Vacaciones con mis primos
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Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)
“¡Hola! No te esperaba tan temprano”, saludó Alicia. Iba tapada con una sábana, pero noté que dejó resbalar un poco de la tela. Llevaba sujetador, pero no por ello era menos erótico.
“Sí, bueno, me dejaste ayer preocupado. ¿Ya estás mejor?”.
Intentaba que no se me notase que me acababa de follar a Tania. Pero afortunadamente, la cara de sueño de la rubia ayudó a disimular. De poco se estaba enterando. Pero aún así la noche de sueño le había sentado bien y no le dolía la cabeza, aunque estaba cansada por la falta de sueño.
“¿Vas a querer ir hoy a la playa?”, le preguntó Tania mientras nos sentábamos a desayunar.
“No. Quiero descansar y luego que nos acerquemos a verles”, dijo Alicia. “No te importa, ¿verdad?”
“Tranquila”, respondí. “De hecho yo tendría que ayudar a mis primos a limpiar”.
Y era cierto. Antes de irme me había fijado en que la casa estaba un poco sucia. Normal cuando varias personas están ahí de fiesta dos días seguidos. Y no estaba tan mal ya que no se nos había ido la cosa de las manos.
“¿Y habéis sabido algo más de esa gu… de Ainhoa?”
Me acordé entonces de aquella chica, que había intentado follarme de todas las formas posibles, pero que había sido detenida por mi negativa… Y por la intervención de Alicia y mi prima.
“No. Ayer no la vimos en todo el día…”.
“Debe estar en casa lamiéndose las heridas” comentó Tania.
“Por mi se puede ir a lamer otras cosas…[/i]”, susurró Alicia. “Bueno, así mejor. No debería haberte intentado usar de objeto sexual. Ni que fueras por ahí follándose a todo lo que se mueve…”
Tania me enseñó una media sonrisa y tuve que mirar hacia otro lado. En ese momento me volví a sentir culpable. En primer lugar por haberlo hecho con Tania a espaldas de Alicia. Y luego, porque también estaban mis primas, y mi prioridad había sido ocultárselo a una chica que ni siquiera era mi novia.
“Yo me voy a ir”, anuncié. “Antes de que en mi casa se levanten y me maldigan por haber huído”.
“Que se de bien la limpieza”, dijo Alicia.
Me acompañó a la puerta y nos besamos suavemente. Qué biem sabían sus labios. Qué bien olía su cuerpo. Que se pegase a mi no ayudaba. Me veía totalmente controlado por mis hormonas.
Cuando nos separamos pude ver a Tania mirándome. Y aprovechando que Alicia estaba de espaldas a ella, me lanzó un beso y se relamió los labios. Me giré rápidamente y caminé hacia casa.
Mis primos ya estaban levantados, pero no tenían prisa por recoger. No sin mi, por supuesto. Así que nos dispusimos a dejar la casa en condiciones.
Enrique lavó los platos mejor que nunca antes en su vida. Yo fui tirando todas las cosas que había tiradas fuera de su sitio (papeles, latas, platos de papel, y joder que asco, un condón usado). Mis primas fueron adecentando con un trapo y una fregona. Y cuando llegó la hora de comer nos dolía tanto todo el cuerpo que ni cocinar nos apetecía.
“Voy a ir a por un pollo asado”, dijo mi primo. “¿Me acompañas, Yoli?”
Y se fueron los dos al único asador del pueblo. Rocío se tumbó apoyando la cabeza entre mis piernas.
“Guapo”.
“Guapa tú”.
“¿Qué tal estaba Alicia? Ya sabes. Tu no novia”, recalcó, y disfrutó de poder hacerlo.
“Bien. Ya no le dolía la cabeza…”
“¿Y te la has vuelto a tirar de buena mañana?”
“No… a ella no”. Rocío me miró inquisitiva. “Tania me ha asaltado hoy por la mañana y… bueno… No he podido evitarlo”.
“Claaaaaaro. Seguro que te ha amenazado con una pistola en la cabeza”, ironizó mi prima. “¿Y qué tal lo hace?”
“Emm…”
“Puedes decírmelo. Pero vaya. Yo pensaba que era lesbiana. Ahora me voy a quedar con las ganas de follar con ella. Y no me mires así, sabes que está riquísima”.
“Pues te aseguro que está tan rica como sabe hacerlo. Pero espera… ¿No estás enfadada?”
“¿Por qué debería? Ya sabes lo que hablamos, en público hay que guardar las apariencias. Espero simplemente que lo compenses”
“¿Quieres ponerte tontorrona?”, inquirí.
“Esta tarde, después de comer… Silvia me ha dicho que quiere repetir y es posible que vaya esta noche con ella”.
“Bueno, tendré que hacer algo para compensar esa ausencia”, dije, mientras mi mano se acercaba peligrosamente a su coño. “Igual yo sí me voy a poner celoso”.
“No digas tonterías. Pero hazlo…” me pidió.
Mis dedos empezaron a toquetear su coño por encima del bikini. Pero me los lamí, aparté rápidamente la prenda, y se los introduje. Rocío suspiró y cerró los ojos, disfrutando de la masturbación. Como pude, deslicé mi otra mano por debajo del sujetador de su bikini y masajeé su teta derecha. Estimulé sus pezones.
La escuché gemir. Me concentré en ver su cuerpo. Últimamente lo hacíamos tan de seguido que me olvidaba de venerar su físico. Era realmente preciosa. Y su cabello pelirrojo era muy llamativo. Parecía mentira que alguien como yo pudiera optar a una chica como una ella. Y lo mejor de todo era que nos queríamos. Unos sentimientos complejos, pero que si eran correspondidos no pasaba nada más que la felicidad.
“Luego le voy a dar envidia a Yolanda…”, dijo Rocío antes de soltar un suspiro intenso por mis dedos que se introducían más profundamente. Mi pulgar acarició su clítoris, lo que le hizo temblar. Noté que se agarraba a mí. No sabía si le quedaba mucho para alcanzar el orgasmo, pero igualmente aceleré un poco el ritmo de mis dedos. Intentando no hacer ruido, y supongo que también para excitarme un poco, apoyó la boca contra mi pene, que aún cubierto por mi bañador, podía sentir dónde estaba su boquita.
La posición se me empezaba a hacer incómoda, pero aún así aguanté mientras llevaba a mi prima al séptimo cielo. Mis manos cuidaban de su cuerpo y la estaban haciendo sentir bien, hasta que noté cierta presión sobre los dedos que tenía en su vagina y un escalofrío parecía recorrerla. Un orgasmo. Objetivo conseguido.
Pero cuando pensamos que ya era el momento de parar, recibimos una llamada de nuestros primos. Que había mucha gente en el asador, y aún tardarían como media hora en volver. Cuando colgamos nos miramos cómplices. Media hora… eso nos podía dar tiempo a otro asalto quizá…
Y cumplí entonces una fantasía que tenía enquistada durante mucho tiempo. Me tumbé en el sofá, completamente desnudo, y Rocío de la misma forma se sentó, sin apoyarse (usaba las rodillas) en mi culo. Desde ahí arriba empezó a hacerme un masaje por la espalda. Sentir su cuerpo contra el mío era realmente estimulante, sobre todo cuando se pegó a mi cuerpo para poder masajear mis brazos hacia adelante. Pude sentir en mi espalda sus pezones endurecidos.
“Qué bien se te dan los masajes…”
“¿Estás a gusto, primo? Tiene que ser agotador dejar satisfechas a tantas chicas”, bromeó mi prima. Aunque cierta razón tenía.
Me di la vuelta a su orden y alcanzó a subirse directamente encima de mi pene erecto. Sin introducírselo, perfectamente alineado con su vagina. Desde esa postura siguió masajeando mi cuerpo, y noté que movía muy sutilmente sus caderas, provocando una agradable sensación de fricción sobre mi polla. Retrocedió un poco y empezó a masturbarme suavemente.
“¿Sabes que esto me vuelve loca?”, preguntó, sensual.
“A mi también…”
“Es más que eso, primo… he esperado algo así desde hace mucho tiempo…”
Aunque quería saber a qué se refería, toda la sangre de mi cuerpo fluía hacia mi entrepierna, así que no pude prestar mucha atención mientras continuaba su fabulosa paja. Aceleró el ritmo de su mano y yo empecé a notar que iba a correrme.
“Rocío… me vengo…”
Ella no detuvo su mano más que en un momento, en el cual solté mi primer chorro de semen. Detuvo su mano justo arriba de mi pene, cerrando la salida de semen con mi prepucio, y a continuación volvio a pajearme suavemente mientras yo terminaba de correrme en un orgasmo bastante curioso.
“Perdona por hacerte eyacular así… no podemos manchar el salón”, me recordó.
“¿Y qué vas a…? Olvidalo”. La pregunta que le iba a hacer se perdió en el aire cuando la vi limpiando su mano con la lengua, y luego hizo lo propio con mi pene, dejandolo bien limpito y sin muestras del polvo a base de pajas que habíamos tenido.
“Me siento feliz por poder acostarme contigo… ¿sabes que el simple hecho de imaginarte dentro de mi me ha hecho llorar?”, preguntó mientras se volvía a apoyar sobre mi cuerpo.
“No me sigáis contando estas cosas. Me siento fatal por vosotras, por no haberos atendido…”
“Pero tienes derecho a saberlo. No tenías ninguna obligación con nosotras en ese tipo, ni siquiera te lo imaginabas. Pero ahora que lo sabes, me alegra saber que quieres cumplir”.
“Por supuesto que sí. Os quiero mucho…”
Ella sonrió, e intentando hablar de algo más animado, me preguntó cómo había sido el polvo rápido con Tania. Quiso conocer los detalles sobre su anatomía, desde el tono de sus pezones hasta el hecho de saber si llevaba el coño depilado o por el contrario había vello que apartar para comerlo a gusto.
En estas estábamos cuando llegaron Yolanda y Enrique con sendas bolsas. El olor a pollo asado inundó el comedor, y en agradecimiento por su excursión, Rocío y yo pusimos la mesa para los cuatro. Comimos y bebimos. Yo me hallaba un poco cansado, así que me fui a dormir. Pero…
“¿Os importa si me echo la siesta con Enrique?”, nos preguntó Rocío a Yolanda y a mi. “Anoche no desahogó… y a ella le debes un orgasmo en solitario, así que…”
“Claro que no. Trátale con cariño”, bromeó Yoli, lo que me dejó a solas con ella. “¿Quieres que vayamos al cuarto?”
Por supuesto que quería. Era cierto que en los pasados días, últimamente le había dedicado poco tiempo a mi primita. La chica tímida que había pedido perder la virginidad conmigo, y yo había accedido encantado de la vida a ello. La desnudé con cuidado cuando llegamos a la cama, y la envolvi con mi cuerpo sin ropa.
“Mmmmm… echaba de menos esto. Sentirte tan cerquita a mi…”, suspiró.
“Yo también. Añoraba todo lo que significa estar contigo…”
“¿Ah, sí?... ¿Y qué significa?”, quiso saber.
“Significa estar con una persona en la misma sintonía… significa estar con una chica perfecta… significa pasar un buen rato, ya sea aquí, o viendo una película, o haciendo cualquier cosa… significa pasar tiempo con una chica que me encanta y que nunca pensé que tendría…”
Se giró bruscamente y me faltó aire del beso que me dio. Giró hasta quedar encima de mi y no detuvo su beso hasta pasados varios minutos. Creo que se me desgastaron los labios un poco incluso.
“Te amo… te amo, no quiero que nos separemos nunca…”
“Yoli… sabes que lo tenemos muy complicado…”
“Me da igual. A la mierda nuestros padres, a la mierda lo que piense la gente… quiero ser tu novia fuera del armario. Que podamos tener una verdadera relación”.
“¿Y qué pasaría con Rocío?”
“¿No has oído hablar el poliamor? Rocio podría seguir con nosotros, tal como hacemos ahora. Bueno, tú estarías con ella a la vez que conmigo. Ya te dijimos que eso no es un problema”
Yo si que lo veía como un problema. Los inicios de siglo eran bastante jodidos en aquel entonces. Más que ahora, y eso que en ocasiones parece que ese tipo de restricciones ya no deberían existir. Pero las hay. También debo confesar (y ellas ya lo saben) que si esto hubiera ocurrido ahora, en pleno 2017, mi resistencia a ello no se hubiera dado. Pero eran otros tiempos.
“Tómame, primo… hazme tuya”, me pidió.
Yo no soy de piedra y empecé a estimular su vagina con la intención de que su humedad lubricase y facilitara la penetración (a pesar de que los condones llevasen lubricante por defecto), pero me sorprendió mucho una cosa. Se dio la vuelta, quedando en cuatro ofrecida. Una vez más.
“¿Qué haces?”
“Quiero volver a intentarlo… la otra vez… estaba Rocío y me daba vergüenza. Quiero que la primera vez estemos solos”.
Podía entender que estuviera cohibida. Yo muchas veces no me había animado a hacer cosas con una delante de la otra, así que no hice ningún comentario. Dejé que mi saliva cayera hacia su ano, y empecé a dilatarlo con mucho cuidado y cariño. Apoyé mi cabeza sobre su nalga como si de un almohadón se tratase y le di besitos por ahí mientras preparaba su culo para la penetración.
“Mmm…”, gimió nerviosa.
“¿Quieres que pare?”
“No”.
Sonreí y continué jugando con su culito. Era precioso. Bueno, ella entera en conjunto era preciosa. Estuve varios minutos dedicados a que estuviera lista, y ella misma me indicó cuándo quería que lo intentase. Pero antes de empezar, me la chupó durante un minuto, asegurándose de dejar una buena cantidad de saliva en mi polla, para facilitar aún más el sexo anal.
Mi glande se apoyó en su ano, y entró suavemente. Ella gimió. Únicamente tenía dentro la punta. Retrocedí, y estuve un rato así, con mi glande como la única parte de mi pene que entraba y salía de su cuerpo. Poco a poco fui deslizando cada vez una parte mayor de mi pene dentro de ella, siempre cuidando de no hacerla daño.
“Sabes que puedo parar cuando quieras”, le recordé.
“Lo sé, pero… me está gustando mucho”, respondió. “Eres muy bueno, primo… te portas genial en la cama”
“Gracias”
“¿Sabes? Juan quiso hacer esto… Pero me negué. Insistió bastante, pero al final… desistióóó”, estiró un poco mas la “o” cuando mi pene había terminado de entrar dentro de ella. La tenía completamente dentro.
“¿Me vas a hablar de él mientras follamos?”, pregunté, preocupado porque se me iba a bajar la ereccion.
“Claro que no… sólo voy a elevar lo buen amante que eres… mi culo es un terreno privado que sólo te dejo a tí. Por lo bien que me haces sentir. Por lo bien que me tratas. Porque no te quieres aprovechar…”
Le costaba hablar con la sábana entre los dientes, la estaba mordiendo para evitar las quejas por el dolor. Yo estaba dispuesto a detenerme en cuanto me lo dijera pero escucharla decir esas cosas me enterneció y me hace venirme arriba por lo mucho que alababa mi forma de follar.
Duramos mucho tiempo de aquella forma tan lenta, pero llegó el punto en que yo necesitaba acelerar un poco. Yolanda me lo permitió, así que la sujeté por las caderas y aumenté la velocidad. Lejos de quejarse, parecía que le estaba gustando de veras. Yo estaba de todas formas fuera de mi, así que me corrí deprisa.
“Fiiiuuuu”, silbó mi prima. “Qué bien se siente el notar que culminas…”
Pero ella no se había corrido. Y no quería que le comiera el coño. Me senté en la cama en dirección a la puerta, y con mi erección al cielo, ella se sentó envima mía (por supuesto, me había puesto el condón). Empezamos a hacerlo a un ritmo que no era lento, ni rápido. A ambos nos gustaba así. Por juguetear, empecé a tocar sus pechos, algo que a ella misma la volvía loca.
“Jijiji…¿te imaginas la cara que pondría alguien si nos viera asi ahora mismo?”, preguntó divertida.
Y entonces…
“Hola, chicos, me han dicho que ¡ME CAGO EN LA OSTIA!”
Detuvimos nuestro juego en el acto. No podía ser. Alicia, de alguna forma, había entrado en casa… y ahora estaba dentro de la habitación. Apareció mi primo Enrique detrás de ella, se llevó una mano a la frente, y apartó la mirada rápidamente.
“¿¡QUÉ COJONES ESTÁIS…!? ¡ENFERMOS, DEGENERADOS!”, gritó la rubia, y salió de allí en cuestión de milisegundos.
Mi prima y yo nos quedamos inmóviles donde estábamos. No podían habernos pillado. Rocío llegó y no hizo falta explicarle nada para que lo entendiese. Mi prima y yo nos alejamos al final. Mi erección se había bajado. Y yo me sentía sucio en ese momento. El sentimiento de culpa por haber hecho algo prohibido volvió. Salí a caminar sólo por las calles, lejos de todos.
Mi mente se llenó de oscuros pensamientos. La reacción de Alicia había sido la natural. No la de Rocío. No la de Yolanda. No la de Enrique animándome a que me follase a su hermana. Éramos familia y habían cosas que no se debían hacer. Definitivamente tenía que romper con ellas. Impedir que estas cosas volvieran a ocurrir. No estaba bien.
Tanto camine que no me di cuenta de que estaba oscureciendo. No me apetecía volver de todas formas, pero era o dormir en el sofá o en la calle. Porque desde luego no iba a dormir con Yoli o Rocío. Había que evitar la tentación en la medida de lo posible. Así que fui volviendo lo más despacio que me permitieron mis pies.
“Vaaaaaaya. Mira quién tenemos por aquí”.
Quedan pocos capítulos de este relato... Y si queréis leer más...
Sara, novia trans (continuando)
Autoexperimentando, Fantasía: cambio de rol con mi novia, Recibí ayuda de mi amiga especial, Trío con pareja amiga, Masaje con final más que feliz, A las órdenes de mi amiga trans, Polvo con mi ex… y mi novia, Vestido para mi novia (trans), Adicto a la polla trans, Cuarteto bixsexual (o parecido), Fin de semana con amigos (I), Fin de semana con amigos (II), Ayudando a una amiga
La amiga de mi hija (continuando)
Se me declaró la amiga de mi hija, La elección de la amiga de mi hija, Trío prohibido, Reconciliación tabú
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Capitulo 2
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Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)
“¡Hola! No te esperaba tan temprano”, saludó Alicia. Iba tapada con una sábana, pero noté que dejó resbalar un poco de la tela. Llevaba sujetador, pero no por ello era menos erótico.
“Sí, bueno, me dejaste ayer preocupado. ¿Ya estás mejor?”.
Intentaba que no se me notase que me acababa de follar a Tania. Pero afortunadamente, la cara de sueño de la rubia ayudó a disimular. De poco se estaba enterando. Pero aún así la noche de sueño le había sentado bien y no le dolía la cabeza, aunque estaba cansada por la falta de sueño.
“¿Vas a querer ir hoy a la playa?”, le preguntó Tania mientras nos sentábamos a desayunar.
“No. Quiero descansar y luego que nos acerquemos a verles”, dijo Alicia. “No te importa, ¿verdad?”
“Tranquila”, respondí. “De hecho yo tendría que ayudar a mis primos a limpiar”.
Y era cierto. Antes de irme me había fijado en que la casa estaba un poco sucia. Normal cuando varias personas están ahí de fiesta dos días seguidos. Y no estaba tan mal ya que no se nos había ido la cosa de las manos.
“¿Y habéis sabido algo más de esa gu… de Ainhoa?”
Me acordé entonces de aquella chica, que había intentado follarme de todas las formas posibles, pero que había sido detenida por mi negativa… Y por la intervención de Alicia y mi prima.
“No. Ayer no la vimos en todo el día…”.
“Debe estar en casa lamiéndose las heridas” comentó Tania.
“Por mi se puede ir a lamer otras cosas…[/i]”, susurró Alicia. “Bueno, así mejor. No debería haberte intentado usar de objeto sexual. Ni que fueras por ahí follándose a todo lo que se mueve…”
Tania me enseñó una media sonrisa y tuve que mirar hacia otro lado. En ese momento me volví a sentir culpable. En primer lugar por haberlo hecho con Tania a espaldas de Alicia. Y luego, porque también estaban mis primas, y mi prioridad había sido ocultárselo a una chica que ni siquiera era mi novia.
“Yo me voy a ir”, anuncié. “Antes de que en mi casa se levanten y me maldigan por haber huído”.
“Que se de bien la limpieza”, dijo Alicia.
Me acompañó a la puerta y nos besamos suavemente. Qué biem sabían sus labios. Qué bien olía su cuerpo. Que se pegase a mi no ayudaba. Me veía totalmente controlado por mis hormonas.
Cuando nos separamos pude ver a Tania mirándome. Y aprovechando que Alicia estaba de espaldas a ella, me lanzó un beso y se relamió los labios. Me giré rápidamente y caminé hacia casa.
Mis primos ya estaban levantados, pero no tenían prisa por recoger. No sin mi, por supuesto. Así que nos dispusimos a dejar la casa en condiciones.
Enrique lavó los platos mejor que nunca antes en su vida. Yo fui tirando todas las cosas que había tiradas fuera de su sitio (papeles, latas, platos de papel, y joder que asco, un condón usado). Mis primas fueron adecentando con un trapo y una fregona. Y cuando llegó la hora de comer nos dolía tanto todo el cuerpo que ni cocinar nos apetecía.
“Voy a ir a por un pollo asado”, dijo mi primo. “¿Me acompañas, Yoli?”
Y se fueron los dos al único asador del pueblo. Rocío se tumbó apoyando la cabeza entre mis piernas.
“Guapo”.
“Guapa tú”.
“¿Qué tal estaba Alicia? Ya sabes. Tu no novia”, recalcó, y disfrutó de poder hacerlo.
“Bien. Ya no le dolía la cabeza…”
“¿Y te la has vuelto a tirar de buena mañana?”
“No… a ella no”. Rocío me miró inquisitiva. “Tania me ha asaltado hoy por la mañana y… bueno… No he podido evitarlo”.
“Claaaaaaro. Seguro que te ha amenazado con una pistola en la cabeza”, ironizó mi prima. “¿Y qué tal lo hace?”
“Emm…”
“Puedes decírmelo. Pero vaya. Yo pensaba que era lesbiana. Ahora me voy a quedar con las ganas de follar con ella. Y no me mires así, sabes que está riquísima”.
“Pues te aseguro que está tan rica como sabe hacerlo. Pero espera… ¿No estás enfadada?”
“¿Por qué debería? Ya sabes lo que hablamos, en público hay que guardar las apariencias. Espero simplemente que lo compenses”
“¿Quieres ponerte tontorrona?”, inquirí.
“Esta tarde, después de comer… Silvia me ha dicho que quiere repetir y es posible que vaya esta noche con ella”.
“Bueno, tendré que hacer algo para compensar esa ausencia”, dije, mientras mi mano se acercaba peligrosamente a su coño. “Igual yo sí me voy a poner celoso”.
“No digas tonterías. Pero hazlo…” me pidió.
Mis dedos empezaron a toquetear su coño por encima del bikini. Pero me los lamí, aparté rápidamente la prenda, y se los introduje. Rocío suspiró y cerró los ojos, disfrutando de la masturbación. Como pude, deslicé mi otra mano por debajo del sujetador de su bikini y masajeé su teta derecha. Estimulé sus pezones.
La escuché gemir. Me concentré en ver su cuerpo. Últimamente lo hacíamos tan de seguido que me olvidaba de venerar su físico. Era realmente preciosa. Y su cabello pelirrojo era muy llamativo. Parecía mentira que alguien como yo pudiera optar a una chica como una ella. Y lo mejor de todo era que nos queríamos. Unos sentimientos complejos, pero que si eran correspondidos no pasaba nada más que la felicidad.
“Luego le voy a dar envidia a Yolanda…”, dijo Rocío antes de soltar un suspiro intenso por mis dedos que se introducían más profundamente. Mi pulgar acarició su clítoris, lo que le hizo temblar. Noté que se agarraba a mí. No sabía si le quedaba mucho para alcanzar el orgasmo, pero igualmente aceleré un poco el ritmo de mis dedos. Intentando no hacer ruido, y supongo que también para excitarme un poco, apoyó la boca contra mi pene, que aún cubierto por mi bañador, podía sentir dónde estaba su boquita.
La posición se me empezaba a hacer incómoda, pero aún así aguanté mientras llevaba a mi prima al séptimo cielo. Mis manos cuidaban de su cuerpo y la estaban haciendo sentir bien, hasta que noté cierta presión sobre los dedos que tenía en su vagina y un escalofrío parecía recorrerla. Un orgasmo. Objetivo conseguido.
Pero cuando pensamos que ya era el momento de parar, recibimos una llamada de nuestros primos. Que había mucha gente en el asador, y aún tardarían como media hora en volver. Cuando colgamos nos miramos cómplices. Media hora… eso nos podía dar tiempo a otro asalto quizá…
Y cumplí entonces una fantasía que tenía enquistada durante mucho tiempo. Me tumbé en el sofá, completamente desnudo, y Rocío de la misma forma se sentó, sin apoyarse (usaba las rodillas) en mi culo. Desde ahí arriba empezó a hacerme un masaje por la espalda. Sentir su cuerpo contra el mío era realmente estimulante, sobre todo cuando se pegó a mi cuerpo para poder masajear mis brazos hacia adelante. Pude sentir en mi espalda sus pezones endurecidos.
“Qué bien se te dan los masajes…”
“¿Estás a gusto, primo? Tiene que ser agotador dejar satisfechas a tantas chicas”, bromeó mi prima. Aunque cierta razón tenía.
Me di la vuelta a su orden y alcanzó a subirse directamente encima de mi pene erecto. Sin introducírselo, perfectamente alineado con su vagina. Desde esa postura siguió masajeando mi cuerpo, y noté que movía muy sutilmente sus caderas, provocando una agradable sensación de fricción sobre mi polla. Retrocedió un poco y empezó a masturbarme suavemente.
“¿Sabes que esto me vuelve loca?”, preguntó, sensual.
“A mi también…”
“Es más que eso, primo… he esperado algo así desde hace mucho tiempo…”
Aunque quería saber a qué se refería, toda la sangre de mi cuerpo fluía hacia mi entrepierna, así que no pude prestar mucha atención mientras continuaba su fabulosa paja. Aceleró el ritmo de su mano y yo empecé a notar que iba a correrme.
“Rocío… me vengo…”
Ella no detuvo su mano más que en un momento, en el cual solté mi primer chorro de semen. Detuvo su mano justo arriba de mi pene, cerrando la salida de semen con mi prepucio, y a continuación volvio a pajearme suavemente mientras yo terminaba de correrme en un orgasmo bastante curioso.
“Perdona por hacerte eyacular así… no podemos manchar el salón”, me recordó.
“¿Y qué vas a…? Olvidalo”. La pregunta que le iba a hacer se perdió en el aire cuando la vi limpiando su mano con la lengua, y luego hizo lo propio con mi pene, dejandolo bien limpito y sin muestras del polvo a base de pajas que habíamos tenido.
“Me siento feliz por poder acostarme contigo… ¿sabes que el simple hecho de imaginarte dentro de mi me ha hecho llorar?”, preguntó mientras se volvía a apoyar sobre mi cuerpo.
“No me sigáis contando estas cosas. Me siento fatal por vosotras, por no haberos atendido…”
“Pero tienes derecho a saberlo. No tenías ninguna obligación con nosotras en ese tipo, ni siquiera te lo imaginabas. Pero ahora que lo sabes, me alegra saber que quieres cumplir”.
“Por supuesto que sí. Os quiero mucho…”
Ella sonrió, e intentando hablar de algo más animado, me preguntó cómo había sido el polvo rápido con Tania. Quiso conocer los detalles sobre su anatomía, desde el tono de sus pezones hasta el hecho de saber si llevaba el coño depilado o por el contrario había vello que apartar para comerlo a gusto.
En estas estábamos cuando llegaron Yolanda y Enrique con sendas bolsas. El olor a pollo asado inundó el comedor, y en agradecimiento por su excursión, Rocío y yo pusimos la mesa para los cuatro. Comimos y bebimos. Yo me hallaba un poco cansado, así que me fui a dormir. Pero…
“¿Os importa si me echo la siesta con Enrique?”, nos preguntó Rocío a Yolanda y a mi. “Anoche no desahogó… y a ella le debes un orgasmo en solitario, así que…”
“Claro que no. Trátale con cariño”, bromeó Yoli, lo que me dejó a solas con ella. “¿Quieres que vayamos al cuarto?”
Por supuesto que quería. Era cierto que en los pasados días, últimamente le había dedicado poco tiempo a mi primita. La chica tímida que había pedido perder la virginidad conmigo, y yo había accedido encantado de la vida a ello. La desnudé con cuidado cuando llegamos a la cama, y la envolvi con mi cuerpo sin ropa.
“Mmmmm… echaba de menos esto. Sentirte tan cerquita a mi…”, suspiró.
“Yo también. Añoraba todo lo que significa estar contigo…”
“¿Ah, sí?... ¿Y qué significa?”, quiso saber.
“Significa estar con una persona en la misma sintonía… significa estar con una chica perfecta… significa pasar un buen rato, ya sea aquí, o viendo una película, o haciendo cualquier cosa… significa pasar tiempo con una chica que me encanta y que nunca pensé que tendría…”
Se giró bruscamente y me faltó aire del beso que me dio. Giró hasta quedar encima de mi y no detuvo su beso hasta pasados varios minutos. Creo que se me desgastaron los labios un poco incluso.
“Te amo… te amo, no quiero que nos separemos nunca…”
“Yoli… sabes que lo tenemos muy complicado…”
“Me da igual. A la mierda nuestros padres, a la mierda lo que piense la gente… quiero ser tu novia fuera del armario. Que podamos tener una verdadera relación”.
“¿Y qué pasaría con Rocío?”
“¿No has oído hablar el poliamor? Rocio podría seguir con nosotros, tal como hacemos ahora. Bueno, tú estarías con ella a la vez que conmigo. Ya te dijimos que eso no es un problema”
Yo si que lo veía como un problema. Los inicios de siglo eran bastante jodidos en aquel entonces. Más que ahora, y eso que en ocasiones parece que ese tipo de restricciones ya no deberían existir. Pero las hay. También debo confesar (y ellas ya lo saben) que si esto hubiera ocurrido ahora, en pleno 2017, mi resistencia a ello no se hubiera dado. Pero eran otros tiempos.
“Tómame, primo… hazme tuya”, me pidió.
Yo no soy de piedra y empecé a estimular su vagina con la intención de que su humedad lubricase y facilitara la penetración (a pesar de que los condones llevasen lubricante por defecto), pero me sorprendió mucho una cosa. Se dio la vuelta, quedando en cuatro ofrecida. Una vez más.
“¿Qué haces?”
“Quiero volver a intentarlo… la otra vez… estaba Rocío y me daba vergüenza. Quiero que la primera vez estemos solos”.
Podía entender que estuviera cohibida. Yo muchas veces no me había animado a hacer cosas con una delante de la otra, así que no hice ningún comentario. Dejé que mi saliva cayera hacia su ano, y empecé a dilatarlo con mucho cuidado y cariño. Apoyé mi cabeza sobre su nalga como si de un almohadón se tratase y le di besitos por ahí mientras preparaba su culo para la penetración.
“Mmm…”, gimió nerviosa.
“¿Quieres que pare?”
“No”.
Sonreí y continué jugando con su culito. Era precioso. Bueno, ella entera en conjunto era preciosa. Estuve varios minutos dedicados a que estuviera lista, y ella misma me indicó cuándo quería que lo intentase. Pero antes de empezar, me la chupó durante un minuto, asegurándose de dejar una buena cantidad de saliva en mi polla, para facilitar aún más el sexo anal.
Mi glande se apoyó en su ano, y entró suavemente. Ella gimió. Únicamente tenía dentro la punta. Retrocedí, y estuve un rato así, con mi glande como la única parte de mi pene que entraba y salía de su cuerpo. Poco a poco fui deslizando cada vez una parte mayor de mi pene dentro de ella, siempre cuidando de no hacerla daño.
“Sabes que puedo parar cuando quieras”, le recordé.
“Lo sé, pero… me está gustando mucho”, respondió. “Eres muy bueno, primo… te portas genial en la cama”
“Gracias”
“¿Sabes? Juan quiso hacer esto… Pero me negué. Insistió bastante, pero al final… desistióóó”, estiró un poco mas la “o” cuando mi pene había terminado de entrar dentro de ella. La tenía completamente dentro.
“¿Me vas a hablar de él mientras follamos?”, pregunté, preocupado porque se me iba a bajar la ereccion.
“Claro que no… sólo voy a elevar lo buen amante que eres… mi culo es un terreno privado que sólo te dejo a tí. Por lo bien que me haces sentir. Por lo bien que me tratas. Porque no te quieres aprovechar…”
Le costaba hablar con la sábana entre los dientes, la estaba mordiendo para evitar las quejas por el dolor. Yo estaba dispuesto a detenerme en cuanto me lo dijera pero escucharla decir esas cosas me enterneció y me hace venirme arriba por lo mucho que alababa mi forma de follar.
Duramos mucho tiempo de aquella forma tan lenta, pero llegó el punto en que yo necesitaba acelerar un poco. Yolanda me lo permitió, así que la sujeté por las caderas y aumenté la velocidad. Lejos de quejarse, parecía que le estaba gustando de veras. Yo estaba de todas formas fuera de mi, así que me corrí deprisa.
“Fiiiuuuu”, silbó mi prima. “Qué bien se siente el notar que culminas…”
Pero ella no se había corrido. Y no quería que le comiera el coño. Me senté en la cama en dirección a la puerta, y con mi erección al cielo, ella se sentó envima mía (por supuesto, me había puesto el condón). Empezamos a hacerlo a un ritmo que no era lento, ni rápido. A ambos nos gustaba así. Por juguetear, empecé a tocar sus pechos, algo que a ella misma la volvía loca.
“Jijiji…¿te imaginas la cara que pondría alguien si nos viera asi ahora mismo?”, preguntó divertida.
Y entonces…
“Hola, chicos, me han dicho que ¡ME CAGO EN LA OSTIA!”
Detuvimos nuestro juego en el acto. No podía ser. Alicia, de alguna forma, había entrado en casa… y ahora estaba dentro de la habitación. Apareció mi primo Enrique detrás de ella, se llevó una mano a la frente, y apartó la mirada rápidamente.
“¿¡QUÉ COJONES ESTÁIS…!? ¡ENFERMOS, DEGENERADOS!”, gritó la rubia, y salió de allí en cuestión de milisegundos.
Mi prima y yo nos quedamos inmóviles donde estábamos. No podían habernos pillado. Rocío llegó y no hizo falta explicarle nada para que lo entendiese. Mi prima y yo nos alejamos al final. Mi erección se había bajado. Y yo me sentía sucio en ese momento. El sentimiento de culpa por haber hecho algo prohibido volvió. Salí a caminar sólo por las calles, lejos de todos.
Mi mente se llenó de oscuros pensamientos. La reacción de Alicia había sido la natural. No la de Rocío. No la de Yolanda. No la de Enrique animándome a que me follase a su hermana. Éramos familia y habían cosas que no se debían hacer. Definitivamente tenía que romper con ellas. Impedir que estas cosas volvieran a ocurrir. No estaba bien.
Tanto camine que no me di cuenta de que estaba oscureciendo. No me apetecía volver de todas formas, pero era o dormir en el sofá o en la calle. Porque desde luego no iba a dormir con Yoli o Rocío. Había que evitar la tentación en la medida de lo posible. Así que fui volviendo lo más despacio que me permitieron mis pies.
“Vaaaaaaya. Mira quién tenemos por aquí”.
Quedan pocos capítulos de este relato... Y si queréis leer más...
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