Deseocontaros en este y otros capítulos, alguna de las anécdotas que nos ocurrierona mis gemelos y a mí, y al resto de la parentela, durante estos años de nuestrasatisfactoria forma de disfrutar del sexo en familia.
Porlos correos recibidos he percibido que algún lector no ha imaginado que nuestraforma de vida pudiera tener muchos inconvenientes.
Voya contar uno.
Desdeque mis hijos me tatuaron en el pubis la expresión LA CONCUBINA DE SUS HIJOS,no me había atrevido a tener relación sexual con ningún hombre que no fueranellos, por la vergüenza que me daría que descubriesen mi depravación y portemor a que se corriese la voz y llegase a oídos de nuestros conocidos que nosconsideraban una familia ejemplar.
Porotro lado podía afectar a las magníficas carreras profesionales de los chicos ysalpicar a sus respectivas familias políticas.
Poreso, cuando los gemelos me preñaron, me encontré con el dilema de cómo explicarel significado de esa frase al ginecólogo o tocólogo, al que no había acudidodesde entonces.
Esedesasosiego me había hecho aplazar continuamente la consulta y me pasé los seisprimeros meses de embarazo perdonándome la vida.
Peroya no podía demorarlo más.
Deprimeras decidí acudir a otro que no fuese mi ginecólogo habitual para pasarmenos sofoco, ya que no era solamente el rótulo sino mi coño depilado a perpetuidad,los anillos de los pezones y el clítoris y la desmesura del tamaño de ambosórganos.
Penséen que un tatuador me alterase el texto tatuando otra cosa encima, pero mishijos se opusieron y se sintieron ofendidos de que yo me avergonzase de follarcon ellos y de tener hijos suyos.
Notuve más remedio que indagar para localizar un tocólogo de otra ciudad, un tipopoco recomendable, pero que me aseguraron discreto ya que hacía otros trabajospoco acordes con la legalidad.
Pedícita para iniciar el seguimiento de mi embarazo y el día acordado allí mepresenté con más bochorno que si me estuviesen sodomizando dos negros en mediode un estadio atiborrado de curas y monjas.
Tomadoslos datos para el historial médico y comunicada la cuenta corriente para hacerlos pagos, tuve que contarle que cambiaba de tocólogo por causa de un trasladode domicilio, del que, por supuesto di una falsa dirección.
Eltipo era viejo y gordo, con pinta poco aseada y no me gustó nada.
Suenfermera, presente en todo momento, era una mujer enorme, de unos 50 años queno paraba de mascar chicle y tenía aspecto de fulana, incluso llevaba las uñasde sus enormes y fuertes manos lacadas en rojo fuerte, cosa extraña en esaprofesión.
Pasamosal trance de la exploración tras desnudarme con gran torpeza por mis nervios ytras la inicial sorpresa viendo mi coño desnudo y la expresión tatuada en mimonte de Venus, se sonrió y no comentó nada, lo cual me alivió profundamentepensando que era al menos buen profesional en lo que se refería al sigilomédico.
Introdujosu mano en mi vagina para la exploración táctil y me informó que estaba preñadade gemelos, cosa nada de extrañar si ya los había tenido y además me habíanpreñado ellos mismos.
Porsi alguien se extraña cuando hablo de los padres de mis hijos en plural, quierorecordarles que el día en que me preñaron se corrieron en mi vagina las dospollas al mismo tiempo, por lo cual considero que ambos son los padres.
Eltocólogo comentó la elasticidad de mis músculos vaginales interrogándome si esafacilidad de apertura era de siempre o desde el embarazo.
-De siempre - le dije pensando en que se tragaría la mentira.
Tras la exploración sacó su mano de misentrañas y repentinamente me introdujo tres dedos de golpe en el ano.
-Veamos puta - me dijo - Tú te dedicas a prácticas sexuales extremas y no memientas.
-Y a usted qué le importa- le respondíroja como un tomate - No tiene por qué entrometerse en mi vida. Cuide de miembarazo y no entre a prejuzgarme.
-Mira zorra, voy a ser franco. O me permites follarte o todo el mundo seenterará del incesto con tus hijos, que sabe Dios cuantos son y como tienen degorda la polla para que estés tan abierta de los dos agujeros. Además sazonarélos rumores con el cuento de las modificaciones de tus pezones y tu gordoclítoris.
Entreel sofoco de la vergüenza y la indignación por el descarado chantaje no podíani contestar.
Cuandoconseguí aire me levanté de la camilla ginecológica y le dije que me marchabaindicándole que no podría llevar a cabo el chantaje porque le había dado unadirección falsa.
-Con el nombre y el número de la cuenta me enteraré de dónde vives y quienes sontus amistades, zorra incestuosa.
Aquellofue un jarro de agua fría y me odié por el descuido, tenía que haberle pagado enmetálico.
Reflexionandollegué a la conclusión de que, pasado el oprobio de haber sido descubierta, medaba igual un polvo de más o de menos, así que acepté el chantaje.
-¿Por dónde quiere follarme?
-Por todas partes, pero empezaremos con la boca, y te tragarás todo.
-Elisa. Despide a los pacientes que esperan y avisa en portería que hoy no sepasa consulta por una emergencia.
Resueltaa pasar rápidamente el trago, y nunca mejor dicho, con aquel sucio, viejo ygordo individuo me arrodillé ante su bragueta.
-Espera, con tranquilidad. Y Elisa - por la enfermera - No se puede quedar a dosvelas la pobre. Hay que atenderla también.
Meencogí de hombros pensando que al fin y al cabo nada sería más extremo con ellaque los juegos que ensayaba con mis nueras y mis consuegras.
Lafenomenal Elisa se desnudó rápidamente y me mostró su voluminoso cuerpo que erabastante apetecible.
Noera gorda, sino más bien lo que se dice jamona: opulentas tetas caídas congrandes aréolas como las mías y pezones también gruesos, amplias caderassoportando un voluminoso culo sin rastro de celulitis y muslazos y piernasgruesos y fuertes.
Llevabael pubis completamente depilado como yo y dos aros plateados en los carnosos yprominentes labios exteriores.
Mehicieron ponerme a cuatro patas sobre la camilla y el tocólogo me metió supequeño rabo en la boca mientras Elisa me amasaba mis colgantes pechos con unamano y con la otra me metía y sacaba varios dedos en la vagina.
Jugócon los aros de mis pezones tironeando y retorciendo hasta hacerme daño a vecesy, por fin se dedicó totalmente a mis dos agujeros inferiores.
Memetió por el ano algo grande, largo y muy frío y puso su mayor empeño entorturar mi gordo clítoris retorciendo el anillo y tirando de él, mientras conotra mano hundía en mi coño un larguísimo y grueso consolador de doble cabezahasta que ya no cupo más.
Pesea esa violencia contra mis delicadas zonas genitales me estaba poniendo muycachonda, calentura que fue a más cuando empezó a azotarme las nalgas con sus grandesmanos y pasó después a usar el cinturón del pantalón del tocólogo.
Alprincipio sentía mucho el dolor, pero poco a poco, incomprensiblemente, comenzóa introducirse en mi cierta sensación de placer y ya mi culo buscaba elcintarazo.
Lasexpresiones e insultos de la pareja tratándome de depravada y pederasta, putade mear, zorra comemierdas y otras lindezas agudizaban mi calentura.
Llegóun momento en que me arrebató una sensación de morbo por aquella situación devejación y envilecimiento, y la idea de sentirme una puta lasciva utilizada agusto de cualquiera me produjo tan intensa atracción que alcancé un prolongadoorgasmo en el mismo momento que el tipo descargaba en mi boca su semen, quetragué tras paladearlo un buen rato.
-Mientras me recupero, Elisa disfrutará un poco contigo y yo dirigiré susoperaciones.
Laenfermera me sacó el consolador y el separador para examen vaginal que me habíainsertado en el ano y me situó tumbada boca arriba en la camilla de examengenital con las piernas colocadas en los apoyos.
Seguidamenteme inyectó una lavativa en el recto, que selló mediante un enorme tapón anal ymientras esperaba el temible efecto me extrajo con unas pinzas el músculo delmeato urinario para introducirme por él una sonda cuyo extremo dejó en un granvaso de laboratorio.
Paracuando salió toda mi orina, ya hacía efecto la lavativa y mis dolores de tripaeran terribles, me aferraba a los bordes de la camilla.
Creíque abortaría y empecé a llorar, pero me hizo callar inmediatamente la amenazade amordazarme.
Porfin la enfermera me extrajo bruscamente la sonda, lo que me hizo sentir como unlatigazo en mis entrañas que me hizo olvidar los dolores de vientre y soltar ungrito.
EntoncesElisa me colocó una mordaza de bola y después me llevó al retrete para queevacuara, pero no me dejó sentar, sino solo inclinarme ligeramente para que losdos observasen el torrente que iba a salir.
Dadomi apremio no di importancia a aquella nueva humillación.
Elisame quitó el tapón y me separó los glúteos para facilitar la visión.
Inmediatamentesalió la catarata de mi mierda licuada por la lavativa y después la enfermerame colocó en el bidet para lavarme con sus manos el coño y el culo, metiendobien adentro los dedos para limpiar meticulosamente.
Unavez limpia me llevaron hasta un sofá de la sala de espera donde se sentó laimponente mujer, se metió el consolador de doble cabeza en el coño y me dijoque me sentase sobre ella de espaldas.
Nadamás hacerlo me introdujo hábilmente el otro extremo del consolador en mi ano,me agarró las tetas con sus grandes manos de uñas lacadas y comenzó el vaivenpropio del follar.
Alpoco rato el médico, ya recuperado y con el miembro erguido, me introdujo en elcoño su pequeño pito y me encontré en un intento de sándwich.
Digointento porque tuve que usar mi mano para masajearme el clítoris ya que lapilila del tocólogo no me producía gran efecto.
PensaránUds. que me estaba comportando como la depravada que soy en familia, pero no escierto, me sentía humillada y forzada, pero aplicaba aquel dicho de " sino puedes evitar que te violen, al menos disfrútalo".
Elconsolador profundizaba cada vez más en mis intestinos resultando que meencontraba desequilibrada, en mi ano tenía demasiada masa y en mi vaginademasiado escasa, por lo que me sentí muy incómoda.
Laenfermera debió percibirlo y, cosa que le agradecí en mi interior, forzó uncambio.
Seextrajo el consolador de su coño, expulsó al médico del mío metiendo en él elextremo del que ella había disfrutado hasta entonces y lo forzó totalmentehasta el extremo de que entre mis dos agujeros absorbían el cerca de un metroque medía el juguete.
Mehizo bajar al suelo a cuatro patas, colocó la pollita de su jefe en mi boca yempezó a empujar y retirar el consolador simultáneamente en mis dos orificiosde forma que me puso a cien y no tardé en correrme prolongadamente.
Enagradecimiento, después de que el mierda de tipo se corriese débilmente en miboca, me volví hacia ella y comencé a comerle su pelado coño como quizá nohabía hecho hasta entonces con los de mis nueras y mis consuegras.
Alprimer orgasmo que le arranqué sentí que aquella mujerona me gustaba.
Alsegundo me convencí.
Susjugos eran tan abundantes como los míos y más sabrosos que los de las hembrasde mi familia.
Altercero me enamoré de ella.
Antesde dejarme marchar, me colocaron una cadena ligada al anillo de mi clítoris conun candadito por un extremo y en el otro colgaban unas extrañas, voluminosas ypesadas bolas chinas que ni se molestaron en introducir en mi cavidad vaginal,las dejaron colgando y estirando dolorosamente mi tesorito mientras meempujaban a la puerta sin apenas vestir y me citaban para el mismo día de lapróxima semana.
Alamparo del ascensor me terminé de vestir y arreglar mi aspecto y me tuve quemeter en la vagina las pesadas bolas ya que al no llevar bragas iban a ir todoel rato colgando de mi clítoris y bamboleándose.
Prontome di cuenta de quie aquellas bolas eran especiales.
Conel movimiento emitían una extraña y deliciosa vibración que se extendía portodo mi vientre, y cuando golpeaban entre sí era el delirio.
Tuveque hacer el viaje hasta el coche en varias etapas porque si no hubiera tenidoun orgasmo en mitad de la calle.
Hiceel viaje hasta casa procurando tomar todos los baches que veía y, si no loshabía, iba pegando botes en el asiento.
Tuvevarios orgasmos y, de milagro, ningún accidente.
Yaen casa fui consciente de que con las marcas que tenía en las nalgas tras laazotaina y aquel colgante enganchado a mi clítoris no podría follar con lagente de la familia sin afrontar muchas explicaciones.
Llaméa todos y les comuniqué que me encontraba indispuesta, que no era gran cosa,pero que quizá no les viese en unos días.
Nome hizo falta la familia para disfrutar del sexo.
Encontréuna gran utilidad mis bolas saltando en la cama y ensayando como se extendía suvibración por los diferentes órganos según la postura que adoptase.
Lomejor fue cuando probé a introducirlas en el ano, ya que la longitud de lacadena daba de si, y experimenté cómo la vibración se iniciaba en mi rabadillay se transmitía por la columna vertebral hasta llegar a mi nuca.
Aquelloera indescriptible.
Losorgasmos que obtenía eran de una intensidad y duración nunca experimentadahasta ahora.
Creíque me iba a convertir en adicta y que prescindiría del sexo con personas.
Noobstante, con el abuso también se fue perdiendo la eficacia.
Eldía antes de mi nueva cita en la consulta del tocólogo se presentaron en casami hijo Pablo con su cuñada Alicia, la mulatita, con la idea de enseñarme levídeo que nos había grabado a ella y a mi sobre nuestra travesura en otraciudad hacía dos semanas.
Nospusimos a verlo.
Enél se seguía cómo Alicia y yo nos apeábamos del coche que conducía Pablo,totalmente desnudas con nuestras grandes barrigas de preñadas, en la calle másconcurrida de la ciudad, y nos poníamos a mear de pie en medio de la acera,separándonos los labios vaginales para que el chorro alcanzase buena distancia,ante la sorpresa y escándalo de los numerosos transeúntes.
Elvídeo reflejaba también los insultos y reproches que nos dirigían.
Unavez perpetrada la hazaña nos subimos al coche antes de la previsible apariciónde la policía y escapamos a toda velocidad.
Decamino de vuelta a nuestra ciudad, al atravesar otra que se encontraba enfiestas, al ocurrente Pablo se le puso el repetir la maniobra con una variante.
Estavez Alicia se orinó de pié en mi boca y cara estando yo arrodillada ante ella.
Estavez el escándalo fue mayúsculo.
Casinos retienen unos circunspectos ciudadanos.
Escapamospor los pelos.
Viendoel vídeo Alicia se calentó y comenzó a manipular la polla de su cuñado con unamano y mis tetas con la otra.
Mepregunté si mis nueras, a estas alturas recordarían con quien estaba casadacada una.
Deseguir así, tendrían que revisar el libro de familia el día que quisieransaberlo.
Miintención, si esto ocurría, era eludir mi participación en la follada, peroestaba también demasiado calentorra para eludirlo, así que me dejé llevar porla lujuria y me lancé a mamar el moreno y depilado coño de Alicia.
Pocotardó Pablo en percatarse de mis especiales bolas chinas.
Aúnsin mirar, cuando me estaba dando por el culo, percibió también su polla lasingular vibración que producían, máxime al chocar entre si violentamenterespondiendo a las enérgicas emboladas de la polla de mi niño.
Lacuriosidad fue mayor que su lívido y se dispuso a examinar con gran curiosidadel artefacto.
Meinterrogó minuciosamente sobre las sensaciones que producía en la vagina y enel intestino interesándose en qué órganos repercutía según la posiciónadoptada.
Comono podía ser más, acabó preguntando porqué la tenía enganchada con un candadoal anillo permanente de mi clítoris.
Salídel apuro contándole que era un reto que me había impuesto de ver si podíaaguantar llevando aquello permanentemente ya fuera en la vagina, en elintestino o incluso colgando de mi preciado órgano y sin bragas como vestíahabitualmente, y que para que no tuviese una tentación repentina de quitármelohabía dejado la llave del candadito en la caja de seguridad del banco.
Ladisculpa era tonta, pues dado el placer que proporcionaban era poco posible quenadie se lo quitase, pero se tragó el cuento, quizá porque estaba pensando loque a continuación propuso.
-Me gustaría que Alicia las probase para que me cuente sus impresiones, así que,si no te importa, como la cadena da lo suficiente de longitud, se las metes ensu coño y yo te doy por el culo, así ella también experimentará el placer deesas bolas.
Perola cosa no era tan sencilla, ya que la conjunción de las dos barrigas depreñada dificultaba el asunto.
Detodas formas, después de probar varias posiciones lo conseguimos hacercolocándose Alicia a cuatro patas y yo encima de ella, así mi barriga notropezaba con la suya sino que se acomodaba al arco de su espalda.
Alpoco rato de insertarme mi hijo la polla en el culo y comenzar a bombear, minuera se entregó a gemir y dar alaridos de goce que se fueron acentuando cuandoPablo comenzó a mortificarme al ano con todo su empuje, de forma que los golpesde sus caderas sobre mis nalgas sonaban como latigazos.
Pocotardó Alicia en obtener un orgasmo y, a renglón seguido, sin variar de posicióny con mis intestinos continuamente rellenos por el magnífico miembro de mihijo, se introdujo las bolas en el culo y proseguimos la fiesta.
Estavez nos corrimos los tres simultáneamente.
Ellosse marcharon después de ducharnos juntos citándonos para tener una orgía todala familia en pleno a la semana siguiente y recomendándome llevar mis curiosasbolas.
Porla mañana volví a la consulta del asqueroso tocólogo.
Mequitó las bolas y, ante mi protesta, ya que a ver como explicaba yo a Pablo sudestino, me arreó dos bofetadas.
Despuésde meter su mano para palpar mis interioridades me dijo que los gemelitosnuevos se encontraban perfectamente, al igual que yo, por lo cual podríadisfrutar un poco de mi cuerpo.
Notuve tiempo de imaginarme que se le ocurriría esta vez, porque inmediatamenteapareció la enorme enfermera Elisa y me colocó una capucha que me impedía ver yoír al mismo tiempo que facilitaba la preservación de mi identidad.
Estandoen pie, al poco rato noté como varias manos me palpaban la barriga, misgenitales, pechos y, en general toco el cuerpo.
Notardaron mucho en entrar en acción y me follaron varias veces en los tresagujeros terminando en un par de sándwich de diferentes pollas.
Dedujeque me habían follado al menos seis tipos.
Porúltimo me quitaron la capucha y allí solamente estaban el médico y su fenomenalenfermera, la cual me dijo que en vista de lo guarra y bañada en semen queestaba, era necesario proceder a una limpieza a fondo por razones de higiene.
Asíque puesta manos a la obra me insertó un enema en el ano y, mientras éstesurtía efecto me irrigó el interior de la vagina metiendo su mano dentro paramayor eficacia.
Deboadmitir que, si durante la follada de los anónimos individuos anteriores no mehabía corrido ni una vez, el suave masaje de la enfermera sobre mis órganosprocuró una abundante secreción de flujo cuando me sumergí en una sucesión deorgasmos encadenados que, por contraposición acentuaron apremiantemente minecesidad de evacuar los intestinos.
Lohice delante de los dos como la vez anterior para humillación mía y,posteriormente, bajo la disculpa de que Elisa cumplía 52 años, me inyectaron enel culo el contenido de una botella de cava bien agitada procediendo los dos abeber directamente de mi agujero cuando lo solté.
Despuésde agotar el cava de mis intestinos, Elisa me metió el puño en ellos con laintención, muy lograda, de proporcionarme un buen par de orgasmos másmasajeando mis órganos internos.
Decididamenteme gustaba la mujerona aquella.
CuandoElisa retiró su puño de mi ano, el asqueroso medicucho aprovechó la grandilatación remanente para introducir su fláccido pene y mearme dentro.
Memosqueó tanta confianza ya que aquello solamente se lo había consentido una veza mis gemelos, así que volviéndome rápidamente le agarré de los testículos conla intención de hacerle todo el daño posible.
Comenzóa aullar, pero su enfermera, sin duda alerta, me inyectó algo que me dejó casiparalizada primero e inconsciente después en breves instantes.
Aldespertar, que debió ser pronto, me encontré sujeta por cuello, muñecas, y piesa la mesa de examen ginecológico.
Teníalos pechos ceñidos en su base por una gruesa goma y las rodillas separadas poruna barra ajustable.
Nobien el medicastro advirtió que estaba despierta, me tiró de los anillos de lospezones para alargarlos y me clavó varias agujas de inyección en ellos.
Despuésse dedicó un buen rato a hacerme algo en los labios vaginales que me doliómucho pero de cuya atención me desvió el coño de la enfermera puesto sobre miboca y exigiendo unos buenos lametones y succiones.
Sinsaber qué me había hecho en mis labios, me soltaron las ligaduras de la mesasalvo la de una muñeca, me dejaron en pie apoyando las manos sobre la mesa y metrabaron a la misma la otra muñeca.
Asícolocada, el cabrón de médico se soltó el cinturón del pantalón y me arreó sinmisericordia diez latigazos contados en cada nalga, cinco en cada muslo y otrosdiez en los riñones.
Despuésme soltaron y obligaron a erguirme y, mientras la enfermera me sujetabafirmemente las manos atrás, el tipo me quitó las agujas de los pezones, perocuando yo estaba más descuidada pensando que solamente era eso, me arreó varioslatigazos en los pechos que me dolieron una barbaridad por estar entumecidos ycianóticos a causa de la presión de las gomas en su base.
Comola otra vez, repentinamente me despidieron.
Solamenteme dejaron vaciar mis intestinos de la meada y vestirme apresuradamente, sinpoder averiguar qué llevaba esta vez en el coño.
Enel espejo del ascensor pude comprobar con compunción que llevaba los labiosmayores perforados por tres barritas transversales que los cerraban.
Enun extremo tenían una bolita y en el otro un orificio por donde otra barritaigual hacía de pasador cerrando las otras tres y ésta, a su vez fijada por uncandadito.
Estavez estaba peor que la anterior porque estaba absolutamente impedida de follarpor la vagina.
Ademásde eso me dolía bastante y por si fuera poco, tenía el clítoris comprimido poruna gomita pasando por detrás del anillo que me lo tenía totalmente inflamado yrojo púrpura.
Nome lo pude quitar ya que la barriga me impedía ver y tuve que ir así hasta casadonde me pude desprender de la gomita con ayuda de un espejo y la punta de unastijeras, a riesgo de averiar mi aparatito.
Cuandovolvió a circular la sangre por mi adorado bultito que tanta satisfacción meproporcionaba, sufrí unos insoportables dolores que me hicieron pensar en lavenganza que me tomaría con aquel malnacido.
Eldía de la orgía llamé a casa de Pedro, donde estaba planeada, para avisar queme encontraba indispuesta y no podría asistir lamentándolo mucho.
Pedrose disgustó ya que Pablo le había hablado de las bolas y, como él, tenía grancuriosidad por ellas.
Meencontraba sin las bolas y sin poder justificar su pérdida, con la vagina fuerade uso para quince días, con el culo y los muslos surcados de correazos que medurarían una semana al menos.
¿Cómoiba a justificar tanto tiempo de abstinencia sexual?
Analizadasesas dificultades e imaginando las perspectivas futuras, en que me veíaconvertida en esclava del médico, decidí contar a mis hijos mi zozobra.
Lesllamé y vinieron a casa donde les conté toda mi humillación con el tocólogo, loque les indignó sobremanera y decidieron ir a darle una lección inmediatamente.
Buenono fue inmediatamente, porque al examinar mi cerradura vaginal se les empinaronlos instrumentos y tuve que aliviarles con la boca y el ano.
Porel camino a la consulta me quisieron convencer de que no me desprendiese deaquella cancela porque imprimía un especial encanto a mi vagina, que, una vezconseguida la llave, me la podría poner y quitar a voluntad, pero que cuandosolo quisiese que me follaran el culo, me la pusiese y así entenderían sinpalabras mis deseos y a ellos les facilitaría un morbo añadido al de follar asu propia madre.
Queríanademás regalarme unos anillos para aprovechar las peforaciones hechas por eltocólogo para embellecer más mis labios cuando no me pusiese la cerradura.
Tantoinsistieron que acabaron convenciéndome.
Parahacer tiempo hasta que se fueran los pacientes, entramos en un sex shop cercanodonde adquirieron algunas cosas y me compraron los anillos para mis labiosvaginales, un poco gruesos para mi gusto, porque iba a parecer un coño muyrecargado, pero ellos no opinaron así.
Tambiénme compraron un bonito sujetador de cuero sin copas que levantaríaacentuadamente mis grandes y colgantes mamas haciendo un estupendo contrastecon mi abultada barriga y mostrando descaradamente mis aros de los pezones.
Irrumpieronen la consulta cuando se hubieron ido los pacientes y, sorprendidos los facinerosos,los ataron con esposas en las muñecas y los tobillos y les pusieron unasmordazas de bola.
Despuéslos desnudaron.
Almédico le metieron en el culo un rosario de bolas cada vez más gruesas quesacaban después bruscamente.
Lohicieron numerosas veces y le quedó el ojete bastante malparado.
Despuésles pusieron a ambos un gran enema y les insertaron un tapaculos enorme.
Pablose dedicó entonces a dar una sarta de fuertes latigazos por todo el cuerpo delmédico, incluido el pene y los testículos y Pedro se encargó de propinarle elmismo tratamiento a los pechos y vagina de la inmensa mujerona.
Dejéa Pablo que se despachase a gusto pero impedí que Pedro se sobrepasase, ya que,careciendo de tocólogo y no queriendo arriesgarme con otro, quería que laenfermera me atendiese en el parto, además de tener otros planes másplacenteros que incluían su pericia para manejar la mano dentro de miscavidades íntimas.
Despuésde la somanta de latigazos le colocaron al médico una argolla con un mecanismode muelle interior sin llave rodeando el escroto por detrás de los testículos.
Tendríaque pasar buena vergüenza buscando un cerrajero que se lo quitase.
Ala enfermera le quitaron los anillos de sus labios vaginales sustituyéndolospor otros enormes de acero igualmente inamovibles que le hicieron sangrar alensanchar brutalmente las perforaciones.
Lostrabaron entre sí con un gran y pesado candado.
Despuésde mear yo en la boca al médico y ellos a la enfermera nos fuimos no sin antesrecuperar las codiciadas bolas chinas especiales y la llave de la cerradura demi coño, amenazándoles con cosas peores si volvíamos a tener noticia de ellos.
Ellasí tendría noticias mías, pensé para mí.
Apartir de entonces, en los encuentros sexuales de la familia yo fuiintroduciendo paulatinamente juegos sado maso.
Aquítermino este relato.
Porlos correos recibidos he percibido que algún lector no ha imaginado que nuestraforma de vida pudiera tener muchos inconvenientes.
Voya contar uno.
Desdeque mis hijos me tatuaron en el pubis la expresión LA CONCUBINA DE SUS HIJOS,no me había atrevido a tener relación sexual con ningún hombre que no fueranellos, por la vergüenza que me daría que descubriesen mi depravación y portemor a que se corriese la voz y llegase a oídos de nuestros conocidos que nosconsideraban una familia ejemplar.
Porotro lado podía afectar a las magníficas carreras profesionales de los chicos ysalpicar a sus respectivas familias políticas.
Poreso, cuando los gemelos me preñaron, me encontré con el dilema de cómo explicarel significado de esa frase al ginecólogo o tocólogo, al que no había acudidodesde entonces.
Esedesasosiego me había hecho aplazar continuamente la consulta y me pasé los seisprimeros meses de embarazo perdonándome la vida.
Peroya no podía demorarlo más.
Deprimeras decidí acudir a otro que no fuese mi ginecólogo habitual para pasarmenos sofoco, ya que no era solamente el rótulo sino mi coño depilado a perpetuidad,los anillos de los pezones y el clítoris y la desmesura del tamaño de ambosórganos.
Penséen que un tatuador me alterase el texto tatuando otra cosa encima, pero mishijos se opusieron y se sintieron ofendidos de que yo me avergonzase de follarcon ellos y de tener hijos suyos.
Notuve más remedio que indagar para localizar un tocólogo de otra ciudad, un tipopoco recomendable, pero que me aseguraron discreto ya que hacía otros trabajospoco acordes con la legalidad.
Pedícita para iniciar el seguimiento de mi embarazo y el día acordado allí mepresenté con más bochorno que si me estuviesen sodomizando dos negros en mediode un estadio atiborrado de curas y monjas.
Tomadoslos datos para el historial médico y comunicada la cuenta corriente para hacerlos pagos, tuve que contarle que cambiaba de tocólogo por causa de un trasladode domicilio, del que, por supuesto di una falsa dirección.
Eltipo era viejo y gordo, con pinta poco aseada y no me gustó nada.
Suenfermera, presente en todo momento, era una mujer enorme, de unos 50 años queno paraba de mascar chicle y tenía aspecto de fulana, incluso llevaba las uñasde sus enormes y fuertes manos lacadas en rojo fuerte, cosa extraña en esaprofesión.
Pasamosal trance de la exploración tras desnudarme con gran torpeza por mis nervios ytras la inicial sorpresa viendo mi coño desnudo y la expresión tatuada en mimonte de Venus, se sonrió y no comentó nada, lo cual me alivió profundamentepensando que era al menos buen profesional en lo que se refería al sigilomédico.
Introdujosu mano en mi vagina para la exploración táctil y me informó que estaba preñadade gemelos, cosa nada de extrañar si ya los había tenido y además me habíanpreñado ellos mismos.
Porsi alguien se extraña cuando hablo de los padres de mis hijos en plural, quierorecordarles que el día en que me preñaron se corrieron en mi vagina las dospollas al mismo tiempo, por lo cual considero que ambos son los padres.
Eltocólogo comentó la elasticidad de mis músculos vaginales interrogándome si esafacilidad de apertura era de siempre o desde el embarazo.
-De siempre - le dije pensando en que se tragaría la mentira.
Tras la exploración sacó su mano de misentrañas y repentinamente me introdujo tres dedos de golpe en el ano.
-Veamos puta - me dijo - Tú te dedicas a prácticas sexuales extremas y no memientas.
-Y a usted qué le importa- le respondíroja como un tomate - No tiene por qué entrometerse en mi vida. Cuide de miembarazo y no entre a prejuzgarme.
-Mira zorra, voy a ser franco. O me permites follarte o todo el mundo seenterará del incesto con tus hijos, que sabe Dios cuantos son y como tienen degorda la polla para que estés tan abierta de los dos agujeros. Además sazonarélos rumores con el cuento de las modificaciones de tus pezones y tu gordoclítoris.
Entreel sofoco de la vergüenza y la indignación por el descarado chantaje no podíani contestar.
Cuandoconseguí aire me levanté de la camilla ginecológica y le dije que me marchabaindicándole que no podría llevar a cabo el chantaje porque le había dado unadirección falsa.
-Con el nombre y el número de la cuenta me enteraré de dónde vives y quienes sontus amistades, zorra incestuosa.
Aquellofue un jarro de agua fría y me odié por el descuido, tenía que haberle pagado enmetálico.
Reflexionandollegué a la conclusión de que, pasado el oprobio de haber sido descubierta, medaba igual un polvo de más o de menos, así que acepté el chantaje.
-¿Por dónde quiere follarme?
-Por todas partes, pero empezaremos con la boca, y te tragarás todo.
-Elisa. Despide a los pacientes que esperan y avisa en portería que hoy no sepasa consulta por una emergencia.
Resueltaa pasar rápidamente el trago, y nunca mejor dicho, con aquel sucio, viejo ygordo individuo me arrodillé ante su bragueta.
-Espera, con tranquilidad. Y Elisa - por la enfermera - No se puede quedar a dosvelas la pobre. Hay que atenderla también.
Meencogí de hombros pensando que al fin y al cabo nada sería más extremo con ellaque los juegos que ensayaba con mis nueras y mis consuegras.
Lafenomenal Elisa se desnudó rápidamente y me mostró su voluminoso cuerpo que erabastante apetecible.
Noera gorda, sino más bien lo que se dice jamona: opulentas tetas caídas congrandes aréolas como las mías y pezones también gruesos, amplias caderassoportando un voluminoso culo sin rastro de celulitis y muslazos y piernasgruesos y fuertes.
Llevabael pubis completamente depilado como yo y dos aros plateados en los carnosos yprominentes labios exteriores.
Mehicieron ponerme a cuatro patas sobre la camilla y el tocólogo me metió supequeño rabo en la boca mientras Elisa me amasaba mis colgantes pechos con unamano y con la otra me metía y sacaba varios dedos en la vagina.
Jugócon los aros de mis pezones tironeando y retorciendo hasta hacerme daño a vecesy, por fin se dedicó totalmente a mis dos agujeros inferiores.
Memetió por el ano algo grande, largo y muy frío y puso su mayor empeño entorturar mi gordo clítoris retorciendo el anillo y tirando de él, mientras conotra mano hundía en mi coño un larguísimo y grueso consolador de doble cabezahasta que ya no cupo más.
Pesea esa violencia contra mis delicadas zonas genitales me estaba poniendo muycachonda, calentura que fue a más cuando empezó a azotarme las nalgas con sus grandesmanos y pasó después a usar el cinturón del pantalón del tocólogo.
Alprincipio sentía mucho el dolor, pero poco a poco, incomprensiblemente, comenzóa introducirse en mi cierta sensación de placer y ya mi culo buscaba elcintarazo.
Lasexpresiones e insultos de la pareja tratándome de depravada y pederasta, putade mear, zorra comemierdas y otras lindezas agudizaban mi calentura.
Llegóun momento en que me arrebató una sensación de morbo por aquella situación devejación y envilecimiento, y la idea de sentirme una puta lasciva utilizada agusto de cualquiera me produjo tan intensa atracción que alcancé un prolongadoorgasmo en el mismo momento que el tipo descargaba en mi boca su semen, quetragué tras paladearlo un buen rato.
-Mientras me recupero, Elisa disfrutará un poco contigo y yo dirigiré susoperaciones.
Laenfermera me sacó el consolador y el separador para examen vaginal que me habíainsertado en el ano y me situó tumbada boca arriba en la camilla de examengenital con las piernas colocadas en los apoyos.
Seguidamenteme inyectó una lavativa en el recto, que selló mediante un enorme tapón anal ymientras esperaba el temible efecto me extrajo con unas pinzas el músculo delmeato urinario para introducirme por él una sonda cuyo extremo dejó en un granvaso de laboratorio.
Paracuando salió toda mi orina, ya hacía efecto la lavativa y mis dolores de tripaeran terribles, me aferraba a los bordes de la camilla.
Creíque abortaría y empecé a llorar, pero me hizo callar inmediatamente la amenazade amordazarme.
Porfin la enfermera me extrajo bruscamente la sonda, lo que me hizo sentir como unlatigazo en mis entrañas que me hizo olvidar los dolores de vientre y soltar ungrito.
EntoncesElisa me colocó una mordaza de bola y después me llevó al retrete para queevacuara, pero no me dejó sentar, sino solo inclinarme ligeramente para que losdos observasen el torrente que iba a salir.
Dadomi apremio no di importancia a aquella nueva humillación.
Elisame quitó el tapón y me separó los glúteos para facilitar la visión.
Inmediatamentesalió la catarata de mi mierda licuada por la lavativa y después la enfermerame colocó en el bidet para lavarme con sus manos el coño y el culo, metiendobien adentro los dedos para limpiar meticulosamente.
Unavez limpia me llevaron hasta un sofá de la sala de espera donde se sentó laimponente mujer, se metió el consolador de doble cabeza en el coño y me dijoque me sentase sobre ella de espaldas.
Nadamás hacerlo me introdujo hábilmente el otro extremo del consolador en mi ano,me agarró las tetas con sus grandes manos de uñas lacadas y comenzó el vaivenpropio del follar.
Alpoco rato el médico, ya recuperado y con el miembro erguido, me introdujo en elcoño su pequeño pito y me encontré en un intento de sándwich.
Digointento porque tuve que usar mi mano para masajearme el clítoris ya que lapilila del tocólogo no me producía gran efecto.
PensaránUds. que me estaba comportando como la depravada que soy en familia, pero no escierto, me sentía humillada y forzada, pero aplicaba aquel dicho de " sino puedes evitar que te violen, al menos disfrútalo".
Elconsolador profundizaba cada vez más en mis intestinos resultando que meencontraba desequilibrada, en mi ano tenía demasiada masa y en mi vaginademasiado escasa, por lo que me sentí muy incómoda.
Laenfermera debió percibirlo y, cosa que le agradecí en mi interior, forzó uncambio.
Seextrajo el consolador de su coño, expulsó al médico del mío metiendo en él elextremo del que ella había disfrutado hasta entonces y lo forzó totalmentehasta el extremo de que entre mis dos agujeros absorbían el cerca de un metroque medía el juguete.
Mehizo bajar al suelo a cuatro patas, colocó la pollita de su jefe en mi boca yempezó a empujar y retirar el consolador simultáneamente en mis dos orificiosde forma que me puso a cien y no tardé en correrme prolongadamente.
Enagradecimiento, después de que el mierda de tipo se corriese débilmente en miboca, me volví hacia ella y comencé a comerle su pelado coño como quizá nohabía hecho hasta entonces con los de mis nueras y mis consuegras.
Alprimer orgasmo que le arranqué sentí que aquella mujerona me gustaba.
Alsegundo me convencí.
Susjugos eran tan abundantes como los míos y más sabrosos que los de las hembrasde mi familia.
Altercero me enamoré de ella.
Antesde dejarme marchar, me colocaron una cadena ligada al anillo de mi clítoris conun candadito por un extremo y en el otro colgaban unas extrañas, voluminosas ypesadas bolas chinas que ni se molestaron en introducir en mi cavidad vaginal,las dejaron colgando y estirando dolorosamente mi tesorito mientras meempujaban a la puerta sin apenas vestir y me citaban para el mismo día de lapróxima semana.
Alamparo del ascensor me terminé de vestir y arreglar mi aspecto y me tuve quemeter en la vagina las pesadas bolas ya que al no llevar bragas iban a ir todoel rato colgando de mi clítoris y bamboleándose.
Prontome di cuenta de quie aquellas bolas eran especiales.
Conel movimiento emitían una extraña y deliciosa vibración que se extendía portodo mi vientre, y cuando golpeaban entre sí era el delirio.
Tuveque hacer el viaje hasta el coche en varias etapas porque si no hubiera tenidoun orgasmo en mitad de la calle.
Hiceel viaje hasta casa procurando tomar todos los baches que veía y, si no loshabía, iba pegando botes en el asiento.
Tuvevarios orgasmos y, de milagro, ningún accidente.
Yaen casa fui consciente de que con las marcas que tenía en las nalgas tras laazotaina y aquel colgante enganchado a mi clítoris no podría follar con lagente de la familia sin afrontar muchas explicaciones.
Llaméa todos y les comuniqué que me encontraba indispuesta, que no era gran cosa,pero que quizá no les viese en unos días.
Nome hizo falta la familia para disfrutar del sexo.
Encontréuna gran utilidad mis bolas saltando en la cama y ensayando como se extendía suvibración por los diferentes órganos según la postura que adoptase.
Lomejor fue cuando probé a introducirlas en el ano, ya que la longitud de lacadena daba de si, y experimenté cómo la vibración se iniciaba en mi rabadillay se transmitía por la columna vertebral hasta llegar a mi nuca.
Aquelloera indescriptible.
Losorgasmos que obtenía eran de una intensidad y duración nunca experimentadahasta ahora.
Creíque me iba a convertir en adicta y que prescindiría del sexo con personas.
Noobstante, con el abuso también se fue perdiendo la eficacia.
Eldía antes de mi nueva cita en la consulta del tocólogo se presentaron en casami hijo Pablo con su cuñada Alicia, la mulatita, con la idea de enseñarme levídeo que nos había grabado a ella y a mi sobre nuestra travesura en otraciudad hacía dos semanas.
Nospusimos a verlo.
Enél se seguía cómo Alicia y yo nos apeábamos del coche que conducía Pablo,totalmente desnudas con nuestras grandes barrigas de preñadas, en la calle másconcurrida de la ciudad, y nos poníamos a mear de pie en medio de la acera,separándonos los labios vaginales para que el chorro alcanzase buena distancia,ante la sorpresa y escándalo de los numerosos transeúntes.
Elvídeo reflejaba también los insultos y reproches que nos dirigían.
Unavez perpetrada la hazaña nos subimos al coche antes de la previsible apariciónde la policía y escapamos a toda velocidad.
Decamino de vuelta a nuestra ciudad, al atravesar otra que se encontraba enfiestas, al ocurrente Pablo se le puso el repetir la maniobra con una variante.
Estavez Alicia se orinó de pié en mi boca y cara estando yo arrodillada ante ella.
Estavez el escándalo fue mayúsculo.
Casinos retienen unos circunspectos ciudadanos.
Escapamospor los pelos.
Viendoel vídeo Alicia se calentó y comenzó a manipular la polla de su cuñado con unamano y mis tetas con la otra.
Mepregunté si mis nueras, a estas alturas recordarían con quien estaba casadacada una.
Deseguir así, tendrían que revisar el libro de familia el día que quisieransaberlo.
Miintención, si esto ocurría, era eludir mi participación en la follada, peroestaba también demasiado calentorra para eludirlo, así que me dejé llevar porla lujuria y me lancé a mamar el moreno y depilado coño de Alicia.
Pocotardó Pablo en percatarse de mis especiales bolas chinas.
Aúnsin mirar, cuando me estaba dando por el culo, percibió también su polla lasingular vibración que producían, máxime al chocar entre si violentamenterespondiendo a las enérgicas emboladas de la polla de mi niño.
Lacuriosidad fue mayor que su lívido y se dispuso a examinar con gran curiosidadel artefacto.
Meinterrogó minuciosamente sobre las sensaciones que producía en la vagina y enel intestino interesándose en qué órganos repercutía según la posiciónadoptada.
Comono podía ser más, acabó preguntando porqué la tenía enganchada con un candadoal anillo permanente de mi clítoris.
Salídel apuro contándole que era un reto que me había impuesto de ver si podíaaguantar llevando aquello permanentemente ya fuera en la vagina, en elintestino o incluso colgando de mi preciado órgano y sin bragas como vestíahabitualmente, y que para que no tuviese una tentación repentina de quitármelohabía dejado la llave del candadito en la caja de seguridad del banco.
Ladisculpa era tonta, pues dado el placer que proporcionaban era poco posible quenadie se lo quitase, pero se tragó el cuento, quizá porque estaba pensando loque a continuación propuso.
-Me gustaría que Alicia las probase para que me cuente sus impresiones, así que,si no te importa, como la cadena da lo suficiente de longitud, se las metes ensu coño y yo te doy por el culo, así ella también experimentará el placer deesas bolas.
Perola cosa no era tan sencilla, ya que la conjunción de las dos barrigas depreñada dificultaba el asunto.
Detodas formas, después de probar varias posiciones lo conseguimos hacercolocándose Alicia a cuatro patas y yo encima de ella, así mi barriga notropezaba con la suya sino que se acomodaba al arco de su espalda.
Alpoco rato de insertarme mi hijo la polla en el culo y comenzar a bombear, minuera se entregó a gemir y dar alaridos de goce que se fueron acentuando cuandoPablo comenzó a mortificarme al ano con todo su empuje, de forma que los golpesde sus caderas sobre mis nalgas sonaban como latigazos.
Pocotardó Alicia en obtener un orgasmo y, a renglón seguido, sin variar de posicióny con mis intestinos continuamente rellenos por el magnífico miembro de mihijo, se introdujo las bolas en el culo y proseguimos la fiesta.
Estavez nos corrimos los tres simultáneamente.
Ellosse marcharon después de ducharnos juntos citándonos para tener una orgía todala familia en pleno a la semana siguiente y recomendándome llevar mis curiosasbolas.
Porla mañana volví a la consulta del asqueroso tocólogo.
Mequitó las bolas y, ante mi protesta, ya que a ver como explicaba yo a Pablo sudestino, me arreó dos bofetadas.
Despuésde meter su mano para palpar mis interioridades me dijo que los gemelitosnuevos se encontraban perfectamente, al igual que yo, por lo cual podríadisfrutar un poco de mi cuerpo.
Notuve tiempo de imaginarme que se le ocurriría esta vez, porque inmediatamenteapareció la enorme enfermera Elisa y me colocó una capucha que me impedía ver yoír al mismo tiempo que facilitaba la preservación de mi identidad.
Estandoen pie, al poco rato noté como varias manos me palpaban la barriga, misgenitales, pechos y, en general toco el cuerpo.
Notardaron mucho en entrar en acción y me follaron varias veces en los tresagujeros terminando en un par de sándwich de diferentes pollas.
Dedujeque me habían follado al menos seis tipos.
Porúltimo me quitaron la capucha y allí solamente estaban el médico y su fenomenalenfermera, la cual me dijo que en vista de lo guarra y bañada en semen queestaba, era necesario proceder a una limpieza a fondo por razones de higiene.
Asíque puesta manos a la obra me insertó un enema en el ano y, mientras éstesurtía efecto me irrigó el interior de la vagina metiendo su mano dentro paramayor eficacia.
Deboadmitir que, si durante la follada de los anónimos individuos anteriores no mehabía corrido ni una vez, el suave masaje de la enfermera sobre mis órganosprocuró una abundante secreción de flujo cuando me sumergí en una sucesión deorgasmos encadenados que, por contraposición acentuaron apremiantemente minecesidad de evacuar los intestinos.
Lohice delante de los dos como la vez anterior para humillación mía y,posteriormente, bajo la disculpa de que Elisa cumplía 52 años, me inyectaron enel culo el contenido de una botella de cava bien agitada procediendo los dos abeber directamente de mi agujero cuando lo solté.
Despuésde agotar el cava de mis intestinos, Elisa me metió el puño en ellos con laintención, muy lograda, de proporcionarme un buen par de orgasmos másmasajeando mis órganos internos.
Decididamenteme gustaba la mujerona aquella.
CuandoElisa retiró su puño de mi ano, el asqueroso medicucho aprovechó la grandilatación remanente para introducir su fláccido pene y mearme dentro.
Memosqueó tanta confianza ya que aquello solamente se lo había consentido una veza mis gemelos, así que volviéndome rápidamente le agarré de los testículos conla intención de hacerle todo el daño posible.
Comenzóa aullar, pero su enfermera, sin duda alerta, me inyectó algo que me dejó casiparalizada primero e inconsciente después en breves instantes.
Aldespertar, que debió ser pronto, me encontré sujeta por cuello, muñecas, y piesa la mesa de examen ginecológico.
Teníalos pechos ceñidos en su base por una gruesa goma y las rodillas separadas poruna barra ajustable.
Nobien el medicastro advirtió que estaba despierta, me tiró de los anillos de lospezones para alargarlos y me clavó varias agujas de inyección en ellos.
Despuésse dedicó un buen rato a hacerme algo en los labios vaginales que me doliómucho pero de cuya atención me desvió el coño de la enfermera puesto sobre miboca y exigiendo unos buenos lametones y succiones.
Sinsaber qué me había hecho en mis labios, me soltaron las ligaduras de la mesasalvo la de una muñeca, me dejaron en pie apoyando las manos sobre la mesa y metrabaron a la misma la otra muñeca.
Asícolocada, el cabrón de médico se soltó el cinturón del pantalón y me arreó sinmisericordia diez latigazos contados en cada nalga, cinco en cada muslo y otrosdiez en los riñones.
Despuésme soltaron y obligaron a erguirme y, mientras la enfermera me sujetabafirmemente las manos atrás, el tipo me quitó las agujas de los pezones, perocuando yo estaba más descuidada pensando que solamente era eso, me arreó varioslatigazos en los pechos que me dolieron una barbaridad por estar entumecidos ycianóticos a causa de la presión de las gomas en su base.
Comola otra vez, repentinamente me despidieron.
Solamenteme dejaron vaciar mis intestinos de la meada y vestirme apresuradamente, sinpoder averiguar qué llevaba esta vez en el coño.
Enel espejo del ascensor pude comprobar con compunción que llevaba los labiosmayores perforados por tres barritas transversales que los cerraban.
Enun extremo tenían una bolita y en el otro un orificio por donde otra barritaigual hacía de pasador cerrando las otras tres y ésta, a su vez fijada por uncandadito.
Estavez estaba peor que la anterior porque estaba absolutamente impedida de follarpor la vagina.
Ademásde eso me dolía bastante y por si fuera poco, tenía el clítoris comprimido poruna gomita pasando por detrás del anillo que me lo tenía totalmente inflamado yrojo púrpura.
Nome lo pude quitar ya que la barriga me impedía ver y tuve que ir así hasta casadonde me pude desprender de la gomita con ayuda de un espejo y la punta de unastijeras, a riesgo de averiar mi aparatito.
Cuandovolvió a circular la sangre por mi adorado bultito que tanta satisfacción meproporcionaba, sufrí unos insoportables dolores que me hicieron pensar en lavenganza que me tomaría con aquel malnacido.
Eldía de la orgía llamé a casa de Pedro, donde estaba planeada, para avisar queme encontraba indispuesta y no podría asistir lamentándolo mucho.
Pedrose disgustó ya que Pablo le había hablado de las bolas y, como él, tenía grancuriosidad por ellas.
Meencontraba sin las bolas y sin poder justificar su pérdida, con la vagina fuerade uso para quince días, con el culo y los muslos surcados de correazos que medurarían una semana al menos.
¿Cómoiba a justificar tanto tiempo de abstinencia sexual?
Analizadasesas dificultades e imaginando las perspectivas futuras, en que me veíaconvertida en esclava del médico, decidí contar a mis hijos mi zozobra.
Lesllamé y vinieron a casa donde les conté toda mi humillación con el tocólogo, loque les indignó sobremanera y decidieron ir a darle una lección inmediatamente.
Buenono fue inmediatamente, porque al examinar mi cerradura vaginal se les empinaronlos instrumentos y tuve que aliviarles con la boca y el ano.
Porel camino a la consulta me quisieron convencer de que no me desprendiese deaquella cancela porque imprimía un especial encanto a mi vagina, que, una vezconseguida la llave, me la podría poner y quitar a voluntad, pero que cuandosolo quisiese que me follaran el culo, me la pusiese y así entenderían sinpalabras mis deseos y a ellos les facilitaría un morbo añadido al de follar asu propia madre.
Queríanademás regalarme unos anillos para aprovechar las peforaciones hechas por eltocólogo para embellecer más mis labios cuando no me pusiese la cerradura.
Tantoinsistieron que acabaron convenciéndome.
Parahacer tiempo hasta que se fueran los pacientes, entramos en un sex shop cercanodonde adquirieron algunas cosas y me compraron los anillos para mis labiosvaginales, un poco gruesos para mi gusto, porque iba a parecer un coño muyrecargado, pero ellos no opinaron así.
Tambiénme compraron un bonito sujetador de cuero sin copas que levantaríaacentuadamente mis grandes y colgantes mamas haciendo un estupendo contrastecon mi abultada barriga y mostrando descaradamente mis aros de los pezones.
Irrumpieronen la consulta cuando se hubieron ido los pacientes y, sorprendidos los facinerosos,los ataron con esposas en las muñecas y los tobillos y les pusieron unasmordazas de bola.
Despuéslos desnudaron.
Almédico le metieron en el culo un rosario de bolas cada vez más gruesas quesacaban después bruscamente.
Lohicieron numerosas veces y le quedó el ojete bastante malparado.
Despuésles pusieron a ambos un gran enema y les insertaron un tapaculos enorme.
Pablose dedicó entonces a dar una sarta de fuertes latigazos por todo el cuerpo delmédico, incluido el pene y los testículos y Pedro se encargó de propinarle elmismo tratamiento a los pechos y vagina de la inmensa mujerona.
Dejéa Pablo que se despachase a gusto pero impedí que Pedro se sobrepasase, ya que,careciendo de tocólogo y no queriendo arriesgarme con otro, quería que laenfermera me atendiese en el parto, además de tener otros planes másplacenteros que incluían su pericia para manejar la mano dentro de miscavidades íntimas.
Despuésde la somanta de latigazos le colocaron al médico una argolla con un mecanismode muelle interior sin llave rodeando el escroto por detrás de los testículos.
Tendríaque pasar buena vergüenza buscando un cerrajero que se lo quitase.
Ala enfermera le quitaron los anillos de sus labios vaginales sustituyéndolospor otros enormes de acero igualmente inamovibles que le hicieron sangrar alensanchar brutalmente las perforaciones.
Lostrabaron entre sí con un gran y pesado candado.
Despuésde mear yo en la boca al médico y ellos a la enfermera nos fuimos no sin antesrecuperar las codiciadas bolas chinas especiales y la llave de la cerradura demi coño, amenazándoles con cosas peores si volvíamos a tener noticia de ellos.
Ellasí tendría noticias mías, pensé para mí.
Apartir de entonces, en los encuentros sexuales de la familia yo fuiintroduciendo paulatinamente juegos sado maso.
Aquítermino este relato.
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