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santa

Suenan las campanadas de las 7 de la tarde. La catedral se erige imponente en plena Avenida Argentina. Los creyentes van entrando. Rostros arrugados. Las mismas caras de siempre. Excepto ellos dos.
La deja su novio, en la puerta. Macho celoso, la lleva a todas partes. La creé de su propiedad. Su muñeca linda que hay que cuidar. Lo pone orgulloso que ella sea tan religiosa. Tan decente. Tan casta. 
La desea mucho. Pero quiere tenerla pura en su noche de bodas, dentro de 8 semanas. La quiere virginal. A ella. Su perfecta muñequita. Cuando ella entra, él se va para el auto, en el camino se cruza a Doña Ester, y al nieto de esta. Nunca recuerda su nombre. Le parece insignificante ese tipo. Siempre de acompañante de esa vieja, amiga de sus padres.
Doña Ester se sienta en el cuarto banco de la derecha. Es medio sorda la vieja. Pero desde ahí escucha la misa claramente.
Su nieto, la deja, y se va al fondo. Es ateo. Y es una gran ironía que pierda tres tardes por semana, dentro de ese montón de piedras vacío de dioses. 
La Muñeca se sienta al fondo. Va más que nada para estar sola con sus pensamientos. Harta del control de su novio. Del control de su familia que la presiona para que lo mantenga contento. Por suerte él quiere que llegue pura a su Boda. Y no tiene que pasar por su cama. Tan sólo y de vez en cuando, darle una chupada. Porqué es culpa de ella ser tan hermosa que él no pueda resistir calentarse. 
Esta tarde cuando se sienta, en el mismo banco está él. Ya lo ha visto otras veces. Ha notado cómo la mira. Le da curiosidad. 
Por su parte él se pregunta que hace ella con semejante infeliz. Él lo ha visto de madrugada rondando las paradas de las travestis. La guita da impunidad y poder, pero no da inteligencia. Y el boludo ese, es la prueba cabal. Dentro de esas paredes sacras él, está pecando, está deseando a la mujer de su prójimo.
Comienza la misa. Saca a Nietzche de la mochila. Abre el libro: "Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal"
Ella lo observa con disimulo. Quisiera poder hacer eso. Cagarse en todo. Pero no puede. Se para. Canta las canciones. Escucha las voces elevándose. Todos parecen felices. Ella no lo es. Sale disparada a los baños. No aguanta el caretaje. Tiene ganas de llorar. De gritar. De mandar a la mierda a su familia. Y a su novio. Llora. Se desahoga. 
Él la ve salir corriendo. Y sin saber porqué, la sigue. Espectador de su crisis. Entra al baño. Cuando ella lo ve, él ya está a su lado. Le tiende un pañuelo blanco. No habla. Ella trata de recomponerse. Pero es más fuerte la angustia. Y él que es un pelotudo sensible, hace lo único que sabe: la abraza. La acuna contra su pecho. Buen samaritano, la sostiene en la tristeza de su llanto ahogado. Ella se agarra a él. Se apoya en ese pecho delgado. Huele su olor. Pasan los minutos y se va calmando. Siente en los espalda las caricias castas de él. Y sin saber bien por qué, levanta su rostro y sin pensarlo, lo besa. Tímidamente. Roza sus labios con los de él. Con los ojos abiertos ve su reacción. Él toma su rostro y ahora controla el beso. Suave, tantea esa boca carnosa que se le ofrece. En el cerebro le explotan fuegos artificiales. Humedece con la punta de su lengua esa boca. Ahonda el beso. Sus labios se separan y las lenguas se chocan. Se escuchan pasos. Se encierran en un box. El baja la tapa del sanitario. Y se sienta. Con ella sobre él. No pueden parar ese beso. Si Satanás está en alguna parte, es ahí. Incitando la lujuria. Se comen. Se besan con gula. Él chupa la lengua roja de ella. Y sus manos dejan de estar quietas.
Recorre su espalda.
Sus nalgas. Sus piernas abiertas sobre él. Investiga sus pechos. Ella muerde su boca. Se aferra a su nuca. Y sólo lo suelta para desprender su camisa clara. Para subir su corpiño sobre sus pechos y ofrendarselos a él. Sus pezones oscuros. Duros. Absolutamente soberbios, en la calentura que la ha poseído. Él abandona su boca y va marcando con sus labios el camino al paraíso de esos pechos que llenan sus manos. Los chupa. Pasa la lengua por la piel arrugada y contraida de los pezones. La escucha gemir. Muerde levemente esa piel tan sensible. Y acto seguido abre su boca lo más que puede intentando llenarla con la carne de ella.
Está excitado. Su bóxer y su jean ya le incomodan. Siente sobre su pija el calor que brota de ella. Siente el vaivén involuntario de las caderas de ella. La sigue lamiendo. Besando. Mordiendo. No piensa. Su mano derecha se posa sobre la entrepierna de ella. Apoya la costura del jean sobre la línea de su sexo. Y frota. Y en sus oídos retumba el gemido de ella. Tan hermosa, tan ardiente. Ella se para y le desabrocha el pantalón. Quiere darle lo que mejor le sale. Cuando está por arrodillarse, él la para. Así no. Le desprende el pantalón. Ve su bombacha blanca. Ve que está manchada con su excitación.
Se la baja. Y se enamora de ese pubis. Se enamora de esos otros labios que brillan seductores, de ese aroma a hembra que tiene en su vientre toda la guerra y toda la paz. Ahora es él quien la huele. Quien pasa su lengua por esos jugos, recolectandolos. La chupa. Sus manos aprietan sus nalgas. Y ella por primera vez siente fuego. Muerde sus labios. Para no gritar. Aprieta la cabeza de él contra su carne. Sobre ese lugar que le está detonando todo el cuerpo. Siente que de su sexo sale una llamarada que la cubre. Siente ganas de gritar. De reírse y de llorar. Su primera acabada. El orgasmo que su novio durante tres años le ha negado.
Él ahora la penetra con dos dedos. Ella está tan mojada. Que no aguanta y se los da a probar. La Muñeca aprieta sus pechos, y sin apartar la mirada, los lame. Se agacha y lo besa, compartiendo su sabor. Y de rodillas un instante después, tiene entre sus manos el sexo de él. Mucho más grande. Venoso. Y terriblemente duro. Lo recorre con la punta de la lengua. Virginal puta, lo chupa cómo si no hubiese mañana. Él está fascinado. Esa boca lo engulle. Ella mezcla en su glande su saliva con el semen que comienza a brotar. Cierra los ojos. Su cara de placer es una postal que guardará en su memoria por siempre. Él no quiere acabar. Y ella quiere que él la penetre. Él no quiere que sea en ese baño. Y ella sabe que en otro lugar no podrá ser. Se da la vuelta, y se inclina hacia adelante. Ante él queda ese culo que ha deseado durante meses. No puede no poseerla. Tiene qué. Tomándola de las caderas ubica su glande contra la vulva de ella y la clava. Dios. Está que arde. Esta mojada. Apretada. Cerrada. Virgen. Sabe que le dolió. La rodea con su brazo, y acaricia su clítoris. Ella empieza a gozar al compás de esos roces experimentados. Y sus caderas se chocan. Quien carajos quiere llegar al cielo si esto es el infierno?
Adentro y afuera. Se mezclan la sangre y la excitación de ella. Están calientes ambos. Sin retorno. Él la coje cada vez más rápido. Y en ella crece la potencia de un nuevo orgasmo. Se frota ahora a si misma. Dueña por fin del poder de su vulva. Se frota con furia. Buscando sentir. Y lo logra. Se aprieta contra él. Se contrae su vagina. Y Chau. Él no aguanta más. Y acaba. La llena de semen. La bautiza con su semilla. Creando en su útero un íntimo Big Bang.
Pasan los minutos. 
Agitados. Respirando con dificultad, se separan. Entre las piernas de ella caen los hilos de sus orgasmos. Se besan. El acaricia esos labios. Esa boca. Es tan dulce la Muñeca...
La ayuda a limpiarse. A bajarle el corpiño, prender los botones de su camisa. Ella lo besa.
Se asoman y salen del baño. Él la abraza. Y se va. Ella mira su rostro en el espejo. Así que esto es el sexo? Se siente plena. Llena. Puta y Santa por primera vez.
Sale del baño. Se sienta en la misma banca. El cura está rezando por las almas perdidas.
Ninguno de los dos reza.
Sólo se miran. 
Ya comulgaron sus faltas. Fueron carne y sangre el uno para el otro. 
Dentro de dos días, en el mismo baño, dos pecadores van a volver a pecar. Les quedó claro que al cielo no van a llegar.


autor:EscritosDeSexo 

4 comentarios - santa

maxinase +1
EXCELENTE RELATO!!!!!!!!!!!!!!!!
+10
Elpndjomacho
muy bueno!! excelente...+10 aunque mereces más @julietanay