Esta es la tercera parte de una historia de un trío particular que viene desde aqui:
http://www.poringa.net/posts/relatos/3081157/3-2.html
Enfrentados, los dos con las vergas duras. Sentados ambos en la cama, con las piernas abiertas de manera que sus pies quedaban a la altura de mi pecho y los míos lo mismo al acostarnos. Una pierna mía pasaba sobre su muslo, la otra quedaba bajo el muslo de él. Los cachetes del culo tocándose, las vergas paralelas y juntas, los huevos revueltos entres si.
Una posición extraña guiada por ella que nos fué acomodando a su gusto. Quería chupar dos pijas, pero tal y como era en su fantasía, como si fuesen una sola. Un silencio pesado nos rodeaba en esos momentos de roce un poco incómodo. Sentía los pelos de sus piernas haciéndome cosquillas. sus huevos golpeando los míos en sus movimientos. La piel tosca de otro hombre rozándome por primera vez de esa manera, tan diferente a la de mi mujer.
Ella se acercó hasta que las dos pijas pudieron alinearse como una y metérselas en la boca. La mía un poco más corta y cabezona, la de Alejandro un poco doblada hacia la izquiera, flaca y de cabeza pequeña. Ella las empezó a pajear una con cada mano, despacio, mirándolas, quizás comparándolas. Después empezó a rozar las dos cabezas, en la zona del prepucio. Me gustó ese roce tibio, suave con la piel de su cabeza. Ví Alejandro no tenía el frenillo de la verga al estilo de los actores porno. Me tiré hacia atras para dejarme hacer y gozar.
Hasta que ella empezó a chupar.
Sentía el roce de su lengua y el roce de su glande raspándome deliciosamete la cabeza de la verga. Mis huevos contra los suyos. El movimiento de cadera caliente de Alejandro igual que yo. Me dejé llevar por la ola de placer que venía de mi entrepierna. Nos veía a los tres en el espejo del techo en una rara combinación de carne y piel. Un conjunto que formaba una sola obra de arte un poco decadente con nuestros cuerpos cuarentones trenzados de tal manera.
Sentí Como Alejandro me agarró del tobillo con su mano. Se aferró a mi pierna como para que el placer no se le escapara. El también sentía que la calentura lo envolvía de una manera nueva, escalofriante. Algo oscuro y refulgente que estábamos descubriendo. Nos fuimos pegando cada vez, más, piel contra piel, ofreciéndole a Daniela nuestros sexos juntos para que llene su boca de verga como tantas veces había fantaseado.
De repente nuestras miradadas se cruzaron en el espejo del techo. Sus ojos se fijaron en los míos y una sonrisa socarrona salió de su boca. Me senti cerca suyo, compañero de goce, cómplice de ésto que recién estaba empezando. Pero una nueva ola de goce me hizo tirarme hacia atrás con los ojos cerrados. La boca de Daniela estaba haciendo estragos allá en medio de sus machos envergados.
Me tiré hacia atrás y me abandoné a su lengua. A la piel de Alejandro pegada a mi piel. Y no sé por qué, pero al encontrar el pie derecho tan cerca de mis labios, no hice otra cosa que empezar a lamerlo. El no lo sacó, al contrario, lo dejó y empezó a juguetear con sus dedos entre mi lengua mientras sentía su mano subir y bajar por mi pierna y muslo cada vez más intensamente.
Daniela dejó de chupar en con una pija en cada mano dijo:
- Quedense así chicos, que me las voy a meter una en cada agujero. - levantándose para buscar forros. Nos puso uno a cada uno. Me extrañó que me lo pusiese a mi. Desde que eramos novios que no usaba forro con ella, pero creo que fué para que las vergas sigan en pie de igualdad.
A mí me tocó el culo. Dándome la espalda, primero se metió la verga de Alejandro por la concha. Se untó un poco de gel en el ojete y lo apoyó sobre mi verga que estaba explotando. Veía su espalda y sus movimientos circulares de cadera. Lo hacía para que la poronga fuese haciéndose lugar de a poco en el canal de su culo. Entrando poco, sintiendo cómo su ano me iba apretando y recibiendo cada vez más adentro, empecé a gemir caliente. Igual que ellos dos que también estaban entrando en climax. Ella subía y bajaba despacio, con la poronga de Alejandro en la concha y la mía haciéndose camino en el orto. Las fué manejando hasta que pudo empezar a bombear más suelta y con ritmo. Con las manos apoyadas en la panza de Alejandro empezó a subir y bajar cada vez más rápido. Gimiendo casi a los gritos, enloquecida de tener sus agujeros llenos de verga. Y nosotros resoplando como toros salvajes bajo su dominio absoluto. En algún momento Alejandro se fué incorporando y tomándome de las manos también me hizo elevar a mi hasta que quedamos los tres como abrazados. Sus manos firmes sosteniendo las mías y manteniendo un extraño equilibrio entre los tres y el movimiento cada vez más intenso de Daniela con las porongas dentro suyo.
No pude más y acabé.
Mi verga se fué desinflando dentro suyo. Ella lo sintió y se corrió de manera que pudiese seguir cojiendo mas fluído a Alejandro en busca de ese orgasmo que anhelaba con fuerza. Lo tiró hacia atrás y montada sobre su potro lo cojió intensamente hasta que cayó exhausta sobre su pecho, resoplando para recuperar el aire. Su rostro enrojecido y cubierto de sudor contenía una sonrisa como pocas veces le vi en nuestra vida juntos.
Pero la verga de Alejandro seguía ahí, dura y con ganas. No lo dudé, Daniela se puso a su lado acostada boca arriba y yo se la agarré empezando a pajearlo intensamente. Mientras ella le chupaba el pezón izquierdo y Alejandro con los ojos cerrados gozaba de nuestras caricias conjuntas. Así lo sentí acabar en mi mano. Llenando el forro de su leche derramada y caliente. Poniéndose muy tenso y aflojándose de repente y cayendo también rendido sobre las sábanas.
Miré el reloj, faltaban unos minutos para que terminara el turno. Fuí al baño y me lavé la verga y la cara. Una placidez un poco incómoda me recorría el cuerpo.
Cuando salí ellos se estaban vistiendo. Yo empecé a hacer lo mismo, buscando mis prendas tiradas por toda la habitación.
Sonó el teléfono. Recibimos el aviso y apuramos los preparativos. Salimos por la puertita que daba al pequeño estacionamiento. Daniela subió en el asiento delantero y Alejandro atrás. Salimos e hicimos una cuadra hasta donde él había dejado su auto estacionado.
- Gracias chicos. Me encantó.- dijo poniendo una mano en cada hombro nuestro. Se tiró hacia adelante y nos dió un piquito cariñoso a cada uno y salió a la noche calurosa que hacía afuera.
Encendí el auto y salimos hacia casa. No dijimos palabra en todo el camino. Llegamos, nos desvestimos y desnudos y todavía sucios de los sudores de la noche nos acostamos abrazados pensando en lo que había pasado. Sin decir palabra.
Ví el despertador en la mesa de luz, eran las 3.21.
http://www.poringa.net/posts/relatos/3081157/3-2.html
Enfrentados, los dos con las vergas duras. Sentados ambos en la cama, con las piernas abiertas de manera que sus pies quedaban a la altura de mi pecho y los míos lo mismo al acostarnos. Una pierna mía pasaba sobre su muslo, la otra quedaba bajo el muslo de él. Los cachetes del culo tocándose, las vergas paralelas y juntas, los huevos revueltos entres si.
Una posición extraña guiada por ella que nos fué acomodando a su gusto. Quería chupar dos pijas, pero tal y como era en su fantasía, como si fuesen una sola. Un silencio pesado nos rodeaba en esos momentos de roce un poco incómodo. Sentía los pelos de sus piernas haciéndome cosquillas. sus huevos golpeando los míos en sus movimientos. La piel tosca de otro hombre rozándome por primera vez de esa manera, tan diferente a la de mi mujer.
Ella se acercó hasta que las dos pijas pudieron alinearse como una y metérselas en la boca. La mía un poco más corta y cabezona, la de Alejandro un poco doblada hacia la izquiera, flaca y de cabeza pequeña. Ella las empezó a pajear una con cada mano, despacio, mirándolas, quizás comparándolas. Después empezó a rozar las dos cabezas, en la zona del prepucio. Me gustó ese roce tibio, suave con la piel de su cabeza. Ví Alejandro no tenía el frenillo de la verga al estilo de los actores porno. Me tiré hacia atras para dejarme hacer y gozar.
Hasta que ella empezó a chupar.
Sentía el roce de su lengua y el roce de su glande raspándome deliciosamete la cabeza de la verga. Mis huevos contra los suyos. El movimiento de cadera caliente de Alejandro igual que yo. Me dejé llevar por la ola de placer que venía de mi entrepierna. Nos veía a los tres en el espejo del techo en una rara combinación de carne y piel. Un conjunto que formaba una sola obra de arte un poco decadente con nuestros cuerpos cuarentones trenzados de tal manera.
Sentí Como Alejandro me agarró del tobillo con su mano. Se aferró a mi pierna como para que el placer no se le escapara. El también sentía que la calentura lo envolvía de una manera nueva, escalofriante. Algo oscuro y refulgente que estábamos descubriendo. Nos fuimos pegando cada vez, más, piel contra piel, ofreciéndole a Daniela nuestros sexos juntos para que llene su boca de verga como tantas veces había fantaseado.
De repente nuestras miradadas se cruzaron en el espejo del techo. Sus ojos se fijaron en los míos y una sonrisa socarrona salió de su boca. Me senti cerca suyo, compañero de goce, cómplice de ésto que recién estaba empezando. Pero una nueva ola de goce me hizo tirarme hacia atrás con los ojos cerrados. La boca de Daniela estaba haciendo estragos allá en medio de sus machos envergados.
Me tiré hacia atrás y me abandoné a su lengua. A la piel de Alejandro pegada a mi piel. Y no sé por qué, pero al encontrar el pie derecho tan cerca de mis labios, no hice otra cosa que empezar a lamerlo. El no lo sacó, al contrario, lo dejó y empezó a juguetear con sus dedos entre mi lengua mientras sentía su mano subir y bajar por mi pierna y muslo cada vez más intensamente.
Daniela dejó de chupar en con una pija en cada mano dijo:
- Quedense así chicos, que me las voy a meter una en cada agujero. - levantándose para buscar forros. Nos puso uno a cada uno. Me extrañó que me lo pusiese a mi. Desde que eramos novios que no usaba forro con ella, pero creo que fué para que las vergas sigan en pie de igualdad.
A mí me tocó el culo. Dándome la espalda, primero se metió la verga de Alejandro por la concha. Se untó un poco de gel en el ojete y lo apoyó sobre mi verga que estaba explotando. Veía su espalda y sus movimientos circulares de cadera. Lo hacía para que la poronga fuese haciéndose lugar de a poco en el canal de su culo. Entrando poco, sintiendo cómo su ano me iba apretando y recibiendo cada vez más adentro, empecé a gemir caliente. Igual que ellos dos que también estaban entrando en climax. Ella subía y bajaba despacio, con la poronga de Alejandro en la concha y la mía haciéndose camino en el orto. Las fué manejando hasta que pudo empezar a bombear más suelta y con ritmo. Con las manos apoyadas en la panza de Alejandro empezó a subir y bajar cada vez más rápido. Gimiendo casi a los gritos, enloquecida de tener sus agujeros llenos de verga. Y nosotros resoplando como toros salvajes bajo su dominio absoluto. En algún momento Alejandro se fué incorporando y tomándome de las manos también me hizo elevar a mi hasta que quedamos los tres como abrazados. Sus manos firmes sosteniendo las mías y manteniendo un extraño equilibrio entre los tres y el movimiento cada vez más intenso de Daniela con las porongas dentro suyo.
No pude más y acabé.
Mi verga se fué desinflando dentro suyo. Ella lo sintió y se corrió de manera que pudiese seguir cojiendo mas fluído a Alejandro en busca de ese orgasmo que anhelaba con fuerza. Lo tiró hacia atrás y montada sobre su potro lo cojió intensamente hasta que cayó exhausta sobre su pecho, resoplando para recuperar el aire. Su rostro enrojecido y cubierto de sudor contenía una sonrisa como pocas veces le vi en nuestra vida juntos.
Pero la verga de Alejandro seguía ahí, dura y con ganas. No lo dudé, Daniela se puso a su lado acostada boca arriba y yo se la agarré empezando a pajearlo intensamente. Mientras ella le chupaba el pezón izquierdo y Alejandro con los ojos cerrados gozaba de nuestras caricias conjuntas. Así lo sentí acabar en mi mano. Llenando el forro de su leche derramada y caliente. Poniéndose muy tenso y aflojándose de repente y cayendo también rendido sobre las sábanas.
Miré el reloj, faltaban unos minutos para que terminara el turno. Fuí al baño y me lavé la verga y la cara. Una placidez un poco incómoda me recorría el cuerpo.
Cuando salí ellos se estaban vistiendo. Yo empecé a hacer lo mismo, buscando mis prendas tiradas por toda la habitación.
Sonó el teléfono. Recibimos el aviso y apuramos los preparativos. Salimos por la puertita que daba al pequeño estacionamiento. Daniela subió en el asiento delantero y Alejandro atrás. Salimos e hicimos una cuadra hasta donde él había dejado su auto estacionado.
- Gracias chicos. Me encantó.- dijo poniendo una mano en cada hombro nuestro. Se tiró hacia adelante y nos dió un piquito cariñoso a cada uno y salió a la noche calurosa que hacía afuera.
Encendí el auto y salimos hacia casa. No dijimos palabra en todo el camino. Llegamos, nos desvestimos y desnudos y todavía sucios de los sudores de la noche nos acostamos abrazados pensando en lo que había pasado. Sin decir palabra.
Ví el despertador en la mesa de luz, eran las 3.21.
5 comentarios - 3-2-1
Genial como siempre!