Una vez escuché esta historia:
El día estaba frío y nublado. Un día otoñal al borde del invierno. Esperé a Z en el lugar convenido: la esquina de un supermercado a unos kilómetros de su casa. Ahí compramos un vino. Al llegar a su casa, abrimos la botella y nos sentamos, muy cerca uno del otro, en torno a una pequeña mesa que tenía en el living. Hacía mucho frío y nuestras piernas se rozaban: nunca se habían tocado antes. Tomamos el vino y hablamos un rato, hasta que le dije: me muero de frío. Con tranquilidad ella se me acercó y me dijo, “¿querés ir a la habitación?”;“Sí”.
Su habitación estaba suavemente iluminada y cálida (pronto se calentó aún más). Nos vimos un momento y luego ella se me acercó y me empezó a besar como si quisiera quitarme la vida en cada beso. Yo hice lo propio, pero además le arranqué la ropa con desesperación. Era una chica muy guapa, delgada y fuerte, con escote como nunca había visto, de pelo corto, que pasaba sus fines de semana arreglando motos. Al quitarle la blusa vi sus pechos desbordando bajo un corpiño enorme y un top, que juntos intentaban contener lo imposible. Antes de quitárselos, la tiré a la cama y le arranqué el pantalón. Ella me sentó ahí mismo y se subió encima de mí. Empezó a galoparme con la ropa puesta hasta que la sentí temblar con su primer orgasmo. Z es multi-orgásmica y super sensible, como descubrí esa noche.
A poco tiempo estábamos sin ropa, con sus hermosos pezones duros y erectos y sus lolas libres al fin, que subían y bajaban mientras le comía el clitorís y ella gemía cada vez más duró antes de gritar con una nueva corrida. Me masturbó y me pidió con urgencia que se la metiera.
Empezamos así a coger, yo encima de ella, descubriendo que Z podía elongar como nadie: llevábamos unos minutos cogiendo, metiéndosela y sacándosela y ya había puesto sus pies a la altura de su cabeza. Gracias a ello, cada vez que se la metía entraba tan profundo como era físicamente posible. Un rato después ella se puso encima de mí y mientras le mamaba las lolas ella botaba sobre mi verga. En algún momento se enderezó y expuso su exuberante cuerpo mientras me galopaba gritando hasta que se vino nuevamente (me dijo al oído: “¿Cuántas veces creés que me he venido?).
En una de esas ella estaba boca abajo estirada, le vi su culo prieto y salivando le pregunté si quería que me la cogiera anal. Ella me respondió mordiéndose un labio que nunca lo había hecho. “Bueno, ¿probamos?” “Sí” dijo sonriendo. Busqué un lubricante y le cubrí cada centímetro de su trasero, luego le comí el coño mientras poco a poco le introduje mis dedos en su culo. Cuando sentí que se venía de nuevo, decidí que estaba lista. Le acerqué mi glande palpitante y lubricado a su a la entrada de su culo, mientras ella abría la boca y empecé a empujar con suavidad, hasta que pasé ese punto en que el glande ingresa al ano, momento en que ella gimió con fuerza. Se lo fui metiendo poco a poco hasta la mitad de toda mi extensión. Ahí decidí que había sido suficiente para su primera vez y empecé a moverme con energía mientras ella seguía gimiéndo y agarrándose fuertemente las nalgas. Después de unos minutos le dije: “Ya vuelvo, me voy a limpiar”. Esa fue la primera pero no la última vez que cogimos anal.
La cogida continuó por horas: toda noche y madrugada sin detenernos. Fuimos cambiando de posición, pero siempre cogiendo con la misma urgencia, la misma furia: contra la paredes, mientras le jalaba el pelo o ella botando sobre mi con sus tetazas subiendo y bajando o haciéndome felaciones de infarto. Z se vino muchas veces y por mi parte me corrí por primera vez en una de las mentadas felaciones (exactamente: me vine en su garganta, mientras ella me daba uno de sus brutales gargantas-profundas, metiéndose y sacándose toda la extensión de mi verga en cada movimiento felatorio). Al final, la puse de cuatro y mientras ella subía en alto su hermoso culo, se la metí con fuerza una y otra vez, al tiempo que sus fluidos empapaban mis bolas y yo sentía mi glande colisionando con las paredes de su sexo. Después de mucho rato dándole me corrí por segunda vez y caí agotado a su lado, terminando así una cogida como pocas veces he tenido en mi vida.
El día estaba frío y nublado. Un día otoñal al borde del invierno. Esperé a Z en el lugar convenido: la esquina de un supermercado a unos kilómetros de su casa. Ahí compramos un vino. Al llegar a su casa, abrimos la botella y nos sentamos, muy cerca uno del otro, en torno a una pequeña mesa que tenía en el living. Hacía mucho frío y nuestras piernas se rozaban: nunca se habían tocado antes. Tomamos el vino y hablamos un rato, hasta que le dije: me muero de frío. Con tranquilidad ella se me acercó y me dijo, “¿querés ir a la habitación?”;“Sí”.
Su habitación estaba suavemente iluminada y cálida (pronto se calentó aún más). Nos vimos un momento y luego ella se me acercó y me empezó a besar como si quisiera quitarme la vida en cada beso. Yo hice lo propio, pero además le arranqué la ropa con desesperación. Era una chica muy guapa, delgada y fuerte, con escote como nunca había visto, de pelo corto, que pasaba sus fines de semana arreglando motos. Al quitarle la blusa vi sus pechos desbordando bajo un corpiño enorme y un top, que juntos intentaban contener lo imposible. Antes de quitárselos, la tiré a la cama y le arranqué el pantalón. Ella me sentó ahí mismo y se subió encima de mí. Empezó a galoparme con la ropa puesta hasta que la sentí temblar con su primer orgasmo. Z es multi-orgásmica y super sensible, como descubrí esa noche.
A poco tiempo estábamos sin ropa, con sus hermosos pezones duros y erectos y sus lolas libres al fin, que subían y bajaban mientras le comía el clitorís y ella gemía cada vez más duró antes de gritar con una nueva corrida. Me masturbó y me pidió con urgencia que se la metiera.
Empezamos así a coger, yo encima de ella, descubriendo que Z podía elongar como nadie: llevábamos unos minutos cogiendo, metiéndosela y sacándosela y ya había puesto sus pies a la altura de su cabeza. Gracias a ello, cada vez que se la metía entraba tan profundo como era físicamente posible. Un rato después ella se puso encima de mí y mientras le mamaba las lolas ella botaba sobre mi verga. En algún momento se enderezó y expuso su exuberante cuerpo mientras me galopaba gritando hasta que se vino nuevamente (me dijo al oído: “¿Cuántas veces creés que me he venido?).
En una de esas ella estaba boca abajo estirada, le vi su culo prieto y salivando le pregunté si quería que me la cogiera anal. Ella me respondió mordiéndose un labio que nunca lo había hecho. “Bueno, ¿probamos?” “Sí” dijo sonriendo. Busqué un lubricante y le cubrí cada centímetro de su trasero, luego le comí el coño mientras poco a poco le introduje mis dedos en su culo. Cuando sentí que se venía de nuevo, decidí que estaba lista. Le acerqué mi glande palpitante y lubricado a su a la entrada de su culo, mientras ella abría la boca y empecé a empujar con suavidad, hasta que pasé ese punto en que el glande ingresa al ano, momento en que ella gimió con fuerza. Se lo fui metiendo poco a poco hasta la mitad de toda mi extensión. Ahí decidí que había sido suficiente para su primera vez y empecé a moverme con energía mientras ella seguía gimiéndo y agarrándose fuertemente las nalgas. Después de unos minutos le dije: “Ya vuelvo, me voy a limpiar”. Esa fue la primera pero no la última vez que cogimos anal.
La cogida continuó por horas: toda noche y madrugada sin detenernos. Fuimos cambiando de posición, pero siempre cogiendo con la misma urgencia, la misma furia: contra la paredes, mientras le jalaba el pelo o ella botando sobre mi con sus tetazas subiendo y bajando o haciéndome felaciones de infarto. Z se vino muchas veces y por mi parte me corrí por primera vez en una de las mentadas felaciones (exactamente: me vine en su garganta, mientras ella me daba uno de sus brutales gargantas-profundas, metiéndose y sacándose toda la extensión de mi verga en cada movimiento felatorio). Al final, la puse de cuatro y mientras ella subía en alto su hermoso culo, se la metí con fuerza una y otra vez, al tiempo que sus fluidos empapaban mis bolas y yo sentía mi glande colisionando con las paredes de su sexo. Después de mucho rato dándole me corrí por segunda vez y caí agotado a su lado, terminando así una cogida como pocas veces he tenido en mi vida.
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