Nos habíamos conocido por internet. Yo escribía en una página, y ella gustaba de mis escritos. Me escribió un mail, un día, y de ahí empezamos a hablar. Al rato chateábamos, porque era más cómodo que los mails. También algo de tuiter. Porque sí, de aburrimiento, en gran medida, tal vez.
Nunca nos habíamos visto las caras. Yo nunca muestro mi cara en internet, y uso un pseudónimo. Ella, desde un lugar menos fundamentalista, andaba en la misma. Con el tiempo me contó más de ella, y me mostro su cara. Yo no. Hablábamos de cualquier tontería, salvo esos días en que salían temas serios. En general, no.
Un día cualquiera, por cualquier motivo, salió que tendríamos que juntarnos a tomar una cerveza. Eran épocas anteriores a la fiebre de la artesanal, y ambos éramos muy cervezeros. A ella le gustaba, además, el porro. Yo no fumo.
El asunto, sin embargo, quedó ahí; yo no tenía ganas de encontrarme, la verdad, la gente es muy difícil, y suele defraudar cuando finalmente la conocés. Podía vivir con una desconocida con la que chatear cada tanto.
Pero un sábado a la noche nos pusimos a hablar de cualquier tontería, como siempre, y ella dijo que estaba aburrida, y que nos tomáramos una cerveza. Le dije que me daba paja (obvié mencionar que, por lo que había visto en sus fotos, ni me interesaba para coger, de modo que al pedo molestarme en tomar nada). Entonces dijo que se acercaba a donde yo estuviera. No sé qué dije. Dijo que ella pagaba las cervezas. Casi me dejaba sin argumentos. Dijo que igual tenía un plan después, que pasaba un rato y después tenía que irse.
Terminé aceptando, y en cuanto dije que sí me arrepentí.
Al rato cayó. Venía en bici. Calzas negras, una musculosa bien apretada, verde. Pelo largo, castaño claro. Más bien fea de cara. Gorda maciza, no obesa, pero no poco excedida de mi peso ideal. Unas tetas colosales, redondas y para adelante, un culo enorme, sostenido por la calza. Muy simpática, con un perfume muy delicado. Traía cuatro cervezas en una mochila.
Hablamos como amigos que hace mucho no se ven, con confianza y soltura, pero con muchos interrogantes. Llegó la pizza, y comimos algo. Después de comer ella pidió permiso y se prendió un churro. Le pedí que fume en el balcón. Ella afuera, yo adentro, así seguimos la conversación. Que se fue tornando más sensual sin querer.
Cuando entró se puso a bailar, jodiendo, porque sí. Y empezó a dar vueltas, y mover el culo. Yo, sentado, tomaba cerveza. Empezó a pasarme el culo cada vez más cerca. Empezó a franelearse. Todo en joda, bailaba con la música. Ponía ese culo gordo cerca mío. Te gusta que baile, preguntaba. Yo pensaba que era tremendo que me estuviera empezando a calentar con esa gorda y ese culo, pero la verga no engaña, cuando se pone tiesa, algo hay.
En un memento acercó ese culo monumental, se arqueó, y se lo sostuvo con ambas manos mientras lo meneaba. Era un culo gordo y grande, pero no deforme o fofo. Pensé que sería la ayuda de la calza, pero pronto descubriría que no, que había horas de bicicleta en esas nalgas.
Me paré y le apoyé el bulto con disimulo, pensando todavía que quería más joder que culear. Empujó, y siguió bailando.
Entonces me ganó.
Empezamos a franelear y a transar, y yo sólo pensaba en cómo me podía calentar esa gorda, y en qué buena que estaba esa gorda. Nunca antes había estado con una chica que no fuera muy flaquita. Chicas que podía tener a upa, cogerlas sin que toquen el suelo. Con esta era otro tema. Ese culo no se podía abarcar con las manos, y esas tetas eran el continente americano para mi humilde poronga. Que estaba muy dura, ya.
Cansado ya, le bajé las calzas. Esperé encontrarme con cualquier cosa, y en cambio, había un culo muy firme, enorme pero duro, que permitía agarrar y amasar sin miedo. Tenía puesta una tanga la muy puta, y entre el alcohol y el porro se meneaba extasiada, y a cada caricia hacía «ah, sí, ah..!». Me saqué la duda, y le pegué un buen chirlo en ese culo hecho para golpear. «Aya..!», dijo, y sacó más culo. Le tiré de los pelos: lo mismo. Estaba entregada esta hija de puta.
La empujé un poquito para que baje y me chupe la verga. Entendió. Se arrodilló y de a poco me abrió la bragueta y me bajó un poco los pantalones. Después me bajó el calzoncillo, y me dejó la verga al aire. Qué linda poronga!, dijo, y le dio en beso en la cabeza, mientras la agarraba con una mano, como para ver el tamaño. Entonces se paró, y de chupada, nada. Empezó a menear el culo, cacheteandome la pija.
Ese tremendo culo me convenció de que esa gorda maciza estaba buenísima y quería clavarla ya mismo. La fui llevando a la pieza (ella seguía bailando, mezcla de alegría y porro). La senté en la cama y le saqué las tetas, sin sacarle la musculosa. Eran enormes, pero duras, unos pezones muy grandes y duros, muy rosados, muy claritos. Se sacó el corpiño, pero se dejó la musculosa. Las tetas le caían sobre el cuello de la musculosa, apretadas. Te gustan, jajaja, se rió. Yo las amasaba como un mantra, nunca había tenido unas tetas tan grandes en las manos. Se me adelantó, y me puso la pija en el medio. ¿Alguna vez te hicieron una buena turca?, dijo, y se rió de nuevo, y empezó a frotar. Era más lindo lo que se veía que lo que se sentía, la gorda estaba muy feliz frotándose las tetas y pajeando esa verga que, entre esas tremendas tetas, parecía un chupetín.
Entonces pensé: si tiene la concha depilada, se la chupo toda.
La empujé para que se acueste, y le saqué, con suavidad, la calza. Después, la tanga. La habitación estaba a oscuras, entraba sólo la luz de la calle. En esa penumbra vi, ni bien saqué la tanga, una concha limpísima, brillante, hinchada y húmeda. Al agarrar la tanga noté qué mojada estaba. La gorda estaba acostada nada más, y solita hacía ah, y ay, y mmmhh...
Tiempo después, rememorando esta noche, recordé que me había contado que estaba medio mal porque, por motivos varios y diversos, había mucho que no encontraba alguien con quien tuviera ganas de coger. Supongo que eso explica el nivel de entrega y alegría que tenía esa noche.
Me arrodillé y acerqué la cara a ese papo carnoso. Olía muy rico. Perfume y olor a concha fuerte, un blend exquisito. Empecé lamiendo y besando, y los gemidos de la musa mejoraban. Me propuse no hacer nada más que lamer. Pura lengua. Sentía, con cara lenguetazo, un clítoris un poquito más hinchado. Me agarró de la cabeza, me hundió la cara en su argolla. Metémela, dijo. No hice caso, seguí. Estiré una mano y le apreté un pezón bien fuerte. MmmmhhhhAHhh!, y nada más. Seguí lamiendo. Mientras me puse un forro, como para esar listo. Empezó a moverse. Noté que las pienras le empezaban a temblar un poquito. Supuse que estaría por acabar, pero no parecía pasar de ahí. Acabá, hija de puta, dije, finalmente, cansado de esperar. Me había propuesto hacerla acabar con la boca, pero también quería coger, tenía la verga urgente. Haceme acabar, dijo. Le pegué una lengueteada fuerte, y le empecé a meter un dedo. Uno. Y para cuando se lo metí todo, ya casi estaba. Temblaba más. Le toqué el punto G y se terminó todo, empezó a retorcerse y a gemir como loca. Se dio vuelta y me sacó la mano. Me incorporé y la miré acabar, así, como en cámara lenta.
Estaba acostada boca abajo, y cuando terminó de saborear su acabada, solita se ofreció. Se puso en cuatro, y estiró la mano. Le ofrecí la verga. Se la encajó y empujó suavecito. Le empecé a bombear. No sabía por dónde empezar. Ese culo enorme, duro, macizo; esas tetas magníficas, redondas, que bailaban. Y mientras pensaba en cómo hacer para no acabar en dos segundos, porque los polvos de quince minutos son para las porno, yo estaba que no podía aguantar la leche. Empecé a darle más lento, y me di cuenta que era la primera vez que tenía una mina que no podía mover con cada embestida, que no podía levantar a mi gusto, mover con soltura. Entonces empecé a darle pijazos largos y profundos, con mucha fuerza, y poca velocidad. Quería moverla, hacerle sentir el poder de mi verga, y aguantar un poco más.
Se ve que le gustó, porque hundió la cabeza en las sábanas, y gimió fuerte, y en unos diez o quince pijazos acabó de nuevo, más leve esta vez. Eso me calentó mucho, y me quedé quieto. Cuando terminó de acabar, la saqué, para recuperarme. La visión de esa concha hermosa, depilada, jugosa, brillante, hinchada de pijazos, era un poema. Quería inundarla en leche, y a la vez no quería acabar nunca.
Estaba pensando cómo hacer para cogerla sin acabar, trantando de pensar en deportes o matemáticas, cuando la gorda se dio vuelta. Se dio cuenta de que, después de los dos polvazos que se había hechado, tenía que al menos compensarme.
Se dio vuelta y se arrodilló. Se frotó la argolla, y se pasó la mano mojada de flujo por la teta derecha. Repitió con la mano y la teta izquierda. Se reía, mientras, con la cara de felicidad de un niño en Navidad. Me miró, y sin más, se metió la pija en la boca. Después la sacó, y se la frotó entre las tetas, que se movían inevitablmente como un mar bravío. Alternó entre chupada y turca un par de veces. Antes de que pudiera decir o hacer nada, porque esa hija de puta sabía bien lo que hacía, se apuntó la verga a la cara, y en seguida a las tetas. Casi me caigo de lo que me temblaban las piernas.
Le acabé la cara y las tetas, salía leche a borbotones. La gorda no paraba de pajear. Ay, sí, sí, qué rica leche, decía, y no paraba. Le pedí que parara, no podía más. Se rió de alegría, estaba evidentemente contenta de haber podido coger, y satisfacer. Se frotó la leche por la cara y las tetas. Te gusta, preguntó, y se untaba la crema. Me encanta, le dije. Me chupó la pija un poquito más. La agarré de la cabeza, y le empujé la verga semi blanda. Fue como besarnos, en cierto modo, ella con su boca de fuego, yo con mi verga carnosa.
Salimos al balcón a tomar el poco fresco que corría en esa noche tranquila. Yo saciaba la sed con cerveza, ella se antojo más porro. Estaba muy interesada en saber si me había gustado. Le dije muchas veces que sí, que tenía en las tetas la prueba de que sí. Se reía. Te gustan mis tetas, te calienta este culo, preguntaba. Quise decirle que sí y qe no rompiera más las pelotas, pero me reservé lo segundo. Se fumó medio churro más. Colgó. Yo aproveché para no hablar. Dijo que iba al baño. Cuando volvió, fui yo.
Cuando volví la encontré tiraba en el piso del balcón, tocándose las tetas. Gemía apenas. La miré, no dije nada. Se me empezó a hinchar la verga. Pensé que la gorda estaba re pasada, y que iba a terminar haciéndome una paja. Entonces la gorda se soltó una teta, y se acarició la argolla. Se empezó a pajear, suave. Gemía como si la estuvieran masajeando. De repente estiró la mano. Entendí. Le acerqué la verga, a media asta. Empezó a pajear, suave, cariñosa. Cuando vio que estaba dura, se incorporó.
Se paró, y apoyada en la baranda del balcón, se siguió hurgando la argolla. La casa estaba a oscuras, nos iluminaba solo la luz de la avenida y los autos. Con las imperfecciones de los cuerpos disimuladas entre la penumbra, la gorda estaba todavía más puta. Acodada sobre la baranda se frotaba despacito, se metía un dedo un poquito. Las tetas le colgaban, medio apoyadas en la baranda, medio a punto de caer por el balcón.
Entonces descubrió que enfrente los muchachos de la gomería tomaban algo en la vereda. Hay gente enfrente, dijo. Sí, de la gomería 24hs, dije. Ellos laburando y nosotros acá cogiendo, dijo, y se rió. Se incorporó un poco y empezó a amasarse las tetas. Cogeme. Cogeme bien duro mientras estos pelotudos trabajan. Acá tienen un buen par de gomas, les gritó. Por suerte, en el ruido de los autos, se perdió.
Me puse atrás y empecé a bombearle con fuerza. La gorda agarrada a la baranda, las tetas iban y venían, yo la empujaba como si en la punta de la verga tuviera un arriete y estuviera intentando derribarla. Se movía poco, pero se dejaba clavar bien hasta el fondo. Me dio bronca no tener diez centímetros más de pija. La agarré de los pelos, y le pegué un cachetazo. Tomá, la concha de tu madre, le dije, cometela toda. Me encanta, ay, me encanta, toda, toda, decía, y aguantaba los embates. Le pegué una nalgada. Ahí se calentó de verdad, se empezó a mover ella. Sentí que se acercaba la leche, y la saqué.
Para intentar aguantar un poco más, me arrodillé para comerle un poquito la argolla, y me encontré que era más accesible lamerle el culo. No había visto nunca antes un culo que invitara tanto, parecía estar predispuesto a abrirse, a recibir algo. Le empecé a chupar el culo. La gorda se amasaba las tetas, y se movía, gemía suave. Le metí un dedo en el orto. Cada tanto, otra nalgada, y otro gritito.
Cuando sentí que podía bombear de nuevo, me paré. Vi la mano de la gorda buscando la verga. Se la di con gusto. Clavátela toda, hija de puta, estuve a punto de decir, pero no. La gorda me agarró la verga como para que no se le escape, y la apuntó sin dudar a su ano goloso y entrenado. En seguida se dio cuenta de que algo andaba mal. Se escupió una buena cantidad de saliva caliente y espesa en la mano, y volvió. Me untó la verga con su jugo mientras seguía mirando a los muchachos, las tetas colgando de la baranda, y se la apoyó en el orto. Y solita, antes de que pudiera yo nada, empujó, suave pero firme. Haceme el culo, hermoso, dijo. Y esa empujada fue suave pero firme, y larga y sin interrupciones, y cuando quise darme cuenta, tenía media verga adentro, y en seguida la tenía toda.
Cuando la tuvo toda adentro, cuando no me quedaba más pija por meter en ese tubo de carne, cuando sintió los huevos apretarle la cajeta, pegó un gritito largo y profundo. Aahhhhhhhh........!!!
Volví a mi técnica de dar estocadas largas y profundas, antes que cortas y rápidas. La gorda empezó a gritar fuerte. Le agarré los pelos, le pegué en el culo. Gritó. No la solté. Llename el culo de leche, hijo de puta!!!, gritó, y fue justo en el semáforo, y sin el ruido de los autos, resonó el pedido en la noche. Los muchachos escucharon, miraron, vieron, entendieron. Se reían y miraban y gritaban cosas, no sé qué, yo seguía pendiente de la gorda, a quien tenía agarrada de los pelos con ambas manos ahora, y de mandarle verga a fondo mientras pudiera aguantar la leche, que empezaba a pedir pista. Los gritos llegaron justo, porque a la gorda la pusieron a mil, y a mí me distrajeron un poco, lo justo para aguantar y sentir el orgasmo de la gorda en la verga. El culo se le contraía violentamente. Se había mandando una mano a la concha mientras con la otra aferraba con fuerza la baranda. Tembló un poquito, y sentí que ese culo me estrangulaba la verga. Quise tocarle la argolla y vi que tenía flujo chorreando por las píernas, mucho licor caliente bajando, sin remedio. Me calenté mucho. Sentí que no daba más.
En mi cabeza, mi verga lanzaba litros y litros de leche caliente, mientras le empujaba la verga bien a fondo, sin soltarle las mechas. Los muchachos abajo entendieron la escena, y aplaudieron mientras se reían todavía.
Le tiré de los pelos ara traerla, le puse un buen chupón en la boca, y se la saqué, suave.
Y ahí sí que me sorprendió por completo.
Se puso en cuclillas, y se mandó toda la verga en la boca, con cierta ternura. Y mientras, puso la mano, y esperó, y recolctó toda la leche que le salió del culo. Y me la untó en la verga. Y siguió chupando, y se frotó la verga en la cara y las tetas, y se llenó de leche y flujo y cualquier cosa. Si hubiera podido, le hubiera hechado más leche, porque se lo merecía la muy hermosa hija de puta.
Después nos lavamos, y tomamos un poco más de cerveza, y nos cagamos de risa, y no cogimos más porque no podíamos, y porque ella, igual, se tenía que ir. Y yo le dije qué pena que te tengas que ir, y ella dijo me llevo un recuerdo, y se agarró las tetas y me mostró el escote, y se rió, y nos reímos, y al final se tenía que ir, y agarramos la bici, y bajamos, y en el ascensor fue raro, y abajo estaba oscuro, y llegamos a la puerta, y nos despedimos, y primero fue un abrazo, y después un beso, y después otro, y después otro abrazo, y después fue dejar la bici ahí un segundo y nos fuimos a la escalera y en silencio nos chapamos y se me paró la pija y la di vuelta a la gorda y le bajé un poco las calzas y me fijé y estaba bien mojada y le mandé lo que me quedaba de verga sin más y ke saqué una teta de la musculosa y le entré a bombear corto y fuerte y me costó y le di bien rápido y furioso y ella no acabó y se dio vuelta muy canchera y me agarró la verga y me pajeó muy fuerte y me hizo acabar muy fuerte pero apenas salió un hilito de lechita y se lo tragó todo sin decir nada, y después me miró con una sonrisa de amor, y yo también, y me dio un beso, y buscamos la bici y nos volvimos a besar, y se fue.
Y varias veces dijimos que teníamos que juntarnos de nuevo, y nunca pasó.
Nunca nos habíamos visto las caras. Yo nunca muestro mi cara en internet, y uso un pseudónimo. Ella, desde un lugar menos fundamentalista, andaba en la misma. Con el tiempo me contó más de ella, y me mostro su cara. Yo no. Hablábamos de cualquier tontería, salvo esos días en que salían temas serios. En general, no.
Un día cualquiera, por cualquier motivo, salió que tendríamos que juntarnos a tomar una cerveza. Eran épocas anteriores a la fiebre de la artesanal, y ambos éramos muy cervezeros. A ella le gustaba, además, el porro. Yo no fumo.
El asunto, sin embargo, quedó ahí; yo no tenía ganas de encontrarme, la verdad, la gente es muy difícil, y suele defraudar cuando finalmente la conocés. Podía vivir con una desconocida con la que chatear cada tanto.
Pero un sábado a la noche nos pusimos a hablar de cualquier tontería, como siempre, y ella dijo que estaba aburrida, y que nos tomáramos una cerveza. Le dije que me daba paja (obvié mencionar que, por lo que había visto en sus fotos, ni me interesaba para coger, de modo que al pedo molestarme en tomar nada). Entonces dijo que se acercaba a donde yo estuviera. No sé qué dije. Dijo que ella pagaba las cervezas. Casi me dejaba sin argumentos. Dijo que igual tenía un plan después, que pasaba un rato y después tenía que irse.
Terminé aceptando, y en cuanto dije que sí me arrepentí.
Al rato cayó. Venía en bici. Calzas negras, una musculosa bien apretada, verde. Pelo largo, castaño claro. Más bien fea de cara. Gorda maciza, no obesa, pero no poco excedida de mi peso ideal. Unas tetas colosales, redondas y para adelante, un culo enorme, sostenido por la calza. Muy simpática, con un perfume muy delicado. Traía cuatro cervezas en una mochila.
Hablamos como amigos que hace mucho no se ven, con confianza y soltura, pero con muchos interrogantes. Llegó la pizza, y comimos algo. Después de comer ella pidió permiso y se prendió un churro. Le pedí que fume en el balcón. Ella afuera, yo adentro, así seguimos la conversación. Que se fue tornando más sensual sin querer.
Cuando entró se puso a bailar, jodiendo, porque sí. Y empezó a dar vueltas, y mover el culo. Yo, sentado, tomaba cerveza. Empezó a pasarme el culo cada vez más cerca. Empezó a franelearse. Todo en joda, bailaba con la música. Ponía ese culo gordo cerca mío. Te gusta que baile, preguntaba. Yo pensaba que era tremendo que me estuviera empezando a calentar con esa gorda y ese culo, pero la verga no engaña, cuando se pone tiesa, algo hay.
En un memento acercó ese culo monumental, se arqueó, y se lo sostuvo con ambas manos mientras lo meneaba. Era un culo gordo y grande, pero no deforme o fofo. Pensé que sería la ayuda de la calza, pero pronto descubriría que no, que había horas de bicicleta en esas nalgas.
Me paré y le apoyé el bulto con disimulo, pensando todavía que quería más joder que culear. Empujó, y siguió bailando.
Entonces me ganó.
Empezamos a franelear y a transar, y yo sólo pensaba en cómo me podía calentar esa gorda, y en qué buena que estaba esa gorda. Nunca antes había estado con una chica que no fuera muy flaquita. Chicas que podía tener a upa, cogerlas sin que toquen el suelo. Con esta era otro tema. Ese culo no se podía abarcar con las manos, y esas tetas eran el continente americano para mi humilde poronga. Que estaba muy dura, ya.
Cansado ya, le bajé las calzas. Esperé encontrarme con cualquier cosa, y en cambio, había un culo muy firme, enorme pero duro, que permitía agarrar y amasar sin miedo. Tenía puesta una tanga la muy puta, y entre el alcohol y el porro se meneaba extasiada, y a cada caricia hacía «ah, sí, ah..!». Me saqué la duda, y le pegué un buen chirlo en ese culo hecho para golpear. «Aya..!», dijo, y sacó más culo. Le tiré de los pelos: lo mismo. Estaba entregada esta hija de puta.
La empujé un poquito para que baje y me chupe la verga. Entendió. Se arrodilló y de a poco me abrió la bragueta y me bajó un poco los pantalones. Después me bajó el calzoncillo, y me dejó la verga al aire. Qué linda poronga!, dijo, y le dio en beso en la cabeza, mientras la agarraba con una mano, como para ver el tamaño. Entonces se paró, y de chupada, nada. Empezó a menear el culo, cacheteandome la pija.
Ese tremendo culo me convenció de que esa gorda maciza estaba buenísima y quería clavarla ya mismo. La fui llevando a la pieza (ella seguía bailando, mezcla de alegría y porro). La senté en la cama y le saqué las tetas, sin sacarle la musculosa. Eran enormes, pero duras, unos pezones muy grandes y duros, muy rosados, muy claritos. Se sacó el corpiño, pero se dejó la musculosa. Las tetas le caían sobre el cuello de la musculosa, apretadas. Te gustan, jajaja, se rió. Yo las amasaba como un mantra, nunca había tenido unas tetas tan grandes en las manos. Se me adelantó, y me puso la pija en el medio. ¿Alguna vez te hicieron una buena turca?, dijo, y se rió de nuevo, y empezó a frotar. Era más lindo lo que se veía que lo que se sentía, la gorda estaba muy feliz frotándose las tetas y pajeando esa verga que, entre esas tremendas tetas, parecía un chupetín.
Entonces pensé: si tiene la concha depilada, se la chupo toda.
La empujé para que se acueste, y le saqué, con suavidad, la calza. Después, la tanga. La habitación estaba a oscuras, entraba sólo la luz de la calle. En esa penumbra vi, ni bien saqué la tanga, una concha limpísima, brillante, hinchada y húmeda. Al agarrar la tanga noté qué mojada estaba. La gorda estaba acostada nada más, y solita hacía ah, y ay, y mmmhh...
Tiempo después, rememorando esta noche, recordé que me había contado que estaba medio mal porque, por motivos varios y diversos, había mucho que no encontraba alguien con quien tuviera ganas de coger. Supongo que eso explica el nivel de entrega y alegría que tenía esa noche.
Me arrodillé y acerqué la cara a ese papo carnoso. Olía muy rico. Perfume y olor a concha fuerte, un blend exquisito. Empecé lamiendo y besando, y los gemidos de la musa mejoraban. Me propuse no hacer nada más que lamer. Pura lengua. Sentía, con cara lenguetazo, un clítoris un poquito más hinchado. Me agarró de la cabeza, me hundió la cara en su argolla. Metémela, dijo. No hice caso, seguí. Estiré una mano y le apreté un pezón bien fuerte. MmmmhhhhAHhh!, y nada más. Seguí lamiendo. Mientras me puse un forro, como para esar listo. Empezó a moverse. Noté que las pienras le empezaban a temblar un poquito. Supuse que estaría por acabar, pero no parecía pasar de ahí. Acabá, hija de puta, dije, finalmente, cansado de esperar. Me había propuesto hacerla acabar con la boca, pero también quería coger, tenía la verga urgente. Haceme acabar, dijo. Le pegué una lengueteada fuerte, y le empecé a meter un dedo. Uno. Y para cuando se lo metí todo, ya casi estaba. Temblaba más. Le toqué el punto G y se terminó todo, empezó a retorcerse y a gemir como loca. Se dio vuelta y me sacó la mano. Me incorporé y la miré acabar, así, como en cámara lenta.
Estaba acostada boca abajo, y cuando terminó de saborear su acabada, solita se ofreció. Se puso en cuatro, y estiró la mano. Le ofrecí la verga. Se la encajó y empujó suavecito. Le empecé a bombear. No sabía por dónde empezar. Ese culo enorme, duro, macizo; esas tetas magníficas, redondas, que bailaban. Y mientras pensaba en cómo hacer para no acabar en dos segundos, porque los polvos de quince minutos son para las porno, yo estaba que no podía aguantar la leche. Empecé a darle más lento, y me di cuenta que era la primera vez que tenía una mina que no podía mover con cada embestida, que no podía levantar a mi gusto, mover con soltura. Entonces empecé a darle pijazos largos y profundos, con mucha fuerza, y poca velocidad. Quería moverla, hacerle sentir el poder de mi verga, y aguantar un poco más.
Se ve que le gustó, porque hundió la cabeza en las sábanas, y gimió fuerte, y en unos diez o quince pijazos acabó de nuevo, más leve esta vez. Eso me calentó mucho, y me quedé quieto. Cuando terminó de acabar, la saqué, para recuperarme. La visión de esa concha hermosa, depilada, jugosa, brillante, hinchada de pijazos, era un poema. Quería inundarla en leche, y a la vez no quería acabar nunca.
Estaba pensando cómo hacer para cogerla sin acabar, trantando de pensar en deportes o matemáticas, cuando la gorda se dio vuelta. Se dio cuenta de que, después de los dos polvazos que se había hechado, tenía que al menos compensarme.
Se dio vuelta y se arrodilló. Se frotó la argolla, y se pasó la mano mojada de flujo por la teta derecha. Repitió con la mano y la teta izquierda. Se reía, mientras, con la cara de felicidad de un niño en Navidad. Me miró, y sin más, se metió la pija en la boca. Después la sacó, y se la frotó entre las tetas, que se movían inevitablmente como un mar bravío. Alternó entre chupada y turca un par de veces. Antes de que pudiera decir o hacer nada, porque esa hija de puta sabía bien lo que hacía, se apuntó la verga a la cara, y en seguida a las tetas. Casi me caigo de lo que me temblaban las piernas.
Le acabé la cara y las tetas, salía leche a borbotones. La gorda no paraba de pajear. Ay, sí, sí, qué rica leche, decía, y no paraba. Le pedí que parara, no podía más. Se rió de alegría, estaba evidentemente contenta de haber podido coger, y satisfacer. Se frotó la leche por la cara y las tetas. Te gusta, preguntó, y se untaba la crema. Me encanta, le dije. Me chupó la pija un poquito más. La agarré de la cabeza, y le empujé la verga semi blanda. Fue como besarnos, en cierto modo, ella con su boca de fuego, yo con mi verga carnosa.
Salimos al balcón a tomar el poco fresco que corría en esa noche tranquila. Yo saciaba la sed con cerveza, ella se antojo más porro. Estaba muy interesada en saber si me había gustado. Le dije muchas veces que sí, que tenía en las tetas la prueba de que sí. Se reía. Te gustan mis tetas, te calienta este culo, preguntaba. Quise decirle que sí y qe no rompiera más las pelotas, pero me reservé lo segundo. Se fumó medio churro más. Colgó. Yo aproveché para no hablar. Dijo que iba al baño. Cuando volvió, fui yo.
Cuando volví la encontré tiraba en el piso del balcón, tocándose las tetas. Gemía apenas. La miré, no dije nada. Se me empezó a hinchar la verga. Pensé que la gorda estaba re pasada, y que iba a terminar haciéndome una paja. Entonces la gorda se soltó una teta, y se acarició la argolla. Se empezó a pajear, suave. Gemía como si la estuvieran masajeando. De repente estiró la mano. Entendí. Le acerqué la verga, a media asta. Empezó a pajear, suave, cariñosa. Cuando vio que estaba dura, se incorporó.
Se paró, y apoyada en la baranda del balcón, se siguió hurgando la argolla. La casa estaba a oscuras, nos iluminaba solo la luz de la avenida y los autos. Con las imperfecciones de los cuerpos disimuladas entre la penumbra, la gorda estaba todavía más puta. Acodada sobre la baranda se frotaba despacito, se metía un dedo un poquito. Las tetas le colgaban, medio apoyadas en la baranda, medio a punto de caer por el balcón.
Entonces descubrió que enfrente los muchachos de la gomería tomaban algo en la vereda. Hay gente enfrente, dijo. Sí, de la gomería 24hs, dije. Ellos laburando y nosotros acá cogiendo, dijo, y se rió. Se incorporó un poco y empezó a amasarse las tetas. Cogeme. Cogeme bien duro mientras estos pelotudos trabajan. Acá tienen un buen par de gomas, les gritó. Por suerte, en el ruido de los autos, se perdió.
Me puse atrás y empecé a bombearle con fuerza. La gorda agarrada a la baranda, las tetas iban y venían, yo la empujaba como si en la punta de la verga tuviera un arriete y estuviera intentando derribarla. Se movía poco, pero se dejaba clavar bien hasta el fondo. Me dio bronca no tener diez centímetros más de pija. La agarré de los pelos, y le pegué un cachetazo. Tomá, la concha de tu madre, le dije, cometela toda. Me encanta, ay, me encanta, toda, toda, decía, y aguantaba los embates. Le pegué una nalgada. Ahí se calentó de verdad, se empezó a mover ella. Sentí que se acercaba la leche, y la saqué.
Para intentar aguantar un poco más, me arrodillé para comerle un poquito la argolla, y me encontré que era más accesible lamerle el culo. No había visto nunca antes un culo que invitara tanto, parecía estar predispuesto a abrirse, a recibir algo. Le empecé a chupar el culo. La gorda se amasaba las tetas, y se movía, gemía suave. Le metí un dedo en el orto. Cada tanto, otra nalgada, y otro gritito.
Cuando sentí que podía bombear de nuevo, me paré. Vi la mano de la gorda buscando la verga. Se la di con gusto. Clavátela toda, hija de puta, estuve a punto de decir, pero no. La gorda me agarró la verga como para que no se le escape, y la apuntó sin dudar a su ano goloso y entrenado. En seguida se dio cuenta de que algo andaba mal. Se escupió una buena cantidad de saliva caliente y espesa en la mano, y volvió. Me untó la verga con su jugo mientras seguía mirando a los muchachos, las tetas colgando de la baranda, y se la apoyó en el orto. Y solita, antes de que pudiera yo nada, empujó, suave pero firme. Haceme el culo, hermoso, dijo. Y esa empujada fue suave pero firme, y larga y sin interrupciones, y cuando quise darme cuenta, tenía media verga adentro, y en seguida la tenía toda.
Cuando la tuvo toda adentro, cuando no me quedaba más pija por meter en ese tubo de carne, cuando sintió los huevos apretarle la cajeta, pegó un gritito largo y profundo. Aahhhhhhhh........!!!
Volví a mi técnica de dar estocadas largas y profundas, antes que cortas y rápidas. La gorda empezó a gritar fuerte. Le agarré los pelos, le pegué en el culo. Gritó. No la solté. Llename el culo de leche, hijo de puta!!!, gritó, y fue justo en el semáforo, y sin el ruido de los autos, resonó el pedido en la noche. Los muchachos escucharon, miraron, vieron, entendieron. Se reían y miraban y gritaban cosas, no sé qué, yo seguía pendiente de la gorda, a quien tenía agarrada de los pelos con ambas manos ahora, y de mandarle verga a fondo mientras pudiera aguantar la leche, que empezaba a pedir pista. Los gritos llegaron justo, porque a la gorda la pusieron a mil, y a mí me distrajeron un poco, lo justo para aguantar y sentir el orgasmo de la gorda en la verga. El culo se le contraía violentamente. Se había mandando una mano a la concha mientras con la otra aferraba con fuerza la baranda. Tembló un poquito, y sentí que ese culo me estrangulaba la verga. Quise tocarle la argolla y vi que tenía flujo chorreando por las píernas, mucho licor caliente bajando, sin remedio. Me calenté mucho. Sentí que no daba más.
En mi cabeza, mi verga lanzaba litros y litros de leche caliente, mientras le empujaba la verga bien a fondo, sin soltarle las mechas. Los muchachos abajo entendieron la escena, y aplaudieron mientras se reían todavía.
Le tiré de los pelos ara traerla, le puse un buen chupón en la boca, y se la saqué, suave.
Y ahí sí que me sorprendió por completo.
Se puso en cuclillas, y se mandó toda la verga en la boca, con cierta ternura. Y mientras, puso la mano, y esperó, y recolctó toda la leche que le salió del culo. Y me la untó en la verga. Y siguió chupando, y se frotó la verga en la cara y las tetas, y se llenó de leche y flujo y cualquier cosa. Si hubiera podido, le hubiera hechado más leche, porque se lo merecía la muy hermosa hija de puta.
Después nos lavamos, y tomamos un poco más de cerveza, y nos cagamos de risa, y no cogimos más porque no podíamos, y porque ella, igual, se tenía que ir. Y yo le dije qué pena que te tengas que ir, y ella dijo me llevo un recuerdo, y se agarró las tetas y me mostró el escote, y se rió, y nos reímos, y al final se tenía que ir, y agarramos la bici, y bajamos, y en el ascensor fue raro, y abajo estaba oscuro, y llegamos a la puerta, y nos despedimos, y primero fue un abrazo, y después un beso, y después otro, y después otro abrazo, y después fue dejar la bici ahí un segundo y nos fuimos a la escalera y en silencio nos chapamos y se me paró la pija y la di vuelta a la gorda y le bajé un poco las calzas y me fijé y estaba bien mojada y le mandé lo que me quedaba de verga sin más y ke saqué una teta de la musculosa y le entré a bombear corto y fuerte y me costó y le di bien rápido y furioso y ella no acabó y se dio vuelta muy canchera y me agarró la verga y me pajeó muy fuerte y me hizo acabar muy fuerte pero apenas salió un hilito de lechita y se lo tragó todo sin decir nada, y después me miró con una sonrisa de amor, y yo también, y me dio un beso, y buscamos la bici y nos volvimos a besar, y se fue.
Y varias veces dijimos que teníamos que juntarnos de nuevo, y nunca pasó.
6 comentarios - La gorda, el balcón y la gomería