturbarme así. Me miraba directamente a los ojos. Mierda. Separé las piernas para facilitarle la labor. Me gustaba.
“Joder. Qué bueno…” suspiré.
“Esto no ha sido nada…”, dijo. Apartó los pechos y en ese momento mi pene fue capturado por su boquita.
El calor recorrió mi cuerpo desde mi rabo al resto de mis extremidades. Lola me la chupaba como una experta. Sentí cierta pizca de envidia hacia Tony. No podía entender que Lola no se diera más prisa. Normalmente no me lo montaba así con las mujeres.
Mis coitos solían ser rápidos, pasionales, desenfrenados, una forma de desahogarnos de placer en el sexo. Pero Lola se lo tomaba con calma, con cariño, disfrutando tanto ella como yo… Más bien parecía que hacíamos el amor y eso sí que me asustaba.
Su mano acarició mis bolas, y probó a palpar por mi perineo, lo que me excitó aún más. Una zona que los idiotas creen que “mata la heterosexulidad” pero que personalmente me encantaba tocarme cuando me masturbaba. Y Lola me estaba estimulando muy bien.
“Voy a correrme… Lola, para… me voy a…”, le advertí, pero no se detuvo. Maldición, eso estaría muy mal. Pero aunque intenté aguantar fue imposible. Eyaculé, la primera vez directa en su garganta, la segunda vez en su boca, la tercera manché sus labios y su cara, la cuarta su torso… perdí la razón, pero tuvo que ser así, ya que cuando la miré estaba cubierta de mi semen.
Ya estaba bien de juegos. Como nos pillasen en ese momento estaríamos en un buen lío. Así que le dije que se tomara una ducha. Ella aceptó y fue al baño sin rechistar.
Pensé que se había acabado cuando la oí llamarme. Me pidió champú. Fui a la pequeña alacena, saqué una botella, y entré en la ducha a dársela.
“Toma, y…”
Me quedé embobado. Ella me estaba aguardando. El semen ya no estaba, pero en su lugar, vi que de alguna forma, se había escrito un mensaje sobre el pubis: “Todo tuyo”, y una flechita apuntando a su vagina.
Negué con la cabeza, pero ella era más poderosa. Empezó a masturbarse delante de mi, gimiendo con exageración con la intención de provocarme. Y lo consiguió. Me quité la ropa y me metí en la ducha con ella. Nuestros labios chocaron en un pasional beso y me pene se apoyó en su rajita.
“Estoy deseando que me folles por fin…”
“¿Cómo que “por fin”? ¿Y lo de antes?”
“Ahí te follé yo, me quedé encima haciendo todo mientras tú te limitaste a mirar”, me desafió. “Así que venga. Toma tu regalo”
La empujé suavemente contra la mampara de la ducha. Sonrió y la penetré de una vez. Gimió de gusto. Me sonrió. Volví a embestirla. Acarició sus tetas hipnotizandome mientras seguía follándomela. Estábamos ardientes de deseo mientras el agua caliente resbalaba por nuestros cuerpos.
Cambiamos de posición. Se apoyó de espaldas a mi, en la mampara. Desde ahí tenía accesible su culo, pero a ella no le apetecía, así que tanteé con mi pene hasta localizar su vagina y volví a penetrarla. La sujeté por las tetas mientras la embestía, y no me detuve hasta que me corrí. Dentro de ella. Me di cuenta al apartarme y ver mi semen resbalando entre sus piernas.
“¡MIERDA!”
“Tranquilo, cariño”, y me besó. “Tomo la píldora”.
Se volvió a agachar para chupármela. No eyaculé, simplemente limpió mi rabo de restos de semen. Terminamos de ducharnos igualmente.
“Espero que no se te ocurra chantajearme con lo que ha pasado”, me advirtió ella. “Si no, la próxima vez en lugar de chupartela, te la cortaré”.
“¿La próxima vez?”
“Si continúo insatisfecha con él y te ha gustado, claro. Podremos repetir. Pero deja que sea yo quien hable con él”.
“¿Por qué?”
“Porque no quiero que sepa que ha sido contigo”, y me guiñó el ojo.
Pero lejos de chantajearla yo me sentía fatal y pensaba que tenía que contárselo a Tony. Lo que no me esperaba era lo que él me confesaría a mi.
Nuevo relato que concluirá tras 5 entregas. Espero que os haya gustado, y os invito a leer los anteriores:
Sara, novia trans (continuando)
Autoexperimentando, Fantasía: cambio de rol con mi novia, Recibí ayuda de mi amiga especial, Trío con pareja amiga, Masaje con final más que feliz, A las órdenes de mi amiga trans, Polvo con mi ex… y mi novia, Vestido para mi novia (trans), Adicto a la polla trans, Cuarteto bixsexual (o parecido), Fin de semana con amigos (I), Fin de semana con amigos (II), Ayudando a una amiga
La amiga de mi hija (continuando)[/i]
Se me declaró la amiga de mi hija, La elección de la amiga de mi hija, Trío prohibido, Reconciliación tabú
Vacaciones con mis primos (terminado)
Capitulo 1, Capitulo 2, Capitulo 3, Capitulo 4, Capitulo 5, Capitulo 6, Capítulo 7, Capítulo 8, Capítulo 9, Capítulo 10, Capítulo 11, Capítulo 12, Capítulo 13, Capítulo 14, Capítulo 15, Capítulo 16, Capítulo 17, Capítulo 18.
Nunca me hubiera esperado nada de lo que pasó con mis amigos. La mutación de nuestra relación fue tan grande que casi ni me acuerdo de cómo pasábamos los días antes de sus confesiones.
A Tony le conozco desde hace años. Nada de “amigo de la infancia”, pero sí de instituto. Nos conocimos el primer día, nos caímos muy bien, y desde entonces somos uña y carne. Es de pelo moreno, ojos verdes, barbilampiño, y era guapo. Pero su belleza era del tipo andrógina. Reconozco haber bromeado alguna vez con eso, aunque dejé de hacerlo en cuanto me admitió que le molestaba.
Lola fue una amiga que conocimos en el bachillerato. Conocer de saber de ella, nos la habíamos cruzado varias veces por el instituto durante la secundaria, y nos habíamos reconocido sus fans (una forma suave de decir “nos ponía cachondos y nos masturbabamos por las noches pensando en ella”). Rubia, de cuerpo menudo, pero una diosa se mirase por donde se mirase. Me decepcionó mucho que Tony le pidiera salir primero y ella dijera que sí.
Pero no soy rencoroso, yo seguí siendo su amigo cuando empezaron a salir. Esto fue hace unos tres años. Y hace unos meses me contaron dos grandes secretos. Empezaré por el de ella, que fue la primera en abrirse a mi.
Hace cuestión de unos meses, Lola tuvo que irse de casa. Una fuerte discusión con sus padres. Hizo las maletas y se fue ese mismo día a casa de Tony. Esto un jueves. Y el sábado recibí una llamada de ambos pidiéndome que fuera a verles.
“Tenemos un problema”, me dijo Tony antes de que me diera tiempo de quitarme el abrigo y sentarme en el sofá.
“Algo me imaginaba… Hola, Lola”.
“Buenas”.
“A ver. Sabes que Lola se ha ido de casa, ¿no?”
“No, me debí saltar ese WhatsApp”, ironicé. “¿Qué pasa? ¿Que tus padres ni quieren que se quede?”
“Exacto”.
Me callé por mi metedura de pata.
“Este finde me han dejado quedarme. Pero quieren que para el lunes me vaya. Y no tengo donde meterme”.
“Joder. Pero ¿cómo que la van a echar?”
“Ya sabes cómo son mis viejos. Pasan de todo. Creo que a mi no me echan más por el qué dirá la gente que porque me quieran un poco”.
“Así que quería pedirte que me dejaras quedarme un tiempo en tu casa.”
¿Lola viviendo en mi casa? Eso me ponía nervioso. Me había ido a vivir por mi cuenta por el hecho de que no me gustaba compartir mi espacio. Bueno, eso, y que con suerte, los sábados, alguna chica subía de la discoteca a hacerme compañía. Pero debía hacer un pequeño sacrificio por ella. Al fin y al cabo, tenía un cuarto libre… en el que había metido pilas de libros y películas…
“Claro, sin problema”
“Eres un cielo”, dijo, y me dio un beso en la mejilla.
Al día siguiente por la mañana llevaron sus cosas (apenas una pequeña maleta) a mi casa. Yo había aprovechado para hacer un poco de limpieza y por lo menos mis trastos ya no estaban de por medio. Había un pequeño armario donde metió su ropa y en menos de diez minutos ya estaba completamente instalada. Decidí dejarles un último rato a solar saliendo a dar un paseo.
La siguiente semana apenas paré por casa. Mucho que trabajar. Lola, que continuaba sus estudios, tampoco paraba mucho por aquí, y apenas nos veíamos unos minutos a la hora de cenar. Hasta el viernes.
Llegué bastante agotado a casa, y me topé con dos agradables sorpresas. La primera, un rico olor a pizza. Genial, porque me moría de hambre. Y la segunda, fue ver a Lola en camiseta viendo la televisión. Y la camiseta no era lo bastante larga como para taparle las bragas. Sí, las bragas, no llevaba pantalón.
“... Hola”, saludé, ya que no se había percatado de mi llegada.
“Oh, hola. He pedido una pizza, espero que te guste la de barbacoa”
“Mucho”. Pregunté si debía callarme. “¿No tienes frío?”
“¿Por qué lo di…? Oh, claro. Sí, te será algo incómodo, perdona”.
Se puso de pie y fue al cuarto a ponerse algo, permitiéndome una vista de su culo. Imágenes fugaces recorrieron mi mente. Ella tan ligera de ropa… joder, no. No podía intentar nada. Era la novia de mi amigo. No podía hacerlo.
Claro que ponerse un pantalón corto que era apenas más largo que la ropa interior no solucionaba mucho. Sus piernas largas me hacían desear zambullirme entre ellas. Debía recordarme a mi mismo con quién estaba.
“¿Y vendrá Tony mañana? Por saber si dejaros un rato de intimidad”.
“No… no creo que venga. Tenía cosas que hacer”.
Algo me decía que Lola no estaba muy contenta con eso, y decidí no meterme donde no me llamaban. Terminamos de cenar y después de un rato de ver la tele nos fuimos a nuestras habitaciones.
No me hubiera enterado de nada si no me hubiera dado un ataque de sed por la noche. Me levanté con bastante pereza y a punto estuve de caerme caminando. Pero algo me detuvo. Un ruido.
Me detuve. Provenía del cuarto de Lola. Quizá le pasaba algo. Quizá le dolía algo y no podía avisarme. Me asomé un momento, preocupado. Pero lo que vi…
Lola estaba sobre la cama, destapada. Y desnuda. Joder, se estaba masturbando. Desde mi posición podía ver perfectamente su coño depilado, ligeramente rosado, ligeramente abierto. Hipnotizado vi como se llevaba dos dedos a los labios, se los lamía sensualmente y volvía a tocarse.
La contemplé mientras se penetraba con sus delicados dedos. No sólo eso, de vez en cuando se detenía para estimularse el clítoris.
“Ana…”, susurró en ese momento, dejándome boquiabierto. “Cómo me pones… Ana… mmmmmm, ahí, sí… me gusta… aaaaaaah”
Lola fantaseando con una mujer mientras se masturbaba. Joder. Nunca lo hubiera esperado de ella. Lo mejor sería dejarla en paz… mientras seguía acariciándose su escultural cuerpo, introduciéndose los dedos, gimiendo de placer por sus propias manos y su imaginación, y provocándome ganas de, o masturbarme, o entrar dentro y follármela.
Pero no se quedó ahí la cosa. De pronto metió una mano bajo la almohada. Y sacó un dildo de ahí. De color rosa, imitando la forma del pene, incluyendo alguna vena. Mientras seguía masturbándose empezó a chuparlo despacio, como si estuviera practicando una felación real. Se limitaba apenas a la punta y avanzaba un poco más, pero no probó a tragárselo entero.
Resistí de alguna forma las ganas de tocarme, pero tuve que quitarme el pantalón y bajarme la tela del boxer para liberar mi polla, la cual me dolía por no hacerla caso. Aquello estaba mal, no debía mirar aunque no podía apartar la mirada.
La mano con la que se había estado masturbando subió hasta su teta derecha. Empezó a estimularse el pezón, y vi su otra mano bajar con el dildo. Aquel juguete entró en su sexo suavemente y empezó a usarlo para masturbarse con ganas. Me di cuenta de que mi propio pene emanaba líquido preseminal. No, me dije. No te toques. Es tu amiga. Novia de tu amigo. Vete.
Pero en ese momento escuché lo que menos me esperaba. Mi nombre. Lola mencionó mi nombre junto a la palabra “fóllame”. Fui al baño haciendo el menor ruido posible. Cerré la puerta, me dirigí al baño, y me masturbé velozmente. Pensé en sus tetas, en su vagina húmeda, en sus gemidos, y eyaculé en muy pocos minutos. Me limpié con papel higiénico y volví a mi cuarto. La escuché suspirar suavemente. Se habrá corrido, pensé. Más bien lo deseé. Pero me sentía fatal con lo que había hecho.
Volví a mi cama e intenté dormir. Pero me fue harto complicado. Lola no hacía más que aparecer desnuda en mis sueños pidiéndome que la tomase. Se me volvió a poner dura, y os aseguro que dormir así es muy jodido.
Al sábado siguiente por la mañana ni me atrevía a mirarla a la cara. Ella estaba como siempre, ignorando que la hubiera visto la noche anterior tocándose con sus fantasías. Era tan agradable como siempre. Y sin embargo, tuve que evitarla ante la incomodidad que me provocaba. Sólo deseaba que llegara el lunes de una vez para pasarme el día fuera de casa y no tener que hablar con ella.
Pero debió notarlo, ya que el domingo me abordó después de la hora de comer. Yo acababa de fregar los platos cuando ella llegaba de comer en casa de Tony y sus padres.
“Oye, tú. ¿Qué cojones te pasa?”
“... ¿Disculpa?”
“¿Tanto te molesta tenerme en tu casa o qué? Ayer te la pasaste esquivándome”.
“Yo no te esquivaba…”
“¡Te fuiste a dar un paseo a las doce de la noche!”
No respondí. Tenía razón con lo de evitarla, pero no en el motivo por el cual lo hacía. Intenté irme, pero bloqueó la puerta con su cuerpo. Con ese cuerpo que había visto estimulado sexualmente y que me había puesto cachondo.
“Mírame. Y dime que no quieres que esté aquí”.
No hice ninguna de las dos cosas. Pero de pronto su mano se puso sobre mi barbilla y me obligó a mirarla.
“Dímelo”
“... ¡Te ví masturbándote el viernes por la noche, ¿vale?!”
Se quedó bloqueada y eso me dio la oportunidad de irme de allí. Me metí en mi cuarto, pero cometí el error de no echar el pestillo. Quizá confiaba en que fuera suficiente confesarle lo que había visto para que no se atreviera a seguirme. Pero lo hizo. Entró en la habitación, despacio. Oí la puerta y miré. Estaba roja por la vergüenza.
“¿Me… me oíste?”, preguntó, sin mirarme directamente. Asentí. “Pero… la puerta estaba cerrada…”
“Me asomé”, confesé, mirando al suelo. “Las paredes estas… son una mierda, se oye todo. Te oí gemir, y pensé que estabas enferma…”
“... y en realidad estaba cachonda, ya…”
Casi me reí de no ser porque aquello seguía siendo incómodo. Lola entró y se sentó a mi lado. Se apoyó sobre mi hombro. No nos atrevíamos aún a mirarnos. Pero ella habló.
“Llevo semanas sin hacerlo con Tony. Creo que he dejado de gustarle, ¿sabes? Apenas me toca. Me da besos, pero creo que tiene la cabeza en otra parte. Tú no sabrás si se está viendo con otra, ¿verdad?”
“No, joder. Tony no es así. Es más, ha estado ausente incluso conmigo, pero si fuera algo así me lo diría…”
“¿Y tú me lo dirías a mi?”, preguntó mirándome a los ojos.
“Sí”, dije.
“Supongo que te preguntarás cosas. Como quién es Ana…”
“Sí, bueno… no pensé que te gustaran las mujeres”, confesé. “Pero al fin y al cabo no es asunto mío con quién fantaseas…”
“Una compañera de la facultad”, dijo secamente. “Se me ha insinuado alguna vez, y… desde que estoy así me han dado ganas de probar. Se me va la cabeza cuando me toco. Es muy guapa, te la podría presentar ahora que lo pienso…”
“Bueno, no es eso de lo que…”
Me vi empujado contra el colchón, y Lola trepó sobre mí. Me miró muy seriamente.
“Me oíste llamarte, ¿verdad?”. No me atreví a responder. Claro que la había oído, joder. Apoyó su frente contra la mía. “No pude evitarlo. Eres muy atractivo, ¿sabes?”
“Lola… para…”
“Si Tony no me hubiera pedido salir te lo habría pedido yo a ti… te he visto mirarme, ¿no te has fijado?”
“Por favor…”
“¿Me equivoco, eh? ¿Crees que no estoy buena? Quizá por eso no me lo pediste…”
Y la besé. No podía soportar semejante chantaje emocional. ¿Cómo no iba a parecerme que estaba buena? Estaba riquísima. Y el sabor de sus labios me encantaba. Se apoyó sobre mí. Acaricié sus suaves cabellos. Sentí que “algo” crecía bajo mis pantalones. Pero no, no iba a dejarme llevar tanto. Sólo eran unos besos para que se sintiera realizada como mujer, que se sintiera deseada…
Y una mierda por ella. No te puedes resistir a sus encantos. Esto te encanta, me reprendí. Pero no podía llegar más lejos. Eso estaba mal, y sólo me dejaba llevar un poco porque llevaba tres semanas sin que alguna chica me hiciera caso.
“Eres un buen besador. Me pregunto si todo lo haces así de bien”.
“Lola, no debemos…”
“Ese es mi problema, no el tuyo”, dijo ella sin permitirme responder con otro beso. Y según se movían sus labios yo iba perdiendo el sentido. Hasta ese momento mi lengua se había estado quieta, pero esta vez se deslizó entre los labios de Lola. Sentí que la suya salía a su encuentro y bailaban la danza de la pasión.
Lola se incorporó. Pensé que ya estaba bien de jugar, pero me equivocaba. Se quitó la camiseta, dejando al aire libre sus “lolas”, ya que no se había puesto sujetador. Eran preciosas vistas así de cerca. Empecé a tocarle el pecho izquierdo con la mano, mientras que mi boca se ocupaba del derecho. Me encantaban. Su tacto, su aroma, su sabor. Puso sus manos sobre mi cabeza, impidiéndome escapar, así que me pasé unos minutos disfrutando de aquellas tetas.
Lo siguiente que hizo fue ponerse entre mis piernas. Me dio un escalofrío al sentir sus manos sobre mi entrepierna. Me desabrochó el pantalón y me lo quitó de un tirón. Tuvo más cuidado al liberarme del boxer. Lo levantó antes de tirar hacia abajo.
“Esto es mejor que mi consolador”, dijo acariciándomela. Probó a masturbarme, y mi cuerpo se contrajo. Maldición. Me tenía dominado. Desde donde estaba levantó las piernas y se quitó el pantalón vaquero. Se libró también de tu tanga y se puso sobre mi.
“Última oportunidad. ¿Quieres esto?”
Un pregunta así mientras separaba sus labios vaginales no se rechazaba. Pero levanté la mano un momento. Pareció bloquearse, pero cuando me vio tantear mi mesa lo debió entender. Bajó de la cama de un salto y abrió el cajón. Sacó una caja de condones, abrió uno con los dientes, y me lo puso con mucha profesionalidad.
Suspiró cuando sintió mi polla penetrando dentro de ella. Yo me sorprendí con la sensación. Estaba bastante apretada. Vi como bajaba por mi pene hasta tenerlo por completo dentro de ella.
“Esto es… definitivamente… mejor”, jadeó. Levantó un poco su cuerpo y se dejó caer. “Mmmm… mmmm… sí… me gusta…”
Me estaba cabalgando así. Subía muy lentamente para dejarse caer. Parecía dolerle, pero como me confesó luego, eso la excitaba mucho. Pero yo no podía quedarme quieto y empecé a acompañar sus movimientos con mi cadera. Gimió más agudamente. Acaricié su culo. Pensándolo bien, me apetecía probarlo. Dudé si me dejaría.
Aunque aquello estaba tan bien que no me quejaría. Jadeé. Como Lola siguiera así no iba a tardar en correrme. Pero también ella parecía a punto de acabar. Aceleraba sus movimientos y gemía muchísimo. Antes de darme cuenta eyaculé, inundando la gomita y ella misma parecía haber acabado.
Bajó el ritmo hasta que se detuvo. Parecía cansada pero satisfecha. Se dejó caer a mi lado. No dijo nada. No supe qué sentir en ese momento. Culpa. Placer. Culpa. Placer. Pero antes de meterme en la moral debía quitarme el condón. Le hice un nudo y lo dejé caer al suelo.
Miré a Lola. Tumbada, sin decir nada. Desnuda. Con las piernas separadas. Exponiendo su chochito. Yo me habría corrido, pero no estaba satisfecho. Me puse entre sus piernas y la levanté hacia mi. Pareció alarmada. Mi boca estaba a escasos milímetros de su coño.
“¿Qué vas a hacer?”
“Nada si no quieres”, le dije, aunque me costaría resistir la tentación si me decía que no.
“Claro que quiero”
Y chupé su vagina. Despacio. Recreándome en su sabor salado. Lola gimoteó. Sonreí. Ahora estaba bajo mi mando. Me acomodé sobre el colchón pero no cambié de pose. Ella estaba tumbada con el culo hacia arriba, el cual aproveché para masajear. Podía incluso probar a…
“¡No!”, dijo cuando sintió mi dedo acechando su ano. Lo aparté de inmediato. “Por ahí no…”
“Perdón”, susurré y seguí devorando su coñito mientras acariciaba sus piernas, sus caderas, su vientre… estiré un poco más las manos y volví a llegar a sus pechos. Probé a estimularlos a base de jugar con mis índices, apreté suavemente sus pezones. Ella gemía, sometida a mis actos.
“Voy a… voy a…”, dijo al cabo de unos minutos. “No pares, por faaaaah, sí, sigue… más, más, más…”, me sujetó de las manos mientras la conducía al orgasmo.
Sentí sus fluidos resbalando por entre mis labios. Cuando terminé, dejé caer suavemente su cuerpo sobre el colchón y dejé que reposara. Decidí dejarle espacio y sentarme yo en la silla.
Me puse a pensar. Aquello había estado muy bien como ocio, como placer, pero era una traición a la conferencia de Tony. Y eso no me gustaba nada. Era mi mejor amigo, y yo un cerdo. Y Lola también era una traidora. Puedo entender los cuernos cuando uno está en abstinencia sexual, pero eso sigue sin justificarlo.
“Lola, creo que deberías…”, miré a la cama pero ella no estaba allí. De pronto miré hacia abajo, en cuando noté algo sobre mi rabo. Era la mejilla de Lola, apoyada en mi pene, y estimulandolo de esta manera.
“¿Que debería qué?”, preguntó en tono inocente.
“... Parar”
“Sí, voy a parar. Cuando esté satisfecha”, añadió. “Tú no tienes la culpa de nada, ¿vale? Es mi problema. Y ahora mismo, me lo quiero buscar?”
“Es mi amigo…”
“Lo sé. Y también eres amigo mío. Y necesito que me ayudes con mi insatisfacción”, apartó la cabeza y envolvió mi pene con sus tetas. Empezó a masturbarme así. Me miraba directamente a los ojos. Mierda. Separé las piernas para facilitarle la labor. Me gustaba.
“Joder. Qué bueno…” suspiré.
“Esto no ha sido nada…”, dijo. Apartó los pechos y en ese momento mi pene fue capturado por su boquita.
El calor recorrió mi cuerpo desde mi rabo al resto de mis extremidades. Lola me la chupaba como una experta. Sentí cierta pizca de envidia hacia Tony. No podía entender que Lola no se diera más prisa. Normalmente no me lo montaba así con las mujeres.
Mis coitos solían ser rápidos, pasionales, desenfrenados, una forma de desahogarnos de placer en el sexo. Pero Lola se lo tomaba con calma, con cariño, disfrutando tanto ella como yo… Más bien parecía que hacíamos el amor y eso sí que me asustaba.
Su mano acarició mis bolas, y probó a palpar por mi perineo, lo que me excitó aún más. Una zona que los idiotas creen que “mata la heterosexulidad” pero que personalmente me encantaba tocarme cuando me masturbaba. Y Lola me estaba estimulando muy bien.
“Voy a correrme… Lola, para… me voy a…”, le advertí, pero no se detuvo. Maldición, eso estaría muy mal. Pero aunque intenté aguantar fue imposible. Eyaculé, la primera vez directa en su garganta, la segunda vez en su boca, la tercera manché sus labios y su cara, la cuarta su torso… perdí la razón, pero tuvo que ser así, ya que cuando la miré estaba cubierta de mi semen.
Ya estaba bien de juegos. Como nos pillasen en ese momento estaríamos en un buen lío. Así que le dije que se tomara una ducha. Ella aceptó y fue al baño sin rechistar.
Pensé que se había acabado cuando la oí llamarme. Me pidió champú. Fui a la pequeña alacena, saqué una botella, y entré en la ducha a dársela.
“Toma, y…”
Me quedé embobado. Ella me estaba aguardando. El semen ya no estaba, pero en su lugar, vi que de alguna forma, se había escrito un mensaje sobre el pubis: “Todo tuyo”, y una flechita apuntando a su vagina.
Negué con la cabeza, pero ella era más poderosa. Empezó a masturbarse delante de mi, gimiendo con exageración con la intención de provocarme. Y lo consiguió. Me quité la ropa y me metí en la ducha con ella. Nuestros labios chocaron en un pasional beso y me pene se apoyó en su rajita.
“Estoy deseando que me folles por fin…”
“¿Cómo que “por fin”? ¿Y lo de antes?”
“Ahí te follé yo, me quedé encima haciendo todo mientras tú te limitaste a mirar”, me desafió. “Así que venga. Toma tu regalo”
La empujé suavemente contra la mampara de la ducha. Sonrió y la penetré de una vez. Gimió de gusto. Me sonrió. Volví a embestirla. Acarició sus tetas hipnotizandome mientras seguía follándomela. Estábamos ardientes de deseo mientras el agua caliente resbalaba por nuestros cuerpos.
Cambiamos de posición. Se apoyó de espaldas a mi, en la mampara. Desde ahí tenía accesible su culo, pero a ella no le apetecía, así que tanteé con mi pene hasta localizar su vagina y volví a penetrarla. La sujeté por las tetas mientras la embestía, y no me detuve hasta que me corrí. Dentro de ella. Me di cuenta al apartarme y ver mi semen resbalando entre sus piernas.
“¡MIERDA!”
“Tranquilo, cariño”, y me besó. “Tomo la píldora”.
Se volvió a agachar para chupármela. No eyaculé, simplemente limpió mi rabo de restos de semen. Terminamos de ducharnos igualmente.
“Espero que no se te ocurra chantajearme con lo que ha pasado”, me advirtió ella. “Si no, la próxima vez en lugar de chupartela, te la cortaré”.
“¿La próxima vez?”
“Si continúo insatisfecha con él y te ha gustado, claro. Podremos repetir. Pero deja que sea yo quien hable con él”.
“¿Por qué?”
“Porque no quiero que sepa que ha sido contigo”, y me guiñó el ojo.
Pero lejos de chantajearla yo me sentía fatal y pensaba que tenía que contárselo a Tony. Lo que no me esperaba era lo que él me confesaría a mi.
Nuevo relato que concluirá tras 5 entregas. Espero que os haya gustado, y os invito a leer los anteriores:
Sara, novia trans (continuando)
Autoexperimentando, Fantasía: cambio de rol con mi novia, Recibí ayuda de mi amiga especial, Trío con pareja amiga, Masaje con final más que feliz, A las órdenes de mi amiga trans, Polvo con mi ex… y mi novia, Vestido para mi novia (trans), Adicto a la polla trans, Cuarteto bixsexual (o parecido), Fin de semana con amigos (I), Fin de semana con amigos (II), Ayudando a una amiga
La amiga de mi hija (continuando)[/i]
Se me declaró la amiga de mi hija, La elección de la amiga de mi hija, Trío prohibido, Reconciliación tabú
Vacaciones con mis primos (terminado)
Capitulo 1, Capitulo 2, Capitulo 3, Capitulo 4, Capitulo 5, Capitulo 6, Capítulo 7, Capítulo 8, Capítulo 9, Capítulo 10, Capítulo 11, Capítulo 12, Capítulo 13, Capítulo 14, Capítulo 15, Capítulo 16, Capítulo 17, Capítulo 18.
3 comentarios - Mis amigos - 1 - Confesiones de ella