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5:40 de la mañana y suena el “Na-na-na” de “My chemical romance”, en mi celular.
Gloria despierta asustada.
*¿Qué es lo que pasa?
-Nada… es hora de levantarse.
Toma la fuente del sonido y mira la hora.
*¡Es demasiado temprano!- exclama y se vuelve adormir.
Para ella, es cierto. Pero para “mi media naranja”, el día también debe estar empezando…
Me llama la atención que Gloria ni siquiera se extrañe que estemos en la misma cama. Como si ya fuésemos pareja que compartimos incontables noches juntos.
Sin embargo, tenía la calentura de la mañana…
La noche anterior terminó alrededor de la una. La intensa sesión de orgasmos de Gloria la acabó agotando, al punto que cuando me vine por segunda vez y a pesar que seguíamos pegados, mi secretaria se quedó dormida, conmigo adentro.
Con mucho cuidado, la acomodé en la cama para que no despertara. Posteriormente, me saqué el preservativo, el cual parecía un globo de cumpleaños a medio reventar. Me coloqué los boxers y pasamos la noche de cucharita, sin que nada la interrumpiese.
Y a pesar que tuve completa libertad de tocar su cuerpo desnudo mientras ella dormía, era en esos momentos que “quería obligarla a que se levantara”.
Metí mi tibia mano entre medio de su cintura y ella, una vez más, no hizo gesto alguno de rechazo. Empecé a acariciar su vientre, a rozar su ombligo y mis manos viajaron hacia el sur, hacia su tesoro más sagrado…
En mi mente, no podía decidirme si me gustaban los vellos púbicos o me desagradaban. Marisol prefiere que yo la depile al cero, en vista que cuando le hago sexo oral o hacemos el amor, ella lo siente “más intenso”. Sin embargo, a mí me gusta que se deje un poco más largo, para rascarme la palma mientras la atiendo y porque considero que el aroma a mujer permanece por más tiempo si lo lleva más largo. Y eso, sin olvidar que Gloria no era mi chica y quién sabe cómo tomaría Oscar la idea que yo la depilara…
Como fuese, para Gloria fue sin lugar a dudas, uno de los mejores despertares que habrá sentido: mi indecisión me hacía hurgar en su intimidad de forma delicada e introducía mis dedos en completa confianza.
Al principio, fue el del corazón. Luego, la tocaba junto con el anular y para cuando ya estaba húmeda, metía también hasta el índice. Como les menciono, ella no se quejaba ni intentaba sacarme la mano. Salvo apretar las piernas y retorcerse levemente, no me hacía el quite. No así con sus suspiros y respiración, que se empezaba a agitar.
*¡Ahhh!... ¡Ahhh!... ¡Ahhhh!- susurraba despacio, mientras mis dedos se agolpaban entre sus piernas.
Y fue en esos momentos en el que pensé “¿Por qué no?...”, y con mi izquierda, empecé a penetrar de nuevo su trasero con mi dedito.
*¡No!... uhhh… ¡Jefe, no!...- protestaba, retorciéndose, subiendo y bajando, sintiendo mis movimientos.
Su cola ardía y se sentía espectacular. Mis otros dedos hacían lo posible por agarrar esa enorme calabaza y eran tremendamente sobrepasados.
Aun así, lo más sorprendente fue lo que pasó con Gloria: en un arrebato de desesperación, manoteó mi muslo y en el segundo intento, encontró mi erección…
*¡Jefe… estás enorme!
Y empezó a masturbarme de una forma increíble. Sus movimientos de cadera acercaban paulatinamente su trasero a mi erección, aunque estoy seguro que quería que se la metiera por delante.
Llegó a tal punto nuestra cercanía y desenfreno, que la punta pegajosa de mi glande rozaba el borde superior de su surco trasero y literalmente, me sentía “Tocando la gloria…”
De repente, no aguantó más y se da vuelta. Nos besamos, ardorosa y desesperadamente y nuestros sexos, por primera vez, se tocaron…
El golpe eléctrico que siento al impactar por primera vez su lanuda pubis me deja casi sin palabras. Y el segundo y el tercero, donde finalmente quedamos adosados el uno al otro y restregándonos desesperadamente, por poco me deja catatónico.
Sus besos eran increíbles y sus pechos, sus lindos, estupendos y maravillosos pechos, hinchados y tentadores, se sacudían en cada momento, como si demandasen silenciosas “¿Nosotras cuándo?”.
Y Gloria se desespera: agarra mi herramienta con ambas manos y la soba y soba sin parar, guiándola lentamente hacia su gruta, la que yo empiezo a embestir de a poco, con la punta de mi rabo.
Pero saco fuerzas y la contengo: agarro sus muñecas y las retengo en el aire. Me mira sin comprender y todavía, meneándose sobre mi sexo…
-¡Aquí, no!- Le digo, con firmeza.- ¡En la ducha!
Me levanto y no me quita los ojos de encima. “me llevo su juguete…” pienso sonriendo, mientras apresuradamente, me trata de dar alcance.
La luz la intimida. La puedo ver desnuda y trata de cubrirse…
Me apoyo en el mueble del lavamanos, de la forma más casual que se me ocurre. Quiero verla y me llevo la mano hacia el mentón.
Contemplo sus pechos, cubiertos por su brazo izquierdo. El silencio la avergüenza y le hace bajar la guardia…
¡Los encuentro bellísimos! ¡Me quedo prendado, contemplándolos y repensando una y otra vez mil maneras para chuparlos, sin que Oscar se dé cuenta!
Gloria se rió coqueta, al verme perder la cabeza y cómo mis ojos bajan por su cintura, su ombligo y…
Su otra mano se mueve lentamente…
La compararía con la belleza de la mañana…
Le expliqué a Marisol que no pude evitarlo: que el sexo de mi esposa es delicioso y sin lugar a dudas, el que más me gusta probar…
Pero ver el de Gloria, en esos momentos, me llegó a fulminar.
Por poco y ella da un salto hacia atrás, al verme de rodillas. Avanzo rápido y desesperado, hacia sus piernas.
Retrocede un poco y queda atrapada por la pared. No dice palabras… pero abre sus piernas y mira hacia el cielo…
Doy lamidas desbocadas. Su sabor lo encuentro esplendido e interno mi lengua profundo en su templo de placer. Gloria se queja y se contornea. No sé qué pasará con estos británicos, pero Oscar es otro idiota más si no disfruta de Gloria de esa manera.
E inconscientemente, mi derecha mete el dedo en su cola y lo empieza a menear en círculos. En retrospectiva, pienso que mi secretaria es lo suficientemente adulta para haberse metido algo por detrás y si no, alguien la tenía que educar…
Lamo con bastantes ganas y ella se debe acomodar. Al igual que a mi Hannah, no estaba acostumbrada a esos tratos e instintivamente, lleva las manos a mi cabeza, para retenerme.
Soy dedicado y lamo, aparte de su hendidura, el tramo que la separa de su ano, incrustando mi nariz en su humedad, pero vuelvo lo suficiente para ubicarme su caramelo y relamerlo con mi lengua y succionarlo sin descanso.
Sus quejidos van en ascenso, y cierra sus ojos, bajando su cara en una actitud de lo más amable. Me sonrió a mí mismo y la miro.
Gloria me contemplaba casi con tristeza, como si preguntara por qué me había detenido…
-¡La ducha!- señalé una vez más, bastante serio.
(Y es aquí donde literalmente, debo trazar un paréntesis. A diferencia de otras veces, me tomó un par de días hacer la demostración a Marisol. El motivo es que por las mañanas, hemos parado de hacerlo de esta manera, puesto que si no son nuestras hijas que necesitan que las vistamos o no es porque el reloj avanza rápido y se acerca la hora de entrar a trabajar, son nuestras propias ganas de gozarnos por más rato del que disponemos. Debido a esto, le sugerí que la hiciéramos la tarde del día más pesado de su trabajo, un martes donde le tocó tomar una prueba a sus alumnas.)
Nos metimos en la ducha y Gloria no paraba de sonreír ni de sobarme. Nos besábamos y aprovechaba de restregar jabón entre sus lindos pechos, mientras que ella buscaba solamente endurecerme lo suficiente para que la penetrara.
(+¡Qué tonta!- exclamó la mujer de mi vida riéndose, la tarde que repetíamos los pasos.- ¿Y no trató de chuparte?
La erección que sentía en esos momentos era mucho más dolorosa y pronunciada, porque inconscientemente, comparaba el volumen de los pechos de Marisol con los de Gloria.
Además, mi mujer tenía esa carita deliciosa de viciosa y pervertida, que me encanta tanto y que sabe bien qué es lo que hace.
Se arrodilló y me masajeó suavemente, relamiéndose los labios.
+¡Ay, si hubiera sido yo, no aguanto las ganas de metérmela en la boca y chupártela… aunque sea un poquito!- señaló, en una demostración divina y muy enfática, sobre cómo le gusta mamar.- ¡Te la encuentro tan rica, durita, rosadita y simpática, que por eso les gusta tanto a mi hermana y a mi mamá!)
Con Gloria, nos besábamos más y más. La agarraba de su delicioso trasero y nuestros sexos se encontraban, con una tremenda excitación. Mi secretaria me deseaba cada vez más, sentirme sin condones de por medio y a ratos, era muy convincente.
Pero la hora avanzaba inexorable y he tratado de mantener esa regla como una base.
Al verme cómo me colocaba el preservativo, Gloria enrojeció un poco y retrocedió, porque una vez más, iba a estar dentro de ella. La besé una vez más, la abracé por la cintura y la fui abriendo lentamente…
(+¡Ay,amor! ¿Y no pensabas hacerle la colita en esos momentos?- preguntaba mi esposa, mientras la apretaba de la misma manera.
Podía sentir el golpe de vigor avanzar en mi herramienta…
+ Es que… yo sé que sueno muy putita, mi vida… pero a mí me encanta tanto, tanto cuando me la rompes…- exclamó con su candidez deliciosa…)
Prensé a Gloria en la pared y comencé a menearme, subiendo y bajando lentamente. Mi secretaria suspiraba apasionada, mientras que yo lamía someramente la superficie de sus pechos, conteniendo mis ganas de mordisquearlos y succionarlos como un lactante que durante horas, no ha probado bocado.
Y mi dedo se regodeaba en el ano de mi secretaria, haciéndola gozar más y más, trabajándola por ambos agujeros, al mismo tiempo…
(+¡Pero,mi amor… un dedito para mí, es muy poquito!- me susurraba mi ruiseñor, mientras la ducha nos quemaba.- ¡Por favor, méteme tus otros deditos! ¿Por favor? ¿Por favor? ¿Por favor?
Embestía a Marisol con cada vez más ganas y nuestros besos llegaban a ser bestiales. Mis 3 dedos se agolpaban por avanzar por el excitado recto de mi cónyuge.
+¡Eso, mi amor! ¡Así! ¿No ves que así me llenas? ¡Se siente tan rico! ¡Sígueme contando! ¡Ahh! ¿Qué más sentías?- preguntaba mi esposa, un poco más complacida…)
La restregaba por la muralla y la clavaba casi hasta el fondo. Gloria suspiraba, sintiendo el intenso vaivén que sucedía entre nosotros y mientras le comía la boca, le apretaba los pechos y le estiraba los pezones…
(+¡Por favor, mi vida!... ¡Dime qué querías hacerles!- preguntaba mi ruiseñor, jadeando de gozo.- ¡Por favor, demuéstrame cómo querías chuparle!
Y con mi esposa, no hubo necesidad de recato. Le mordí los pechos de una manera salvaje y succionaba sus pezones, peor a su post- embarazo…
+¡Ay, sí, mi amor! ¡Ay, qué rico! ¡Cómelos! ¡Cómelos bien ricos, mi cielo! ¡Te amo!¡Te amo! ¡Muérdelos más!- me incitaba mi mujer, mientras la machacaba entre las piernas con locura…)
A Gloria la penetraba ya bien profundo y mi dedo fluía desde la falange hasta la base, haciéndole gozar más y más. Fue en esos momentos, que la embargó un enorme y creciente orgasmo, que le hizo abrazarme con mayor fuerza y besarme casi sin descanso, hasta que yo también, solté mis ganas sin más ni más…
(+¡Eso,mi vida! ¡Así! ¡Ahí! ¡Ay, qué rico, mi amor! ¡Bien adentro, por favor! ¡Embarázame,mi cielo! ¡Embarázame, por favor! ¡Dame toda tu lechecita rica! ¡La que no le diste a tu putita, por favor!- me pidió mi ruiseñor…
Y en efecto, acabé mucho más intenso que con Gloria. Sentía que me faltaba el aire y hasta un poco mareado, pero satisfecho. Marisol y yo nos mirábamos con una complicidad increíble. Nos besábamos y nos amábamos y nos sentíamos incluso más cercanos que antes. Nos acariciamos otro poco y nos lavamos otro poco más, hasta que eventualmente nos despegamos y nos pusimos nuestros pijamas, para disfrutar de un maravilloso repechaje en la cama y de darle un poquito de sexo anal, dado que mi esposa quedó prendida con las ganas…)
Con Gloria, en cambio, ella había quedado mucho más cansada: sus piernas colgaban lacias y era más que nada yo el que la sostenía contra la pared. Respiraba entre sus cabellos alborotados y me sentía dichoso, porque había gozado un montón con una mujer que había anhelado por meses y ella se cobijaba tierna y semi-adormecida en mi pecho, por lo que la experiencia también le había resultado grata.
Estoy muy consciente que no he escrito dialogo para mi secretaria, pero por más que repaso y repaso mis recuerdos de esos primeros días de septiembre, que estoy muy seguro que ella no lo dijo con palabras, pero su cuerpo lo expresó todo.
Y cuando pudimos reponernos, vi la hora en mi reloj y faltaban 3 minutos para las 7.
-¡Bien, Gloria! ¡Ahora vístete en tu habitación y yo preparo el desayuno!
Y no estoy tan seguro que fuese algo que sentí en el momento, pero al divisar el rostro y la sonrisa de Gloria, me di cuenta que se veía avasalladoramente sexy y esplendida.
La sonrisa maravillosa de una mujer que ha sido bien follada.
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1 comentarios - Tocando la Gloria en Sydney… (VII)