Empecemos por el principio. Tengo 29 y soy hombre. Hasta el año pasado no había visitado un médico desde que dejé a mi pediatra. No lo necesité. Soy muy saludable. Además no es muy agradable visitar al doctor, de hecho aquel viejo pediatra había sido el único médico que había tenido. En fin, una combinación de una exigencia de la compañía de seguros y mis 30 años acercándose me convencieron de hacerme una revisación médica.
Además, estoy tratando de sentirme más cómodo con mi cuerpo, así que cuando la única clínica que me cubría la obra social me dijo que sólo una doctora aceptaba nuevos pacientes, les contesté que el sexo del médico realmente no me importaba. Lo hice aún sabiendo que podría llegar a sentir un poco de vergüenza hasta que me acostumbrara. Pero igual, ya estaba embarcado en la situación.
Me avisaron que me tomara todo el día para la revisación porque podría resultar extensa debido al tiempo pasado desde mis últimos exámenes. Bueno, la revisación fue realmente extensa. Después de completar unos formularios que me había dado la chica de la recepción en la sala de espera, una joven enfermera de ambo blanco, una linda morochita de unos 23 o 25 años de nombre Bety, se asomó, me llamó y me dijo que la siguiera. Me llevó hasta un consultorio bastante común. Sacó de un cajón una de ésas batas descartables y una bolsa de papel y me dijo que me podía cambiar atrás de un biombo que había al fondo de la habitación.
La enfermera no abandonó el consultorio. Se sentó en el escritorio y empezó a escribir en una planilla.
- Querés que me ponga... esto?.. Ahora? - le pregunté dudando. No me esperaba arrancar con una situación así.
- Seguro - me contestó - Y meté tu ropa y demás pertenencias en la bolsa de papel.
Tímidamente me desvestí detrás de la fina tela, acomodando prolijamente mis cosas en la bolsa. Cuando quedé en ropa interior me puse la bata descartable, era una de ésas típicas batas que quedan con la espalda abierta, pero bastante corta. Terminaba a mitad de mis nalgas. Al final salí del biombo y la dí la bolsa a la enfermera.
- No traías ropa interior? - me preguntó después de mirar el interior de la bolsa.
- Oh... ahh... No pensé que tenía que sacármela todavía...
- Sí. Sacate todo ya! - deslicé mis calzoncillos hasta el piso bajo la atenta mirada de la enfermera Bety. Quité mis pies, con cuidado me agaché para agarrarlos y se los dí. Los calzoncillos terminaron adentro de la bolsa y la bolsa terminó adentro de un cajón que rápidamente se cerró.
- Vamos a pesarte y a medirte.
Caminé tratando de mantener cerrada la bata. La sensación de aire fresco sobre mi piel desnuda bajo la bata rápidamente me hizo notar que mis genitales no estaban más contenidos por el calzoncillos y toda me hombría se sacudía a cada paso que daba. Otra vez el largo de la bata me hacía sentir incómodo. No es que la tenga como un burro, pero siempre me habían dicho que estaba bien dotado y ahora la punta de mi pene se asomaba por debajo de la bata.
Mido 1.70 mts. así que estaba incómodo cuando me trepé a la escala, sobre todo por la cantidad de piel que estaba mostrando.
- Las manos a los costados - ordenó la enfermera Bety que no podía medir más de 1.60 mts.
- No te puedo medir, estás todo el tiempo cerrándote la bata con una mano y tratando de bajártela con la otra! Vamos, parate derecho! - suspiré y obedecí - Sabés qué? Mejor date vuelta, mirando a la pared!
- Pero... atrás la bata queda abierta... - protesté.
- No me importa. Date vuelta! - reflexioné y me dí vuelta, dejando mi culo en exposición. En un momento me midió y me pesó moviendo unos calibres.
- Listo.
Volví y me senté en la camilla para esperar a mi médico. A la enfermera Bety y a mí se nos unió la Dra. Liliana Martinez, una tremenda rubia de unos 30 ó 35 años, que recién debía haberse recibido de médica. Llevaba el cabello en una especie de rodete cuidadamente desprolijo. Tenía puesto un guardapolvos blanco y debajo se veía el típico ambo verde de cirugía. Nunca me imaginé que mi doctora iba a ser así. Pensé que me iba a tocar alguna vieja. No es necesario aclarar lo agradable de la sorpresa y al mismo tiempo los nervios que sentí pensando que me iba a revisar una hermosa mujer. Se presentó y me expresó lo contenta que la ponía ver a un hombre de mi edad que se sintiera cómodo eligiendo a una doctora mujer.
- Es bastante raro, sabe? Casi todos mis pacientes son mujeres, y los pocos hombres que atiendo tienen más de 65 - dijo.
Yo traté de parecer indiferente.
- Para mí es lo mismo. Un profesional es un profesional, y estoy seguro que han visto de todo.
Hizo una pausa, mirando a la enfermera. Justo en ése momento pensé que había hablado demasiado.
- En fin, que bueno tener un paciente que crea y practique medicina preventiva.
Me dijo que la enfermera Bety iba a ser su asistente durante la revisación y empezó. Primero lo básico, preguntas generales que la enfermera Bety anotaba en la planilla, me revisó oídos, ojos, nariz y garganta, reflejos, me auscultó, etc. ...
Y después llegó la parte que me asustaba.
- Te voy a revisar la próstata. Ya sabés, a partir de esta edad hay que revisártela bastante seguido.
- Seguro - le contestétratando de tomar el coraje que sabía que iba a necesitar. En fin, después de todo esta fue una de las razones por las que me quería hacer una revisación médica, así que tenía que dejar que la doctora haga lo que tenía que hacer. Me hizo inclinar sobre la camilla, de espaldas a ella y a la enfermera, dejándoles mi cola expuesta. La Dra. Martines se puso un par de guantes de látex y la enfermera la ayudó a lubricarlos, así que no tuvo necesidad de explicarme qué es lo que iba a pasar.
Cuando su dedo me penetró en el recto me debo haber sobresaltado.
- Relajate! - me dijo - Ya sé que debés sentir un poco frío, pero en un ratito termino.
Bueno, su no tan sutil examen a mi próstata produjo que mi pija semi eracta se pusiera completamente dura. Cinco minutos después de estar empujando y removiendo, finalmente terminó.
- La próstata parece estar bastante bien. Vamos a revisar los testículos.
UH NO! Yo tenía una tremenda erección.
- Va a ser mejor que te quites la bata para el examen - me dijo tranquilamente, mientras se quitaba los guantes. Yo dudé y ella debió haber notado algo en mi cara porque le dijo a la enfermera Bety - Ayudalo.
Yo me quedé como un zombi mientras la morochita me despojaba de mi último refugio. Aunque corta y casi transparente la bata había dado cienta cobertura. Cuando me la sacaron mis manos instintivamente fueron a tapar mi entrepierna.
- No, ni se te ocurra empezar a hacer ésas pavadas acá! - me dijo la Dra. Martinez con voz estricta y pegándome en las manos - Pone las manos sobre la cabeza ya mismo!
Yo no podía creer lo que escuchaba. Pero ante semejante "sugerencia" no me quedó más remedio que obedecer.
La Dra. Martinez se acercó y se sentó en una banqueta poniéndose un nuevo par de guantes de látex, ajustándoselos bien a cada dedo, y yo me quedé ahí con las manos sobre la cabeza frente a ella, o mejor dicho mi miembro totalmente erecto a centímetros de su bello rostro. Pensé que si miraba para otro lado y trataba de pensar en otra cosa.... mierda!!! Me agarró el pene y no pude evitar mirar.
- Bety, Anotá: el paciente alcanza una completa erección previa a la inspección genital - dijo en tono clínico.
Miré a la enfermera que rápidamente se acercó para observar mi erección, después me miró a los ojos y sonrió.
- Anotado doctora.
Todo el tiempo que me estuvo revisando los genitales me sentí a punto de explotar. También me revisó todo a lo largo de mi pene, me palpó y examinó de cerca el glande y el orificio uretral para volver a palparme los testículos.
Yo seguía preguntándome se realmente necesitaba agarrarme y manosearme mis partes más privadas mientras me hacía preguntas muy íntimas sobre mi vida sexual y me daba consejos y demostraciones sobre el auto examen del cáncer testicular. Supongo que sí era necesario. Sin embargo, y por raro que parezca, orgullosamente respiré aliviado cuando la Dra. Martinez le dijo a la enfermera Bety que escribiera que yo era un "hombre saludable" con "genitalidad superior al promedio".
Por supuesto que los exámenes de testículos y próstata habían sido bastante vergonzosos. Sin embargo, en algún punto yo mismo me esperaba que lo fueran antes de llegar al consultorio. Lo que jamás había imaginado era el próximo comentario que iba a hacer la Dra. Martinez.
- Bueno, estás justo en la edad recomendada para iniciar cistoscopías de rutina.
Yo nunca antes había escuchado hablar de la cistoscopía, así que ni me atreví a contestarle y sólo asentí. O sea, después de todo lo que había pasado, qué podría ser más vergonzoso? Además prefería terminar con esta revisiación lo antes posible.
- Tenés suerte - me dijo quitándose los guantes - Ni siquiera te voy a tener que derivar a un urólogo, acá mismo tenemos una pequeña sala de operaciones para cirugías poco invasivas como esta.
Un momentito, qué dijo? Cirugía? Está bien, supongo que "poco invasivas" debe querer decir que es algo muy mínimo, pero a pesar de todo no me gustaba escuchar el sonido de cosas como "sala de operaciones".
- Bety, llevalo a la sala de operaciones. Yo voy para allá en un rato - ordenó la doctora.
En fin, después de dejarme ir al baño para hacer mis necesidades y de volver a ponerme la bata, la enfermera Bety me sentó en una silla de ruedas y me llevó por un pasillo. Llegamos a una habitación con una puerta de doble hoja.
- Acá es donde realizamos los procedimientos quirúrgicos básicos - me dijo mientras se ataba un barbijo a la cabeza y al cuello, y entonces cruzamos otra puerta de doble hoja a otra habitación bastante más amplia, cubierta de azulejos verdes de piso a techo, con una gran camilla al medio con grandes luces colgando del techo y mucho instrumental médico por todos lados. Muy a mi pesar, otra vez me tuve que sacar la bata y quedar completamente desnudo.
- Subite a la mesa de operaciones - me ordenó la enfermera.
Me subí y la enfermera me aseguró los tobillos, me acomodó uno de mis brazos al costado y otro extendido sobre una superficie plana al que le enroscó un equipo para tomar la presión. Después también me aseguró las muñecas y pasó anchas correas que me aprisionaban los muslos y el pecho. Quedé totalmente desnudo y atado a una mesa de operaciones. Me sentía totalmente expuesto y sorprendentemente, tenía otra erección.
- A la doctora le gusta que aseguremos a los pacientes que puedan resultar un poco "inquietos" - me dijo la enfermera - Ahora abrí la boca.
Yo obedecí y ella me puso una pastilla que no sé lo que era. Después acercó una mesa y se puso una bata de cirugía y guantes estériles. Al rato entró la Dra. Martinez con otra chica, las dos vestidas con ambos verdes de cirugía, cofias y barbijos cubriendo sus rostros. La chica nueva obviamente ni se esperaba encontrarse con el panorama que vio al entrar porque en seguida se puso unas guantes de látex y sin siquiera saludarme me empezó a examinar el pene.
- Lili.... tiene una tremenda erección - le dijo a la Dra. Martinez, que se acercó al otro lado de la camilla y me miró.
- Te presento a la Dra. Teresa, me va a asistir en tu operación - pese a tener el pelo bajo la cofia la Dra. Teresa era evidentemente rubia, más o menos tendría mi edad y era tetona. De hecho, decirle tetona no le hace justicia. No pude evitar notar que era bastante delgada para tener un tremendo par de tetas.
- Cómo estás? - me saludó la Dra. Teresa sin soltarme el pene - Qué significa esto?
- No... no sé... yo... no puedo...
- A lo mejor con la anestesia cede... - aventuró la Dra. Martinez.
- Si.... igual lo peor que puede pasar es que resulte un poco más incómodo para el paciente.... - dijo la Dra. Teresa mientras me examinaba el glande - Yo sugiero que procedamos.
- Está todo listo? - le preguntó la Dra. Martinez a la enfermera Bety que se acercó con un atemorizante artefacto que me puso bastante ansioso.
- Todo listo doctora - fue la eficiente respuesta de la enfermera Bety.
- Procedamos - ordenó la Dra. Martinez y junto con la Dra. Teresa, que ahora me soltaba y descartaba sus guantes, empezaron a ponerse sus batas de cirugía y a calzarse sus guantes estériles mientras, para mi horror, me explicaban en qué consistía exactamente una cistoscopía.
- Esperen... no... por favor no.... no me hagan éso!!! - mis súplicas y protestas cayeron en oídos sordos. Rechazaron mis débiles objeciones y empezaron.
Me desinfectaron toda el área. Y después la enfermera Bety se dedicó a sostenerme el pene para que la Dra. Teresa usara una jeringa para inyectarme algún gel que funcionó como anestesia metiéndolo por el orificio de mi pene! La sensación que sentí cuando me metió la jeringa por la uretra fue bastante incómoda y al final me inyectó dos veces, Yo no podía creer que esto me estuviera pasando! Y esto no era nada comparado con lo que iba a pasar.
Después de unos minutos de espera para que el gel hiciera efecto llegó el turno de la Dra. Martinez. Ahora la Dra. Teresa me sostenía mi pene totalmente erecto en un ángulo de 45 grados mientras la Dra. Martinez usaba sus dedos pulgar e índice de su mano izquierda para sostener mi glande y mantener abierto mi más sensible orificio mientras sostenía una especie de vara metálica de unos 50 ó 60 cms. de largo, que después supe que se trataba de un cistoscopio con la otra mano y me lo empezaba a meter por mi uretra! Lentamente fueron bajando el ángulo de mi pene a medida que la vara invasora penetraba más de la mitad de mi miembro.
Mis lamentos no desalentaron a las cirujanas, que simplemente me consolaban.
- Ya sé... ya sé que un poco molesto... tratá de relajarte...
Yo me retorcía a medida que el cistoscopio me penetraba haciéndome sentir violado, pero esto tampoco parecía alterar a mis cirujanas.
- Esta es una de ésas situaciones en la que más grande no significa mejor - bromeó una de las doctoras y las estridentes risas de las otras dos mujeres indicaron que le encontraban mucho más sentido del humor que yo a mi propio padecimiento
De repente el cistoscopio llegó a mi vejiga, la Dra. Martinez inyectó solución salina.
- Vamos a limpiarlo así tenemos mejor visibilidad.
Sentí muchas ganas de orinar y me quejé.
- Es normal - me dijo mientras seguía empujando dentro mío, manipulando mi pene y mirando en el monitor las imágenes que le mandaba la cámara, todo a la vez. Después de unos diez minutos la Dra. Martinez quedó satisfecha y empezó a retirar el cistoscopio, dejándome una sensación de incendio adentro de la uretra! No podía entender cómo la anestesia local había dejado de tener efecto justo un par de minutos antes que el procedimiento terminara, pero pronto lo descubrí.
Otra vez la Dra. Teresa y la enfermera Bety me limpiaron toda el área.
- Todo parece estar bien - dijo la Dra. Martinez - Ven? La cistoscopía es pan comido!
Yo le quería contestar: Qué?! Para quién?! Para vos es pan comido!!!
- Bueno, no hay nada raro, pero te vamos a hacer cistoscopías de forma rutinaria para diagnosticar algún cáncer de vejiga o hasta algún cálculo que pueda aparecer - y me dejó una orden antes de salir - Te quiero de nuevo en esta mesa de operaciones, entendido? Te veo en seis meses.
Quiero agregar que mi pene estuvo inflamado por más de tres días y la uretra me ardía cada vez que iba al baño o eyaculaba durante más de una semana. Cuando fui a buscar los resultados me dijeron que todo estaba normal.
No hace falta aclarar que la experiencia no sólo resultó humillante, fue dolorosa. No estoy seguro de querer volver a pasar por esto, pese a que leí que se torna más sencillo o por lo menos no tan incómodo cada vez que lo hacés. También leí que existen cistoscopios flexibles que son más tolerables que el cistoscopio rígido que usan mis cirujanas. A lo mejor le sugiero a la Dra. Martinez que use uno de ésos. Veremos cuando le haga mi próxima consulta dentro de seis meses.
Además, estoy tratando de sentirme más cómodo con mi cuerpo, así que cuando la única clínica que me cubría la obra social me dijo que sólo una doctora aceptaba nuevos pacientes, les contesté que el sexo del médico realmente no me importaba. Lo hice aún sabiendo que podría llegar a sentir un poco de vergüenza hasta que me acostumbrara. Pero igual, ya estaba embarcado en la situación.
Me avisaron que me tomara todo el día para la revisación porque podría resultar extensa debido al tiempo pasado desde mis últimos exámenes. Bueno, la revisación fue realmente extensa. Después de completar unos formularios que me había dado la chica de la recepción en la sala de espera, una joven enfermera de ambo blanco, una linda morochita de unos 23 o 25 años de nombre Bety, se asomó, me llamó y me dijo que la siguiera. Me llevó hasta un consultorio bastante común. Sacó de un cajón una de ésas batas descartables y una bolsa de papel y me dijo que me podía cambiar atrás de un biombo que había al fondo de la habitación.
La enfermera no abandonó el consultorio. Se sentó en el escritorio y empezó a escribir en una planilla.
- Querés que me ponga... esto?.. Ahora? - le pregunté dudando. No me esperaba arrancar con una situación así.
- Seguro - me contestó - Y meté tu ropa y demás pertenencias en la bolsa de papel.
Tímidamente me desvestí detrás de la fina tela, acomodando prolijamente mis cosas en la bolsa. Cuando quedé en ropa interior me puse la bata descartable, era una de ésas típicas batas que quedan con la espalda abierta, pero bastante corta. Terminaba a mitad de mis nalgas. Al final salí del biombo y la dí la bolsa a la enfermera.
- No traías ropa interior? - me preguntó después de mirar el interior de la bolsa.
- Oh... ahh... No pensé que tenía que sacármela todavía...
- Sí. Sacate todo ya! - deslicé mis calzoncillos hasta el piso bajo la atenta mirada de la enfermera Bety. Quité mis pies, con cuidado me agaché para agarrarlos y se los dí. Los calzoncillos terminaron adentro de la bolsa y la bolsa terminó adentro de un cajón que rápidamente se cerró.
- Vamos a pesarte y a medirte.
Caminé tratando de mantener cerrada la bata. La sensación de aire fresco sobre mi piel desnuda bajo la bata rápidamente me hizo notar que mis genitales no estaban más contenidos por el calzoncillos y toda me hombría se sacudía a cada paso que daba. Otra vez el largo de la bata me hacía sentir incómodo. No es que la tenga como un burro, pero siempre me habían dicho que estaba bien dotado y ahora la punta de mi pene se asomaba por debajo de la bata.
Mido 1.70 mts. así que estaba incómodo cuando me trepé a la escala, sobre todo por la cantidad de piel que estaba mostrando.
- Las manos a los costados - ordenó la enfermera Bety que no podía medir más de 1.60 mts.
- No te puedo medir, estás todo el tiempo cerrándote la bata con una mano y tratando de bajártela con la otra! Vamos, parate derecho! - suspiré y obedecí - Sabés qué? Mejor date vuelta, mirando a la pared!
- Pero... atrás la bata queda abierta... - protesté.
- No me importa. Date vuelta! - reflexioné y me dí vuelta, dejando mi culo en exposición. En un momento me midió y me pesó moviendo unos calibres.
- Listo.
Volví y me senté en la camilla para esperar a mi médico. A la enfermera Bety y a mí se nos unió la Dra. Liliana Martinez, una tremenda rubia de unos 30 ó 35 años, que recién debía haberse recibido de médica. Llevaba el cabello en una especie de rodete cuidadamente desprolijo. Tenía puesto un guardapolvos blanco y debajo se veía el típico ambo verde de cirugía. Nunca me imaginé que mi doctora iba a ser así. Pensé que me iba a tocar alguna vieja. No es necesario aclarar lo agradable de la sorpresa y al mismo tiempo los nervios que sentí pensando que me iba a revisar una hermosa mujer. Se presentó y me expresó lo contenta que la ponía ver a un hombre de mi edad que se sintiera cómodo eligiendo a una doctora mujer.
- Es bastante raro, sabe? Casi todos mis pacientes son mujeres, y los pocos hombres que atiendo tienen más de 65 - dijo.
Yo traté de parecer indiferente.
- Para mí es lo mismo. Un profesional es un profesional, y estoy seguro que han visto de todo.
Hizo una pausa, mirando a la enfermera. Justo en ése momento pensé que había hablado demasiado.
- En fin, que bueno tener un paciente que crea y practique medicina preventiva.
Me dijo que la enfermera Bety iba a ser su asistente durante la revisación y empezó. Primero lo básico, preguntas generales que la enfermera Bety anotaba en la planilla, me revisó oídos, ojos, nariz y garganta, reflejos, me auscultó, etc. ...
Y después llegó la parte que me asustaba.
- Te voy a revisar la próstata. Ya sabés, a partir de esta edad hay que revisártela bastante seguido.
- Seguro - le contestétratando de tomar el coraje que sabía que iba a necesitar. En fin, después de todo esta fue una de las razones por las que me quería hacer una revisación médica, así que tenía que dejar que la doctora haga lo que tenía que hacer. Me hizo inclinar sobre la camilla, de espaldas a ella y a la enfermera, dejándoles mi cola expuesta. La Dra. Martines se puso un par de guantes de látex y la enfermera la ayudó a lubricarlos, así que no tuvo necesidad de explicarme qué es lo que iba a pasar.
Cuando su dedo me penetró en el recto me debo haber sobresaltado.
- Relajate! - me dijo - Ya sé que debés sentir un poco frío, pero en un ratito termino.
Bueno, su no tan sutil examen a mi próstata produjo que mi pija semi eracta se pusiera completamente dura. Cinco minutos después de estar empujando y removiendo, finalmente terminó.
- La próstata parece estar bastante bien. Vamos a revisar los testículos.
UH NO! Yo tenía una tremenda erección.
- Va a ser mejor que te quites la bata para el examen - me dijo tranquilamente, mientras se quitaba los guantes. Yo dudé y ella debió haber notado algo en mi cara porque le dijo a la enfermera Bety - Ayudalo.
Yo me quedé como un zombi mientras la morochita me despojaba de mi último refugio. Aunque corta y casi transparente la bata había dado cienta cobertura. Cuando me la sacaron mis manos instintivamente fueron a tapar mi entrepierna.
- No, ni se te ocurra empezar a hacer ésas pavadas acá! - me dijo la Dra. Martinez con voz estricta y pegándome en las manos - Pone las manos sobre la cabeza ya mismo!
Yo no podía creer lo que escuchaba. Pero ante semejante "sugerencia" no me quedó más remedio que obedecer.
La Dra. Martinez se acercó y se sentó en una banqueta poniéndose un nuevo par de guantes de látex, ajustándoselos bien a cada dedo, y yo me quedé ahí con las manos sobre la cabeza frente a ella, o mejor dicho mi miembro totalmente erecto a centímetros de su bello rostro. Pensé que si miraba para otro lado y trataba de pensar en otra cosa.... mierda!!! Me agarró el pene y no pude evitar mirar.
- Bety, Anotá: el paciente alcanza una completa erección previa a la inspección genital - dijo en tono clínico.
Miré a la enfermera que rápidamente se acercó para observar mi erección, después me miró a los ojos y sonrió.
- Anotado doctora.
Todo el tiempo que me estuvo revisando los genitales me sentí a punto de explotar. También me revisó todo a lo largo de mi pene, me palpó y examinó de cerca el glande y el orificio uretral para volver a palparme los testículos.
Yo seguía preguntándome se realmente necesitaba agarrarme y manosearme mis partes más privadas mientras me hacía preguntas muy íntimas sobre mi vida sexual y me daba consejos y demostraciones sobre el auto examen del cáncer testicular. Supongo que sí era necesario. Sin embargo, y por raro que parezca, orgullosamente respiré aliviado cuando la Dra. Martinez le dijo a la enfermera Bety que escribiera que yo era un "hombre saludable" con "genitalidad superior al promedio".
Por supuesto que los exámenes de testículos y próstata habían sido bastante vergonzosos. Sin embargo, en algún punto yo mismo me esperaba que lo fueran antes de llegar al consultorio. Lo que jamás había imaginado era el próximo comentario que iba a hacer la Dra. Martinez.
- Bueno, estás justo en la edad recomendada para iniciar cistoscopías de rutina.
Yo nunca antes había escuchado hablar de la cistoscopía, así que ni me atreví a contestarle y sólo asentí. O sea, después de todo lo que había pasado, qué podría ser más vergonzoso? Además prefería terminar con esta revisiación lo antes posible.
- Tenés suerte - me dijo quitándose los guantes - Ni siquiera te voy a tener que derivar a un urólogo, acá mismo tenemos una pequeña sala de operaciones para cirugías poco invasivas como esta.
Un momentito, qué dijo? Cirugía? Está bien, supongo que "poco invasivas" debe querer decir que es algo muy mínimo, pero a pesar de todo no me gustaba escuchar el sonido de cosas como "sala de operaciones".
- Bety, llevalo a la sala de operaciones. Yo voy para allá en un rato - ordenó la doctora.
En fin, después de dejarme ir al baño para hacer mis necesidades y de volver a ponerme la bata, la enfermera Bety me sentó en una silla de ruedas y me llevó por un pasillo. Llegamos a una habitación con una puerta de doble hoja.
- Acá es donde realizamos los procedimientos quirúrgicos básicos - me dijo mientras se ataba un barbijo a la cabeza y al cuello, y entonces cruzamos otra puerta de doble hoja a otra habitación bastante más amplia, cubierta de azulejos verdes de piso a techo, con una gran camilla al medio con grandes luces colgando del techo y mucho instrumental médico por todos lados. Muy a mi pesar, otra vez me tuve que sacar la bata y quedar completamente desnudo.
- Subite a la mesa de operaciones - me ordenó la enfermera.
Me subí y la enfermera me aseguró los tobillos, me acomodó uno de mis brazos al costado y otro extendido sobre una superficie plana al que le enroscó un equipo para tomar la presión. Después también me aseguró las muñecas y pasó anchas correas que me aprisionaban los muslos y el pecho. Quedé totalmente desnudo y atado a una mesa de operaciones. Me sentía totalmente expuesto y sorprendentemente, tenía otra erección.
- A la doctora le gusta que aseguremos a los pacientes que puedan resultar un poco "inquietos" - me dijo la enfermera - Ahora abrí la boca.
Yo obedecí y ella me puso una pastilla que no sé lo que era. Después acercó una mesa y se puso una bata de cirugía y guantes estériles. Al rato entró la Dra. Martinez con otra chica, las dos vestidas con ambos verdes de cirugía, cofias y barbijos cubriendo sus rostros. La chica nueva obviamente ni se esperaba encontrarse con el panorama que vio al entrar porque en seguida se puso unas guantes de látex y sin siquiera saludarme me empezó a examinar el pene.
- Lili.... tiene una tremenda erección - le dijo a la Dra. Martinez, que se acercó al otro lado de la camilla y me miró.
- Te presento a la Dra. Teresa, me va a asistir en tu operación - pese a tener el pelo bajo la cofia la Dra. Teresa era evidentemente rubia, más o menos tendría mi edad y era tetona. De hecho, decirle tetona no le hace justicia. No pude evitar notar que era bastante delgada para tener un tremendo par de tetas.
- Cómo estás? - me saludó la Dra. Teresa sin soltarme el pene - Qué significa esto?
- No... no sé... yo... no puedo...
- A lo mejor con la anestesia cede... - aventuró la Dra. Martinez.
- Si.... igual lo peor que puede pasar es que resulte un poco más incómodo para el paciente.... - dijo la Dra. Teresa mientras me examinaba el glande - Yo sugiero que procedamos.
- Está todo listo? - le preguntó la Dra. Martinez a la enfermera Bety que se acercó con un atemorizante artefacto que me puso bastante ansioso.
- Todo listo doctora - fue la eficiente respuesta de la enfermera Bety.
- Procedamos - ordenó la Dra. Martinez y junto con la Dra. Teresa, que ahora me soltaba y descartaba sus guantes, empezaron a ponerse sus batas de cirugía y a calzarse sus guantes estériles mientras, para mi horror, me explicaban en qué consistía exactamente una cistoscopía.
- Esperen... no... por favor no.... no me hagan éso!!! - mis súplicas y protestas cayeron en oídos sordos. Rechazaron mis débiles objeciones y empezaron.
Me desinfectaron toda el área. Y después la enfermera Bety se dedicó a sostenerme el pene para que la Dra. Teresa usara una jeringa para inyectarme algún gel que funcionó como anestesia metiéndolo por el orificio de mi pene! La sensación que sentí cuando me metió la jeringa por la uretra fue bastante incómoda y al final me inyectó dos veces, Yo no podía creer que esto me estuviera pasando! Y esto no era nada comparado con lo que iba a pasar.
Después de unos minutos de espera para que el gel hiciera efecto llegó el turno de la Dra. Martinez. Ahora la Dra. Teresa me sostenía mi pene totalmente erecto en un ángulo de 45 grados mientras la Dra. Martinez usaba sus dedos pulgar e índice de su mano izquierda para sostener mi glande y mantener abierto mi más sensible orificio mientras sostenía una especie de vara metálica de unos 50 ó 60 cms. de largo, que después supe que se trataba de un cistoscopio con la otra mano y me lo empezaba a meter por mi uretra! Lentamente fueron bajando el ángulo de mi pene a medida que la vara invasora penetraba más de la mitad de mi miembro.
Mis lamentos no desalentaron a las cirujanas, que simplemente me consolaban.
- Ya sé... ya sé que un poco molesto... tratá de relajarte...
Yo me retorcía a medida que el cistoscopio me penetraba haciéndome sentir violado, pero esto tampoco parecía alterar a mis cirujanas.
- Esta es una de ésas situaciones en la que más grande no significa mejor - bromeó una de las doctoras y las estridentes risas de las otras dos mujeres indicaron que le encontraban mucho más sentido del humor que yo a mi propio padecimiento
De repente el cistoscopio llegó a mi vejiga, la Dra. Martinez inyectó solución salina.
- Vamos a limpiarlo así tenemos mejor visibilidad.
Sentí muchas ganas de orinar y me quejé.
- Es normal - me dijo mientras seguía empujando dentro mío, manipulando mi pene y mirando en el monitor las imágenes que le mandaba la cámara, todo a la vez. Después de unos diez minutos la Dra. Martinez quedó satisfecha y empezó a retirar el cistoscopio, dejándome una sensación de incendio adentro de la uretra! No podía entender cómo la anestesia local había dejado de tener efecto justo un par de minutos antes que el procedimiento terminara, pero pronto lo descubrí.
Otra vez la Dra. Teresa y la enfermera Bety me limpiaron toda el área.
- Todo parece estar bien - dijo la Dra. Martinez - Ven? La cistoscopía es pan comido!
Yo le quería contestar: Qué?! Para quién?! Para vos es pan comido!!!
- Bueno, no hay nada raro, pero te vamos a hacer cistoscopías de forma rutinaria para diagnosticar algún cáncer de vejiga o hasta algún cálculo que pueda aparecer - y me dejó una orden antes de salir - Te quiero de nuevo en esta mesa de operaciones, entendido? Te veo en seis meses.
Quiero agregar que mi pene estuvo inflamado por más de tres días y la uretra me ardía cada vez que iba al baño o eyaculaba durante más de una semana. Cuando fui a buscar los resultados me dijeron que todo estaba normal.
No hace falta aclarar que la experiencia no sólo resultó humillante, fue dolorosa. No estoy seguro de querer volver a pasar por esto, pese a que leí que se torna más sencillo o por lo menos no tan incómodo cada vez que lo hacés. También leí que existen cistoscopios flexibles que son más tolerables que el cistoscopio rígido que usan mis cirujanas. A lo mejor le sugiero a la Dra. Martinez que use uno de ésos. Veremos cuando le haga mi próxima consulta dentro de seis meses.
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