En capítulos anteriores:
Se me declaró la amiga de mi hija
La elección de la amiga de mi hija
(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)
¿Cómo?¿Cómo he podido? Aún no me explico cómo fui capaz de hacer algo tan... inmoral. Especialmente porque me gustó. Mucho. Nunca debí hacerlo, pero no puedo borrar el pasado. Será mejor que os lo cuente desde el principio.
Había llegado el verano. Clara y Sonia habían terminado por fin los exámenes y las clases, lo cual les dejaba un montón de tiempo libre. Sonia aprovechaba ahora el tener más tiempo para quedarse conmigo, y que siguiéramos llevando nuestra relación. Habíamos empezado a "salir del armario", pues ya nos habíamos dejado ver algún día por la calle. Aunque ella aún no osaba contárselo a sus padres, aunque yo ya estaba preparado para el día cuando llegase.
Por alguna razón, aquel inicio de verano no parecía sentarle muy bien a mi hija. Clara se la pasaba alicaída, pero cuando le preguntaba qué le ocurría, se limitaba a responderme que "Nada". No quise insistir, pero como padre, me dolía aquella falta de confianza. Le pregunté a Sonia, pero parecía que habían pactado no contarme absolutamente nada. Eso me enfadó tanto que aquella noche le pedí que fuera a su casa a dormir, y me retiré sin darle las buenas noches a Clara.
Así que optaron por contármelo al día siguiente por la tarde. Cuando llegué del trabajo, estaban en el sofá, esperándome. Cuando me vio, Clara, que estaba con lágrimas en los ojos, vino a darme un abrazo. "Lo siento", me dijo. Le devolví el abrazo, y luego se volvió a sentar en el sofá. Yo me apalanqué en mi sofá, y aguardé.
"Lo que Clara no se atreve a decirte... bueno, es que es algo delicado".
"... ¿Tengo que llamar a la policía? ¿Te han forzado?", me puse tenso de pronto. Aquella idea había cruzado mi cabeza como un relámpago.
"¡No! No, no es eso, papá... Es sólo que estoy un poco depre porque llevo algún tiempo sin quedar con un chico".
"Oh..."
"Y es bastante difícil. Ya sabes que tengo una vida sexual normalmente activa, y estos días noto que me he apagado un poco".
"Ya veo..."
"Por eso me pidió que guardase el secreto. Es algo comprometido", dijo Sonia.
"Comprometido. Mi hija sabe que llevo toda la semana acostándome contigo, pero que ella esté en abstinencia es comprometido", ironicé.
"Lo siento. Me di cuenta de que era una tontería ocultártelo".
"El caso es que yo tengo una solución para ese problema...", comentó Sonia.
"Bien hecho. Es lo que tenéis que hacer. Salir esta noche a tomar algo y que conozca algún chico", dije. "Confío en vosotras, pero aún así debo deciros que tengáis cuidado..."
"No me refería a eso. Sé de un par de personas que se podrían acostar con Clara, hoy mismo".
Mi hija la miró ojiplática. No era para menos. ¿En serio conocía a dos personas con las que podría tener relaciones esa noche?
"¿Quienes son?", atiné a preguntar.
"¿No es obvio? Tú y yo", soltó de pronto.
Creo que el silencio que se hizo duró como un mes, y luego seguimos con normalidad. Sonia a de decir... que nos acostáramos con mi hija. Los dos. Con mi hija. Sexo con mi hija. ¿Qué diablos pensaba esa chica?
"Eso es absurdo", dije.
"Imposible", añadió Clara.
Pero al final, de alguna forma, terminamos los tres sobre mi cama. Sonia sonreía. Mi hija estaba nerviosa. Y yo... no sé ni qué hacía ahí. Pero a Sonia se la veía contenta. Me atrajo hacia ella, y me besó. Sentí su lengua en mi boca, y correspondí a su beso. Estaba a punto de lanzarme a por ella, pero entonces se detuvo y, ante mi atónita mirada, besó a mi hija tiernamente. Quise apartar la mirada. Quise hacerlo, era demasiado erótico y no debía mirar, pero no pude evitarlo.
"Y ahora, os besáis vosotros".
No me podía creer que la inocente joven que yo había desvirgado unos meses atrás me estuviera diciendo aquello. No entendía nada. Pero ella se puso detrás de mi, y me fue inclinando hacia adelante. Notaba que me ponía colorado. Veía también a mi hija, muerta de la vergüenza. Pero por alguna razón, no se apartaba. ¿Por qué no se apartaba? Tenía que ponerle fin a la situación.
Pero no pusimos fin, y nuestros labios se temrinaron encontrando. Fueron apenas unos segundos... o eso creo. El caso es que me ardía la cara por la vergüenza, y a mi hija igual. Pero Sonia estaba animada. Se sentó a nuestro lado, y nos dijo:
"Lo siento... es que me apetece mucho hacerlo con las dos personas que más quiero", nos explicó.
Y aunque podía entender aquel deseo, me seguía pareciendo éticamente inmoral. Pero el dulce sabor de los labios de mi hija no se me olvidaba. "Detente", me dije a mi mismo. Pero no podía parar. No me detuve, Clara no me detuvo, y Sonia nos incitaba a continuar. Me fue quitando la camisa, mientras yo le quitaba la camiseta a mi hija, y luego también la desnudaba a ella. Clara me miraba con vergüenza, pero no parecía tener miedo por lo que estaba ocurriendo.
Sonia sonrió, y le quitó el pantaloncito corto que llevaba mi hija, de esos que apenas cubrían parte del muslo, y luego se lo quitó ella. No podía creer que tuviera delante semejante erótica imagen. Ellas dos, cubiertas apenas por la ropa interior, Sonia mirándome sensualmente, acariciando el cuerpo de Clara, quien desviaba la mirada. Sonia tiró de mi pantalón, para indicarme que me lo quitase, y así lo hice. Estábamos los tres apenas cubiertos.
Gracias a mi novia, aquellas últimas prendas se evaporaron. Estábamos completamente desnudos. Entonces se me ocurrió una cosa. Podía empezar con Sonia, y mientras ella se perdiera en el placer, mi hija podría irse de allí. Y así actué. Sonia tenía las piernas separadas, de forma que me zambullí entre ellas, contemplé su rosado coñito, y empecé a comérmelo. Mi lengua jugó como nunca antes, arrancándole gemidos de placer. Sentí sus manos presionando mi cabeza para que no me detuviera. Sonreí, pensando que el juego había acabado.
Pero cuando me detuve, al conseguir que ella tuviera un orgasmo, mi hija no se había ido. Seguía allí, y parecía que me había visto realizar el cunnilingus con gran interés. Sonia la miró, lasciva, y le indicó que separase también sus piernas.
"Adelante... demuéstrale a Clara lo bien que lo haces", me invitó.
Me puse donde debía ante mi hija, pero antes de hacerlo, empecé a lamer y besar su cuello. Parecía que era para estimularla, pero en realidad le quería decir algo al oído.
"Dímelo, y me detendré... por favor".
Pero su respuesta me dejó helado.
"Es que no quiero que te detengas".
Sin podérmelo creer, bajé con mis labios por su cuerpo, y por primera vez pude prestar atención al sexo de mi hija. Parecía tan... inocente. Tan frágil. Tan... jodidamente apetecible. Sintiéndome culpable, mi lengua lo recorrió de una vez. Clara gimió de tal forma que me puso cachondo. Mientras pensaba en que debía detener aquella locura, la volví loca mientras mi lengua se perdía en las profundidades de su vagina, cada vez más rápido. Sentí que Sonia se tumbaba sobre mi.
"Eso es... cómele bien el coño... enséñale lo hombre que eres".
Olvidé entonces con quienes estaba en la cama, y me empleé a fondo. Disfruté de sus gemidos, mientras Sonia empezaba a manosearme el rabo. Su respiración se entrecortó, sentí cómo se tensaba y Clara tuvo el primer orgasmo de mi parte. Mientras recuperaba la respiración, la lengua de Sonia invadió mi boca.
"Ahora nos toca a nosotras", dijo ella, después de atarme las manos al cabecero de la cama, para asegurarse de que no podía impedir nada.
La vi gateando hacia mi hasta que atrapó mi polla con la boca. Su lengua contra mi glande me dio un placer increíble, y con lo excitado que estaba, no sabía cuánto iba a tardar en correrme, pero calculé que no sería mucho. Dio la mano a Clara, y la invitó a ponerse a su altura. Sonia se sacó mi pene de la boca, y se lo ofreció a ella. Lo miró con dudas, y luego me miró a los ojos, antes de volver a concentrarse en mi erección.
"Qué bonito", dijo. Y siempre recordaré esa imagen a cámara lenta: sus labios separandose, entrando en contacto con mi polla, la sensación de su lengua en la punta, su cabeza retrocediendo ligeramente antes de engullirla por completo. Era jodidamente excitante. Me estaba volviendo loco. Intenté evitar correrme, pero me era difícil. Después de unos minutos, vi cómo me la liberaba, y empezaba a intercambiarse con Sonia para chuparmela. La mamada más excitante de mi vida, y estaba participando mi hija en ella.
"M-me corro", dije.
Y entonces, sin poder evitarlo, eyaculé. Mi hija recibió la primera carga en su boquita, y manché sus labios con la segunda. Sonia se interpuso y continuó chupándomela hasta que no daba más de mi. Luego, me recaló otra erótica imagen, mientras se daba un beso con Clara, en el cual le limpió los labios de mi semen.
"Aún no hemos terminado, mi amor", aseguró Sonia. A día de hoy me asegura que no sabe cómo se le ocurrió aquello ese día, pero estaba desatada. Me soltó las manos, con la condición de que Clara me sujetase por la espalda, para evitar que me largase. Me hubiera sido imposible, ya que ella misma estaba sentada sobre mi. Sentí las tetas de mi hija contra mi espalda. Suaves.
Sin pensárselo mucho, Sonia me masturbó hasta que volví a estar empalmado. Corrió a por un condón, me lo puso, y se aseguró de que su coño engullera toda mi erección. Empezó a subir y bajar a buen ritmo. No sabía cómo podía tener tantas energías. El movimiento de sus pechos arriba y abajo me hipnotizó, y me estimuló notar a mi hija besando mi cuello. No sabía por qué hacía aquello, pero continuó ahí en todo momento.
Sonia movió sus caderas más velozmente. Sospeché que estaba a punto de culminar, y yo también. Sonrió lascivamente mientras íbamos al clímax. Me relajé, y me corrí por segunda vez, llenando la gomita con mi esperma, al tiempo que Sonia parecía que había terminado también. Mi cerebro volvió a funcionar. "Tienes que detener esto. Sabes lo que va a pasar si no".
Pero no lo detuve. Estaba de rodillas en la cama, recibiendo una tierna paja de Clara, quien me miraba con esos ojitos tiernos. A su lado, Sonia parecía supervisar la masturbación. Acaricié la mejilla de mi hija. Quería decirle que aquello no era necesario. Que podía parar la locura. Pero no me atreví a romper el momento. De eso se ocupó Sonia, cuando dijo:
"Creo que ya está a punto".
Le dio otro preservativo a mi hija, quien me lo puso con una experiencia que no me habría imaginado. A continación se echó sobre la cama, y esperó. Me puse entre sus piernas. Mi pene estaba perfectamente alinado con su coño. Mi glande apoyado contra la entrada a su vagina. Apoyé mi frente contra la suya, y susurré.
"Puedo detenerme..."
"Y puedes follarme...", dijo ella, y me atrajo hacia ella con sus piernas.
Miré hacia abajo. Estábamos unidos. Era completamente real. Estaba dentro del coño de mi hija. Moví mis caderas. Debía salir de allí. Pero algo en mi cerebro me lo impedía, y cuando quería retroceder, volvía a avanzar, embistiéndola. Clara gemía. Tenía una expresión de placer que me ponía cachondo. Y a la imagen sólo le faltaba Sonia, apoyándose en el cuerpo de Clara, y lamiéndole un pecho.
"Sigue, papá... fóllame rico..." me pidió.
Perdí la cabeza. La sujeté bien por las caderas, y la penetré velozmente. Entraba y salía de ella repetidamente. Podía ver cómo mi polla desaparecía en las profundidades de su coño, sólo para volver a salir, y entrar de nuevo. Me di prisa. Estaba fuera de mi. Debía correrme rápido. Y no era el único, pues Clara estaba empezando a gemir muy deprisa. No me lo creía. Estaba ocurriendo.
"Aaaaaah... sííííííí... más, por favor, más", suplicó.
La penetré varias veces más, y en ese momento, supe que había llegado al orgasmo. Aquella imagen inundó mi mente, y fue entonces cuando me corrí yo también. Me di prisa en sacar mi pene de ella, y quitarme la goma, con tan mala suerte que terminé derramando un poco de mi semen justo por encima de su sexo.
"¿Estás satisfecha?", preguntó Sonia. Clara asintió. Me miró, y aunque aún parecía tener vergüenza, ya no estaba colorada. "Me alegro. Espero que, si nos apetece de nuevo... seamos un poco más laxos con la ética".
Yo no sabía que decir. Estaba teniendo un duro debate mental en aquel momento. Acababa de follarme a mi hija. Y no sabía por qué no me sentía más culpable.
Se me declaró la amiga de mi hija
La elección de la amiga de mi hija
(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)
¿Cómo?¿Cómo he podido? Aún no me explico cómo fui capaz de hacer algo tan... inmoral. Especialmente porque me gustó. Mucho. Nunca debí hacerlo, pero no puedo borrar el pasado. Será mejor que os lo cuente desde el principio.
Había llegado el verano. Clara y Sonia habían terminado por fin los exámenes y las clases, lo cual les dejaba un montón de tiempo libre. Sonia aprovechaba ahora el tener más tiempo para quedarse conmigo, y que siguiéramos llevando nuestra relación. Habíamos empezado a "salir del armario", pues ya nos habíamos dejado ver algún día por la calle. Aunque ella aún no osaba contárselo a sus padres, aunque yo ya estaba preparado para el día cuando llegase.
Por alguna razón, aquel inicio de verano no parecía sentarle muy bien a mi hija. Clara se la pasaba alicaída, pero cuando le preguntaba qué le ocurría, se limitaba a responderme que "Nada". No quise insistir, pero como padre, me dolía aquella falta de confianza. Le pregunté a Sonia, pero parecía que habían pactado no contarme absolutamente nada. Eso me enfadó tanto que aquella noche le pedí que fuera a su casa a dormir, y me retiré sin darle las buenas noches a Clara.
Así que optaron por contármelo al día siguiente por la tarde. Cuando llegué del trabajo, estaban en el sofá, esperándome. Cuando me vio, Clara, que estaba con lágrimas en los ojos, vino a darme un abrazo. "Lo siento", me dijo. Le devolví el abrazo, y luego se volvió a sentar en el sofá. Yo me apalanqué en mi sofá, y aguardé.
"Lo que Clara no se atreve a decirte... bueno, es que es algo delicado".
"... ¿Tengo que llamar a la policía? ¿Te han forzado?", me puse tenso de pronto. Aquella idea había cruzado mi cabeza como un relámpago.
"¡No! No, no es eso, papá... Es sólo que estoy un poco depre porque llevo algún tiempo sin quedar con un chico".
"Oh..."
"Y es bastante difícil. Ya sabes que tengo una vida sexual normalmente activa, y estos días noto que me he apagado un poco".
"Ya veo..."
"Por eso me pidió que guardase el secreto. Es algo comprometido", dijo Sonia.
"Comprometido. Mi hija sabe que llevo toda la semana acostándome contigo, pero que ella esté en abstinencia es comprometido", ironicé.
"Lo siento. Me di cuenta de que era una tontería ocultártelo".
"El caso es que yo tengo una solución para ese problema...", comentó Sonia.
"Bien hecho. Es lo que tenéis que hacer. Salir esta noche a tomar algo y que conozca algún chico", dije. "Confío en vosotras, pero aún así debo deciros que tengáis cuidado..."
"No me refería a eso. Sé de un par de personas que se podrían acostar con Clara, hoy mismo".
Mi hija la miró ojiplática. No era para menos. ¿En serio conocía a dos personas con las que podría tener relaciones esa noche?
"¿Quienes son?", atiné a preguntar.
"¿No es obvio? Tú y yo", soltó de pronto.
Creo que el silencio que se hizo duró como un mes, y luego seguimos con normalidad. Sonia a de decir... que nos acostáramos con mi hija. Los dos. Con mi hija. Sexo con mi hija. ¿Qué diablos pensaba esa chica?
"Eso es absurdo", dije.
"Imposible", añadió Clara.
Pero al final, de alguna forma, terminamos los tres sobre mi cama. Sonia sonreía. Mi hija estaba nerviosa. Y yo... no sé ni qué hacía ahí. Pero a Sonia se la veía contenta. Me atrajo hacia ella, y me besó. Sentí su lengua en mi boca, y correspondí a su beso. Estaba a punto de lanzarme a por ella, pero entonces se detuvo y, ante mi atónita mirada, besó a mi hija tiernamente. Quise apartar la mirada. Quise hacerlo, era demasiado erótico y no debía mirar, pero no pude evitarlo.
"Y ahora, os besáis vosotros".
No me podía creer que la inocente joven que yo había desvirgado unos meses atrás me estuviera diciendo aquello. No entendía nada. Pero ella se puso detrás de mi, y me fue inclinando hacia adelante. Notaba que me ponía colorado. Veía también a mi hija, muerta de la vergüenza. Pero por alguna razón, no se apartaba. ¿Por qué no se apartaba? Tenía que ponerle fin a la situación.
Pero no pusimos fin, y nuestros labios se temrinaron encontrando. Fueron apenas unos segundos... o eso creo. El caso es que me ardía la cara por la vergüenza, y a mi hija igual. Pero Sonia estaba animada. Se sentó a nuestro lado, y nos dijo:
"Lo siento... es que me apetece mucho hacerlo con las dos personas que más quiero", nos explicó.
Y aunque podía entender aquel deseo, me seguía pareciendo éticamente inmoral. Pero el dulce sabor de los labios de mi hija no se me olvidaba. "Detente", me dije a mi mismo. Pero no podía parar. No me detuve, Clara no me detuvo, y Sonia nos incitaba a continuar. Me fue quitando la camisa, mientras yo le quitaba la camiseta a mi hija, y luego también la desnudaba a ella. Clara me miraba con vergüenza, pero no parecía tener miedo por lo que estaba ocurriendo.
Sonia sonrió, y le quitó el pantaloncito corto que llevaba mi hija, de esos que apenas cubrían parte del muslo, y luego se lo quitó ella. No podía creer que tuviera delante semejante erótica imagen. Ellas dos, cubiertas apenas por la ropa interior, Sonia mirándome sensualmente, acariciando el cuerpo de Clara, quien desviaba la mirada. Sonia tiró de mi pantalón, para indicarme que me lo quitase, y así lo hice. Estábamos los tres apenas cubiertos.
Gracias a mi novia, aquellas últimas prendas se evaporaron. Estábamos completamente desnudos. Entonces se me ocurrió una cosa. Podía empezar con Sonia, y mientras ella se perdiera en el placer, mi hija podría irse de allí. Y así actué. Sonia tenía las piernas separadas, de forma que me zambullí entre ellas, contemplé su rosado coñito, y empecé a comérmelo. Mi lengua jugó como nunca antes, arrancándole gemidos de placer. Sentí sus manos presionando mi cabeza para que no me detuviera. Sonreí, pensando que el juego había acabado.
Pero cuando me detuve, al conseguir que ella tuviera un orgasmo, mi hija no se había ido. Seguía allí, y parecía que me había visto realizar el cunnilingus con gran interés. Sonia la miró, lasciva, y le indicó que separase también sus piernas.
"Adelante... demuéstrale a Clara lo bien que lo haces", me invitó.
Me puse donde debía ante mi hija, pero antes de hacerlo, empecé a lamer y besar su cuello. Parecía que era para estimularla, pero en realidad le quería decir algo al oído.
"Dímelo, y me detendré... por favor".
Pero su respuesta me dejó helado.
"Es que no quiero que te detengas".
Sin podérmelo creer, bajé con mis labios por su cuerpo, y por primera vez pude prestar atención al sexo de mi hija. Parecía tan... inocente. Tan frágil. Tan... jodidamente apetecible. Sintiéndome culpable, mi lengua lo recorrió de una vez. Clara gimió de tal forma que me puso cachondo. Mientras pensaba en que debía detener aquella locura, la volví loca mientras mi lengua se perdía en las profundidades de su vagina, cada vez más rápido. Sentí que Sonia se tumbaba sobre mi.
"Eso es... cómele bien el coño... enséñale lo hombre que eres".
Olvidé entonces con quienes estaba en la cama, y me empleé a fondo. Disfruté de sus gemidos, mientras Sonia empezaba a manosearme el rabo. Su respiración se entrecortó, sentí cómo se tensaba y Clara tuvo el primer orgasmo de mi parte. Mientras recuperaba la respiración, la lengua de Sonia invadió mi boca.
"Ahora nos toca a nosotras", dijo ella, después de atarme las manos al cabecero de la cama, para asegurarse de que no podía impedir nada.
La vi gateando hacia mi hasta que atrapó mi polla con la boca. Su lengua contra mi glande me dio un placer increíble, y con lo excitado que estaba, no sabía cuánto iba a tardar en correrme, pero calculé que no sería mucho. Dio la mano a Clara, y la invitó a ponerse a su altura. Sonia se sacó mi pene de la boca, y se lo ofreció a ella. Lo miró con dudas, y luego me miró a los ojos, antes de volver a concentrarse en mi erección.
"Qué bonito", dijo. Y siempre recordaré esa imagen a cámara lenta: sus labios separandose, entrando en contacto con mi polla, la sensación de su lengua en la punta, su cabeza retrocediendo ligeramente antes de engullirla por completo. Era jodidamente excitante. Me estaba volviendo loco. Intenté evitar correrme, pero me era difícil. Después de unos minutos, vi cómo me la liberaba, y empezaba a intercambiarse con Sonia para chuparmela. La mamada más excitante de mi vida, y estaba participando mi hija en ella.
"M-me corro", dije.
Y entonces, sin poder evitarlo, eyaculé. Mi hija recibió la primera carga en su boquita, y manché sus labios con la segunda. Sonia se interpuso y continuó chupándomela hasta que no daba más de mi. Luego, me recaló otra erótica imagen, mientras se daba un beso con Clara, en el cual le limpió los labios de mi semen.
"Aún no hemos terminado, mi amor", aseguró Sonia. A día de hoy me asegura que no sabe cómo se le ocurrió aquello ese día, pero estaba desatada. Me soltó las manos, con la condición de que Clara me sujetase por la espalda, para evitar que me largase. Me hubiera sido imposible, ya que ella misma estaba sentada sobre mi. Sentí las tetas de mi hija contra mi espalda. Suaves.
Sin pensárselo mucho, Sonia me masturbó hasta que volví a estar empalmado. Corrió a por un condón, me lo puso, y se aseguró de que su coño engullera toda mi erección. Empezó a subir y bajar a buen ritmo. No sabía cómo podía tener tantas energías. El movimiento de sus pechos arriba y abajo me hipnotizó, y me estimuló notar a mi hija besando mi cuello. No sabía por qué hacía aquello, pero continuó ahí en todo momento.
Sonia movió sus caderas más velozmente. Sospeché que estaba a punto de culminar, y yo también. Sonrió lascivamente mientras íbamos al clímax. Me relajé, y me corrí por segunda vez, llenando la gomita con mi esperma, al tiempo que Sonia parecía que había terminado también. Mi cerebro volvió a funcionar. "Tienes que detener esto. Sabes lo que va a pasar si no".
Pero no lo detuve. Estaba de rodillas en la cama, recibiendo una tierna paja de Clara, quien me miraba con esos ojitos tiernos. A su lado, Sonia parecía supervisar la masturbación. Acaricié la mejilla de mi hija. Quería decirle que aquello no era necesario. Que podía parar la locura. Pero no me atreví a romper el momento. De eso se ocupó Sonia, cuando dijo:
"Creo que ya está a punto".
Le dio otro preservativo a mi hija, quien me lo puso con una experiencia que no me habría imaginado. A continación se echó sobre la cama, y esperó. Me puse entre sus piernas. Mi pene estaba perfectamente alinado con su coño. Mi glande apoyado contra la entrada a su vagina. Apoyé mi frente contra la suya, y susurré.
"Puedo detenerme..."
"Y puedes follarme...", dijo ella, y me atrajo hacia ella con sus piernas.
Miré hacia abajo. Estábamos unidos. Era completamente real. Estaba dentro del coño de mi hija. Moví mis caderas. Debía salir de allí. Pero algo en mi cerebro me lo impedía, y cuando quería retroceder, volvía a avanzar, embistiéndola. Clara gemía. Tenía una expresión de placer que me ponía cachondo. Y a la imagen sólo le faltaba Sonia, apoyándose en el cuerpo de Clara, y lamiéndole un pecho.
"Sigue, papá... fóllame rico..." me pidió.
Perdí la cabeza. La sujeté bien por las caderas, y la penetré velozmente. Entraba y salía de ella repetidamente. Podía ver cómo mi polla desaparecía en las profundidades de su coño, sólo para volver a salir, y entrar de nuevo. Me di prisa. Estaba fuera de mi. Debía correrme rápido. Y no era el único, pues Clara estaba empezando a gemir muy deprisa. No me lo creía. Estaba ocurriendo.
"Aaaaaah... sííííííí... más, por favor, más", suplicó.
La penetré varias veces más, y en ese momento, supe que había llegado al orgasmo. Aquella imagen inundó mi mente, y fue entonces cuando me corrí yo también. Me di prisa en sacar mi pene de ella, y quitarme la goma, con tan mala suerte que terminé derramando un poco de mi semen justo por encima de su sexo.
"¿Estás satisfecha?", preguntó Sonia. Clara asintió. Me miró, y aunque aún parecía tener vergüenza, ya no estaba colorada. "Me alegro. Espero que, si nos apetece de nuevo... seamos un poco más laxos con la ética".
Yo no sabía que decir. Estaba teniendo un duro debate mental en aquel momento. Acababa de follarme a mi hija. Y no sabía por qué no me sentía más culpable.
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