Relato propio - Collage de hechos y fantasías
Llovía. Estábamos bebiendo y repasando cada compañero del último curso del secundario. Nos reíamos de aquellos cuyo destino terminó resultando completamente diferente al que en ese entonces hubiéramos pensado y nos lamentábamos por aquellos que habían tenido una muerte temprana.
El principio de la noche fue, por decirlo de alguna manera, un poco incómodo. Hacía casi 8 años que nos habíamos visto por última vez, el día de graduación, y desde entonces no habíamos siquiera hablado por teléfono. Nos encontramos de casualidad en un parque de la ciudad. Eran aproximadamente las 5 de la tarde y ambos estábamos haciendo ejercicio físico, yo corría y él caminaba. Nos saludamos y hablamos un poco de lo que había sido nuestra vida durante el tiempo en el que no habíamos tenido contacto. Él se había mudado con su novia a la ciudad hacía unas pocas semanas por lo que no conocía mucha gente fuera de su trabajo, a nadie en realidad, y era una buena oportunidad para reanudar nuestra amistad. Luego de charlar un poco sobre nada en particular, intercambiamos teléfonos y acordamos encontrarnos en un bar esa misma noche para ponernos al corriente.
Cerca de las 9 de la noche comenzó a llover estrepitosamente. La posibilidad de que el encuentro se cancele me generó una especie de alivio. La verdad, no estaba muy entusiasmado con la reunión. Solamente había aceptado por cortesía, aunque la verdad no tenía nada que hacer. Pensé en escribirle un mensaje al celular, sin embargo el se adelantó y me llamó. Me dijo, naturalmente, que el clima estaba horrible para salir, que realmente lamentaba que la noche se hubiera arruinado porque estaba muy entusiasmado con la idea de verme nuevamente. Que en último caso, si yo aceptaba, podíamos reunirnos en su departamento, que no era lo mismo pero por lo menos evitaba que pase otra noche solo sin nada que hacer, ya que su novia estaba visitando a su familia en el sur del país. Esto último me hizo sentir realmente mal, y sabía que si rechazaba esta segunda invitación la culpa me iba a perseguir, por lo menos, hasta que efectivamente nos hubiéramos reunido. Concluimos finalmente reunirnos en su departamento que por suerte no quedaba muy lejos del que yo ocupaba.
Ni bien llegue a su departamento comenzamos a tomar whisky y a fumar. A medida que la noche avanzaba el whisky iba haciendo efecto y nos sentíamos más cómodos. Comenzamos a hacernos contarnos confidencias y a hacernos chistes como si nunca nos hubiéramos dejado de ver. Los chistes, como es natural cuando las personas que los hacen están curdas, comenzaron a subirse de tono, sin embargo no era incómodo, nos descostillábamos de la risa.
No recuerdo bien cuál fue la razón, pero en un momento salió desde la habitación vistiendo un corpiño que pertenecía a su novia arriba de su remera y haciéndose el mono. Al principio me causó risa por lo absurdo, sin embargo un instante después dejó de parecerme gracioso justamente por lo mismo, aunque seguí riéndome para seguirle el juego, a él le causaba mucha risa. Al rato se lo quitó y la noche siguió normalmente. Escuchábamos música, tomábamos whisky y fumábamos.
Ya cansados de hablar comenzamos un juego que solíamos jugar de adolecentes. Se juega con cartas españolas. Las reglas son largas de explicar, lo importante es que según la carta que salía tomaba uno, tomaba el otro o ambos, o bien te tocaba hacer alguna prenda. Vamos, era una excusa para tomar. Pasaron varias cartas en las que solo tomábamos. La primera carta de prenda fue para él. Yo debía elegirla. Decidí que tenía apagarse un cigarrillo en la mano, lo cual era una prenda común en el pasado. El juego siguió. La prenda siguiente fue para mí. Me la jugó bien. Decidió que tenía que sacarme la remera y durante lo que quedaba del juego debía llevar puesto el corpiño de su novia. Me pareció divertido y no dudé en hacerlo.
Jugamos un rato más y luego paramos para salir al balcón a tomar un poco de aire. Yo todavía con el corpiño ya que el juego no había terminado. Nos reíamos mucho de eso e inventábamos distintas excusas graciosas por si, en un hipotético escenario, llegaba a entrar por la puerta su novia y me veía con su ropa. Después de un rato me dijo que volviéramos adentro, ya que quedaban muchas cartas en el mazo y mucha ropa de su novia para que me ponga. Naturalmente lo interpreté como un chiste y no le di mucha importancia.
Las cartas no me favorecían para nada. Si bien los dos tomábamos más o menos al mismo ritmo, las prendas me estaban tocando siempre a mí. Al principio eran bastante inocentes, como salir a la calle y caminar hasta la esquina con el corpiño, o dar una vuelta por todo el edificio en calzoncillos. Sin embargo, como era natural en él, ya pasadas algunas prendas empezó a subir considerablemente la dificultad, y me ordenó que vaya a pedirle azúcar a un vecino, cuando ya eran casi las 3 de la mañana, y lo peor, desnudo. Obviamente me negué, y él se enojó. Según él las reglas eran claras y no había límites, además era divertido y de última las consecuencias las pagaba él por ser su edificio. Igualmente me negué, y le dije que seguía jugando solo si cambiaba la prenda.
Pensó un rato, tenía que ser una prenda que sea igual de absurda, y en lo posible humillante. Finalmente encontró una que le parecía adecuada. Ya tenía puesto el corpiño por lo que tenía que completar mi disfraz de su novia con una tanga y unas medias, y vestirlas hasta que termine el juego junto al corpiño. Me la había jugado bien de nuevo. Al principio dudé mucho, me parecía bastante humillante. Pero al rato empezó a parecerme divertido, estábamos borrachos y la verdad dejó de parecer la gran cosa. Así que fuimos a la habitación que compartía con su novia y eligió una tanga que hacía juego con el corpiño y unas medias, todo negro. Salió de la habitación y comencé a desvestirme.
Arriba de la cómoda vi una foto de su novia, era realmente hermosa. Me llamó la atención que no haya fotos de ella en otra parte del departamento. Primero me puse la tanga, la sensación fue rara, nunca había llevado puesta una. Aunque me quedaba un poco incomoda, mi pito quedaba apretado en el frente, era de alguna manera excitante. Luego me puse las medias. Ya con todo el vestuario puesto me miré en el espejo. La verdad que no me quedaba tan mal, el talle parecía ser el mío. Por un momento me imaginé siendo la novia de mi amigo, vestida así, lista para coger. Eso activo algo en mí, fue muy raro, me puse muy caliente y mi pito comenzó a pararse. Lo que me calentaba no era tener relaciones con mi amigo sino ser la chica, verme sexy. No podía salir así de la habitación, así que traté de pensar en otra cosa y esperar a que la erección se fuera. Tardó un rato en volver a la normalidad y mi amigo quiso entrar para ver por qué tardaba tanto. No lo dejé entrar diciendo, a modo de chiste, que no podía ver a la novia antes de la noche de bodas. Tomé coraje y salí de la habitación. La reacción de él no fue la que yo esperaba. Pensaba que se iba a destornillar de la risa, sin embargo quedó sorprendido, aunque forzó un poco la risa porque era lo que se suponía debía hacer. Sentí mucha vergüenza porque no decía nada, así que le pregunté riéndome sin ganas que pensaba. Me dijo que era toda una mujer y que la ropa me quedaba mejor que a su novia. Eso disparó de nuevo la sensación que había sentido antes en la habitación y tuve una erección casi instantánea, nunca me había calentado de esa manera. Traté de no hacer mucho escándalo y buscar la manera de taparme, pero obviamente mi amigo la vio ya que me encontraba parado frente a él. Me hizo un chiste inocente como para romper la tensión, me dijo que tenía que quedarme así hasta terminar el juego, esa era la prenda, y se paró para ir al baño. Ahí vi que el también estaba excitado. Eso me hizo sentir un poco mejor. Aunque también aumento mi excitación. Realmente había hecho que se caliente, y solo por estar parado frente a él en ropa interior, de mujer claro.
Me senté en el sillón tapándome la erección con mi remera. No podía apagar mi cerebro. En ese momento me sentía la novia de mi amigo, me encantaba la sensación que me provocaba ese pensamiento, no podía evitarlo. Ser una mujer, una mujer sexy, que calienta a un hombre solo por estar parada frente a él. No sabía qué hacer. No sabía cómo iba a continuar el juego así.
Al rato salió mi amigo del baño. Antes de salir tiró la cadena del inodoro aunque no se escucho que haya orinado. Lo noté decidido a hacer algo, pero no sabía qué. Se sentó a mi lado, sacó la remera que me tapaba y comenzó a acariciar mi pito mientras acercaba su boca a la mía. No pude ni pensarlo, estaba demasiado caliente y aunque trataba de negarme algo dentro de mí realmente quería que eso suceda. Cuando comenzó a besarme me sentí completamente perdido. Sabía que no había nada que hacer más. La calentura era tal que le pedí que no me toque más el pito porque creía que iba a eyacular. En ese momento nos paramos. Me dio otro beso mientras me acariciaba y apretaba el culo. Aunque no lo creía posible, mi excitación continuaba aumentando más y más. Luego de un rato comenzó a besarme intensamente el cuello y tuve el impulso de acariciar su pija. Era su novia.
Comenzó a bajar con su lengua por mi pecho, con sus manos desabrochó el corpiño, me lo quitó y de repente comenzó a lamerme el pezón derecho. No me lo esperaba, ni la sensación que sentí. No fue algo molesto, incluso doloroso por lo sensible como hubiera imaginado. Se sintió verdaderamente bien. El primer contacto con su lengua hizo que mi espalda se irguiera, como si estuviera sacando cola. Uf! Realmente me había transformado, ahora era una mujer. Me gustaba todo eso. Me gustaba todo lo que estaba pasando. Y no sabía todavía hasta donde podía llegar.
Luego pasó al otro pezón, el izquierdo, y mis ganas por quitarle el pantalón y poder ver su pija aumentaron considerablemente. Aunque no sabía si iba a animarme a ir más allá, quería probar. Sabía que al menos podría tocarla y que con eso, en última instancia, bastaría. Pero yo quería otra cosa. Sin pensarlo más, desabroche su pantalón y se lo bajé. No había duda, su excitación iba a la par de la mía. Acaricié su pija por arriba de su calzoncillo, trataba de ir despacio. Era difícil. Finalmente se lo quité y por fin la vi. La toqué. Era suave y dura. Desde ese instante no pude pensar más. Ya no era yo. Mi cerebro se había ido. Sin dudar me arrodille. Le di un beso en la parte media como para hacer un primer contacto. Se sintió tibia. Me gustó. Lamí suavemente con la lengua la cabeza. Sentí el gusto salado del líquido pre seminal. Realmente estaba chupando una pija. Junté un poco de saliva con en la lengua y me metí la cabeza entera en la boca mientras con la mano acariciaba el tronco. Comencé a mover la cabeza de atrás hacia adelante. En cada movimiento la metía un poco más. Escuché un gemido, le estaba gustando. Se quitó la remera. Continué un rato más así. Arrodillado, en tanga, con medias, chupando una pija. Para ese entonces mi pija iba a explotar de excitación.
Decidimos ir a su habitación para estar más cómodos. Por alguna razón mi forma de caminar no era la habitual. Caminaba en puntas de pie, de una manera que me hacía ver más femenina. Algo había cambiado. Cuando entramos se quitó toda la ropa que todavía llevaba y me hizo acostar en la cama. Me besó en la boca y nuevamente comenzó a bajar con su lengua, pero esta vez no se detuvo en los pezones, siguió por mi abdomen. Cuando ya se acercaba a mi pito se detuvo. Sabía que no la iba a lamer. De cualquier manera tampoco yo quería eso. Me quitó la tanga y levantó mis piernas. Con una mano acarició mi cola. Luego comenzó a besarla y de a poco se acercaba a mi ano. Estaba retardando todo a propósito. Sabía por mis gemidos que yo quería que lo haga. Por fin lo hizo. Fue una sensación bastante fuerte, pero muy placentera. Gemí como una putita. Me encantaba. Su lengua subía y bajaba, entraba y salía. Sentí como el centro de excitación pasaba de mi pito a mi culo. Incluso me dio la sensación de que la erección se estaba yendo, pero la excitación seguía. Comencé a tocarme los pezones, por alguna razón me hacía sentir más femenino. Quería que me la meta. Estaba entregado.
Dejó de lamerme el ano y caminó hasta el ropero. De un cajón sacó un lubricante. Volvió hacia mí, se puso un poco en un dedo con el que acarició mi ano nuevamente. Esta vez metiendo el dedo de a poquito en cada movimiento. Se sentía muy rico. Al principio un poco raro, pero no tan doloroso como hubiera pensado. Luego de un rato de jugar con su dedo, volvió a ponerse lubricante y esta vez intentó meter dos. Iba muy despacio. Ahora sí era doloroso, pero gustaba. Lentamente mi ano se iba dilatando y los dedos entraban un poco más. Mi pito se había bajado del todo y estaba lleno de líquido pre seminal en mi abdomen. Con un dedo traté de juntar un poco y me lo llevé a la boca. Era una puta.
Durante todo lo ocurrido no habíamos emitido ni una palabra. Todo sucedía de una manera natural, como si supiéramos que es lo que debía pasar.
Sacó sus dedos y otra vez tomo el lubricante. Esta vez se puso un poco en su pija, que parecía haberse bajado un poco, pero seguía aún erecta. Apoyó la cabeza en mi ano. Estaba a punto de suceder. En ese momento vi la foto de su novia en la cómoda. Ahora yo era ella. Yo vivía con él. Dormíamos juntos, cogíamos todos los días. Me compraba lencería para él. Era su putita. Me encantaba.
De a poco iba introduciendo su pija. Era raro, me dolía pero me gustaba. Con pequeños movimientos mi ano se iba dilatando cada vez más y la pija entro por completo. No podía creer que tenía una pija adentro. Comenzó a cogerme. Yo gemía como puta. Me dolía. Empecé a masturbarme. Ahora era más agradable.
De a poco el dolor se estaba yendo y el placer aumentaba. Me cogió un rato así, con las piernas en sus hombros. Luego decidimos cambiar de posición. Le dije que quería ponerme de costado. Sacó su pija lentamente y nos acomodamos. Me la metió de nuevo. Esta vez de una, sin pensarlo. Me dolió muchísimo. Me abrazó fuerte y me empezó a coger. Me besó un poco el cuello y me dijo que tenía una cola hermosa, mas linda que la de su novia. Estaba perdido, él podía hacer lo que quería conmigo.
Gemía muy fuerte. La sensación de ser una mujer sexy, con medias de lencería, cogida como una puta hacía que mi voz fuera más aguda de lo normal. Mis gemidos eran de mujer.
No mucho después comencé a sentir como si su pija tuviera espasmos. Estaba por acabar. No tardó mucho en hacerlo. Me sentí lleno de leche. Me encantó.
Ahora era mi turno de acabar. Sin sacar su pija de mi ano comenzó a masturbarme. Naturalmente no tardé mucho en eyacular. El orgasmo fue inmenso. Mucho más fuerte de lo que había sentido en otras ocasiones. Dejó de masturbarme y acercó su mano que tenía restos de semen a mi boca para que lo lamiera. Obviamente lo hice. Era una puta completa.
Me dio un beso en el cuello, sacó su pija y se levantó de la cama para ir a limpiarse. Yo seguí tirado en la cama, cogido, lleno de leche. Aún no habíamos terminado el juego de cartas, pensé.
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Llovía. Estábamos bebiendo y repasando cada compañero del último curso del secundario. Nos reíamos de aquellos cuyo destino terminó resultando completamente diferente al que en ese entonces hubiéramos pensado y nos lamentábamos por aquellos que habían tenido una muerte temprana.
El principio de la noche fue, por decirlo de alguna manera, un poco incómodo. Hacía casi 8 años que nos habíamos visto por última vez, el día de graduación, y desde entonces no habíamos siquiera hablado por teléfono. Nos encontramos de casualidad en un parque de la ciudad. Eran aproximadamente las 5 de la tarde y ambos estábamos haciendo ejercicio físico, yo corría y él caminaba. Nos saludamos y hablamos un poco de lo que había sido nuestra vida durante el tiempo en el que no habíamos tenido contacto. Él se había mudado con su novia a la ciudad hacía unas pocas semanas por lo que no conocía mucha gente fuera de su trabajo, a nadie en realidad, y era una buena oportunidad para reanudar nuestra amistad. Luego de charlar un poco sobre nada en particular, intercambiamos teléfonos y acordamos encontrarnos en un bar esa misma noche para ponernos al corriente.
Cerca de las 9 de la noche comenzó a llover estrepitosamente. La posibilidad de que el encuentro se cancele me generó una especie de alivio. La verdad, no estaba muy entusiasmado con la reunión. Solamente había aceptado por cortesía, aunque la verdad no tenía nada que hacer. Pensé en escribirle un mensaje al celular, sin embargo el se adelantó y me llamó. Me dijo, naturalmente, que el clima estaba horrible para salir, que realmente lamentaba que la noche se hubiera arruinado porque estaba muy entusiasmado con la idea de verme nuevamente. Que en último caso, si yo aceptaba, podíamos reunirnos en su departamento, que no era lo mismo pero por lo menos evitaba que pase otra noche solo sin nada que hacer, ya que su novia estaba visitando a su familia en el sur del país. Esto último me hizo sentir realmente mal, y sabía que si rechazaba esta segunda invitación la culpa me iba a perseguir, por lo menos, hasta que efectivamente nos hubiéramos reunido. Concluimos finalmente reunirnos en su departamento que por suerte no quedaba muy lejos del que yo ocupaba.
Ni bien llegue a su departamento comenzamos a tomar whisky y a fumar. A medida que la noche avanzaba el whisky iba haciendo efecto y nos sentíamos más cómodos. Comenzamos a hacernos contarnos confidencias y a hacernos chistes como si nunca nos hubiéramos dejado de ver. Los chistes, como es natural cuando las personas que los hacen están curdas, comenzaron a subirse de tono, sin embargo no era incómodo, nos descostillábamos de la risa.
No recuerdo bien cuál fue la razón, pero en un momento salió desde la habitación vistiendo un corpiño que pertenecía a su novia arriba de su remera y haciéndose el mono. Al principio me causó risa por lo absurdo, sin embargo un instante después dejó de parecerme gracioso justamente por lo mismo, aunque seguí riéndome para seguirle el juego, a él le causaba mucha risa. Al rato se lo quitó y la noche siguió normalmente. Escuchábamos música, tomábamos whisky y fumábamos.
Ya cansados de hablar comenzamos un juego que solíamos jugar de adolecentes. Se juega con cartas españolas. Las reglas son largas de explicar, lo importante es que según la carta que salía tomaba uno, tomaba el otro o ambos, o bien te tocaba hacer alguna prenda. Vamos, era una excusa para tomar. Pasaron varias cartas en las que solo tomábamos. La primera carta de prenda fue para él. Yo debía elegirla. Decidí que tenía apagarse un cigarrillo en la mano, lo cual era una prenda común en el pasado. El juego siguió. La prenda siguiente fue para mí. Me la jugó bien. Decidió que tenía que sacarme la remera y durante lo que quedaba del juego debía llevar puesto el corpiño de su novia. Me pareció divertido y no dudé en hacerlo.
Jugamos un rato más y luego paramos para salir al balcón a tomar un poco de aire. Yo todavía con el corpiño ya que el juego no había terminado. Nos reíamos mucho de eso e inventábamos distintas excusas graciosas por si, en un hipotético escenario, llegaba a entrar por la puerta su novia y me veía con su ropa. Después de un rato me dijo que volviéramos adentro, ya que quedaban muchas cartas en el mazo y mucha ropa de su novia para que me ponga. Naturalmente lo interpreté como un chiste y no le di mucha importancia.
Las cartas no me favorecían para nada. Si bien los dos tomábamos más o menos al mismo ritmo, las prendas me estaban tocando siempre a mí. Al principio eran bastante inocentes, como salir a la calle y caminar hasta la esquina con el corpiño, o dar una vuelta por todo el edificio en calzoncillos. Sin embargo, como era natural en él, ya pasadas algunas prendas empezó a subir considerablemente la dificultad, y me ordenó que vaya a pedirle azúcar a un vecino, cuando ya eran casi las 3 de la mañana, y lo peor, desnudo. Obviamente me negué, y él se enojó. Según él las reglas eran claras y no había límites, además era divertido y de última las consecuencias las pagaba él por ser su edificio. Igualmente me negué, y le dije que seguía jugando solo si cambiaba la prenda.
Pensó un rato, tenía que ser una prenda que sea igual de absurda, y en lo posible humillante. Finalmente encontró una que le parecía adecuada. Ya tenía puesto el corpiño por lo que tenía que completar mi disfraz de su novia con una tanga y unas medias, y vestirlas hasta que termine el juego junto al corpiño. Me la había jugado bien de nuevo. Al principio dudé mucho, me parecía bastante humillante. Pero al rato empezó a parecerme divertido, estábamos borrachos y la verdad dejó de parecer la gran cosa. Así que fuimos a la habitación que compartía con su novia y eligió una tanga que hacía juego con el corpiño y unas medias, todo negro. Salió de la habitación y comencé a desvestirme.
Arriba de la cómoda vi una foto de su novia, era realmente hermosa. Me llamó la atención que no haya fotos de ella en otra parte del departamento. Primero me puse la tanga, la sensación fue rara, nunca había llevado puesta una. Aunque me quedaba un poco incomoda, mi pito quedaba apretado en el frente, era de alguna manera excitante. Luego me puse las medias. Ya con todo el vestuario puesto me miré en el espejo. La verdad que no me quedaba tan mal, el talle parecía ser el mío. Por un momento me imaginé siendo la novia de mi amigo, vestida así, lista para coger. Eso activo algo en mí, fue muy raro, me puse muy caliente y mi pito comenzó a pararse. Lo que me calentaba no era tener relaciones con mi amigo sino ser la chica, verme sexy. No podía salir así de la habitación, así que traté de pensar en otra cosa y esperar a que la erección se fuera. Tardó un rato en volver a la normalidad y mi amigo quiso entrar para ver por qué tardaba tanto. No lo dejé entrar diciendo, a modo de chiste, que no podía ver a la novia antes de la noche de bodas. Tomé coraje y salí de la habitación. La reacción de él no fue la que yo esperaba. Pensaba que se iba a destornillar de la risa, sin embargo quedó sorprendido, aunque forzó un poco la risa porque era lo que se suponía debía hacer. Sentí mucha vergüenza porque no decía nada, así que le pregunté riéndome sin ganas que pensaba. Me dijo que era toda una mujer y que la ropa me quedaba mejor que a su novia. Eso disparó de nuevo la sensación que había sentido antes en la habitación y tuve una erección casi instantánea, nunca me había calentado de esa manera. Traté de no hacer mucho escándalo y buscar la manera de taparme, pero obviamente mi amigo la vio ya que me encontraba parado frente a él. Me hizo un chiste inocente como para romper la tensión, me dijo que tenía que quedarme así hasta terminar el juego, esa era la prenda, y se paró para ir al baño. Ahí vi que el también estaba excitado. Eso me hizo sentir un poco mejor. Aunque también aumento mi excitación. Realmente había hecho que se caliente, y solo por estar parado frente a él en ropa interior, de mujer claro.
Me senté en el sillón tapándome la erección con mi remera. No podía apagar mi cerebro. En ese momento me sentía la novia de mi amigo, me encantaba la sensación que me provocaba ese pensamiento, no podía evitarlo. Ser una mujer, una mujer sexy, que calienta a un hombre solo por estar parada frente a él. No sabía qué hacer. No sabía cómo iba a continuar el juego así.
Al rato salió mi amigo del baño. Antes de salir tiró la cadena del inodoro aunque no se escucho que haya orinado. Lo noté decidido a hacer algo, pero no sabía qué. Se sentó a mi lado, sacó la remera que me tapaba y comenzó a acariciar mi pito mientras acercaba su boca a la mía. No pude ni pensarlo, estaba demasiado caliente y aunque trataba de negarme algo dentro de mí realmente quería que eso suceda. Cuando comenzó a besarme me sentí completamente perdido. Sabía que no había nada que hacer más. La calentura era tal que le pedí que no me toque más el pito porque creía que iba a eyacular. En ese momento nos paramos. Me dio otro beso mientras me acariciaba y apretaba el culo. Aunque no lo creía posible, mi excitación continuaba aumentando más y más. Luego de un rato comenzó a besarme intensamente el cuello y tuve el impulso de acariciar su pija. Era su novia.
Comenzó a bajar con su lengua por mi pecho, con sus manos desabrochó el corpiño, me lo quitó y de repente comenzó a lamerme el pezón derecho. No me lo esperaba, ni la sensación que sentí. No fue algo molesto, incluso doloroso por lo sensible como hubiera imaginado. Se sintió verdaderamente bien. El primer contacto con su lengua hizo que mi espalda se irguiera, como si estuviera sacando cola. Uf! Realmente me había transformado, ahora era una mujer. Me gustaba todo eso. Me gustaba todo lo que estaba pasando. Y no sabía todavía hasta donde podía llegar.
Luego pasó al otro pezón, el izquierdo, y mis ganas por quitarle el pantalón y poder ver su pija aumentaron considerablemente. Aunque no sabía si iba a animarme a ir más allá, quería probar. Sabía que al menos podría tocarla y que con eso, en última instancia, bastaría. Pero yo quería otra cosa. Sin pensarlo más, desabroche su pantalón y se lo bajé. No había duda, su excitación iba a la par de la mía. Acaricié su pija por arriba de su calzoncillo, trataba de ir despacio. Era difícil. Finalmente se lo quité y por fin la vi. La toqué. Era suave y dura. Desde ese instante no pude pensar más. Ya no era yo. Mi cerebro se había ido. Sin dudar me arrodille. Le di un beso en la parte media como para hacer un primer contacto. Se sintió tibia. Me gustó. Lamí suavemente con la lengua la cabeza. Sentí el gusto salado del líquido pre seminal. Realmente estaba chupando una pija. Junté un poco de saliva con en la lengua y me metí la cabeza entera en la boca mientras con la mano acariciaba el tronco. Comencé a mover la cabeza de atrás hacia adelante. En cada movimiento la metía un poco más. Escuché un gemido, le estaba gustando. Se quitó la remera. Continué un rato más así. Arrodillado, en tanga, con medias, chupando una pija. Para ese entonces mi pija iba a explotar de excitación.
Decidimos ir a su habitación para estar más cómodos. Por alguna razón mi forma de caminar no era la habitual. Caminaba en puntas de pie, de una manera que me hacía ver más femenina. Algo había cambiado. Cuando entramos se quitó toda la ropa que todavía llevaba y me hizo acostar en la cama. Me besó en la boca y nuevamente comenzó a bajar con su lengua, pero esta vez no se detuvo en los pezones, siguió por mi abdomen. Cuando ya se acercaba a mi pito se detuvo. Sabía que no la iba a lamer. De cualquier manera tampoco yo quería eso. Me quitó la tanga y levantó mis piernas. Con una mano acarició mi cola. Luego comenzó a besarla y de a poco se acercaba a mi ano. Estaba retardando todo a propósito. Sabía por mis gemidos que yo quería que lo haga. Por fin lo hizo. Fue una sensación bastante fuerte, pero muy placentera. Gemí como una putita. Me encantaba. Su lengua subía y bajaba, entraba y salía. Sentí como el centro de excitación pasaba de mi pito a mi culo. Incluso me dio la sensación de que la erección se estaba yendo, pero la excitación seguía. Comencé a tocarme los pezones, por alguna razón me hacía sentir más femenino. Quería que me la meta. Estaba entregado.
Dejó de lamerme el ano y caminó hasta el ropero. De un cajón sacó un lubricante. Volvió hacia mí, se puso un poco en un dedo con el que acarició mi ano nuevamente. Esta vez metiendo el dedo de a poquito en cada movimiento. Se sentía muy rico. Al principio un poco raro, pero no tan doloroso como hubiera pensado. Luego de un rato de jugar con su dedo, volvió a ponerse lubricante y esta vez intentó meter dos. Iba muy despacio. Ahora sí era doloroso, pero gustaba. Lentamente mi ano se iba dilatando y los dedos entraban un poco más. Mi pito se había bajado del todo y estaba lleno de líquido pre seminal en mi abdomen. Con un dedo traté de juntar un poco y me lo llevé a la boca. Era una puta.
Durante todo lo ocurrido no habíamos emitido ni una palabra. Todo sucedía de una manera natural, como si supiéramos que es lo que debía pasar.
Sacó sus dedos y otra vez tomo el lubricante. Esta vez se puso un poco en su pija, que parecía haberse bajado un poco, pero seguía aún erecta. Apoyó la cabeza en mi ano. Estaba a punto de suceder. En ese momento vi la foto de su novia en la cómoda. Ahora yo era ella. Yo vivía con él. Dormíamos juntos, cogíamos todos los días. Me compraba lencería para él. Era su putita. Me encantaba.
De a poco iba introduciendo su pija. Era raro, me dolía pero me gustaba. Con pequeños movimientos mi ano se iba dilatando cada vez más y la pija entro por completo. No podía creer que tenía una pija adentro. Comenzó a cogerme. Yo gemía como puta. Me dolía. Empecé a masturbarme. Ahora era más agradable.
De a poco el dolor se estaba yendo y el placer aumentaba. Me cogió un rato así, con las piernas en sus hombros. Luego decidimos cambiar de posición. Le dije que quería ponerme de costado. Sacó su pija lentamente y nos acomodamos. Me la metió de nuevo. Esta vez de una, sin pensarlo. Me dolió muchísimo. Me abrazó fuerte y me empezó a coger. Me besó un poco el cuello y me dijo que tenía una cola hermosa, mas linda que la de su novia. Estaba perdido, él podía hacer lo que quería conmigo.
Gemía muy fuerte. La sensación de ser una mujer sexy, con medias de lencería, cogida como una puta hacía que mi voz fuera más aguda de lo normal. Mis gemidos eran de mujer.
No mucho después comencé a sentir como si su pija tuviera espasmos. Estaba por acabar. No tardó mucho en hacerlo. Me sentí lleno de leche. Me encantó.
Ahora era mi turno de acabar. Sin sacar su pija de mi ano comenzó a masturbarme. Naturalmente no tardé mucho en eyacular. El orgasmo fue inmenso. Mucho más fuerte de lo que había sentido en otras ocasiones. Dejó de masturbarme y acercó su mano que tenía restos de semen a mi boca para que lo lamiera. Obviamente lo hice. Era una puta completa.
Me dio un beso en el cuello, sacó su pija y se levantó de la cama para ir a limpiarse. Yo seguí tirado en la cama, cogido, lleno de leche. Aún no habíamos terminado el juego de cartas, pensé.
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17 comentarios - Como si fuese su novia - Relato propio (Gay-Sissy)
Contimua!!!
fotos tuyas tenes?
segui contando,,,
van 10