- Ya que nunca te revisó un andrólogo, supongo que tampoco nunca antes te hicieron un examen rectal, correcto?
- No doctora... er... quiero decir, que tiene razón que nunca me hicieron... éso... - contestó el chico - Qué... qué me va a hacer? - preguntó nervioso.
- Te aseguro que nada extraordinario - le contestó ella ajustándose los guantes de látex - Pero si tenés miedo yo te puedo contar algunas cosas mientras te las voy haciendo como para que sepas qué es lo que pasa, dicen que la gente le teme a lo desconocido.
Simón dudó por unos momentos y respondió.
- Yo... yo no tengo miedo... exactamente. Estoy un poco... nervioso... no sé qué me van a hacer - tragó saliva y dijo mucho más despacio - O si me va a doler mucho
- Ay Simón, ya te dije que hay partes de la revisación que probablemente parezcan humillantes y a lo mejor incómodas pero no te voy a hacer nada que te vaya a doler, y si realmente sentís algún dolor, quiero que me lo digas inmedíatamente, sí?
Él pareció conformarse con las palabras de la Dra. Meli aunque por poco tiempo, ya que su próxima frase le hizo elevar de nuevo sus niveles de ansiedad.
- Lo primero que voy a hacer es abrir e inspeccionar visualmente la abertura entre tus glúteos - lo que hizo inmedíatamente después agarrando y separándole los firmes glúteos.
La Dra. Meli hizo una buena inspección visual y tomó nota de que no sólo todo se veía saludable sino también escrupulosamente limpio; por supuesto que no hizo ningún comentario pero le encantaba lo que estaba viendo y llegó a pensar "Por favor, hasta el culito arrugadito es tierno".
- Todo se ve bien acá atrás Simón - le dijo, y antes de darle tiempo a reaccionar, continuó - A casi todos mis pacientes no les gusta esta parte del examen, pero lo vas a aceptar, no tenés opción. Si te relajás y cooperás vas padecer menos. Primero me vas a sentir aplicándote lubricante en la colita, así te puedo penetrar y hacerte un examen interno; con suerte hoy sólo va a ser necesario un examen digital.
- Digital? - preguntó el joven.
- Sí digital... de dígito, o sea dedo o dedos, en este caso mi índice derecho - le contestó ella.
La Dra. Meli se mantuvo detrás de él sosteniéndole los glúteos bien separados y sin poder evitar mirar de nuevo entre sus piernas, notando que pese a que parecía tener unos genitales muy bien desarrollados, el chico tenía poco vello púbico. Tomó nota mental de preguntarle sobre este tema más tarde.
Después de hacer uso de una buena cantidad de lubricante quirúrgico, la Dra. Meli continuó.
- A lo mejor esto te hace sentir un poco de frío - y sin más preámbulo procedió a desparramarlo por el ano y después también recubrió su dedo índice con la patinosa sustancia. En realidad estaba bastante fría y Simón se sobresaltó provocando que el pendulante escroto salte un poco, ella no pudo evitar divertirse.
- Ahora - empezó a explicar la Dra. Meli - me vas a sentir insertando mi dedo en tu colita. Antes de empezar quiero repetirte que si no tratás de rechazarme y aceptás que te penetre te va resultar menos incómodo.
Ella le hizo ésa promesa más que nada para elevar su nivel de vergüenza. Dicho esto, y mientras usaba la mano izquierda para mantener las nalgas de Simón separadas, la Dra. Meli apoyó la punta de su dedo índice contra la ahora bien lubricada entrada anal del muchacho y empezaba a empujar suave pero firmemente.
Aunque la Dra. Meli tenía dedos perfectamente proporcionados para una mujer de su tamaño el pobre y virginal ano de Tomás transmitió las sensaciones de la invasión hasta su cerebro que por supuesto reaccionó de modo perfectamente previsible, ordenó que el ano se contraiga y por lo tanto intente rechazar al intruso dedo.
- Qué parte de relajate y no me rechaces no entendiste? - preguntó la doctora con un tono de ironía en la voz.
- Perdón doctora... es que... nunca nadie me... metió nada ahí atrás... perdón. Le prometo que voy a tratar de quedarme quieto.
- Ahora quedate quieto Simón! - dijo la Dra. Meli - Voy a empezar de nuevo... vas a sentir mi dedo penetrándote y rotando dentro de tu cola pero lo voy a hacer bien despacio para que puedas adaptarte a estas sensaciones.
Y así le re insertó la punta de su enguantado y lubricado dedo y empezó a penetrar a Simón muy despacio el cerrado pasaje anal. La Dra. Meli no hizo ningún comentario por dos motivos: primero estaba convencida que él realmente estaba intentando obedecerla y relajarse, y segundo porque le daba una excusa para tomarse su tiempo con esta parte de la revisación que estaba disfrutando.
El dedo de ella apenas empezaba a penetrar el trasero de Simón causando sin embargo un fugaz y completamente errado pensamiento en la mente del joven. Algo como: "esto es absolutamente horrible y muy humillante, pero por lo menos no puede empeorar" pasaba por la cabeza de Simón. Pero en cuanto pensó éso la Dra. Meli realmente empeoró las cosas cuando empezó a formularle una serie de preguntas no sólo muy personales, sino también bastante humillantes. Comenzó la inquisitoria.
- Te dije hace un rato que te iba a preguntar sobre las respuestas que dejaste sin completar en tu formulario de admisión, este es un buen momento para empezar. La primera pregunta que dejaste en blanco es a qué edad perdiste la virginidad... así que contestame Simón, cuántos años tenías?
Ella esperó un momento, concentrándose en trabajar su dedo un poco más profundo dentro del rebelde ano de su paciente mientras le daba lo que ella consideraba un tiempo más que amplio para responder. Finalmente él lo hizo, interrumpiéndola justo antes que ella repita la pregunta, aunque ella honestamente no hubiera podido decir qué encontraba más atractivo, los quejidos que emitía su voz debido a la lenta penetración que estaba ejerciendo en el ano o la respuesta a la pregunta.
- Yo... uh, ya sabe... es que... mi aagghhh... mis padres son muy.... ugh... religiosos y yo.... aaahhhh... no salgo mucho.... eeehhhh...
Realmente fue sólo después que él se liberara del prejuicio y su no admisión/ admisión de su virginidad quedara registrada (increíblemente en el mismo momento en que la punta del dedo de la Dra. Meli lentamente atravesara el músculo externo del esfinter) que el interés de ella se disparó y comprometió más su atención. Fundamentalmente porque encontró la idea de tener un hermoso, inocente y (además!!) virgen ejemplar desnudo y con su completo sistema reproductivo bajo su total control era demasiado deliciosa como para ponerla en palabras... y que además estuviera tan bien dotado era la cereza del postre!!
- No doctora... er... quiero decir, que tiene razón que nunca me hicieron... éso... - contestó el chico - Qué... qué me va a hacer? - preguntó nervioso.
- Te aseguro que nada extraordinario - le contestó ella ajustándose los guantes de látex - Pero si tenés miedo yo te puedo contar algunas cosas mientras te las voy haciendo como para que sepas qué es lo que pasa, dicen que la gente le teme a lo desconocido.
Simón dudó por unos momentos y respondió.
- Yo... yo no tengo miedo... exactamente. Estoy un poco... nervioso... no sé qué me van a hacer - tragó saliva y dijo mucho más despacio - O si me va a doler mucho
- Ay Simón, ya te dije que hay partes de la revisación que probablemente parezcan humillantes y a lo mejor incómodas pero no te voy a hacer nada que te vaya a doler, y si realmente sentís algún dolor, quiero que me lo digas inmedíatamente, sí?
Él pareció conformarse con las palabras de la Dra. Meli aunque por poco tiempo, ya que su próxima frase le hizo elevar de nuevo sus niveles de ansiedad.
- Lo primero que voy a hacer es abrir e inspeccionar visualmente la abertura entre tus glúteos - lo que hizo inmedíatamente después agarrando y separándole los firmes glúteos.
La Dra. Meli hizo una buena inspección visual y tomó nota de que no sólo todo se veía saludable sino también escrupulosamente limpio; por supuesto que no hizo ningún comentario pero le encantaba lo que estaba viendo y llegó a pensar "Por favor, hasta el culito arrugadito es tierno".
- Todo se ve bien acá atrás Simón - le dijo, y antes de darle tiempo a reaccionar, continuó - A casi todos mis pacientes no les gusta esta parte del examen, pero lo vas a aceptar, no tenés opción. Si te relajás y cooperás vas padecer menos. Primero me vas a sentir aplicándote lubricante en la colita, así te puedo penetrar y hacerte un examen interno; con suerte hoy sólo va a ser necesario un examen digital.
- Digital? - preguntó el joven.
- Sí digital... de dígito, o sea dedo o dedos, en este caso mi índice derecho - le contestó ella.
La Dra. Meli se mantuvo detrás de él sosteniéndole los glúteos bien separados y sin poder evitar mirar de nuevo entre sus piernas, notando que pese a que parecía tener unos genitales muy bien desarrollados, el chico tenía poco vello púbico. Tomó nota mental de preguntarle sobre este tema más tarde.
Después de hacer uso de una buena cantidad de lubricante quirúrgico, la Dra. Meli continuó.
- A lo mejor esto te hace sentir un poco de frío - y sin más preámbulo procedió a desparramarlo por el ano y después también recubrió su dedo índice con la patinosa sustancia. En realidad estaba bastante fría y Simón se sobresaltó provocando que el pendulante escroto salte un poco, ella no pudo evitar divertirse.
- Ahora - empezó a explicar la Dra. Meli - me vas a sentir insertando mi dedo en tu colita. Antes de empezar quiero repetirte que si no tratás de rechazarme y aceptás que te penetre te va resultar menos incómodo.
Ella le hizo ésa promesa más que nada para elevar su nivel de vergüenza. Dicho esto, y mientras usaba la mano izquierda para mantener las nalgas de Simón separadas, la Dra. Meli apoyó la punta de su dedo índice contra la ahora bien lubricada entrada anal del muchacho y empezaba a empujar suave pero firmemente.
Aunque la Dra. Meli tenía dedos perfectamente proporcionados para una mujer de su tamaño el pobre y virginal ano de Tomás transmitió las sensaciones de la invasión hasta su cerebro que por supuesto reaccionó de modo perfectamente previsible, ordenó que el ano se contraiga y por lo tanto intente rechazar al intruso dedo.
- Qué parte de relajate y no me rechaces no entendiste? - preguntó la doctora con un tono de ironía en la voz.
- Perdón doctora... es que... nunca nadie me... metió nada ahí atrás... perdón. Le prometo que voy a tratar de quedarme quieto.
- Ahora quedate quieto Simón! - dijo la Dra. Meli - Voy a empezar de nuevo... vas a sentir mi dedo penetrándote y rotando dentro de tu cola pero lo voy a hacer bien despacio para que puedas adaptarte a estas sensaciones.
Y así le re insertó la punta de su enguantado y lubricado dedo y empezó a penetrar a Simón muy despacio el cerrado pasaje anal. La Dra. Meli no hizo ningún comentario por dos motivos: primero estaba convencida que él realmente estaba intentando obedecerla y relajarse, y segundo porque le daba una excusa para tomarse su tiempo con esta parte de la revisación que estaba disfrutando.
El dedo de ella apenas empezaba a penetrar el trasero de Simón causando sin embargo un fugaz y completamente errado pensamiento en la mente del joven. Algo como: "esto es absolutamente horrible y muy humillante, pero por lo menos no puede empeorar" pasaba por la cabeza de Simón. Pero en cuanto pensó éso la Dra. Meli realmente empeoró las cosas cuando empezó a formularle una serie de preguntas no sólo muy personales, sino también bastante humillantes. Comenzó la inquisitoria.
- Te dije hace un rato que te iba a preguntar sobre las respuestas que dejaste sin completar en tu formulario de admisión, este es un buen momento para empezar. La primera pregunta que dejaste en blanco es a qué edad perdiste la virginidad... así que contestame Simón, cuántos años tenías?
Ella esperó un momento, concentrándose en trabajar su dedo un poco más profundo dentro del rebelde ano de su paciente mientras le daba lo que ella consideraba un tiempo más que amplio para responder. Finalmente él lo hizo, interrumpiéndola justo antes que ella repita la pregunta, aunque ella honestamente no hubiera podido decir qué encontraba más atractivo, los quejidos que emitía su voz debido a la lenta penetración que estaba ejerciendo en el ano o la respuesta a la pregunta.
- Yo... uh, ya sabe... es que... mi aagghhh... mis padres son muy.... ugh... religiosos y yo.... aaahhhh... no salgo mucho.... eeehhhh...
Realmente fue sólo después que él se liberara del prejuicio y su no admisión/ admisión de su virginidad quedara registrada (increíblemente en el mismo momento en que la punta del dedo de la Dra. Meli lentamente atravesara el músculo externo del esfinter) que el interés de ella se disparó y comprometió más su atención. Fundamentalmente porque encontró la idea de tener un hermoso, inocente y (además!!) virgen ejemplar desnudo y con su completo sistema reproductivo bajo su total control era demasiado deliciosa como para ponerla en palabras... y que además estuviera tan bien dotado era la cereza del postre!!
0 comentarios - El Primer Examen Andrológico - Parte 2