Antes:
Campamento Familiar III
En el campamento no se imaginaban lo que estaba ocurriendo en ese momento con Candelaria. Cada uno estaba preocupado por su propia calentura. Melina no podía creer lo que había ocurrido. Le preocupaba haber sido espiada por algún degenerado y no saber quién era el responsable de semejante invasión a su privacidad. Pero esa sensación se iba pronto de su mente cuando recordaba lo que ocurrió con Sasha dentro de esa carpa. Nunca se imaginó que a su edad podría tener una experiencia tan novedosa y tan deliciosa como esa. El orgasmo que tuvo con la mulata no se comparaba ni remotamente a los que tenía con Esteban. Era algo nuevo, algo que la había enloquecido.
Brunito protegido por la oscuridad de la noche, había logrado huir. Se buscó sus cosas y llegó sin ser visto hasta las duchas. Con el baño borraría toda prueba de su pervertido comportamiento. Sabía que acabando con esa violencia sobre la carpa ya habrían notado su presencia pero el pobre muchacho hizo todo lo que pudo para contener ese potente lechazo. Mientras se enjabonaba bajo el agua recordaba las imágenes de esos tremendos cuerpos desnudos. Sentía que si seguía así se iba a quedar seco de tanto pajearse. Era un chico muy calentón pero lo que estaba viviendo en ese campamento era demasiado.
Las dos vecinas estaban al rededor de una improvisada fogata donde Sasha le contaba con lujo de detalles todo lo que había ocurrido con Melina a su amiga Dalia que se mordía los dedos oyendo la excitante situación que relataba la voluptuosa morena. Las dos hablaban fuerte sin notar que a pocos metros se encontraba Mateo que no podía creer lo que oía. Después de haber descubierto a su padre con las manos en la masa ahora se enteraba que su madre había tenido un apasionado encuentro lésbico con una joven mulata a escasos metros de su donde estaba él. Por unos segundos pensó si su imaginación no le estaba jugando una broma por tanto fumar. Mientras escuchaba a través de las finas capas de la carpa del lado del frente apareció su madre, justo la persona que menos quería cruzarse en ese momento.
Le pidió con más tono de orden que de pedido que hiciera un fuego con las ramas que había traído Esteban ya que ni él ni Bruno estaban y ya era de noche. Mateo casi no podía mirarla. Por primera vez sentía que veía más una mujer que una madre y eso lo impresionaba. Había escuchado detalles muy específicos de sus habilidades orales y eso era algo difícil de borrar en tan poco tiempo. Mientras hablaba con su madre sentía las risas de las dos morochas a lo lejos y se imaginaba cuánto más tenía para contar esa desvergonzada hembra. Casi sin cruzar palabras con Melina, salió de la carpa y se puso a preparar el fuego mientras veía a lo lejos volver a Brunito recién bañado. Él menos de los Blanco también saludó a su madre casi esquivando su mirada. Meli notaba algo raro pero no sabía si era su propia culpa que hacía que imagine las actitudes de sus dos hijos varones.
Miraba la hora y ya se estaba acercando el horario de la cena. Estaba empezando a preocuparse por la ausencia de Cande y de Esteban. El último debería haber estado ahí prendiendo el fuego que ahora estaba en manos del torpe de Mateo. La buena de Melina no podía imaginarse en la situación que su marido se encontraba en ese momento. Esteban confirmaba su gran temor. Lo que no sabía era si su hija consentía semejante cosa o estaba siendo obligada por ese robusto hombre. La pequeña rubia no podía creer cuando vio a su padre acercarse y apurada se acomodaba la ropa para cubrirse. Hubo unos empujones entre los dos maduros entre los gritos de Esteban y los intentos en vano de Cande por calmarlo. Andrés solo atinaba a alejarse para no ser increpado y le decía que no quería quilombo porque era un hombre casado.
Ese dato, que por cierto ya conocía, lo irritaba más al padre de Candelaria que le decía que tendría que haberlo pensado antes. Mientras miraba el rostro de su hija y le preguntaba una y otra vez si estaba bien y si no la había golpeado Andrés. La joven trataba de tranquilizarlo y le decía que fue algo que se les fue de las manos a los dos pero no había sido obligada. Mientras hablaba Esteban no podía evitar mirar el brillo de líquido pre seminal que había en la comisura de sus labios. La imagen inequívoca de que antes de coger de parada contra un árbol había estado chupando la gruesa verga de ese extraño. Andrés aprovechó ese instante de desconcierto y le dijo muy bajo a Cande que le arregle ese lío porque su mujer no podía enterarse lo que había pasado. Le pidió disculpas una vez más a Esteban que a pesar de la bronca estaba en un estado de shock al ver a pocos pasos la tanga de su hija tirada en el suelo. Al acomodarse la ropa tan rápido no había llegado a ponérsela.
Cande sabía que tenía que torcer la situación y cuando vio que su padre parecía hipnotizado por esa prenda, recordó lo que habían hablado las morochas en la ducha sobre lo baboso que era Esteban. Decidió jugársela y apostar por ese lado degenerado de su padre. Se agachó muy lentamente dándole la espalda a su progenitor que seguía inmóvil pero que no pudo evitar mirar el precioso culo tan parado y redondo de su hija. Se podía distinguir bajo su ropa la falta de la tanga. Cande notó la manera en la que la miraba. No eran ojos de padre. En ese momento tomó la tanga en su mano, la doblo lentamente con cuidado y la metió en el bolsillo de la bermuda de su padre. Eligió el lado al que apuntaba su verga y al meter la tanga se aseguró de tocar entre la tela la punta suavemente.
Con su mano ahí adentro y moviendo lentamente su mano para acariciarle la verga le preguntó con una voz de perra que nunca había puesto frente a su padre, si le podía hacer el favor de guardarle el secreto. Esteban estaba confundido pero los dos sabían que su verga se había puesto dura con la tremenda actitud de Cande que lo tomaba por sorpresa. Le respondió que claro que podía guardarle el secreto y con una sonrisa de niña consentida Candelaria apretó fuerte la endurecida pija de su padre y le dio las gracias. Sacó su mano del bolsillo y agarró la mano de Esteban. Que impactado por la situación la siguió caminando lentamente hacia el campamento familiar. No podía creer que su hija la dulce Candelaria que siempre había sido su orgullo fuera tan puta como estaba demostrando.
Melina estaba inquieta, temía por la seguridad de su marido y su hija y daba vueltas por las cercanías sin parar. Había dejado a Brunito a su espera y mandó a Mateo a buscarlos. El mayor de los hermanos blanco salió por el camino que había hecho con su hermana horas antes y no dio con ella pero con la parsimonia que lo caracteriza el regreso se iba a hacer lento. A Bruno no le importaba mucho el paradero de su padre y su hermana. Sabía que Cande era bastante perra y que seguramente estaba con algún tipo. El único que aún creía en la inocencia de la pequeña blonda era su ingenuo padre. Lo que no sabía era que Esteban empezaba a abrir los ojos de la forma más brutal.
Mientras pensaba todo eso del lado izquierdo apareció iluminada por la luz de la fogata la curvilínea silueta de Sabrina, la colorada que le quitaba el sueño a los otros dos varones de la familia Blanco. La chica se acercó y le preguntó si no había visto a Mateo. Bruno le dijo que estaba solo él. Lo hizo tartamudeando por la sorpresa de ver una mina tan hermosa hablándole. La colorada se dio cuenta del efecto que había tenido en el joven y se agacho donde estaba sentado. Le preguntó si él era el hermanito de Mateo y el pibe respondió que si moviendo la cabeza para no quedar en ridículo otra vez. La pelirroja le preguntó si de casualidad Mateo no había dejado una mochila dentro de la carpa. Brunito sabía que ahí era donde su hermano tenía lo que fumaba y dudo. Le dijo que no podía decirle.
La hermosa Sabrina apoyó sus manos en las rodillas apretando sus pechos para que el pequeño los mire bien y Bruno mordió el anzuelo, Se quedó colgado viendo ese par de monumentales pechos. Entonces la pelirroja le dijo que ella le había prestado un buzo amarillo de uno de los chicos de su campamento a Mateo y le preguntó si se lo podía buscar. El inocente Bruno creyó su mentira y entró a la carpa en busca de la inexistente prenda y entonces la sensual colorada entro tras de él cerrando la carpa del lado de adentro. Al sentir el cierre Bruno se dio vuelta y Sabrina rápida de reflejos se le fue encima y comenzó a besar su cuello utilizando toda la habilidad de su lengua. El chico no lo podía creer. Sentía que al fin iba a estar con una mujer y no podía creer que la primera fuera una tremenda hembra como esa. Sus manos tímidamente tocaban la piel suave y blanca de los brazos de Sabrina que era consciente de la inexperiencia del rubiecito y estaba dispuesta a aprovecharla.
Mientras deslizaba sus dos manos a la entrepierna del incrédulo jovencito Sabrina de reojo buscaba la mochila harapienta de Mateo. Lo hacía sin dejar de besar el cuello de Bruno. Cuando encontró lo que estaba buscando con su vista Sabri pasó de acariciar la entrepierna endurecida de Brunito a apretar. El chico creía que en cualquier momento podía acabar. La pelirroja subió de su cuello a su boca y comenzó a besarlo. Sentir esos labios sobre los suyos y esa lengua experta sobre la suya lo hizo perder el control. Sus manos se fueron sobre las enormes tetas de la colorada que abrazándolo se acostó. Los dos tirados en medio de la carpa se manoseaban y besaban.
Sabri metió la mano en la bermuda del excitado adolescente y la sacó con su húmeda y dura verga. Bruno no podía creerlo. Los ojos de Sabrina se fijaron en los de él. Con la mirada más felina posible fue bajando y comenzó a chuparla para deleite de Bruno. La cabellera naranja empezó a subir y bajar Brunito a gemir de placer con esa rica boca. Era la primera vez que sentía ese placer y hacerlo de una especialista como Sabri era la gloria. Bajaba su mirada y veía su verga desaparecer en esos labios rojos con esos ojos verdes clavados en los suyos. No podía contenerse más. Su pija estaba por explotar y la pelirroja lo sabía. Apuró la deliciosa mamada y Bruno no pudo más. Le llenó la boca de leche a la perra. Cuando el joven Blanco acabó y quedó rendido acostado en la carpa.
Mientras el muchacho recuperaba el aliento, Sabri tomó la mochila de Mateo y la arrojó para afuera. Se despidió besando apasionadamente a Bruno y lo dejó alucinado. Se fue gateando para que el excitado pibe se quede con la imagen de su cola y se escapó a su carpa con la mochila de Mateo. Brunito ni siquiera se percató que faltaba la dichosa mochila. Estaba feliz. Se quedó con una sonrisa de oreja a oreja con las manos en la nuca como todo un dandi.
Cuando volvieron al campamento Candelaria ya sabía que con lo que había visto y sentido su padre no volvería a verla con los mismos ojos nunca más. Sólo tenía que saber aprovecharlo para su beneficio. Esteban por su lado apretaba la diminuta tanga que tenía en su bolsillo como un tesoro. Apenas se acercaron, Melina que merodeaba la zona lo vio y comenzó a reprocharle la tardanza y pronto se prepararon para cenar al rededor de la fogata, en cuanto Mateo regresó. Tener fuego en el medio no podía ser más apropiado. A esa altura había una tensión sexual en medio de los cinco que cortaba el aire. Melina sospechaba de sus dos hijos varones. Bruno tenía la imagen de su madre con Sasha clavada en las retinas. Mateo sabía que su padre había gozado de Sabrina pero al igual que su hermano se había excitado al saber que su madre tuvo un encuentro lésbico y para completarlo el punto máximo era el descarado coqueteo de Candelaria con el pobre Esteban que forzaba su conciencia para ver a su dulce hijita pero cuando la miraba veía a esa hembra sedienta de sexo que había cogido al aire libre con un extraño y que había manoseado la verga de su propio padre...
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