Saludos. Hoy les traigo un relato emocionante. Que disfruten
Desde niño, muchas veces me despertaba de un sueño casi mágico, donde las aves, de muchos colores, surcaban los cielos elegantes en danzas idílicas que no puedo describir con palabras. Esos sueños empezaron a engendrar en mí la esperanza de que un día, yo sacaría a mi familia de la pobreza.
Vivíamos en los terrenos de una zona rural a unos 95 kilómetros de la capital. Lo más cercano a la civilización era un complejo turístico para gente millonaria al otro lado de la montaña que, por supuesto, nunca me atreví a visitar, solo a mirar desde lejos.
Mis padres trabajaban de sol a sol en el campo para hacer posible una alimentación digna en el hogar. Yo y mis dos hermanos, aún pequeños, aguardábamos la caída del sol para ver regresar a papá y a mamá del trabajo. Con el tiempo, pudieron inscribirme en una escuelita que se encontraba al borde de la carretera. La caminata duraba unos 45 minutos desde mi casa. Y así, el tiempo pasó. Culminé la secundaría en el mismo plantel gracias a un programa de estudios para gente de la zona rural.
Cumplí 18 años justo en el momento de mi graduación. La fiesta no se hizo esperar. Mis padres invitaron a toda la gente de la comunidad, donde obviamente asistirá mi novia Clarita, una muchacha menor a mi por un año que se ganó el cariño de mi familia por mérito propio. Hasta teníamos fecha para nuestra boda.
- ¿Seguro que quieres hacer esto? - Preguntó preocupada Clarita.
- Ya hablamos de esto mi amor. Cuando tenga un buen rango y gane suficiente dinero vendré a llevarte conmigo a la ciudad, tu familia y la mía incluida - Respondí seguro. Clarita me abrazó llorando y aseguró guardar este amor hasta que yo regrese por ella.
La fiesta siguió su camino como estaba planeado. Comimos, bailamos y bebimos licor hasta que nadie podía permanecer en pie. Aún así, la decisión estaba tomada. En dos días partiría a la ciudad en busca de mi futuro, yo me convertiría en soldado de las fuerzas armadas.
La madrugada helaba los huesos. Los primeros pájaros del día salían de sus nidos para orquestar su canción matutina. El viento entre las hojas resoplaba con fuerza, haciendo que las ramas de los árboles acariciaran el tejado de mi casa. Miré triste esos campos de pastizales donde come el ganado; esos bosques casi mágicos por donde pasa el río en el que solíamos pescar. Ése era mi mundo y no conocía ningún otro. Mi padre me abrazó y colocó en el bolsillo de mi abrigo un sobre con dinero. Mi madre me besó la frente, lloraba de orgullo y de tristeza. Mis hermanos se lanzaron hacia mí para apretarme con fuerza y desearme buena suerte. Clarita no aparecía. No podía esperar más. Era el momento de partir.
Llegué a la carretera cuando los primeros rayos del sol empezaban a bañar la tierra, era la hora correcta. El bus se estacionó en la parada que corresponde. El chofer dio las indicaciones.
- Tenemos media hora antes de partir, mientras tanto pueden ir a comer algo - Dijo el regordete conductor, que tomó su propio consejo sin perder el tiempo. Supuse que sería suficiente en caso de que Clarita llegue a despedirse; más el tiempo concluyó y todos los pasajeros subieron al bus. Miré hacia atrás antes de subir, pero nadie venía. Devastado, me senté sobre el asiento.
- ¡Espere! ¡Detenga el bus por favor! - Gritó. Era Clarita que corría desesperada para despedirse de mí. Subió deprisa, me besó, me abrazó y me deseó la mejor de las suertes.
Así fue como inicié mi nueva vida en la ciudad. A la que me fue difícil adaptarme. Pero sin perder tiempo, me alisté en el ejército. Ya no necesitaría dónde quedarme o qué comer, en el destacamento dan todo eso.
El entrenamiento consumía todas las horas del día. El poco tiempo que me quedaba lo usaba para jugar con naipes o para ver la foto de Clarita que ella misma me regaló cuando se despidió de mí en el bus. Apenas habían pasado tres meses desde mi partida.
El sargento Campos nos llevó a un entrenamiento especial a los límites del país, en plena selva. Se trataba de supervivencia, donde nos dejarían separados de a tres a distancias muy largas entre cada grupo. De ahí en adelante estaríamos solos y buscaríamos el camino de regreso al campamento principal con un tiempo límite de tres días, luego de eso, si no cumplíamos el objetivo, nos castigaría al puro estilo del cuartel militar. Cada grupo se separó en una caminata de dos días. Nos fue permitido llevar lo esencial: botiquín de primeros auxilios, agua y comida para un día. También palos, estacas y lona para crear una tienda.
No tuve problemas con la prueba, ese era mi elemento, pero mis compañeros estaban asustados. Una que otra vez nos cruzamos en el camino de alguna bestia depredadora. Ellos entraban en pánico seguramente porque eran citadinos. Les enseñé a controlar sus nervios y a pensar con cabeza fría. Esas bestias sienten el miedo y lo mejor era evitarlas.
Un día había pasado y la comida se agotaba. Victor y Charlie bromeaban sobre leyendas de terror que ocurrían en los alrededores de esa selva. Yo por supuesto, me creía esas historias. Caminamos unos dos kilómetros al sur - este con la compañía de esas historias, de repente, encontramos una laguna escondida con un diámetros de unos cien metros. El agua era cristalina, seguramente limpia. Charlie no esperó para quitarse la ropa y quedar completamente desnudo. De un salto comenzó a nadar. Nos invitó a hacer lo mismo. Víctor se apresuró a quitarse la ropa para seguir los pasos de su colega, yo mientras tanto me tomé mi tiempo. Ellos eran dos sujetos atractivos, con cuerpos deseables, cosa que no me interesaba en lo absoluto. Mientras yo nadaba, ellos jugaban lucha cuerpo a cuerpo. Para mí era algo inocente. Sus manos tocaban agresivas sus cuerpos en tono de lucha. El vencido era sometido, pero se levantaba con fuerza para tomar la ventaja del otro y así, sus penes se rozaban entre ellos. Me recosté sobre una roca para recordar a Clarita. Su linda sonrisa me animaba cada día para seguir adelante, de pronto, Víctor me tomó de los brazos y Charlie de las piernas para lanzarme sin consideración a la laguna. Sus carcajadas se escuchaban incluso bajo el agua. Juré que me las pagarían, así que empecé a forcejear con ellos. Eran dos contra mí, la lucha era dispareja, pero para ellos. Sin esfuerzo sometí a los dos. Boca abajo colocados por mis brazos, estaban en una posición muy sugerente. Sus nalgas preparadas para lo que sea me provocaron una erección modesta. Rápidamente los solté para lanzarme a la laguna y no se dieran cuenta, pero en el proceso, rocé mi miembro sin querer sobre la espalda de Charlie. Entre juegos y risas, llegó la noche. Acampamos a la orilla de la laguna.
Recorrimos los alrededores para recoger leña y hacer una fogata. La laguna nos proporcionó unos peces gordos y deliciosos que serían cocinados en la hoguera. La noche llegó y con ella los sonidos de los insectos y los búhos. Al abrigo del fuego, platicamos sobre nuestras novias. Victor habló de Lucy, Charlie recordó a Ximena y yo por supuesto hablé de Clarita. Comimos pescado asado y nos metimos a la tienda para dormir. Les dije que descansaran bien, pues mañana debíamos llegar al campamento antes de la hora límite.
No podía dormir. Pensaba confundido en mis sentimientos sexuales hacia mis compañeros - ¿Por qué? - Me preguntaba. Tal vez porque era virgen o solo sería un sentimiento primitivo que todo el mundo tiene al no tener a la mano lo que realmente quiere. Mis ojos se volvían pesados, estaba a punto de dormirme cuando escuché un sonido de garganta atragantarse y unos gemidos de placer. Me di la vuelta y vi cómo Víctor mamaba la verga de Charlie. Me asusté muchísimo e intenté hacerme el dormido. Cerré mis ojos con fuerza, pero mis oídos no podían ignorar lo que se estaba llevando a cabo. Lentamente metí la mano en mi pantalón para masajear el tronco de mi lechosa salchicha. Víctor se percató de eso, retiró el botón de mi pantalón, luego bajó la cremallera para dejar al aire libre la ropa interior donde un gran bulto erecto palpitaba de deseo. Acercó su nariz para dar una gran olfateada y enseguida liberar mi deseo en su boca. Su lengua rozó todo el tronco, de arriba a abajo y viceversa. Charlie me colocó en medio de los dos para unirse a las mamadas junto con Victor. Los dos jugueteaban con mi falo mientras entrelazaban sus lenguas. Victor bajó hasta mis testículos para lamerlos con cuidado y chuparlos con ganas. Charlie se arrodilló y puso su gordo pene sobre mi boca. La abrí dejando que el invitado entre. La metía y la sacaba cuidando que mis dientes no le hiciera daño. Su bolsa de esperma estaba pesada. Chocaba contra mi rostro cada vez que se meneaba. Víctor se animó a hacer lo mismo y en una sentada colocó su verga junto a la del Charlie. Ambos mástiles chocaban entre sí, como si dos espadas sacaran chispas por el contacto. Los dos de rodillas se besaron haciendo que sus lenguas bailen un ritmo erótico.
Los tres degustamos uno del otro las suculentas vergas. Víctor se colocó encima mío, se lamió la mano y se la pasó por el ano, luego, poco a poco, comenzó a meter mi animal dentro de él, no obstante, la verga de Charlie seguía aprovechándose de mi boca. Fue una sensación deliciosamente indescriptible que me hizo quejarme de placer. Victor aumentó la velocidad y fuerza de los embates que provocaron ceder al prepucio. Ya no era virgen. Charlie se excitó demasiado que se sentó sobre el miembro de Victor y empezó a moverse con fuerza mientras se masturbaba. Un torrente de semen salió del pene de Charlie que empapó mi rostro. Se sacó el miembro de Victor y comenzó a masturbarle. Víctor también descargó una gran cantidad de jugos seminales que bañaron mi tórax. Charlie pasó su lengua en esa zona y luego sobre mi rostro para después besarme locamente mientras esos fluidos se mezclaban. No soporté más y me vine dentro de Victor. Su ano dejaba caer hileras de semen sobre mi vello púbico. Los tres nos besamos.
Me desperté exaltado. Los primeros rayos del sol daban luz a esa zona verde. Estaba completamente vestido y mojado en la zona íntima. Preocupado, caí en cuenta de que todo era un sueño. Sin embargo, Víctor y Charlie estaban teniendo sexo de la forma más silenciosa posible. Me levanté sin hacer caso y salí de la tienda asustado. Ellos siguieron en lo suyo.
Estaba confundido, muy confundido. Aquello fue tan vívido que incluso me gustó. Para comprobar si fue o no real, me revisé el pene en busca de pruebas. La evidencia era irrefutable, mi pene ya no era virgen - ¿Pero cómo? - Me pregunté. Bajé la telita para mirar mejor y me dolió un poco. Me lavé con agua de la laguna para bajar el ardor. Regresé a la tienda, donde Víctor y Charlie seguían haciendo el amor. Yo miré desde la entrada cómo Charlie metía su vara en el ano de Víctor. Ambos gemían por su encanto sexual. Victor encima de Charlie. No perdí el tiempo en sacar mi miembro del pantalón y empezar a masturbarme viendo esa escena. Justo antes de acabar, me acerqué al coito y derramé mis jugos que caían hasta el tronco de Charlie. Los dos terminaron al mismo tiempo. Agitados, se abrazaron y me permitieron unirme.
De regreso al campamento, no dijimos ni una sola palabra. Fuimos los primeros en llegar. Era temprano aún y nos permitieron descansar. Yo me encontraba sentado al pie de un árbol frondoso, cuando de repente aparecieron Charlie y Víctor.
- Ahora sabemos el porqué de nuestro desenfreno amoroso - Me dijo Charlie.
- Sí y no lo vas a creer - Añadió Víctor. Preocupado, pedí que me contaran.
- ¿Recuerdas esos pescados que nos comimos? - Preguntó Charlie y continuó - Pues verás, he escuchado al sargento hablar con el personal médico sobre ese lago. Resulta que sus aguas son potenciadoras de lo afrodisíaco. Las comunidades locales usan sus aguas para ritos de fertilidad y deseo, donde pusieron a la crianza arenques, peces que también llevan su popularidad afrodisiaca. El rito consiste en bañarse con las aguas del lago y luego comer de sus peces para potenciar la fertilidad y el deseo sexual. En los hombres es más obvio. Sirve como viagra - Explicó. Nos quedamos mirando el uno al otro por un rato.
- Ahora entiendo por qué pensé que se trataba de un sueño - Dije preocupado.
- Pero ¿Por qué nos gustó a mí y a Víctor? - Preguntó preocupado Charlie.
- Es más, yo lo repetiría - Aclaró Víctor con una carcajada.
- Yo también lo disfruté, pero no soy gay - Indiqué seguro. Ellos, al mismo tiempo, dijeron que tampoco lo eran.
Los días pasaron mientras aumentaban en mí un sentimiento de culpa. Pensaba en Clarita y en su desaprobación ante lamentable suceso. Con ello también crecía mi interés en los hombres. Charlie me explicó que eso se debe a que no teníamos mujeres cerca, que no preocupara, que pronto se pasará. Ellos también estaban confundidos. Nuestros encuentros eran cada vez más incómodos, pero al mismo tiempo, nos extrañamos el uno al otro cada vez que nos separaban. Cuando nos volvimos a ver, nos recibimos con abrazos que se tornaban densos. Siempre nos sentamos los tres juntos, ya sea en la mesa o en una reunión informal de soldados. Víctor rozaba con sus dedos los míos, así mismo lo hacía Charlie y de vez en cuando yo también lo hacía. Entre miradas y sonrisas, empezamos a sentir algo más que amistad.
Un día, nos llegó la noticia de que seríamos separados a distintos destacamentos del país. Eso me heló la sangre. De alguna manera sentía algo fuerte por esos dos colegas. Sin demora, nos reunimos bajo la oscuridad de la noche en un rincón oculto del destacamento. Corríamos el riesgo de ser castigados, pues estuvimos violando la regla de no salir del dormitorio.
- No quiero irme. separarme de ustedes será doloroso - Dijo Charlie mientras nos abrazaba con cariño.
- Yo tampoco, pero debemos obedecer. Es nuestro deber - Expliqué sereno. Víctor se quedó callado, lo único que podía decir, lo podía decir con sus manos. Nos abrazó fuertemente y comenzó a besarnos. Sin embargo…
- Siento algo grande por ustedes ¿Eso me hace gay? - Preguntó Víctor.
- No, eso nos hace amar - Respondí triste.
Al día siguiente nos formaron para dar las indicaciones y las respectivas instrucciones. Cada soldado era nombrado seguido de la ciudad de destino próximo. Yo estaba adolorido, porque la noche anterior, Charlie y Víctor me penetraron. Vivimos una escena de sexo muy candente. Estaba feliz, porque nos prometimos no perder el contacto. Charlie fue enviado a la frontera sur del país. Victor pasaría a la zona del mar y yo me quedaría en la zona norte, cerca de la laguna donde esa aventura tomó forma de pasión.
Han pasado muchos años desde esa vez. Mi sueño de las aves surcando el cielo ya desapareció. Ahora mi visión onírica es representada por agua de una laguna mágica que no deseo abandonar.
Hoy en día soy coronel respetado de las fuerzas armadas de mi país. Como prometí, me casé con Clarita y me la llevé a vivir conmigo. Nuestros padres no quisieron dejar sus tierras. De vez en cuando vamos a visitarlos con un camión lleno de víveres. En cuanto a mis colegas: Víctor salió de la militarizada para encargarse del negocio de su familia. No está casado, pero tiene un hijo con su entonces novia Lucy. Por su parte, Charlie se casó con otra mujer y ya cuenta con tres hijos. Él sí se quedó en el cuartel. Ahora es teniente del destacamento donde comenzamos nuestras conscripción.
Nunca perdimos el contacto ni mucho menos el contacto físico. Cuando nos reunimos, el desenfreno sexual hace gala de las ganas guardadas por mucho tiempo. Somos muy unidos. Conocemos a nuestras familias. Algunas veces visitamos la laguna para revivir esos tiempos de locura reservada. Y yo me pregunto ¿Por qué hemos de vivir a escondidas si lo que sentimos es más fuerte que nuestras vidas falsas? Pero agacho la cabeza cada vez que mis hijos me miran a los ojos y me dicen “te quiero papá”.
Desde niño, muchas veces me despertaba de un sueño casi mágico, donde las aves, de muchos colores, surcaban los cielos elegantes en danzas idílicas que no puedo describir con palabras. Esos sueños empezaron a engendrar en mí la esperanza de que un día, yo sacaría a mi familia de la pobreza.
Vivíamos en los terrenos de una zona rural a unos 95 kilómetros de la capital. Lo más cercano a la civilización era un complejo turístico para gente millonaria al otro lado de la montaña que, por supuesto, nunca me atreví a visitar, solo a mirar desde lejos.
Mis padres trabajaban de sol a sol en el campo para hacer posible una alimentación digna en el hogar. Yo y mis dos hermanos, aún pequeños, aguardábamos la caída del sol para ver regresar a papá y a mamá del trabajo. Con el tiempo, pudieron inscribirme en una escuelita que se encontraba al borde de la carretera. La caminata duraba unos 45 minutos desde mi casa. Y así, el tiempo pasó. Culminé la secundaría en el mismo plantel gracias a un programa de estudios para gente de la zona rural.
Cumplí 18 años justo en el momento de mi graduación. La fiesta no se hizo esperar. Mis padres invitaron a toda la gente de la comunidad, donde obviamente asistirá mi novia Clarita, una muchacha menor a mi por un año que se ganó el cariño de mi familia por mérito propio. Hasta teníamos fecha para nuestra boda.
- ¿Seguro que quieres hacer esto? - Preguntó preocupada Clarita.
- Ya hablamos de esto mi amor. Cuando tenga un buen rango y gane suficiente dinero vendré a llevarte conmigo a la ciudad, tu familia y la mía incluida - Respondí seguro. Clarita me abrazó llorando y aseguró guardar este amor hasta que yo regrese por ella.
La fiesta siguió su camino como estaba planeado. Comimos, bailamos y bebimos licor hasta que nadie podía permanecer en pie. Aún así, la decisión estaba tomada. En dos días partiría a la ciudad en busca de mi futuro, yo me convertiría en soldado de las fuerzas armadas.
La madrugada helaba los huesos. Los primeros pájaros del día salían de sus nidos para orquestar su canción matutina. El viento entre las hojas resoplaba con fuerza, haciendo que las ramas de los árboles acariciaran el tejado de mi casa. Miré triste esos campos de pastizales donde come el ganado; esos bosques casi mágicos por donde pasa el río en el que solíamos pescar. Ése era mi mundo y no conocía ningún otro. Mi padre me abrazó y colocó en el bolsillo de mi abrigo un sobre con dinero. Mi madre me besó la frente, lloraba de orgullo y de tristeza. Mis hermanos se lanzaron hacia mí para apretarme con fuerza y desearme buena suerte. Clarita no aparecía. No podía esperar más. Era el momento de partir.
Llegué a la carretera cuando los primeros rayos del sol empezaban a bañar la tierra, era la hora correcta. El bus se estacionó en la parada que corresponde. El chofer dio las indicaciones.
- Tenemos media hora antes de partir, mientras tanto pueden ir a comer algo - Dijo el regordete conductor, que tomó su propio consejo sin perder el tiempo. Supuse que sería suficiente en caso de que Clarita llegue a despedirse; más el tiempo concluyó y todos los pasajeros subieron al bus. Miré hacia atrás antes de subir, pero nadie venía. Devastado, me senté sobre el asiento.
- ¡Espere! ¡Detenga el bus por favor! - Gritó. Era Clarita que corría desesperada para despedirse de mí. Subió deprisa, me besó, me abrazó y me deseó la mejor de las suertes.
Así fue como inicié mi nueva vida en la ciudad. A la que me fue difícil adaptarme. Pero sin perder tiempo, me alisté en el ejército. Ya no necesitaría dónde quedarme o qué comer, en el destacamento dan todo eso.
El entrenamiento consumía todas las horas del día. El poco tiempo que me quedaba lo usaba para jugar con naipes o para ver la foto de Clarita que ella misma me regaló cuando se despidió de mí en el bus. Apenas habían pasado tres meses desde mi partida.
El sargento Campos nos llevó a un entrenamiento especial a los límites del país, en plena selva. Se trataba de supervivencia, donde nos dejarían separados de a tres a distancias muy largas entre cada grupo. De ahí en adelante estaríamos solos y buscaríamos el camino de regreso al campamento principal con un tiempo límite de tres días, luego de eso, si no cumplíamos el objetivo, nos castigaría al puro estilo del cuartel militar. Cada grupo se separó en una caminata de dos días. Nos fue permitido llevar lo esencial: botiquín de primeros auxilios, agua y comida para un día. También palos, estacas y lona para crear una tienda.
No tuve problemas con la prueba, ese era mi elemento, pero mis compañeros estaban asustados. Una que otra vez nos cruzamos en el camino de alguna bestia depredadora. Ellos entraban en pánico seguramente porque eran citadinos. Les enseñé a controlar sus nervios y a pensar con cabeza fría. Esas bestias sienten el miedo y lo mejor era evitarlas.
Un día había pasado y la comida se agotaba. Victor y Charlie bromeaban sobre leyendas de terror que ocurrían en los alrededores de esa selva. Yo por supuesto, me creía esas historias. Caminamos unos dos kilómetros al sur - este con la compañía de esas historias, de repente, encontramos una laguna escondida con un diámetros de unos cien metros. El agua era cristalina, seguramente limpia. Charlie no esperó para quitarse la ropa y quedar completamente desnudo. De un salto comenzó a nadar. Nos invitó a hacer lo mismo. Víctor se apresuró a quitarse la ropa para seguir los pasos de su colega, yo mientras tanto me tomé mi tiempo. Ellos eran dos sujetos atractivos, con cuerpos deseables, cosa que no me interesaba en lo absoluto. Mientras yo nadaba, ellos jugaban lucha cuerpo a cuerpo. Para mí era algo inocente. Sus manos tocaban agresivas sus cuerpos en tono de lucha. El vencido era sometido, pero se levantaba con fuerza para tomar la ventaja del otro y así, sus penes se rozaban entre ellos. Me recosté sobre una roca para recordar a Clarita. Su linda sonrisa me animaba cada día para seguir adelante, de pronto, Víctor me tomó de los brazos y Charlie de las piernas para lanzarme sin consideración a la laguna. Sus carcajadas se escuchaban incluso bajo el agua. Juré que me las pagarían, así que empecé a forcejear con ellos. Eran dos contra mí, la lucha era dispareja, pero para ellos. Sin esfuerzo sometí a los dos. Boca abajo colocados por mis brazos, estaban en una posición muy sugerente. Sus nalgas preparadas para lo que sea me provocaron una erección modesta. Rápidamente los solté para lanzarme a la laguna y no se dieran cuenta, pero en el proceso, rocé mi miembro sin querer sobre la espalda de Charlie. Entre juegos y risas, llegó la noche. Acampamos a la orilla de la laguna.
Recorrimos los alrededores para recoger leña y hacer una fogata. La laguna nos proporcionó unos peces gordos y deliciosos que serían cocinados en la hoguera. La noche llegó y con ella los sonidos de los insectos y los búhos. Al abrigo del fuego, platicamos sobre nuestras novias. Victor habló de Lucy, Charlie recordó a Ximena y yo por supuesto hablé de Clarita. Comimos pescado asado y nos metimos a la tienda para dormir. Les dije que descansaran bien, pues mañana debíamos llegar al campamento antes de la hora límite.
No podía dormir. Pensaba confundido en mis sentimientos sexuales hacia mis compañeros - ¿Por qué? - Me preguntaba. Tal vez porque era virgen o solo sería un sentimiento primitivo que todo el mundo tiene al no tener a la mano lo que realmente quiere. Mis ojos se volvían pesados, estaba a punto de dormirme cuando escuché un sonido de garganta atragantarse y unos gemidos de placer. Me di la vuelta y vi cómo Víctor mamaba la verga de Charlie. Me asusté muchísimo e intenté hacerme el dormido. Cerré mis ojos con fuerza, pero mis oídos no podían ignorar lo que se estaba llevando a cabo. Lentamente metí la mano en mi pantalón para masajear el tronco de mi lechosa salchicha. Víctor se percató de eso, retiró el botón de mi pantalón, luego bajó la cremallera para dejar al aire libre la ropa interior donde un gran bulto erecto palpitaba de deseo. Acercó su nariz para dar una gran olfateada y enseguida liberar mi deseo en su boca. Su lengua rozó todo el tronco, de arriba a abajo y viceversa. Charlie me colocó en medio de los dos para unirse a las mamadas junto con Victor. Los dos jugueteaban con mi falo mientras entrelazaban sus lenguas. Victor bajó hasta mis testículos para lamerlos con cuidado y chuparlos con ganas. Charlie se arrodilló y puso su gordo pene sobre mi boca. La abrí dejando que el invitado entre. La metía y la sacaba cuidando que mis dientes no le hiciera daño. Su bolsa de esperma estaba pesada. Chocaba contra mi rostro cada vez que se meneaba. Víctor se animó a hacer lo mismo y en una sentada colocó su verga junto a la del Charlie. Ambos mástiles chocaban entre sí, como si dos espadas sacaran chispas por el contacto. Los dos de rodillas se besaron haciendo que sus lenguas bailen un ritmo erótico.
Los tres degustamos uno del otro las suculentas vergas. Víctor se colocó encima mío, se lamió la mano y se la pasó por el ano, luego, poco a poco, comenzó a meter mi animal dentro de él, no obstante, la verga de Charlie seguía aprovechándose de mi boca. Fue una sensación deliciosamente indescriptible que me hizo quejarme de placer. Victor aumentó la velocidad y fuerza de los embates que provocaron ceder al prepucio. Ya no era virgen. Charlie se excitó demasiado que se sentó sobre el miembro de Victor y empezó a moverse con fuerza mientras se masturbaba. Un torrente de semen salió del pene de Charlie que empapó mi rostro. Se sacó el miembro de Victor y comenzó a masturbarle. Víctor también descargó una gran cantidad de jugos seminales que bañaron mi tórax. Charlie pasó su lengua en esa zona y luego sobre mi rostro para después besarme locamente mientras esos fluidos se mezclaban. No soporté más y me vine dentro de Victor. Su ano dejaba caer hileras de semen sobre mi vello púbico. Los tres nos besamos.
Me desperté exaltado. Los primeros rayos del sol daban luz a esa zona verde. Estaba completamente vestido y mojado en la zona íntima. Preocupado, caí en cuenta de que todo era un sueño. Sin embargo, Víctor y Charlie estaban teniendo sexo de la forma más silenciosa posible. Me levanté sin hacer caso y salí de la tienda asustado. Ellos siguieron en lo suyo.
Estaba confundido, muy confundido. Aquello fue tan vívido que incluso me gustó. Para comprobar si fue o no real, me revisé el pene en busca de pruebas. La evidencia era irrefutable, mi pene ya no era virgen - ¿Pero cómo? - Me pregunté. Bajé la telita para mirar mejor y me dolió un poco. Me lavé con agua de la laguna para bajar el ardor. Regresé a la tienda, donde Víctor y Charlie seguían haciendo el amor. Yo miré desde la entrada cómo Charlie metía su vara en el ano de Víctor. Ambos gemían por su encanto sexual. Victor encima de Charlie. No perdí el tiempo en sacar mi miembro del pantalón y empezar a masturbarme viendo esa escena. Justo antes de acabar, me acerqué al coito y derramé mis jugos que caían hasta el tronco de Charlie. Los dos terminaron al mismo tiempo. Agitados, se abrazaron y me permitieron unirme.
De regreso al campamento, no dijimos ni una sola palabra. Fuimos los primeros en llegar. Era temprano aún y nos permitieron descansar. Yo me encontraba sentado al pie de un árbol frondoso, cuando de repente aparecieron Charlie y Víctor.
- Ahora sabemos el porqué de nuestro desenfreno amoroso - Me dijo Charlie.
- Sí y no lo vas a creer - Añadió Víctor. Preocupado, pedí que me contaran.
- ¿Recuerdas esos pescados que nos comimos? - Preguntó Charlie y continuó - Pues verás, he escuchado al sargento hablar con el personal médico sobre ese lago. Resulta que sus aguas son potenciadoras de lo afrodisíaco. Las comunidades locales usan sus aguas para ritos de fertilidad y deseo, donde pusieron a la crianza arenques, peces que también llevan su popularidad afrodisiaca. El rito consiste en bañarse con las aguas del lago y luego comer de sus peces para potenciar la fertilidad y el deseo sexual. En los hombres es más obvio. Sirve como viagra - Explicó. Nos quedamos mirando el uno al otro por un rato.
- Ahora entiendo por qué pensé que se trataba de un sueño - Dije preocupado.
- Pero ¿Por qué nos gustó a mí y a Víctor? - Preguntó preocupado Charlie.
- Es más, yo lo repetiría - Aclaró Víctor con una carcajada.
- Yo también lo disfruté, pero no soy gay - Indiqué seguro. Ellos, al mismo tiempo, dijeron que tampoco lo eran.
Los días pasaron mientras aumentaban en mí un sentimiento de culpa. Pensaba en Clarita y en su desaprobación ante lamentable suceso. Con ello también crecía mi interés en los hombres. Charlie me explicó que eso se debe a que no teníamos mujeres cerca, que no preocupara, que pronto se pasará. Ellos también estaban confundidos. Nuestros encuentros eran cada vez más incómodos, pero al mismo tiempo, nos extrañamos el uno al otro cada vez que nos separaban. Cuando nos volvimos a ver, nos recibimos con abrazos que se tornaban densos. Siempre nos sentamos los tres juntos, ya sea en la mesa o en una reunión informal de soldados. Víctor rozaba con sus dedos los míos, así mismo lo hacía Charlie y de vez en cuando yo también lo hacía. Entre miradas y sonrisas, empezamos a sentir algo más que amistad.
Un día, nos llegó la noticia de que seríamos separados a distintos destacamentos del país. Eso me heló la sangre. De alguna manera sentía algo fuerte por esos dos colegas. Sin demora, nos reunimos bajo la oscuridad de la noche en un rincón oculto del destacamento. Corríamos el riesgo de ser castigados, pues estuvimos violando la regla de no salir del dormitorio.
- No quiero irme. separarme de ustedes será doloroso - Dijo Charlie mientras nos abrazaba con cariño.
- Yo tampoco, pero debemos obedecer. Es nuestro deber - Expliqué sereno. Víctor se quedó callado, lo único que podía decir, lo podía decir con sus manos. Nos abrazó fuertemente y comenzó a besarnos. Sin embargo…
- Siento algo grande por ustedes ¿Eso me hace gay? - Preguntó Víctor.
- No, eso nos hace amar - Respondí triste.
Al día siguiente nos formaron para dar las indicaciones y las respectivas instrucciones. Cada soldado era nombrado seguido de la ciudad de destino próximo. Yo estaba adolorido, porque la noche anterior, Charlie y Víctor me penetraron. Vivimos una escena de sexo muy candente. Estaba feliz, porque nos prometimos no perder el contacto. Charlie fue enviado a la frontera sur del país. Victor pasaría a la zona del mar y yo me quedaría en la zona norte, cerca de la laguna donde esa aventura tomó forma de pasión.
Han pasado muchos años desde esa vez. Mi sueño de las aves surcando el cielo ya desapareció. Ahora mi visión onírica es representada por agua de una laguna mágica que no deseo abandonar.
Hoy en día soy coronel respetado de las fuerzas armadas de mi país. Como prometí, me casé con Clarita y me la llevé a vivir conmigo. Nuestros padres no quisieron dejar sus tierras. De vez en cuando vamos a visitarlos con un camión lleno de víveres. En cuanto a mis colegas: Víctor salió de la militarizada para encargarse del negocio de su familia. No está casado, pero tiene un hijo con su entonces novia Lucy. Por su parte, Charlie se casó con otra mujer y ya cuenta con tres hijos. Él sí se quedó en el cuartel. Ahora es teniente del destacamento donde comenzamos nuestras conscripción.
Nunca perdimos el contacto ni mucho menos el contacto físico. Cuando nos reunimos, el desenfreno sexual hace gala de las ganas guardadas por mucho tiempo. Somos muy unidos. Conocemos a nuestras familias. Algunas veces visitamos la laguna para revivir esos tiempos de locura reservada. Y yo me pregunto ¿Por qué hemos de vivir a escondidas si lo que sentimos es más fuerte que nuestras vidas falsas? Pero agacho la cabeza cada vez que mis hijos me miran a los ojos y me dicen “te quiero papá”.
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