Me distrajo la Dra.Annette acomodando la máscara nasal. Todo lo demás había vuelto a acomodarse como estaba antes. Mis piernas elevadas y separadas, las vías reconectadas y todas las cintas sujetándome fuertemente contra la mesa de operaciones.
- Veo que descansaste bien David - me dijo la Dra. Helga con un tono más seductor que amenazante - Estamos listas para continuar con tus procedimientos. Estuvimos discutiendo los resultados de la primera parte del tratamiento, y decidimos proceder con el tratamiento de ésas hemorroides y tu prepucio. Ya te habrás dado cuenta que en la sala de operaciones somos nosotras las que tomamos las decisiones y no hay nada que puedas hacer al respecto. Tu cuerpo nos pertenece. Pero no te asustes, estamos perfectamente capacitadas y no te vamos a provocar dolor. La Dra. Annette te va a dar una sedación pero te vamos a mantener despierto para que veas cómo te operamos. Está claro?
- Sí doctora
- Muy bien, la Dra. Brigitte te va a operar la pija y yo me voy a ocupar de tu culo. Te vamos a tener que hacer un pequeño procedimiento previo para reducir la tensión de tus bolas, así te tenemos bien relajadito para la cirugía de hemorroides y del prepucio. Relate. La Dra. Annette se va a mantener tranquilito mientras nosotras te cortamos.
Las doctoras acercaron a la mesa de operaciones varias mesas llenas de brillante instrumental quirúrgico. Las dos empezaron a lubricarme. La Dra. Helga mi ano y la Dra. Brigitte mi uretra. De repente noté que la Dra. Annette preparaba una jeringa con el líquido azul, igual que había hecho al principio. Me pasó un algodón con alcohol por el brazo y me inyectó en la vena con cuidado. Después empezó con el gas, esta vez empezó con el gas con fuerte aroma erótico. Y además podía sentir los dedos de la Dra. Helga trabajando en mi ano, en un claro intento de dilatarlo tanto como fuera posible sin provocar dolor. La Dra. Brigitte ya había empezado a introducir la sonda de acero en mi uretra. Pronto me puse duro y tuve una erección. El gas inmediatamente cambió al inodoro y la inminente eyaculación fue inhibida.
Mientras la Dra. Helga seguía dilatándome el ano, la Dra. Brigitte aumentabe el tamaño de las sondas. La Dra. Helga le hizo una imperceptible señal con la cabeza a la Dra. Annette, que levantó de la mesa una jeringa con una gran aguja. La rellenó y se sentó en un banco entre mis piernas, me pasó un algodón con alcohol y puso la aguja justo frente a mi glúteo izquierdo, esperó unos segundos y sentí como empujaban la aguja profundo en mi glúteo. Suspiré y sentí el líquido entrar en el músculo. Quitaron la aguja. La Dra. Annette preparó un segunda jeringa y se preparó para inyectar mi glúteo derecho.
- Por favor... espere.... no me pongan otra inyección.... por favor...- murmuré
- Silencio paciente! - escuché la orden de la Dra. Helga - Proceda doctora!
Me inyectaron en el otro glúteo y de inmediato sentí mi cuerpo colapsar y todos mis músculos completamente relajados. Excepto por mi pene, que seguía erecto y duro con abundante sangre corriendo por sus arterias.
La Dra. Annette volvió a sus tareas con la máscara nasal y sentí otra vez el gas con el olor erótico. Las Dras. Helga y Brigitte ahora podían proceder a dilatar mi ano y uretra sin la resistencia de mis músculos, y un enorme placer empezó a edificarse dentro mío. Estaba muy excitado. La Dra. Annette mezclaba los gases hábilmente para mantenerme siempre al borde de la eyaculación. Las doctoras seguían dilatando y estimulándome, mi nivel de excitación se tornó casi intolerable pero aún así la Dra. Annette evitaba mi orgasmo. Esto siguió y siguió hasta que no pude más y grité.
- Por favor!!!! Quiero eyacular..... por favor.... por favor.... se lo ruego.... déjeme acabar!!!
- Todavía no David - me murmuró la Dra. Annette - Tenemos que estar seguras que vas a hacer una eyaculación completa.
De modo que continuaron. Después sentí a la Dra. Helga retirando su mano, toda su mano había penetrado mi recto, y la ví insertar un instrumento de goma con forma de consolador. Cuando estuvo insertado profundamente dentro de mi recto, lo infló y sentí como si me estuvieran arrancando los intestinos. Sin embargo, esto pronto se transformó en un sentimiento agradable cuando la Dra. Helga empezó a girar el instrumento de goma presionándolo contra mi próstata. Después empezó a vibrar y yo empecé a temblar con el intenso placer. Todo esto intensificado por las vibraciones que la Dra. Brigitte ahora le producía a la sonda dentro de mi uretra.
- Bastaaaaa... por favor!!!! - pedí.
- Prontito David.... muy prontito - me contestó la Dra. Annette e inmediatamente el aroma del gas erótico me invadió. Mi pene estaba completamente tenso y todo mi cuerpo se estremecía mientras el orgasmo crecía desde lo más profundo de mis entrañas. La Dra. Brigitte quitó la sonda vibratoria y me retiró el prepucio justo cuando mi uretra expulsaba el semen. La Dra. Helga siguió penetrándome haciendo vibrar el instrumento contra mi próstata y la Dra. Brigitte me acariciaba el pene suavemente, ambas siguieron hasta asegurarse que me extraían hasta la última gota. Suspiré. La Dra. Annette volvió a cambiar al gas inodoro y me dejaron recuperarme por unos minutos.
El instrumento de goma en mi ano y recto seguía colocado y la Dra. Helga me hacía un examen visual y tactil.
- Muy bien David, ahora tengo tus hemorroides dilatadas y accesibles para poder operarte. Quedate tranquilo, no te va a doler. Tengo desarrollado el procedimiento a través de los años y se lo practiqué a miles de pacientes. Vamos a cortar este culito!
La Dra. Brigitte acercó otra máquina a la mesa de operaciones, con varios brazos móviles, y la ubicó justo sobre mi pene. Ubicó dos lámparas enfocando mi pene y bajo abdomen. Mi pene estaba semi erecto a pesar del tremendo orgasmo que había experimentado. El líquido azul todavía era efectivo! La Dra. Brigitte cubrió mi pene con un gel y empezó a bajar uno de los brazos del artefacto, la Dra. Helga se acercó para asistir. Deslizaron el brazo con una especie de abrazadera rodeando la base de mi pene. Tenía unos tres o cuatro centímetros y una vez colocado, obligaba a mi pene a permanecer en posición vertical. Comenzaron a bajar un segundo brazo, que parecía ser una especie de cilindro hecho de goma.
A medida que la Dra. Brigitte ponía el cilindro justo sobre mi pene, la Dra. Helga me retiraba el prepucio casi hasta cortar el frenillo. Mi pene jamás había estado tan expuesto! La Dra. Brigitte siguió deslizando el cilindro cuidadosamente por mi pene como si fuera una vaina con los extremos abiertos. Me dí cuenta que el tubo se hacía más estrecho a medida que se acercaba a la punta de mi pene, cerrándose bastante sin llegar a ajustar. Juntas las Dras. Helga y Brigitte devolvieron mi prepucio a su posición original, sólo que ahora quedaba fuera del cilindro de goma. La Dra. Helga volvió a avanzar con mi cirugía de hemorroides mientras la Dra. Brigitte siguió ajustando la goma alrededor de mi pene, fijando mi prepucio al borde superior del cilindro. Conectó unos pequeños tubos al cilindro, seis tubos en total, y pude ver que el cilindro estaba dividido en secciones, como si fueran seis anillos de unos dos centímetros cada uno.
Giró para revisar el equipo y movió algunos comandos. Le hizo una notable señal a la Dra. Annette, a quien yo no había estado mirando, pero que ahora aumentaba el gas y se acercaba con una jeringa llena de un líquido verde y con una aguja larga.
- Basta.... basta de inyecciones.... por favor - dije despacio.
- Callate la boca! No me gusta que me molesten mientras estoy operando - respondió amenazante la Dra. Brigitte - Inyectalo!
Clavaron la aguja en mi abdomen a unos cuatro o cinco centímetros de la base de mi pene. Suspiré y tragué saliva mientras veía a la aguja clavarse más y más profundo, y después el líquido verde inyectado lenta pero sostenidamente. Mi pene de repente se puso más erecto, completando todo el diámetro y alto del cilindro. Sin embargo, no sentía que fuera a sobrevenir un orgasmo. El glande estaba completamente expuesto y lleno de sangre. La Dra. Brigitte realizó el ahora familiar procedimiento de lubricar mi uretra y después insertar un catéter de goma e inflar el globo para fijarlo.
La Dra. Annette había preparado otra jeringa y me la inyectó en el brazo.
- Aaaaggghhhh.... - me quejé.
- Tranquilo David, es sólo un poco más de relajante muscular.
Como antes, mi cuerpo colapsó sobre la mesa de operaciones, lo único que tenía muy dura era mi pene. Pude sentir cierta relajación en el ano pero notaba que el instrumento de goma seguí colocado en su lugar dejando bien expuestas mis hemorroides para la Dra. Helga.
Las Dras. Helga y Brigitte empezaron a concentrarse en sus respectivos procedimientos. La Dra. Brigitte a mi lado y la Dra. Helga entre mis piernas.
La Dra. Brigitte movió unos comandos en el equipo y de inmediato pude ver y sentir al más bajo de los anillos del cilindro de goma expandiéndose lentamente estirando mi prepucio hacia afuera. Después de un minuto o algo así, el anillo comenzó a ceder pero no tanto como para volverlo a su postura original. El próximo anillo fue igualmente expandido para luego contraerlo y así con cada uno de los seis anillos. MI prepucio ahora estaba levemente estirado, pero no hacia arriba sino hacia afuera. La Dra. Brigitte continuó con el procedimiento, estirando cada vez un poco más para terminar con la máquina en una secuencia automática de estirar y ceder de modo secuencial.
Todo esto había acaparado casi toda mi atención mientras la Dra. Helga me operaba las hemorroides. Tenía preparadas unas diez pequeñas jeringas con largas agujas. Sentí el pinchazo cuando me inyectó la primera. Procedió a aplicar las diez inyecciones en todo el tejido alrededor de mi ano y también dentro de las hemorroides. La Dra. Helga acercó otra mesa con instrumental quirúrgico y la dejó entre mis piernas. Le hizo una seña a la Dra. Annette.
- Ahora voy a cambiar el gas David, te voy a sedar - me dijo la Dra. Annette suavemente - Vas a estar consciente, pero la Dra. Helga te quiere bien quietito durante el resto de la operación. Relajate.... respirá normalmente.... así.... muy bien...
Rápidamente caí en un estado de semi inconsciencia, pero muy excitado.
- Relajate David, no te duermas... te queremos consciente.... queremos que sientas cómo te operamos... - me murmuraba la Dra. Anneette.
Todo el tiempo que las doctoras estuvieron operando mis hemorroides y mi prepucio, la Dra. Annette hábilmente me mantuvo sedado pero completamente consciente. La Dra. Helga agarró una especie de pistola de un brillante acero inoxidable y la vi dirigirse hacia la región anal. De repente sentí un gas fría golpeándome en toda la zona del ano. Empecé a sentir cada vez más y más y más frío hasta el punto de agradecer que me hayan sedado. El gas frío se sostuvo supongo que por unos dos o tres minutos, hasta que terminó. La Dra. Helga me examinó con cuidado.
- Muy bien - la escuché decir - Te sentís bien David?
- Sí Dra. Helga.
- La Dra. Annette hace un gran trabajo, no David?
- Si... ustedes... todas ustedes... son doctoras maravillosas
- David, todavía tengo que hacerte algunas cositas más en la cola antes de terminar con la operación. Todo está saliendo muy bien. Ahora relajate, sí?
La voz de la Dra. Helga era gentil, confortable y suave. Puso una chata justo bajo mi ano, la misma que habían usado para ayudarme a evacuar la irrigación colónica. La ví agarrar otra pistola de acero inoxidable y de repente sentí un líquido caliente esparciéndose alrededor de mi ano. No era agua, era como una sustancia más aceitosa. Esto siguió por varios minutos, y pronto se tornó agradable. La Dra. Helga procedió a desinflar el instrumento de goma y con cuidado me lo sacó del ano. Después fue a una mesa y se cambió los guantes de látex. Agarró una jeringa grande y me la metió directamente en el ano. Sentí un líquido espeso y cálido penetrándome por el recto. Terminó el lavado de mi ano con una toalla tibia y se llevó la mesa que había acercado.
Mientras tanto la Dra. Brigitte continuaba con la operación de mi prepucio. Después de varios minutos del movimiento de dilatación, la máquina se detuvo en una posición que dejaba mi prepucio bastante más estirado que en su origen, poco estirado en la base pero bastante el la punta. La Dra. Brigitte agarró de la mesa una pequeña jeringa, la llenó y me inyectó en el prepucio. Lo hizo de nuevo y empecé a sentir mi prepucio inflamándose. El anillo superior del cilindro de goma empezó a expandirse justo debajo de los dos centímetros superiores de mi prepucio. El anillo cedía y se expandía en ciclos de más o menos un minuto, finalmente se detuvo totalmente expandido. La Dra. Brigitte me examinó el pene detenidamente.
- Mmmm... bastante bien... cómo te snetís David?
- Bien doctora... muchas gracias.
- Ahora te vamos a dejar descansar un ratito David.
La Dra. Helga se acercó y pude sentir el aroma del látex de sus guantes y apreciar la forma de sus pechos y pezones bajo la bata de cirugía.
- El equipo que pusimos en la pija se queda en su lugar mientras descansás. La Dra. Annette se queda con vos. Te vamos a sacar las vías y la Dra. Annette te va a quitar la máscara nasal y te va a liberar la cabeza para que puedas tomar algo de líquido por boca. Las cintas de sujección quedan donde están. La Dra. Brigitte y yo vamos a decidir cómo seguimos... volvemos en un ratito... relajate...
Las Dras. Helga y Brigitte me quitaron las vías y dejaron la sala de operaciones descartando sus guantes y barbijos. La Dra. Annette me quitó la máscara y las cintas que sujetaban mi cabeza.
- Ahora descansá David. Te voy a traer algo fresco para tomar y para incorporar nutrientes.
Salió y volvió dos o tres minutos después. Me levantó y sostuvo mi cabeza y me hizo tomar algo con gusto a frutilla de una mamadera. Ahora estaba muy cerca mío, mi cabeza apoyada en sus pechos cubiertos por la bata de cirugía, sentí el olor de sus suaves guantes de látex tocándome el rostro, sus ojos mirándome con ternura sobre el barbijo. Terminé el contenido de la mamadera y me ayudó a reposar mi cabeza sobre la mesa de cirugía. Me acarició el rostro con sus manos enguantadas y a través del látex pude sentir sus cariñosas vibraciones. Cerré los ojos y me limité a disfrutar del complejo placer de su cercanía.
- Veo que descansaste bien David - me dijo la Dra. Helga con un tono más seductor que amenazante - Estamos listas para continuar con tus procedimientos. Estuvimos discutiendo los resultados de la primera parte del tratamiento, y decidimos proceder con el tratamiento de ésas hemorroides y tu prepucio. Ya te habrás dado cuenta que en la sala de operaciones somos nosotras las que tomamos las decisiones y no hay nada que puedas hacer al respecto. Tu cuerpo nos pertenece. Pero no te asustes, estamos perfectamente capacitadas y no te vamos a provocar dolor. La Dra. Annette te va a dar una sedación pero te vamos a mantener despierto para que veas cómo te operamos. Está claro?
- Sí doctora
- Muy bien, la Dra. Brigitte te va a operar la pija y yo me voy a ocupar de tu culo. Te vamos a tener que hacer un pequeño procedimiento previo para reducir la tensión de tus bolas, así te tenemos bien relajadito para la cirugía de hemorroides y del prepucio. Relate. La Dra. Annette se va a mantener tranquilito mientras nosotras te cortamos.
Las doctoras acercaron a la mesa de operaciones varias mesas llenas de brillante instrumental quirúrgico. Las dos empezaron a lubricarme. La Dra. Helga mi ano y la Dra. Brigitte mi uretra. De repente noté que la Dra. Annette preparaba una jeringa con el líquido azul, igual que había hecho al principio. Me pasó un algodón con alcohol por el brazo y me inyectó en la vena con cuidado. Después empezó con el gas, esta vez empezó con el gas con fuerte aroma erótico. Y además podía sentir los dedos de la Dra. Helga trabajando en mi ano, en un claro intento de dilatarlo tanto como fuera posible sin provocar dolor. La Dra. Brigitte ya había empezado a introducir la sonda de acero en mi uretra. Pronto me puse duro y tuve una erección. El gas inmediatamente cambió al inodoro y la inminente eyaculación fue inhibida.
Mientras la Dra. Helga seguía dilatándome el ano, la Dra. Brigitte aumentabe el tamaño de las sondas. La Dra. Helga le hizo una imperceptible señal con la cabeza a la Dra. Annette, que levantó de la mesa una jeringa con una gran aguja. La rellenó y se sentó en un banco entre mis piernas, me pasó un algodón con alcohol y puso la aguja justo frente a mi glúteo izquierdo, esperó unos segundos y sentí como empujaban la aguja profundo en mi glúteo. Suspiré y sentí el líquido entrar en el músculo. Quitaron la aguja. La Dra. Annette preparó un segunda jeringa y se preparó para inyectar mi glúteo derecho.
- Por favor... espere.... no me pongan otra inyección.... por favor...- murmuré
- Silencio paciente! - escuché la orden de la Dra. Helga - Proceda doctora!
Me inyectaron en el otro glúteo y de inmediato sentí mi cuerpo colapsar y todos mis músculos completamente relajados. Excepto por mi pene, que seguía erecto y duro con abundante sangre corriendo por sus arterias.
La Dra. Annette volvió a sus tareas con la máscara nasal y sentí otra vez el gas con el olor erótico. Las Dras. Helga y Brigitte ahora podían proceder a dilatar mi ano y uretra sin la resistencia de mis músculos, y un enorme placer empezó a edificarse dentro mío. Estaba muy excitado. La Dra. Annette mezclaba los gases hábilmente para mantenerme siempre al borde de la eyaculación. Las doctoras seguían dilatando y estimulándome, mi nivel de excitación se tornó casi intolerable pero aún así la Dra. Annette evitaba mi orgasmo. Esto siguió y siguió hasta que no pude más y grité.
- Por favor!!!! Quiero eyacular..... por favor.... por favor.... se lo ruego.... déjeme acabar!!!
- Todavía no David - me murmuró la Dra. Annette - Tenemos que estar seguras que vas a hacer una eyaculación completa.
De modo que continuaron. Después sentí a la Dra. Helga retirando su mano, toda su mano había penetrado mi recto, y la ví insertar un instrumento de goma con forma de consolador. Cuando estuvo insertado profundamente dentro de mi recto, lo infló y sentí como si me estuvieran arrancando los intestinos. Sin embargo, esto pronto se transformó en un sentimiento agradable cuando la Dra. Helga empezó a girar el instrumento de goma presionándolo contra mi próstata. Después empezó a vibrar y yo empecé a temblar con el intenso placer. Todo esto intensificado por las vibraciones que la Dra. Brigitte ahora le producía a la sonda dentro de mi uretra.
- Bastaaaaa... por favor!!!! - pedí.
- Prontito David.... muy prontito - me contestó la Dra. Annette e inmediatamente el aroma del gas erótico me invadió. Mi pene estaba completamente tenso y todo mi cuerpo se estremecía mientras el orgasmo crecía desde lo más profundo de mis entrañas. La Dra. Brigitte quitó la sonda vibratoria y me retiró el prepucio justo cuando mi uretra expulsaba el semen. La Dra. Helga siguió penetrándome haciendo vibrar el instrumento contra mi próstata y la Dra. Brigitte me acariciaba el pene suavemente, ambas siguieron hasta asegurarse que me extraían hasta la última gota. Suspiré. La Dra. Annette volvió a cambiar al gas inodoro y me dejaron recuperarme por unos minutos.
El instrumento de goma en mi ano y recto seguía colocado y la Dra. Helga me hacía un examen visual y tactil.
- Muy bien David, ahora tengo tus hemorroides dilatadas y accesibles para poder operarte. Quedate tranquilo, no te va a doler. Tengo desarrollado el procedimiento a través de los años y se lo practiqué a miles de pacientes. Vamos a cortar este culito!
La Dra. Brigitte acercó otra máquina a la mesa de operaciones, con varios brazos móviles, y la ubicó justo sobre mi pene. Ubicó dos lámparas enfocando mi pene y bajo abdomen. Mi pene estaba semi erecto a pesar del tremendo orgasmo que había experimentado. El líquido azul todavía era efectivo! La Dra. Brigitte cubrió mi pene con un gel y empezó a bajar uno de los brazos del artefacto, la Dra. Helga se acercó para asistir. Deslizaron el brazo con una especie de abrazadera rodeando la base de mi pene. Tenía unos tres o cuatro centímetros y una vez colocado, obligaba a mi pene a permanecer en posición vertical. Comenzaron a bajar un segundo brazo, que parecía ser una especie de cilindro hecho de goma.
A medida que la Dra. Brigitte ponía el cilindro justo sobre mi pene, la Dra. Helga me retiraba el prepucio casi hasta cortar el frenillo. Mi pene jamás había estado tan expuesto! La Dra. Brigitte siguió deslizando el cilindro cuidadosamente por mi pene como si fuera una vaina con los extremos abiertos. Me dí cuenta que el tubo se hacía más estrecho a medida que se acercaba a la punta de mi pene, cerrándose bastante sin llegar a ajustar. Juntas las Dras. Helga y Brigitte devolvieron mi prepucio a su posición original, sólo que ahora quedaba fuera del cilindro de goma. La Dra. Helga volvió a avanzar con mi cirugía de hemorroides mientras la Dra. Brigitte siguió ajustando la goma alrededor de mi pene, fijando mi prepucio al borde superior del cilindro. Conectó unos pequeños tubos al cilindro, seis tubos en total, y pude ver que el cilindro estaba dividido en secciones, como si fueran seis anillos de unos dos centímetros cada uno.
Giró para revisar el equipo y movió algunos comandos. Le hizo una notable señal a la Dra. Annette, a quien yo no había estado mirando, pero que ahora aumentaba el gas y se acercaba con una jeringa llena de un líquido verde y con una aguja larga.
- Basta.... basta de inyecciones.... por favor - dije despacio.
- Callate la boca! No me gusta que me molesten mientras estoy operando - respondió amenazante la Dra. Brigitte - Inyectalo!
Clavaron la aguja en mi abdomen a unos cuatro o cinco centímetros de la base de mi pene. Suspiré y tragué saliva mientras veía a la aguja clavarse más y más profundo, y después el líquido verde inyectado lenta pero sostenidamente. Mi pene de repente se puso más erecto, completando todo el diámetro y alto del cilindro. Sin embargo, no sentía que fuera a sobrevenir un orgasmo. El glande estaba completamente expuesto y lleno de sangre. La Dra. Brigitte realizó el ahora familiar procedimiento de lubricar mi uretra y después insertar un catéter de goma e inflar el globo para fijarlo.
La Dra. Annette había preparado otra jeringa y me la inyectó en el brazo.
- Aaaaggghhhh.... - me quejé.
- Tranquilo David, es sólo un poco más de relajante muscular.
Como antes, mi cuerpo colapsó sobre la mesa de operaciones, lo único que tenía muy dura era mi pene. Pude sentir cierta relajación en el ano pero notaba que el instrumento de goma seguí colocado en su lugar dejando bien expuestas mis hemorroides para la Dra. Helga.
Las Dras. Helga y Brigitte empezaron a concentrarse en sus respectivos procedimientos. La Dra. Brigitte a mi lado y la Dra. Helga entre mis piernas.
La Dra. Brigitte movió unos comandos en el equipo y de inmediato pude ver y sentir al más bajo de los anillos del cilindro de goma expandiéndose lentamente estirando mi prepucio hacia afuera. Después de un minuto o algo así, el anillo comenzó a ceder pero no tanto como para volverlo a su postura original. El próximo anillo fue igualmente expandido para luego contraerlo y así con cada uno de los seis anillos. MI prepucio ahora estaba levemente estirado, pero no hacia arriba sino hacia afuera. La Dra. Brigitte continuó con el procedimiento, estirando cada vez un poco más para terminar con la máquina en una secuencia automática de estirar y ceder de modo secuencial.
Todo esto había acaparado casi toda mi atención mientras la Dra. Helga me operaba las hemorroides. Tenía preparadas unas diez pequeñas jeringas con largas agujas. Sentí el pinchazo cuando me inyectó la primera. Procedió a aplicar las diez inyecciones en todo el tejido alrededor de mi ano y también dentro de las hemorroides. La Dra. Helga acercó otra mesa con instrumental quirúrgico y la dejó entre mis piernas. Le hizo una seña a la Dra. Annette.
- Ahora voy a cambiar el gas David, te voy a sedar - me dijo la Dra. Annette suavemente - Vas a estar consciente, pero la Dra. Helga te quiere bien quietito durante el resto de la operación. Relajate.... respirá normalmente.... así.... muy bien...
Rápidamente caí en un estado de semi inconsciencia, pero muy excitado.
- Relajate David, no te duermas... te queremos consciente.... queremos que sientas cómo te operamos... - me murmuraba la Dra. Anneette.
Todo el tiempo que las doctoras estuvieron operando mis hemorroides y mi prepucio, la Dra. Annette hábilmente me mantuvo sedado pero completamente consciente. La Dra. Helga agarró una especie de pistola de un brillante acero inoxidable y la vi dirigirse hacia la región anal. De repente sentí un gas fría golpeándome en toda la zona del ano. Empecé a sentir cada vez más y más y más frío hasta el punto de agradecer que me hayan sedado. El gas frío se sostuvo supongo que por unos dos o tres minutos, hasta que terminó. La Dra. Helga me examinó con cuidado.
- Muy bien - la escuché decir - Te sentís bien David?
- Sí Dra. Helga.
- La Dra. Annette hace un gran trabajo, no David?
- Si... ustedes... todas ustedes... son doctoras maravillosas
- David, todavía tengo que hacerte algunas cositas más en la cola antes de terminar con la operación. Todo está saliendo muy bien. Ahora relajate, sí?
La voz de la Dra. Helga era gentil, confortable y suave. Puso una chata justo bajo mi ano, la misma que habían usado para ayudarme a evacuar la irrigación colónica. La ví agarrar otra pistola de acero inoxidable y de repente sentí un líquido caliente esparciéndose alrededor de mi ano. No era agua, era como una sustancia más aceitosa. Esto siguió por varios minutos, y pronto se tornó agradable. La Dra. Helga procedió a desinflar el instrumento de goma y con cuidado me lo sacó del ano. Después fue a una mesa y se cambió los guantes de látex. Agarró una jeringa grande y me la metió directamente en el ano. Sentí un líquido espeso y cálido penetrándome por el recto. Terminó el lavado de mi ano con una toalla tibia y se llevó la mesa que había acercado.
Mientras tanto la Dra. Brigitte continuaba con la operación de mi prepucio. Después de varios minutos del movimiento de dilatación, la máquina se detuvo en una posición que dejaba mi prepucio bastante más estirado que en su origen, poco estirado en la base pero bastante el la punta. La Dra. Brigitte agarró de la mesa una pequeña jeringa, la llenó y me inyectó en el prepucio. Lo hizo de nuevo y empecé a sentir mi prepucio inflamándose. El anillo superior del cilindro de goma empezó a expandirse justo debajo de los dos centímetros superiores de mi prepucio. El anillo cedía y se expandía en ciclos de más o menos un minuto, finalmente se detuvo totalmente expandido. La Dra. Brigitte me examinó el pene detenidamente.
- Mmmm... bastante bien... cómo te snetís David?
- Bien doctora... muchas gracias.
- Ahora te vamos a dejar descansar un ratito David.
La Dra. Helga se acercó y pude sentir el aroma del látex de sus guantes y apreciar la forma de sus pechos y pezones bajo la bata de cirugía.
- El equipo que pusimos en la pija se queda en su lugar mientras descansás. La Dra. Annette se queda con vos. Te vamos a sacar las vías y la Dra. Annette te va a quitar la máscara nasal y te va a liberar la cabeza para que puedas tomar algo de líquido por boca. Las cintas de sujección quedan donde están. La Dra. Brigitte y yo vamos a decidir cómo seguimos... volvemos en un ratito... relajate...
Las Dras. Helga y Brigitte me quitaron las vías y dejaron la sala de operaciones descartando sus guantes y barbijos. La Dra. Annette me quitó la máscara y las cintas que sujetaban mi cabeza.
- Ahora descansá David. Te voy a traer algo fresco para tomar y para incorporar nutrientes.
Salió y volvió dos o tres minutos después. Me levantó y sostuvo mi cabeza y me hizo tomar algo con gusto a frutilla de una mamadera. Ahora estaba muy cerca mío, mi cabeza apoyada en sus pechos cubiertos por la bata de cirugía, sentí el olor de sus suaves guantes de látex tocándome el rostro, sus ojos mirándome con ternura sobre el barbijo. Terminé el contenido de la mamadera y me ayudó a reposar mi cabeza sobre la mesa de cirugía. Me acarició el rostro con sus manos enguantadas y a través del látex pude sentir sus cariñosas vibraciones. Cerré los ojos y me limité a disfrutar del complejo placer de su cercanía.
0 comentarios - La Clínica de mis Sueños - Capítulo 5: El Tratamiento Sig