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Y esta fue la parte que me valió una pequeña discusión con mi esposa.
· Pero, ¿Por qué no intentaste algo más con tu secretaria?
De nada sirvieron mis explicaciones de cómo me sentía en esos momentos y en un tremendamente equivocado “uso de palabras”, le hice ver que, de ser una “esposa más normal”, debería estar montando en furia por serle infiel.
Eso ocasionó un gran arrebato de enojo, que por poco me hace dormir en otra habitación, aunque su curiosidad fue más grande por saber qué más había pasado durante el viaje.
Como mencioné, emocionalmente me sentía terrible y necesitaba distraerme. Creo que me veía tan deplorable, que inspiré lástima a Gloria y que de inmediato, canceló el Uber que había solicitado.
Fuimos caminando y le expliqué que necesitaba comprar unos regalos para mis hijas y para mi esposa, oportunidad que también aproveché para llamarla, dado que el día anterior no tuve mucho tiempo, por la invitación a cenar de Hannah.
Le conté a grandes rasgos qué había pasado. Ansiosa, Pamelita tomó una vez más el auricular y me recordó la promesa que le había hecho, que volvería tras salir por tercera vez el sol en el horizonte.
Gloria me contemplaba complacida, mientras hablaba cariñosamente con mis retoños, que finalmente, le devolvieron el auricular a miesposa.
· ¡No me compres algo caro!- me ordenó, leyendo mi mente.
- ¿Por qué no?- pregunté, maravillado con mi esposa.
· Porque no lo necesito.- respondió, con su franqueza y humildad habitual.- ahora que si tú quieres… me puedes traer un dulcecito de tu viaje.
- ¡Está bien!- acepté, resignado.- ¡Te llevaré un dulcecito, también!
Y nos despedimos de besos. Como les mencionaba, nos encontrábamos en la zona comercial y elegante de Perth, por lo que encontramos tiendas más refinadas.
Los regalos de mis pequeñas salieron casi al instante: un león de peluche para Verito y un libro de botánica, con ilustraciones de flores y plantas para Pamelita (porque aparte de las mariposas, mi retoño se ha obsesionado también con las plantas).
Gloria me contempló sorprendida por el contraste de los regalos, ya que sabe que mis pequeñas tienen apenas 3 años, por lo que le pedí que mejor no me hiciera preguntas, mientras cancelaba en la caja.
Y entonces, entramos a una tienda refinada de artículos para mujer. Tanto Gloria como yo veníamos moderadamente acordes con la elegancia de la estancia: Yo con pantalón, chaqueta y zapatos negros, camisa y una corbata y ella, con falda y blusa blanca, de hombros descubiertos, complementado con una camisa color salmón.
Al ingresar, nos abordó inmediatamente una joven de cabello negro, largo, brillante y sedoso, de 1.63 (me pareció más baja que Hannah), ojos castaños, labios finos y vestida de una forma “modosita” (es decir, no muy reveladora), con una falda negra hasta la rodilla, camisa blanca y una chaqueta sin mangas, con más pecho que trasero.
· ¡Hola, mi nombre es Patricia! ¿En qué puedo servirles?
- Buenas tardes. Estoy buscando un perfume para mi esposa.
· ¡Acompáñeme, por favor!
Gloria me contemplaba nerviosa, sin saber bien por qué la necesitaba. Pero la verdad era que quería comprar un buen regalo para Marisol.
Para que puedan comprenderme, sabía que si iba a solas, aceptaría cualquier producto recomendado por la promotora y me marcharía satisfecho, porque supongo que similar a la mayoría de los hombres, cuando vamos de compras, tenemos un objeto en mente, lo tomamos y nos retiramos.
En cambio, si iba con otra mujer, ya no era tan fácil, puesto que por su curiosidad, tienden a distraerse más rápido con carteras, pulseras y otros aparejos.
Y como era de esperarse, me mostró los más vendidos: Chanel, Oscar de la Renta, Carolina Herrera… entre otros, que conociendo los gustos de mi esposa, no serían de su agrado.
- ¿No tienes algo con un aroma más natural?-pregunté con un poco de nerviosismo- ¿Algún perfume con esencia de Orquídea o aLavanda?
Las 2 me miraron con extrañeza, intuyendo ya que me salía un poco del común de los clientes masculinos. Pero tras haber vivido en una casa perfumada por las deliciosas flores y plantas de Lizzie, mi nariz se había acostumbrado a ese tipo de relajantes aromas.
Desafortunadamente, Patricia dijo que no, aunque trajo algunos perfumes no tan solicitados, pero que sí tenían esencias más naturales.
Los nuevos perfumes no eran de mi completo agrado, ya que algunos eran punzantes para el olfato y nuevamente, volví a los que me había recomendado al comienzo.
- ¿Es posible que lo pruebe en ella?- pregunté, cuando encontré uno que parecía serme grato.
Patricia me miró complicada…
- ¡Mira!, si te es problema, te compraré el envase completo. Pero me gustaría olerlo de su cuello, ¿Es posible?
Ante esa propuesta, no tuvo problemas…
Gloria estaba estática.
· ¡Por supuesto!- comentó radiante.
- ¡Excelente!- y mirando a Gloria, solicité.- ¡Bien,Gloria, necesito que me prestes tu cuello!
§ ¿Qué?
- Lo que escuchaste.- le pedí de manera más autoritaria.- Necesito que me prestes tu cuello.
Gloria y Patricia se miraron extrañadas. Probablemente, creyó que Gloria era mi esposa y mi secretaria no creía lo que pretendía hacer.
Aun así, accedió a removerse la camisa y exponer sus hombros. Rocié 2 veces el perfume en su blanquecina piel, cerré los ojos y aspiré profundamente.
Sé que de alguna manera, esto la perturbó, aunque me encontraba a unos 10 centímetros de su cuello, porque su respiración se empezó a acelerar y cuando me incorporé, estaba en un rictus demasiado tenso y más confundida que avergonzada.
- No. No me convence.- respondí, decepcionado.Pero al ver la confusión en ambas, agregué.- A mi esposa le gusta aplicarse perfume en el cuello, porque es ahí donde más le gusta que la bese.
Como si eso les hiciera más sentido, me dejaron probar otra vez, sonriendo con curiosidad, con otro perfume que encontré. Salvo que en esa oportunidad, sujeté delicadamente el mentón de Gloria y forzándolo levemente, aspiré una vez más sobre su blanquecino cuello y cerré los ojos.
Posteriormente, nos miramos y nos sonreímos.
§ ¿Ese te gustó, Jefe?- preguntó, divertida por la inusual situación.
- No.- respondí, sonriendo, sin perder mi objetividad.
· Tal vez…- interrumpió dudosa Patricia.- Tal vez…le agrade el mío. Es un poco más suave.
La dependienta se sacó la chaqueta y expuso su cuello y su camisa, para que volviera intentar. En esta oportunidad, la esencia era tan tenue, que tuve que sujetarla por los hombros y aspirar profundamente 3 veces.
Cuando la solté, Patricia también tenía los ojos cerrados y un rostro muy placentero.
- Sí, algo así me agrada… ¿Tienes más variedad de ello?
· Sí.- contestó satisfecha Patricia.- tenemos algunas variantes…
§ ¡Jefe, deberías seguir probando conmigo!- sugirió con impaciencia.
- ¡No, lo siento!- respondí, esperando ansioso aque Patricia volviera.- Es un perfume mucho más suave y si lo comparo con el que has usado, las esencias se mezclaran.
Gentilmente, Patricia trajo otras 2 botellas más. Pero inesperadamente, se destapó 2 botones de su camisa, exponiendo parte de sus pechos y se roció un poco de perfume en uno de ellos.
· Si desea usted probar…-comentó, de forma sugerente.
Y una vez más, aspiré profundo. La esencia era rica, suave, acorde con el aroma a jabón que lleva Marisol…
· ¿Le gusta?- preguntó, con una mirada más seductora.
- ¡Sí, algo así estoy buscando!- respondí, satisfecho, sin poder contenerme de ese maravilloso aroma.
· ¿Y qué le parece esta otra?- se roció, sin terminar su pregunta.
Nos miramos, cómplices. Sabía que de alguna manera, le había enganchado y al igual que las mujeres (Porque las mujeres no siempre tienen que llevarse toda la diversión…), decidí “calentarles la sopa”…
Y aspiré nuevamente, pero la segunda esencia no me agradó.
- ¡No, lo siento! ¡Me llevo el primero! ¿Qué opinas, Gloria?
Pero ella permanecía amurrada. No era la primera vez que la veía en un arrebato de celos e incluso, el viernes que Madeleine y Cristina me invitaron a tomar algo después del trabajo, se terminó colando en el grupo, para salvaguardarme.
Seguí coqueteando con Patricia, sonriéndole y mirándola constantemente, mientras que Gloria estaba de brazos y de piernas cruzadas, fingiendo mirar hacia otro lado.
- Bien, eso termina el perfume…- les dije satisfecho a ambas.- ¿Tienes joyas?
Patricia nos guío hacia un aparador muy bonito de madera, con terciopelo azul, donde había diferentes tipos de broches, anillos, zarcillos, pendientes y collares de diamante y de zafiros, que hacían juego con los ojos de Gloria, los cual los contemplaba muy ilusionada.
- ¿No tienes algo en Jade, Esmeraldas o en Ópalo color verde?
Otra vez, sus miradas de extrañeza, como si realmente tuviera que darles explicaciones…
- Mi esposa tiene ojos color verde… y estoy buscando algo que haga juego con ellos…- les traté de explicar de la forma más gráfica.
Patricia miró a Gloria, quien se avergonzó levemente. Ahora había sido aclaratorio que mi secretaria no era mi pareja.
Trajo una bandeja que contenía solamente anillos y aros…
- ¡No, no!- le impedí, al verlas.- Ando buscando algo parecido a un pendiente de Jade, para su cuello…
Y una vez más, perplejidad en sus ojos…
Sonreí.
- Mi esposa tiene… (gesticulé con las manos) un busto llamativo… y se avergüenza fácilmente cuando otros hombres lo contemplan…por lo que estoy buscando algo que distraiga la atención, ¿Entiendes?
Volvieron a sonreír, con una mirada levemente lasciva, de algo que cautiva su interés…
Patricia volvió a buscar otra bandeja, la cual ubicó al lado de la primera, aunque inmediatamente me lo advirtió…
· Son más caras…
- ¡Lo sé, y tengo el dinero!- contesté, mirándole desafiante a los ojos.
Y encontré una, de la cual me enamoré perdidamente…
Es un precioso pendiente triangular, con un ópalo verde perfectamente pulido, con una cadenita de oro, de alta pureza.
Confieso que estuve muy tentado de acariciar la joya, para apreciar su perfección, pero como eso podía llenarle de impurezas y disminuir su belleza, tuve que contener los dedos.
Gloria estaba también maravillada con la joya, mirándola con sus ojitos celestes muy brillantes.
- ¡Esto es lo que busco!- exclamé, con satisfacción, para luego pedir a Patricia- ¿Tienes un espejo?
Pensándolo con una mentalidad más delictiva, podría haber sido bastante fácil para nosotros pescar la joya y salir huyendo, dado que aparte dePatricia, habría 2 vendedoras más y un obeso guardia de seguridad. Sin embargo, nos veíamos y sentíamos tan a gusto, que ni siquiera dudó dejarnos unos 30 segundos con la joya en nuestras manos y al traer el espejo, se veía tan o más ilusionada que Gloria…
- ¿Me prestas tu cuello otra vez?- pregunté de manera bromista a mi secretaria…
Y le ayudé a sacarse la camisa color salmón, con mucha delicadeza, posándola en el estante. Me ubiqué detrás de ella y se estremeció un poco al sentirme, rozándome “inocentemente” con sus posaderas, mientras abría la cadena para ubicar la joya en su cuello.
Sus ojos estaban vidriosos, expectantes y comprendí en esos momentos, que hay mujeres que se entregan por las joyas… (Afortunadamente, mi esposa no es de esas)
- Y, bien, dime Gloria…- comenté en un tono sarcástico.- Imagina que Oscar va de viaje por algunos días y te pregunta qué quieres como obsequio. Le pides que no sea nada caro… (una pequeña sonrisa de mi parte) un caramelo, ojala… y él aparece con esto… ¿Qué dirías? ¿Te gustaría o te enojarías?
Patricia rió con moderación, comprendiendo finalmente la situación que nos había llevado hasta su tienda.
Gloria, en cambio, suspiraba ilusionada…
§ ¡Me encantaría!... ¡Sería tan inesperado… romántico!- comentó ella, con una voz suave.
Me sentí satisfecho…
- ¡Está bien! ¡Me lo llevo!- le indiqué aPatricia…
Pero al ver el rostro de decepción en Gloria cuando se lo retiraba del cuello, agregué…
- Pero me gustaría ver un par de aretes, de diamante, para ella…
Gloria quedó inmediatamente petrificada con mis palabras…
§ ¡Vamos, jefe!... ¡No es necesario!- replicó temerosa.
- ¡No, está bien!- le respondí, tratando decalmarla.- Te dije que estoy muy arrepentido de haberte usado de esa manera en el trabajo y te lo mereces. Consolidamos el acuerdo gracias a ti y es tu recompensa…
§ Pero…es muy caro…- comentó, contemplando las joyas con los ojitos brillando, al igual que mi esposa, cuando entramos a una chocolatería…
- ¡No te preocupes! ¡Yo puedo pagarlo!
Y escogí unos en un marco de plata, con corte princesa y forma redonda, que prácticamente la revolucionaron.
Luego de ubicárselos en sus orejas, no paraba de menear la cabeza de un lado para otro, sin poder creer que los estuviera luciendo, ni mucho menos, que fueran suyos…
§ Pero jefe… ¿Qué le diré a Oscar?- me preguntó, mirándome agitada.
Estaba seguro a partir de ese punto, que si le proponía ir aun motel (o lo más lógico, pasar la noche en mi habitación del hotel donde nos estábamos hospedando), aceptaría sin contemplaciones.
- ¡No es necesario que lo sepa, si tú no quieres!-le sugerí de forma práctica, mientras le entregaba mi tarjeta a Patricia, para que cancelara.- Te recomiendo que los conserves, porque en adelante, te encontrarás con personas importantes y es necesario que te veas bien y elegante.
§ ¡Gracias!...-comentó, abochornada.
- Pero si realmente quieres dejar tu conciencia tranquila, aprovecha de comprarle otro obsequio a Oscar…
§ ¡Pero jefe, si te he dicho que le he comprado un reloj!
- Y créeme que si mi esposa me diera algo así, me sentiría decepcionado.- Y luego, miré a Patricia.- ¿Tienen lencería?
Patricia me miró risueña, intuyendo qué era lo que planeaba…
Me mostró tangas, sostenes y pantaletas de encajes, portaligasy todo tipo de lencerías picantes, como si adivinase que todo era una treta para llevármela a la cama.
Y mirándola a la distancia, haciendo un marco con mis dedos, enfocándome en su busto, le dije a Patricia…
- Estimo que… unos 32-B… ¿No crees?- basé mi decisión en que Marisol ocupa ahora talla 34-C.
Patricia solo sonrió.
§ ¡Jefe…yo uso… 32-C!- aclaró Gloria, muy avergonzada.
Sonreí un poco, por su inesperada confesión.
- ¡Lo sé!... o al menos, lo imagino… (Aclaré al ver la mirada prejuiciosa de Patricia…) pero nada excita más a un hombre que ver una mujer con ropa ajustada.- comenté, más serio.- En tu caso, has salido con tu jefe por 3 días, a otra ciudad. Si fuera él, estaría preocupado y con celos, pensando que pudiste tener algo conmigo… (sus ojos me contemplaban atónitos), por lo que el mejor regalo que puedes obsequiarle es ropa interior nueva, para él. Así, él sabrá que lo extrañaste y que estás deseosa por tener sexo.
A mi mente, acudían los recuerdos de cómo Douglas compró lencería sexy para Hannah y cómo ella se excusó, aduciendo que la avergonzaban y la probaría en el turno de faena “a solas”, oportunidad que me sirvió para hacerle el amor a Hannah casi hasta el cansancio absoluto.
Patricia asentía en silencio, al escuchar mis reflexiones, mientras ubicaba el encargo, para luego mostrármelas.
Escogí unas tangas delgadas negras, tipo colaless, que hicieron avergonzar a Gloria; Otro conjunto, en rojo encendido, de encaje; un corsé con portaligas blanco, junto con medias del mismo color; un camisón para dormir rosado, que estimaba que no le cubriría las rodillas y la que más me sorprendió, un culotte semi-transparente, color negro, muy revelador, junto con sostenes ad hoc, escogidos por Patricia.
Aunque más de una de esas prendas hizo ruborizar a mi secretaria, no protestó, en vista que se trataban de unos regalos y siguió a Patricia, que la guío hasta los probadores.
A los pocos minutos, mientras yo esperaba afuera de ellos, salió Patricia a acompañarme.
· ¿No desea ver usted cómo le quedan?- preguntó, con una sonrisa maliciosa.
- ¡No!- repliqué yo, en tono sonriente.- Soy su jefe, pero no ese tipo de jefes…
Y volvió nuevamente a sonreír…
· ¿Y no desea llevarle algo a su esposa?-preguntó, de una forma más seductora.- Tal vez… pueda mostrarle algo que le interese…
Sabía que lo estaba tirando en otra connotación, pero como les mencioné anteriormente, “No solo las mujeres tiene que llevarse toda la diversión”,y aparte de todo, me sentía cansado. Decliné su invitación, explicándole que mi esposa me recibiría con un aparejo nuevo y sexy (que fue su nuevo disfraz de “Genio de la lámpara”, el cual lo encontré muy exótico y cautivante), y que en realidad, ya la extrañaba. Fue ahí que detuvo sus avances y nos despidió sonriente, tras contabilizar nuestras compras.
Al final, escogió 3 conjuntos (de los 5 que le había seleccionado) y no hablamos mucho (pero notaba que inspeccionaba ocasionalmente sus orejas, en las vitrinas más oscuras), mientras caminábamos por las calles de la ciudad.
De un pestañeo a otro, eran las 7 y media de la tarde, por lo que la invité a cenar en un pub. Empezaron a tocar Jazz y le pregunté si quería bailar o no. Bailamos un poco y posteriormente, volvimos al hotel.
La acompañé a su habitación (al lado de la mía) y mientras me disponía a marchar, me preguntó:
§ ¿No gustas pasar?
Era tarde, pasadas las 11 de la noche y una invitación así, una sola cosa podía significar…
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1 comentarios - 6 meses después… (VIII)