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Cuando Marisol me preguntó cómo me enteré del vuelo, le dije que fue mera casualidad.
Eran alrededor de las 11 y media de la mañana, cuando todos nuestros puntos ya habían sido zanjados. Y aunque solamente debíamos esperar una hora y media más para ir a almorzar, notaba en los ánimos de los administrativos que yo era una“persona no grata”, por lo que extender nuestra visita por más tiempo sería una amarga agonía.
Incluso cuando Alan se despidió de mí, sacudiendo mi mano efusivamente y dándome las gracias, apenas reaccionaba. Me sentía cansado y hambriento y mi “visión de túnel” estaba en su pleno apogeo.
Honestamente, no puedo recordar si Gloria intentó decirme algo o no, ya que en esos momentos, era un verdadero autómata y lo único que quería era comer un combo de hamburguesa con queso, papas fritas y una bebida.
Y recién vine a reaccionar, tras haber devorado mis papas, aunque mi primera reacción fue confirmar que el dichoso vuelo era a las 2 de la tarde del día siguiente. Así que, conectándome de forma parasita a la red de wi-fi del centro comercial, tuve no solamente la confirmación, sino que además, en esos típicos pop-ups que las aerolíneas tienen, aparecía lo del vuelo.
-¡No puede ser!- exclamé, recién percatándome de la existencia de mi secretaria.- ¡Gloria, podemos volver hoy! ¡Hay un vuelo que sale a las 7 de la tarde!
A mi secretaria, la noticia no le cayó en gracia, mientras comía su ensalada cesar, puesto que su semblante se abrumó de inmediato.
-Es decir… podemos volver hoy… si es que tú lo deseas…-agregué, asimilando más mis sentimientos y lo vivido en esos 2 días.
Gloria bajó el tenedor y miró en su entorno, desganada.
-No te voy a negar que me encantaría estar más contigo…- admití, haciendo que su atención regresara.- pero también sé que te importa Oscar y no me quiero entrometer.
Entonces, su mirada se atribuló al instante, al mencionar el nombre de su amor de 4 años, puesto que apenas parecía recordarlo.
Según mi impresión, fue ahí que asimiló lo ocurrido en las últimas 12 horas y su mirada se clavaba constantemente en mí, con una mezcolanza de diversos sentimientos, puesto que no sabía qué hacer y a la vez, yo era el responsable que rompiese sus códigos de moral.
-Mira… te dejaré que lo pienses un poco… y si quieres, puedes hablar con Oscar.- le dije con una sonrisa cordial.- Para mí, esto tampoco es fácil… y quiero hablar con mi esposa, mientras tú tomas una decisión… sé que para ella, será una alegría inesperada que vuelva antes (que como ustedes saben, no fue el caso)… pero también me espera para mañana.
Y mientras me ponía de pie y tomaba mi celular, me tomó de la mano y me preguntó:
*¿Qué le digo?
Me doblé ante ella y le acaricié su mejilla.
-No lo sé. Solo háblalo y lo que sientas… (dije, tocando la base de su seno izquierdo, a la altura de su corazón) lo que realmente sientas, déjalo que fluya y hable por ti.
Pero como me enteraría más tarde, lamentablemente para Oscar, no habría diferencia si Gloria llegaba ese día o no.
Continuando con lo mencionaba la vez anterior, dábamos un singular espectáculo al llegar al hotel. Luego de cancelar nuestra carrera y brindarle una generosa propina adicional, Erika nos deseó que lo disfrutáramos. Gloria, por su parte, no dejaba de besarme e intentar de sacar mi ropa, mientras que yo intentaba que la suya mantuviese un mínimo de compostura.
Incluso en el ascensor, intentaba devorarme a besos y desearme con una lujuria y pasión sin igual. Pero como aprendí en estas vacaciones de verano, las cámaras de hoteles de esta categoría también nos espiaban, en búsqueda de amantes furtivos que deseaban cumplir fantasías alocadas, por lo que únicamente logré incrementar sus deseos al máximo, hasta la llegada de nuestro apartamento.
Finalmente, cuando llegamos al dormitorio y me desnudé los pantalones, me dejó un poco tranquila, observando el objeto que con tanto deseo anhelaba esa mañana.
-¡Cómela!- le dije, mientras ella me contemplaba hechizada.
*¿Qué?
-¡Que quiero que me la comas!- insistí.
Su rostro se torció levemente hacia la derecha, mostrando su indecisión…
*¡Jefe, no puedo hacer eso!- dijo, mirándomela con recato.- ¡Nunca lo he hecho con Oscar!
Sin embargo, la idea no le desagradaba del todo y creía muy probable que, dada la personalidad de Gloria, nunca lo hubiese hecho antes.
-¡No me importa!- respondí, enérgico.- ¡Yo no soy Oscar! ¡Soy tu jefe y si quieres tener sexo conmigo, tendrás que comérmela!
Le contaba a Marisol que nunca antes, me había aprovechado de mi condición de jefe y que si bien, estaba siendo mucho más rudo y un tanto cruel que la noche anterior con Gloria, a la vez, la estaba liberando, tal como se lo había dicho la primera noche.
Porque en esos momentos, no se trataba que Gloria desease darme una mamada. Era yo, con mi autoridad de jefe, que se lo estaba ordenando, eximiéndola así de toda culpa (Y algo que a mi esposa le estaba entusiasmando, en vista que tiendo a ser demasiado pacifico).
Comenzó con un tímido beso con el glande, el que saboreó levemente con la punta de su tibia lengua. Le aseguré a mi mujer que, como todos los días y que a pesar que habíamos hecho el amor en la ducha, me había limpiado como corresponde, antes de salir.
Luego siguió otro, depositando la cabeza completamente en su cavidad bucal y luego siguió otro y otro.
Llevaba un ritmo exorbitante, que me tenía en la más plena dicha y ella lo estaba disfrutando casi tanto como yo.
Pero mientras mi esposa recreaba de una manera tan apasionada la manera de mamar de mi secretaria, usando ese camisón blanco para dormir que tanto me prende, le conté que yo tampoco podía olvidarme de su colita virgen, por lo que mi mano buscó en su corta falda el calzón negro de encaje (que ya olía a mujer y que como me había esperado, era nuevo) y empecé a masajear su ano una vez más.
Gloria disfrutaba y se sacudía con mayor soltura, a medida que mis 2 dedos se agolpaban por entrar, tornando la mamada en una experiencia fenomenal.
Y en retribución, decido brindarle mayor placer, por lo que no con mucha facilidad, tomo su cintura y ubico su templo de placer en mis labios…
(+ ¡Qué malo eres, mi amor! ¡Conmigo, nunca lo haces!- rezongó mi mujer, mientras la ubicaba de la misma manera.
En realidad, no sabía qué responderle, porque ninguno de los 2 nos hemos buscado así muchas veces.
Sin embargo, puedo decir que repetir la experiencia con mi esposa tiene sus méritos, dado que Marisol está acostumbrada a recibir más dedos por el ano, sus casi 5 años de dar mamadas le brindan una experiencia soberbia y la manera en que sus suaves y candentes senos se arrastraban sobre mi cintura, brindaba a la situación un eje de placer sobrenatural.)
La forma de mamar de Gloria se tornó enceguecida y ya poco faltaba que terminara haciéndome acabar en sus labios, pero en esos momentos, no quería eso. Quería volver a estar en ella y marcarla, como corresponde.
-¡Suficiente, Gloria! ¡Suficiente!
Pero su sublevación no terminó hasta que le incrusté mis dedos hasta la base de su ano y lanzó un gemido tremendo de dolor y sorpresa.
Se dobló agitada, cansada, sin fuerzas a mi lado y su hendidura dejó salir un poco más del líquido blanco y pegajoso que lo rellenaba.
Tomé un preservativo y lo comencé a ubicar sobre mi falo…
*¡No, jefe! ¡Por favor, no!- insistió, tratando de sacarlo de mis manos.
-¿Estás loca, cierto?- me giré, apartándosela de sus manos como un sádico.- ¡Así embaracé a mi esposa, la primera vez! ¿Cómo sé que te cuidas? ¿Quieres que Oscar crie a mi hijo?
(Marisol me contemplaba intrigada y temerosa cuando se lo contaba, pero le decía que era algo del momento. No podía explicárselo a mi mujer, pero suponía que era un impulso instintivo que me hacía tratarla como una vil puta y que en cierta forma, la retroalimentación de mensajes corporales que Gloria me daba, así me lo confirmaban)
La frase que le dije sobre Oscar le hizo sollozar. Probablemente, pensaba a cómo habíamos llegado a eso, pero la situación estaba lejos de terminar.
-(Raise your ass…)
-¡Levanta tu culo!- le ordené todavía autoritario y es que sinceramente, en esos momentos, no recordaba otra palabra “más amable”, para ordenárselo.
A pesar que Gloria lloraba desconsolada, su voluntad estaba completamente anulada por la mía y temblorosamente, me ofrecía su retaguardia, sin poderla controlar.
*¡No, jefe! ¡No lo hagas! ¡Nunca lo he hecho con Oscar por atrás! ¡Por favor, jefe, no!- suplicaba, todavía compungida.
Eso me hizo sonreír, porque Gloria seguía (y creo que sigue) siendo virgen de su ano, por lo que me decidí a compartirle unas “perlas de sabiduría”…
-¡Descuida!- le dije, moviendo sus cabellos rizados con delicadeza.- No pensaba hacerlo ahora… pero rara vez, es tu pareja la que te penetra por el culo la primera vez… ese agujero está reservado solamente para los amantes.
Ese comentario la sosegó y creo que le hizo acabar un poco. Sin embargo, aun así hice lo que a mi esposa tanto desespera, que es jugar con mi rabo por su hendidura posterior, subiendo y bajando, sin realmente llegar a concretar nada.
Y aunque al principio, tenía sus reticencias al respecto, el vaivén de su cintura seguía el movimiento de mi pelvis y se quejaba muy excitada en el intertanto.
Finalmente, retrocedí un poco, lo que hizo que Gloria me mirase al instante, sin saber lo que pasaba y sintió el maravilloso y anhelado placer, al sentir la punta de mi glande abrir sus labios vaginales.
-¿Tú crees que me habría puesto un preservativo,si pensaba penetrarte por detrás?- pregunté, mientras le avanzaba por sus entrañas.
Mis manos se apresaban a su cintura, deseándola, atrayéndola hacia mí. Le besaba los hombros, su cuello y la acariciaba por sus erectos pechos hacia mí.
-¡Los 2 somos responsables, Gloria!- le decía, mientras arremetía con un delicioso placer por entre medio de sus piernas.-¡Los 2 podemos controlarnos y podemos parar cuando queramos!
*¡Síiii! ¡Síiiii!¡Síiiii!- replicaba ella, sujetando mis mejillas con sus palmas.
-¡Solamente, lo haremos hasta las 5!- le dije, arremetiendo con todas mis fuerzas, posando mi mano sobre su cautivante pelvis lanuda.- ¡Después, haré las reservas, nos daremos una ducha e iremos al aeropuerto!
*(¡Yes,boss! ¡Yes, boss! ¡You rule! ¡You rule!)
*¡Sí, jefe! ¡Sí, jefe! ¡Tú mandas! ¡Tú mandas!-repetía ella, demasiado enfática.
Pero eso, para mí no me bastaba. Le explicaba a Marisol que el límite de tiempo nos sumió a ambos en un estado de perpetua ansiedad, donde nos deseábamos constantemente.
Para las 2 y media, la tenía nuevamente debajo de mí…
-¡Disculpa, Gloria, por ser tan molesto! ¡Pero tus pechos me vuelven loco!- le decía, mientras se los chupaba y besaba sin control.
Sus pezones estaban erectos y ella no paraba de gemir, a medida que la embestía por la entrepierna y cada vez que la besaba.
-¡Me encantaría marcarlos! ¡Morderlos!¡Succionarlos hasta dejarles chupones!- le decía, mientras desvariaba, con dientes hambrientos…
*¡Ahhh!... a mí también…- confesaba ella, en completo éxtasis.
Y la besé con locura y nos miramos a los ojos…
-¡Pero no puedo! ¡Oscar se daría cuenta! ¿Qué le explicarías?
Su respuesta fue un sublime beso y aparentemente, un orgasmo maravilloso, que fluyó entre sus piernas.
Pero para las 4 y media, había que reconocer la verdad…
-¡Es inútil, Gloria! ¡Incluso si nos duchásemos y nos arregláramos ahora, no alcanzaríamos a llegar a la terminal!- le dije, recuperando un poco el aliento en la cama.
*¡Sí, jefe!... ¡Es verdad!- respondió ella, apoyándose de los brazos, con sus pechos sudorosos y cabellos alborotados, luego de haberme montado como una vaquera y esperando que pudiésemos despegarnos.
-Lo único que nos queda es aprovechar lo mejor que podamos estas horas juntos, hasta mañana.- reflexioné, levemente decepcionado conmigo mismo.
No así mi secretaria, que me brindó la sonrisa más libidinosa, que jamás le había visto.
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2 comentarios - Tocando la Gloria en Sydney… (IX)
sabes q me empezaron a gustar tus relatos, igual ojala respondieras mp
Ponele q me gustaria fotos de las minas aunque sea solo cola, o tetas!
Se ve q son tremendas mujeres!
Suerte la tuya , saludos"!