El papel sobre la camilla cruje bajo tu piel desnuda, mientras esperás, con tu ropa doblada sobre la silla del consultorio.
Escuchás mis pasos acercándose por el pasillo, y levantás la mirada para verme entrar y cerrar la puerta a mis espaldas. Girando la llave...
Es tarde y todos los demás parecen haber abandonado la clínica. Todo el edificio está en silencio, y vos empezás a preguntarte si habrá alguien más aquí, excepto vos, el paciente... y tu doctora. El ajustado vestido negro bajo mi impecable guardapolvos blanco marca las curvas de mi cuerpo, y yo te sonrío de un modo que parece levemente... malicioso.
Sentís que la transpiración empieza a invadir tu frente y las palmas de tus manos, que permanecen en tu regazo, mientras estás sentado, tratando de cubrir tu desnudez. Las luces son brillantes y destacan la habitación, y la expectación te está provocando una erección bajo tus manos. Sentís la cara caliente con repentina vergüenza.
No sabés que esperar de esta revisación. No te dijeron nada específico acerca de los exámenes, sólo que te presentes a la 20 hs. en el Consultorio 1, tes desnudes y esperes. Y éso fue lo que hiciste. Tragás saliva y tratás de preguntar si hay algún problema, mientras me ves sacar con naturalidad un par de guantes de examinación azules de una caja y cómo empiezo a ponérmelos... y de repente te olvidás de lo que ibas a preguntar.
Me ves ajustando los guantes, ajustando cada dedo y tirando para que calcen perfectamente. Abrís de nuevo la boca para intentar hablar, y rápidamente me ves sacar un depresor de lengua y metértelo en la boca, empujando tu lengua hacia abajo mientras haces pequeñas arcadas y yo ilumino con una linterna dentro de tu boca, mirando tu garganta con eficiente crueldad.
- Solamente quiero ser cuidadosa - te digo al pasar, mientras sigo examinando tu boca abierta - Asegurarme que todo esta funcionando normalmente, de manera óptima...
Tartamudeás una respuesta de aceptación ininteligible, distraído por la cercanía de mi rostro al tuyo... y te quito el depresor de lengua y te meto mi mano enguantada en la boca, abriéndola todavía más y revisando tus dientes y tu lengua. Las mandíbulas te empiezan a doler un poco por lo firme que mantengo abierta tu boca para examinarte, cuando retiro mis manos y descarto los guantes antes de agarrar un par nuevo.
Una vez que me calzo los guantes, agarro un otoscopio y lo introduzco en cada oído, inclinándome cerca y tirando de cada lóbulo a su turno. Vos podés sentir mi respiración en tu cuello mientras el otoscopio presiona en tu canal auditivo y te movés apenas sobre la camilla, haciendo que el papel cruja de nuevo. El sonido se escucha en la quietud de la clínica y nuevamente se preguntás si estaremos completamente solos, y cuáles podrían ser mis planes para el resto de la revisación...
En seguida dejo tus oídos, descartando los espéculos del otoscopio en la basura, y empujo tu cabeza hacia atrás para que tus orificios nasales queden iluminados. Sentís mis guantes en tu cabeza y rostro, empujando y acomdándola al ángulo adecuado.
- Bien, bien... - murmuro suavemente y tomo mi estetoscopio. Coloco los auriculares en mis oídos e inicio la auscultación de tu pecho, el frío metal del estetoscopio en tu piel causándote un leve escalofrío. Sentís que tu corazón empieza a acelerarse a medida que el suave metal se mueve por tu pecho, y tu erección crece también. Otra vez tenés un leve escalofrío,
- Quedate quieto - te digo firmemente, y te empujo para que te sientes de costado de modo de poder auscultar tu espalda.
- Tenés los latidos un poco... altos - murmuro - Respirá despacio y profundo, quiero escuchar de nuevo.
La idea de más auscultaciones provoca que tu corazón lata todavía más rápido a medida que presiono la campana en tu pecho, escuchando con cuidado.
- Bueno tu corazón está latiendo un poco rápido, pero todavía dentro del rango normal - digo mientras me alejo de la camilla quitándome los guantes. Me tomo mi tiempo para mirar de arriba a abajo tu cuerpo desnudo, considerando el próximo examen.
- Bajate y poné los codos en la camilla. Inclinate que te quiero revisar el culito - te digo con autoridad mientras me pongo un nuevo par de guantes.
Mientras te ponés en la posición indicada, te das cuenta qué duro tenés el pene y tratás de ocultármelo.
- Está bien chiquito, ya nos vamos a hacer cargo de éso en un rato - te digo dándote una buena palmada en el trasero - Te quiero revisar la próstata para ver que todo está bien. Dependiendo del resultado del tacto vamos a ver qué pasos vamos a tomar.
Agarro una botella de lubricante y con cuidado lo aplico en el área alrededor de tu recto. Una vez que creo que está bien lubricado, lentamente empiezo a acariciar tu culo virgen. Cuando hago el primer círculo alrededor de tu ano con mi dedo índice, vos temblás por la sorpresa y la anticipación. "Cómo me metí en esto?" pensás y yo lentamente te penetro con mi dedo índice cubierto por el látex de mis guantes.
- Acá vamos, muy bien... despacito. Y hasta tenemos un poquito de leche! - exclamo viendo como estás segregando algo de líquido pre-eyaculatorio mientras retiro mi dedo y vuelvo a penetrarte. Buscando tu próstata, muevo mi dedo por todo tu recto mientras vos te retorcés y empezás a gemir suavemente.
- Basta... si te quejás otra vez voy a tener que cerrarte la boca - te digo mientras saco mi dedo - Tengo buenas y malas noticias - digo mientras me quito los guantes y los tiro a la basura - La buena noticia es que la clínica mañana está cerrada, así que tenemos todo el tiempo que necesitemos para tu tratamiento. La mala noticia es que va a ser un poco más... invasivo de lo que pensaba.
Una mueca maliciosa se dibuja en mi rostro mientras veo como la sangre inunda el tuyo.
Camino hacia otro sector del consultorio separado por una cortina y la corro. Detrás hay otra camilla, pero esta tiene estribos ginecológicos y cintas de sujección de cuero colgando a los lados. Además hay unos cuantos gabinetes y un gran lavatorio contra la pared y un inodoro en la esquina.
Quedás con la boca abierta y tratás de tartamudear una pregunta antes que te haga callar.
- No te asustes, todo va a estar bien - te digo con la misma mueca en mi cara - Ahora vení para acá y acostate en la camilla con los pies en los estribos. Vamos a empezar.
Obedientemente caminás hacia la nueva camilla, tratando de tener algo para decir pero poco sale de tu boca.
- Yo... tengo que... ?
Te interrumpo con una fría mirada.
- A la camilla. Ahora! - te digo fuertemente.
Te observo mientras te acostás y ponés los pies en los estribos. Una vez en psoción, empiezo a asegurarte a la camilla. Primero tus piernas, después tu pecho y los brazos.
- Ya sé que puede ser un poco incómodo, pero después de todo es por tu propia seguridad - te digo mientras voy a uno de los gabinetes y empiezo a sacar el instrumental - No pude encontrar tu próstata con el tacto, así que vamos a usar otros métodos. Primero lo primero. Tengo que limpiarte profundamente.
Abrís los ojos bien abiertos cuando me ves sacar una cánula de doble bulbo para enema. Camino hasta la parte de atrás de la camilla y me oís acercando una máquina.
- Doctora... qué me va a hacer? - preguntás.
- Eh... nada... por ahora estoy dejando todo listo - te digo mientras vuelvo de la parte de atrás de la camilla y camino para ponerme un par de guantes de látex. Agarro la botella de lubricante y la pongo en una bandeja en frente tuyo. Busco atrás de la camilla y agarro la cánula para enema, sosteniéndola frente a mi rostro e inspeccionándola. Ahora la conecto a unos tubos que se pierden atrás de la camilla. Pasando la cánula frente a tu rostro, anuncio.
- Empecemos!
Me lubrico un dedo y lo inserto en tu recto.
- Mmmm... vamos... no seas tan estrecho - te digo mientras lentamente te inserto un segundo dedo.
A medida que sentís que tu culo se dilata lentamente, dejás escapar un genido y te sacudís, pero las cintas que te sujetan te mantienen en tu lugar.
Retiro mis dedos y empiezo a lubricar la cánula. Una vez que considero que está suficientemente lubricada, la introduzco en tu culo, lentamente, girándola a uno y otro lado, tratando de meterla bien adentro.
La mirada en tu rostro es una mezcla de maravilla y desamparo. Antes de darte cuenta ya tenés adentro la mayor parte de la cánula y dejás escapar un fuerte gemido.
- Bueno, bueno... qué te dije de los gritos? - te digo sacándome los guantes, cruzando la habitación y sacando algo de un cajón. Vuelvo a la camilla, te pongo una mordaza de goma y la aseguro - Así... ahora te vas a quedar callado.
Vuelvo a la cánula y empiezo a inflar ambas secciones, de a un bombeo a la vez. Después de cada bombeo, tu pene da un pequeño salto. Algo de líquido pre eyaculatorio se acumula en la punta de tu pene antes de que lentamente empiece a deslizarse hacia abajo.
Una vez que los bulbos de la cánula están bien inflados y la mirada en tu rostro está lo suficientemente asustada te explico.
- Hora de tu enema. Lo bueno de este sistema es que también absorve. Yo determino el volumen de agua y el tiempo de retención, y la máquina hace el resto! - camino hasta detrás de la camilla, aprieto unos botones e inicio el proceso.
Apenas el agua te penetra, todo tu cuerpo se tensa alrededor de la cánula. Mirás a izquierda y derecha, tratando de encontrarle sentido a la situación hasta que finalmente renunciás.
Mientras dejo que la enema haga su trabajo, camino a los gabinetes y busco un ambo de cirugía blanco. Me tomo mi tiempo para quitarme el guardapolvos y el vestido, mirándote todo el tiempo.
Una vez en ropa interior giro y me pongo de espaldas para que sólo puedas ver mi hermoso trasero redondo. Me pongo el ambo de cirugía y me ato el cabello en una cola de caballo antes de volver a tu lado.
- Tengo que preparar el instrumental para intervenirte. No te preocupes, la máquina va a seguir trabajando - agarro la bandeja y la llevo a la puerta fuera de tu visión.
Pasan diez minutos, después treinta. Y ya te acostumbrarte al ciclo. Te llenan los intestinos, retenés por dos minutos, y después liberás. Toda tu panza está cubierta de líquido pre eyaculatorio y no sabés cuando va a terminar.
Tu cabeza se sacude a un lado cuando escuchás la puerta abriéndose y me ves entrar empujando la bandeja. Me paro entre tus piernas justo en frente tuyo.
- Casi terminamos! Perfecto! - te digo mientras empiezo a acomodar el instrumental en la bandeja fuera de tu vista.
Después de la última fase de retención, me pongo otro par de guantes de látex y desinflo los bulbos de la cánula. Lentamente, a propósito, remuevo la cánula. Llevo mi dedo índice y te lo meto en el culo satisfecha.
- Éso es, un culo bien limpito! Ahora podemos empezar a intervenir al paciente.
Voy hasta los gabinetes y busco un barbijo y un paquete de guantes estériles largos para exámenes ginecológicos.
- Bueno, cuándo fue la última vez que acabaste? - te pregunto mientras me pongo el barbijo y me empiezo a calzar el largo guante de látex.
Vos tratás de decir algo, pero sea lo que sea lo que trates de decir, se pierde en la mordaza.
- Una semana? - te digo mientras deslizo el otro guante por mi mano y a lo largo de mi brazo - Perfecto. Ya que estamos podemos ver cuál fue tu producción de semen durante este lapso.
Me siento en una banca entre tus piernas. Tus ojos se agrandan cuando ven lo que tengo en la mano.
- Esto es un espéculo rectal. Te va a mantener el culito abierto y bien dilatado así te puedo mirar bien adentro - empiezo a lubricar el espéculo y vos apoyás la cabeza en la camilla. Sabés que va a ser una noche larga.
Te inserto el espéculo y lentamente empiezo a abrirlo. Con cada giro se abre más y tus ojos también se agrandan. Finalmente lo tengo donde yo quiero.
- Wow, la enema realmente hizo un buen trabajo! - te digo mientras observo dentro de tu culo dilatado.
- Esto - te cuento mientras levanto un artefacto curvo con un bulbo en la punta - Es un vibrador prostático, es curvo para que tenga un fácil acceso a la glándula prostática. Aunque ya te tengo bien dilatadito, quiero experimentar con este juguete.
Busco con mi dedo índice tu próstata dentro de tu culo bien dilatado y finalmente la ubico. Reemplazo mi dedo por el vibrador prostático, masajeando tu próstata hacia atrás y hacia adelante.
- Esta es la primera parte de tu proceso de ordeñe. La estimulación prostática es uno de los mejores modos de extracción de semen... además ayuda a mantener tu próstata saludable!
Vos estás en un limbo de pánico y éxtasis. Preocupado por cuales van a ser los próximos procedimientos a los que te voy a someter, pero eufórico por las sensaciones que atraviesan tu cuerpo.
Justo cuando estás a punto de explotar, agarro un contenedor de vidrio y lo sostengo justo frente al orificio de tu pene. Atrapo cada gota de semen, cierro el recipiente y lo dejo en la bandeja.
- Sigamos con la segunda parte de tu proceso de ordeñe - te digo satisfecha - Algo que a lo mejor ignorás es que este culito tuyo está lleno de terminales nerviosas.
Empiezo a explicarte mientras retiro el espéculo para tu alivio.
- Si tu cirujana sabe estimular ésas terminales nerviosas, el resultado puede ser... espectacular.
Agrego lubricante quirúrgico a mis manos y guantes y me re ubico frente tuyo. Penetro con dos dedos tu culo semi dilatado mientras te anuncio.
- Por suerte, estoy altamente capacitada para este tipo de intervenciones - y hago una mueca de malicia.
Después de retorcer mis dos dedos alrededor de tu culo durante un minuto, cuidadosamente incluyo mi dedo anular a la penetración. Tu gemido me induce a continuar, así que comienzo a mover mis dedos dentro y fuera, cada vez más rápido.
- Te gusta, no? - te pregunto mientras meneo mi meñique dentro de tu siempre dilatado culo
- Un... poco... más... - llegás a decir a través de la mordaza mientras jadeás cuando mi meñique penetra firmemente dentro de tu culo junto a los otros tres dedos.
Después de girar y retorcer mis cuatro dedos dentro y fuera de tu culo, los saco y aplico más lubricante.
- El último - te anuncia mi boca tras el barbijo, entusiasmada. Le doy a mi mano la forma de el pico de un pato con el pulgar abajo. Mis dedos lentamente te penetran hasta mis segundas falanges y vos empezás a tener una respiración más lenta y agitada. Empujo mi mano dentro de tu dilatado culo, penetrándote finalmente hasta mi última falange. Dejás escapar tu gemido más fuerte hasta el momento y tu pene empieza a saltar.
- Éso es... dame toda ésa leche! - te ordeno abriendo mi mano dentro de tu culo, sintiendo cada centímetro de tu interior. Con mi mano libre busco otro frasco para muestras para cuando eyacules.
No más de treinta segundos después, otra gran erupción de semen cae dentro de mi recipiente de vidrio. Cuando todo el semen termina de salir, quito el frasco y empiezo a retirar mi mano hacia afuera. Con un débil "pop", mis nudillos van saliendo de tu orificio y vos jadeas con alivio.
- Te divertiste? - te pregunto mientras cierro el frasco de muestras y me quito los guantes. Vos tratás de hablar y decís algo, pero estás demasiado exhausto de las experiencias de la jornada.
- Me imaginaba - te digo con una mueca y agarro el último instrumento de la bandeja sosteniéndolo en alto. Ves un consolador curvo de goma marrón frente a tus ojos.
- Este es mi juguete preferido - te digo mientras me lo pongo arriba del ambo blanco. Una vez asegurado en su lugar, me pongo un par de guantes de látex y empiezo a lubricarlo y moverlo justo frente a tu dilatado culo.
- Este es el final de tu procedimiento de ordeñe. Después de esto terminamos y vas a poder irte - te digo con una sonrisa maliciosa. Lentamente empiezo a introducir la cabeza del consolador dentro de tu ano hasta que puedo sentir que se abre camino. Aumento la velocidad y rítmicamente empiezo a entrar y salir.
Me mirás desde la camilla, atado, amordazado y totalmente a mi merced. Me ves con mi ambo blanco, los guantes, el barbijo el pelo atado y el líquido pre eyaculatorio empieza a drenar otra vez.
A medida que mi consolador entra y sale de tu culo, yo te agarro el pene y empiezo a masturbarte. Eventualmente, el ritmo del consolador y el de mi mano se sincronizan y las dos sensaciones se convierten en una.
Sentís tu cuerpo temblando y convulsionando, tratando de lograr expulsar el poco semen que le queda. Hacemos contacto visual y vos podés percibir mi absoluto poder sobre vos y dentro tuyo. Yo percibo tu vulnerabilidad y éxtasis.
Arqueas tu espalda cuando sentís la eyaculación edificándose. Agarro el último recipiente de muestras y bajo el rítmo del consolador. Vos seguís sacudiéndote mientras te masturbo hasta que finalmente toda to eyaculación gotea en el frasco y vos gritás aliviado.
Voy retirando el consolador de tu culo y te felicito.
- Qué bien que se portó mi paciente. La intervención no dolió tanto, verdad? - tu respuesta es poco más que un suave gemido.
Me quito el consolador y lo dejo en el lavatorio. Me cambio los guantes y te limpio con una toalla tibia. Descarto los guantes y el barbijo antes de acercarme a liberarte y quitarte la mordaza.
- Ahora podés irte! Pero te quiero ver acá la semana que viene para revisarte de nuevo - te digo mientras vos cansadamente empezás a vestirte - Me parece que te voy a tener que someter a otras intervenciones.
Me quedo frente a vos con las manos en los bolsillos de mi ambo de cirugía. Vos bajás la cabeza obedientemente.
- Sí doctora... - me decís. Y lentamente abandonás el consultorio.
Escuchás mis pasos acercándose por el pasillo, y levantás la mirada para verme entrar y cerrar la puerta a mis espaldas. Girando la llave...
Es tarde y todos los demás parecen haber abandonado la clínica. Todo el edificio está en silencio, y vos empezás a preguntarte si habrá alguien más aquí, excepto vos, el paciente... y tu doctora. El ajustado vestido negro bajo mi impecable guardapolvos blanco marca las curvas de mi cuerpo, y yo te sonrío de un modo que parece levemente... malicioso.
Sentís que la transpiración empieza a invadir tu frente y las palmas de tus manos, que permanecen en tu regazo, mientras estás sentado, tratando de cubrir tu desnudez. Las luces son brillantes y destacan la habitación, y la expectación te está provocando una erección bajo tus manos. Sentís la cara caliente con repentina vergüenza.
No sabés que esperar de esta revisación. No te dijeron nada específico acerca de los exámenes, sólo que te presentes a la 20 hs. en el Consultorio 1, tes desnudes y esperes. Y éso fue lo que hiciste. Tragás saliva y tratás de preguntar si hay algún problema, mientras me ves sacar con naturalidad un par de guantes de examinación azules de una caja y cómo empiezo a ponérmelos... y de repente te olvidás de lo que ibas a preguntar.
Me ves ajustando los guantes, ajustando cada dedo y tirando para que calcen perfectamente. Abrís de nuevo la boca para intentar hablar, y rápidamente me ves sacar un depresor de lengua y metértelo en la boca, empujando tu lengua hacia abajo mientras haces pequeñas arcadas y yo ilumino con una linterna dentro de tu boca, mirando tu garganta con eficiente crueldad.
- Solamente quiero ser cuidadosa - te digo al pasar, mientras sigo examinando tu boca abierta - Asegurarme que todo esta funcionando normalmente, de manera óptima...
Tartamudeás una respuesta de aceptación ininteligible, distraído por la cercanía de mi rostro al tuyo... y te quito el depresor de lengua y te meto mi mano enguantada en la boca, abriéndola todavía más y revisando tus dientes y tu lengua. Las mandíbulas te empiezan a doler un poco por lo firme que mantengo abierta tu boca para examinarte, cuando retiro mis manos y descarto los guantes antes de agarrar un par nuevo.
Una vez que me calzo los guantes, agarro un otoscopio y lo introduzco en cada oído, inclinándome cerca y tirando de cada lóbulo a su turno. Vos podés sentir mi respiración en tu cuello mientras el otoscopio presiona en tu canal auditivo y te movés apenas sobre la camilla, haciendo que el papel cruja de nuevo. El sonido se escucha en la quietud de la clínica y nuevamente se preguntás si estaremos completamente solos, y cuáles podrían ser mis planes para el resto de la revisación...
En seguida dejo tus oídos, descartando los espéculos del otoscopio en la basura, y empujo tu cabeza hacia atrás para que tus orificios nasales queden iluminados. Sentís mis guantes en tu cabeza y rostro, empujando y acomdándola al ángulo adecuado.
- Bien, bien... - murmuro suavemente y tomo mi estetoscopio. Coloco los auriculares en mis oídos e inicio la auscultación de tu pecho, el frío metal del estetoscopio en tu piel causándote un leve escalofrío. Sentís que tu corazón empieza a acelerarse a medida que el suave metal se mueve por tu pecho, y tu erección crece también. Otra vez tenés un leve escalofrío,
- Quedate quieto - te digo firmemente, y te empujo para que te sientes de costado de modo de poder auscultar tu espalda.
- Tenés los latidos un poco... altos - murmuro - Respirá despacio y profundo, quiero escuchar de nuevo.
La idea de más auscultaciones provoca que tu corazón lata todavía más rápido a medida que presiono la campana en tu pecho, escuchando con cuidado.
- Bueno tu corazón está latiendo un poco rápido, pero todavía dentro del rango normal - digo mientras me alejo de la camilla quitándome los guantes. Me tomo mi tiempo para mirar de arriba a abajo tu cuerpo desnudo, considerando el próximo examen.
- Bajate y poné los codos en la camilla. Inclinate que te quiero revisar el culito - te digo con autoridad mientras me pongo un nuevo par de guantes.
Mientras te ponés en la posición indicada, te das cuenta qué duro tenés el pene y tratás de ocultármelo.
- Está bien chiquito, ya nos vamos a hacer cargo de éso en un rato - te digo dándote una buena palmada en el trasero - Te quiero revisar la próstata para ver que todo está bien. Dependiendo del resultado del tacto vamos a ver qué pasos vamos a tomar.
Agarro una botella de lubricante y con cuidado lo aplico en el área alrededor de tu recto. Una vez que creo que está bien lubricado, lentamente empiezo a acariciar tu culo virgen. Cuando hago el primer círculo alrededor de tu ano con mi dedo índice, vos temblás por la sorpresa y la anticipación. "Cómo me metí en esto?" pensás y yo lentamente te penetro con mi dedo índice cubierto por el látex de mis guantes.
- Acá vamos, muy bien... despacito. Y hasta tenemos un poquito de leche! - exclamo viendo como estás segregando algo de líquido pre-eyaculatorio mientras retiro mi dedo y vuelvo a penetrarte. Buscando tu próstata, muevo mi dedo por todo tu recto mientras vos te retorcés y empezás a gemir suavemente.
- Basta... si te quejás otra vez voy a tener que cerrarte la boca - te digo mientras saco mi dedo - Tengo buenas y malas noticias - digo mientras me quito los guantes y los tiro a la basura - La buena noticia es que la clínica mañana está cerrada, así que tenemos todo el tiempo que necesitemos para tu tratamiento. La mala noticia es que va a ser un poco más... invasivo de lo que pensaba.
Una mueca maliciosa se dibuja en mi rostro mientras veo como la sangre inunda el tuyo.
Camino hacia otro sector del consultorio separado por una cortina y la corro. Detrás hay otra camilla, pero esta tiene estribos ginecológicos y cintas de sujección de cuero colgando a los lados. Además hay unos cuantos gabinetes y un gran lavatorio contra la pared y un inodoro en la esquina.
Quedás con la boca abierta y tratás de tartamudear una pregunta antes que te haga callar.
- No te asustes, todo va a estar bien - te digo con la misma mueca en mi cara - Ahora vení para acá y acostate en la camilla con los pies en los estribos. Vamos a empezar.
Obedientemente caminás hacia la nueva camilla, tratando de tener algo para decir pero poco sale de tu boca.
- Yo... tengo que... ?
Te interrumpo con una fría mirada.
- A la camilla. Ahora! - te digo fuertemente.
Te observo mientras te acostás y ponés los pies en los estribos. Una vez en psoción, empiezo a asegurarte a la camilla. Primero tus piernas, después tu pecho y los brazos.
- Ya sé que puede ser un poco incómodo, pero después de todo es por tu propia seguridad - te digo mientras voy a uno de los gabinetes y empiezo a sacar el instrumental - No pude encontrar tu próstata con el tacto, así que vamos a usar otros métodos. Primero lo primero. Tengo que limpiarte profundamente.
Abrís los ojos bien abiertos cuando me ves sacar una cánula de doble bulbo para enema. Camino hasta la parte de atrás de la camilla y me oís acercando una máquina.
- Doctora... qué me va a hacer? - preguntás.
- Eh... nada... por ahora estoy dejando todo listo - te digo mientras vuelvo de la parte de atrás de la camilla y camino para ponerme un par de guantes de látex. Agarro la botella de lubricante y la pongo en una bandeja en frente tuyo. Busco atrás de la camilla y agarro la cánula para enema, sosteniéndola frente a mi rostro e inspeccionándola. Ahora la conecto a unos tubos que se pierden atrás de la camilla. Pasando la cánula frente a tu rostro, anuncio.
- Empecemos!
Me lubrico un dedo y lo inserto en tu recto.
- Mmmm... vamos... no seas tan estrecho - te digo mientras lentamente te inserto un segundo dedo.
A medida que sentís que tu culo se dilata lentamente, dejás escapar un genido y te sacudís, pero las cintas que te sujetan te mantienen en tu lugar.
Retiro mis dedos y empiezo a lubricar la cánula. Una vez que considero que está suficientemente lubricada, la introduzco en tu culo, lentamente, girándola a uno y otro lado, tratando de meterla bien adentro.
La mirada en tu rostro es una mezcla de maravilla y desamparo. Antes de darte cuenta ya tenés adentro la mayor parte de la cánula y dejás escapar un fuerte gemido.
- Bueno, bueno... qué te dije de los gritos? - te digo sacándome los guantes, cruzando la habitación y sacando algo de un cajón. Vuelvo a la camilla, te pongo una mordaza de goma y la aseguro - Así... ahora te vas a quedar callado.
Vuelvo a la cánula y empiezo a inflar ambas secciones, de a un bombeo a la vez. Después de cada bombeo, tu pene da un pequeño salto. Algo de líquido pre eyaculatorio se acumula en la punta de tu pene antes de que lentamente empiece a deslizarse hacia abajo.
Una vez que los bulbos de la cánula están bien inflados y la mirada en tu rostro está lo suficientemente asustada te explico.
- Hora de tu enema. Lo bueno de este sistema es que también absorve. Yo determino el volumen de agua y el tiempo de retención, y la máquina hace el resto! - camino hasta detrás de la camilla, aprieto unos botones e inicio el proceso.
Apenas el agua te penetra, todo tu cuerpo se tensa alrededor de la cánula. Mirás a izquierda y derecha, tratando de encontrarle sentido a la situación hasta que finalmente renunciás.
Mientras dejo que la enema haga su trabajo, camino a los gabinetes y busco un ambo de cirugía blanco. Me tomo mi tiempo para quitarme el guardapolvos y el vestido, mirándote todo el tiempo.
Una vez en ropa interior giro y me pongo de espaldas para que sólo puedas ver mi hermoso trasero redondo. Me pongo el ambo de cirugía y me ato el cabello en una cola de caballo antes de volver a tu lado.
- Tengo que preparar el instrumental para intervenirte. No te preocupes, la máquina va a seguir trabajando - agarro la bandeja y la llevo a la puerta fuera de tu visión.
Pasan diez minutos, después treinta. Y ya te acostumbrarte al ciclo. Te llenan los intestinos, retenés por dos minutos, y después liberás. Toda tu panza está cubierta de líquido pre eyaculatorio y no sabés cuando va a terminar.
Tu cabeza se sacude a un lado cuando escuchás la puerta abriéndose y me ves entrar empujando la bandeja. Me paro entre tus piernas justo en frente tuyo.
- Casi terminamos! Perfecto! - te digo mientras empiezo a acomodar el instrumental en la bandeja fuera de tu vista.
Después de la última fase de retención, me pongo otro par de guantes de látex y desinflo los bulbos de la cánula. Lentamente, a propósito, remuevo la cánula. Llevo mi dedo índice y te lo meto en el culo satisfecha.
- Éso es, un culo bien limpito! Ahora podemos empezar a intervenir al paciente.
Voy hasta los gabinetes y busco un barbijo y un paquete de guantes estériles largos para exámenes ginecológicos.
- Bueno, cuándo fue la última vez que acabaste? - te pregunto mientras me pongo el barbijo y me empiezo a calzar el largo guante de látex.
Vos tratás de decir algo, pero sea lo que sea lo que trates de decir, se pierde en la mordaza.
- Una semana? - te digo mientras deslizo el otro guante por mi mano y a lo largo de mi brazo - Perfecto. Ya que estamos podemos ver cuál fue tu producción de semen durante este lapso.
Me siento en una banca entre tus piernas. Tus ojos se agrandan cuando ven lo que tengo en la mano.
- Esto es un espéculo rectal. Te va a mantener el culito abierto y bien dilatado así te puedo mirar bien adentro - empiezo a lubricar el espéculo y vos apoyás la cabeza en la camilla. Sabés que va a ser una noche larga.
Te inserto el espéculo y lentamente empiezo a abrirlo. Con cada giro se abre más y tus ojos también se agrandan. Finalmente lo tengo donde yo quiero.
- Wow, la enema realmente hizo un buen trabajo! - te digo mientras observo dentro de tu culo dilatado.
- Esto - te cuento mientras levanto un artefacto curvo con un bulbo en la punta - Es un vibrador prostático, es curvo para que tenga un fácil acceso a la glándula prostática. Aunque ya te tengo bien dilatadito, quiero experimentar con este juguete.
Busco con mi dedo índice tu próstata dentro de tu culo bien dilatado y finalmente la ubico. Reemplazo mi dedo por el vibrador prostático, masajeando tu próstata hacia atrás y hacia adelante.
- Esta es la primera parte de tu proceso de ordeñe. La estimulación prostática es uno de los mejores modos de extracción de semen... además ayuda a mantener tu próstata saludable!
Vos estás en un limbo de pánico y éxtasis. Preocupado por cuales van a ser los próximos procedimientos a los que te voy a someter, pero eufórico por las sensaciones que atraviesan tu cuerpo.
Justo cuando estás a punto de explotar, agarro un contenedor de vidrio y lo sostengo justo frente al orificio de tu pene. Atrapo cada gota de semen, cierro el recipiente y lo dejo en la bandeja.
- Sigamos con la segunda parte de tu proceso de ordeñe - te digo satisfecha - Algo que a lo mejor ignorás es que este culito tuyo está lleno de terminales nerviosas.
Empiezo a explicarte mientras retiro el espéculo para tu alivio.
- Si tu cirujana sabe estimular ésas terminales nerviosas, el resultado puede ser... espectacular.
Agrego lubricante quirúrgico a mis manos y guantes y me re ubico frente tuyo. Penetro con dos dedos tu culo semi dilatado mientras te anuncio.
- Por suerte, estoy altamente capacitada para este tipo de intervenciones - y hago una mueca de malicia.
Después de retorcer mis dos dedos alrededor de tu culo durante un minuto, cuidadosamente incluyo mi dedo anular a la penetración. Tu gemido me induce a continuar, así que comienzo a mover mis dedos dentro y fuera, cada vez más rápido.
- Te gusta, no? - te pregunto mientras meneo mi meñique dentro de tu siempre dilatado culo
- Un... poco... más... - llegás a decir a través de la mordaza mientras jadeás cuando mi meñique penetra firmemente dentro de tu culo junto a los otros tres dedos.
Después de girar y retorcer mis cuatro dedos dentro y fuera de tu culo, los saco y aplico más lubricante.
- El último - te anuncia mi boca tras el barbijo, entusiasmada. Le doy a mi mano la forma de el pico de un pato con el pulgar abajo. Mis dedos lentamente te penetran hasta mis segundas falanges y vos empezás a tener una respiración más lenta y agitada. Empujo mi mano dentro de tu dilatado culo, penetrándote finalmente hasta mi última falange. Dejás escapar tu gemido más fuerte hasta el momento y tu pene empieza a saltar.
- Éso es... dame toda ésa leche! - te ordeno abriendo mi mano dentro de tu culo, sintiendo cada centímetro de tu interior. Con mi mano libre busco otro frasco para muestras para cuando eyacules.
No más de treinta segundos después, otra gran erupción de semen cae dentro de mi recipiente de vidrio. Cuando todo el semen termina de salir, quito el frasco y empiezo a retirar mi mano hacia afuera. Con un débil "pop", mis nudillos van saliendo de tu orificio y vos jadeas con alivio.
- Te divertiste? - te pregunto mientras cierro el frasco de muestras y me quito los guantes. Vos tratás de hablar y decís algo, pero estás demasiado exhausto de las experiencias de la jornada.
- Me imaginaba - te digo con una mueca y agarro el último instrumento de la bandeja sosteniéndolo en alto. Ves un consolador curvo de goma marrón frente a tus ojos.
- Este es mi juguete preferido - te digo mientras me lo pongo arriba del ambo blanco. Una vez asegurado en su lugar, me pongo un par de guantes de látex y empiezo a lubricarlo y moverlo justo frente a tu dilatado culo.
- Este es el final de tu procedimiento de ordeñe. Después de esto terminamos y vas a poder irte - te digo con una sonrisa maliciosa. Lentamente empiezo a introducir la cabeza del consolador dentro de tu ano hasta que puedo sentir que se abre camino. Aumento la velocidad y rítmicamente empiezo a entrar y salir.
Me mirás desde la camilla, atado, amordazado y totalmente a mi merced. Me ves con mi ambo blanco, los guantes, el barbijo el pelo atado y el líquido pre eyaculatorio empieza a drenar otra vez.
A medida que mi consolador entra y sale de tu culo, yo te agarro el pene y empiezo a masturbarte. Eventualmente, el ritmo del consolador y el de mi mano se sincronizan y las dos sensaciones se convierten en una.
Sentís tu cuerpo temblando y convulsionando, tratando de lograr expulsar el poco semen que le queda. Hacemos contacto visual y vos podés percibir mi absoluto poder sobre vos y dentro tuyo. Yo percibo tu vulnerabilidad y éxtasis.
Arqueas tu espalda cuando sentís la eyaculación edificándose. Agarro el último recipiente de muestras y bajo el rítmo del consolador. Vos seguís sacudiéndote mientras te masturbo hasta que finalmente toda to eyaculación gotea en el frasco y vos gritás aliviado.
Voy retirando el consolador de tu culo y te felicito.
- Qué bien que se portó mi paciente. La intervención no dolió tanto, verdad? - tu respuesta es poco más que un suave gemido.
Me quito el consolador y lo dejo en el lavatorio. Me cambio los guantes y te limpio con una toalla tibia. Descarto los guantes y el barbijo antes de acercarme a liberarte y quitarte la mordaza.
- Ahora podés irte! Pero te quiero ver acá la semana que viene para revisarte de nuevo - te digo mientras vos cansadamente empezás a vestirte - Me parece que te voy a tener que someter a otras intervenciones.
Me quedo frente a vos con las manos en los bolsillos de mi ambo de cirugía. Vos bajás la cabeza obedientemente.
- Sí doctora... - me decís. Y lentamente abandonás el consultorio.
0 comentarios - El Consultorio