El verano estaba siendo jodidamente largo y caluroso. Salir antes de las siete de la tarde a la calle era un suicidio y ni el agua de la piscina ni la de la playa ayudaban a aliviar esa sensación. Ante aquella situación, Gonzalo y yo habíamos llegado a un acuerdo para matar las tardes hasta que el sol daba tregua y podíamos salir a la calle.
Ambos vivíamos en una urbanización de adosados a las afueras de Málaga y ambos teníamos todas nuestras amistades en la ciudad por lo que antes de quedar con el resto de amigos, todos los días después de comer quedábamos para jugar a la consola en nuestras casas. Un día iba yo a la suya y al día siguiente venia el a la mía. Así durante todo el verano desde que acabamos la selectividad.
Gonzalo y yo nos conocimos en el colegio con tres años y desde entonces habíamos sido uña y carne, nuestras familias se conocían de sobra y no teníamos ningún problema en ir de una casa a otra sin avisar.
Así pues, cierto día indeterminado de agosto me planté en su casa a las tres de la tarde esperando seguir con nuestro pique en el GTA V. Me abrió la puerta su madre, lo cual de entrada me extraño, y yo sin esperar su invitación entre directamente.
—Gonzalo no está… Acaba de irse a… La verdad es que no se ha donde ha ido.
—Ah, vaya— contesté cortado— Entonces igual mejor me voy.
—O si quieres espérale aquí, no sé lo que tardará pero no creo que haya ido muy lejos.
Y directamente Sonia, que así se llamaba, cerró la puerta. Me encogí de hombros y caminé hacia el salón. Me senté en el sofá y encendí la tele. Sonia entró detrás y se sentó junto a mí con el móvil en la mano.
Estuve viendo las noticias durante unos minutos con un silencio sepulcral pues Sonia no levantaba la mirada del teléfono. Saqué el mío decidido a llamar a Gonzalo y preguntarle donde cojones estaba y en ese momento vi un mensaje suyo recibido hacia algo más de media hora en el que me decía que no me pasara por su casa esta tarde, que le había surgido una bomba y que ya me contaría. Me metí el móvil en el bolsillo y cuando fui a levantarme pues estaba claro que Gonzalo no iba a aparecer y estaba perdiendo el tiempo Sonia me hizo una pregunta que me dejo helado.
—¿Qué significa… MILF?
La miré de arriba a abajo. Sabía que había tenido a Gonzalo muy joven, entre los dieciséis o los diecisiete años, intuía que ella no llegaba a los cuarenta y jamás la había conocido con pareja. Tenía el pelo castaño, ondulado y largo, a juego con sus ojos color miel y su moreno natural de piel que realzaba aún más con el camisón blanco de tirantes que se llevaba puesto. Desde mi posición veía a través de su escote como no llevaba sujetador y veía casi sus pechos por completo. Por fuera sus pezones se marcaban endurecidos contra el camisón y terminaba de ver el resto de sus bonitas tetas que no alcanzaba a ver. Tenía una ligera tripilla pero igualmente sexy y el camisón que finalizaba poco más debajo de su cintura me dejaba ver sus preciosas piernas cruzadas y unos muslos a los que hubiera hecho un traje de saliva en cualquier momento. Hasta sus pies ataviados con unas sandalias de los chinos y las uñas pintadas de rojo intenso eran atractivos.
Desde luego ella era una MILF. Alguna paja había caído pensando en ella aunque el echo de ser la madre de mi mejor amigo me hacía cortarme un poco en mis pensamientos impuros.
Creo que me puse rojo sin saber que responder. Sonia volvió a mirar al móvil y repitió.
—Eme, i, ele, efe. Milf. ¿Qué significa eso?
Y planto su mirada en la mía esperando respuesta.
—Significa…—Dije con un hilo de voz— Mother I’d like to fuck—Dije de carrerilla y poniendo el mayor acento que pude.
—En cristiano, que yo de inglés ni papa— Y su mirada siguió fija en mí.
Notaba su pierna desnuda rozarse contra la mía y eso me ponía más cardiaco aun.
—¿Has visto American Pie?— Pregunté inocentemente a lo que ella me negó con la cabeza— pues en esa película lo traducen como MQMF.
—¿Y qué es?
Tragué saliva.
—Madre que me fo..lla..ría— Y volví a tragar saliva.
—¿Cómo? O sea…
—Que no tiene por qué ser madre— Dije intentando arreglarlo— Puede ser mayor, o madura, más que el chico que es más joven por eso, es digamos algo, más que él porque entonces ya no sería eso…—No sabía ni que estaba diciendo, su pierna seguía rozándose con la mía y para colmo mi polla comenzaba a revolverse bajo mis slips fruto de las vistas que me ofrecía.
—¿Eso os pone? Que ella sea mayor que…
—Shhhh— Quise decir que si pero casi no me salía la voz. Afirmé con la cabeza.
—Quiero decir ¿Yo por ejemplo sería una MILF de esas para ti?
A tenor de su cara creo que lo preguntó sin pensar y solo en el momento en el que terminó la pregunta se dio cuenta de lo que me acababa de preguntar.
—Que no digo si tú me fo..lla… digo que…
Mis ojos se iban irremediablemente a su canalillo y mi polla comenzaba a golpear contra mi pantalón pidiendo libertad. Casi la misma que pedían sus pezones a través de su camisón. Volvimos a clavar nuestras miradas. Sonia se mordió los labios… y se lanzó hacia mí.
Metió una mano a través de mi melena y junto sus labios con los míos. Nuestras lenguas se entrelazaron y comenzaron un amplio intercambio de saliva. Su otra mano se posó suavemente sobre mi paquete, casi con miedo. Yo la rodeé con un brazo de la cintura y deje mi mano en el comienzo de su culo.
—¿Te pongo?— Me preguntó separando los labios.
Aquello parecía una maldita película porno. Estaba claro que me la iba a follar allí mismo y encima no me lo había tenido que currar tan poco para echar un polvo en mi vida.
—¿Si me pones? Mira.
Aparté su mano de mi paquete para desabrochar los botones de mi pantalón y bajar el slip dejando asomar mi polla totalmente erecta y gruesa con las venas a punto de reventar.
—Joder tío…—Rio nerviosa agarrando mi polla y volviéndome a besar.
Comenzó a pajearme suavemente casi al mismo ritmo que meneaba su lengua en el interior de mi boca. Esta vez sí me dediqué a magrear su culo y sus tetas con ambas manos.
—Vamos arriba, vamos a tu habitación— La sugerí casi ordenando.
—¿Quieres que vayamos a mi cama eh?
Salió ella delante de mí para subir las escaleras que llevaban a la segunda planta donde se encontraban las habitaciones. Caminé sujetando mis pantalones con la polla fuera hasta que su culo quedo a la altura de mi cara mientras subíamos las escaleras. Aproveché ese momento para levantarle el camisón por detrás y ver sus preciosas nalgas con un fino tanga blanco entre ellas.
—Que culazo tía…
Cuando terminamos de subir la agarré de la cintura dándola la vuelta y la besé empotrándola contra una pared. Agarré su culo con ambas manos clavando mi polla contra su vientre. Me devolvió el beso y rodeó mi cintura con sus piernas quedando en el aire completamente. Yo deje caer mis pantalones y slip quitándomelos ayudado con los pies y dejándolos en el suelo tirados.
—Que sepas que eres una pedazo de MILF y me voy a quedar supera gusto follándote— Yo me había venido arriba.
Caminé hasta su habitación con ella sobre mí y la tiré sobre su cama quedando abierta de piernas con sus pies sobre mis pectorales. Sonia estiraba sus brazos para alcanzar y masajear mi polla.
—Venga ¿A qué esperas para follarte a esta MILF?— Me incitaba.
Agarré sus tobillos y comencé a besar uno a uno sus deditos de los pies.
—Primero te voy a comer enterita Sonia.
Fui bajando besando sus gemelos hasta llegar a sus rodillas. En ese momento la dejé abierta de piernas y me arrodillé en el suelo. Subí lamiendo sus muslos hasta llegar a sus ingles y recibir en mi nariz su aroma a hembra en celo.
—Y voy a comerte este coñito hasta que estés a punto de correrte, y luego te la meteré entera de un golpe.
—Ufff venga cómetelo, que caliente me tienes.
Olí su coño de nuevo y lo besé por encima del tanga apreciando lo mojado que lo tenía ya. Lamí su tanga aspirando sus sabores y lleve un dedo dispuesto a apartarlo a un lado.
—¡Espera!— Me gritó Sonia tirándome del pelo y alejándome su coño de mi— He oído algo.
Se levantó corriendo de la cama y bajándose el camisón.
—Entra al baño, entra al puto baño que he oído la puerta.
Me metió a empujones en el baño privado que tenía en su habitación.
—Mi ropa joder, está en el pasillo— Atiné a decir.
Sonia salió corriendo, la cogió y entró en el baño conmigo echando el pestillo llevándose las manos a la cabeza.
—Es mi hijo joder… ¿Qué estamos haciendo?
—A ver, tranquila… Me visto y salimos como si nada.
—¡No! Escucha… no está solo.
Pegamos la oreja al suelo y efectivamente escuchamos como no estaba solo. Yo enseguida reconocí la otra voz.
—Es Bea. Es de nuestra clase. Gonzalo lleva todo el puto año detrás de ella ¿Se la trae a casa estando tú?
—No joder… le dije que iba a ir al centro a hacer compras, joder… que mierda todo. Por tu culpa gilipoyas, que me has… Joder…
—¿Yo? Te has lanzado tú a sobarme el paquete.
—Ya lo sé, joder, déjame que estoy muy nerviosa.
—Pues entonces no te voy a decir que me has traído el pantalón pero te has dejado mis calzoncillos tirados en el pasillo.
Sonia se quedó pálida. Se tiró al suelo donde había dejado mis pantalones echos una bola y comenzó a buscar desesperadamente entre ellos mi slip.
—No están, ya he mirado yo. Sal fuera y cógemelos.
Demasiado tarde. En ese momento oímos las pisadas de Gonzalo junto a Bea subiendo por las escaleras de madera. Sonia se quedó en el suelo con cara con los ojos llorosos. Me puse los pantalones y me senté junto a ella abrazándola y tratándola de tranquilizar.
—Estate tranquila. Ahora en cuanto tu hijo le de caña a esa tía fijo que se van y podemos salir. Y fijo que van tan cachondos que ni ven mis calzoncillos.
Repetí frases por el estilo varias veces mientras Sonia me miraba con cara contrariada, seguramente pensando que de alguna manera su hijo se daría cuenta. Su desesperación había pasado a la desolación.
—Por cierto— La dije susurrando— ¿A que vino lo de la pregunta? ¿De dónde sacaste lo de MILF?
—¿Te lo cuento? Bueno, total ya que más da… Estaba leyendo un relato erótico y lo vi. Por eso lo pregunte sin mala intención.
—Ahh, ¿Y de que iba el relato?
—No te lo vas a creer. Era de una divorciada que se encuentra en casa con el mejor amigo de su hijo y se lo tira en la cocina. Reconozco que me he sentido un poco identificada con el relato y…
—Y cuando me has visto como soy irresistible te he puesto cachonda jeje
Conseguí arrancarla una sonrisa justo en el momento que los gritos de su hijo nos sobresaltaron.
—¡CHUPAME LA POLLA ZORRA DE MIERDA!
Escuchamos a través de la puerta. Personalmente nunca había visto así a Gonzalo. Sonia y yo nos miramos asustados.
—¡QUE ME LA COMAS PUTA, QUE SOIS TODAS UNAS PUTAS!
—¡QUE TE JODAN SUBNORMAL, QUE TE FOLLE TU PUTA MADRE TARADO!
Escuchamos un par de golpes contra una pared y a alguien bajar abruptamente por las escaleras.
—¡PUTA! ¡ZORRA! ¡LE VOY A DECIR A TODO EL MUNDO LO PUTA QUE ERES!
Escuchamos un portazo lejano y a Gonzalo seguir gritando por toda la casa llamando putas repetidas veces a todo el género femenino. Tras unos cuantos minutos le escuchamos bajar por las escaleras e irse de casa pegando un nuevo portazo.
—Coge tu calzoncillo y lárgate ahora mismo— Me dijo Sonia al instante.
—¿No vamos a acabar lo que…?
—Fuera de mi casa. Largo.
Me dirigí corriendo a mi casa con un dolor de huevos terrible. Entré al baño sin saludar a nadie y comencé a machacármela aun con el olor del coño de Sonia en mi nariz. Pensaba en cómo me la hubiera follado allí mismo en su cama cuando mi móvil empezó a vibrarme en el bolsillo incesantemente. Llamada entrante de Gonzalo. El cabrón primero me jodió el polvo y ahora me iba a joder la paja.
No me quedo más remedio que contestarle. Notablemente nervioso a través del teléfono me pidió si podíamos vernos urgentemente en el bar de la urbanización. Como no. Pospuse mi paja para la noche y me dirigí al bar. Cuando llegué Gonzalo iba por su cuarta cerveza.
—¿Qué pasa tío? ¿Dónde andabas hoy?— Le salude con el golpe en el hombro y sentándome enfrente de él.
—Llevo una semana liándome con Bea.
—¡Hijoputa! Al final te la has hecho ¿eh?— Respondí fingiendo una sonrisa.
—Hoy mi madre se iba a ir de compras así que quedamos en venir a mi casa para follar…
—Pffff La habrás puesto fina filipina espero…
—No. No hemos hecho nada. ¿Sabes porque? He entrado en mi casa y he visto unos calzoncillos en el suelo.
Los míos. Me hice el sorprendido.
—¿No te la has tirado porque te habías dejado unos calzoncillos en el suelo? ¿Tan exquisita es?— le pregunté haciéndome el tonto.
—No eran míos.
—¿No? ¿Entonces…¿
—Son de algún hijo de la gran puta que se está follando a la puta de mi madre— Abrí los ojos todo lo que pude y abrí la boca tratando de mostrarme más sorprendido aun— Se me fue la olla y lo pagué con Bea, la llame puta y demás sin merecerlo y se piró sin follar pero ahora mismo eso me la suda, al hijo de la gran puta ese que se folla a mi madre en mi puta casa lo voy a pillar y lo voy a reventar a ostias. Te lo juro— Terminó dando un puñetazo sobre la mesa.
—¿Y qué piensas hacer?
—De momento voy a seguir a mi madre hasta cuando vaya a mear. Estos días te vienes a mi casa por las tardes. No va a estar sola ni un segundo.
Se complicaba mi objetivo de follármela. Cuando regrese por la noche a mi casa y en la intimidad de mi habitación recordé la tarde con Sonia y aun teniendo presentes las palabras de mi amigo Gonzalo en mi mente, tuve que pelármela como un mono. Me follaba a Sonia en su baño mientras Gonzalo nos buscaba por toda la casa. Me daba cierto reparo por la situación de mi colega pero al mismo tiempo el morbo era inaguantable.
Como habíamos quedado, al día siguiente fui a su casa. Iba nerviosillo pues no sabía con qué actitud me trataría Sonia ni cuál era la situación exacta entre madre e hijo. Me abrió la puerta Sonia con unos shorts negros y una camiseta de tirantes naranja. No pude evitar devorarla con la mirada.
Ella me recibió con total normalidad y me indicó que Gonzalo estaba en la sala. Pasé y me senté con él.
—He estado mirándole el móvil y nada, ni un mensaje del hijo de la gran puta— Así me había bautizado—, ni una llamada ni nada, solo whatsapps con algunas zorras como ella— Me dijo en voz baja.
—¿No te estás pasando? Tío, piensa que… Tú también andas follando con todas las que puedes, te las traes aquí cuando puedes… Ella también tendrá sus… necesidades, yo que se…—Dije tratando de suavizarle.
—No. Mi madre no se va a comportar como una puta en mi propia casa— Sentenció.
Y la verdad es que su exagerado machismo me incitaba más aun a lanzarme a por su madre y penetrarla en todas las posturas posibles. Cada vez que la veía pasar por el pasillo mi mirada se desviaba hacia ella para observar su espectacular figura y sus preciosas piernas que ya había recorrido con la lengua y me moría por volver a recorrer. Tras un rato viendo la tele, me percaté de que entraba a la cocina así que me las ingenié para ir donde ella.
—Tráeme un vaso de agua joputa.
—No soy tu esclavo mamón, vete tú qué sabes dónde está la cocina.
—Vaya manera de tratar a tus invitados— Me levanté con satisfacción y me dirigí a la cocina.
Allí me esperaba Sonia de espaldas con la nevera abierta. Me acerqué por detrás y agarré con ahínco su culo.
—Vaya culito de MILF… Cueste lo que me cueste te acabaré follando.
Y me fui de la cocina dejándola con la respiración entrecortada.
Seguimos un rato más en el salón y decidimos subir a su habitación a jugar a la PlayStation. Tras un par de horas enganchados volvía a necesitar mi dosis de Sonia y excusándome en que tenía que poner a cargar el móvil, baje al salón. Allí encontré nuevamente a Sonia, esta vez tumbada viendo la tele.
Sin tiempo que perder agarré su cabeza y la besé casi por sorpresa.
—Quiero comerte el coño hasta que te corras. No lo olvides.
Y volví arriba con Gonzalo mientras Sonia resoplaba en el sofá.
No pude acercarme más a Sonia durante el resto del día debido al intenso marcaje de su hijo. Durante los dos días siguientes la rutina fue parecida. Aprovechaba los escasos segundos que tenía a solas con Sonia cuando me la encontraba por el pasillo o en alguna habitación para meterla mano, magrearla y decirla al oído alguna guarrada. Ella nunca decía respondía pero sí que meneaba su culo cuando yo me acercaba por detrás y la hacía notar mi paquete sobre él, o me palpaba el paquete con la mano disimuladamente dejando claras muestras de que ella lo deseaba tanto como yo.
Mi oportunidad llegó el último día de la semana. Estaba viendo la tele abajo en el salón con Gonzalo cuando este se levantó de golpe.
—Putas alubias, voy a atascar el baño de la cagada que voy a echar.
Reaccioné rápido y respondí.
—Joder, iba a ir yo ahora, ¿Puedo ir al baño de arriba?
—Es que como no vayas y te cagues en el sofá te mato.
Perfecto. Gonzalo se encerró en el baño de abajo y yo subí en busca de Sonia sabiendo que disponía de al menos un par de minutos. Encontré su habitación cerrada así que la abrí sin dudar.
Sonia estaba dentro. Tumbada en la cama boca arriba. En una mano sujetaba su móvil, con la otra se masturbaba bajo su pantalón corto de pijama.
Me subí en la cama y me situé de rodillas entre sus piernas. Apoye mis manos en sus muslos.
—¿De qué va el relato de hoy? ¿De otra divorciada que se folla a un jovencito como yo?
—Es de una profesora de instituto… Que se monta una orgia con cuatro alumnos.
Me deje caer sobre ella quedándome a escasos centímetros de su cara.
—¿Tanto te gustan las pollas jóvenes? Voy a hacer tus fantasías realidad…
—¿Dónde está mi hijo?
—Está en el baño así que tenemos un par de minutos.
—No podemos hacer nada mientras él esté aquí, algo sospecha, se pasa las veinticuatro horas del día detrás mío…
—Lo sé, por eso tengo un plan para sacarlo de casa. Ten tu coñito a punto para cuando llegue el día.
La besé tiernamente los labios y baje de golpe a sus pechos, mordí uno por encima de la camiseta y agarré la mano que tenía bajo su pantalón para sacarla y chupar sus humedecidos dedos.
—Delicioso— Lleve su mano a mi paquete— Tengo que irme ya, mira que dura me la has puesto y tengo que bajar esto antes de que salga del baño tu hijo. Estate… preparada.
Me levanté de la cama y caminé hasta la puerta.
—Sácalo de casa pronto por favor— Escuché a mis espaldas.
“En cuanto pueda” pensé.
Bajé al salón y tras cinco minutos volví a reunirme con Gonzalo.
—Y bueno… ¿Cómo va la cosa con Bea?
—Ni me hables de ella… Me ha bloqueado de todos los sitios, no me coge las llamadas, no contesta a los mensajes… nada de nada. Cero absoluto. ¿Tú no puedes hablar con ella? Os llevabais bien…
—Nos llevábamos cordialmente… Pero si quieres intento hablar con ella.
—Me harías un gran favor. Sabes que me molaba de verdad… Y cuando por fin era mía la zorra de mi madre me lo jode todo…
—Hablaré con ella, hablaré… cambia de canal anda que esto es una mierda.
“Claro que voy a hablar con ella. Y mientras tu quedas con ella para pedirla perdón, yo me follaré a tu madre en este mismo sofá.” Me dije mentalmente. Le puse la mano en el hombro y le animé como un buen amigo debe hacer.
Al día siguiente me levanté temprano, limpié toda la casa e hice los baños. Era la condición que me ponían siempre mis padres para dejarme el coche durante una hora. Telefoneé a Bea y tras insistirla durante un rato diciéndola que teníamos que hablar urgentemente, accedió a quedar conmigo con la condición de que no la hablara de Gonzalo. Le prometí que no sacaría su nombre (si, seguro) y salí con el coche hacia el centro.
La recogí en frente de su casa y mientras buscaba un sitio en el que aparcar saqué como no el nombre de mi amigo.
—Quería hablarte de Gonzalo— Directo.
—Ya estas con ese subnormal…
—A ver, escúchame, déjame hablar y luego me replicas— Dije mientras aparcaba en un extenso parking descubierto— El otro día cuando fuisteis a su casa lo que en realidad paso es que Gonzalo vio que su madre est…
—Me da igual todo lo que me quieras decir ¿Qué coño quieres que haga? ¿Qué quede con él, se arrastre pidiéndome perdón y luego le mande a tomar por culo?
Si era justo eso lo que quería.
—Déjame terminar, su madre est…
Y de repente Bea me agarró del cuello de la camiseta y me plantó un beso.
—¿No eres tan calzonazos de venir hasta aquí solo para hablarme de tu amigo no?
Sus carnosos labios se quedaron enganchados a los míos. Bajé la vista casi con vergüenza y mis ojos se clavaron en su escote que mostraba unas tremendas tetas aplastadas una contra otra y que parecían estar a punto de reventar.
—Si tu amigo dice que soy una puta, ¿Tendré que serlo un poco no?
Su mano bajo directamente a mi entrepierna y con una habilidad asombrosa me soltó el botón del pantalón y me bajó la cremallera. Ella ya se había soltado su cinturón de seguridad con la otra mano y acomodaba su culo en su asiento dispuesta a todo.
Bajo mi calzoncillo dejando en libertad mi flácido miembro, agachó su cabeza y se lo metió entero a la boca. Sentí la calentura de su boca y la saliva caer sobre mí y décimas de segundo mi polla comenzó a empalmarse.
—Luego le cuentas a tu amigo lo que se ha perdido por subnormal.
Mi polla ya llenaba toda su boca.
La verdad es que nunca me había fijado excesivamente en Bea, primero por ser el amor platónico de mi colega y segundo por su estética poligonera con sus extensiones en el pelo, sus piercings de oro en la cara y su poca clase hablando, pero joder, esos labios rodeando mi polla eran una maravilla. Subía su cabeza y la bajaba con un arte totalmente inesperado para una muchachita de dieciocho años. Cuantas pollas se habría comido ya me pregunte.
Posé una mano en su cabeza y me deje llevar.
—Joder Bea, te puede ver cualquiera aquí…
—Mmmme daj igjjual— Contestó con mi polla en la boca.
Al ritmo que subía y bajaba la cabeza succionando con sus labios, me pajeaba con una mano y extendía la saliva que iba soltando por todos mis huevos. Y si Bea me hacía eso, que no sería capaz de hacerme una boca experta como era la de Sonia… Y lo cachondo que estaba gracias a mis roces con la citada Sonia, su imagen pasando por mi mente en ese momento y la pedazo mamada que me estaba regalando Bea no tardé mucho en correrme.
Posé las dos manos sobre su cabeza para asegurarme de correrme en su boca y no manchar nada y la avisé.
—Bea… Bea… me corro.
Noté su lengua rodear mi capullo y su mano acelerar el ritmo de la paja hasta que comencé a eyacular en el interior de su boca. No se la cantidad de semen que eche pero fue bastante y en ningún momento tuve que hacer fuerza con las manos pues Bea no trató de escapar de mi corrida sino que recibió mi leche con gratitud.
Tuve los últimos espasmos en mi sitio mientras Bea terminaba de limpiarme el sable y recoger hasta la última gota de semen de mis huevos.
—Joder Bea…—Suspiraba yo mientras ella me guardaba la polla y me ataba el pantalón.
—Voy a quedar con Gonzalo pero solo por la satisfacción de verle llorar y luego mandarle a paseo. Que se joda.
Me encanta cuando los planes salen bien. Volví a la urbanización con una sonrisa de oreja a oreja y después de comer como siempre fui a casa de Gonzalo esperando novedades.
—¿Has hablado con Bea?— Me preguntó nada más abrirme la puerta— Me ha llamado antes. Hemos quedado mañana por la tarde para hablar de lo que paso el otro día.
—De puta madre ¿no?— Me lancé a abrazarle.
—No lo sé. ¿Qué hago? No me puedo ir y dejar que mi madre se traiga a ya sabes quién, el hijo de la gran puta ese…
—Tío, creo que te equivocas de estrategia. Si estas detrás de tu madre todo el día nunca vas a pillar al hijo de la gran puta.
—Ya, pero al menos no se la folla. ¿Puedo confiar en ti para una cosa? Mañana cuando me vaya, me paso por tu casa y te dejo mis llaves para que te vengas aquí a vigilar. Si ves que se trae a alguien a casa, entras y le das una paliza de mi parte.
—Por supuesto. Tú eres más que un amigo, eres un hermano. Cuenta conmigo para lo que haga falta.
Sonia, por fin ibas a ser mía, y encima entraría en casa con las llaves de tu hijo. Me subía por las paredes.
—Anda, vete enchufando la play, voy a mear— Dije. Gonzalo me chocó la mano y subió hacia su habitación.
Esperé hasta que subió todas las escaleras y fui a buscar a Sonia que se estaba pintando las uñas de los pies en la cocina. Agarré el pie que tenía apoyado en un taburete y lo coloqué en mi entrepierna.
—Te informo de que tu hijo mañana te dejara solita por la tarde.
Restregué su pie por mi paquete y lo volví a dejar apoyado en el taburete. Me di la vuelta y subí con mi amigo del alma.
Pasé todo el día nervioso. Por la noche en la soledad de mi habitación aunque había prometido no masturbarme para ir bien cargado con Sonia, no pude evitarlo y me hice una paja. Igualmente, por la mañana me levanté empalmado y tuve que morderme los puños para no caer en la tentación y hacerme otra. Era el gran día.
A las cuatro de la tarde Gonzalo tocó a mi puerta dejándome las llaves e instándome a que iría lo más rápido posible a vigilar su casa desde fuera. Incluso me trajo una nevera portátil con unas cervezas y una silla plegable. Le deseé suerte y se marchó. Estaba ansioso. Resoplé y me tranquilicé, me embadurné de colonia y salí de casa dispuesto a cumplir mi sueño.
Caminé hasta la puerta de su casa, metí la llave con sumo cuidado y entré dentro. Caminé arrastrando los pies con la intención de hacer el menor ruido posible y darla una sorpresa. Mientras la buscaba por la planta baja escuché ruidos en la parte de arriba así que me descalcé y subí cuidadosamente las escaleras. A mitad de camino me quité la camiseta y los pantalones dejándolos colgados en la barandilla de la escalera. Caminé por el pasillo hasta la puerta de su habitación que se hallaba entreabierta y me quede petrificado.
Tumbado en la cama había un tío boca arriba, desnudo y con la polla apuntando al cielo. A su lado Sonia, únicamente vestida con el mismo tanga blanco de la primera vez, le comía la boca y le masturbaba con suavidad.
Sonia se incorporó poniéndose de rodillas en la cama y pude observar por primera vez sus perfectos redondos pechos. El chico se incorporó y se puso también de rodillas. ¡Le conocía! Me quedé helado. Era Fernando, compañero de clase y amigo de toda la vida tanto mío como de Gonzalo. Hijo de la gran puta.
Sonia se puso a cuatro patas y engulló toda la polla de Fernando, delgada pero larga. Desde mi posición veía el culo de Sonia en pompa apuntando hacia mí y la parte superior del cuerpo de Fer, que por su expresión de la cara disfrutaba como un condenado.
—¿Echabas de menos mi polla eh?— Exclamó él.
No me lo podía creer y no me explicaba nada. Ese cabrón ya debía habérsela follado antes y ahora ¿Me iba a estropear mi sueño? ¿Otra vez? ¿Y ella? ¿Calentándome a diario para ahora tirarse a otro? Casi me sentí engañado, supongo que me había hecho a la idea de que ya era solo mía. Valoré mis opciones: Entrar y darle la paliza prometida a Gonzalo, o entrar y unirme a la fiesta follándome por fin a Sonia.
Entré caminando despacio. Noté como a Fernando se le paraba el corazón al verme. Caminé hasta el borde de la cama y puse una mano en cada nalga de Sonia separándolas. Al notar mis manos Sonia levantó su cabeza asustada y volteándola hacia mí.
—Sigue chupando— La ordené.
Fernando y yo nos miramos con cara de complicidad.
—Eso es— Dijo Fernando agarrándola con ternura del pelo y llevando su cabeza hacia su polla de nuevo— Sigue chupando cariño, que hoy en vez de una polla vas a tener dos.
Agaché mi cabeza y besé sus nalgas. Luego la propiné un par de mordiscos, uno a cada lado, y puse mi boca en su tanga. Volvía a estar en el mismo punto que la anterior vez cuando Gonzalo nos interrumpió, pero esta vez nada ni nadie me pararía. Agarré el tanga de los laterales y se lo bajé hasta las rodillas quedando ante mí su exquisito coño rasurado y un agujero anal rosado y cerradito. Aspiré su olor antes de sacar la lengua y darle un lametón desde su clítoris hasta su ano haciéndola soltar un gemido a través de la polla de Fernando.
Su encharcado agujero del placer era un manjar para mí. Separé con mis manos sus labios vaginales e introduje mi lengua tan al fondo como pude. Me llevé todos sus jugos a la boca y tire de sus labios mordiéndola con los míos. Metí dos dedos en su coño y lleve mi lengua a su ano. Dibuje círculos con mi lengua sobre él antes de besarlo y escupirle. Volví a bajar a su coño y me centré el devorarle el clítoris mientras la follaba con los dedos.
—Trágatela toda… que bien lo haces nena…—Le escuchaba decir a Fernando.
Levanté la vista con mi cabeza apretada entre aquellas dos maravillas nalgas para ver como Fernando guiaba con sus manos la cabeza de Sonia haciendo que se tragara casi la totalidad de su polla y sentí cierta envidia. Me quite la camiseta, los pantalones y los calzoncillos quedándome totalmente desnudo. Mi polla lucía enorme. Tiesa como un mástil y gorda como nunca.
Me la agarré por la base y la azoté en cada nalga con ella.
—Vamos a cambiar Fer, déjame su boquita un rato.
—Sí, mejor, que como siga así me voy a correr antes de tiempo.
Se bajó de la cama para ocupar mi posición y yo me subí para ocupar la suya. Me puse frente a ella y la vi a los ojos por primera vez. Sujeté su barbilla mientras le ponía mi capullo en la comisura de los labios y murmuraba un ansiado por fin. Sonia besó el capullo que le ofrecía y sin pestañear abrió su boca y fue introduciéndose mi rabo centímetro a centímetro.
La calidez de su boca era sobrecogedora. Era maravillosa y el movimiento de su lengua al recorriendo mi tronco cuando se la metía a la boca era indescriptible. Coloqué mis manos en su cabeza para ayudarla al igual que había hecho mi amigo previamente. Mientras tanto, Fer ya se hallaba tumbado boca arriba debajo de Sonia y le devoraba el coño de una manera bastante ruidosa.
En ese momento el silencio de la habitación solo lo rompía Fernando con su comida, mis suspiros, y los de Sonia ahogados en mi cipote.
Vi como de pronto Fernando se levantaba, rebuscaba algo entre su pantalón y se ponía un condón. Sin previo aviso colocó su polla sobre la entrada de Sonia y la empaló hasta el fondo. Los ojos de ella se abrieron como si fuera a salirse de sus orbitas hasta que su coño se adaptó a su nuevo invitado y fruto de las embestidas que Fernando la comenzaba a dar, comenzó a chocar su nariz contra mi vientre tragándose mi polla por completo.
Esta situación era mejor de lo que había imaginado. El vaivén de sus tetas era hipnótico y Fernando taladrándola desde atrás más aún. Tal era mi calentura que note las ganas de correrme y no hice nada por evitarlo pues sabía que mi polla no se bajaría con tanta facilidad. Aplasté su cabeza contra mi cuerpo hasta notar mi capullo en el fondo de su garganta y deje que el semen brotara de mí. A Sonia no le quedó más remedio que tragarlo absolutamente todo mientras su cuerpo convulsionaba en lo que intuí era su primer orgasmo.
Mi polla siguió encajada dentro de su boca pues Fernando no cejaba en su empeño de partirla en dos a base de embestidas por lo que no tenía manera de librarse de mí y continúo mamándomela.
Durante unos minutos mi miembro tuvo un leve decaimiento pero en seguida volvió a su máximo esplendor. No había quien bajara aquello.
Fernando desalojó el coño de Sonia entre suspiros.
—Fóllatela tu un rato, que yo necesito un respiro.
Y yo un respiro era justo lo que no necesita, necesitaba follármela de una vez por todas.
—No te menees reina, que a cuatro patas estas estupenda— Le dije con dulzura a Sonia.
Me puse detrás suyo y sin más miramientos agarré sus caderas y la penetré de golpe. Fue como entrar en el paraíso.
—¿No te pones condón macho? — Me pregunto Fernando.
—Yo me la follo a pelo.
Fernando se había sentado en cama en frente de Sonia y le ofrecía sus huevos para que los besara mientras ocasionalmente le arreaba con la polla en la cara. Yo me afanaba en destrozar aquel jugoso coño que me había empapado todo el abdomen con los fluidos que echaba cual catarata.
Pellizcaba su culo y en un determinado momento comencé a azotarlo lo cual aprecia reactivarlo y en el vaivén de mis penetraciones, Sonia comenzó a menearse como si formara círculos con las caderas haciendo que mi polla estaría a punto de partirse en dos. Era el polvo más salvaje que había echado jamás.
—Túmbate en la cama tronco, deja que te folle ella, que tengo una idea.
Ardiendo en deseos de conocer la idea de Fernando, salí de Sonia para tumbarme en cama con picha tiesa. Sonia rápidamente se subió encima de mí y se sentó de manera perpendicular. Cuando pensaba que mi amigo iba a darle nuevamente su polla para comer, este la empujo por la espalda cayendo ella encima de mí, aplastando sus pechos con sus erizados pezones contra mí. Fernando se situó detrás y por primera vez en el día escuche hablar a Sonia.
—¡Me vais a partir en dos, me vais a matar! — Exclamó con cierto temor.
Fernando estaba a punto de reventarla el ojete y Sonia de recibir una doble penetración. De pronto comenzó con los gritos de dolor mezclados con algunos de placer. Yo sentía una presión enorme alrededor de mi polla. A la propia de sus paredes vaginales se unió la polla de Fer que hacía que todo allí abajo estuviera más prieto. A los tres nos resultaba más complicado movernos para entrar y salir pero la sensación de estar a punto de estallar lo compensaba todo. Lleve mis manos a los pechos de Sonia en el momento en el que vi como esta ponía los ojos en blanco en lo que supuse que era su segundo orgasmo de la tarde.
Se mordió los labios y tembló con aquellas dos pollas ensartadas en ella.
—¡Vamos a corrernos en su cara, que yo no aguanto más! — Dijo Fernando levantándose de golpe y lanzando su condón por los aires.
Agarré a Sonia, que recobraba el aliento, de los brazos y la eché en la cama boca arriba. Cada uno nos pusimos a un lado y comenzamos a pajearnos justo encima de su cara. Dos segundos después Fernando expulsaba todo lo retenido y teñía la cara cansada de Sonia de blanco. Su frente y sus mejillas se llenaron de semen blanco como la nieve. Aceleré el ritmo de mi paja a fin de correrme y tras un minuto yo también me corrí en su cara terminando de cubrir de leche lo que poco que se había salvado con la corrida de Fernando.
Fernando se levantó entre gritos de entusiasmo y abandono la habitación con el móvil en la mano. Sonia se levantó y se dirigió a su baño para limpiarse la cara. Yo me quede tumbado en la cama recuperándome de semejante polvazo.
La salida del baño de Sonia coincidió con la vuelta de Fernando a la habitación.
—Acabo de llamar a Gonzalo y todavía le queda un rato así que con vuestro permiso voy a darme una ducha— Dijo Fernando.
Abrió un armario, saco una toalla y se metió en el baño. Sabía hasta donde estaban las toallas ¿Cuántas veces había estado ya allí?
Señale a Sonia con el dedo hasta que capte su atención y la hice un gesto para que viniera conmigo y se tumbara junto a mí.
—Sabía que te gustaban las pollas jóvenes pero no hasta este punto. ¿Tanto te gusta tirarte a los amigos de tu hijo?
Sonia bajo la cabeza avergonzada.
—Yo… tengo mis necesidades y bueno… si, me da mucho morbo…
—Y yo entiendo que las tengas, te encante sentirte deseada y te encante tener estas pollas de dieciocho años todo el día duras, pero hoy iba a ser mi día y solo mío. No me gusta compartir y menos a ti.
—Yo no tenía planeado esto, te esperaba solo a ti.
—Estas tan buena que por esta vez te lo voy a dejar pasar, pero el próximo día te quiero sola.
Afirmó con la cabeza con cara de culpabilidad. Cuando Fernando salió de la ducha yo ya me había vestido y preparado para irme. Le esperé a que él se vistiera también para abandonar la casa juntos. Una vez fuera Fernando me dio un puñetazo en el brazo a modo de broma y se dirigió hacia mí.
—Joder tronco, no sabía que tú también te la follabas…
—Pues ya ves jaja Menuda guarra— contesté entre risas— ¿Hace cuánto que te la follas tú?
—¿Cuánto? Unos dos meses jaja Es una larga historia. ¿Te acuerdas aquel día que vinimos a estudiar para la selectividad a casa de Gonzalo? Pues cuando vi a su madre… Dios, como me puse. Así que ¿Sabes que hice? ¿Te acuerdas que salimos un rato a tomar algo al bar? Pues antes de irnos deje encima de la mesa unos relatos eróticos que le había escrito con Pamela, la profesora de Historia…
—Joder, otra que vaya como esta…
—¿A que si? Yo es que tengo un fetiche con las maduritas… a lo que iba. Deje los relatos y cuando volvimos note que no hacía más que mirarme el paquete así que un par de días después me presenté en su casa cuando estaba sola diciéndola que me había olvidado algo y cuando entré dentro ¡ZASCA! La di polla toda la tarde jaja Y desde entonces llevo dos meses tirándomela día sí, día no, cuando Gonzalo se va a tu casa aprovecho para pasarme por la suya jaja
—Joder jaja… ¿Y la has enseñado más relatos?— Pregunté curioso.
—Si si, suelo escribirlos y mandárselos para tenerla calentita jaja ya sabes, esa madre divorciada que se tira a los amigos de su hijo, esa doctora que recupera a sus jóvenes pacientes a base de mamadas, todos de ese estilo, milfs y jovencitos jaja
—¿Quieres saber cómo hice para follármela yo?— Dije tirándome el largo— La pillé cachonda perdida leyendo un relato erótico ¡Fijo que alguno de los tuyos! Creo que te debo algún favor tío jaja ¿Sabes una cosa?
—Dime.
—Eres todo un hijo de la gran puta.
Nos despedimos y marché a mi casa a esperar a Gonzalo. Cuando llegué le informé de que había pasado la tarde sin novedades y contarme él con gran alegría que se había enrollado con Bea y que habían acabado masturbándose mutuamente en un cine, quedamos al día siguiente en su casa.
Pasó el día y me presenté en su casa de nuevo. Me recibió Gonzalo con su madre igual de sexy que siempre.
—Sigo diciéndote— Le dije a Gonzalo cuando estuvimos a solas— Que te equivocas de estrategia, si le quieres pillar deja a tu madre sola algún día. Mañana quedamos en mi casa, hazme caso.
Tras toda la tarde reflexionando, acabó por aceptar mi idea y al día siguiente fue Gonzalo el que se presentó en mi casa. Su nerviosismo era palpable. Apenas escuchaba a lo que le decía y no daba una con la Play.
—Si te vas a quedar más tranquilo, hacemos una visita sorpresa a tu casa.
No tuve que decir nada más para que Gonzalo se levantara y saliera disparado hacia su casa conmigo detrás.
Caminó a paso ligero y al llegar y abrir la puerta se encontró a quien yo ya sabía que estaría allí: Fernando. En mitad del pasillo con solo unos pantalones cortos puestos.
—¡TU ERES EL HIJO DE LA GRAN PUTA! —Chilló Gonzalo antes de abalanzarse sobre él y soltarle un puñetazo en la cara que lo mandó al suelo.
Una vez en el suelo, se lanzó encima de él y continuó propinándole puñetazos a diestro y siniestro. Me abalancé sobre Gonzalo y metiendo mis manos por debajo de sus brazos conseguí quitarlo de encima de Fernando y a base de empujones sacarlo a la calle. Allí en el suelo quedó Fernando con el rostro desfigurado y el cuerpo empañado en sangre.
Algún vecino debió ser testigo de la situación porque una ambulancia acompañada de un coche policial no tardó en aparecer. La entrada de la casa enseguida se llenó de curiosos y tras una hora de toma de declaraciones a todos los presentes, el coche policial abandonó el sitio con Gonzalo en su interior y la ambulancia con Fernando en ella.
En cuanto ellos se fueron, los vecinos volvieron a sus casas. La puerta de la casa de Gonzalo seguía abierta de par en par. Entré cerrándola y avancé por el pasillo saltando el charco de sangre del suelo. Subí por las escaleras y fui a la habitación de Sonia. Las sabanas desechas de su cama daban muestra de lo bien que se lo habían estado pasando ella y Fernando. Escuché sollozos a través de la puerta del baño y la toqué con los nudillos.
—Ábreme Sonia, soy yo. Estoy solo.
Tras unos segundos, Sonia, en bragas y sujetador me abrió la puerta con lágrimas bajando por sus mejillas.
—¿Qué ha pasado? — Me preguntó.
—Tranquila, todo está bien. No llores. Lo único que ha pasado es que… Nos hemos quedado solos— Sujeté su cara con ambas manos— Date la vuelta. Quiero probar tu culo.
Ambos vivíamos en una urbanización de adosados a las afueras de Málaga y ambos teníamos todas nuestras amistades en la ciudad por lo que antes de quedar con el resto de amigos, todos los días después de comer quedábamos para jugar a la consola en nuestras casas. Un día iba yo a la suya y al día siguiente venia el a la mía. Así durante todo el verano desde que acabamos la selectividad.
Gonzalo y yo nos conocimos en el colegio con tres años y desde entonces habíamos sido uña y carne, nuestras familias se conocían de sobra y no teníamos ningún problema en ir de una casa a otra sin avisar.
Así pues, cierto día indeterminado de agosto me planté en su casa a las tres de la tarde esperando seguir con nuestro pique en el GTA V. Me abrió la puerta su madre, lo cual de entrada me extraño, y yo sin esperar su invitación entre directamente.
—Gonzalo no está… Acaba de irse a… La verdad es que no se ha donde ha ido.
—Ah, vaya— contesté cortado— Entonces igual mejor me voy.
—O si quieres espérale aquí, no sé lo que tardará pero no creo que haya ido muy lejos.
Y directamente Sonia, que así se llamaba, cerró la puerta. Me encogí de hombros y caminé hacia el salón. Me senté en el sofá y encendí la tele. Sonia entró detrás y se sentó junto a mí con el móvil en la mano.
Estuve viendo las noticias durante unos minutos con un silencio sepulcral pues Sonia no levantaba la mirada del teléfono. Saqué el mío decidido a llamar a Gonzalo y preguntarle donde cojones estaba y en ese momento vi un mensaje suyo recibido hacia algo más de media hora en el que me decía que no me pasara por su casa esta tarde, que le había surgido una bomba y que ya me contaría. Me metí el móvil en el bolsillo y cuando fui a levantarme pues estaba claro que Gonzalo no iba a aparecer y estaba perdiendo el tiempo Sonia me hizo una pregunta que me dejo helado.
—¿Qué significa… MILF?
La miré de arriba a abajo. Sabía que había tenido a Gonzalo muy joven, entre los dieciséis o los diecisiete años, intuía que ella no llegaba a los cuarenta y jamás la había conocido con pareja. Tenía el pelo castaño, ondulado y largo, a juego con sus ojos color miel y su moreno natural de piel que realzaba aún más con el camisón blanco de tirantes que se llevaba puesto. Desde mi posición veía a través de su escote como no llevaba sujetador y veía casi sus pechos por completo. Por fuera sus pezones se marcaban endurecidos contra el camisón y terminaba de ver el resto de sus bonitas tetas que no alcanzaba a ver. Tenía una ligera tripilla pero igualmente sexy y el camisón que finalizaba poco más debajo de su cintura me dejaba ver sus preciosas piernas cruzadas y unos muslos a los que hubiera hecho un traje de saliva en cualquier momento. Hasta sus pies ataviados con unas sandalias de los chinos y las uñas pintadas de rojo intenso eran atractivos.
Desde luego ella era una MILF. Alguna paja había caído pensando en ella aunque el echo de ser la madre de mi mejor amigo me hacía cortarme un poco en mis pensamientos impuros.
Creo que me puse rojo sin saber que responder. Sonia volvió a mirar al móvil y repitió.
—Eme, i, ele, efe. Milf. ¿Qué significa eso?
Y planto su mirada en la mía esperando respuesta.
—Significa…—Dije con un hilo de voz— Mother I’d like to fuck—Dije de carrerilla y poniendo el mayor acento que pude.
—En cristiano, que yo de inglés ni papa— Y su mirada siguió fija en mí.
Notaba su pierna desnuda rozarse contra la mía y eso me ponía más cardiaco aun.
—¿Has visto American Pie?— Pregunté inocentemente a lo que ella me negó con la cabeza— pues en esa película lo traducen como MQMF.
—¿Y qué es?
Tragué saliva.
—Madre que me fo..lla..ría— Y volví a tragar saliva.
—¿Cómo? O sea…
—Que no tiene por qué ser madre— Dije intentando arreglarlo— Puede ser mayor, o madura, más que el chico que es más joven por eso, es digamos algo, más que él porque entonces ya no sería eso…—No sabía ni que estaba diciendo, su pierna seguía rozándose con la mía y para colmo mi polla comenzaba a revolverse bajo mis slips fruto de las vistas que me ofrecía.
—¿Eso os pone? Que ella sea mayor que…
—Shhhh— Quise decir que si pero casi no me salía la voz. Afirmé con la cabeza.
—Quiero decir ¿Yo por ejemplo sería una MILF de esas para ti?
A tenor de su cara creo que lo preguntó sin pensar y solo en el momento en el que terminó la pregunta se dio cuenta de lo que me acababa de preguntar.
—Que no digo si tú me fo..lla… digo que…
Mis ojos se iban irremediablemente a su canalillo y mi polla comenzaba a golpear contra mi pantalón pidiendo libertad. Casi la misma que pedían sus pezones a través de su camisón. Volvimos a clavar nuestras miradas. Sonia se mordió los labios… y se lanzó hacia mí.
Metió una mano a través de mi melena y junto sus labios con los míos. Nuestras lenguas se entrelazaron y comenzaron un amplio intercambio de saliva. Su otra mano se posó suavemente sobre mi paquete, casi con miedo. Yo la rodeé con un brazo de la cintura y deje mi mano en el comienzo de su culo.
—¿Te pongo?— Me preguntó separando los labios.
Aquello parecía una maldita película porno. Estaba claro que me la iba a follar allí mismo y encima no me lo había tenido que currar tan poco para echar un polvo en mi vida.
—¿Si me pones? Mira.
Aparté su mano de mi paquete para desabrochar los botones de mi pantalón y bajar el slip dejando asomar mi polla totalmente erecta y gruesa con las venas a punto de reventar.
—Joder tío…—Rio nerviosa agarrando mi polla y volviéndome a besar.
Comenzó a pajearme suavemente casi al mismo ritmo que meneaba su lengua en el interior de mi boca. Esta vez sí me dediqué a magrear su culo y sus tetas con ambas manos.
—Vamos arriba, vamos a tu habitación— La sugerí casi ordenando.
—¿Quieres que vayamos a mi cama eh?
Salió ella delante de mí para subir las escaleras que llevaban a la segunda planta donde se encontraban las habitaciones. Caminé sujetando mis pantalones con la polla fuera hasta que su culo quedo a la altura de mi cara mientras subíamos las escaleras. Aproveché ese momento para levantarle el camisón por detrás y ver sus preciosas nalgas con un fino tanga blanco entre ellas.
—Que culazo tía…
Cuando terminamos de subir la agarré de la cintura dándola la vuelta y la besé empotrándola contra una pared. Agarré su culo con ambas manos clavando mi polla contra su vientre. Me devolvió el beso y rodeó mi cintura con sus piernas quedando en el aire completamente. Yo deje caer mis pantalones y slip quitándomelos ayudado con los pies y dejándolos en el suelo tirados.
—Que sepas que eres una pedazo de MILF y me voy a quedar supera gusto follándote— Yo me había venido arriba.
Caminé hasta su habitación con ella sobre mí y la tiré sobre su cama quedando abierta de piernas con sus pies sobre mis pectorales. Sonia estiraba sus brazos para alcanzar y masajear mi polla.
—Venga ¿A qué esperas para follarte a esta MILF?— Me incitaba.
Agarré sus tobillos y comencé a besar uno a uno sus deditos de los pies.
—Primero te voy a comer enterita Sonia.
Fui bajando besando sus gemelos hasta llegar a sus rodillas. En ese momento la dejé abierta de piernas y me arrodillé en el suelo. Subí lamiendo sus muslos hasta llegar a sus ingles y recibir en mi nariz su aroma a hembra en celo.
—Y voy a comerte este coñito hasta que estés a punto de correrte, y luego te la meteré entera de un golpe.
—Ufff venga cómetelo, que caliente me tienes.
Olí su coño de nuevo y lo besé por encima del tanga apreciando lo mojado que lo tenía ya. Lamí su tanga aspirando sus sabores y lleve un dedo dispuesto a apartarlo a un lado.
—¡Espera!— Me gritó Sonia tirándome del pelo y alejándome su coño de mi— He oído algo.
Se levantó corriendo de la cama y bajándose el camisón.
—Entra al baño, entra al puto baño que he oído la puerta.
Me metió a empujones en el baño privado que tenía en su habitación.
—Mi ropa joder, está en el pasillo— Atiné a decir.
Sonia salió corriendo, la cogió y entró en el baño conmigo echando el pestillo llevándose las manos a la cabeza.
—Es mi hijo joder… ¿Qué estamos haciendo?
—A ver, tranquila… Me visto y salimos como si nada.
—¡No! Escucha… no está solo.
Pegamos la oreja al suelo y efectivamente escuchamos como no estaba solo. Yo enseguida reconocí la otra voz.
—Es Bea. Es de nuestra clase. Gonzalo lleva todo el puto año detrás de ella ¿Se la trae a casa estando tú?
—No joder… le dije que iba a ir al centro a hacer compras, joder… que mierda todo. Por tu culpa gilipoyas, que me has… Joder…
—¿Yo? Te has lanzado tú a sobarme el paquete.
—Ya lo sé, joder, déjame que estoy muy nerviosa.
—Pues entonces no te voy a decir que me has traído el pantalón pero te has dejado mis calzoncillos tirados en el pasillo.
Sonia se quedó pálida. Se tiró al suelo donde había dejado mis pantalones echos una bola y comenzó a buscar desesperadamente entre ellos mi slip.
—No están, ya he mirado yo. Sal fuera y cógemelos.
Demasiado tarde. En ese momento oímos las pisadas de Gonzalo junto a Bea subiendo por las escaleras de madera. Sonia se quedó en el suelo con cara con los ojos llorosos. Me puse los pantalones y me senté junto a ella abrazándola y tratándola de tranquilizar.
—Estate tranquila. Ahora en cuanto tu hijo le de caña a esa tía fijo que se van y podemos salir. Y fijo que van tan cachondos que ni ven mis calzoncillos.
Repetí frases por el estilo varias veces mientras Sonia me miraba con cara contrariada, seguramente pensando que de alguna manera su hijo se daría cuenta. Su desesperación había pasado a la desolación.
—Por cierto— La dije susurrando— ¿A que vino lo de la pregunta? ¿De dónde sacaste lo de MILF?
—¿Te lo cuento? Bueno, total ya que más da… Estaba leyendo un relato erótico y lo vi. Por eso lo pregunte sin mala intención.
—Ahh, ¿Y de que iba el relato?
—No te lo vas a creer. Era de una divorciada que se encuentra en casa con el mejor amigo de su hijo y se lo tira en la cocina. Reconozco que me he sentido un poco identificada con el relato y…
—Y cuando me has visto como soy irresistible te he puesto cachonda jeje
Conseguí arrancarla una sonrisa justo en el momento que los gritos de su hijo nos sobresaltaron.
—¡CHUPAME LA POLLA ZORRA DE MIERDA!
Escuchamos a través de la puerta. Personalmente nunca había visto así a Gonzalo. Sonia y yo nos miramos asustados.
—¡QUE ME LA COMAS PUTA, QUE SOIS TODAS UNAS PUTAS!
—¡QUE TE JODAN SUBNORMAL, QUE TE FOLLE TU PUTA MADRE TARADO!
Escuchamos un par de golpes contra una pared y a alguien bajar abruptamente por las escaleras.
—¡PUTA! ¡ZORRA! ¡LE VOY A DECIR A TODO EL MUNDO LO PUTA QUE ERES!
Escuchamos un portazo lejano y a Gonzalo seguir gritando por toda la casa llamando putas repetidas veces a todo el género femenino. Tras unos cuantos minutos le escuchamos bajar por las escaleras e irse de casa pegando un nuevo portazo.
—Coge tu calzoncillo y lárgate ahora mismo— Me dijo Sonia al instante.
—¿No vamos a acabar lo que…?
—Fuera de mi casa. Largo.
Me dirigí corriendo a mi casa con un dolor de huevos terrible. Entré al baño sin saludar a nadie y comencé a machacármela aun con el olor del coño de Sonia en mi nariz. Pensaba en cómo me la hubiera follado allí mismo en su cama cuando mi móvil empezó a vibrarme en el bolsillo incesantemente. Llamada entrante de Gonzalo. El cabrón primero me jodió el polvo y ahora me iba a joder la paja.
No me quedo más remedio que contestarle. Notablemente nervioso a través del teléfono me pidió si podíamos vernos urgentemente en el bar de la urbanización. Como no. Pospuse mi paja para la noche y me dirigí al bar. Cuando llegué Gonzalo iba por su cuarta cerveza.
—¿Qué pasa tío? ¿Dónde andabas hoy?— Le salude con el golpe en el hombro y sentándome enfrente de él.
—Llevo una semana liándome con Bea.
—¡Hijoputa! Al final te la has hecho ¿eh?— Respondí fingiendo una sonrisa.
—Hoy mi madre se iba a ir de compras así que quedamos en venir a mi casa para follar…
—Pffff La habrás puesto fina filipina espero…
—No. No hemos hecho nada. ¿Sabes porque? He entrado en mi casa y he visto unos calzoncillos en el suelo.
Los míos. Me hice el sorprendido.
—¿No te la has tirado porque te habías dejado unos calzoncillos en el suelo? ¿Tan exquisita es?— le pregunté haciéndome el tonto.
—No eran míos.
—¿No? ¿Entonces…¿
—Son de algún hijo de la gran puta que se está follando a la puta de mi madre— Abrí los ojos todo lo que pude y abrí la boca tratando de mostrarme más sorprendido aun— Se me fue la olla y lo pagué con Bea, la llame puta y demás sin merecerlo y se piró sin follar pero ahora mismo eso me la suda, al hijo de la gran puta ese que se folla a mi madre en mi puta casa lo voy a pillar y lo voy a reventar a ostias. Te lo juro— Terminó dando un puñetazo sobre la mesa.
—¿Y qué piensas hacer?
—De momento voy a seguir a mi madre hasta cuando vaya a mear. Estos días te vienes a mi casa por las tardes. No va a estar sola ni un segundo.
Se complicaba mi objetivo de follármela. Cuando regrese por la noche a mi casa y en la intimidad de mi habitación recordé la tarde con Sonia y aun teniendo presentes las palabras de mi amigo Gonzalo en mi mente, tuve que pelármela como un mono. Me follaba a Sonia en su baño mientras Gonzalo nos buscaba por toda la casa. Me daba cierto reparo por la situación de mi colega pero al mismo tiempo el morbo era inaguantable.
Como habíamos quedado, al día siguiente fui a su casa. Iba nerviosillo pues no sabía con qué actitud me trataría Sonia ni cuál era la situación exacta entre madre e hijo. Me abrió la puerta Sonia con unos shorts negros y una camiseta de tirantes naranja. No pude evitar devorarla con la mirada.
Ella me recibió con total normalidad y me indicó que Gonzalo estaba en la sala. Pasé y me senté con él.
—He estado mirándole el móvil y nada, ni un mensaje del hijo de la gran puta— Así me había bautizado—, ni una llamada ni nada, solo whatsapps con algunas zorras como ella— Me dijo en voz baja.
—¿No te estás pasando? Tío, piensa que… Tú también andas follando con todas las que puedes, te las traes aquí cuando puedes… Ella también tendrá sus… necesidades, yo que se…—Dije tratando de suavizarle.
—No. Mi madre no se va a comportar como una puta en mi propia casa— Sentenció.
Y la verdad es que su exagerado machismo me incitaba más aun a lanzarme a por su madre y penetrarla en todas las posturas posibles. Cada vez que la veía pasar por el pasillo mi mirada se desviaba hacia ella para observar su espectacular figura y sus preciosas piernas que ya había recorrido con la lengua y me moría por volver a recorrer. Tras un rato viendo la tele, me percaté de que entraba a la cocina así que me las ingenié para ir donde ella.
—Tráeme un vaso de agua joputa.
—No soy tu esclavo mamón, vete tú qué sabes dónde está la cocina.
—Vaya manera de tratar a tus invitados— Me levanté con satisfacción y me dirigí a la cocina.
Allí me esperaba Sonia de espaldas con la nevera abierta. Me acerqué por detrás y agarré con ahínco su culo.
—Vaya culito de MILF… Cueste lo que me cueste te acabaré follando.
Y me fui de la cocina dejándola con la respiración entrecortada.
Seguimos un rato más en el salón y decidimos subir a su habitación a jugar a la PlayStation. Tras un par de horas enganchados volvía a necesitar mi dosis de Sonia y excusándome en que tenía que poner a cargar el móvil, baje al salón. Allí encontré nuevamente a Sonia, esta vez tumbada viendo la tele.
Sin tiempo que perder agarré su cabeza y la besé casi por sorpresa.
—Quiero comerte el coño hasta que te corras. No lo olvides.
Y volví arriba con Gonzalo mientras Sonia resoplaba en el sofá.
No pude acercarme más a Sonia durante el resto del día debido al intenso marcaje de su hijo. Durante los dos días siguientes la rutina fue parecida. Aprovechaba los escasos segundos que tenía a solas con Sonia cuando me la encontraba por el pasillo o en alguna habitación para meterla mano, magrearla y decirla al oído alguna guarrada. Ella nunca decía respondía pero sí que meneaba su culo cuando yo me acercaba por detrás y la hacía notar mi paquete sobre él, o me palpaba el paquete con la mano disimuladamente dejando claras muestras de que ella lo deseaba tanto como yo.
Mi oportunidad llegó el último día de la semana. Estaba viendo la tele abajo en el salón con Gonzalo cuando este se levantó de golpe.
—Putas alubias, voy a atascar el baño de la cagada que voy a echar.
Reaccioné rápido y respondí.
—Joder, iba a ir yo ahora, ¿Puedo ir al baño de arriba?
—Es que como no vayas y te cagues en el sofá te mato.
Perfecto. Gonzalo se encerró en el baño de abajo y yo subí en busca de Sonia sabiendo que disponía de al menos un par de minutos. Encontré su habitación cerrada así que la abrí sin dudar.
Sonia estaba dentro. Tumbada en la cama boca arriba. En una mano sujetaba su móvil, con la otra se masturbaba bajo su pantalón corto de pijama.
Me subí en la cama y me situé de rodillas entre sus piernas. Apoye mis manos en sus muslos.
—¿De qué va el relato de hoy? ¿De otra divorciada que se folla a un jovencito como yo?
—Es de una profesora de instituto… Que se monta una orgia con cuatro alumnos.
Me deje caer sobre ella quedándome a escasos centímetros de su cara.
—¿Tanto te gustan las pollas jóvenes? Voy a hacer tus fantasías realidad…
—¿Dónde está mi hijo?
—Está en el baño así que tenemos un par de minutos.
—No podemos hacer nada mientras él esté aquí, algo sospecha, se pasa las veinticuatro horas del día detrás mío…
—Lo sé, por eso tengo un plan para sacarlo de casa. Ten tu coñito a punto para cuando llegue el día.
La besé tiernamente los labios y baje de golpe a sus pechos, mordí uno por encima de la camiseta y agarré la mano que tenía bajo su pantalón para sacarla y chupar sus humedecidos dedos.
—Delicioso— Lleve su mano a mi paquete— Tengo que irme ya, mira que dura me la has puesto y tengo que bajar esto antes de que salga del baño tu hijo. Estate… preparada.
Me levanté de la cama y caminé hasta la puerta.
—Sácalo de casa pronto por favor— Escuché a mis espaldas.
“En cuanto pueda” pensé.
Bajé al salón y tras cinco minutos volví a reunirme con Gonzalo.
—Y bueno… ¿Cómo va la cosa con Bea?
—Ni me hables de ella… Me ha bloqueado de todos los sitios, no me coge las llamadas, no contesta a los mensajes… nada de nada. Cero absoluto. ¿Tú no puedes hablar con ella? Os llevabais bien…
—Nos llevábamos cordialmente… Pero si quieres intento hablar con ella.
—Me harías un gran favor. Sabes que me molaba de verdad… Y cuando por fin era mía la zorra de mi madre me lo jode todo…
—Hablaré con ella, hablaré… cambia de canal anda que esto es una mierda.
“Claro que voy a hablar con ella. Y mientras tu quedas con ella para pedirla perdón, yo me follaré a tu madre en este mismo sofá.” Me dije mentalmente. Le puse la mano en el hombro y le animé como un buen amigo debe hacer.
Al día siguiente me levanté temprano, limpié toda la casa e hice los baños. Era la condición que me ponían siempre mis padres para dejarme el coche durante una hora. Telefoneé a Bea y tras insistirla durante un rato diciéndola que teníamos que hablar urgentemente, accedió a quedar conmigo con la condición de que no la hablara de Gonzalo. Le prometí que no sacaría su nombre (si, seguro) y salí con el coche hacia el centro.
La recogí en frente de su casa y mientras buscaba un sitio en el que aparcar saqué como no el nombre de mi amigo.
—Quería hablarte de Gonzalo— Directo.
—Ya estas con ese subnormal…
—A ver, escúchame, déjame hablar y luego me replicas— Dije mientras aparcaba en un extenso parking descubierto— El otro día cuando fuisteis a su casa lo que en realidad paso es que Gonzalo vio que su madre est…
—Me da igual todo lo que me quieras decir ¿Qué coño quieres que haga? ¿Qué quede con él, se arrastre pidiéndome perdón y luego le mande a tomar por culo?
Si era justo eso lo que quería.
—Déjame terminar, su madre est…
Y de repente Bea me agarró del cuello de la camiseta y me plantó un beso.
—¿No eres tan calzonazos de venir hasta aquí solo para hablarme de tu amigo no?
Sus carnosos labios se quedaron enganchados a los míos. Bajé la vista casi con vergüenza y mis ojos se clavaron en su escote que mostraba unas tremendas tetas aplastadas una contra otra y que parecían estar a punto de reventar.
—Si tu amigo dice que soy una puta, ¿Tendré que serlo un poco no?
Su mano bajo directamente a mi entrepierna y con una habilidad asombrosa me soltó el botón del pantalón y me bajó la cremallera. Ella ya se había soltado su cinturón de seguridad con la otra mano y acomodaba su culo en su asiento dispuesta a todo.
Bajo mi calzoncillo dejando en libertad mi flácido miembro, agachó su cabeza y se lo metió entero a la boca. Sentí la calentura de su boca y la saliva caer sobre mí y décimas de segundo mi polla comenzó a empalmarse.
—Luego le cuentas a tu amigo lo que se ha perdido por subnormal.
Mi polla ya llenaba toda su boca.
La verdad es que nunca me había fijado excesivamente en Bea, primero por ser el amor platónico de mi colega y segundo por su estética poligonera con sus extensiones en el pelo, sus piercings de oro en la cara y su poca clase hablando, pero joder, esos labios rodeando mi polla eran una maravilla. Subía su cabeza y la bajaba con un arte totalmente inesperado para una muchachita de dieciocho años. Cuantas pollas se habría comido ya me pregunte.
Posé una mano en su cabeza y me deje llevar.
—Joder Bea, te puede ver cualquiera aquí…
—Mmmme daj igjjual— Contestó con mi polla en la boca.
Al ritmo que subía y bajaba la cabeza succionando con sus labios, me pajeaba con una mano y extendía la saliva que iba soltando por todos mis huevos. Y si Bea me hacía eso, que no sería capaz de hacerme una boca experta como era la de Sonia… Y lo cachondo que estaba gracias a mis roces con la citada Sonia, su imagen pasando por mi mente en ese momento y la pedazo mamada que me estaba regalando Bea no tardé mucho en correrme.
Posé las dos manos sobre su cabeza para asegurarme de correrme en su boca y no manchar nada y la avisé.
—Bea… Bea… me corro.
Noté su lengua rodear mi capullo y su mano acelerar el ritmo de la paja hasta que comencé a eyacular en el interior de su boca. No se la cantidad de semen que eche pero fue bastante y en ningún momento tuve que hacer fuerza con las manos pues Bea no trató de escapar de mi corrida sino que recibió mi leche con gratitud.
Tuve los últimos espasmos en mi sitio mientras Bea terminaba de limpiarme el sable y recoger hasta la última gota de semen de mis huevos.
—Joder Bea…—Suspiraba yo mientras ella me guardaba la polla y me ataba el pantalón.
—Voy a quedar con Gonzalo pero solo por la satisfacción de verle llorar y luego mandarle a paseo. Que se joda.
Me encanta cuando los planes salen bien. Volví a la urbanización con una sonrisa de oreja a oreja y después de comer como siempre fui a casa de Gonzalo esperando novedades.
—¿Has hablado con Bea?— Me preguntó nada más abrirme la puerta— Me ha llamado antes. Hemos quedado mañana por la tarde para hablar de lo que paso el otro día.
—De puta madre ¿no?— Me lancé a abrazarle.
—No lo sé. ¿Qué hago? No me puedo ir y dejar que mi madre se traiga a ya sabes quién, el hijo de la gran puta ese…
—Tío, creo que te equivocas de estrategia. Si estas detrás de tu madre todo el día nunca vas a pillar al hijo de la gran puta.
—Ya, pero al menos no se la folla. ¿Puedo confiar en ti para una cosa? Mañana cuando me vaya, me paso por tu casa y te dejo mis llaves para que te vengas aquí a vigilar. Si ves que se trae a alguien a casa, entras y le das una paliza de mi parte.
—Por supuesto. Tú eres más que un amigo, eres un hermano. Cuenta conmigo para lo que haga falta.
Sonia, por fin ibas a ser mía, y encima entraría en casa con las llaves de tu hijo. Me subía por las paredes.
—Anda, vete enchufando la play, voy a mear— Dije. Gonzalo me chocó la mano y subió hacia su habitación.
Esperé hasta que subió todas las escaleras y fui a buscar a Sonia que se estaba pintando las uñas de los pies en la cocina. Agarré el pie que tenía apoyado en un taburete y lo coloqué en mi entrepierna.
—Te informo de que tu hijo mañana te dejara solita por la tarde.
Restregué su pie por mi paquete y lo volví a dejar apoyado en el taburete. Me di la vuelta y subí con mi amigo del alma.
Pasé todo el día nervioso. Por la noche en la soledad de mi habitación aunque había prometido no masturbarme para ir bien cargado con Sonia, no pude evitarlo y me hice una paja. Igualmente, por la mañana me levanté empalmado y tuve que morderme los puños para no caer en la tentación y hacerme otra. Era el gran día.
A las cuatro de la tarde Gonzalo tocó a mi puerta dejándome las llaves e instándome a que iría lo más rápido posible a vigilar su casa desde fuera. Incluso me trajo una nevera portátil con unas cervezas y una silla plegable. Le deseé suerte y se marchó. Estaba ansioso. Resoplé y me tranquilicé, me embadurné de colonia y salí de casa dispuesto a cumplir mi sueño.
Caminé hasta la puerta de su casa, metí la llave con sumo cuidado y entré dentro. Caminé arrastrando los pies con la intención de hacer el menor ruido posible y darla una sorpresa. Mientras la buscaba por la planta baja escuché ruidos en la parte de arriba así que me descalcé y subí cuidadosamente las escaleras. A mitad de camino me quité la camiseta y los pantalones dejándolos colgados en la barandilla de la escalera. Caminé por el pasillo hasta la puerta de su habitación que se hallaba entreabierta y me quede petrificado.
Tumbado en la cama había un tío boca arriba, desnudo y con la polla apuntando al cielo. A su lado Sonia, únicamente vestida con el mismo tanga blanco de la primera vez, le comía la boca y le masturbaba con suavidad.
Sonia se incorporó poniéndose de rodillas en la cama y pude observar por primera vez sus perfectos redondos pechos. El chico se incorporó y se puso también de rodillas. ¡Le conocía! Me quedé helado. Era Fernando, compañero de clase y amigo de toda la vida tanto mío como de Gonzalo. Hijo de la gran puta.
Sonia se puso a cuatro patas y engulló toda la polla de Fernando, delgada pero larga. Desde mi posición veía el culo de Sonia en pompa apuntando hacia mí y la parte superior del cuerpo de Fer, que por su expresión de la cara disfrutaba como un condenado.
—¿Echabas de menos mi polla eh?— Exclamó él.
No me lo podía creer y no me explicaba nada. Ese cabrón ya debía habérsela follado antes y ahora ¿Me iba a estropear mi sueño? ¿Otra vez? ¿Y ella? ¿Calentándome a diario para ahora tirarse a otro? Casi me sentí engañado, supongo que me había hecho a la idea de que ya era solo mía. Valoré mis opciones: Entrar y darle la paliza prometida a Gonzalo, o entrar y unirme a la fiesta follándome por fin a Sonia.
Entré caminando despacio. Noté como a Fernando se le paraba el corazón al verme. Caminé hasta el borde de la cama y puse una mano en cada nalga de Sonia separándolas. Al notar mis manos Sonia levantó su cabeza asustada y volteándola hacia mí.
—Sigue chupando— La ordené.
Fernando y yo nos miramos con cara de complicidad.
—Eso es— Dijo Fernando agarrándola con ternura del pelo y llevando su cabeza hacia su polla de nuevo— Sigue chupando cariño, que hoy en vez de una polla vas a tener dos.
Agaché mi cabeza y besé sus nalgas. Luego la propiné un par de mordiscos, uno a cada lado, y puse mi boca en su tanga. Volvía a estar en el mismo punto que la anterior vez cuando Gonzalo nos interrumpió, pero esta vez nada ni nadie me pararía. Agarré el tanga de los laterales y se lo bajé hasta las rodillas quedando ante mí su exquisito coño rasurado y un agujero anal rosado y cerradito. Aspiré su olor antes de sacar la lengua y darle un lametón desde su clítoris hasta su ano haciéndola soltar un gemido a través de la polla de Fernando.
Su encharcado agujero del placer era un manjar para mí. Separé con mis manos sus labios vaginales e introduje mi lengua tan al fondo como pude. Me llevé todos sus jugos a la boca y tire de sus labios mordiéndola con los míos. Metí dos dedos en su coño y lleve mi lengua a su ano. Dibuje círculos con mi lengua sobre él antes de besarlo y escupirle. Volví a bajar a su coño y me centré el devorarle el clítoris mientras la follaba con los dedos.
—Trágatela toda… que bien lo haces nena…—Le escuchaba decir a Fernando.
Levanté la vista con mi cabeza apretada entre aquellas dos maravillas nalgas para ver como Fernando guiaba con sus manos la cabeza de Sonia haciendo que se tragara casi la totalidad de su polla y sentí cierta envidia. Me quite la camiseta, los pantalones y los calzoncillos quedándome totalmente desnudo. Mi polla lucía enorme. Tiesa como un mástil y gorda como nunca.
Me la agarré por la base y la azoté en cada nalga con ella.
—Vamos a cambiar Fer, déjame su boquita un rato.
—Sí, mejor, que como siga así me voy a correr antes de tiempo.
Se bajó de la cama para ocupar mi posición y yo me subí para ocupar la suya. Me puse frente a ella y la vi a los ojos por primera vez. Sujeté su barbilla mientras le ponía mi capullo en la comisura de los labios y murmuraba un ansiado por fin. Sonia besó el capullo que le ofrecía y sin pestañear abrió su boca y fue introduciéndose mi rabo centímetro a centímetro.
La calidez de su boca era sobrecogedora. Era maravillosa y el movimiento de su lengua al recorriendo mi tronco cuando se la metía a la boca era indescriptible. Coloqué mis manos en su cabeza para ayudarla al igual que había hecho mi amigo previamente. Mientras tanto, Fer ya se hallaba tumbado boca arriba debajo de Sonia y le devoraba el coño de una manera bastante ruidosa.
En ese momento el silencio de la habitación solo lo rompía Fernando con su comida, mis suspiros, y los de Sonia ahogados en mi cipote.
Vi como de pronto Fernando se levantaba, rebuscaba algo entre su pantalón y se ponía un condón. Sin previo aviso colocó su polla sobre la entrada de Sonia y la empaló hasta el fondo. Los ojos de ella se abrieron como si fuera a salirse de sus orbitas hasta que su coño se adaptó a su nuevo invitado y fruto de las embestidas que Fernando la comenzaba a dar, comenzó a chocar su nariz contra mi vientre tragándose mi polla por completo.
Esta situación era mejor de lo que había imaginado. El vaivén de sus tetas era hipnótico y Fernando taladrándola desde atrás más aún. Tal era mi calentura que note las ganas de correrme y no hice nada por evitarlo pues sabía que mi polla no se bajaría con tanta facilidad. Aplasté su cabeza contra mi cuerpo hasta notar mi capullo en el fondo de su garganta y deje que el semen brotara de mí. A Sonia no le quedó más remedio que tragarlo absolutamente todo mientras su cuerpo convulsionaba en lo que intuí era su primer orgasmo.
Mi polla siguió encajada dentro de su boca pues Fernando no cejaba en su empeño de partirla en dos a base de embestidas por lo que no tenía manera de librarse de mí y continúo mamándomela.
Durante unos minutos mi miembro tuvo un leve decaimiento pero en seguida volvió a su máximo esplendor. No había quien bajara aquello.
Fernando desalojó el coño de Sonia entre suspiros.
—Fóllatela tu un rato, que yo necesito un respiro.
Y yo un respiro era justo lo que no necesita, necesitaba follármela de una vez por todas.
—No te menees reina, que a cuatro patas estas estupenda— Le dije con dulzura a Sonia.
Me puse detrás suyo y sin más miramientos agarré sus caderas y la penetré de golpe. Fue como entrar en el paraíso.
—¿No te pones condón macho? — Me pregunto Fernando.
—Yo me la follo a pelo.
Fernando se había sentado en cama en frente de Sonia y le ofrecía sus huevos para que los besara mientras ocasionalmente le arreaba con la polla en la cara. Yo me afanaba en destrozar aquel jugoso coño que me había empapado todo el abdomen con los fluidos que echaba cual catarata.
Pellizcaba su culo y en un determinado momento comencé a azotarlo lo cual aprecia reactivarlo y en el vaivén de mis penetraciones, Sonia comenzó a menearse como si formara círculos con las caderas haciendo que mi polla estaría a punto de partirse en dos. Era el polvo más salvaje que había echado jamás.
—Túmbate en la cama tronco, deja que te folle ella, que tengo una idea.
Ardiendo en deseos de conocer la idea de Fernando, salí de Sonia para tumbarme en cama con picha tiesa. Sonia rápidamente se subió encima de mí y se sentó de manera perpendicular. Cuando pensaba que mi amigo iba a darle nuevamente su polla para comer, este la empujo por la espalda cayendo ella encima de mí, aplastando sus pechos con sus erizados pezones contra mí. Fernando se situó detrás y por primera vez en el día escuche hablar a Sonia.
—¡Me vais a partir en dos, me vais a matar! — Exclamó con cierto temor.
Fernando estaba a punto de reventarla el ojete y Sonia de recibir una doble penetración. De pronto comenzó con los gritos de dolor mezclados con algunos de placer. Yo sentía una presión enorme alrededor de mi polla. A la propia de sus paredes vaginales se unió la polla de Fer que hacía que todo allí abajo estuviera más prieto. A los tres nos resultaba más complicado movernos para entrar y salir pero la sensación de estar a punto de estallar lo compensaba todo. Lleve mis manos a los pechos de Sonia en el momento en el que vi como esta ponía los ojos en blanco en lo que supuse que era su segundo orgasmo de la tarde.
Se mordió los labios y tembló con aquellas dos pollas ensartadas en ella.
—¡Vamos a corrernos en su cara, que yo no aguanto más! — Dijo Fernando levantándose de golpe y lanzando su condón por los aires.
Agarré a Sonia, que recobraba el aliento, de los brazos y la eché en la cama boca arriba. Cada uno nos pusimos a un lado y comenzamos a pajearnos justo encima de su cara. Dos segundos después Fernando expulsaba todo lo retenido y teñía la cara cansada de Sonia de blanco. Su frente y sus mejillas se llenaron de semen blanco como la nieve. Aceleré el ritmo de mi paja a fin de correrme y tras un minuto yo también me corrí en su cara terminando de cubrir de leche lo que poco que se había salvado con la corrida de Fernando.
Fernando se levantó entre gritos de entusiasmo y abandono la habitación con el móvil en la mano. Sonia se levantó y se dirigió a su baño para limpiarse la cara. Yo me quede tumbado en la cama recuperándome de semejante polvazo.
La salida del baño de Sonia coincidió con la vuelta de Fernando a la habitación.
—Acabo de llamar a Gonzalo y todavía le queda un rato así que con vuestro permiso voy a darme una ducha— Dijo Fernando.
Abrió un armario, saco una toalla y se metió en el baño. Sabía hasta donde estaban las toallas ¿Cuántas veces había estado ya allí?
Señale a Sonia con el dedo hasta que capte su atención y la hice un gesto para que viniera conmigo y se tumbara junto a mí.
—Sabía que te gustaban las pollas jóvenes pero no hasta este punto. ¿Tanto te gusta tirarte a los amigos de tu hijo?
Sonia bajo la cabeza avergonzada.
—Yo… tengo mis necesidades y bueno… si, me da mucho morbo…
—Y yo entiendo que las tengas, te encante sentirte deseada y te encante tener estas pollas de dieciocho años todo el día duras, pero hoy iba a ser mi día y solo mío. No me gusta compartir y menos a ti.
—Yo no tenía planeado esto, te esperaba solo a ti.
—Estas tan buena que por esta vez te lo voy a dejar pasar, pero el próximo día te quiero sola.
Afirmó con la cabeza con cara de culpabilidad. Cuando Fernando salió de la ducha yo ya me había vestido y preparado para irme. Le esperé a que él se vistiera también para abandonar la casa juntos. Una vez fuera Fernando me dio un puñetazo en el brazo a modo de broma y se dirigió hacia mí.
—Joder tronco, no sabía que tú también te la follabas…
—Pues ya ves jaja Menuda guarra— contesté entre risas— ¿Hace cuánto que te la follas tú?
—¿Cuánto? Unos dos meses jaja Es una larga historia. ¿Te acuerdas aquel día que vinimos a estudiar para la selectividad a casa de Gonzalo? Pues cuando vi a su madre… Dios, como me puse. Así que ¿Sabes que hice? ¿Te acuerdas que salimos un rato a tomar algo al bar? Pues antes de irnos deje encima de la mesa unos relatos eróticos que le había escrito con Pamela, la profesora de Historia…
—Joder, otra que vaya como esta…
—¿A que si? Yo es que tengo un fetiche con las maduritas… a lo que iba. Deje los relatos y cuando volvimos note que no hacía más que mirarme el paquete así que un par de días después me presenté en su casa cuando estaba sola diciéndola que me había olvidado algo y cuando entré dentro ¡ZASCA! La di polla toda la tarde jaja Y desde entonces llevo dos meses tirándomela día sí, día no, cuando Gonzalo se va a tu casa aprovecho para pasarme por la suya jaja
—Joder jaja… ¿Y la has enseñado más relatos?— Pregunté curioso.
—Si si, suelo escribirlos y mandárselos para tenerla calentita jaja ya sabes, esa madre divorciada que se tira a los amigos de su hijo, esa doctora que recupera a sus jóvenes pacientes a base de mamadas, todos de ese estilo, milfs y jovencitos jaja
—¿Quieres saber cómo hice para follármela yo?— Dije tirándome el largo— La pillé cachonda perdida leyendo un relato erótico ¡Fijo que alguno de los tuyos! Creo que te debo algún favor tío jaja ¿Sabes una cosa?
—Dime.
—Eres todo un hijo de la gran puta.
Nos despedimos y marché a mi casa a esperar a Gonzalo. Cuando llegué le informé de que había pasado la tarde sin novedades y contarme él con gran alegría que se había enrollado con Bea y que habían acabado masturbándose mutuamente en un cine, quedamos al día siguiente en su casa.
Pasó el día y me presenté en su casa de nuevo. Me recibió Gonzalo con su madre igual de sexy que siempre.
—Sigo diciéndote— Le dije a Gonzalo cuando estuvimos a solas— Que te equivocas de estrategia, si le quieres pillar deja a tu madre sola algún día. Mañana quedamos en mi casa, hazme caso.
Tras toda la tarde reflexionando, acabó por aceptar mi idea y al día siguiente fue Gonzalo el que se presentó en mi casa. Su nerviosismo era palpable. Apenas escuchaba a lo que le decía y no daba una con la Play.
—Si te vas a quedar más tranquilo, hacemos una visita sorpresa a tu casa.
No tuve que decir nada más para que Gonzalo se levantara y saliera disparado hacia su casa conmigo detrás.
Caminó a paso ligero y al llegar y abrir la puerta se encontró a quien yo ya sabía que estaría allí: Fernando. En mitad del pasillo con solo unos pantalones cortos puestos.
—¡TU ERES EL HIJO DE LA GRAN PUTA! —Chilló Gonzalo antes de abalanzarse sobre él y soltarle un puñetazo en la cara que lo mandó al suelo.
Una vez en el suelo, se lanzó encima de él y continuó propinándole puñetazos a diestro y siniestro. Me abalancé sobre Gonzalo y metiendo mis manos por debajo de sus brazos conseguí quitarlo de encima de Fernando y a base de empujones sacarlo a la calle. Allí en el suelo quedó Fernando con el rostro desfigurado y el cuerpo empañado en sangre.
Algún vecino debió ser testigo de la situación porque una ambulancia acompañada de un coche policial no tardó en aparecer. La entrada de la casa enseguida se llenó de curiosos y tras una hora de toma de declaraciones a todos los presentes, el coche policial abandonó el sitio con Gonzalo en su interior y la ambulancia con Fernando en ella.
En cuanto ellos se fueron, los vecinos volvieron a sus casas. La puerta de la casa de Gonzalo seguía abierta de par en par. Entré cerrándola y avancé por el pasillo saltando el charco de sangre del suelo. Subí por las escaleras y fui a la habitación de Sonia. Las sabanas desechas de su cama daban muestra de lo bien que se lo habían estado pasando ella y Fernando. Escuché sollozos a través de la puerta del baño y la toqué con los nudillos.
—Ábreme Sonia, soy yo. Estoy solo.
Tras unos segundos, Sonia, en bragas y sujetador me abrió la puerta con lágrimas bajando por sus mejillas.
—¿Qué ha pasado? — Me preguntó.
—Tranquila, todo está bien. No llores. Lo único que ha pasado es que… Nos hemos quedado solos— Sujeté su cara con ambas manos— Date la vuelta. Quiero probar tu culo.
5 comentarios - La madre de mi mejor amigo