Las tres semanas de espera fueron un verdadero curso de paciencia digno de un monje tibetano, pero también un paseo por el purgatorio. Mi alma estaba entregada a los oscuros secretos que cada sábado me develaba aquella mujer y mi cuerpo ardía ante cada imagen de su cuerpo que regresaba a mi mente.
Mi profesora, Gaby, era una exquisita maestra en el arte de la docencia. Yo me balanceaba entre la angustia y el deseo, mientras su voz regresaba a mis oídos como un ángel suplicante o un demonio cargado de lujuria.
Aquél ansiado sábado por fin había llegado. Una vez más me levanté con tiempo suficiente como para estar absolutamente a la altura de las circunstancias. Minuciosamente acicalado y perfumado convenientemente, con la puntualidad de un té inglés, toqué a su puerta. Se abrió parcialmente para dejar escuchar su voz gatuna:
- Pasá, pero con los ojos cerrados, por favor.
Solo eso bastó para que mi corazón cabalgara enloquecido por el misterio. Di un par de pasos hacia el interior y me detuve.
- Así está bien – me dijo mientras sentía como mis párpados cerrados se cubrían con una tela o un pañuelo y sus manos hacían un nudo por detrás de mi cabeza.
- Es parte del juego. El examen final tiene también sus reglas y esta es una de ellas.
Con la suavidad de una gacela me tomó de un brazo y caminamos hacia el estudio. Al entrar un profundo aroma a sándalo penetró en mi nariz. Caminamos unos pasos más y nos detuvimos.
- Sólo cuando te diga te podés sacar la venda de los ojos –dijo mientras sus dedos comenzaron a desabrochar mi camisa. Sentí su aliento fresco contra mi pecho y su lengua rozar mis tetillas.
Recorrió mi torso desnudo con sus manos una y otra vez. Giró mi cuerpo y acarició mi espalda. Besó mi cuello y acercó su boca a mi oreja mordiéndola suavemente.
- Hmm… que rico perfume! Veo que te preparaste muy bien. Espero que estés también preparado para el examen. Soy muy exigente en los finales. Pensás aprobar, me imagino?
- Claro que sí, Gaby… después de tres semanas estoy más que preparado – alardeé
- Hmm… eso suena bien, pero te recuerdo que todavía quedan muchas cuotas por pagar así que mejor vayamos despacio.
Sus uñas se apoyaron en mi espalda y bajaron hasta mi cintura. Rodeó con sus manos mi cuerpo para desajustar mi pantalón y luego introducirlas en su interior. Sentí su suavidad deslizarse por mi entrepierna hasta alcanzar mis testículos.
- Hmm… están mojados en sudor! – exclamó – No te das una idea de cómo me gustan así. Me comería tus huevos ahora mismo pero tenemos mucho tiempo por delante, así que mejor será que te pongás cómodo, pero no te saqués la venda para nada. Ya vuelvo…
No escuché sus pasos alejarse por lo que deduje que estaba descalza o, mejor aún, desnuda… totalmente desnuda!
Mientras me desvestía, en mis ojos cubiertos por la oscuridad del vendaje, las imágenes de su recuerdo se desplegaban obsesivas. Sus tetas, sus curvas, su culo, su maravillosa concha. Si ya el toque de sus manos sobre mis bolas me había calentado, imaginarla me hacía arder.
Tampoco la escuché regresar o quizás nunca se había ido.
- Veo que ya estás listo… tremendamente listo, diría – dijo mientras sentía como mi pija se endurecía lentamente.
- Llegaste al examen final, Germán. Tengo que felicitarte por eso, pero este momento también tiene sus reglas. Por suerte ya hablé con tus padres para explicarles que posiblemente no volverás hasta tarde, así que podremos estar tranquilos.
Para empezar tengo que decirte que a pesar de que viniste a aprender el inglés que no se habla, hoy particularmente nos tomaremos algunas licencias. Quiero decir que no es necesario que hablemos en inglés, cada uno hablará con libertad en el idioma que quiera, especialmente porque si como creo, estás listo para aprobar, te aseguro que tendrás una sorpresa.
Mi imaginación no descansaba. ¿Qué era una sorpresa para esta mujer que cada vez que nos veíamos no dejaba de sorprenderme?
- Creo que hoy nos merecemos estar en un lugar más acogedor…- dijo y rió, mientras sus manos agarraban mi verga con delicadeza, la presionaban levemente y volvían a acariciar mis testículos.
- Hmm… tus bolas siguen tan sudadas como antes… ahora vamos a ir a otra habitación pero creo que antes…
Sentí su cálido aliento acercarse a mis genitales. Deseaba que me chupara la pija como ya lo había hecho pero esta vez no lo hizo.
- Me excita tanto el sudor de los hombres. Me excitan sus bolas humedecidas y calientes.
Su lengua se arrastró por mis huevos de arriba abajo. Solo se detenía para acicatear mi cerebro con su voz gatuna.
- Hmm… que rico se siente… me encanta este sabor sobre mi lengua…
Su boca chupó la bolsa de mis testículos una y otra vez. Mi sudor se mezclaba con su saliva.
- Siento que mi concha se moja… me excita tu sudor, Germán. Me excita pensar que tus huevos están llenos de esperma… de rico esperma. Tengo que decirte que sos el alumno de mis “clases especiales” mejor dotado. Tenés la pija más grande y gruesa que haya visto en un chico de tu edad y tenerla para mí me llena de deseo. Está tan dura… y su cabeza está tan enrojecida y enorme que mi boca se llena de saliva. Quiero chupártela, pero…
Sentí los labios de su boca rodear uno de mis testículos hasta que la succión fue la suficiente para que entrara entero en su garganta golosa. Uno segundos después lo dejó salir chorreante de saliva. Con un jadeo de placer, dijo:
- Será mejor que vayamos a otro lugar
Y tomando mi pija con su mano me obligó a caminar a ciegas, tirando de mi verga me invitó a seguirla y lo hice obediente.
Caminamos así algunos metros y nos detuvimos. Tomándome por los hombros hizo girar mi cuerpo. Un momento después la escuché decirme:
- Podés sacarte la venda.
Lo hice. Frente a mí un enorme espejo reflejaba mi imagen y detrás mio, Gaby me miraba desnuda sobre una cama con sus piernas abiertas de par en par. Quedé absorto observándola, clavé mi mirada en su sexo, en sus tetas, en su boca jugosa, en sus ojos lujuriosos.
- Abrí el primer cajón de la cómoda – pidió.
Bajé la vista y consentí a su deseo. Aquel cajón se deslizó silencioso para mostrar su contenido. En su interior un arsenal de elementos de autosatisfacción sexual, perfectamente ordenados, quedó ante mis ojos.
- Agarrá el de color verde y el pote de tapa azul y date vuelta.
Tomé un consolador de silicona verde que simulaba una verga a la perfección y el pote que me pedía girando sobre mis pies. Ante mí, Gaby, se había acomodado en aquella enorme cama de espaldas con su cadera levantada dejando frente a mis ojos azorados la vista de su hermoso culo y los labios carnosos de su concha.
- Te gusta? – inquirió.
- Es… maravilloso – atiné a decir.
Reparé solo en ese momento en su bronceado. Su cuerpo estaba oscurecido por el sol y solo una diminuta línea de piel pálida corría por su culo hasta alcanzar su concha absolutamente depilada.
- Suck me! Chupame todo, por favor! – dijo, casi como una orden.
Dejando a un costado el consolador y el pote, me acerqué hacia ese espectáculo arrollador. Sobre los labios gruesos de su vulva no quedaba el más mínimo atisbo de su vello púbico. Apenas entreabiertos dejaban vislumbrar los fluidos que ardían en su interior. Pasé mi lengua pausadamente por ese surco dejando que mi saliva terminara de humedecerlos y abrirlos, después se la chupé hasta que mi boca se fue llenando con los elásticos labios interiores de su concha y sus exquisitos flujos.
- Seguí… me gusta sentir tu lengua. Chupame… lameme…metemelá… haceme lo que quieras! – dijo jadeante.
Casi ahogado por sus secreciones y mi saliva, tragué. Qué exquisitez! Luego hundí mi lengua al máximo en su interior y escuché sus gemidos. En círculos fui rodeando los bordes de su vagina hasta donde mi lengua podía llegar.
- Ahh… me encanta… chupame el culo también… metemela lengua en el culo! – pidió
Un simple movimiento bastó para que mi lengua orillara el contorno de su ano. Los pequeños pliegues de su esfínter se movían con insinuantes espasmos como rogándome que la metiera. Metí solo la punta para sentir como su ano abrazaba mi lengua impetuosamente.
La metí y la saqué de su culo repetidas veces hasta que escuché que su voz agitada me pedía que abriera el pote, untara mis dedos y los metiera en su culo.
Abandoné mi faena y tomé el pote. “Aceite lubricante comestible – Sabor frutilla” leí en la etiqueta. Hundí mis dedos en ese líquido viscoso y me dispuse a cumplir su deseo.
- Uno o más? – pregunté estúpidamente.
- Todos, amor… todos los que quieras.
Su ano apenas abierto brillaba aún por mi saliva, pero el solo contacto de mis aceitosos dedos sirvió para que se relajara por completo.
- Quiero sentir mi culo mojado y lleno… meteme los dedos adentro… agrandame el agujero.
Uno a uno los fui metiendo en su ano que se estiraba más y más ante cada arremetida. No sé cuánto tiempo pasó, solo me dediqué a disfrutar el contacto de su culo con mis manos y oír sus jadeos en mis oídos.
- Despacio… por favor… - dijo y casi suplicándome agregó.
- Meteme el consolador… metemelo ahora…
Una vez más obedecí. Tomé aquella silicona verdosa que simulaba una pija y casi inconscientemente la comparé con la mía que estaba dura como una piedra. Era casi del mismo largo aunque algo menos gruesa.
Casi resbalando entre mis dedos la acerqué a su culo dilatado y metí la punta.
- Ahhh… despacio… metelo despacio…
Lo hice y aquel tronco plástico se fue perdiendo en el interior de su culo al mismo tiempo que Gaby aumentaba sus jadeos.
Cuando desapareció por completo, la vi gozar. Giró su cabeza apoyándola de costado sobre el cubrecama, entornó sus ojos azules y, entre jadeos, me dijo:
- Cogeme, Germán... meteme la pija… quiero estar llena por todos lados… deseo sentir tu verga gruesa adentro mío… cogeme!
Con una mano sostuve el consolador adentro de su culo supurante de aceite y con otra agarré mi pija para meterla en su concha abierta y jugosa.
Fue alucinante aquella sensación. Mi pija se mojaba con los jugos calientes de su vagina y al moverse en su interior rozaban las tripas de su culo lleno.
- Ahhh… que delicia! – dije
- Movete… movete… me gusta sentir que me cogen por todos lados… ahhh…
Saqué y metí de su concha mi verga inflamada y de su culo el consolador hasta que sus gemidos se transformaron en orgasmo. Su vagina apretaba mi pija mientras jadeaba de placer. No quería que aquello terminara nunca. Cuando mis deseos de eyacular aumentaban, la sacaba y hundía en su ano esa verga de silicona hasta el fondo.
Ella empinó aún más su cadera y deslizó sus brazos por debajo de su cuerpo hasta que sus dedos rozaron mis bolas.
- Llename… llename toda, Germán.
Casi al unísono mi pija y el consolador se perdieron en su interior hasta que un pequeño grito de dolor y placer salió de su boca. Con mi verga adentro de su concha por completo, vi un rictus de dolor en su rostro pero aun así se esforzó para que sus manos alcanzaran mis huevos y los sobaran deliciosamente.
- Llename el culo con tu pija… quiero tu pija gruesa en mi culo… quiero chupartela con mi culo…
La saqué de su vagina conteniendo mis deseos de eyacular. Después saqué el consolador de su culo. Que espectáculo! Su ano dilatado y aceitoso dejaba ver el interior enrojecido de sus tripas y su concha abierta de par en par supuraba apetitoso flujo.
- Metemela… pero despacio que es muy gruesa…
Apoyé la cabeza de mi verga en su ano y empujé suavemente hasta que el aro de su esfínter cedió. Gaby dio un pequeño chillido pero después fue ella quien movió su cadera hacia atrás para que mi pija la penetrara totalmente.
Gemía de gozo mientras la cogía por el culo. Sus manos buscaban el consolador que había dejado sobre la cama. Al encontrarlo, su brazo se deslizó por debajo de su cuerpo y su mano aferrando esa pija plástica se acercó a su cara.
Brillante de aceite sabor frutilla comenzó a lamerlo, a chuparlo, a tragarlo como si fuese una pija real. Solo lo abandonaba para murmurar, para gemir, para llenar mis oídos de frases que aceleraban los latidos de mi corazón y mis más profundos deseos.
- Esperé tanto este momento, Germán… quería sentir tu pija adentro de mi culo desde el primer día que la vi… es tan suave… tan gruesa… tan rica… me da tanto placer… ahhh…
Su voz de gata en celo era torturante. Sentía cada palabra como un taladro sobre mis instintos y mi pija se llenaba más y más de sangre.
- Seguí así… sacala y metela… hasta que mi culo arda… ahh…llename con tu verga… con tu carne dura… con tu leche caliente…
Deseaba prolongar aquel momento hasta el infinito pero no podría soportar mucho más.
- Quiero sentir tu esperma ahí… ahí adentro… llenando mi culo de rica leche… quiero que me pagues… ahora… ahh… con tu cuota de semen…ahh… llename, Germán… llename el culo con tu leche…
No pude más. Tres semanas de esperma acumulado salieron despedidas de mi pija con brutalidad. Mi verga intentaba hundirse en el interior de su culo con cada chorro de semen y Gaby gozaba acicateándome más y más.
- Así… así… damela toda… siento tu leche caliente llenándome… damela toda… quiero todo tu esperma adentro mío… estás aprobando, amor… estás aprobando…
Empujé una vez más, agotado y vacío. Ella resopló de placer y se inclinó hacia adelante hasta que mi pija salió por completo de su culo.
Frente a mí una imagen que no voy a olvidar jamás. Mi verga chorreante cayendo pesadamente hacia el suelo y su ano absolutamente abierto dejando ver en su interior un volcán de leche a punto de hacer erupción.
Mi esperma espeso y aceitoso burbujeando en su culo y pugnando por salir despedido.
Otra vez deslizó sus brazos por debajo de su cuerpo y arqueando su cadera dejó escapar mi leche que fue cayendo sobre sus dedos y sus palmas abiertas.
- Es tan hermoso lo que me hiciste sentir, Germán… que te aseguro que esta parte del final la aprobaste con creces… - dijo incorporándose sin sacar sus manos de su entrepierna que recogían los restos de esperma que aún salían de su culo.
- Me encanta el semen, amor… por eso pido que me paguen así… me gusta su textura entre mis dedos… su color en mis pupilas… su sabor en mi garganta… pero más me gusta entrando en mi cuerpo - agregó mirándome con sus ojos azules cómplices, para después levantar sus manos cargadas de leche hasta su rostro. Como un gato lamiendo su plato se dedicó a sorber mi semen pegajoso y sabiendo a aceite comestible de frutilla.
Su lengua se deleitaba levantado desde sus manos aquel flujo que poco a poco fue llenando su boca. Tragó todo lo que pudo, incluso los restos que alcanzó a rescatar de sus dedos.
- Que rico es… me pagaste muy bien, Germán. – dijo y sentándose en la cama atrapó mi pija flácida pero aún chorreante entre sus manos para meterla en su boca y chuparla profundamente.
- Ahh… es delicioso, Gaby… estoy cansado y vacío… pero feliz. – dije.
- Lo sé, amor, lo sé… será mejor que descanses… todavía no terminamos con el examen final. Duchate y acostate un rato…
CONTINUARÁ…
2 comentarios - El precio de aprender - Parte IV