La caja se sacudió, una mano levantó la tapa de cartón y los rayos de luz penetraron el apretado espacio... aún no podía ver que sucedía afuera, varias capas de papel ajado separaban mi foto del exterior. Una voz masculina preguntaba el precio por el paquete completo al tiempo que sus dedos ágiles pasaban una a una las fotografías. Se detuvo en la mía en mi cárcel, en ese pequeño rectángulo en que me habían condenado a vivir encerrada hace casi un siglo por desobedecer las reglas.
El hombre, mirándome a los ojos fijamente, apenas regateó con el anticuario y se alejó del puesto cargando la caja bajo el brazo, vagó un rato más por la feria y yo, apretada entre el brazo y el torso podía sentir el calor de su cuerpo, la sangre que fluía, la vida que emanaba de él y que necesitaba atrapar.
Llegamos a su casa, donde sentado al escritorio procedió a examinar con una lupa una por una las fotos de la caja, apartó la mía y con la yema de su dedo repasó detalladamente cada contorno de mi imagen, siguió mi brazo hasta el sombrero que sostenía en la mano y me sonrió.
La tinta y el papel reaccionaron al contacto cálido, sentí la vida volver a mi, sólo deseaba intensamente que esos dedos siguieran recorriendo mi cuerpo.
El hombre se alejó y me dejó sobre el escritorio, palpitante, rogando por que volviera, una vez despertada mi conciencia y a través de ella mi sensualidad, no podía detenerse el poderoso proceso desencadenado.
Al rato se acercó y examinó el revés de la cartulina, apenas se leía "Lily 1934, no tocar" Volteó la foto ante esa advertencia y su expresión de curiosidad era evidente. Inevitablemente sus manos desobedecieron el aviso, con suave intensidad dos dedos acariciaron mi cuerpo, los hombros que apenas se adivinaban entre el cabello suelto, mis pechos que se inflamaban al contacto.
La vida parecía volver a mí, pero necesitaba un poco más de su energía. Noté que su mirada cambiaba, que poco a poco su sangre se agolpaba en sus mejillas, su respiración se agitaba...
Sus dedos ahora torneaban mi cintura, mis caderas y eso ardía, ardían mi tinta y mi prisión de papel.
El hombre se arrojó sobre un sillón y sin soltarme sacó su verga del pantalón, la sacudió una o dos veces delante de mi foto. Guiado por mis pensamientos se frotó con lentitud el glande, mezclando saliva con su humedad que apenas asomaba.
Cada tanto se detenía, quitaba sus ojos de los míos y miraba su obra, apretaba el tronco cerrando el puño, los dedos rozaban los testículos sumándolos al ritual. Respiraba de forma entrecortada, algo murmuraba, a mi imagen no le importó, sólo quería seguir absorbiendo esa energía que fluía hacia mi.
Noté que faltaba poco, que él no iba a resistir mucho más, echó el torso hacia atrás y la verga desbordante dejó escapar su alma, en dos o tres movimientos sintió la estocada final.
Antes que el hombre pudiera reaccionar o darse cuenta de lo sucedido me miraba desde la foto desconcertado, le agradecí sonriente la desobediencia. Tomé la cartulina
un lápiz, taché mi nombre y escribí "Coleccionista 2017, no tocar" sepultándolo nuevamente en la estrecha caja.
Salí rápidamente de la casa, sintiendo el aire frió en mi cara por primera vez desde 1937.
23 comentarios - La Foto
gracias por compartirlo
Encontre esta foto, menos mal que lei su cuento!
Un inmenso placer esta lectura mágica.
Gracias por compartir 👍
Yo comenté y dejé puntos en tu post.
La mejor manera de agradecer es hacer lo mismo en alguno de los míos.
Por cierto, el coleccionista imprudente no siguió las instrucciones y tuvo consecuencias 😬
Como sea, otro regalo de Lady G a sus lectores 👍
gracias por pasar!
http://m.poringa.net/posts/relatos/3065250/El-trio-de-las-hermanas.html
intrigante y sensual
para cuando otro?
Saludos!!