Luces encendiéndose detrás mío me sacaron de mi calmo estado de excitación. Miré y me sobresalté un poco nervioso. Las tres doctoras habían vuelto a la sala de operaciones y me estaban observando bajo la luz. Todas estaban vestidas con cofias, batas de cirugía, barbijos y llevaban guantes estériles de latex. Las batas ajustadas a la cintura remarcaban sus esbeltas figuras. Mi corazón se aceleró, mis testículos casi latían anticipando lo que podría pasar, otra vez estaba cerca del orgasmo. Las luces se atenuaron y las doctoras caminaron hacia mi, llevando sus manos por sobre su cintura. A medida que se acercaban pude apreciar cómo se marcaban sus turgentes pechos y sus firmes caderas a través de las batas de cirugía.
- Está cómodo Sr. Salas? - preguntó la Dra. Helga - A partir de ahora te vamos a llamar David.
- Sí, doctora - suspiré.
Las Dras. Brigitte y Annette se ubicaron a mis lados y me extendieron ambos brazos en ángulo recto y con las palmas hacia arriba. Ataron mis brazos a la altura de las muñecas y los codos, de modo que ningún movimiento era posible.
- No nos podemos arriesgar a que mueva sus brazos mientra lo inyectamos - dijo la Dra. Annette.
Después me aseguró la cabeza contra la mesa de operaciones y la Dra. Brigitte procedió a cruzar cintas de sujección sobre mi pecho a la altura del inicio y final de mis costillas y una cinta más en mis piernas. Estaba totalmente inmobilizado, sólo podía mover mis dedos y mis pies, la boca y los ojos. Sin embargo, me sentía cómodo.
La Dra. Annette, con toda intención, se ubicó donde yo pudiera verla preparando una jeringa, llenándola de un líquido azul. Mojó mi brazo izquierdo con un algodón con alcohol a la altura del codo, me hizo un pliegue e insertó la aguja en la vena. No sentí más que un leve pinchazo. Sus ojos brillaban a medida que inyectaba el contenido en mis venas. Cuidadosamente retiró la aguja y volvió a pasar alcohol por la vena, para después acercar el equipo de anestesia y colocar una pequeña máscara nasal sobre mi nariz. La fijó y se aseguró que no tuviera fugas.
Mientras tanto la Dra. Helga con la ayuda de la Dra. Brigitte habían preparado una vía de goteo. Acercaron el soporte con el sachet a mi lado y la Dra. Helga con cuidado me abrió una vía con la aguja. La siguió rápidamente la Dra. Brigitte que me habría una segunda vía en el otro brazo. Ambas agujas fueron aseguradas a mis brazos, las válvulas fueron abiertas y el líquido drenó por mis venas.
Desde los comentarios de la Dra. Helga unos minutos antes, las doctoras no se habían dirigido la palabra, y ése iba a ser el patrón de conducta en las horas por venir. Cada una conocía su rol y el de sus colegas y excepcionalmente era necesario hacer algún comentario. Frecuentemente se cambiarían sus guantes de látex, provocando ése típico sonido que tanto me excitaba y asegurando una alta atmósfera de sensualidad en toda la sala de operaciones.
Fueron necesarios más preparativos. Dos lámparas hicieron foco en mis genitales, una en mi pene y otra en mi ano. La Dra. Brigitte tomó una toalla tibia de una de las mesas que había acercado a la camilla, y me limpió toda el área genital. Presionaba cerca de mi pubis, penes y escroto. Inmediatamente la Dra. Helga hizo lo propio con otra toalla pasándola por los pliegues entre mi ano y mi escroto. La Dra. Annette empezó a pasar una tercer toalla y la Dra. Helga una cuarta. La suave presión a través de las toallas me excitaba pero mi pene permanecía envuelto en las toallas. Sin embargo podía sentir una erección que no había tenido en años. Después noté que me estaban administrando algún tipo de gas por la máscara nasal, el olor era casi inapreciable, pero agradable. Colocaron más toallas en mis muslos.
Después quitaron las toallas, y las Dras. Helga y Brigitte empezaron con una serie de masajes con aceites por mis genitales, desde mi desde el ano pasando por el perineo hasta el escroto y el pene y por los muslos, pubis y abdomen. Normalmente cuatro manos dándome masajes con aceite en mis genitales hubieran resultado intolerables y me hubieran provocado una eyaculación. Pero este no era el caso, tenía la erección más grande que pudiera recordar, estaba excitado a un nivel que jamás había experimentado, pero no me sentía cerca de eyacular.
La Dra. Annette me murmuró.
- La inyección que te puse te provoca una poderosa y firme erección. El gas que te estoy haciendo respirar te impide eyacular. Tenemos absoluto control de tu respuesta al tratamiento.
Las Dras. Helga y Brigitte empezaron a rasurarme con navajas sincronizadamente!
Afeitaban desde el fin de mis nalgas, pasando por mi ano, al interior de las nalgas, mi escroto y todo a lo largo de mi vello púbico, en largas pasadas, una a cada lado! Hubiera sido intolerable de no ser por la medicación de la Dra. Annette. Rasuraron mis nalgas de frente, por los costados y detrás. Cuando terminaron empezaron con el área de mi ano. Trabajaban en secuencia, primero la Dra. Helga y después la Dra. Brigitte cuidadosamente me rasuraban el ano. Al final la Dra. Helga me introdujo su dedo en mi ano.
- Ahhh... - suspiré.
- Shhhhh.... relajadito.... - contestó la doctora.
Después se dedicaron a mi escroto. La Dra. Brigitte agarró con una mano mi pene y lo sostuvo contra mi abdomen, y con la otra mano me estiraba y tensaba la piel de mi escroto, mientras la Dra. Helga pasaba la navaja lenta pero firmemente sobre la delicada piel, también estirándola con su mano libre. Sólo les tomó unos minutos afeitarme el escroto hasta dejarlo completamente suave. Y entonces empezaron con mi pene. La Dra. Helga retiró y sostuvo mi prepucio y la Dra. Brigitte afeito alrededor de toda la circunferencia, primero hacia un lado y luego al otro. Toda la situación era increible, y más aún porque mi erección se mantenía y no había señales de eyacular. Completaron la primera fase del afeitado rasurando sincronizadamente mi pubis y abdomen. Ése, sin embargo, no iba a ser el final. Repitieron todo el proceso.
Pero ahora el aceite corría sobre la suave piel, las cuatro manos enguantadas en suave látex trabajando más sensualmente que la primera vez, lenta y profunda y a la vez sensiblemente. El orgasmo crecía dentro de mi. La Dra. Annette aumentó el flujo de gas.
- Respirá profundo - me dijo.
Las Dras. Helga y Brigitte repitieron todo el proceso de rasurarme y la Dra. Brigitte me pasó toallas tibias por toda la superficie afeitada para que la Dra. Helga me haga masajes. La Dra. Brigitte al rato se unió a la Dra. Helga haciéndome masajes. Era increíble, increíble que experimentando semejantes placeres sensuales y con semejante erección, yo no eyaculara. Ya no me podía aguantar los suspiros de placer, que crecieron más y más y más!
- Aaahhh.... aaaaggghhhhh..... aaaaaggggghhhhhhh!!!!!
- Está cómodo Sr. Salas? - preguntó la Dra. Helga - A partir de ahora te vamos a llamar David.
- Sí, doctora - suspiré.
Las Dras. Brigitte y Annette se ubicaron a mis lados y me extendieron ambos brazos en ángulo recto y con las palmas hacia arriba. Ataron mis brazos a la altura de las muñecas y los codos, de modo que ningún movimiento era posible.
- No nos podemos arriesgar a que mueva sus brazos mientra lo inyectamos - dijo la Dra. Annette.
Después me aseguró la cabeza contra la mesa de operaciones y la Dra. Brigitte procedió a cruzar cintas de sujección sobre mi pecho a la altura del inicio y final de mis costillas y una cinta más en mis piernas. Estaba totalmente inmobilizado, sólo podía mover mis dedos y mis pies, la boca y los ojos. Sin embargo, me sentía cómodo.
La Dra. Annette, con toda intención, se ubicó donde yo pudiera verla preparando una jeringa, llenándola de un líquido azul. Mojó mi brazo izquierdo con un algodón con alcohol a la altura del codo, me hizo un pliegue e insertó la aguja en la vena. No sentí más que un leve pinchazo. Sus ojos brillaban a medida que inyectaba el contenido en mis venas. Cuidadosamente retiró la aguja y volvió a pasar alcohol por la vena, para después acercar el equipo de anestesia y colocar una pequeña máscara nasal sobre mi nariz. La fijó y se aseguró que no tuviera fugas.
Mientras tanto la Dra. Helga con la ayuda de la Dra. Brigitte habían preparado una vía de goteo. Acercaron el soporte con el sachet a mi lado y la Dra. Helga con cuidado me abrió una vía con la aguja. La siguió rápidamente la Dra. Brigitte que me habría una segunda vía en el otro brazo. Ambas agujas fueron aseguradas a mis brazos, las válvulas fueron abiertas y el líquido drenó por mis venas.
Desde los comentarios de la Dra. Helga unos minutos antes, las doctoras no se habían dirigido la palabra, y ése iba a ser el patrón de conducta en las horas por venir. Cada una conocía su rol y el de sus colegas y excepcionalmente era necesario hacer algún comentario. Frecuentemente se cambiarían sus guantes de látex, provocando ése típico sonido que tanto me excitaba y asegurando una alta atmósfera de sensualidad en toda la sala de operaciones.
Fueron necesarios más preparativos. Dos lámparas hicieron foco en mis genitales, una en mi pene y otra en mi ano. La Dra. Brigitte tomó una toalla tibia de una de las mesas que había acercado a la camilla, y me limpió toda el área genital. Presionaba cerca de mi pubis, penes y escroto. Inmediatamente la Dra. Helga hizo lo propio con otra toalla pasándola por los pliegues entre mi ano y mi escroto. La Dra. Annette empezó a pasar una tercer toalla y la Dra. Helga una cuarta. La suave presión a través de las toallas me excitaba pero mi pene permanecía envuelto en las toallas. Sin embargo podía sentir una erección que no había tenido en años. Después noté que me estaban administrando algún tipo de gas por la máscara nasal, el olor era casi inapreciable, pero agradable. Colocaron más toallas en mis muslos.
Después quitaron las toallas, y las Dras. Helga y Brigitte empezaron con una serie de masajes con aceites por mis genitales, desde mi desde el ano pasando por el perineo hasta el escroto y el pene y por los muslos, pubis y abdomen. Normalmente cuatro manos dándome masajes con aceite en mis genitales hubieran resultado intolerables y me hubieran provocado una eyaculación. Pero este no era el caso, tenía la erección más grande que pudiera recordar, estaba excitado a un nivel que jamás había experimentado, pero no me sentía cerca de eyacular.
La Dra. Annette me murmuró.
- La inyección que te puse te provoca una poderosa y firme erección. El gas que te estoy haciendo respirar te impide eyacular. Tenemos absoluto control de tu respuesta al tratamiento.
Las Dras. Helga y Brigitte empezaron a rasurarme con navajas sincronizadamente!
Afeitaban desde el fin de mis nalgas, pasando por mi ano, al interior de las nalgas, mi escroto y todo a lo largo de mi vello púbico, en largas pasadas, una a cada lado! Hubiera sido intolerable de no ser por la medicación de la Dra. Annette. Rasuraron mis nalgas de frente, por los costados y detrás. Cuando terminaron empezaron con el área de mi ano. Trabajaban en secuencia, primero la Dra. Helga y después la Dra. Brigitte cuidadosamente me rasuraban el ano. Al final la Dra. Helga me introdujo su dedo en mi ano.
- Ahhh... - suspiré.
- Shhhhh.... relajadito.... - contestó la doctora.
Después se dedicaron a mi escroto. La Dra. Brigitte agarró con una mano mi pene y lo sostuvo contra mi abdomen, y con la otra mano me estiraba y tensaba la piel de mi escroto, mientras la Dra. Helga pasaba la navaja lenta pero firmemente sobre la delicada piel, también estirándola con su mano libre. Sólo les tomó unos minutos afeitarme el escroto hasta dejarlo completamente suave. Y entonces empezaron con mi pene. La Dra. Helga retiró y sostuvo mi prepucio y la Dra. Brigitte afeito alrededor de toda la circunferencia, primero hacia un lado y luego al otro. Toda la situación era increible, y más aún porque mi erección se mantenía y no había señales de eyacular. Completaron la primera fase del afeitado rasurando sincronizadamente mi pubis y abdomen. Ése, sin embargo, no iba a ser el final. Repitieron todo el proceso.
Pero ahora el aceite corría sobre la suave piel, las cuatro manos enguantadas en suave látex trabajando más sensualmente que la primera vez, lenta y profunda y a la vez sensiblemente. El orgasmo crecía dentro de mi. La Dra. Annette aumentó el flujo de gas.
- Respirá profundo - me dijo.
Las Dras. Helga y Brigitte repitieron todo el proceso de rasurarme y la Dra. Brigitte me pasó toallas tibias por toda la superficie afeitada para que la Dra. Helga me haga masajes. La Dra. Brigitte al rato se unió a la Dra. Helga haciéndome masajes. Era increíble, increíble que experimentando semejantes placeres sensuales y con semejante erección, yo no eyaculara. Ya no me podía aguantar los suspiros de placer, que crecieron más y más y más!
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