Lo miré mientras llevaba su copa a la boca, sentados los dos solos en la terraza. Los rayos de sol hacían que sus ojos verdes fuesen aún más inquietantes para mis sentidos. Estaba concentrado en su conversación por celular y no podía adivinar que, cada vez que sonreía, algo burbujea en mis venas.
No había tenido muchas oportunidades de admirarle su alta estatura, su lindo rostro, su cuello macizo, su espalda ancha, sus fuertes brazos y sus manazas.
Se me ocurrió que “si tiene esos dedazos, otro tanto debe tener entre las piernas” e imaginé como sería tenerlo sobre y dentro de mí, acariciarlo, arañarlo, saborearlo…
De pronto me miró por un instante y, por temor a que me pudiese leer el pensamiento, bajé la mirada.
-¡Como tarda Martín en regresar!- comentó.
-Es verdad …. ¿Se te acabó la cerveza? Voy a buscar otra lata en la heladera.– respondí
Amagué levantarme
– ¡No te vayas! Rara vez nos sucede estar los dos solos… –Javier me miró y sonrió. Yo no pude evitar revolverme de nervios en la silla.
– No… es cierto –repliqué titubeante.
– Y eso que hace mucho tiempo que nos conocemos ¿Cuántos años tenés de novia y esposa de Martín? – Al mencionar su nombre hizo que toda la fantasía se convierta en culpa, sin ni si quiera haber hecho nada.
– Vamos a cumplir 10 años juntos dentro de poco –recompuse el semblante.
– Te voy a contar un secreto, pero no se lo digas a Martín…-
Javier era fruto prohibido. Prohibidísimo. Era, desde mucho tiempo, muy amigo de mi esposo.
Esa tarde habían programado encontrarse en casa para ir, juntos, a una conferencia.
Llegó, lo hice entrar y le serví una cerveza, Estando los dos solos – mis dos nenas estaban en una fiestita en casa de sus primas – sonó el teléfono. Martín avisaba que se le había quedado el auto, estaba esperando el auxilio del Automóvil Club y, confiaba, no tardaría mucho.
Javier había optado por esperarlo.
Toda la tensión erótica quedó, momentáneamente relegada, por la expectativa del secreto a develar, con sus ojos clavados en mis ojos.
– Desde el día que te conocí, a duras penas, sofreno el impulso de entrarte. Hay algo en vos súper sexy… Quisiera matar a Martín por haber tenido la suerte de conocerte antes que yo.-
Me quedé estupefacta. No esperaba una confesión así.
Dejó esa frase en el aire y dio un trago a su cerveza. Yo me quedé totalmente bloqueada y también llevé mi copa a la boca para llenar ese silencio incómodo, pero me sentía un poco acalorada y confusa., Me incorporé para ir al baño a refrescarme un poco. Aturdida, trastabillé ligeramente. Javier, rápido de reflejos, se levantó y me agarró de la cintura.
– ¿Estás bien? –En lugar de sentirme ridícula, sólo puede pensar en lo increíblemente bien que olía él.
– Sí, sí, me levanté demasiado rápido, sólo es eso.-
Javier no me soltó. Al contrario, me apretó con más fuerza y, para mi sorpresa, pude sentir su erección entre mis piernas. ¡Mmmmm! Me separé, aunque no tan rápido cómo podía…lo percibido entrepiernas me “demoró”.
– Voy al baño un momento.- murmuré.
Me mojo con agua fría la cara intentando pensar con un poco de claridad. Tenía entendido que a Javier siempre le ha gustado tontear y tantear, pero había expresado clara y determinadamente que buscaba una relación amorosa conmigo, la esposa de su mejor amigo.
De hecho, al proponerlo, suponía que yo le haría eso a Martín.
¡Y no estaba desencaminado!!!
Pienso que soy una estúpida por pensar que, los humanos, somos rígidos en la observancia de una ley, un precepto o una regla.
Al abrir la puerta Javier estaba justo enfrente de mí.
– Te demoraste, y me preocupé. -
– Sólo me sentí algo mareada. Supongo que ha sido el calor y la cerveza.-
Apoyó su mano en mi frente con un gesto, supuestamente, tierno.
– Sí, estás con ardor… digo, estamos los dos inquietos, … calientes. –su expresión cambió a pícara, mucho más creíble que la anterior cariñosa
– Supongo que… -
No se apartó de mi camino.
-….Martín estará al llegar. –completé como pretendiendo disuadir.
– No creo. Tenemos tiempo… –
– ¿Para qué?-
Su mano bajó de la frente a la espalda y sigue descendiendo hasta acariciar lentamente mis nalgas. Creo que llegue a ronronear de placer como una gata lasciva, antes de oponerme – tibiamente – a su inadmisible intromisión.
– ¿Qué hacés? -
– Tocarte… desde mucho tiempo estoy con ganas de hacerlo, de saber cómo es de suave tu piel desnuda bajo este vestido.-
-¡Javier, Martín es tu amigo!-
-Y vos mi antojo. Él nunca va a saber si somos piolas-
Me subió la pollera y, con ambas manos asiendo – y amasando - mis nalgas:
– Son preciosas … deliciosas ¿Te lo han dicho alguna vez?-
Mi reacción fue “contundente”. Le comí la boca con mi boca y luego.
– No me hagas esto Javier. Por favor, no …. –
Pero él suelta una nalga y, con esa mano libre, pasa a magrear mi concha con ardor.
– Esto está mal Javier, … No debemos…-
– No debemos, pero queremos los dos y podemos….-
-….Martín está al llegar. No podemos –
-Tenés razón, hoy no podemos ….pero mañana o pasado …-
Asentí con la cabeza.
No besamos de nuevo, dando por sellado el compromiso contraído, y volvimos a la terraza, apenas a tiempo.
Cuando entró Martín, disculpándose por el contratiempo que lo demoró, crucé las piernas, como queriendo disimular la humedad que había entre ellas, tomé un sorbo de cerveza, para “ahogar” las perversas ideas que bullían en mi mente y “aquietar” las mariposas en mi bajo vientre.
Esa noche, literalmente, lo recontra cogí a mi marido – él chocho y extrañado - con la mente puesta en su amigo.
El “mañana o pasado”, por temas de agenda de trabajo de ambos, fue 3 días después de esa tarde de introito. Por teléfono convinimos tomarnos 3 horas de la tarde libres, almorzar juntos y dar cima al encuentro en un hotel transitorio.
A los postres, con algo de culpa, le dije:
-Javier, nunca tendría que haberme embarcado en esto con vos.-
-Todo lo contrario. Vas pensar en este día cada vez que nos volvamos a ver; te va a volver a la memoria incluso cuando estés con Martín; y no te das idea cómo me calienta eso.-
Urgidos, él, para “mojar el ganso” y yo para mojárselo, fuimos al céntrico telo Horizonte, ideal para la actividad sexual ilícita, en horario de oficina.
En la soledad del cuarto, luego de unos cuantos besos y abrazos desaforados, me quitó blusa y corpiño y metió manos en mi seno a la vez que su erección escarbaba entre mis piernas:
-En tu casa te dije que tus nalgas eran preciosas, tus tetas son fantásticas, asombrosas -
Mi boca suelta palabras y sonidos que brotan de mi cuerpo, sin el filtro de lo que está bien, de lo que está mal, de lo que debo hacer. Señorea lo que quiero hacer…
-¡Vamos a la cama, Javi!!! -
Como respondiendo a un mandato, Javier me levantó en andas y me llevó a la cama. Nos quitamos la ropa desordenadamente, como dos primitivos, en celo, que se dejan llevar por los instintos.
Acostada, abrí las piernas de par en par, para invitarlo a que me penetre pero, él sonrió y:
– Antes voy a saborearte…-
Levantó una de mis piernas y, de golpe y con ímpetu, pegó su boca a mi sexo.
“Martín nunca me hace esto”
Me sentí estúpida y ruin por pensar en mi marido en ese trance. Pero al sentir la lengua de Javier entre los labios vaginales y metiéndose en lo más íntimo de mí, la culpa se disipó. Creí que venía el primer orgasmo pero, él se detuvo, me dio vuelta boca abajo y, para mi sorpresa, comenzó a comerme lo que nunca nadie me había comido, mi anillito trasero. Abrí los ojos de par en par ante la intensidad de la sensación desconocida que, me gustaba y mucho. Una excitación violenta me abrasó sin piedad. Gracias a la lengua del mejor amigo de mi marido, tuve unos de los mejores orgasmos de mi vida y sin haber cogido aun.
Javier volvió a darme la vuelta y, sin más preámbulos que subírseme encima, me metió su verga en la vagina. El primer orgasmo me había dejado tan húmeda que su pene entró con facilidad hasta lo más hondo. El placer al sentir como su sexo duro acariciaba mi interior en cada una de sus embestidas, era alucinante. Me cogía, no con ese mete saca anodino habitual, se movía para presionar todos mis puntos sensibles, sin dejar de penetrarme con fuerza. Quería más, necesitaba más. Era una auténtica locura, una perdición, un viaje sin retorno. Nunca había sentido el sexo así, con tanto deseo, e iba al encuentro del orgasmo inapelable. Javier clavó sus ojos en mi mirada.
– ¡Gritá! ¡Gritá para mí! Enterame cuanto te gusta.-
Acabé con una intensidad, hasta esa tarde desconocida, con ímpetu y violencia haciendo vibrar mi cuerpo entero y gritando todo el placer que tenía escondido, Javier aumentó el ritmo y con un gruñido gutural –tipicamente masculino–, sacó su verga y se dejó ir sobre mi barriga, esparciendo semen profusamente.
Después de una higiene en el baño, exhausta y hechizada por esos ojos verdes, vuelvo con él a la cama. Cabeza a cabeza en la misma almohada:
-Lo siento, omití decirte que sos la mujer más hermosa y tengo la suerte de que me aceptaras-
Sonreí, halagada.
-Gracias por la misma sonrisa increíble de siempre.- murmura antes de besarme y darme vuelta boca abajo
-Por tu culito respingón, ya estoy de nuevo “al palo” – me susurró al oído. No tardé en sentir su cuerpo en mi espalda y su glande a la entrada de mi ano.
Había recuperado la erección y la gastó en mi culo. Fue la segunda cogida de la tarde digna de alabanzas por lo que gocé.
Fiel al proverbio “no hay dos sin tres”, casi jadeantes, aún, apenas recuperado el aire, no pude evitar poner cara de sorpresa al ver a Javier con su miembro erecto dispuesto a cogerme otra vez. Él me tomó de los tobillos me los separó, los alzó y llevó casi sobre mi cara, dejando mi concha expuesta, indefensa y sin perder tiempo, me penetró bien profundo hasta el cuello del útero.
-¿Te gusta coger conmigo, te gusta que te garche?- me preguntaba caliente, en voz alta.
-¡Sí, si cógeme con todo, no pares!- respondí casi susurrando.
-Más alto que no te escucho- replicó riendo él.
-¡Cógeme al mango, si, si, dame toda tu leche!- lo incité a la desmesura.
-¿Te gusta tener mi pija adentro?-
-¡Sí, no pares, la siento calentita y me llena toda!- volví a gritarle.
Siguió con el “mete y saca” con el valor agregado de besos y manoseo lascivo en mis tetas, nalgas y toda parte de mi cuerpo al alcance de sus manos, hasta que:
-¿Voy a acabarte, donde la queres Romina, donde queres la leche?- me gritó urgido por la culminación
-¡Toda dentro de mi concha Javi, llénamela!! ¡No te guardes ni una gotitaaa..!!-
El spray de su semen “disparó” mi orgasmo final de ese día irrepetible.
Hubo otros “encuentros”, pero el del estreno, fue lo máximo.
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No había tenido muchas oportunidades de admirarle su alta estatura, su lindo rostro, su cuello macizo, su espalda ancha, sus fuertes brazos y sus manazas.
Se me ocurrió que “si tiene esos dedazos, otro tanto debe tener entre las piernas” e imaginé como sería tenerlo sobre y dentro de mí, acariciarlo, arañarlo, saborearlo…
De pronto me miró por un instante y, por temor a que me pudiese leer el pensamiento, bajé la mirada.
-¡Como tarda Martín en regresar!- comentó.
-Es verdad …. ¿Se te acabó la cerveza? Voy a buscar otra lata en la heladera.– respondí
Amagué levantarme
– ¡No te vayas! Rara vez nos sucede estar los dos solos… –Javier me miró y sonrió. Yo no pude evitar revolverme de nervios en la silla.
– No… es cierto –repliqué titubeante.
– Y eso que hace mucho tiempo que nos conocemos ¿Cuántos años tenés de novia y esposa de Martín? – Al mencionar su nombre hizo que toda la fantasía se convierta en culpa, sin ni si quiera haber hecho nada.
– Vamos a cumplir 10 años juntos dentro de poco –recompuse el semblante.
– Te voy a contar un secreto, pero no se lo digas a Martín…-
Javier era fruto prohibido. Prohibidísimo. Era, desde mucho tiempo, muy amigo de mi esposo.
Esa tarde habían programado encontrarse en casa para ir, juntos, a una conferencia.
Llegó, lo hice entrar y le serví una cerveza, Estando los dos solos – mis dos nenas estaban en una fiestita en casa de sus primas – sonó el teléfono. Martín avisaba que se le había quedado el auto, estaba esperando el auxilio del Automóvil Club y, confiaba, no tardaría mucho.
Javier había optado por esperarlo.
Toda la tensión erótica quedó, momentáneamente relegada, por la expectativa del secreto a develar, con sus ojos clavados en mis ojos.
– Desde el día que te conocí, a duras penas, sofreno el impulso de entrarte. Hay algo en vos súper sexy… Quisiera matar a Martín por haber tenido la suerte de conocerte antes que yo.-
Me quedé estupefacta. No esperaba una confesión así.
Dejó esa frase en el aire y dio un trago a su cerveza. Yo me quedé totalmente bloqueada y también llevé mi copa a la boca para llenar ese silencio incómodo, pero me sentía un poco acalorada y confusa., Me incorporé para ir al baño a refrescarme un poco. Aturdida, trastabillé ligeramente. Javier, rápido de reflejos, se levantó y me agarró de la cintura.
– ¿Estás bien? –En lugar de sentirme ridícula, sólo puede pensar en lo increíblemente bien que olía él.
– Sí, sí, me levanté demasiado rápido, sólo es eso.-
Javier no me soltó. Al contrario, me apretó con más fuerza y, para mi sorpresa, pude sentir su erección entre mis piernas. ¡Mmmmm! Me separé, aunque no tan rápido cómo podía…lo percibido entrepiernas me “demoró”.
– Voy al baño un momento.- murmuré.
Me mojo con agua fría la cara intentando pensar con un poco de claridad. Tenía entendido que a Javier siempre le ha gustado tontear y tantear, pero había expresado clara y determinadamente que buscaba una relación amorosa conmigo, la esposa de su mejor amigo.
De hecho, al proponerlo, suponía que yo le haría eso a Martín.
¡Y no estaba desencaminado!!!
Pienso que soy una estúpida por pensar que, los humanos, somos rígidos en la observancia de una ley, un precepto o una regla.
Al abrir la puerta Javier estaba justo enfrente de mí.
– Te demoraste, y me preocupé. -
– Sólo me sentí algo mareada. Supongo que ha sido el calor y la cerveza.-
Apoyó su mano en mi frente con un gesto, supuestamente, tierno.
– Sí, estás con ardor… digo, estamos los dos inquietos, … calientes. –su expresión cambió a pícara, mucho más creíble que la anterior cariñosa
– Supongo que… -
No se apartó de mi camino.
-….Martín estará al llegar. –completé como pretendiendo disuadir.
– No creo. Tenemos tiempo… –
– ¿Para qué?-
Su mano bajó de la frente a la espalda y sigue descendiendo hasta acariciar lentamente mis nalgas. Creo que llegue a ronronear de placer como una gata lasciva, antes de oponerme – tibiamente – a su inadmisible intromisión.
– ¿Qué hacés? -
– Tocarte… desde mucho tiempo estoy con ganas de hacerlo, de saber cómo es de suave tu piel desnuda bajo este vestido.-
-¡Javier, Martín es tu amigo!-
-Y vos mi antojo. Él nunca va a saber si somos piolas-
Me subió la pollera y, con ambas manos asiendo – y amasando - mis nalgas:
– Son preciosas … deliciosas ¿Te lo han dicho alguna vez?-
Mi reacción fue “contundente”. Le comí la boca con mi boca y luego.
– No me hagas esto Javier. Por favor, no …. –
Pero él suelta una nalga y, con esa mano libre, pasa a magrear mi concha con ardor.
– Esto está mal Javier, … No debemos…-
– No debemos, pero queremos los dos y podemos….-
-….Martín está al llegar. No podemos –
-Tenés razón, hoy no podemos ….pero mañana o pasado …-
Asentí con la cabeza.
No besamos de nuevo, dando por sellado el compromiso contraído, y volvimos a la terraza, apenas a tiempo.
Cuando entró Martín, disculpándose por el contratiempo que lo demoró, crucé las piernas, como queriendo disimular la humedad que había entre ellas, tomé un sorbo de cerveza, para “ahogar” las perversas ideas que bullían en mi mente y “aquietar” las mariposas en mi bajo vientre.
Esa noche, literalmente, lo recontra cogí a mi marido – él chocho y extrañado - con la mente puesta en su amigo.
El “mañana o pasado”, por temas de agenda de trabajo de ambos, fue 3 días después de esa tarde de introito. Por teléfono convinimos tomarnos 3 horas de la tarde libres, almorzar juntos y dar cima al encuentro en un hotel transitorio.
A los postres, con algo de culpa, le dije:
-Javier, nunca tendría que haberme embarcado en esto con vos.-
-Todo lo contrario. Vas pensar en este día cada vez que nos volvamos a ver; te va a volver a la memoria incluso cuando estés con Martín; y no te das idea cómo me calienta eso.-
Urgidos, él, para “mojar el ganso” y yo para mojárselo, fuimos al céntrico telo Horizonte, ideal para la actividad sexual ilícita, en horario de oficina.
En la soledad del cuarto, luego de unos cuantos besos y abrazos desaforados, me quitó blusa y corpiño y metió manos en mi seno a la vez que su erección escarbaba entre mis piernas:
-En tu casa te dije que tus nalgas eran preciosas, tus tetas son fantásticas, asombrosas -
Mi boca suelta palabras y sonidos que brotan de mi cuerpo, sin el filtro de lo que está bien, de lo que está mal, de lo que debo hacer. Señorea lo que quiero hacer…
-¡Vamos a la cama, Javi!!! -
Como respondiendo a un mandato, Javier me levantó en andas y me llevó a la cama. Nos quitamos la ropa desordenadamente, como dos primitivos, en celo, que se dejan llevar por los instintos.
Acostada, abrí las piernas de par en par, para invitarlo a que me penetre pero, él sonrió y:
– Antes voy a saborearte…-
Levantó una de mis piernas y, de golpe y con ímpetu, pegó su boca a mi sexo.
“Martín nunca me hace esto”
Me sentí estúpida y ruin por pensar en mi marido en ese trance. Pero al sentir la lengua de Javier entre los labios vaginales y metiéndose en lo más íntimo de mí, la culpa se disipó. Creí que venía el primer orgasmo pero, él se detuvo, me dio vuelta boca abajo y, para mi sorpresa, comenzó a comerme lo que nunca nadie me había comido, mi anillito trasero. Abrí los ojos de par en par ante la intensidad de la sensación desconocida que, me gustaba y mucho. Una excitación violenta me abrasó sin piedad. Gracias a la lengua del mejor amigo de mi marido, tuve unos de los mejores orgasmos de mi vida y sin haber cogido aun.
Javier volvió a darme la vuelta y, sin más preámbulos que subírseme encima, me metió su verga en la vagina. El primer orgasmo me había dejado tan húmeda que su pene entró con facilidad hasta lo más hondo. El placer al sentir como su sexo duro acariciaba mi interior en cada una de sus embestidas, era alucinante. Me cogía, no con ese mete saca anodino habitual, se movía para presionar todos mis puntos sensibles, sin dejar de penetrarme con fuerza. Quería más, necesitaba más. Era una auténtica locura, una perdición, un viaje sin retorno. Nunca había sentido el sexo así, con tanto deseo, e iba al encuentro del orgasmo inapelable. Javier clavó sus ojos en mi mirada.
– ¡Gritá! ¡Gritá para mí! Enterame cuanto te gusta.-
Acabé con una intensidad, hasta esa tarde desconocida, con ímpetu y violencia haciendo vibrar mi cuerpo entero y gritando todo el placer que tenía escondido, Javier aumentó el ritmo y con un gruñido gutural –tipicamente masculino–, sacó su verga y se dejó ir sobre mi barriga, esparciendo semen profusamente.
Después de una higiene en el baño, exhausta y hechizada por esos ojos verdes, vuelvo con él a la cama. Cabeza a cabeza en la misma almohada:
-Lo siento, omití decirte que sos la mujer más hermosa y tengo la suerte de que me aceptaras-
Sonreí, halagada.
-Gracias por la misma sonrisa increíble de siempre.- murmura antes de besarme y darme vuelta boca abajo
-Por tu culito respingón, ya estoy de nuevo “al palo” – me susurró al oído. No tardé en sentir su cuerpo en mi espalda y su glande a la entrada de mi ano.
Había recuperado la erección y la gastó en mi culo. Fue la segunda cogida de la tarde digna de alabanzas por lo que gocé.
Fiel al proverbio “no hay dos sin tres”, casi jadeantes, aún, apenas recuperado el aire, no pude evitar poner cara de sorpresa al ver a Javier con su miembro erecto dispuesto a cogerme otra vez. Él me tomó de los tobillos me los separó, los alzó y llevó casi sobre mi cara, dejando mi concha expuesta, indefensa y sin perder tiempo, me penetró bien profundo hasta el cuello del útero.
-¿Te gusta coger conmigo, te gusta que te garche?- me preguntaba caliente, en voz alta.
-¡Sí, si cógeme con todo, no pares!- respondí casi susurrando.
-Más alto que no te escucho- replicó riendo él.
-¡Cógeme al mango, si, si, dame toda tu leche!- lo incité a la desmesura.
-¿Te gusta tener mi pija adentro?-
-¡Sí, no pares, la siento calentita y me llena toda!- volví a gritarle.
Siguió con el “mete y saca” con el valor agregado de besos y manoseo lascivo en mis tetas, nalgas y toda parte de mi cuerpo al alcance de sus manos, hasta que:
-¿Voy a acabarte, donde la queres Romina, donde queres la leche?- me gritó urgido por la culminación
-¡Toda dentro de mi concha Javi, llénamela!! ¡No te guardes ni una gotitaaa..!!-
El spray de su semen “disparó” mi orgasmo final de ese día irrepetible.
Hubo otros “encuentros”, pero el del estreno, fue lo máximo.
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7 comentarios - Su amigo fue mi … amigo.