Soy una mujer casada, con Miguel, desde varios años.
Mi primera infidelidad, sucedió unos tres años después de nuestro matrimonio y fue con, Carlos, un amigo de mi esposo y es lo que voy a contar a continuación, usando nombres ficticios, por motivos obvios.
El resto, es la pura verdad de lo ocurrido.
Había conocido a Carlos el día de mi boda, invitado con su novia de entonces, ahora su esposa, y me había causado una linda impresión. Era buen mozo. Residía, lo sigue haciendo aún hoy, en una ciudad del interior del país.
Supe, por Miguel, que no desdeñaba la compañía femenina, sin considerar si, la eventual presa,
fuese joven o madura, libre o comprometida, soltera o casada.
De esto, me dio un indicio el mismo día, al despedirse, al final de la reunión de celebración, aprovechó el momento de confusión de los saludos, besos y abrazos con muchos invitados y que Miguel estaba en otro lado del salón, para acercarse y:
-¿Puedo saludar a la novia?-
me abrazó, me besó en las mejillas y me sopló al oído:
-¡Que puntería y suerte tuvo Miguel!¡ Sos muy atractiva!!-
con la punta de la lengua, me acarició el lóbulo de la oreja, se separó sonriente y se alejó en procura de Miguel, dejándome, atontada, perpleja y con un incipiente desasosiego en la entrepierna que, por supuesto, aplacó mi novel marido esa noche.
Pasaron dos años y nueve meses en los cuales no supe más nada de Carlos ni me acordé de él. Con Miguel convivíamos lo más bien, la vida fluía serena, teníamos sexo casi a diario y, algunos días en los que él estaba inspirado y en forma, lo hacíamos dos o tres veces.
Hasta que decidimos aprovechar un fin de semana largo y hacer una escapada al interior.
-¿Te acordás de Carlos, ese amigo mío que vino a nuestra boda? Lo llamé por teléfono para decirle que estaríamos a pocos kilómetros de su casa. Nos invitó a visitarlo a él y su esposa, Carolina. El pronóstico dice que el tiempo va a estar lindo y caluroso. Propone pasar un día a orilla del lago X…-
En la faja de tierra inmediata al agua, del lago, Carlos dio la puntada inicial del que, meses después, sería mi primer desatino extraconyugal.
A la tarde, digerido el picnic, Carolina me propuso una excursión de buceo. Rechacé cortésmente la invitación, mientras que mi marido se mostró entusiasmado.
-Sólo tenemos un par de snorkeles, viseras y pata de ranas. Andá vos Miguel con Caro. Es re-lindo el paisaje bajo el agua, no te vas a arrepentir, te lo aseguro. Después voy yo otro rato. No me canso de disfrutarlo.-
Una vez que vi como se iban los dos a bucear, me quedé acostada sobre mi toallón, cubierta por un biquini y bronceador, nada más, con los ojos semi-cerrados y las piernas entreabiertas.
-Debo decir que mi amigo eligió realmente bien- murmuró Carlos mientras se sentaba, en la tierra, a la altura de mis caderas y me miraba riendo. Llevó una mano hacia atrás suyo y la posó sobre una de mis piernas y comenzó a acariciarla, bajó al tobillo y al pie y de ahí subió a la rodilla y volvió a descender al tobillo para, nuevamente, moverla hacia la rodilla, demorarse un instante en ella, para luego proseguir por el muslo, ambos en silencio, yo fascinada, hipnotizada por su rozar indecoroso, él con la mirada inflamada, hasta alcanzar el final, apoyar la palma en mi entrepiernas y apretar los dedos hasta casi embutirme la tela del biquini en la vulva. Amagó besarme, hice de lado la boca. La suya “aterrizó” en mi mejilla y se deslizó a mi cuello y la punta de su lengua, acarició el lóbulo de mi oreja.
- ¡Carlos, terminala y alejate. Están por volver Carolina y Miguel. Si te encuentran así, se arma!!-
-Tranquila Laura. Tenemos tiempo.- replicó manteniendo la palma en la bombacha del biquini. Ahí me di cuenta que estaba mojada y él también:
-Lo sabía que te calentarías fácilmente. Por ahora te dejo y me voy. Ya nos volveremos a ver y retomaremos esta ….. linda charla-
Se levantó y, siempre con su sonrisa irónica, se fue hacia la ruta. Cuando volvió, habían regresado mi marido y su esposa.
-Fui a ponerle agua al radiador del auto. Tenía temor de olvidar que tiene una pequeña pérdida y no quiero tener problemas al regreso a la ciudad-
Agregó con desfachatez.
-¿Vos Laura tenés ganas, ahora, de bucear un rato?-
-No, muchas gracias. Me quedo tomando sol-
-¡Vos te lo perdes! ¿Vamos Caro?-
Al quedar a solas con Miguel, éste, sin sospechar y sin pensarlo, dijo:
-Me divirtió un montón nadar sumergido. Carolina me mostró lugares naturales admirables. ¿Vos disfrutaste de la quietud y tranquilidad, del lugar, en compañía de Carlos?-
“Quieta quedé yo, mientras tu amigo, me manoseaba!! …. y si, ¡ese por donde pasa moja!. La pasé bien.” pensé, pero contesté, con frases hechas, haber gustado del rato que él estuvo ausente.
Unos tres meses después:
-Laura, mi amigo Carlos, me ha telefoneado que, en unos pocos días, viene a la ciudad y, ni bien pueda, va a pasar a saludarnos.-
Me vinieron a la mente las palabras de Carlos, a orilla del lago, con su mano en mi bombachita mojada, por su culpa o mérito. Claro que vendría a casa con su esposa y estaría Miguel, por lo tanto, no iba a poder tomarse ninguna libertad.
Me pregunté ¿Cuál, tranquila y agitada al mismo tiempo, iba a ser mi comportamiento, visto que mi “raja” enviaba señales, inequívocas, de apreciar la visita?
Transcurridos unos días, por fin Miguel me comunicó:
-El domingo viene Carlos a cenar con nosotros. –
-¿No era preferible el sábado?-
-Él no puede y, como sabes, yo ya el lunes viajo-
-Bueno. Hacemos una picadita de quesos y fiambres, lomo a la pimienta negra y voy a comprar tiramisú para el postre. Carolina me dijo que es el preferido de ella ¿Te parece?-
-¡Está bueno el menú, pero Carlos viene solo, Carolina no pudo venir con él-
“¡Acabáramos! Vamos a estar solo con Carlos!” “De todos modos, estando presente Miguel no tendrá ninguna ocasión de incomodarme o molestarme con alguna pretensión poco oportuna.” Pensé. Sin embargo, dentro de mí, sentía una sensación extraña. ¡¡¿Realmente quería no ser importunada?!!
El domingo, a las 20:00 hs en punto, se presentó Carlos con un ramo de flores, para mí y una botella de ron añejo para el café y digestivo, post-cena.
Un bríndis con vino tinto malbec dio inicio a la cena, amena, animada, con felicitaciones para la cocinera. En el living dimos cuenta de varios cafés y de una buena parte del contenido de la botella de ron, entre charlas, risas y alegría.
Cuando la velada estaba por terminar, Miguel había ido al toilete, quedé sola con Carlos un corto espacio de tiempo. Se sentó a mi lado, me abrazó y besó en la mejilla y como el día de la boda, susurró en mi oído:
-¡Optima cena, agradable la reunión y la compañía ….. cuando me vaya, fíjate bien, en el ramo de flores- y como la dos veces precedentes, lamió mi oreja, esta vez más profundamente.
Hecho eso, esperó que volviera Miguel, y se despidió.
Me dejó caliente, otra vez, y pensando en lo que me había dicho. Las flores las había puesto en un jarrón en el living, sin notar nada estraño.
Miguel me preguntó si quería que me ayudase en asear la cocina. Le dije que no, que podía acostarse que yo me le uniría pocos minutos después.
Se fue al dormitorio y yo, recogí copas, tacitas y platitos, los dejé en la cocina para lavarlos y guardarlos al día siguiente y volví al living a hurgar en el ramo de flores. Encontré una tarjetita, con un número de celular y dos palabras: llamame, Carlos.
Me subió, desde la entrepiernas, una oleada de calor. Fui al dormitorio con unas ganas locas de hacer el amor. El vino y el ron, habían ganado: Miguel dormía profundamente. Por un lado mejor, tenía que levantarse temprano para viajar. Me tuve que conformar con los dedos y con el mango de un cepillo para cabello, en el baño
La mañana siguiente, mientras lavava y guardaba la vajilla, pensaba en la noche anterior, al beso de Carlos en mi oído, en el placer solitario en el baño y en la tarjetita con su número de celular. La tomaba del bolsillo con la mano, la miraba y decidía no llamarlo. A medida que pasaba el tiempo, mi certeza de no llamarlo mermaba mientras, simultáneamente, aumentaba el deseo entre mis piernas y se humedecía la bombacha. ¡Mier..! Esposa desde pocos años y ya caliente por otro hombre, ¿llamo o no llamo? … tomé y dejé el teléfono inalámbrico varias veces, disqué el número de la tarjetita, apreté el botón “Talk” y, enseguida el “Off”, …. ¿llamo o no llamo? Al fin apreté “Redial y “Talk”, casí corto, pero sentí su voz:
-Hola …hola ….Hola –
Demoré en devolverle un hola apenas susurrado, pero él se dio cuenta:
-¡Lauraaa! ¡Que gusto escucharte. Veo que encontraste la tarjeta entre las flores. ¿Cómo estás?-
Sin aliento, casi y temblando de la emoción:
-Siii …la encontré …. creo que lo mejor es cortarla aquí, Carlos…-
-¿Porqueee?¿De que tenes miedo? No muerdo …-
-No, pero me temo que ….. comés en un solo bocado …-
Escuché su carcajada
-Te invito a almorzar, Laura. Así retomamo la charla que nos quedó pendiente al la orilla del lago X..-
No me esperaba un convite tan explicito e inmediato.
-Pero ….no sé …. así de improviso …- balbucié.
- daleee …. No te hagás rogar ….te prometo comportarme …sólo almuerzo y charla –
-Lo que vos llamas charla es lo que me preocupa ….. está bien-
-Te espero a las 13 en La Q….. Está cerca de tu casa ¿Te vá?-
- ….. esteee …..bueno ….-
Cortó la llamada, sin darme tiempo a una réplica, tal vez temiendo que cabiase de idea.
Me dejó con la cabeza dando vueltas. ¿Qué estaba haciendo? Estaba aceptando los avances de un tipo que no era mi marido, que había puesto su mano en mi bombacha mojada, a orilla del agua,
“¿..en serio, Laura, crees que vas a almorzar y a charlar?” pensaba.
Me fui a duchar y a vestir, tratando de no imaginar, para no aumentar la excitación que me estaba invadiendo.
Elegí un conjunto de corpiño y tanga, gris clarito con flores blancas, blusa blanca con mangas caídas, pantalón chupín negro y sandalias de taco alto. El espejo me devolvió mi sonrisa de aprobación. “¡para qué! probablemente sólo comeremos y hablaremos, quizás no querrá poner en riesgo su amistad con Miguel, ….” Pensaba mientras el taxi me llevaba al restaurante.
Me estaba esperando. “¡La pu …!! Ahora que lo miro bien tengo que decir que realmente es un lindo hombre”.
Elegante, de saco y corbata, cara agradable, ojos traviesos, cabello rubio corto y bien peinado, físico trabajado.
Durante el almuerzo conversamos amigablemente sobre temas habituales: nuestras “historias” personales, el me contó como había conocido a Miguel, su empleo, temas de actualidad, etc…
Reimos mucho, ambos. El Malbec que consumimos, daba una mano ….
Yo estuve tensa, aunque lo disimulé bien, esperando lo que creía que iba a venir. Y llegó:
-…..como te dije, mi trabajo me ha permitido conocer muchas mujeres lindas ….pero como esta, ninguna-
Metió dedos en su celular y me lo pasó:
-Mirá-
Era la foto de una mujer, en biquini acostada en un toallón blanc …….. ¡Pero qué bobaaa! ¡Era yo el día del picnic a la orilla del lago X…!!! Carlos me había toqueteado y además fotografiado y no lo había advertido…. mirándola bien tenía los ojos semicerrados.
Me vino a la memoria, y al entrepienas, el toqueteo y sobada de sexo que me dio, ese día.
-¿Cuándo sacaste esta foto, que no me dí cuenta?-
-Poco después que se fueron Caro y Miguel tuve una visión deliciosa … y capturé esta foto estupenda, que no me canso de mirarla-
- por favor borrala, no quiero que …… ¿o ya la mostraste a tus amigotes?-
-no, tu foto no la vió nadie más que yo, es sólo para mi. La voy a pasar, ya, a una carpeta protegida de miradas indiscretas. ¿Satisfecha?-
-no quiero imaginarme, cuantas otras fotos tenés en carpetas secretas-
-algunas pocas hay ….. vamos a un lugar …. discreto … y te las muestro –
Pagó la cuenta y fuimos al estacionamiento. En el auto, me dio un beso fugaz y apoyó su mano derecha en mi pierna. La bombacha viró de húmeda a mojada. Yo ya estaba entregada y deseosa. Con gran beneplácito de él, terminamos en mi departamento.
Ni bien entramos, me abrazó desde atrás, apoyó su bulto en mi cola, una mano en mi teta izquierda y me dio un beso en la mejilla:
-¿Querés ver las fotos de mi carpeta protegida?-
Me sopló en el oído, metiéndole también la lengua. Ya no había vuelta atrás. Asentí con la cabeza. Él levantó el celular a la altura de vi vista y manobró con los dedos en la pantalla. La primera foto, una linda rubia vestita sólo con una minúscula tanga, se veían sus tetas pequeñas pero con los dos pezones duros. Quedé con la boca abierta.
-Hacé correr las fotos – volvió a soplarme en la oreja, con la lengua adentro
Quedé inmóvil de sorpresa: una rubiecita, tomada de muy cerca, estaba chupando una verga.
-Antes que preguntes, me la está mamando a mí –
Lo había intuido. Hizo avanzar mostrando fotos de la rubiecita chupando en varias poses y en la última, ella con la boca cerrada, los carrillos hinchados. Se había tragado todo el semen.
Se desató una vorágine de pasión desenfrenada. El celular desapareció de mi vista y sus dos manos se filtraron bajo mi blusa y rodearon mis tetas. Me dí vuelta, tuvo que soltar las tetas. Nos besamos con las lenguas trenzadas y los labios unidos como dos sedientos buscando agua en el desierto. Con una mano bajé a constatar la sustancia de lo que había visto en la foto. Me encontré con buen pedazo de carne dura y caliente. Él se soltó el cinto y dejó caer el pantalón. Yo separé mis labios de los suyos y, arrodillada en la alfonbra, bajé su colzoncillo liberandolo, lo llevé a mi boca y comencé a mamárselo, mientras con una mano le acariciaba las pelotas infladas y peludas.
Seguí hasta que él tomó mi cabeza con sus manos y me obligó a soltarle el miembro y a pararme.
Me quitó la blusa, corpiño se puso a chupar con labios y lengua mis pechos, me bajó el pantalón y bombacha y me dio una buena manoseada a nalgas y vulva.
-Un segundo que me deshago de las ropas, que no me dejan caminar- dijo mientras se sentaba en el sofá y se quitó zapatos, medias, pantalón y colzoncillo que habían quedado enrollados a la altura de los tobillos. Obvio que no iba a conformarse con una mamada y yo, a ese punto, tenía mi sexo chorreando y unas ganas locas de la verga que había tenido en la boca.
Me levantó, cargándome por el culo, y me llevó al dormitorio. Fue así que, por primera vez, fue violado mi tálamo nupcial.
-…ya que hicimos 30 hagamos 31, Carlos, cógeme –
Me acostó, me sacó zapatos, pantalón y bombacha, subió encima de mí, introdujo la verga, que entró con toda facilidad, e inició a bombearme, alternando movimientos lentos con otros velóces casi violentos provocándome movimientos agitados y repentinos de pubis. En pocos minutos me llevó al orgasmo, mientras él siguía bombeádome, yo tenía un lago entre los muslos y había mojado la cama y estaba gozando, como nunca me había sucedido con Miguel … seguía gozando y él bombeando, creí que no acabaría nunca, sin embargo, aceleró sus movimientos y:
-¡Laura …. voy …. a acabar …¿Puedo acabarte adentro?-
Me pedía permiso para acabar adentro de mi ¿podía decirle que no?
-¡por supuesto!! ¡no sólo podes …. quiero que me llenes a fulll!!!-
dió algunos empujones a fondo más y, por fin, eyaculó cuatro o cinco chorros dentro mi concha ¡Qué maravilla! Me sentía llena y feliz y él con la verga aún adentro se movía lentamente, besando mi boca, mi cuello, lamiendo mi oreja y sobando mis pezones re-sensibles. Cuando lentamente, fue saliendo de dentro de mi, sentí un especie de pesar, como cuando se pierde algo querido, mi vagina pulsaba y el esperma de Carlos junto a mis humores, fluían en mis muslos y en la cama. Me miré las palmas de las manos: suponía que estarían teñidas de azul, había tocado el cielo con las manos.
-¡Laura, ha sido maravilloso, sos fantástica. Deberías ver tu conchita, abierta y chorreando semen. ¡Un espectáculo! Voy a buscar el celular para sacarte una foto. -
-¡Carlos, ya obtuvistes lo que buscabas!¡Pero fotos nooo! Estoy segura que, tarde o temprano, se la vas a mostrar a alguien más-
-Te juro que será reservada, exlusivamente para mis ojos. –
-Te dije que no quiero-
-Está bien, pero ¿Quién te dijo que una mamadita inconclusa y una cogida super, es todo lo que pretendo? Date vuelta y mostrame tu lindo culito-
-Carlosss ¿qué intenciones tenés?-
-Llenarle, también el culito, con una buena dosis de leche, “por su”-
Me rei y le hice caso. Empezó a acariciarme el agujerito, mojado por los líquidos del polvo anterior, me intrudujo un dedo, luego dos, sólo con esas cositas, me hacía gozar. Debe haber considerado que estaba lista, retiró los dedos, se subió y sentí la cabeza de su miembro, empujar para abrirse camino. Afortunadamente, tampoco era virgen de ahí, pasado el glande, al instante, lo tuve todo adentro y sus testículos golpeando mi concha.
-¡Lauritaaa, tenes un culito divino!-
Con sus manos en mis tetas, me enculó con ardor y pone y saca, cada vez más violento, deleitándome, hasta que lo oí gruñir y capté en mi ano chorros, varios, de semen.
“¿Vaya a saber cuanto tiene en ese par de bolas?- pensé
Acabada la descarga, se salió y se acostó a mi lado, yo me di vuelta, destruida pero complacida y contenta.
A él no lo vi agotado, al contrario parecía eufórico. Eran más de las 18:00 hs, me había cogido durante casi tres horas.
Recuperadas, lentamenta, mis fuerzas me levanté y fui a higienizarme. Él me imitó poco despues de salir del baño, amagó juntar sus prendas. Pensé que se iría:
-Linda, voy a salir para comprar algo para cenar ¿te parece?-
Quería seguir y a mi, no me disgustaba la perspectiva de que volviera a llenarme los dos orificios.
-¿Si queres? Pero nos podemos arreglar con lo que quedó de la cena de ayer, si no te parece mal. Hay fiambres, lomo, postre y vino.-
No le pareció mal. Más o menos una hora despues, tenía su boca, lengua y dedos, chupando y magreando mi vulva, regalándome el enésimo orgasmo del día.
Minutos, después, mientras, mástil erecto, hacía ademán de subirse sobre mi para penetrarme, sonó la capanilla del teléfono.
Era mi marido. Menos mál que no tenía a Carlos dentro. Ni quiero imaginarme que hubiese sucedido.
-¿Hola Miguel querido, ¿que tal estás? - Me levanté para evitar que Carlos me tocase y no pudiese dejar de gemir o suspirar.
-Yo bien …. aseando …leyendo …..¿mañana ya estás de regreso?- Tuve el impulso de decirle: “¿no podés quedarte un día más? Pero le dije que lo extrañaba y lo despedí con un buen viaje y beso.
Volví a acostarme y, Carlos, me cogió al derecho y al revés, hasta cerca de medianoche.
-Disculpame, pero ¿cómo haces para tener tanto resto?- le pregunté cuando ya se estaba yendo a su hotel a preparar el equipaje y descansar.
-tengo que decirte que, por suerte, fui favorecido por la naturaleza, pero …..te confieso que cuando aceptaste almorzar conmigo, me tomé una “ayudita”-
-¿No me digas que tomaste viagra?-
- …¡siiii! …. Un promotor de laboratorio me regaló un blíster de cialis y quise probar una …bueno dos …. No estuvo mal el resultado-
-Si seguís así, mañana en tu casa, Carolina, te va tener que dar una buena mamada y algo más para bajártela, bastardo!-
Reímos los dos y se fue.
La verdad que bastarda soy yo y, además, puta.
Mi primera infidelidad, sucedió unos tres años después de nuestro matrimonio y fue con, Carlos, un amigo de mi esposo y es lo que voy a contar a continuación, usando nombres ficticios, por motivos obvios.
El resto, es la pura verdad de lo ocurrido.
Había conocido a Carlos el día de mi boda, invitado con su novia de entonces, ahora su esposa, y me había causado una linda impresión. Era buen mozo. Residía, lo sigue haciendo aún hoy, en una ciudad del interior del país.
Supe, por Miguel, que no desdeñaba la compañía femenina, sin considerar si, la eventual presa,
fuese joven o madura, libre o comprometida, soltera o casada.
De esto, me dio un indicio el mismo día, al despedirse, al final de la reunión de celebración, aprovechó el momento de confusión de los saludos, besos y abrazos con muchos invitados y que Miguel estaba en otro lado del salón, para acercarse y:
-¿Puedo saludar a la novia?-
me abrazó, me besó en las mejillas y me sopló al oído:
-¡Que puntería y suerte tuvo Miguel!¡ Sos muy atractiva!!-
con la punta de la lengua, me acarició el lóbulo de la oreja, se separó sonriente y se alejó en procura de Miguel, dejándome, atontada, perpleja y con un incipiente desasosiego en la entrepierna que, por supuesto, aplacó mi novel marido esa noche.
Pasaron dos años y nueve meses en los cuales no supe más nada de Carlos ni me acordé de él. Con Miguel convivíamos lo más bien, la vida fluía serena, teníamos sexo casi a diario y, algunos días en los que él estaba inspirado y en forma, lo hacíamos dos o tres veces.
Hasta que decidimos aprovechar un fin de semana largo y hacer una escapada al interior.
-¿Te acordás de Carlos, ese amigo mío que vino a nuestra boda? Lo llamé por teléfono para decirle que estaríamos a pocos kilómetros de su casa. Nos invitó a visitarlo a él y su esposa, Carolina. El pronóstico dice que el tiempo va a estar lindo y caluroso. Propone pasar un día a orilla del lago X…-
En la faja de tierra inmediata al agua, del lago, Carlos dio la puntada inicial del que, meses después, sería mi primer desatino extraconyugal.
A la tarde, digerido el picnic, Carolina me propuso una excursión de buceo. Rechacé cortésmente la invitación, mientras que mi marido se mostró entusiasmado.
-Sólo tenemos un par de snorkeles, viseras y pata de ranas. Andá vos Miguel con Caro. Es re-lindo el paisaje bajo el agua, no te vas a arrepentir, te lo aseguro. Después voy yo otro rato. No me canso de disfrutarlo.-
Una vez que vi como se iban los dos a bucear, me quedé acostada sobre mi toallón, cubierta por un biquini y bronceador, nada más, con los ojos semi-cerrados y las piernas entreabiertas.
-Debo decir que mi amigo eligió realmente bien- murmuró Carlos mientras se sentaba, en la tierra, a la altura de mis caderas y me miraba riendo. Llevó una mano hacia atrás suyo y la posó sobre una de mis piernas y comenzó a acariciarla, bajó al tobillo y al pie y de ahí subió a la rodilla y volvió a descender al tobillo para, nuevamente, moverla hacia la rodilla, demorarse un instante en ella, para luego proseguir por el muslo, ambos en silencio, yo fascinada, hipnotizada por su rozar indecoroso, él con la mirada inflamada, hasta alcanzar el final, apoyar la palma en mi entrepiernas y apretar los dedos hasta casi embutirme la tela del biquini en la vulva. Amagó besarme, hice de lado la boca. La suya “aterrizó” en mi mejilla y se deslizó a mi cuello y la punta de su lengua, acarició el lóbulo de mi oreja.
- ¡Carlos, terminala y alejate. Están por volver Carolina y Miguel. Si te encuentran así, se arma!!-
-Tranquila Laura. Tenemos tiempo.- replicó manteniendo la palma en la bombacha del biquini. Ahí me di cuenta que estaba mojada y él también:
-Lo sabía que te calentarías fácilmente. Por ahora te dejo y me voy. Ya nos volveremos a ver y retomaremos esta ….. linda charla-
Se levantó y, siempre con su sonrisa irónica, se fue hacia la ruta. Cuando volvió, habían regresado mi marido y su esposa.
-Fui a ponerle agua al radiador del auto. Tenía temor de olvidar que tiene una pequeña pérdida y no quiero tener problemas al regreso a la ciudad-
Agregó con desfachatez.
-¿Vos Laura tenés ganas, ahora, de bucear un rato?-
-No, muchas gracias. Me quedo tomando sol-
-¡Vos te lo perdes! ¿Vamos Caro?-
Al quedar a solas con Miguel, éste, sin sospechar y sin pensarlo, dijo:
-Me divirtió un montón nadar sumergido. Carolina me mostró lugares naturales admirables. ¿Vos disfrutaste de la quietud y tranquilidad, del lugar, en compañía de Carlos?-
“Quieta quedé yo, mientras tu amigo, me manoseaba!! …. y si, ¡ese por donde pasa moja!. La pasé bien.” pensé, pero contesté, con frases hechas, haber gustado del rato que él estuvo ausente.
Unos tres meses después:
-Laura, mi amigo Carlos, me ha telefoneado que, en unos pocos días, viene a la ciudad y, ni bien pueda, va a pasar a saludarnos.-
Me vinieron a la mente las palabras de Carlos, a orilla del lago, con su mano en mi bombachita mojada, por su culpa o mérito. Claro que vendría a casa con su esposa y estaría Miguel, por lo tanto, no iba a poder tomarse ninguna libertad.
Me pregunté ¿Cuál, tranquila y agitada al mismo tiempo, iba a ser mi comportamiento, visto que mi “raja” enviaba señales, inequívocas, de apreciar la visita?
Transcurridos unos días, por fin Miguel me comunicó:
-El domingo viene Carlos a cenar con nosotros. –
-¿No era preferible el sábado?-
-Él no puede y, como sabes, yo ya el lunes viajo-
-Bueno. Hacemos una picadita de quesos y fiambres, lomo a la pimienta negra y voy a comprar tiramisú para el postre. Carolina me dijo que es el preferido de ella ¿Te parece?-
-¡Está bueno el menú, pero Carlos viene solo, Carolina no pudo venir con él-
“¡Acabáramos! Vamos a estar solo con Carlos!” “De todos modos, estando presente Miguel no tendrá ninguna ocasión de incomodarme o molestarme con alguna pretensión poco oportuna.” Pensé. Sin embargo, dentro de mí, sentía una sensación extraña. ¡¡¿Realmente quería no ser importunada?!!
El domingo, a las 20:00 hs en punto, se presentó Carlos con un ramo de flores, para mí y una botella de ron añejo para el café y digestivo, post-cena.
Un bríndis con vino tinto malbec dio inicio a la cena, amena, animada, con felicitaciones para la cocinera. En el living dimos cuenta de varios cafés y de una buena parte del contenido de la botella de ron, entre charlas, risas y alegría.
Cuando la velada estaba por terminar, Miguel había ido al toilete, quedé sola con Carlos un corto espacio de tiempo. Se sentó a mi lado, me abrazó y besó en la mejilla y como el día de la boda, susurró en mi oído:
-¡Optima cena, agradable la reunión y la compañía ….. cuando me vaya, fíjate bien, en el ramo de flores- y como la dos veces precedentes, lamió mi oreja, esta vez más profundamente.
Hecho eso, esperó que volviera Miguel, y se despidió.
Me dejó caliente, otra vez, y pensando en lo que me había dicho. Las flores las había puesto en un jarrón en el living, sin notar nada estraño.
Miguel me preguntó si quería que me ayudase en asear la cocina. Le dije que no, que podía acostarse que yo me le uniría pocos minutos después.
Se fue al dormitorio y yo, recogí copas, tacitas y platitos, los dejé en la cocina para lavarlos y guardarlos al día siguiente y volví al living a hurgar en el ramo de flores. Encontré una tarjetita, con un número de celular y dos palabras: llamame, Carlos.
Me subió, desde la entrepiernas, una oleada de calor. Fui al dormitorio con unas ganas locas de hacer el amor. El vino y el ron, habían ganado: Miguel dormía profundamente. Por un lado mejor, tenía que levantarse temprano para viajar. Me tuve que conformar con los dedos y con el mango de un cepillo para cabello, en el baño
La mañana siguiente, mientras lavava y guardaba la vajilla, pensaba en la noche anterior, al beso de Carlos en mi oído, en el placer solitario en el baño y en la tarjetita con su número de celular. La tomaba del bolsillo con la mano, la miraba y decidía no llamarlo. A medida que pasaba el tiempo, mi certeza de no llamarlo mermaba mientras, simultáneamente, aumentaba el deseo entre mis piernas y se humedecía la bombacha. ¡Mier..! Esposa desde pocos años y ya caliente por otro hombre, ¿llamo o no llamo? … tomé y dejé el teléfono inalámbrico varias veces, disqué el número de la tarjetita, apreté el botón “Talk” y, enseguida el “Off”, …. ¿llamo o no llamo? Al fin apreté “Redial y “Talk”, casí corto, pero sentí su voz:
-Hola …hola ….Hola –
Demoré en devolverle un hola apenas susurrado, pero él se dio cuenta:
-¡Lauraaa! ¡Que gusto escucharte. Veo que encontraste la tarjeta entre las flores. ¿Cómo estás?-
Sin aliento, casi y temblando de la emoción:
-Siii …la encontré …. creo que lo mejor es cortarla aquí, Carlos…-
-¿Porqueee?¿De que tenes miedo? No muerdo …-
-No, pero me temo que ….. comés en un solo bocado …-
Escuché su carcajada
-Te invito a almorzar, Laura. Así retomamo la charla que nos quedó pendiente al la orilla del lago X..-
No me esperaba un convite tan explicito e inmediato.
-Pero ….no sé …. así de improviso …- balbucié.
- daleee …. No te hagás rogar ….te prometo comportarme …sólo almuerzo y charla –
-Lo que vos llamas charla es lo que me preocupa ….. está bien-
-Te espero a las 13 en La Q….. Está cerca de tu casa ¿Te vá?-
- ….. esteee …..bueno ….-
Cortó la llamada, sin darme tiempo a una réplica, tal vez temiendo que cabiase de idea.
Me dejó con la cabeza dando vueltas. ¿Qué estaba haciendo? Estaba aceptando los avances de un tipo que no era mi marido, que había puesto su mano en mi bombacha mojada, a orilla del agua,
“¿..en serio, Laura, crees que vas a almorzar y a charlar?” pensaba.
Me fui a duchar y a vestir, tratando de no imaginar, para no aumentar la excitación que me estaba invadiendo.
Elegí un conjunto de corpiño y tanga, gris clarito con flores blancas, blusa blanca con mangas caídas, pantalón chupín negro y sandalias de taco alto. El espejo me devolvió mi sonrisa de aprobación. “¡para qué! probablemente sólo comeremos y hablaremos, quizás no querrá poner en riesgo su amistad con Miguel, ….” Pensaba mientras el taxi me llevaba al restaurante.
Me estaba esperando. “¡La pu …!! Ahora que lo miro bien tengo que decir que realmente es un lindo hombre”.
Elegante, de saco y corbata, cara agradable, ojos traviesos, cabello rubio corto y bien peinado, físico trabajado.
Durante el almuerzo conversamos amigablemente sobre temas habituales: nuestras “historias” personales, el me contó como había conocido a Miguel, su empleo, temas de actualidad, etc…
Reimos mucho, ambos. El Malbec que consumimos, daba una mano ….
Yo estuve tensa, aunque lo disimulé bien, esperando lo que creía que iba a venir. Y llegó:
-…..como te dije, mi trabajo me ha permitido conocer muchas mujeres lindas ….pero como esta, ninguna-
Metió dedos en su celular y me lo pasó:
-Mirá-
Era la foto de una mujer, en biquini acostada en un toallón blanc …….. ¡Pero qué bobaaa! ¡Era yo el día del picnic a la orilla del lago X…!!! Carlos me había toqueteado y además fotografiado y no lo había advertido…. mirándola bien tenía los ojos semicerrados.
Me vino a la memoria, y al entrepienas, el toqueteo y sobada de sexo que me dio, ese día.
-¿Cuándo sacaste esta foto, que no me dí cuenta?-
-Poco después que se fueron Caro y Miguel tuve una visión deliciosa … y capturé esta foto estupenda, que no me canso de mirarla-
- por favor borrala, no quiero que …… ¿o ya la mostraste a tus amigotes?-
-no, tu foto no la vió nadie más que yo, es sólo para mi. La voy a pasar, ya, a una carpeta protegida de miradas indiscretas. ¿Satisfecha?-
-no quiero imaginarme, cuantas otras fotos tenés en carpetas secretas-
-algunas pocas hay ….. vamos a un lugar …. discreto … y te las muestro –
Pagó la cuenta y fuimos al estacionamiento. En el auto, me dio un beso fugaz y apoyó su mano derecha en mi pierna. La bombacha viró de húmeda a mojada. Yo ya estaba entregada y deseosa. Con gran beneplácito de él, terminamos en mi departamento.
Ni bien entramos, me abrazó desde atrás, apoyó su bulto en mi cola, una mano en mi teta izquierda y me dio un beso en la mejilla:
-¿Querés ver las fotos de mi carpeta protegida?-
Me sopló en el oído, metiéndole también la lengua. Ya no había vuelta atrás. Asentí con la cabeza. Él levantó el celular a la altura de vi vista y manobró con los dedos en la pantalla. La primera foto, una linda rubia vestita sólo con una minúscula tanga, se veían sus tetas pequeñas pero con los dos pezones duros. Quedé con la boca abierta.
-Hacé correr las fotos – volvió a soplarme en la oreja, con la lengua adentro
Quedé inmóvil de sorpresa: una rubiecita, tomada de muy cerca, estaba chupando una verga.
-Antes que preguntes, me la está mamando a mí –
Lo había intuido. Hizo avanzar mostrando fotos de la rubiecita chupando en varias poses y en la última, ella con la boca cerrada, los carrillos hinchados. Se había tragado todo el semen.
Se desató una vorágine de pasión desenfrenada. El celular desapareció de mi vista y sus dos manos se filtraron bajo mi blusa y rodearon mis tetas. Me dí vuelta, tuvo que soltar las tetas. Nos besamos con las lenguas trenzadas y los labios unidos como dos sedientos buscando agua en el desierto. Con una mano bajé a constatar la sustancia de lo que había visto en la foto. Me encontré con buen pedazo de carne dura y caliente. Él se soltó el cinto y dejó caer el pantalón. Yo separé mis labios de los suyos y, arrodillada en la alfonbra, bajé su colzoncillo liberandolo, lo llevé a mi boca y comencé a mamárselo, mientras con una mano le acariciaba las pelotas infladas y peludas.
Seguí hasta que él tomó mi cabeza con sus manos y me obligó a soltarle el miembro y a pararme.
Me quitó la blusa, corpiño se puso a chupar con labios y lengua mis pechos, me bajó el pantalón y bombacha y me dio una buena manoseada a nalgas y vulva.
-Un segundo que me deshago de las ropas, que no me dejan caminar- dijo mientras se sentaba en el sofá y se quitó zapatos, medias, pantalón y colzoncillo que habían quedado enrollados a la altura de los tobillos. Obvio que no iba a conformarse con una mamada y yo, a ese punto, tenía mi sexo chorreando y unas ganas locas de la verga que había tenido en la boca.
Me levantó, cargándome por el culo, y me llevó al dormitorio. Fue así que, por primera vez, fue violado mi tálamo nupcial.
-…ya que hicimos 30 hagamos 31, Carlos, cógeme –
Me acostó, me sacó zapatos, pantalón y bombacha, subió encima de mí, introdujo la verga, que entró con toda facilidad, e inició a bombearme, alternando movimientos lentos con otros velóces casi violentos provocándome movimientos agitados y repentinos de pubis. En pocos minutos me llevó al orgasmo, mientras él siguía bombeádome, yo tenía un lago entre los muslos y había mojado la cama y estaba gozando, como nunca me había sucedido con Miguel … seguía gozando y él bombeando, creí que no acabaría nunca, sin embargo, aceleró sus movimientos y:
-¡Laura …. voy …. a acabar …¿Puedo acabarte adentro?-
Me pedía permiso para acabar adentro de mi ¿podía decirle que no?
-¡por supuesto!! ¡no sólo podes …. quiero que me llenes a fulll!!!-
dió algunos empujones a fondo más y, por fin, eyaculó cuatro o cinco chorros dentro mi concha ¡Qué maravilla! Me sentía llena y feliz y él con la verga aún adentro se movía lentamente, besando mi boca, mi cuello, lamiendo mi oreja y sobando mis pezones re-sensibles. Cuando lentamente, fue saliendo de dentro de mi, sentí un especie de pesar, como cuando se pierde algo querido, mi vagina pulsaba y el esperma de Carlos junto a mis humores, fluían en mis muslos y en la cama. Me miré las palmas de las manos: suponía que estarían teñidas de azul, había tocado el cielo con las manos.
-¡Laura, ha sido maravilloso, sos fantástica. Deberías ver tu conchita, abierta y chorreando semen. ¡Un espectáculo! Voy a buscar el celular para sacarte una foto. -
-¡Carlos, ya obtuvistes lo que buscabas!¡Pero fotos nooo! Estoy segura que, tarde o temprano, se la vas a mostrar a alguien más-
-Te juro que será reservada, exlusivamente para mis ojos. –
-Te dije que no quiero-
-Está bien, pero ¿Quién te dijo que una mamadita inconclusa y una cogida super, es todo lo que pretendo? Date vuelta y mostrame tu lindo culito-
-Carlosss ¿qué intenciones tenés?-
-Llenarle, también el culito, con una buena dosis de leche, “por su”-
Me rei y le hice caso. Empezó a acariciarme el agujerito, mojado por los líquidos del polvo anterior, me intrudujo un dedo, luego dos, sólo con esas cositas, me hacía gozar. Debe haber considerado que estaba lista, retiró los dedos, se subió y sentí la cabeza de su miembro, empujar para abrirse camino. Afortunadamente, tampoco era virgen de ahí, pasado el glande, al instante, lo tuve todo adentro y sus testículos golpeando mi concha.
-¡Lauritaaa, tenes un culito divino!-
Con sus manos en mis tetas, me enculó con ardor y pone y saca, cada vez más violento, deleitándome, hasta que lo oí gruñir y capté en mi ano chorros, varios, de semen.
“¿Vaya a saber cuanto tiene en ese par de bolas?- pensé
Acabada la descarga, se salió y se acostó a mi lado, yo me di vuelta, destruida pero complacida y contenta.
A él no lo vi agotado, al contrario parecía eufórico. Eran más de las 18:00 hs, me había cogido durante casi tres horas.
Recuperadas, lentamenta, mis fuerzas me levanté y fui a higienizarme. Él me imitó poco despues de salir del baño, amagó juntar sus prendas. Pensé que se iría:
-Linda, voy a salir para comprar algo para cenar ¿te parece?-
Quería seguir y a mi, no me disgustaba la perspectiva de que volviera a llenarme los dos orificios.
-¿Si queres? Pero nos podemos arreglar con lo que quedó de la cena de ayer, si no te parece mal. Hay fiambres, lomo, postre y vino.-
No le pareció mal. Más o menos una hora despues, tenía su boca, lengua y dedos, chupando y magreando mi vulva, regalándome el enésimo orgasmo del día.
Minutos, después, mientras, mástil erecto, hacía ademán de subirse sobre mi para penetrarme, sonó la capanilla del teléfono.
Era mi marido. Menos mál que no tenía a Carlos dentro. Ni quiero imaginarme que hubiese sucedido.
-¿Hola Miguel querido, ¿que tal estás? - Me levanté para evitar que Carlos me tocase y no pudiese dejar de gemir o suspirar.
-Yo bien …. aseando …leyendo …..¿mañana ya estás de regreso?- Tuve el impulso de decirle: “¿no podés quedarte un día más? Pero le dije que lo extrañaba y lo despedí con un buen viaje y beso.
Volví a acostarme y, Carlos, me cogió al derecho y al revés, hasta cerca de medianoche.
-Disculpame, pero ¿cómo haces para tener tanto resto?- le pregunté cuando ya se estaba yendo a su hotel a preparar el equipaje y descansar.
-tengo que decirte que, por suerte, fui favorecido por la naturaleza, pero …..te confieso que cuando aceptaste almorzar conmigo, me tomé una “ayudita”-
-¿No me digas que tomaste viagra?-
- …¡siiii! …. Un promotor de laboratorio me regaló un blíster de cialis y quise probar una …bueno dos …. No estuvo mal el resultado-
-Si seguís así, mañana en tu casa, Carolina, te va tener que dar una buena mamada y algo más para bajártela, bastardo!-
Reímos los dos y se fue.
La verdad que bastarda soy yo y, además, puta.
15 comentarios - Mi primera infidelidad.