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Siete por siete (195): Mis acuerdos con Lizzie… (I)




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Compendio I


Pido disculpas por no haber escrito por un tiempo, pero no me encontraba de ánimos.

A principios de  Julio, recibí una llamada de mi padre, quien me informaba que mi abuela materna no se encontraba bien de salud y que estaba prácticamente en sus últimos días.

Mi abuela alcanzó a cumplir los 95 años y vivió en nuestro hogar por casi 20 años, por lo que nos era muy querida. Era una mujer dulce, cariñosa y siempre muy elegante y distinguida para sus cosas.

Apenas me enteré, le expliqué a mi esposa de la situación y Marisol, sin siquiera dudarlo, me dejó viajar de improviso, sin llevarla a ella o a mis hijas, porque el tiempo me era crítico. Tomé el primer vuelo que encontré, pero aun así, alcancé a llegar al velorio.

Mi madre, a pesar de todo, se notaba muy estoica y entera, diciéndome que mi abuela prácticamente no padeció dolor, sino que se fue apagando de a poco y se fue en su sueño. No obstante, aun presencié el típico espectáculo de la familia de mis primos, que se mostraban “devastados” por la noticia, a pesar que rara vez le iban a visitar cuando estaba viva y saludable.

Pero aparte de una salida con Margarita (mi antigua amiga de la infancia y rival acérrimo de mi esposa), donde no terminamos en la cama, pero sí hubo una cita con besos y toques, no quiero contar sobre este viaje todavía.

Marisol fue mi dulce soporte durante estos días, ya que ni yo esperaba que me afectase tan fuerte y mi fiel esposa estuvo muy interesada a mi lado todo el tiempo,dado que rara vez me deprimo y su padre nunca mostró interés por su propia familia, por lo que intentó subirme el ánimo a su manera, con jueguitos sexuales y disfraces en la cama.

De una manera parecida reaccionó Sonia, quien incluso me propuso que me tomara algunos días adicionales, a pesar de la molestia de Maddie, quien dentro de su visión feminista de las cosas, no concibe que yo pueda deprimirme por la partida de un familiar no directo e incluso considera que los hombres somos energúmenos insensibles.

Pero lo que quiero narrar ahora tampoco resulta fácil. Porque durante el transcurso de mis escapadas con Karen (mi amiga colegiala); la visita a mi uróloga, Debbie e inclusive, el casual encuentro que tuve con Ann (la amiga periodista de mi esposa), la mayor preocupación que flotaba por encima de todo ello era por mi niñera, Lizzie.

Con 24 años (dos años y unos meses más que mi esposa), de 1.68 metros (levemente, más pequeña que Marisol); cabello castaño liso, largo hasta los pechos, bien cuidado y ondulante, tal cual los comerciales de televisión; ojos intensos,negros y vivos, que auspician su picardía y agilidad de mente; un par de pecas, que le quitan años, dándole la apariencia de recién salida de los 19; una nariz menuda y unos labios ni muy delgados ni carnosos, que albergan una sonrisa perfecta  y son capaces de besar y mamar por horas y horas, sin parar.

Es coqueta, carismática, maravillosa para las bromas de doble sentido y animosa para el contacto de cuerpo a cuerpo, con las personas que le agradan. Es preocupada de las calorías y de su figura, por lo que ejercitaba al menos 2 veces a la semana, con unos leggins negros que me ponían malo, incluso cuando estaba con mis hijas…

Y disculpen mi pueril comparación, pero así como hay personas que se aficionan con vehículos de colección, Lizzie era para mí, un modelo convertible de lujo.

No se trataba que fuera mejor en la cama que mi esposa o que fuese más bonita que ella, aunque sí tiene una mayor resistencia en la cama.

Elizabeth es muy diferente a nosotros, en el sentido que tiene una personalidad llamativa, que de por sí destaca en cualquier lugar que fuese y es muy preocupada por el consumo de calorías y del ejercicio, por lo que tiene un físico atlético envidiable, mas no cae en ser vanidosa. Y que cuando se enamoran profundamente, pueden disfrutar del sexo entre 4 a 7 veces en el día, dejándome muchas veces como un guiñapo para atender a Marisol.

Y según ella, de todos los hombres casados que conoció durante su periodo donde vivió/trabajó con Fred, yo fui el que más le hizo gozar, sentirse deseada y el que más despertó su careta sexual, en vista que nunca se le habría pasado porla cabeza montar un trio con otra mujer (algo que hacíamos un sábado al mes,con mi esposa) o que se entretendría tanto jugando a las mamadas, en nuestra versión particular de la “ruleta rusa”, donde obviamente, yo siempre terminaba sintiéndome el ganador.

Pero no solamente había sexo entre nosotros. Como he mencionado, a mis niñas les encanta vernos bailar y muchos viernes de mis turnos libres, teníamos una especie de cita, donde ella y Marisol se turnaban canción tras canción para bailar conmigo.

Alrededor de las 10, cuando ya mis niñas se habían dormido un buen rato, Marisol ponía los lentos, apagaba un poco las luces y se turnaban para bailar apegados a mí, sin haber muestra de celos o rivalidad.

Lo que sí debo decir es que las 2 se empinaban un poco, ya fuera para besarme candentemente o bien, para que mis manos las tomaran de las nalgas y de esa manera, apegarse más a mi hinchada hombría, sonriéndose de manera burlona al ver que a pesar de lo lascivo de la situación, yo me seguía resistiendo al jueguecito de ambas.

Cuandola traje a casa (o más preciso, la rescaté de su pésima relación con su otrora novio Fred), sabía nada de los cuidados de un bebe y por un par de días, me cuestioné mi apresurada decisión, ya que aparte de encontrarnos un par de veces en la cama, no sabía más de ella. No obstante, en esos tiempos, estábamos desesperados, dado que mi esposa empezaba a estudiar en la universidad y yo volvía a mi turno en la mina, por lo que no disponíamos de nadie que cuidara de nuestras hijas (debido a que Fio, mi vecina, también estaba embarazada en esos tiempos).

Pero lo que comenzó como una simple relación “jefe/empleador”, desembocó eventualmente en una relación “poliamórica” con mi esposa.

Quizás,lo más perturbador que recuerdo son esas alocadas mañanas de mis semanas de descanso, donde mi esposa, hermosa, impecable y lista para asistir a la universidad, muy presurosa entraba a la habitación de Lizzie y traía de la mano a nuestra niñera, todavía amodorrada, quien se acostaba en mi cama, casi siempre, restregándose los ojos.

Marisol me besaba, despidiéndose y le pedía a Lizzie que me cuidara, aunque mi niñera volvía a cerrar los ojos y a cubrirse por las sábanas.

Pero creo que solamente en 2 oportunidades se durmió. En las otras ocasiones, sus manos se deslizaban hacia mi entrepierna, acariciándome suavemente hasta templarme y a partir de ese punto,  e incluso, aun respirando adormilada, se escabullía entre las sábanas para mamarme un rato.

Y alrededor de las 8, me miraba sonriente, sujetando mi bastón con posesión y con esa sonrisita picara y coqueta, de una sensual y libidinosa diablesa pecosa,tras lo cual serpenteaba por mi cuerpo para besarme.

Ya acostumbrada a esa rutina matinal, se encajaba con gran placer mi bastón de carne dentro de su cuerpo, disfrutando del ensanche de sus prietas carnes en el proceso y empezándose a mover despacio y cadenciosamente sobre mí.

Recuerdo que a veces usaba camisón o simplemente, ropa interior, pero el hecho era que lo hacía para mí. Empezaba a cabalgarme cada vez más rápido, soltando profundos suspiros en el proceso, mientras que su pelvis se clavaba con una violencia tempestiva sobre la mía y si bien, sus pechos no eran tan maravillosos como los que tiene mi mujer, se meneaban de lado a lado, como si fueran gomitas de caucho (aunque eran naturales, puedo atestiguarlo), mientras que su cabalgata se tornaba tremendamente frenética.

Me afirmaba de su colosal trasero, para profundizar más sus embestidas, mientras que ella se aferraba al respaldo de la cama y se estiraba mirando al cielo, embriagada de placer. Eventualmente, eyaculaba con poderosas sacudidas, ya que de alguna manera se las arreglaba Lizzie para contraer su vagina y envolverme en un cálido, húmedo y suavemente manto de seda, donde depositaba cada una de mis detonaciones con agrado.

El éxtasis nos sobreseía a ambos y cuando ella bajaba de los cielos, nos sonreíamos con complicidad, con la certeza incólume que lo habíamos disfrutado.

Entonces, una vez que podíamos despegarnos, destapaba la sabana y se dedicaba a mamarme por un rato, hasta alrededor de las 10 de la mañana.

A esa hora, mis pequeñas despertaban y pedían desayuno. Yo me encargaba de los biberones y ella de vestirlas y una vez que nos asegurábamos que estaban comidas, limpias y jugando entretenidas entre ellas con sus juguetes, nosotros aprovechábamos de ducharnos.

No sé cómo ni cuándo se nos volvió un hábito diario. Pero para mí, era el momento que más disfrutaba con ella…

Y es que como mencioné, Lizzie se preocupaba de su figura, pero lo hacía solamente para agradarme, por lo que cada mañana, me daba un improvisado striptease.

Podía hacerlo con un camisón veraniego o bien, con la ropa interior del día anterior,pero ella, como una deliciosa vedette, se desnudaba las copas, contoneándose a un ritmo que solo ella conocía, para luego sonreírme y ocultarse, revelando lentamente ese sedoso y blanquecino trasero, con las piernas abiertas, como si formara una “A”, estudiando con malicia mi reacción.

Cada mañana quedaba estupefacto, porque esa maravillosa chica era capaz de mostrarme hasta el alma y luego de un acalorado beso y unos cuantos manoteos, era capaz de dármela, ya fuera con una voraz mamada (le encantaba la mezcolanza entre el agua del grifo y mis jugos), o bien, sometiéndose a una maravillosa sodomización, algo que rara vez lo hacía con su exnovio Fred y que tampoco disfrutaba tanto como conmigo.

Al igual que Marisol, Lizzie es estrecha, por lo que la proeza de penetrarla por detrás siempre presentaba un gran desafío. Sin embargo y al igual que a mi esposa, le encantaba, ya que sus caderas se meneaban a un ritmo súbito y perseverante, intentando penetrarse más y más.

Su espalda era delgada y deliciosa y sus quejidos, suaves y placenteros, porque a pesar de todo, no lo hacíamos a la rápida y queríamos disfrutarlo. Cada embiste la clavaba más hacia las baldosas de la pared y esos maravillosos pechos, con los pezones tremendamente hinchados, se restregaban y prensaban sobre la fría y mojada baldosa, causándole un goce eufórico que demostraba con esténtores quejidos de placer, que por fortuna mis hijas no alcanzaban ni a escuchar ni entender.

Acabábamos extenuados y casi resoplando, pero a ella aun le brillaba la mirada. Se escabullía del baño y se vestía en su dormitorio, mientras que yo lo hacía en el baño.

Posteriormente,me ponía a cocinar y ella le dedicaba mayor atención a mis retoños, pero siempre con esa sonrisita traviesa, anunciando lo que me esperaba tras la comida.

Una vez que estaban durmiendo la siesta de la tarde y que yo ya había secado los trastes, llegaba a la cocina y se sentaba encima del mueble, con las piernas abiertas.

Nos besábamos con pasión, con nuestras manos recorriendo mutuamente nuestros cuerpos, presos de una ansiedad increíble. Y al igual que mi esposa, sonreía con malicia cuando el escote de su sostén me dejaba sin palabras y cuando este se desprendía y quedaban esos pechos erectos, que gritaban por ser devorados,me miraba con un rostro desesperado, como si me preguntase qué estaba esperando.

Para esas alturas, estaba en calzones si usaba pantalones o su falda sensualmente carecía de ellos, dejándome ver esa preciosa ostra sonrosada, deseosa de comerse a un hombre incauto y cada vez, ese escalofrío que corría por toda su espalda, con un quejido ahogado y sensual, que era una clara muestra de lo mucho que le gustaba.

Pero eso pasaba solamente los días de semana aparte del jueves, donde mi esposa estudiaba en la universidad, o bien, se juntaba con su amante “lesbiana bi-curiosa”.

Los jueves, yo salía a trotar y ella se encerraba en su habitación a pintar. Cuando volvía y me bañaba, ella ya estaba lista y arreglada para ir a estudiar al instituto, pero me miraba sonriente, sabiendo bien qué es lo que quería de mí.

Entonces, me sentaba yo en el sofá y ella, con la más completa confianza y desfachatez, desabrochaba mi pantalón y se dedicaba a darme una larga mamada, de unos 20 o 30 minutos, tomándose su tiempo para probarla a su propio regocijo.

Por supuesto que yo aprovechaba para ver televisión y de cuando en cuando, agarrar uno de sus pechos en el intertanto. Pero alrededor de 10 para las 5, lasituación cambiaba radicalmente.

Recuerdo que me masturbaba con desesperación, al punto que en una ocasión me hizo daño con uno de sus anillos y que desde ese entonces, paró de usarlo en esa mano.Pero lo que era más placentero era la forma en que me chupaba.

No era precisamente el estilo “aspiradora” que usa Marisol, sino que este era una manera más agitada e impaciente. Succionaba con la misma impaciencia que lo haría un buzo ahogándose en el mar, falto de oxígeno.

Y es que las 2 se jactaban de poder hacerme acabar con la boca cuando y cuantas veces ellas quisieran y era algo que ocasionalmente salía en competición.

Pero regresando a esos desesperados momentos, mientras que su lengua recorría presurosa por el contorno de mi falo y en ocasiones se atragantaba por la prisa, el placer que sentía era tan intenso que tenía que forzarla para que me hiciera acabar y cuando ella lo lograba, sin importar la hora, se detenía y lamía al detalle, bebiéndose la mayor parte de mi acabada, sonriendo satisfecha con mi rostro derrengado y besándome una última vez coqueta, para luego maquillarse de nuevo, lavarse los dientes y partir al instituto.

Y tal vez, lo más gracioso de todo era que, no habiendo pasado más allá de 20 minutos que Lizzie arrasaba conmigo, llegaba Marisol a la casa, veía mi rostro de cansancio, se reía y empezaba a imponer su supremacía femenina sobre mi trabajada masculinidad, estrujándome con su hábil boca de toda la leche que me pudiera quedar.

No obstante, hace aproximadamente un año, las cosas cambiaron…

Porque mi actual jefa Sonia me confirmó el día de mi cumpleaños que había quedado embarazada de mí (algo que mi esposa ya sabía y estaba de acuerdo)…

Y eso,me hizo replantear mi situación con Lizzie…


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1 comentarios - Siete por siete (195): Mis acuerdos con Lizzie… (I)

pepeluchelopez
Continuara? Claro que si! Aqui espero. Sobre tu abu pues igual por estas fechas la mia marcho hace un año y a diferencia de lo desvastadas de mis primas yo estaba sereno pues siempre la visite quice y disfrute. Saludos pd 94años vivio