Teníamos una familia como cualquiera, papá, mamá, mi hermana menor y yo. Mi padre se dedicaba al negocio de las importaciones. Un buen día, de repente mi papá decidió que tenía un viaje al exterior a ver unos clientes y así lo hizo. A la semana de haberse marchado estaba yo en su oficina con el empleado de su confianza cuando habló por teléfono y me dijo que probablemente ya no regresaría y que cuidara de la familia.
Yo me quedé sorprendido y atónito. Luego habló con el empleado y yo estaba escuchando por otra línea cuando le ordenó que de su escritorio sacara un bote de medicinas para mujeres embarazadas y que lo tirara a la basura. Después colgó y el empleado me contó toda la historia, que mi papá tenía una amante, que estaba embarazada y para evitar mayor escándalo mejor se iban. Cuando llegué a la casa todo era un revoltijo. Mi hermana nerviosa, mi mamá llorando, sin saber qué hacer.
Luego de un rato y ya calmados hicimos un recuento de las cosas, de lo que había sucedido. Mi mamá me abrazaba y lloraba queriendo encontrar una respuesta al acontecer de su vida y sencillamente me dijo que desde ese día en adelante yo tomaría el papel de mi papá, que yo sería el hombre de la casa, que tendría que ser más responsable con todo y que llevaría la rienda de la oficina.
De hecho así sucedió. Hasta ese momento yo solo era un joven de 20 años, estudiante universitario a tiempo completo. De allí en adelante tuve que hacer tiempo para estar en la oficina de mi padre, la Universidad y las demás actividades de esa edad. Los meses transcurrieron sin muchos sobresaltos. Mi mamá acudía todos los día a la oficina, siempre vestida bien elegante, zapatos de tacón, con medias, tendría en ese entonces unos 40 años.
Es de tez morena, nalgas grandes, buenas caderas, gorda pero no obesa, sino rellenita, buenas tetas, muy guapa, en fin, una hembra hermosa. Yo me fijaba como otros empleados del edificio la miraban, sobraban clientes que la invitaran a comer y más de alguna vez aceptó la invitación de un señor amigo de ella de hacía años, cuyo nombre es Rafael. Siempre me saludaba muy amablemente y platicaba conmigo acerca de los negocios. Era viudo con buena posición social, vendedor profesional de una compañía extranjera.
Cuando estaba de vacaciones en la Universidad me quedaba a tiempo completo en la oficina y ya como a las 5 de la tarde de vez en cuando Rafael aparecía con pan dulce para tomar café y platicar con mi mamá. Esto lo hacía por lo menos dos veces a la semana. Después de una media hora mi madre me decía que terminara lo que estaba haciendo y que lo continuara el siguiente día, que descansara y que si lo deseaba que me retirara que Rafael la llevaría a la casa. Todas las veces entendía yo el mensaje y optaba por retirarme.
Nunca mostraron malicia frente a mí, Rafael siempre fue muy atento y educado con mi madre. Jamás hicieron algo que yo sospechara su relación fuera más que amistad entre ellos.
Una tarde en la Universidad nos dejan una tarea urgente para el día siguiente y mis demás compañeros sabiendo que yo tenía acceso a máquina de escribir, fotocopiadora, etc. me dejaron a mí encargado de hacerla y llevarla el día siguiente. Ya eran casi las 7 de la noche cuando llegué a la oficina. Como era de esperarse todas las luces estaban apagadas, excepto la oficina de mi madre.
Me quedé sorprendido. El corazón me latía fuerte. Mi mente sospechaba algo pero quería confirmación afirmativa. Me imaginaba a mi madre y Rafael. Comencé a caminar despacio y sigilosamente y a medida que me acercaba comenzaba a escuchar gemidos de placer y que alguien hablaba. Yo no sabía si confirmar mi corazonada. Tenía sentimientos encontrados como de enojo, miedo y también de morbosidad.
Yo oía claramente las voces y las reconocía pero me negaba a aceptarlo. No voy a negarlo pero el corazón me palpitaba y dudaba pero decidí asomarme por la puerta y voy viendo aquel cuadro: ambos completamente desnudos, mi mamá subida en un sillón agarrada del respaldo viendo a la pared, las nalgas paradas y las rodillas apoyadas en el asiento y Rafael parado dándole por el culo.
-Dame más, dame más, daaaaaaame maaassss! Decía mi mamá mientras movía la cabeza para arriba y hacia atrás.
Ella contorsionaba el cuerpo, movía el culo hacia atrás pidiendo más verga sin soltarse del sillón. Rafael no hablaba sólo se esforzaba en meterle más la verga. La tomaba de la cadera y le sobaba las nalgas morenas. Las tetas de mamá sólo se movían de arriba para abajo.
Por mi parte me quedé quieto, no sabía qué hacer, pero la morbosidad era inmensa. Tenía una erección bárbara.
-Qué rico! Me acuerdo que yo decía en mi mente. De repente me estaba masturbando viendo aquel espectáculo. No le despegaba la vista a las nalgas de mi mamá. Nalgas grandes, morenas, llenas de carne. Me gustó lo que veía. Me excitó demasiado ver que a mi madre se la metían y ella gozando como loca.
De repente, Rafael dejó de penetrarla, se agachó y comenzó a mamarla. Le metía la lengua por todos lados. Le besaba los cachetes, se los abría y cerraba, le metía un dedo en el culo y le daba masajes en el clítoris.
-Qué delicioso papito! Qué riiiico! Ay, ay, ay papito! Ay, ay! Repetía a cada momento.
Yo continué masturbandome hasta que terminé. Creo que ha sido una de las veces que más leche he tirado. Al terminar decidí retirarme y dejar que continuaran cogiendo. Camino a casa no dejaba de pensar lo que acababa de ver. Volvía a tener erección y sentía deseos de ser yo quien le metiera la verga a mi mamá. No eran celos sino lujuria. Me daba risa nerviosa de recordar a mamá, de cómo la tenían, jamás me la hubiera imaginado así.
No estaba enojado sino sorprendido. Sentía morbo y deseo de hacerlo con ella, después de verla desnuda y cómo gozaba con la verga de Rafael. En mi mente pasaban una y otra vez las imágenes de mi mamá pidiendo más verga, de esas nalgotas ricas y tetas grandes moviéndose de un lado a otro disfrutando el sexo.
Después de ese día la forma cómo veía a mi madre cambió del todo. Sin embargo, ella no era muy dada a andar por la casa en camisones transparentes ó mostrarse semi desnuda ó llamarme cuando estaba en la ducha. Sencillamente ella no era así. Pero yo por lo que había presenciado no me quitaba de la mente el hecho de volverla mi amante. Pensaba cómo poder hacer el amor con ella, cómo tocarla, besarla y acariciarla. De cómo yo podía lograr ese acercamiento inocente y morboso.
La miraba como mujer madura deseable y apetecible. Mi trato hacia ella cambió, era más servicial, cariñoso y cuando se daba la oportunidad le rozaba las nalgas ó las tetas, la abrazaba y le pegaba mi bulto. A veces la abrazaba por atrás y le pegaba la verga a sus nalgas. Nunca me dijo nada. Ni siquiera sé hasta hoy si se dejaba hacer por placer ó por amor maternal. El tiempo seguía transcurriendo. Los meses pasaron casi siempre con la misma rutina. Una movida del destino hizo que Rafael tuviera que salir del país, tenía que acompañar a una de sus hijas enferma de cáncer.
Mi mamá sintió su ausencia. Pasaba triste, decaída; se le notaba que extrañaba a su amigo y las cogidas que se daban. Un día la encontré sollozando en su oficina, estaba con los ojos rojos, bastante pensativa, sentada en el sillón donde gozaba con Rafael. Me acerqué y la pregunté qué le pasaba y ella comenzó a decirme:
-No me he sentido bien estos días. Primero tu papá nos dejó, con todo hemos salido adelante. Luego Rafael que me hacía a veces compañía y yo tenía con quien platicar tuvo que irse. Pero así es la vida hijo. Como sea hay que seguir adelante. Después de esto se levantó y siguió hablando cosas por el estilo. Yo continuaba sentado escuchándola y observando su cuerpo.
-Así es mamá –le respondí mientras me paraba y la abrazaba. -Tenemos que continuar nuestras vidas. Mi mente estaba en conflicto, pero pudo más mi morboso deseo. La abracé fuerte. Podía sentir sus tetas apretujadas en mi pecho y mis manos se bajaron casi hasta sus nalgas, pero no tuve valor de continuar.
-Gracias por tu apoyo, hijo. Tú siempre has estado pendiente de todo. Al decir esto se dio vuelta, la solté pero volví a abrazarla y esta vez le rodeé las tetas con mis brazos y la verga estoy seguro que la sentía en sus nalgas.
-No te preocupes mamá- le dije. Cuando se fue mi papá tú me dijiste que tomaría su lugar y he tratado de hacerlo. Pero de hoy en adelante quiero que confíes más en mí y me tengas más confianza. Quiero que te sientas protegida y apoyada por tu hijo.
Poco a poco yo había movido una de mis manos y la tenía sobre una de sus tetas y podía percibir claramente que estaba excitada, sentía el pezón parado y bien duro. Yo continuaba hablando pero también le apretaba la teta. A los segundos ya ni coordinaba bien mis palabras de lo excitado que estaba. Ella tampoco y no se movía sino seguía pegada a mí. Luego reaccionó y se retiró, dándome un beso en la mejilla:
-Voy a seguir tu consejo Fede. Ya eres todo un hombre y la persona que tengo más cerca. Tú eres mi único apoyo.
Mientras me decía esto nos habíamos tomado de las manos. Una la tenía abajo y le tocaba su pierna cerca de su monte de Venus y con la otra le aplastaba una teta. Pude ver que estaba excitada y le gustaba lo que sucedía. Disimuladamente volví a abrazarla solo con una mano reiterándole mi apoyo mientras que con la otra, me armé de valor, y la acerqué a su chocha y se la apreté. Siempre teníamos las manos entrelazadas. Con el dorso de mi mano pude sentirla: era grande y esponjada. Sentí perfectamente el colchoncito de su vulva. Esta situación duró unos pocos segundos, pero para mí fueron una maravilla. Mamá por supuesto se dio cuenta que la toqué.
-Gracias hijo por tu apoyo –me dijo y volvió a besarme en la mejilla.
Esta vez me apretó tanto que tuve que sacar la mano de abajo y la rodeé de la cintura. -De hoy en adelante Fede las cosas cambiarán y seremos más unidos, tú y yo! Te quiero mucho! Gracias! Me dijo esto y me soltó.
Estaba agitada, sus ojos le brillaban, no coordinaba bien sus palabras y sus pezones se traslucían en la blusa. De reojo me veía el paquete. Con disimulo me miraba como se notaba la verga en mi pantalón. Yo no sabía si lanzarme en el momento ó esperar. En mi mente corrían muchas cosas, pero tenía miedo, sentía temor y sobre todo aquella angustia del rechazo y el escándalo. Eran unos segundos cruciales.
Todo cambió cuando de repente me dijo,
–Bueno hijito, ¡hay que trabajar! y comenzó a ver unos papeles en su escritorio haciéndose la desentendida.
Me retiré directamente al baño a darme una señora jalada de pito. Me la jalé como tres veces y terminé como loco. Me quedé con ganas. Me quedé con deseos de meterle la verga, de manosearle el culo y las tetas. Tenía ganas de regresar a su oficina y seguir el juego.
Quería más, pero no de forma asolapada, sino sabiendo ambos lo que estábamos haciendo. Sin embargo pensé que hasta mucho había logrado. La había tocado prácticamente todo lo que yo quería y ella había sentido mi excitación y no había dicho nada. Mi mamá que era muy seria y tradicional estaba cayendo sin quererlo, ella por lo menos creo, en una situación de amor filial.
Después de esta iniciación las cosas de verdad cambiaron, era más comunicativa, más cariñosa y me tomaba más en cuenta. Se acercaba seguido a mi oficina a chequear como andaban las cosas. Yo mantenía las sillas para los clientes a una distancia siempre prudencial por si llegaba alguna mujer poder verle las piernas. Una tarde como a las 6 estaba bastante ocupado, yo creía que todos se había marchado cuando mamá se apareció y se sentó frente a mí:
-Parece que estás preocupado por esos reportes Federico –me dijo.
Me di vuelta y allí estaba sentada frente a mí, con las piernas cruzadas. No pude ocultar mi alegría y mis ojos fueron directamente a sus piernas. Se veía lindísima. La falda le llegaba arriba de la rodilla, sobre sus muslos, dejando ver su hermosa pierna. Ella por supuesto notó que la miraba y pretendió no haberse fijado. Siguió en su posición y tomó uno de los folders del escritorio y comenzó a "leerlos".
-Quería terminarlos para estar tranquilo el fin de semana –le dije y disimuladamente le veía la pierna. Seguimos platicando cosas de trabajo y de repente cambió la pierna, pero esta vez sé que lo hizo con deseos que yo la viera y así fue porque le alcancé a ver el calzón blanco que vestía.
-Yo estoy algo cansada hijo. Aaaah! ¡Quiero relajarme un rato! dijo estirando los brazos hacia arriba. -Vamos a ver! –le dije mientras me levantaba y me ponía atrás de ella. Te voy a dar un masajito para que te relajes. Ven, pásate a esta silla. -Ay, gracias qué considerado Fede.
Y comencé con los hombros. Donde estaba sentada me facilitaba acercarle mi paquete que ya estaba pronunciado. Ella otra vez lo había notado y lo miraba de reojo.
-Ahora te voy a hacer en el cuello –le dije, y me acercaba topándole la verga al hombro. -Aaay qué rico! ¡Seguí así! Qué rico se siente Federico. Así continué unos minutos cuando me sorprendió que me dijera: - ¿Y por qué no me lo haces en mi oficina?. Vamos, allí está aquel sillón y así me acuesto, OK?
Se levantó y yo la seguía por el pasillo. No dejaba de verle las nalgas y me tocaba la verga. No creía lo que estaba pasando, estaba bien caliente y me disponía a tocar a mi madre, mi diosa.
-Me voy a poner boca abajo –me dijo.
Se quitó los zapatos y una chaqueta que usaba y se acostó en el sillón. El mismo donde Rafael la cogía. Esto no es casualidad me dije. Me voy a aventar y que todo me salga bien. La falda se le había subido y podía verle los calzones. Estaba que la verga me reventaba y ya en el pantalón se notaba lo excitado que me estaba poniendo. Comencé otra vez por los hombros, le daba masaje y se los acariciaba. Ella solo respondía con gemiditos de aceptación.
-¿Sabes qué? ¿Y por qué mejor no te quitas la falda y la blusa? –le pregunté. Así vas a estar más cómoda y yo voy a hacer mejor mi trabajo. -Tienes razón –me dijo y se quitó la blusa sin mirarme.
Vestía un brassier blanco con encaje, las copitas transparentes que dejaban ver el inicio de sus aureolas. Qué espectáculo. Luego le ayudé a desabrocharse la falda y quedó con todo el culote moreno a mi disposición. Las medias eran pantaletas como otro calzón encima del ya puesto. Rápido se dio vuelta y no pude apreciar nada solo el gran monte de Venus y lo oscuro de la mata de vellos púbicos.
-Uuuy! Me da vergüenza que me veas asiiiií! Mientras se acostaba otra vez boca abajo. Yo no sabía por dónde empezar. Se veía tan buena, tan deseable, tan comible. -No te preocupes. Relájate que de eso se trata –le dije y esta vez empecé sobándole la espalda.
Le daba masaje y la acariciaba. Subía mis manos hasta su cuello, hombros y bajaba por su espalda hasta la frontera con las nalgas. Le apretaba la cintura fuertemente las orillas de las piernas hasta llegarle a tocar los pies que también se los apretaba.
-¿Verdad que te gusta? le pregunté. Le daba masaje en un lado y después en otro para no despertar sospechas ó rechazo. -Aay Fede hijo! Qué rico se sieeente! Ummm, ummm, uuumm!-me decía y yo seguía concentrado en mis caricias y masajes.
Es hoy o nunca me dije. Ya no hay vuelta atrás y comencé a tocarla más en forma: le apretaba la pelvis y con el dedo gordo le sobaba lo que podía de sus nalgas. Me subía a su espalda y regresaba a sus piernas se las agarraba toda y topaba mis manos a su culo. Le flexionaba las piernas para que su chocha quedara a mi vista, cuando le escuché decir:
-Hi...jo! Hi...jo! Aaaay! Hace tiempo hubieras comenzado a darme estos masajes! Qué ri...co se sieeente.
Yo no contesté sino que comencé a desabrocharle el brassier y le levanté un poco para que los tirantes quedaran sobre el sillón. Mi mamá no dijo nada solamente se dejó hacer. Me quité los zapatos, me subí al sillón y le daba masajes en la espalda, le tocaba la orilla de las tetas y mamá no decía nada solo daba gemiditos de placer. Le topaba mi verga al culo. Le arrimaba todo mi paquete y ella continuaba saboreando el placer que su hijo le daba.
Empecé a masajearle las nalgotas morenas sin protesta alguna de ella. Se las acariciaba fuerte. Toda la nalga hasta donde terminaban y así estuve un buen rato. Le pasaba las manos por las nalgas apretándoselas sin ningún miramiento, pasaba por las piernas y terminaba en sus pies flexionándolos. Comencé a bajarle las panty medias que andaba, pero lo hice l-e-n-t-a-m-e-n-t-e. Recuerdo perfectamente que le metí las manos por su barriguita para agarrarlas y no bajarle el calzón por equivocación. Se las iba bajando y la iba tocando.
Le acaricié todas las nalgas sin reparo ni remordimiento, seguí con sus piernas hasta que llegué a sus pies. El calzón que usaba no le cubría toda la nalga. Sentía el olor a sexo. Sentía que la vulva la tenía húmeda. Se percibía aquel olor inequívoco de semen y líquido femenino. No puso objeción. Se mantuvo callada. Solo levantó la cabeza y me volvió a ver con cara de "quiero verga", con cara llena de lujuria y deseo.
–Ponlas en el escritorio –me ordenó. -Y si quieres quítate tu también los pantalones para que estés más cómodo –me dijo y volvió a recostar la cabeza hacia el lado donde podía verme.
Me veía mientras me quitaba la ropa y cerraba los ojos por unos momentos. Creo que en este punto ya ambos sabíamos que no había marcha atrás. Ambos sabíamos en qué iba a terminar todo este juego. Mamá no decía nada. Solo me miraba mientras me quitaba los pantalones y me quedaba en calzoncillo que estaba todo mojado. También me quité la camisa. Mi erección era evidente. El corazón me latía a mil. Ya no tenía vergüenza. Arreglé mi ropa y la puse junto a la de mi madre. Ella tampoco dijo algo.
Éramos dos amantes todavía ganosos, que se deseaban pero no terminaban de dar el paso definitivo. Me acerqué a mamá y ella solo me miraba a los ojos y observaba como tenía el calzoncillo, estaba inflado por mi verga parada. Estaba mojado de la eyaculación en seco que había tenido. No pronunciaba palabra. Comencé a acariciarle la parte descubierta de las nalgas. Quería sentir en mis manos sus piernas desnudas y se las tocaba hasta los tobillos, le acariciaba sus pies y dedos.
Ella sabía que ya no era masaje, era calentamiento para hacer el amor. Qué sensación más rica. Qué delicioso ver a su madre vencida ante el hijo a punto de ser poseída. No tengo palabras para expresar lo intenso de esa experiencia. Aún hoy, muchos años después, no he tenido erecciones como la de ese día.
-Hiii...jo! Fe...eede -gemía. -Ah. Ah... ¿qué estamos haciendo? decía suavemente. Le abrí un poco las piernas y me acerqué como si ya estuviera penetrándola y le metía la mano para tocarle lo que podía de las tetas. Bajaba mis manos por su cintura y regresaba sobándole las tetas. Mi mamá ya cómplice y anuente a mis caricias se levantaba un poquito para darle más campo a mis manos. –Hiii..jo, hiii...jo! repetía y yo seguía.
Me quité el calzoncillo y comencé a bajarle el panty. Se lo dejé a la altura de las rodillas. Estaba tan mojado como mi calzoncillo y comencé a besarle las nalgas. Le mamaba las nalgas y le daba besos sonoros. Se las abrí e hice que se pusiera de perrito y comencé a mamarle la chocha. La agarraba de las piernas e incrustaba toda mi cara en medio de sus nalgas. Le tomaba los cachetes del culo y se los abría para darle lengua en el culo.
-Hiii..iiijo, nooo! Fee..de esto nooooo eee..stá bi...eeen! No o o o o! –repetía mientras se contorsionaba gozando de la mamada que le propinaba. Le agarraba las tetas, le besaba las nalgas, casi se las mordía de la excitación. Era increíble. Era como un sueño.
-¿Te gusta mamita? le preguntaba. Aaaaaay, Feeederico! Síii ...hii..jooo! Daaame, daaaame riiico papi! ¿Qué hemos hecho? –preguntaba con la voz entrecortada mientras le metía toda la lengua en su vulva.
Le saboreaba todos sus líquidos. Me quedaban pelos en la lengua y boca. Me puse de pie y comencé a meterle la verga. Qué delicia! Qué sabroso sentía! Ella se acomodó como la ponía Rafael y sólo daba gemidos. Con un dedo le tocaba el ojete y más se retorcía. Le apretaba las nalgas y con los pulgares le masajeaba el hoyo del culo.
-Metéeeemela mi amoooor! Quiero sentirte hiiijo! Ay Feede! Feee...eeede! Comencé a chuparle el culo y la chocha. Le pegaba en los cachetes y comencé a penetrarla por el culo. Qué ricura. Ver a tu madre pidiendo más, y más, y más, y saboreando la verga de su hijo.
-Me veeengo, mamaaaá! Me veeee...eengo! le advertí cuando ella aceleró el culeado hacia atrás y terminé dentro de ella. Fue una explosión de placer. Ella dio un grito como nunca lo había escuchado. Solo se dio vuelta y comenzamos a besarnos como locos. Me metía la lengua hasta la campanilla, casi me mordía. Yo la abrazaba fuerte y le sobaba las nalgas, se las apretaba y seguíamos besándonos. Nos tiramos al suelo. Mamá me besaba, me tocaba y me miraba. Me volvía a besar y a abrazar.
-¡Gracias hijo! ¡Gracias mi hombre!-me decía. -¡Gracias a ti mamá! le contesté.
Después de esa tarde, nuestros encuentros fueron seguidos. Al inicio lo hacíamos todos los días en la oficina. Mi hermana jamás se enteró de nada. Después conocí a la que hoy es mi esposa con quien hemos procreado 3 hijos.
¡Gracias mama
Yo me quedé sorprendido y atónito. Luego habló con el empleado y yo estaba escuchando por otra línea cuando le ordenó que de su escritorio sacara un bote de medicinas para mujeres embarazadas y que lo tirara a la basura. Después colgó y el empleado me contó toda la historia, que mi papá tenía una amante, que estaba embarazada y para evitar mayor escándalo mejor se iban. Cuando llegué a la casa todo era un revoltijo. Mi hermana nerviosa, mi mamá llorando, sin saber qué hacer.
Luego de un rato y ya calmados hicimos un recuento de las cosas, de lo que había sucedido. Mi mamá me abrazaba y lloraba queriendo encontrar una respuesta al acontecer de su vida y sencillamente me dijo que desde ese día en adelante yo tomaría el papel de mi papá, que yo sería el hombre de la casa, que tendría que ser más responsable con todo y que llevaría la rienda de la oficina.
De hecho así sucedió. Hasta ese momento yo solo era un joven de 20 años, estudiante universitario a tiempo completo. De allí en adelante tuve que hacer tiempo para estar en la oficina de mi padre, la Universidad y las demás actividades de esa edad. Los meses transcurrieron sin muchos sobresaltos. Mi mamá acudía todos los día a la oficina, siempre vestida bien elegante, zapatos de tacón, con medias, tendría en ese entonces unos 40 años.
Es de tez morena, nalgas grandes, buenas caderas, gorda pero no obesa, sino rellenita, buenas tetas, muy guapa, en fin, una hembra hermosa. Yo me fijaba como otros empleados del edificio la miraban, sobraban clientes que la invitaran a comer y más de alguna vez aceptó la invitación de un señor amigo de ella de hacía años, cuyo nombre es Rafael. Siempre me saludaba muy amablemente y platicaba conmigo acerca de los negocios. Era viudo con buena posición social, vendedor profesional de una compañía extranjera.
Cuando estaba de vacaciones en la Universidad me quedaba a tiempo completo en la oficina y ya como a las 5 de la tarde de vez en cuando Rafael aparecía con pan dulce para tomar café y platicar con mi mamá. Esto lo hacía por lo menos dos veces a la semana. Después de una media hora mi madre me decía que terminara lo que estaba haciendo y que lo continuara el siguiente día, que descansara y que si lo deseaba que me retirara que Rafael la llevaría a la casa. Todas las veces entendía yo el mensaje y optaba por retirarme.
Nunca mostraron malicia frente a mí, Rafael siempre fue muy atento y educado con mi madre. Jamás hicieron algo que yo sospechara su relación fuera más que amistad entre ellos.
Una tarde en la Universidad nos dejan una tarea urgente para el día siguiente y mis demás compañeros sabiendo que yo tenía acceso a máquina de escribir, fotocopiadora, etc. me dejaron a mí encargado de hacerla y llevarla el día siguiente. Ya eran casi las 7 de la noche cuando llegué a la oficina. Como era de esperarse todas las luces estaban apagadas, excepto la oficina de mi madre.
Me quedé sorprendido. El corazón me latía fuerte. Mi mente sospechaba algo pero quería confirmación afirmativa. Me imaginaba a mi madre y Rafael. Comencé a caminar despacio y sigilosamente y a medida que me acercaba comenzaba a escuchar gemidos de placer y que alguien hablaba. Yo no sabía si confirmar mi corazonada. Tenía sentimientos encontrados como de enojo, miedo y también de morbosidad.
Yo oía claramente las voces y las reconocía pero me negaba a aceptarlo. No voy a negarlo pero el corazón me palpitaba y dudaba pero decidí asomarme por la puerta y voy viendo aquel cuadro: ambos completamente desnudos, mi mamá subida en un sillón agarrada del respaldo viendo a la pared, las nalgas paradas y las rodillas apoyadas en el asiento y Rafael parado dándole por el culo.
-Dame más, dame más, daaaaaaame maaassss! Decía mi mamá mientras movía la cabeza para arriba y hacia atrás.
Ella contorsionaba el cuerpo, movía el culo hacia atrás pidiendo más verga sin soltarse del sillón. Rafael no hablaba sólo se esforzaba en meterle más la verga. La tomaba de la cadera y le sobaba las nalgas morenas. Las tetas de mamá sólo se movían de arriba para abajo.
Por mi parte me quedé quieto, no sabía qué hacer, pero la morbosidad era inmensa. Tenía una erección bárbara.
-Qué rico! Me acuerdo que yo decía en mi mente. De repente me estaba masturbando viendo aquel espectáculo. No le despegaba la vista a las nalgas de mi mamá. Nalgas grandes, morenas, llenas de carne. Me gustó lo que veía. Me excitó demasiado ver que a mi madre se la metían y ella gozando como loca.
De repente, Rafael dejó de penetrarla, se agachó y comenzó a mamarla. Le metía la lengua por todos lados. Le besaba los cachetes, se los abría y cerraba, le metía un dedo en el culo y le daba masajes en el clítoris.
-Qué delicioso papito! Qué riiiico! Ay, ay, ay papito! Ay, ay! Repetía a cada momento.
Yo continué masturbandome hasta que terminé. Creo que ha sido una de las veces que más leche he tirado. Al terminar decidí retirarme y dejar que continuaran cogiendo. Camino a casa no dejaba de pensar lo que acababa de ver. Volvía a tener erección y sentía deseos de ser yo quien le metiera la verga a mi mamá. No eran celos sino lujuria. Me daba risa nerviosa de recordar a mamá, de cómo la tenían, jamás me la hubiera imaginado así.
No estaba enojado sino sorprendido. Sentía morbo y deseo de hacerlo con ella, después de verla desnuda y cómo gozaba con la verga de Rafael. En mi mente pasaban una y otra vez las imágenes de mi mamá pidiendo más verga, de esas nalgotas ricas y tetas grandes moviéndose de un lado a otro disfrutando el sexo.
Después de ese día la forma cómo veía a mi madre cambió del todo. Sin embargo, ella no era muy dada a andar por la casa en camisones transparentes ó mostrarse semi desnuda ó llamarme cuando estaba en la ducha. Sencillamente ella no era así. Pero yo por lo que había presenciado no me quitaba de la mente el hecho de volverla mi amante. Pensaba cómo poder hacer el amor con ella, cómo tocarla, besarla y acariciarla. De cómo yo podía lograr ese acercamiento inocente y morboso.
La miraba como mujer madura deseable y apetecible. Mi trato hacia ella cambió, era más servicial, cariñoso y cuando se daba la oportunidad le rozaba las nalgas ó las tetas, la abrazaba y le pegaba mi bulto. A veces la abrazaba por atrás y le pegaba la verga a sus nalgas. Nunca me dijo nada. Ni siquiera sé hasta hoy si se dejaba hacer por placer ó por amor maternal. El tiempo seguía transcurriendo. Los meses pasaron casi siempre con la misma rutina. Una movida del destino hizo que Rafael tuviera que salir del país, tenía que acompañar a una de sus hijas enferma de cáncer.
Mi mamá sintió su ausencia. Pasaba triste, decaída; se le notaba que extrañaba a su amigo y las cogidas que se daban. Un día la encontré sollozando en su oficina, estaba con los ojos rojos, bastante pensativa, sentada en el sillón donde gozaba con Rafael. Me acerqué y la pregunté qué le pasaba y ella comenzó a decirme:
-No me he sentido bien estos días. Primero tu papá nos dejó, con todo hemos salido adelante. Luego Rafael que me hacía a veces compañía y yo tenía con quien platicar tuvo que irse. Pero así es la vida hijo. Como sea hay que seguir adelante. Después de esto se levantó y siguió hablando cosas por el estilo. Yo continuaba sentado escuchándola y observando su cuerpo.
-Así es mamá –le respondí mientras me paraba y la abrazaba. -Tenemos que continuar nuestras vidas. Mi mente estaba en conflicto, pero pudo más mi morboso deseo. La abracé fuerte. Podía sentir sus tetas apretujadas en mi pecho y mis manos se bajaron casi hasta sus nalgas, pero no tuve valor de continuar.
-Gracias por tu apoyo, hijo. Tú siempre has estado pendiente de todo. Al decir esto se dio vuelta, la solté pero volví a abrazarla y esta vez le rodeé las tetas con mis brazos y la verga estoy seguro que la sentía en sus nalgas.
-No te preocupes mamá- le dije. Cuando se fue mi papá tú me dijiste que tomaría su lugar y he tratado de hacerlo. Pero de hoy en adelante quiero que confíes más en mí y me tengas más confianza. Quiero que te sientas protegida y apoyada por tu hijo.
Poco a poco yo había movido una de mis manos y la tenía sobre una de sus tetas y podía percibir claramente que estaba excitada, sentía el pezón parado y bien duro. Yo continuaba hablando pero también le apretaba la teta. A los segundos ya ni coordinaba bien mis palabras de lo excitado que estaba. Ella tampoco y no se movía sino seguía pegada a mí. Luego reaccionó y se retiró, dándome un beso en la mejilla:
-Voy a seguir tu consejo Fede. Ya eres todo un hombre y la persona que tengo más cerca. Tú eres mi único apoyo.
Mientras me decía esto nos habíamos tomado de las manos. Una la tenía abajo y le tocaba su pierna cerca de su monte de Venus y con la otra le aplastaba una teta. Pude ver que estaba excitada y le gustaba lo que sucedía. Disimuladamente volví a abrazarla solo con una mano reiterándole mi apoyo mientras que con la otra, me armé de valor, y la acerqué a su chocha y se la apreté. Siempre teníamos las manos entrelazadas. Con el dorso de mi mano pude sentirla: era grande y esponjada. Sentí perfectamente el colchoncito de su vulva. Esta situación duró unos pocos segundos, pero para mí fueron una maravilla. Mamá por supuesto se dio cuenta que la toqué.
-Gracias hijo por tu apoyo –me dijo y volvió a besarme en la mejilla.
Esta vez me apretó tanto que tuve que sacar la mano de abajo y la rodeé de la cintura. -De hoy en adelante Fede las cosas cambiarán y seremos más unidos, tú y yo! Te quiero mucho! Gracias! Me dijo esto y me soltó.
Estaba agitada, sus ojos le brillaban, no coordinaba bien sus palabras y sus pezones se traslucían en la blusa. De reojo me veía el paquete. Con disimulo me miraba como se notaba la verga en mi pantalón. Yo no sabía si lanzarme en el momento ó esperar. En mi mente corrían muchas cosas, pero tenía miedo, sentía temor y sobre todo aquella angustia del rechazo y el escándalo. Eran unos segundos cruciales.
Todo cambió cuando de repente me dijo,
–Bueno hijito, ¡hay que trabajar! y comenzó a ver unos papeles en su escritorio haciéndose la desentendida.
Me retiré directamente al baño a darme una señora jalada de pito. Me la jalé como tres veces y terminé como loco. Me quedé con ganas. Me quedé con deseos de meterle la verga, de manosearle el culo y las tetas. Tenía ganas de regresar a su oficina y seguir el juego.
Quería más, pero no de forma asolapada, sino sabiendo ambos lo que estábamos haciendo. Sin embargo pensé que hasta mucho había logrado. La había tocado prácticamente todo lo que yo quería y ella había sentido mi excitación y no había dicho nada. Mi mamá que era muy seria y tradicional estaba cayendo sin quererlo, ella por lo menos creo, en una situación de amor filial.
Después de esta iniciación las cosas de verdad cambiaron, era más comunicativa, más cariñosa y me tomaba más en cuenta. Se acercaba seguido a mi oficina a chequear como andaban las cosas. Yo mantenía las sillas para los clientes a una distancia siempre prudencial por si llegaba alguna mujer poder verle las piernas. Una tarde como a las 6 estaba bastante ocupado, yo creía que todos se había marchado cuando mamá se apareció y se sentó frente a mí:
-Parece que estás preocupado por esos reportes Federico –me dijo.
Me di vuelta y allí estaba sentada frente a mí, con las piernas cruzadas. No pude ocultar mi alegría y mis ojos fueron directamente a sus piernas. Se veía lindísima. La falda le llegaba arriba de la rodilla, sobre sus muslos, dejando ver su hermosa pierna. Ella por supuesto notó que la miraba y pretendió no haberse fijado. Siguió en su posición y tomó uno de los folders del escritorio y comenzó a "leerlos".
-Quería terminarlos para estar tranquilo el fin de semana –le dije y disimuladamente le veía la pierna. Seguimos platicando cosas de trabajo y de repente cambió la pierna, pero esta vez sé que lo hizo con deseos que yo la viera y así fue porque le alcancé a ver el calzón blanco que vestía.
-Yo estoy algo cansada hijo. Aaaah! ¡Quiero relajarme un rato! dijo estirando los brazos hacia arriba. -Vamos a ver! –le dije mientras me levantaba y me ponía atrás de ella. Te voy a dar un masajito para que te relajes. Ven, pásate a esta silla. -Ay, gracias qué considerado Fede.
Y comencé con los hombros. Donde estaba sentada me facilitaba acercarle mi paquete que ya estaba pronunciado. Ella otra vez lo había notado y lo miraba de reojo.
-Ahora te voy a hacer en el cuello –le dije, y me acercaba topándole la verga al hombro. -Aaay qué rico! ¡Seguí así! Qué rico se siente Federico. Así continué unos minutos cuando me sorprendió que me dijera: - ¿Y por qué no me lo haces en mi oficina?. Vamos, allí está aquel sillón y así me acuesto, OK?
Se levantó y yo la seguía por el pasillo. No dejaba de verle las nalgas y me tocaba la verga. No creía lo que estaba pasando, estaba bien caliente y me disponía a tocar a mi madre, mi diosa.
-Me voy a poner boca abajo –me dijo.
Se quitó los zapatos y una chaqueta que usaba y se acostó en el sillón. El mismo donde Rafael la cogía. Esto no es casualidad me dije. Me voy a aventar y que todo me salga bien. La falda se le había subido y podía verle los calzones. Estaba que la verga me reventaba y ya en el pantalón se notaba lo excitado que me estaba poniendo. Comencé otra vez por los hombros, le daba masaje y se los acariciaba. Ella solo respondía con gemiditos de aceptación.
-¿Sabes qué? ¿Y por qué mejor no te quitas la falda y la blusa? –le pregunté. Así vas a estar más cómoda y yo voy a hacer mejor mi trabajo. -Tienes razón –me dijo y se quitó la blusa sin mirarme.
Vestía un brassier blanco con encaje, las copitas transparentes que dejaban ver el inicio de sus aureolas. Qué espectáculo. Luego le ayudé a desabrocharse la falda y quedó con todo el culote moreno a mi disposición. Las medias eran pantaletas como otro calzón encima del ya puesto. Rápido se dio vuelta y no pude apreciar nada solo el gran monte de Venus y lo oscuro de la mata de vellos púbicos.
-Uuuy! Me da vergüenza que me veas asiiiií! Mientras se acostaba otra vez boca abajo. Yo no sabía por dónde empezar. Se veía tan buena, tan deseable, tan comible. -No te preocupes. Relájate que de eso se trata –le dije y esta vez empecé sobándole la espalda.
Le daba masaje y la acariciaba. Subía mis manos hasta su cuello, hombros y bajaba por su espalda hasta la frontera con las nalgas. Le apretaba la cintura fuertemente las orillas de las piernas hasta llegarle a tocar los pies que también se los apretaba.
-¿Verdad que te gusta? le pregunté. Le daba masaje en un lado y después en otro para no despertar sospechas ó rechazo. -Aay Fede hijo! Qué rico se sieeente! Ummm, ummm, uuumm!-me decía y yo seguía concentrado en mis caricias y masajes.
Es hoy o nunca me dije. Ya no hay vuelta atrás y comencé a tocarla más en forma: le apretaba la pelvis y con el dedo gordo le sobaba lo que podía de sus nalgas. Me subía a su espalda y regresaba a sus piernas se las agarraba toda y topaba mis manos a su culo. Le flexionaba las piernas para que su chocha quedara a mi vista, cuando le escuché decir:
-Hi...jo! Hi...jo! Aaaay! Hace tiempo hubieras comenzado a darme estos masajes! Qué ri...co se sieeente.
Yo no contesté sino que comencé a desabrocharle el brassier y le levanté un poco para que los tirantes quedaran sobre el sillón. Mi mamá no dijo nada solamente se dejó hacer. Me quité los zapatos, me subí al sillón y le daba masajes en la espalda, le tocaba la orilla de las tetas y mamá no decía nada solo daba gemiditos de placer. Le topaba mi verga al culo. Le arrimaba todo mi paquete y ella continuaba saboreando el placer que su hijo le daba.
Empecé a masajearle las nalgotas morenas sin protesta alguna de ella. Se las acariciaba fuerte. Toda la nalga hasta donde terminaban y así estuve un buen rato. Le pasaba las manos por las nalgas apretándoselas sin ningún miramiento, pasaba por las piernas y terminaba en sus pies flexionándolos. Comencé a bajarle las panty medias que andaba, pero lo hice l-e-n-t-a-m-e-n-t-e. Recuerdo perfectamente que le metí las manos por su barriguita para agarrarlas y no bajarle el calzón por equivocación. Se las iba bajando y la iba tocando.
Le acaricié todas las nalgas sin reparo ni remordimiento, seguí con sus piernas hasta que llegué a sus pies. El calzón que usaba no le cubría toda la nalga. Sentía el olor a sexo. Sentía que la vulva la tenía húmeda. Se percibía aquel olor inequívoco de semen y líquido femenino. No puso objeción. Se mantuvo callada. Solo levantó la cabeza y me volvió a ver con cara de "quiero verga", con cara llena de lujuria y deseo.
–Ponlas en el escritorio –me ordenó. -Y si quieres quítate tu también los pantalones para que estés más cómodo –me dijo y volvió a recostar la cabeza hacia el lado donde podía verme.
Me veía mientras me quitaba la ropa y cerraba los ojos por unos momentos. Creo que en este punto ya ambos sabíamos que no había marcha atrás. Ambos sabíamos en qué iba a terminar todo este juego. Mamá no decía nada. Solo me miraba mientras me quitaba los pantalones y me quedaba en calzoncillo que estaba todo mojado. También me quité la camisa. Mi erección era evidente. El corazón me latía a mil. Ya no tenía vergüenza. Arreglé mi ropa y la puse junto a la de mi madre. Ella tampoco dijo algo.
Éramos dos amantes todavía ganosos, que se deseaban pero no terminaban de dar el paso definitivo. Me acerqué a mamá y ella solo me miraba a los ojos y observaba como tenía el calzoncillo, estaba inflado por mi verga parada. Estaba mojado de la eyaculación en seco que había tenido. No pronunciaba palabra. Comencé a acariciarle la parte descubierta de las nalgas. Quería sentir en mis manos sus piernas desnudas y se las tocaba hasta los tobillos, le acariciaba sus pies y dedos.
Ella sabía que ya no era masaje, era calentamiento para hacer el amor. Qué sensación más rica. Qué delicioso ver a su madre vencida ante el hijo a punto de ser poseída. No tengo palabras para expresar lo intenso de esa experiencia. Aún hoy, muchos años después, no he tenido erecciones como la de ese día.
-Hiii...jo! Fe...eede -gemía. -Ah. Ah... ¿qué estamos haciendo? decía suavemente. Le abrí un poco las piernas y me acerqué como si ya estuviera penetrándola y le metía la mano para tocarle lo que podía de las tetas. Bajaba mis manos por su cintura y regresaba sobándole las tetas. Mi mamá ya cómplice y anuente a mis caricias se levantaba un poquito para darle más campo a mis manos. –Hiii..jo, hiii...jo! repetía y yo seguía.
Me quité el calzoncillo y comencé a bajarle el panty. Se lo dejé a la altura de las rodillas. Estaba tan mojado como mi calzoncillo y comencé a besarle las nalgas. Le mamaba las nalgas y le daba besos sonoros. Se las abrí e hice que se pusiera de perrito y comencé a mamarle la chocha. La agarraba de las piernas e incrustaba toda mi cara en medio de sus nalgas. Le tomaba los cachetes del culo y se los abría para darle lengua en el culo.
-Hiii..iiijo, nooo! Fee..de esto nooooo eee..stá bi...eeen! No o o o o! –repetía mientras se contorsionaba gozando de la mamada que le propinaba. Le agarraba las tetas, le besaba las nalgas, casi se las mordía de la excitación. Era increíble. Era como un sueño.
-¿Te gusta mamita? le preguntaba. Aaaaaay, Feeederico! Síii ...hii..jooo! Daaame, daaaame riiico papi! ¿Qué hemos hecho? –preguntaba con la voz entrecortada mientras le metía toda la lengua en su vulva.
Le saboreaba todos sus líquidos. Me quedaban pelos en la lengua y boca. Me puse de pie y comencé a meterle la verga. Qué delicia! Qué sabroso sentía! Ella se acomodó como la ponía Rafael y sólo daba gemidos. Con un dedo le tocaba el ojete y más se retorcía. Le apretaba las nalgas y con los pulgares le masajeaba el hoyo del culo.
-Metéeeemela mi amoooor! Quiero sentirte hiiijo! Ay Feede! Feee...eeede! Comencé a chuparle el culo y la chocha. Le pegaba en los cachetes y comencé a penetrarla por el culo. Qué ricura. Ver a tu madre pidiendo más, y más, y más, y saboreando la verga de su hijo.
-Me veeengo, mamaaaá! Me veeee...eengo! le advertí cuando ella aceleró el culeado hacia atrás y terminé dentro de ella. Fue una explosión de placer. Ella dio un grito como nunca lo había escuchado. Solo se dio vuelta y comenzamos a besarnos como locos. Me metía la lengua hasta la campanilla, casi me mordía. Yo la abrazaba fuerte y le sobaba las nalgas, se las apretaba y seguíamos besándonos. Nos tiramos al suelo. Mamá me besaba, me tocaba y me miraba. Me volvía a besar y a abrazar.
-¡Gracias hijo! ¡Gracias mi hombre!-me decía. -¡Gracias a ti mamá! le contesté.
Después de esa tarde, nuestros encuentros fueron seguidos. Al inicio lo hacíamos todos los días en la oficina. Mi hermana jamás se enteró de nada. Después conocí a la que hoy es mi esposa con quien hemos procreado 3 hijos.
¡Gracias mama
0 comentarios - Como se fallo mi amigo a su mama