BRANDI
Miré el calendario por novena vez en el día, y un amargo escalofrió me recorrió. Tenía ganas de vomitar, y de echarme a la cama y no volver a despertar en lo que quedaba de la mañana.
—No puede ser. Por favor, no puede ser.
Ni siquiera había ido a la escuela, todo por quedarme a esperar que sucediera. Rezaba para que fuera así.
—¿Te pasa algo? Preguntó papá, entrando a mi cuarto sin llamar. Al verme tirada sobre la cama, se sentó junto a mí y me clavó un beso apasionado—. ¿Qué tienes, hija?
—Yo… nada. No es nada.
—¿Segura?
—Sí.
Torció el gesto, no muy convencido de lo que acababa de decirle. Entonces yo sonreí, y le palpé la polla por encima de la ropa. Papá comprendió de inmediato, y se bajó los pantalones. Se acostó junto a mí, y yo me apresuré a mamar de él. Era relajante tener su verga junto a mi lengua, mojándola con mi saliva. Mis dedos traviesos jugaban con sus huevos, moviéndolos y tirando de la piel de su escroto. Podía cerrar los ojos y dejar que me embargara el más profundo amor por ese hombre. Chupar si miembro se había vuelto una adicción.
—Lo haces tan bien. Te amo, Brandi.
—Soy tu mujer —le dije, besándole en los huevos hasta llenarlos de saliva. Seguidamente me apresuré a masturbarlo rápidamente, jugando con su glande y tratando de engullir todo ese pedazo de cielo hasta el fondo de mi garganta. Él me tomó del cuero cabelludo para guiar mi ritmo, penetrándome con su polla como si mi boca fuera una segunda vagina. Hilos de saliva surgían de su miembro al salir de mí.
Después, gimiendo y manteniendo mi cabeza pegada a su pubis, eyaculó una considerable cantidad de delicioso esperma, que no tardé nada en tragar como si fuera mi sagrado alimento. Bebí hasta quedar saciada, y luego de ello, me tumbé junto a él para descansar.
Mientras él se iba al trabajo, yo me quedé en casa haciendo mis labores de siempre. Necesitaba mantener mi mente en blanco, distraerme con cualquier otra cosa para no pensar en eso. Irremediablemente lo hacía, y me estaba volviendo loca. Debía saberlo de una vez por todas. Era necesario.
Llamé a Rebeca, y ella vino enseguida a mi casa.
—¿Es cierto lo que me dijiste por teléfono?
—Estamos a punto de averiguarlo.
Ella me esperó pacientemente fuera del baño, mientras que yo me preparaba mentalmente para la bomba que podría o no caer sobre mí.
Cuando vi el resultado, sentí que me desmoronaría.
—¿Rebeca? Entra.
—¿Qué pasó, cariño?
Le mostré la prueba de embarazo.
—Oh… Dios.
—Estoy… embarazada —y diciendo esto, me derrumbé sobre sus brazos, y lloré con amargura contradictoria. Me sentía feliz, en efecto; pero una parte de mí estaba hecha pedazos, deshaciéndose como la arena cuando el mar se la lleva.
No podía ser posible que estuviera preñada. Papá y yo habíamos hecho el amor incontables ocasiones estos últimos meses, y en todas ellas había tenido el cuidado de no estar con él durante mis días fértiles.
—¿Qué le voy a decir?
—Dile la verdad, por supuesto.
—Papá se opuso a todo esto. Hace tiempo tuve la idea, pero me sentía como una niña tonta… y ahora, se ha vuelto realidad. ¡Dios! Rebeca, no quiero tener un bebé.
—Cuando sepan que es de tu papá… se va a armar un escándalo.
—Lo sé, lo sé —chillé, abrazada a mi mejor amiga.
Durante un par de horas, permanecimos en la sala, envueltas en los brazos de la otra y platicando ocasionalmente, aunque en realidad había más silencio que otra cosa. Me dolía todo el corazón, y estaba aterrorizada de decirle a mi papá, a mi hombre, que estaba esperando un hijo suyo. No lo tomaría bien.
Ya fue más tarde, cayendo la noche, que papá llegó y se veía tan cansado, que no pude sino sentirme culpable por lo que iba a decirle. Le preparé la cena, y me bañé con él, haciéndole una mamada reglamentaria para extraer su semen y alimentarme con él. Seguía siendo un manjar.
—De espaldas —dijo, poniéndome contra la pared del baño. Obedecí, y no tardé en notar cómo su polla entraba por mi recto, follándome analmente durante varios minutos. Debido a que mi culo aceptaba cosas realmente grandes, y aunado a mi estado mental, casi no sentí nada, y por primera vez tuve que fingir un orgasmo con papá.
—¿Todo bien, hija?
—Sí —le dije, girándome hacia él, y acariciándole el miembro caliente—. Todo está de maravilla.
—Mañana me toca descanso, así que esta noche vamos a coger todo lo que podamos.
—¡Perfecto! Estaré lista en un momento.
—Te veré en el cuarto.
No tenía ganas de sexo. Me sentía muy nerviosa. Asustada y con el corazón dándome brincos tan violentos que tenía ganas de vomitar.
Me puse una batita de seda transparente, y fui a verlo al dormitorio. Apenas me senté sobre la cama, papá me atrajo hacia él y nos fundimos en un amoroso beso. Saqué mis tetas, y permití que las chupara con dureza.
—Papá…
—¿Sí?
—Hay algo… que quiero decirte.
—¿Qué es, amor? —me tomó de las mejillas, y me besó con cariño—. ¿Te molesta algo?
—Yo… bueno… —tomé aire—. Estoy embarazada.
Se quedó mirándome como si fuera la primera vez que me veía en mucho tiempo.
—¿Qué… dijiste?
—Que estoy embarazada —repetí, con un sollozo.
Papá se levantó de la cama, y se puso a caminar en círculos por la habitación. Yo me encogí de piernas, y seguí chillando.
—No. No. ¡No! No puede ser, Brandi! ¡Se supone que te ibas a cuidar! ¡Se supone que estarías pendiente de todo esto!
—¡Lo sé! Simplemente… me descuidé. Papá…
—Sal de aquí.
—¿Qué?
—¡Sal de aquí!
Sorbiendo por la nariz ruidosamente, y sin dejar de llorar, abandoné nuestra habitación. Entré a la mía, agarré la primera chaqueta que encontré, y me la puse sobre la bata. Salí así a la calle para tomar un poco de aire fresco de la noche. Hacía un poco de frío y viento. El tono en las palabras del hombre que tanto amaba me seguía corroyendo como el ácido en la roca. Era… difícil. Doloroso aceptar que papá tenía razón, pues había sido culpa mía el que esas cosas pasaran.
Cuando me di cuenta, ya había llegado a un parque, y me senté sobre un columpio para mecerme y aclararme las ideas. Vi como mis pies dibujaban un agujero sobre la arena, y de repente me imaginé a mí y a mi futuro hijo viniendo acá para jugar como una familia normal. Sólo que no éramos normales.
Me cubrí la cara, y seguí llorando sin detenerme durante un rato más.
—¿Estás sola?
Una voz seguida de unas risas maquiavélicas. Dos sujetos se acercaban a mí por ambos lados. Me levanté del columpio.
—¿Quiénes… son?
—Ven, amor. Este sitio es un poco peligroso.
Cuando comprendí lo que estaba pasando, el pánico hizo que se me congelaran las piernas y no logré ni siquiera gritar cuando el que estaba a mi izquierda me agarró por detrás y me tapó la boca. Entre los dos me arrastraron hacia los arbustos, fuera de la vista de todos los demás, donde la luz de una pequeña farola nos iluminada.
Allí, me tiraron al piso. Uno de ellos me dio un puñetazo en la boca, y el dolor que experimenté me dejó sorda durante unos instantes. Me mareé, y tanteé el piso buscando un apoyo. La sangre de mi labio entró por mi boca, y al limpiármela, vi que era bastante.
—Si gritas, putita, te va a ir mal —rió uno de ellos, mostrándome una navaja.
—No… no lo hagan.
El tipo más alto se sacó el cierre del pantalón, y mostró un miembro inmenso.
—¿Sabes qué tienes qué hacer? Vas a sacarnos la leche a los dos.
—No lo haré —repliqué, y uno de ellos me agarró el pelo y me colocó la navaja en la mejilla—. Está… está bien.
—Dale. A comer, puta.
Con el cuerpo tembloroso, tomé el miembro que me ofrecían, y chupé con avidez y temor. Me llenaba toda, y lo engullí en una garganta profunda.
—¡Dios, hermano! Esta puta sí que sabe mamar.
—¿Sí? Veamos qué hace con la mía.
Se sacó el paquete, que era tan grande como el de su amigo. Amenazándome con la navaja, me ordenó chupar. Así pues… lo hice. Lo hice, con las mejillas sangrándome de lágrimas, y sintiéndome tan asquerosa como era posible.
Mamé sin ganas, pero tratando de hacerlo bien para que mi vida no peligrara en lo absoluto. Deseé que no fueran a eyacular, porque eso apagaría su emoción, y entonces podrían hacer de mí…
Un momento. La idea me llegó como iluminada por un ardiente dolor en el estómago. Mamé y mamé con renovadas energías, pasando de un miembro a otro.
—¿Viste? Ya se emocionó.
Los miré, grabándome sus rostros, y continué jugando con sus pijas, tomándolas fuertemente con las manos y masticando la delicada piel de sus huevos. Intenté engullir ambos glandes hasta que mi mandíbula se abrió tanto que me dolió. Era una chupada monumental, y al fin, tras pocos minutos, sentí que se venía. Me separé y cuando vi que brotó el primer chorro de semen, me apresuré a tomar sus miembros y a clavarles mis uñas en ellos con tanta, tanta fuerza, que se hundieron en su carne. Al de la navaja, le dejé los huevos hechos pedazos, mientras que al otro, casi le corté el miembro con mis garras.
Gritaron, ya aproveché ese momento para tomar la navaja y clavársela a uno en el hombro. Luego, recuperando mis fuerzas, corrí y corrí calle arriba sin detenerme y sin mirar atrás.
—¡Auxilio! —grité cuando vi a una patrulla. Esta se detuvo de inmediato, y bajaron dos agentes.
—¡¿Qué le pasó?!
—¡En el parque… unos tipos quisieron violarme!
—¡Vamos! —me metieron al coche, y el oficial rápidamente regresó al parque. Detrás de los arbustos, los tipos continuaban retorciéndose de dolor. El oficial me miró.
—Me defendí —fue lo que dije. Asintió, creyéndome, y llamó a una ambulancia para que viniera a atenderlos, y después, llevarlos a prisión.
Papá fue por mí a la comisaría en cuanto le avisé. Llegó hecho un manojo de nervios, y yo corría a abrazarlo en cuanto lo vi.
—¿Estás bien, amor?
—Lo estoy. Papá… vamos a casa.
—Vamos, vamos. Dios… Brandi.
Una vez allí, ya a gusto sobre nuestra adorada cama, papá y yo nos besamos para hacer las paces. Me abrazó de una forma cariñosa, de una forma como no lo había hecho antes. Me apresuré, pues, a abrirme las piernas para sentarme sobre él, y clavar su polla en mi apretada vagina. Papá me sonrió mientras acariciaba mi mentón.
—Estás tan caliente por dentro, mi pequeña.
—¿Qué haremos? —le pregunté, moviendo suavemente mis caderas y dándole sentones tranquilos sentones—. No quiero… no quiero abortar
—No lo hagas, entonces. Brandi… no podemos hacer nada, ni decir que no. Es nuestro asunto ahora.
—Pero de seguro me odias.
Me giró, acostándome, y subió mis tobillos sobre sus hombros. Penetró en mí con firmeza, hasta el fondo.
—No te odio. Sólo me tomaste por sorpresa.
—Entonces ¿te quedarás conmigo?
—Pero claro que sí —se acercó para lamerme las tetas—. Pronto, esas hermosuras estarán llenas de leche materna.
—Sí… jeje. Sí, es cierto.
—Y ¿sabes? Quiero quedarme a tu lado y cuidar de ti.
—Te amo.
—Te amo también, hija.
Me coloqué de perrito y me abrí las nalgas para que papá viera el interior. Se puso un condón, y con una sonrisa, arremetió contra mi recto con una fuerza descomunal que me arrancó un gritito. Me nalgueó fuertemente, con el sonido de mis carnes oyéndose animosamente por todo el cuarto. Una vez tuvo todo su pene dentro de mi ano, empezamos un mete y saca demasiado rítmico, en el que yo gemía de una forma descontrolada, dejando todo mi ser que se estremeciera con las estocadas de papá.
El sentir de sus testículos chocando contra mi cuerpo me excitó más. Aferré mis manos a las sábanas y apreté los párpados para no llorar de felicidad ante lo que estaba sucediendo. Papá me quería. No se iba a alejar de mí.
—Oh, te ves tan hermosa, hija. Podría meterte y sacarte todo el día.
—Pues… no te detengas —moví mis caderas en círculos para darle mayor estímulo a su miembro. Luego de ello, él se apresuró a meterme más al fondo de mi recto, hasta que un orgasmo me invadió. Sin dejar de penetrarme, papá me dio la vuelta, y levantó mis piernas. Se introdujo de nuevo por mi culo, y bombeó con fuerza. Sentí mis jugos chorreando de mi coño, empapándome las piernas. lo atraje hacia mí, y lo besé, intercambiando saliva y jugando con nuestras lenguas de una forma magistral y campal.
Papá se quitó el condón y lo arrojó a la basura. Me apresuré a subirme sobre él en un 69, y comí su caliente miembro con lamidas rápidas y certeras. Él no perdió detalle del coño de su niña, y mordiéndome los labios, me provocó otro genial orgasmo que fue inigualable para mí.
Su polla me tocaba la campanilla de la garganta, y me transmitía tanto placer y dolor en la mandíbula, que no me importó casi haber sido violada por esos tipos. Quería que papá eyaculara de nuevo para mí. Jugué con sus huevos, y una vez se hubo acabado, me monté sobre él. Papá esperó un rato y cambiamos de posición rápidamente.
Abrazándome, se levantó conmigo de la cama. Enredé mis piernas en su torso, y él me llevó contra la pared. Un cuadro cayó. Bajé una pierna para apoyarme, mientras su verga entraba y salía de mi apretujada raja que chorreaba néctares dulces. Seguimos sin desprendernos de nuestro beso, jugando y chupando nuestras lenguas.
Sus embestidas fueron bestiales.
—¡Más duro! —le pedí, y comenzó a darme una santa cogida que su cara se desfiguró por el esfuerzo. Me pareció increíble que mi vaginita aguantara tanto sin romperse. Grité y gemí, soportando la dilatación e irrupción de mi papá dentro de mi vulva. Mi clítoris pedía más y mis tetas estaban duras e infladas. Me dolía la espalda, pero nada importaba en lo absoluto.
Finalmente, una profunda descarga de semen me llenó el coño. Papá y yo nos abrazamos… y nos miramos tiernamente. Ambos sudábamos.
—Entonces, hija… supongo que esta es una nueva vida.
—Lo es. Te amo, Alan.
—Y yo te amo a ti, Brandi. Mi hermosa Brandi.
No tenía por qué tener miedo. Papá, que me había cuidado desde niña, ahora me cuidaría de mayor.
Fin
--------------------
Bueno, amigos míos, gracias por haberme seguido durante el transcurso de esta historia. He decidido dejarla hasta acá, pues siento que hay otras historias que quisiera hacer, y honestamente ya no... no tenía más ideas para una trama entretenida, algo que fuera mas que sólo hacer que Brandi follara con su papá.. Así pues, sabran pronto de mí jaja. Saludos y gracias a todos por su apoyo. Comenten, no sean malos. No les toma nada XD
Miré el calendario por novena vez en el día, y un amargo escalofrió me recorrió. Tenía ganas de vomitar, y de echarme a la cama y no volver a despertar en lo que quedaba de la mañana.
—No puede ser. Por favor, no puede ser.
Ni siquiera había ido a la escuela, todo por quedarme a esperar que sucediera. Rezaba para que fuera así.
—¿Te pasa algo? Preguntó papá, entrando a mi cuarto sin llamar. Al verme tirada sobre la cama, se sentó junto a mí y me clavó un beso apasionado—. ¿Qué tienes, hija?
—Yo… nada. No es nada.
—¿Segura?
—Sí.
Torció el gesto, no muy convencido de lo que acababa de decirle. Entonces yo sonreí, y le palpé la polla por encima de la ropa. Papá comprendió de inmediato, y se bajó los pantalones. Se acostó junto a mí, y yo me apresuré a mamar de él. Era relajante tener su verga junto a mi lengua, mojándola con mi saliva. Mis dedos traviesos jugaban con sus huevos, moviéndolos y tirando de la piel de su escroto. Podía cerrar los ojos y dejar que me embargara el más profundo amor por ese hombre. Chupar si miembro se había vuelto una adicción.
—Lo haces tan bien. Te amo, Brandi.
—Soy tu mujer —le dije, besándole en los huevos hasta llenarlos de saliva. Seguidamente me apresuré a masturbarlo rápidamente, jugando con su glande y tratando de engullir todo ese pedazo de cielo hasta el fondo de mi garganta. Él me tomó del cuero cabelludo para guiar mi ritmo, penetrándome con su polla como si mi boca fuera una segunda vagina. Hilos de saliva surgían de su miembro al salir de mí.
Después, gimiendo y manteniendo mi cabeza pegada a su pubis, eyaculó una considerable cantidad de delicioso esperma, que no tardé nada en tragar como si fuera mi sagrado alimento. Bebí hasta quedar saciada, y luego de ello, me tumbé junto a él para descansar.
Mientras él se iba al trabajo, yo me quedé en casa haciendo mis labores de siempre. Necesitaba mantener mi mente en blanco, distraerme con cualquier otra cosa para no pensar en eso. Irremediablemente lo hacía, y me estaba volviendo loca. Debía saberlo de una vez por todas. Era necesario.
Llamé a Rebeca, y ella vino enseguida a mi casa.
—¿Es cierto lo que me dijiste por teléfono?
—Estamos a punto de averiguarlo.
Ella me esperó pacientemente fuera del baño, mientras que yo me preparaba mentalmente para la bomba que podría o no caer sobre mí.
Cuando vi el resultado, sentí que me desmoronaría.
—¿Rebeca? Entra.
—¿Qué pasó, cariño?
Le mostré la prueba de embarazo.
—Oh… Dios.
—Estoy… embarazada —y diciendo esto, me derrumbé sobre sus brazos, y lloré con amargura contradictoria. Me sentía feliz, en efecto; pero una parte de mí estaba hecha pedazos, deshaciéndose como la arena cuando el mar se la lleva.
No podía ser posible que estuviera preñada. Papá y yo habíamos hecho el amor incontables ocasiones estos últimos meses, y en todas ellas había tenido el cuidado de no estar con él durante mis días fértiles.
—¿Qué le voy a decir?
—Dile la verdad, por supuesto.
—Papá se opuso a todo esto. Hace tiempo tuve la idea, pero me sentía como una niña tonta… y ahora, se ha vuelto realidad. ¡Dios! Rebeca, no quiero tener un bebé.
—Cuando sepan que es de tu papá… se va a armar un escándalo.
—Lo sé, lo sé —chillé, abrazada a mi mejor amiga.
Durante un par de horas, permanecimos en la sala, envueltas en los brazos de la otra y platicando ocasionalmente, aunque en realidad había más silencio que otra cosa. Me dolía todo el corazón, y estaba aterrorizada de decirle a mi papá, a mi hombre, que estaba esperando un hijo suyo. No lo tomaría bien.
Ya fue más tarde, cayendo la noche, que papá llegó y se veía tan cansado, que no pude sino sentirme culpable por lo que iba a decirle. Le preparé la cena, y me bañé con él, haciéndole una mamada reglamentaria para extraer su semen y alimentarme con él. Seguía siendo un manjar.
—De espaldas —dijo, poniéndome contra la pared del baño. Obedecí, y no tardé en notar cómo su polla entraba por mi recto, follándome analmente durante varios minutos. Debido a que mi culo aceptaba cosas realmente grandes, y aunado a mi estado mental, casi no sentí nada, y por primera vez tuve que fingir un orgasmo con papá.
—¿Todo bien, hija?
—Sí —le dije, girándome hacia él, y acariciándole el miembro caliente—. Todo está de maravilla.
—Mañana me toca descanso, así que esta noche vamos a coger todo lo que podamos.
—¡Perfecto! Estaré lista en un momento.
—Te veré en el cuarto.
No tenía ganas de sexo. Me sentía muy nerviosa. Asustada y con el corazón dándome brincos tan violentos que tenía ganas de vomitar.
Me puse una batita de seda transparente, y fui a verlo al dormitorio. Apenas me senté sobre la cama, papá me atrajo hacia él y nos fundimos en un amoroso beso. Saqué mis tetas, y permití que las chupara con dureza.
—Papá…
—¿Sí?
—Hay algo… que quiero decirte.
—¿Qué es, amor? —me tomó de las mejillas, y me besó con cariño—. ¿Te molesta algo?
—Yo… bueno… —tomé aire—. Estoy embarazada.
Se quedó mirándome como si fuera la primera vez que me veía en mucho tiempo.
—¿Qué… dijiste?
—Que estoy embarazada —repetí, con un sollozo.
Papá se levantó de la cama, y se puso a caminar en círculos por la habitación. Yo me encogí de piernas, y seguí chillando.
—No. No. ¡No! No puede ser, Brandi! ¡Se supone que te ibas a cuidar! ¡Se supone que estarías pendiente de todo esto!
—¡Lo sé! Simplemente… me descuidé. Papá…
—Sal de aquí.
—¿Qué?
—¡Sal de aquí!
Sorbiendo por la nariz ruidosamente, y sin dejar de llorar, abandoné nuestra habitación. Entré a la mía, agarré la primera chaqueta que encontré, y me la puse sobre la bata. Salí así a la calle para tomar un poco de aire fresco de la noche. Hacía un poco de frío y viento. El tono en las palabras del hombre que tanto amaba me seguía corroyendo como el ácido en la roca. Era… difícil. Doloroso aceptar que papá tenía razón, pues había sido culpa mía el que esas cosas pasaran.
Cuando me di cuenta, ya había llegado a un parque, y me senté sobre un columpio para mecerme y aclararme las ideas. Vi como mis pies dibujaban un agujero sobre la arena, y de repente me imaginé a mí y a mi futuro hijo viniendo acá para jugar como una familia normal. Sólo que no éramos normales.
Me cubrí la cara, y seguí llorando sin detenerme durante un rato más.
—¿Estás sola?
Una voz seguida de unas risas maquiavélicas. Dos sujetos se acercaban a mí por ambos lados. Me levanté del columpio.
—¿Quiénes… son?
—Ven, amor. Este sitio es un poco peligroso.
Cuando comprendí lo que estaba pasando, el pánico hizo que se me congelaran las piernas y no logré ni siquiera gritar cuando el que estaba a mi izquierda me agarró por detrás y me tapó la boca. Entre los dos me arrastraron hacia los arbustos, fuera de la vista de todos los demás, donde la luz de una pequeña farola nos iluminada.
Allí, me tiraron al piso. Uno de ellos me dio un puñetazo en la boca, y el dolor que experimenté me dejó sorda durante unos instantes. Me mareé, y tanteé el piso buscando un apoyo. La sangre de mi labio entró por mi boca, y al limpiármela, vi que era bastante.
—Si gritas, putita, te va a ir mal —rió uno de ellos, mostrándome una navaja.
—No… no lo hagan.
El tipo más alto se sacó el cierre del pantalón, y mostró un miembro inmenso.
—¿Sabes qué tienes qué hacer? Vas a sacarnos la leche a los dos.
—No lo haré —repliqué, y uno de ellos me agarró el pelo y me colocó la navaja en la mejilla—. Está… está bien.
—Dale. A comer, puta.
Con el cuerpo tembloroso, tomé el miembro que me ofrecían, y chupé con avidez y temor. Me llenaba toda, y lo engullí en una garganta profunda.
—¡Dios, hermano! Esta puta sí que sabe mamar.
—¿Sí? Veamos qué hace con la mía.
Se sacó el paquete, que era tan grande como el de su amigo. Amenazándome con la navaja, me ordenó chupar. Así pues… lo hice. Lo hice, con las mejillas sangrándome de lágrimas, y sintiéndome tan asquerosa como era posible.
Mamé sin ganas, pero tratando de hacerlo bien para que mi vida no peligrara en lo absoluto. Deseé que no fueran a eyacular, porque eso apagaría su emoción, y entonces podrían hacer de mí…
Un momento. La idea me llegó como iluminada por un ardiente dolor en el estómago. Mamé y mamé con renovadas energías, pasando de un miembro a otro.
—¿Viste? Ya se emocionó.
Los miré, grabándome sus rostros, y continué jugando con sus pijas, tomándolas fuertemente con las manos y masticando la delicada piel de sus huevos. Intenté engullir ambos glandes hasta que mi mandíbula se abrió tanto que me dolió. Era una chupada monumental, y al fin, tras pocos minutos, sentí que se venía. Me separé y cuando vi que brotó el primer chorro de semen, me apresuré a tomar sus miembros y a clavarles mis uñas en ellos con tanta, tanta fuerza, que se hundieron en su carne. Al de la navaja, le dejé los huevos hechos pedazos, mientras que al otro, casi le corté el miembro con mis garras.
Gritaron, ya aproveché ese momento para tomar la navaja y clavársela a uno en el hombro. Luego, recuperando mis fuerzas, corrí y corrí calle arriba sin detenerme y sin mirar atrás.
—¡Auxilio! —grité cuando vi a una patrulla. Esta se detuvo de inmediato, y bajaron dos agentes.
—¡¿Qué le pasó?!
—¡En el parque… unos tipos quisieron violarme!
—¡Vamos! —me metieron al coche, y el oficial rápidamente regresó al parque. Detrás de los arbustos, los tipos continuaban retorciéndose de dolor. El oficial me miró.
—Me defendí —fue lo que dije. Asintió, creyéndome, y llamó a una ambulancia para que viniera a atenderlos, y después, llevarlos a prisión.
Papá fue por mí a la comisaría en cuanto le avisé. Llegó hecho un manojo de nervios, y yo corría a abrazarlo en cuanto lo vi.
—¿Estás bien, amor?
—Lo estoy. Papá… vamos a casa.
—Vamos, vamos. Dios… Brandi.
Una vez allí, ya a gusto sobre nuestra adorada cama, papá y yo nos besamos para hacer las paces. Me abrazó de una forma cariñosa, de una forma como no lo había hecho antes. Me apresuré, pues, a abrirme las piernas para sentarme sobre él, y clavar su polla en mi apretada vagina. Papá me sonrió mientras acariciaba mi mentón.
—Estás tan caliente por dentro, mi pequeña.
—¿Qué haremos? —le pregunté, moviendo suavemente mis caderas y dándole sentones tranquilos sentones—. No quiero… no quiero abortar
—No lo hagas, entonces. Brandi… no podemos hacer nada, ni decir que no. Es nuestro asunto ahora.
—Pero de seguro me odias.
Me giró, acostándome, y subió mis tobillos sobre sus hombros. Penetró en mí con firmeza, hasta el fondo.
—No te odio. Sólo me tomaste por sorpresa.
—Entonces ¿te quedarás conmigo?
—Pero claro que sí —se acercó para lamerme las tetas—. Pronto, esas hermosuras estarán llenas de leche materna.
—Sí… jeje. Sí, es cierto.
—Y ¿sabes? Quiero quedarme a tu lado y cuidar de ti.
—Te amo.
—Te amo también, hija.
Me coloqué de perrito y me abrí las nalgas para que papá viera el interior. Se puso un condón, y con una sonrisa, arremetió contra mi recto con una fuerza descomunal que me arrancó un gritito. Me nalgueó fuertemente, con el sonido de mis carnes oyéndose animosamente por todo el cuarto. Una vez tuvo todo su pene dentro de mi ano, empezamos un mete y saca demasiado rítmico, en el que yo gemía de una forma descontrolada, dejando todo mi ser que se estremeciera con las estocadas de papá.
El sentir de sus testículos chocando contra mi cuerpo me excitó más. Aferré mis manos a las sábanas y apreté los párpados para no llorar de felicidad ante lo que estaba sucediendo. Papá me quería. No se iba a alejar de mí.
—Oh, te ves tan hermosa, hija. Podría meterte y sacarte todo el día.
—Pues… no te detengas —moví mis caderas en círculos para darle mayor estímulo a su miembro. Luego de ello, él se apresuró a meterme más al fondo de mi recto, hasta que un orgasmo me invadió. Sin dejar de penetrarme, papá me dio la vuelta, y levantó mis piernas. Se introdujo de nuevo por mi culo, y bombeó con fuerza. Sentí mis jugos chorreando de mi coño, empapándome las piernas. lo atraje hacia mí, y lo besé, intercambiando saliva y jugando con nuestras lenguas de una forma magistral y campal.
Papá se quitó el condón y lo arrojó a la basura. Me apresuré a subirme sobre él en un 69, y comí su caliente miembro con lamidas rápidas y certeras. Él no perdió detalle del coño de su niña, y mordiéndome los labios, me provocó otro genial orgasmo que fue inigualable para mí.
Su polla me tocaba la campanilla de la garganta, y me transmitía tanto placer y dolor en la mandíbula, que no me importó casi haber sido violada por esos tipos. Quería que papá eyaculara de nuevo para mí. Jugué con sus huevos, y una vez se hubo acabado, me monté sobre él. Papá esperó un rato y cambiamos de posición rápidamente.
Abrazándome, se levantó conmigo de la cama. Enredé mis piernas en su torso, y él me llevó contra la pared. Un cuadro cayó. Bajé una pierna para apoyarme, mientras su verga entraba y salía de mi apretujada raja que chorreaba néctares dulces. Seguimos sin desprendernos de nuestro beso, jugando y chupando nuestras lenguas.
Sus embestidas fueron bestiales.
—¡Más duro! —le pedí, y comenzó a darme una santa cogida que su cara se desfiguró por el esfuerzo. Me pareció increíble que mi vaginita aguantara tanto sin romperse. Grité y gemí, soportando la dilatación e irrupción de mi papá dentro de mi vulva. Mi clítoris pedía más y mis tetas estaban duras e infladas. Me dolía la espalda, pero nada importaba en lo absoluto.
Finalmente, una profunda descarga de semen me llenó el coño. Papá y yo nos abrazamos… y nos miramos tiernamente. Ambos sudábamos.
—Entonces, hija… supongo que esta es una nueva vida.
—Lo es. Te amo, Alan.
—Y yo te amo a ti, Brandi. Mi hermosa Brandi.
No tenía por qué tener miedo. Papá, que me había cuidado desde niña, ahora me cuidaría de mayor.
Fin
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Bueno, amigos míos, gracias por haberme seguido durante el transcurso de esta historia. He decidido dejarla hasta acá, pues siento que hay otras historias que quisiera hacer, y honestamente ya no... no tenía más ideas para una trama entretenida, algo que fuera mas que sólo hacer que Brandi follara con su papá.. Así pues, sabran pronto de mí jaja. Saludos y gracias a todos por su apoyo. Comenten, no sean malos. No les toma nada XD
6 comentarios - Despertar incestuoso de una hija enamorada. final