Era mediados de semana y mi socio decidió organizar una cena en su casa con nuestras esposas para que ellas se conocieran mejor y así poder compartir algo juntos.
Mi socio es un tipo alto y grandote. Tiene 43 años y para muchas mujeres, es el típico viejo verde; pero a mi esposa, se que eso es justamente lo que la calienta. Tiene fama de cogedor y, según lo que me contaron, dicen que tiene una tremenda verga. Yo nunca se la vi, pero él me contó en un viaje, que esta circuncidado y no usa calzoncillos. Con lo cual, el hecho de andar con la pija suelta, sin que nada le cubra la cabeza, y rozando todo el tiempo con el jean, hizo que se le curtiera bastante la verga y perdiera mucha sensibilidad. Y según él, esto lo hace aguantar muchísimo tiempo cogiendo y que tenga que ponerla muy fuerte porque sino no siente nada.
Llegamos a la casa de mi socio y nos recibió su esposa, quien nos invito a pasar al patio. Era una hermosa noche de verano, así que decidimos cenar en el quincho. Mi socio preparó unos Gintonics y, mientras picamos un poco, charlamos de cualquier cosa. Luego cenamos, tomamos bastante y nos reímos de todo. La pasamos muy bien, hasta que en un momento, mi mujer se ofreció para lavar los platos, la esposa de mi socio se levanto a buscar el postre y mi socio fue a preparar dos whiskys para cerrar la noche.
La cocina que tienen en el quincho esta sobre una barra que da a la mesa donde comimos. Así que, yo desde donde estaba sentado, podía ver de frente a mi mujer lavando los platos detrás de la barra y a mi socio a su lado poniendo hielo en los vasos.
Ese momento invadió mi cabeza de morbos. Yo sabia que mi socio es el típico macho que puede hacer explotar de calentura a mi mujer, así que lo imaginé parado detrás de ella, levantando su pollera de jean y corriendo su tanga para metérsela sin permiso por el culo. Podía visualizar perfectamente la cara de mi mujer sorprendida pero encantada por la situación. En mi cabeza retumbaba el grito de mi esposa al sentir la enorme verga de mi socio invadiendo todo su ogete. La embestida que le pegó, hizo que soltara los platos que tenia en la mano y cayera desplomada sobre la mesada. En cuanto pudo reincorporarse, mi mujer se afirmo con sus brazos sobre la barra y abrió sus patas para que mi socio pudiera entrarle con mas fuerza. El hijo de puta la manoteo con sus dos manos de la cadera y comenzó a bombearla desesperadamente. Primero pensé que la estaba haciendo mierda, pero cuando vi que le puso dos dedos en la boca y mi mujer se los chupó completamente como una puta, me di cuenta que lo estaba gozando.
Mi verga explotaba de calentura por ver a mi mujer así de trola. Sus gemidos desgarradores y el sonido de su culo chocando contra la pelvis de mi socio, me llenaban de excitación. Cada bombazo soltaba un gemido de mi esposa. Podía imaginarme como chorreaba calentura de su concha y como entraba y salía esa enorme poronga de su ano dilatado. La situación era tremendamente humillante para mi, pero amaba ver a mi mujer entregada y culeada con tanta fuerza. Ella arqueaba su cintura como ayudando a recibir esa verga bien adentro. Su placer llegaba hasta mis huevos, y yo también lo disfrutaba.
Con una violencia impresionante, mi socio manoteó de los pelos a mi mujer y mientras le enterraba la verga hasta el fondo del orto, tiraba su cabeza hacia su cuerpo para dejarla boquiabierta y refregarle toda su lengua por la boca. No solo la cogía agresivamente, sino que la trataba como si la estuviera violando. No paraba de insartarla, golpearla y decirle guarangadas. A ninguno de los dos les importaba un carajo si yo estaba presente. Ellos estaban totalmente compenetrados en una sesión de sexo salvaje y desenfrenado, unidos por un instinto incontrolable de deseo carnal. Con su culo repleto de verga caliente y venosa, mi esposa pego un grito que explotó mi cabeza:
- "Siiii, rompeme el culo hijo de puta!!!"
De pronto llegó la mujer de mi socio con el postre y repentinamente toda esta imaginación se esfumó de mi cabeza. Terminamos de cenar tranquilamente y cuando llegamos a casa, mientras mi esposa se sacaba el maquillaje frente al espejo, levante su pollera, corrí su tanga, y sin permiso la cogí como lo hubiera hecho mi socio.
Mi socio es un tipo alto y grandote. Tiene 43 años y para muchas mujeres, es el típico viejo verde; pero a mi esposa, se que eso es justamente lo que la calienta. Tiene fama de cogedor y, según lo que me contaron, dicen que tiene una tremenda verga. Yo nunca se la vi, pero él me contó en un viaje, que esta circuncidado y no usa calzoncillos. Con lo cual, el hecho de andar con la pija suelta, sin que nada le cubra la cabeza, y rozando todo el tiempo con el jean, hizo que se le curtiera bastante la verga y perdiera mucha sensibilidad. Y según él, esto lo hace aguantar muchísimo tiempo cogiendo y que tenga que ponerla muy fuerte porque sino no siente nada.
Llegamos a la casa de mi socio y nos recibió su esposa, quien nos invito a pasar al patio. Era una hermosa noche de verano, así que decidimos cenar en el quincho. Mi socio preparó unos Gintonics y, mientras picamos un poco, charlamos de cualquier cosa. Luego cenamos, tomamos bastante y nos reímos de todo. La pasamos muy bien, hasta que en un momento, mi mujer se ofreció para lavar los platos, la esposa de mi socio se levanto a buscar el postre y mi socio fue a preparar dos whiskys para cerrar la noche.
La cocina que tienen en el quincho esta sobre una barra que da a la mesa donde comimos. Así que, yo desde donde estaba sentado, podía ver de frente a mi mujer lavando los platos detrás de la barra y a mi socio a su lado poniendo hielo en los vasos.
Ese momento invadió mi cabeza de morbos. Yo sabia que mi socio es el típico macho que puede hacer explotar de calentura a mi mujer, así que lo imaginé parado detrás de ella, levantando su pollera de jean y corriendo su tanga para metérsela sin permiso por el culo. Podía visualizar perfectamente la cara de mi mujer sorprendida pero encantada por la situación. En mi cabeza retumbaba el grito de mi esposa al sentir la enorme verga de mi socio invadiendo todo su ogete. La embestida que le pegó, hizo que soltara los platos que tenia en la mano y cayera desplomada sobre la mesada. En cuanto pudo reincorporarse, mi mujer se afirmo con sus brazos sobre la barra y abrió sus patas para que mi socio pudiera entrarle con mas fuerza. El hijo de puta la manoteo con sus dos manos de la cadera y comenzó a bombearla desesperadamente. Primero pensé que la estaba haciendo mierda, pero cuando vi que le puso dos dedos en la boca y mi mujer se los chupó completamente como una puta, me di cuenta que lo estaba gozando.
Mi verga explotaba de calentura por ver a mi mujer así de trola. Sus gemidos desgarradores y el sonido de su culo chocando contra la pelvis de mi socio, me llenaban de excitación. Cada bombazo soltaba un gemido de mi esposa. Podía imaginarme como chorreaba calentura de su concha y como entraba y salía esa enorme poronga de su ano dilatado. La situación era tremendamente humillante para mi, pero amaba ver a mi mujer entregada y culeada con tanta fuerza. Ella arqueaba su cintura como ayudando a recibir esa verga bien adentro. Su placer llegaba hasta mis huevos, y yo también lo disfrutaba.
Con una violencia impresionante, mi socio manoteó de los pelos a mi mujer y mientras le enterraba la verga hasta el fondo del orto, tiraba su cabeza hacia su cuerpo para dejarla boquiabierta y refregarle toda su lengua por la boca. No solo la cogía agresivamente, sino que la trataba como si la estuviera violando. No paraba de insartarla, golpearla y decirle guarangadas. A ninguno de los dos les importaba un carajo si yo estaba presente. Ellos estaban totalmente compenetrados en una sesión de sexo salvaje y desenfrenado, unidos por un instinto incontrolable de deseo carnal. Con su culo repleto de verga caliente y venosa, mi esposa pego un grito que explotó mi cabeza:
- "Siiii, rompeme el culo hijo de puta!!!"
De pronto llegó la mujer de mi socio con el postre y repentinamente toda esta imaginación se esfumó de mi cabeza. Terminamos de cenar tranquilamente y cuando llegamos a casa, mientras mi esposa se sacaba el maquillaje frente al espejo, levante su pollera, corrí su tanga, y sin permiso la cogí como lo hubiera hecho mi socio.
1 comentarios - [Relato] Pensamientos humillantes