Hola Gente bonita! gracias por todos sus mensajes! bueno, les dejo el capítulo tres, y por favor, no olviden dejar un comentario. Es más, se los cambio en vez de puntos xD, es que me gusta leer qué les va gustando.
cap 1
http://www.poringa.net/posts/relatos/2986606/El-despertar-incestuoso-de-una-hija-enamorada--cap-1.html
cap 2
http://www.poringa.net/posts/relatos/2989658/El-despertar-incestuoso-de-una-hija-enamorada-Capitulo-2.html
Todas mis historias de incesto.
http://www.poringa.net/posts/relatos/2920481/Mis-historias-incestuosas-recopilacion.html
Me desperté por la mañana sin muchas ganas de empezar el día. El clima no ayudaba, pues estaba nublado y hacía bastante viento para mi gusto. Bajé a la sala, vestida nada más con unos cacheteros ocultos por una camisa larga que me llegaba hasta la mitad de los muslos. Esperaba encontrarme a papá desayunando, pero sólo hallé una nota que decía que había ido a una entrevista de trabajo. Debajo habían unos pocos billetes por si quería comprarme algo de merendar.
En realidad papá no estaba muy bien económicamente. No tenía un empleo estable, pues se dedicaba principalmente a las artes, como a la fotografía y a la música. Era buen violinista y en ocasiones conseguía tocar en alguno que otro restaurante; pero eso no alcanzaba perfectamente para cubrir los gastos. Además seguía pagando el coche, y los pagos estaban ganándole.
Me fui a la sala para ver televisión, y tras un rato de divagar entre todos los canales, me puse a recoger la ropa y limpiar los dormitorios. Me gustaba sentirme útil, y papá había dicho que yo era la mujer de la casa, así que como toda buena hija, me sentía ampliamente responsable de que todas las cosas marcharan a la perfección.
Entré a su cuarto, abrí las cortinas y metí su ropa sucia a la cesta. En algunas repisas tenía fotos mías de cuando era niña, y me enternecí al recordar todos esos momentos en los que pensaba inocentemente que mi familia iba a seguir unida para siempre. Había una donde papá estaba acostado en el suelo, y yo encima de él, a horcajadas. Era una foto de mi cumpleaños número diez. El último que pasé con él. Me vi y no me reconocí, con esa bonita sonrisa de niña y mirando a mi padre con un amor casi reverencial. En ese entonces jamás se me había ocurrido pensar que de entre todas las mujeres del mundo, yo era quien más le amaba. Casi sentí ganas de llorar al imaginarme lo solo que debió de sentirse cuando se separó de mí.
Seguí limpiando, y pasé la escoba debajo de la cama. A parte de más ropa sucia y zapatos, lo que saqué me dejó con un mal sabor de boca: un sujetador. Y no era cualquier sujetador. Era lencería de la sexy, la que se usa para las noches de pasión. Como era imposible que mi padre usara esa clase de prendas, lo primero que me vino a la mente fue que alguna mujer folllaba con él. Un calor rancio me inundó las mejillas y sentí agria mi boca.
Más tarde papá llegó cuando estaba mirando la televisión. Se veía abatido, con su traje de oficina y su pelo largo revuelto. Se sentó pesadamente en el sofá y soltó su maletín.
— ¿Tan mal te fue? ¿Quieres que te haga algo?
— No te preocupes… sólo necesito un poco de descanso.
Me arrodillé frente a él y descansé la cara en una de sus rodillas.
— Papá ¿no te dieron el trabajo?
— Para nada. Pero no te preocupes. Estaremos bien. Sólo tengo que volver a intentarlo.
Torcí los labios, y en una de esas vi el tremendo paquetote que se le marcaba entre las piernas. Dado lo cerca que estaba, no me fue difícil imaginarme de qué tamaño tendría los huevos para que se le pusiera así de tenso el pantalón. Me sonrojé y mejor me senté junto a él. Una de sus manos se puso sobre mis piernas, y como yo seguía vestida con mis cacheteros y la camisa, él tocó la mera carne de mis atributos. Aparentemente lo hizo sin darse cuenta; pero comenzó a acariciarme distraídamente mientras miraba el techo. Me gustó.
— Tienes unas piernas muy suaves —. Observó sin mirarme.
— Ah… gracias. Papá, sé que no es el momento, pero hay algo que quiero mostrarte.
Volví a su cuarto y traje el sujetador.
— ¿Me puedes explicar de quién es esto?
—¿Qué? Ah… ¿Dónde lo encontraste?
— Debajo de tu cama mientras hacía la limpieza. ¿De quién es?
Frunció las cejas.
— Le pertenece a Mary. Es una… amiga mía.
— Tú no tienes amigas…
— ¿Me vas a juzgar? Soy un hombre y a veces tengo mis…
— ¡Ajá! Es de una prostituta.
Se levantó, molesto, y se fue a la cocina. Yo le seguí con el sostén todavía entre las manos.
— No puedo creer que el poco dinero que tenemos te lo gastes en putas. Papá… ¿qué haces? Hay que ahorrar.
— Soy un hombre viudo que no ha estado con una mujer que le ame durante años. No vengas a regañarme, Brandi.
— No más prostitutas para ti.
— Hago con el dinero que tengo lo que yo quiero.
— Precisamente no tienes mucho.
— ¡Se acabó esta discusión!
Subió rápidamente a su cuarto y se cerró. Puse las manos en las caderas y traté de pensar en cómo hacerle para que el ambiente en la casa no cayera en problemas familiares por el dinero. Demasiados problemas ya tenía cuando mamá estaba viva.
Así transcurrió toda la mañana y parte de la tarde. Cuando ya estaba cayendo la noche. Yo estaba mirando televisión mientras jugaba con mis piernitas abriéndolas y cerrándolas. Me daban ganas de subir al cuarto y meterme unas cuantas cosas por el culo; pero no era el mejor momento par eso, pues los problemas de dinero seguían ocupándome la cabeza.
Llamaron a la puerta justo cuando pensaba en despertar a papá para preguntarle qué iba a cenar. Cuando abrí, apareció una mujer alta, distinguida, con el pelo negro ondulado cayéndole en largos mechones por detrás de los hombros. Era de piel clara, con un buen par de tetas asomando como media lunas por encima de su top rojo. Su ombligo plano y trabajado estaba marcado por un piercing. Retrocedí.
— ¿Está Alan?
— ¿Quién es usted?
— Me llamo Mary. Él dijo que tenía algo que darme. ¿Quién eres tú?
— Soy su hija.
La cara de la prostituta se iluminó.
— ¡¿Eres Brandi?! ¡Ay! Qué alegría conocerte al fin. ¿Puedo pasar?
No iba a mostrarme como una adolescente descortés, así que con muy mal humor, asentí y me hice a un lado para dejarla entrar. Mary llevaba unos ajustados jeans que marcaban un culo de infarto. Incluso tenía esos dos hoyuelos en la espalda, que a los hombres tanto les gusta. No me fue difícil imaginar a esa mujer montando la polla de papá.
Como si mi pensamiento lo hubiera invocado, papá bajó las escaleras. Sólo llevaba sus bóxeres, lo cual hacía que se le marcara ese gran paquete entre las piernas. Mis ojos y los de Mary se fueron al mismo sitio.
— Ah, querido. ¿Estás listo para esta noche?
Papá me miró y suspiró con resignación.
— Ando corto de dinero, Mary. Creo que ya no tendré para pagarte tus servicios durante unas semanas.
— Ay… no me digas eso. Casi no tengo clientes. La mayoría no se acostumbran a mis precios. Tacaños que sólo quieren placer sin pagar. Por cierto, ya conocí a tu niña. Es muy linda.
—¿Por qué no nos sentamos los tres? —sugerí. Quería que a Mary le quedara muy claro que yo era la mujer de la casa y que no iba a tolerar que un centavo más se gastara en los servicios que su coño podría ofrecernos.
Subí al cuarto de papá para traerle el sujetador. Mary lo tomó con cariño.
— Ay… mis tetas te lo agradecen. Este es mi brasier favorito.
— Pff. A puesto a que ni son naturales.
— Lo son. Mira —. Y sin descaro, Mary se bajó el top y mostró un par de fascinantes pechos aterciopelados, con pezones pequeños y rosas.
— ¡No hagas eso! — replicó papá. Mary se quedó con las tetotas al aire unos segundos, antes de comprender lo que había hecho, y se las volvió a subir.
— Lo siento… a veces no controlo lo que hago.
Evidentemente, no era una mujer muy lista que digamos.
Al final de cuentas papá tuvo la idea de invitar a Mary a cenar, y después de esto, ella y él subieron al cuarto para un servicio “a crédito”, lo cual me dejó a mí con un pésimo sabor de boca. Saber que al otro lado del cuarto mi padre estaba dándole duro al culo de otra mujer hacía que se me viniera una ola de celos y malestar.
Al día siguiente me desperté una hora más temprano de lo usual, lista para ir a buscar algún empleo para ayudar con los gastos de la casa. Desayunaba cereal con leche, cuando apareció la sensual tonta de Mary, llevando nada más un camisón y sus cacheteros con encaje y su sujetador.
— Buenos días… —dijo con un bostezo.
— Buen día. ¿Qué haces vestida así?
— Cálmate. No estoy desnuda.
Se sentó con cansancio, apoyando su voluminoso pecho encima de la mesa. Tenía un chupetón en el cuello, y el pelo negro estaba revuelto.
— ¿Y mi padre?
— Durmiendo. No le gusta que le despierten a estas horas.
— Puedo entenderlo. Bien. Yo iré a llevar mi solicitud de empleo. Desayuna si quieres, y después cierra la puerta al irte.
— ¿Está lejos? Puedo llevarte.
Subió al cuarto para cambiarse, en lo que yo metía mis papeles dentro de una carpeta y me preparaba psicológicamente para lo que iba a suceder. Abordamos su flamante coche del año, lo cual me dio una idea de lo mucho que debía de ganar Mary como prostituta. Se colocó unos lentes de sol y me sonrió con un beso de pico.
— No te preocupes por el dinero. Lo que hago con tu papá es gratis en ocasiones.
— Yupi… — dije sin interés.
— En serio. Tiene una herramienta predilecta. Es un gran amante.
— No quiero escucharlo.
— Mojigata.
Bromeamos durante un rato más. Mary me contó que tenía algunos clientes lo bastante buenos como para pagarle todos sus gastos, pero otros eran malos y le quedaban a deber. Debido a eso sus ingresos también estaban menguando, y ella se rehusaba a bajar sus precios. Yo le daba la razón. Un pedazo de carne como ella no podía cotizarse menos.
Recibió una llamada, y estacionó el coche para responder.
— ¿Qué pasa, Mat? ¿Ya me vas a pagar lo que me debes?
Esperé a que terminara de charlar.
— ¿Quién era? ¿Cliente nuevo?
— Sí. ¿Te molestaría si nos desvíamos unos minutos?
— No importa.
Tomamos la autopista, y avanzamos unos seis kilómetros antes de adentrarnos en un barrio de buen ver, donde las casas eran más grandes y la gente tenía más dinero para pagar por los servicios de Mary. El tal Mat ya estaba esperándola en el jardín de su hogar. Se trataba de un muchacho flaco y pelirrojo.
— ¡Hola, Mary! Vaya, ¿quién es esta belleza que te acompaña?
— Sólo es una amiga, Mat. Ahora dame mi dinero o no volveré a visitarte.
— De acuerdo. Aquí tienes.
Con lo que le dio, fácilmente alcanzaba para comprarse un nuevo teléfono celular. Seguro Mat vio la forma en la que yo miraba el dinero, porque me llamó.
— ¿Qué ocurre, princesa? ¿Quieres ganar un dinero fácil?
— Mat, ella no es prostituta.
— Quinientos billetes por una mamada.
— Mat…
— ¡Quinientos! —exclamé, con los ojos abiertos de par en par.
— ¿Se te hace poco? Mil, entonces.
— Ella no…
— Acepto. — dije casi inmediatamente. Mary se quitó los lentes y me miró desconcertada. Subió los cristales del coche.
— ¿Qué tienes? ¿Segura de que quieres hacerlo?
— Mil billetes me vendrían de maravilla. Y papá los necesita para sus deudas. No es la primera vez que chupo una polla ¿qué puede pasar?
Mary caviló en esas palabras durante un rato, y sonrió apretándome la pierna.
— Vale, muñequita. — bajó los cristales —. Acepta, Mat. Pero yo estaré vigilando que no te pases de la raya.
Entramos al dormitorio de Mat. Me sentía rara. Era la primera vez que iba a prostituirme, y la adrenalina me estaba llegando hasta la cabeza en la forma de latidos fuertes. Chupar una polla no tenía ciencia; pero hacerlo para recibir dinero a cambio era algo totalmente distinto.
Mat se tiró a la cama, y comenzó a desnudarse. Cuando su polla asomó, esta no era especialmente grande, aunque bastante apetitosa a mi buen parecer. Mary se sentó en el borde de la cama y comenzó a acariciarme el cabello.
— Quítate algo de ropa. —me pidió Mat, y yo obedecí. Me deshice de mi blusa y Mary me abrió el sujetador. Las manos de la prostituta me acariciaron las tetas por atrás, y apretaron mis pezones con las puntas de sus dedos. Me incliné al frente, tomando la verga con ambas manos y me la llevé a la boca.
Mamé durante un buen rato y jugué con las bolas de ese cabrón. Detrás, Mary continuaba masajeandome los pechos y dándome besitos en el cuello. Lo hacía de una forma sensual y comencé a sentir que me humedecía entre las piernas. Mat me agarró de la cabeza y comenzó a clavarme su polla en la garganta hasta que de repente soltó una abundante cantidad de esperma justo detrás de mi paladar. Lo tragué todo. No iba a desperdiciarlo. Mary soltó una risita al verme.
— Qué buenas tetas. — dijo.
Mat me dio los mil acordado. Los mil más fáciles de mi vida.
Regresé al coche de Mary, y nos fuimos de allí.
— ¿Te gustó? Tengo algunos clientes que pagan muy bien por unas cuantas chupadas.
— Estaba rico su semen. — fue lo que contesté.
— En serio, qué buenos pechos tienes. Ahora que te veo bien, serías una buena escort. A los hombres les gustan las chicas con tu apariencia de inocente.
— ¿Tienes otro cliente? —me atreví a preguntarle.
— Mmm… creo que hay uno que podría gustarte. Es un friki del anime, y una chica como tú le vendría perfecta.
— Vale, pero tú no me toques.
— ¡Jajaja! ¿por qué? Me gustó sentir tus pezones. Se pusieron tan duros.
— No seas puerca. —repliqué, todavía emocionada por lo que había hecho.
— Me llamo Brandi… — le dije al muchacho llamado Marcos. Era un chico de baja estatura, y su cuarto estaba lleno de posters y muñecos de anime. Su cama tenía una sábana con dibujos de manga.
— Mmm… es una chica muy guapa. —le dijo a Mary, mirándome de pies a cabeza. — ¿Hace anal? Yo sólo lo hago por atrás.
— Lo hago. —le aseguré.
— ¿Cuánto por un lésbico entre ustedes?
— ¿Qué?
Mary me llevó con ella unos pasos más lejos.
— Nos pagará si tenemos sexo tu y yo. Él sólo mirará y se masturbará.
— ¿Ni siquiera tengo que tocarlo?
— En lo absoluto. Así de raro es él. Claro, todo depende de si quieres tener sexo conmigo.
— No tendría problema, siempre y cuando me des la parte que me corresponde.
— Entonces tenemos un trato. Ven. Cobremos por adelantado.
Nos dio un cheque, el cual Mary guardó celosamente en su bolso. Después, Marcos se sentó en un mullido sillón, totalmente desnudo y con su pito erecto. Mary y yo nos fuimos a la cama, apoyadas en las rodillas y mirándonos con cierto nerviosismo. Colocó sus manos en mis caderas y sin decir nada, me dio un beso tan flamente que su peso me tiró sobre las almohadas. Comenzó a devorarme con la boca de una forma tan sensual que me costó trabajo seguirla. Su lengua se enredaba contra la mía al mismo tiempo que sus manos me recorrían el cuello y bajaban hasta mis pechos. Era violenta. Me gustaba. Busqué los bordes de su top y se lo quité de un sólo movimiento, con todo y sujetador. Las grandes tetas blancas quedaron al alcance de mis labios, y dudé un poco antes de meterme sus pezones.
— ¿Qué pasa? —preguntó, ofreciéndome sus carnes.
— Nada. — vi que Marco se estaba masturbando. Tomé los pechos de Mary con las dos manos y succioné sus puntitas con una terrible cantidad de pasión.
Ella se deshizo de mi falda y después se bajó los jeans y la coqueta tanga roja que llevaba. En menos de un minuto, estábamos desnudas. Ella sobre mí siguió besándome mientras sus manos hurgaban en mi conchita y se mojaban con mis jugos. Exprimió mi clítoris y yo lancé un jadeo de gozo. Sus dientes me mordieron las tetitas, y luego descendieron con un camino de saliva hasta abrirme las piernas y hundir toda la cara en mi vagina. Mamó con una determinación sublime, haciendo círculos con su lengua. Gemí y me sostuve las piernas con las rodillas para permanecer completamente abierta.
— Mm… qué ricos jugos, Brandi.
Bajó un poco más hasta la entrada de mi culo, y allí concentró sus esfuerzos. Me invadieron las cosquillas y una sensación de querer explotar. Acto seguido, ella se echó a un lado y separó los muslos.
— Méteme dedos. —Pidió con una alegre sonrisa.
En ese momento ya me había olvidado de Marcos, hasta que me habló.
— Ponte esto.
Era un arnés. Miré a Mary, quien asintió rapidamente.
— Sí, sí. Hazlo.
Con cuidado, me lo coloqué. Tenía un dildo atado de casi veinte centímetros, grueso y venoso. Mary se abrió las rosadas carnes de su vagina y cuando yo penetré en ella, me atrajo hacia sus pechos. Moví las caderas fuertemente, clavando el consolador en ella y estimulando mi clítoris al mismo tiempo. Mary gemía con una voz que me recordó a la de Rebeca. Busqué sus labios y la besé cubriendo su boca con totalidad. Sentí como sus piernas me abrazaban y sus pies tocaban mis nalgas.
— ¡Dios! ¡Mas al fondo! —gritó y yo aumenté la velocidad de mis estocadas. Sus tetas blancas se mecían deliciosamente y yo escupí dos chorros de saliva entre ambas, y comencé a frotarlas. Mary se mordía un mechón de pelo negro y pasaba su lengua por sus labios.
Era la primera vez que follaba a una mujer, y me estaba gustando. Gotitas de sudor caían de mi frente hacia su pecho. Ella me agarraba las nalgas con sus manos y las separaba. Nuestros cuerpos hacían plap plap con cada estocada. Deslicé una mano hacia su coño y sentí lo mojada que estaba. Vi que un líquido blanco salía de su vagina cada vez que el consolador emergía de entre sus carnes.
— Ponte de perrita. —le dijo Marcos.
Mary obedeció.
— Métele esa cosa en el recto. —me pidió, y yo asentí.
Abrí las nalgas de Mary y vi el delgado anillo de su culo. Escupí en él y lentamente deslicé todo el juguete dentro. Noté la presión ofreciendo resistencia.
— ¡No tengas miedo! — me gritó Mary, y de una vez se la dejé ir completa, hasta el fondo. Ella tembló y gritó. — ¡Ay! ¡Tonta!
— ¡Tú dijiste!
— Sí… pero me dolió. No importa. — su expresión dio paso a una risita tonta y comenzó a mover la cadera en círculos. El movimiento del consolador dentro de su culo me producía una rica sensación en mi clítoris, y comencé a jadear y a empujar más y más hasta el fondo.
— Tú. — le dije a Marco —. Méteme por el culo tu polla. Sólo por el culo.
No tuve que pedírselo dos veces. El otaku se colocó detrás de mí. Relajé los músculos y sentí el ardor cuando su polla entraba en mi ano. Dado que ya estaba acostumbrada, me tragué su miembro fácilmente. El jadeó y comenzó un rico bombeo, que yo igualé al que le estaba dando a Mary.
Era extraño follar a la mujer que mi papá se follaba; pero Mary tenía lo suyo. Sus tetas eran impresionantes, y me pegué a sus pezones como una ventosa mientras jadeaba por lo enculada que me tenían. La puta me atrajo hacia su boca.
— ¿Te gusta este trabajo?
— Me encanta… —le dije antes de que ella jugara y chupara mi lengua. Marcos empujaba más al fondo y más al fondo con tal de llenarme entera. Los tres sudábamos copiosamente en ese trío tan desmadroso.
Unos minutos después, le tocó a Mary ponerse el arnés. Entre ambos me pusieron de perrita y me abrieron las nalgas. Sentí la saliva del muchacho resbalar entre mi culo, hacia mi coño, y luego su lengua hurgando dentro de mi vagina. Después fueron dos lenguas, y vi que se trataba también de Mary, que recogía mis mieles con la boca. Acto seguido, se encaramó sobre mí y me penetró completamente por el recto. Gemí de placer. Fue una sensación tan hermosa sentir como me abría y me partía en dos.
— Ven. — le dije a Marco. Él se colocó frente a mí y me clavó la verga en la boca. A pesar de que no era grande, tuve una arcada en cuanto me tocó la campanilla. Jadeé con ganas y gemí todavía más fuerte cuando mis dos agujeros se llenaron por completo. Mary empujaba hacia adelante mientras Marco hundía cada vez más su polla, de modo que me sentía aplastada entre ambos. Era el paraíso.
— ¿Te molesta si te doy nalgadas? — me preguntó Mary. La miré por encima del hombro, y vi su carita de niña inocente. Era una mujer despampanante pero su ingenuidad parecía ser su mejor dote.
— Hazlo.
— ¡Yupi! — exclamó y comenzó a nalgearme con ambas manos. — No puedo creer que estoy rompiéndole el culo a la hija de mi mejor cliente.
— Y yo tampoco puedo creer que estoy haciéndolo con la puta favorita de mi papá.
— ¿Cuál favorita? Soy la única.
— ¿Podrían dejar de hablar de otro hombre mientras están conmigo?
Nos reímos y seguimos disfrutando durante un buen rato más.
En un momento determinado, la verga de Marco disparó un buen lechazo dentro de mi boca, y no tuve más opción que beberme toda su corrida. Era raro. En lo que iba del día ya había tenido dos tragos de caliente semen, y me sentía satisfecha. Mamé con mucha alegría y me saqué su polla ya flácida de la boca. Tras un rato de goce más por parte de Mary, ella se quitó el arnés y lo tiró a un lado de la cama. Me abrió las nalgas y sentí su lengua recorrer absolutamente toda mi entrepierna.
— Lubricas demasiado, Brandi.
— Es un don. —dije con una sonrisa al sentir sus pequeños dientes contra mí.
Tuve un orgasmo impresionante cuando me penetró con los dedos el culo, y luego me dejé caer exhausta sobre la cama. Me reía de placer.
Y me reí más cuando mi cartera se llenó con más billetes.
— ¡Uff! Eso fue emocionante. — dijo Mary una vez que subimos a su coche.
— No me puedo sentar muy bien.
— Tonta. Después de la monumental follada que le di a tu culito… ven acá, dame un besote, mi putita amateur.
No me gustó que me llamara así, pero fue excelente el beso que me dio. Le correspondí con gusto.
— ¿Quieres ir por otro cliente?
— No… creo que mi trasero ya no soporta otra cogida como la que me diste. En serio, Mary, eres muy violenta cuando asumes el rol de penetradora.
— ¡Ja,ja,ja! Es que es normal en mí. Soy muy buena en el lésbico. Tengo unas clientas muy atractivas, por si alguna vez quieres seguir en el negocio. Ya te dije que serías una escort muy bien solicitada.
— ¿Cómo aprendiste?
— Mi mamá era prostituta. Y mi abuela también lo fue. Yo comencé en el negocio desde… ya ni recuerdo. En realidad estaba estudiando ingeniería biomédica; pero era una carrera muy costosa. Le dije a mi mamá que quería volver al negocio y me contactó con unos clientes.
— ¿Tú mamá sigue trabajando?
— Sí. Es la escort de un político. Siempre le acompaña a sus viajes y cosas como esas. No es una puta cualquiera.
Me reí. Vaya forma de hablar de su madre.
— Tengo una hermanita que también está iniciando en esto. El dinero es fácil y ella lo necesita para pagar su colegiatura en la facultad de medicina… y también para darse unos cuantos lujos.
— Es todo un… negocio familiar.
— Sí… no es tan malo como suena. Buscar clientes adecuados, dispuestos a pagar… es todo un reto.
— ¿Por qué estás con mi papá entonces?
— Alan es un hombre muy solitario. Me gustan los de su tipo y él… me trata muy bien. Estoy seguro de que a tu papá le encantaría cogerte.
— ¡Ay! No digas eso. Y por cierto, tampoco puedes decir nada de lo que pasó hoy.
— Oki doki. ¿Todavía quieres ir a esa entrevista de trabajo?
Miré lo que tenía mi cartera, y sonreí.
— Creo que no.
— Tengo unos clientes que podrían gustarte. Estaría genial que trabajaras de esto. Tienes lo que llamamos un culo de oro. El único problema es que sigues siendo virgen. No ganarás lo máximo hasta que te destapes todos los agujeros.
— Este agujero es sagrado. Sólo el hombre indicado podrá entrar en él.
— ¡Ja,ja,ja! Vale, vale. Entonces te llevaré a casa.
Seguía sin creer lo que había hecho por dinero. La culpa me cayó un instante después de cruzar el umbral de la puerta de mi casa. Miré mi cartera y el dinero que estaba dentro me pareció algo sucio; pero serviría sin duda. Me quité la liga para el cabello y llamé a papá.
— ¡En el sótano! —Escuché que me llamaba, así que bajé.
— ¿Papi? ¿Estás…?
No era mi papá. Era un semental.
Tenía un pequeño gimnasio en el sótano. Constaba de una barra de la cual él estaba colgado mientras hacía flexiones de espalda sin camisa. Se le marcaban todos los músculos de los brazos y de los dorsales. Una capa de sudor le bañaba la piel bronceada. A un lado había una barra para pecho, y una prensa para piernas. También varias mancuernas en sus soportes.
— Wow. Eres como Thor —dije con una sonrisa —, y él es mi héroe favorito.
Se bajó de la barra y se giró hacia mí. Sus pectorales estaban rojos y su piel brillaba. Me senté sobre una mesa para verle seguir entrenando. Él me guiñó un ojo mientras se acomodaba los guantes de entrenamiento. Se acostó sobre la banca, y comenzó a hacer flexiones de pecho con la barra, que tenía dos discos de metal en cada lado. Verle haciendo eso disparó en mí algo… algo inusual. Algo que sólo las hembras podemos sentir cuando vemos a un hombre demostrar tanta testosterona.
— ¡Tú puedes! — exclamé, mientras él levantaba y dominaba la barra. Hizo unas cuatro series y después se sentó, agotado. Caminó hacia mí mientras se secaba con una toalla.
— Tu viejo sigue estando en forma.
— Te ves guapísimo, aunque estás cubierto de sudor. — Y sin decir nada, le abracé. Él quiso separarse, pero yo no lo dejé. Para cualquier otra chica podría ser asqueroso; pero no para mí.
— Oye, Brandi… te estoy mojando.
— ¡Je,je! Papá. Mira. Quiero darte esto. — Le ofrecí los billetes que había ganado por… mi prostitución.
— ¿De dónde sacaste este dinero?
— Vendí un par de aretes que no usaba. Eran de oro.
— Brandi… no debiste.
— Necesitas el dinero. Lo sé. —Hurgué en sus bolsas y saqué su cartera. Él quiso quitármela, pero ya era tarde. La abrí y lo que saltó a mi vista fue un condón de sabor naranja.
— ¡Pff! ¿Papá?
— Lamento que vieras eso.
— ¡Ja,ja! Al menos te proteges. Anda. Guarda el dinero. Y ¿sabes? Los condones de uva son más ricos?
Entrecerró los ojos.
— Hija… ¿a caso tú…?
— Te daré el beneficio de la duda —dije, guiñándole un ojo —. ¿Has terminado? Te prepararé el baño.
— Gracias.
Mientras subía las escaleras, papá me llamó.
— Brandi.
— ¿Sí?
— En realidad… es cierto. Eres la mujer de la casa.
— Papá…
— Serías una fabulosa esposa el día que te cases.
Una hija no puede disimular la alegría de que su padre, su propio padre, la considere una mujer apta para la vida familiar. Me sentí feliz de que me viera ya con esa madurez. Aunque todavía ni alcanzaba yo los veinte años de edad, papá ya me consideraba una mujercita.
— Te amo. —susurré y seguí subiendo las escaleras.
Papá entró poco después al baño. Venía envuelto sólo con su toalla que le cubría la cintura para abajo. Me sonrojé un poco nada más, y él se dio cuenta. Sonrió tiernamente. Me di la vuelta para que él se desnudara y entrara en la bañera, que ya estaba llena de espuma.
— Este… ¿quieres un masaje?
— ¿Puedes?
— Sí. Te ves tenso y necesitas uno para relajarte.
— Mmm… está bien.
Sonreí.
— Voy a cambiarme de ropa.
Por alguna razón mi corazón latía fuerte mientras me sacaba el vestidito y me ponía unos cortos boxercitos y un sostén deportivo. Volví al baño, donde papá estaba de espaldas a mí. Me arrodillé fuera de la bañera y comencé a frotarle la espalda. Su piel estaba caliente. Él suspiró.
— Qué manos tan ricas…
— Gracias.
Me dio más confianza, de modo que seguí dándole caricias en los hombros y en el cuello. Deshice cada nudo de estrés y luego le eché un poco de agua en la cabeza.
— Recuerdo que cuando era niña te bañabas conmigo. Mamá a veces entraba, y tenía que salir cuando ella se ponía a chuparte.
— ¡Ja,ja,ja! Debió de ser traumante.
— Éramos una familia feliz… me pregunto qué cambio.
— No lo sé, querida mía.
Me miró por encima del hombro.
— No llores.
— Lo siento, papá.
Se giró lentamente. La espuma le cubría, así que sólo vi su mojado torso. Dejé que me acariciara la cara y me diera un beso en la frente.
— Sigues siendo mi niña, Brandi. Nunca te dejaré.
— Ya verás que seremos felices sólo tú y yo. —dije y le abracé con fuerza. Papá comenzó a darme besitos en el cuello y también me rodeó con los brazos. Lloré un poco hasta que él me empezó a mojar el pelo con un poco de agua.
— ¿Me… me puedo bañar contigo?
— ¿Segura?
— Pues… lo hacía de niña.
— Eres una mujer ahora, Brandi. No es correcto que nos veamos desnudos.
Fruncí las cejas.
— Estás desnudo ahora.
— Pero no se me ve lo… la parte más grande de mi cuerpo.
— ¡Ja,ja,ja! Sí, claro. Tienes razón. Creo que no es adecuado que a mi edad me bañe contigo.
— Puedes entrar si quieres.
Le miré y él me guiñó un ojo.
— Bueno, vale.
Él se dio la media vuelta mientras yo, con el corazón a punto de salirse de mi pecho, me quitaba los boxers y el sostén. En serio que mi ser nunca había latido como antes así. Estaba desnuda frente a papá, pero él no me estaba mirando por respeto. Tragué saliva y entré con él a la bañera. Me hundí por completo para que no se me vieran las tetitas. Él se dio la vuelta.
— Así está bien.
— Está caliente el agua. —Me reí mientras soplaba las burbujas. Papá sonrió y me tiró un poco de agua en la cara. Se lo devolví y de repente comenzamos a jugar como cuando yo era más pequeña y me divertía tanto con él. Recordé que en momentos como este, mamá entraba y se ponía a reír al vernos. Se desnuda sin pudor y entraba a jugar con nosotros bajo el agua de la ducha. Luego, mamá y papá comenzaban a acariciarse. La polla de él se levantaba. Mamá la atrapaba en sus manos y me decían que ya podía salir. Me iba al cuarto mientras mis padres se amaban bajo el agua tibia. Creí que esos momentos durarían para siempre. Creí que seríamos una familia feliz.
En serio ¿qué cambió?
— Ya. ¡Ja,ja,ja! Se te ven las tetas, Brandi.
— ¡Deja de mirarme, cochino! —exclamé, fingiendo vergüenza y me sumergí en el agua. Me acomodé más, de modo que tenía que abrirme las piernas y ponerlas a los costados de la bañera. La espuma seguía escondiendo nuestros sexos. Y de repente me di cuenta de que no sentía vergüenza alguna de estar bañándome con él.
Papá también se relajó más.
— ¿Tienes novio o has tenido?
— Tuve uno, papá. Mamá lo corrió de la casa cuando me atrapó sin sostén y besándome con él.
— ¿Le amabas tanto como para mostrarle los pechos?
— Pues creí que sí le amaba, luego me dejó. Tengo mala suerte en el amor.
— Si eres una chica preciosa.
— Estoy más o menos plana. Mis tetitas no crecieron mucho, a diferencia de mamá. Ella las tenía muy grandes.
— Las tuyas se ven perfectas para tu complexión delgada.
— ¿Crees? — y riendo, me levanté un poco para mostrarle mis pechos. Papá se quedó colorado y desvió la mirada vacilante.
— ¡Ja,ja,ja! Me da risa como te apenas al ver a tu niña desnuda.
Su mirada se colocó seria.
— Soy un hombre, Brandi. Y tú eres una mujercita. No me hagas verte de otra forma.
— Lo siento.
El resto del baño pasó tranquilo, platicando sobre temas triviales.
— Mary parece ser buena mujer —dije, sacando un nuevo tema mientras me frotaba los pechos con una esponja. Papá ya había perdido la pena y ni siquiera le prestaba atención a mis pequeños pezones —. Si no fuera puta, me gustaría que fuera más cercana a nosotros.
— Creo que lo que hace conmigo lo hace por gusto.
— Eso me dijo. Me cayó bien.
— Entonces ¿no estás molesta de que tenga sexo con ellas?
— Claro que no. Lo que me molesta es que gastes el dinero que apenas tenemos. En fin. No importa, papi.
— Me alegra que entiendas.
— Sí. Bueno, me prepararé para ir a hacer la cena. Cierra los ojitos.
Lo hizo mientras yo me levantaba. Pensé que papá miraría mi coño, pero no lo hizo. Me envolví con una toalla y salí del bañera.
— Brandi.
— ¿Sí, papá?
— Vístete muy guapa. Vamos a salir a cenar.
— ¿Seguro?
— Seguro. Ponte algo lindo. Esta noche tendré una cita con mi hija.
Me reí y me agaché para darle un besito de pico en los labios. Hasta él se sorprendió.
— Gracias. Me haces una mujer feliz.
— Gracias a ti por volver a mi vida, hija.
Ésta vez fue él quien me dio un pico en la boca. Nos reímos inocentes. Sentía que mi relación con él volvía a ser de suma alegría y confianza. Pensé que dada la distancia que nos separaba, muchas cosas cambiarían. Al parecer, las cosas volvían a ser como antes, y de nuevo supe, mientras le miraba a los ojos grises, que no había hombre más perfecto para mí que él.
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Hay que linda chica jaja, muchas gracias por leer y recuerden dejarme su sagrado y adorado comentario. Besos.
cap 1
http://www.poringa.net/posts/relatos/2986606/El-despertar-incestuoso-de-una-hija-enamorada--cap-1.html
cap 2
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Todas mis historias de incesto.
http://www.poringa.net/posts/relatos/2920481/Mis-historias-incestuosas-recopilacion.html
Me desperté por la mañana sin muchas ganas de empezar el día. El clima no ayudaba, pues estaba nublado y hacía bastante viento para mi gusto. Bajé a la sala, vestida nada más con unos cacheteros ocultos por una camisa larga que me llegaba hasta la mitad de los muslos. Esperaba encontrarme a papá desayunando, pero sólo hallé una nota que decía que había ido a una entrevista de trabajo. Debajo habían unos pocos billetes por si quería comprarme algo de merendar.
En realidad papá no estaba muy bien económicamente. No tenía un empleo estable, pues se dedicaba principalmente a las artes, como a la fotografía y a la música. Era buen violinista y en ocasiones conseguía tocar en alguno que otro restaurante; pero eso no alcanzaba perfectamente para cubrir los gastos. Además seguía pagando el coche, y los pagos estaban ganándole.
Me fui a la sala para ver televisión, y tras un rato de divagar entre todos los canales, me puse a recoger la ropa y limpiar los dormitorios. Me gustaba sentirme útil, y papá había dicho que yo era la mujer de la casa, así que como toda buena hija, me sentía ampliamente responsable de que todas las cosas marcharan a la perfección.
Entré a su cuarto, abrí las cortinas y metí su ropa sucia a la cesta. En algunas repisas tenía fotos mías de cuando era niña, y me enternecí al recordar todos esos momentos en los que pensaba inocentemente que mi familia iba a seguir unida para siempre. Había una donde papá estaba acostado en el suelo, y yo encima de él, a horcajadas. Era una foto de mi cumpleaños número diez. El último que pasé con él. Me vi y no me reconocí, con esa bonita sonrisa de niña y mirando a mi padre con un amor casi reverencial. En ese entonces jamás se me había ocurrido pensar que de entre todas las mujeres del mundo, yo era quien más le amaba. Casi sentí ganas de llorar al imaginarme lo solo que debió de sentirse cuando se separó de mí.
Seguí limpiando, y pasé la escoba debajo de la cama. A parte de más ropa sucia y zapatos, lo que saqué me dejó con un mal sabor de boca: un sujetador. Y no era cualquier sujetador. Era lencería de la sexy, la que se usa para las noches de pasión. Como era imposible que mi padre usara esa clase de prendas, lo primero que me vino a la mente fue que alguna mujer folllaba con él. Un calor rancio me inundó las mejillas y sentí agria mi boca.
Más tarde papá llegó cuando estaba mirando la televisión. Se veía abatido, con su traje de oficina y su pelo largo revuelto. Se sentó pesadamente en el sofá y soltó su maletín.
— ¿Tan mal te fue? ¿Quieres que te haga algo?
— No te preocupes… sólo necesito un poco de descanso.
Me arrodillé frente a él y descansé la cara en una de sus rodillas.
— Papá ¿no te dieron el trabajo?
— Para nada. Pero no te preocupes. Estaremos bien. Sólo tengo que volver a intentarlo.
Torcí los labios, y en una de esas vi el tremendo paquetote que se le marcaba entre las piernas. Dado lo cerca que estaba, no me fue difícil imaginarme de qué tamaño tendría los huevos para que se le pusiera así de tenso el pantalón. Me sonrojé y mejor me senté junto a él. Una de sus manos se puso sobre mis piernas, y como yo seguía vestida con mis cacheteros y la camisa, él tocó la mera carne de mis atributos. Aparentemente lo hizo sin darse cuenta; pero comenzó a acariciarme distraídamente mientras miraba el techo. Me gustó.
— Tienes unas piernas muy suaves —. Observó sin mirarme.
— Ah… gracias. Papá, sé que no es el momento, pero hay algo que quiero mostrarte.
Volví a su cuarto y traje el sujetador.
— ¿Me puedes explicar de quién es esto?
—¿Qué? Ah… ¿Dónde lo encontraste?
— Debajo de tu cama mientras hacía la limpieza. ¿De quién es?
Frunció las cejas.
— Le pertenece a Mary. Es una… amiga mía.
— Tú no tienes amigas…
— ¿Me vas a juzgar? Soy un hombre y a veces tengo mis…
— ¡Ajá! Es de una prostituta.
Se levantó, molesto, y se fue a la cocina. Yo le seguí con el sostén todavía entre las manos.
— No puedo creer que el poco dinero que tenemos te lo gastes en putas. Papá… ¿qué haces? Hay que ahorrar.
— Soy un hombre viudo que no ha estado con una mujer que le ame durante años. No vengas a regañarme, Brandi.
— No más prostitutas para ti.
— Hago con el dinero que tengo lo que yo quiero.
— Precisamente no tienes mucho.
— ¡Se acabó esta discusión!
Subió rápidamente a su cuarto y se cerró. Puse las manos en las caderas y traté de pensar en cómo hacerle para que el ambiente en la casa no cayera en problemas familiares por el dinero. Demasiados problemas ya tenía cuando mamá estaba viva.
Así transcurrió toda la mañana y parte de la tarde. Cuando ya estaba cayendo la noche. Yo estaba mirando televisión mientras jugaba con mis piernitas abriéndolas y cerrándolas. Me daban ganas de subir al cuarto y meterme unas cuantas cosas por el culo; pero no era el mejor momento par eso, pues los problemas de dinero seguían ocupándome la cabeza.
Llamaron a la puerta justo cuando pensaba en despertar a papá para preguntarle qué iba a cenar. Cuando abrí, apareció una mujer alta, distinguida, con el pelo negro ondulado cayéndole en largos mechones por detrás de los hombros. Era de piel clara, con un buen par de tetas asomando como media lunas por encima de su top rojo. Su ombligo plano y trabajado estaba marcado por un piercing. Retrocedí.
— ¿Está Alan?
— ¿Quién es usted?
— Me llamo Mary. Él dijo que tenía algo que darme. ¿Quién eres tú?
— Soy su hija.
La cara de la prostituta se iluminó.
— ¡¿Eres Brandi?! ¡Ay! Qué alegría conocerte al fin. ¿Puedo pasar?
No iba a mostrarme como una adolescente descortés, así que con muy mal humor, asentí y me hice a un lado para dejarla entrar. Mary llevaba unos ajustados jeans que marcaban un culo de infarto. Incluso tenía esos dos hoyuelos en la espalda, que a los hombres tanto les gusta. No me fue difícil imaginar a esa mujer montando la polla de papá.
Como si mi pensamiento lo hubiera invocado, papá bajó las escaleras. Sólo llevaba sus bóxeres, lo cual hacía que se le marcara ese gran paquete entre las piernas. Mis ojos y los de Mary se fueron al mismo sitio.
— Ah, querido. ¿Estás listo para esta noche?
Papá me miró y suspiró con resignación.
— Ando corto de dinero, Mary. Creo que ya no tendré para pagarte tus servicios durante unas semanas.
— Ay… no me digas eso. Casi no tengo clientes. La mayoría no se acostumbran a mis precios. Tacaños que sólo quieren placer sin pagar. Por cierto, ya conocí a tu niña. Es muy linda.
—¿Por qué no nos sentamos los tres? —sugerí. Quería que a Mary le quedara muy claro que yo era la mujer de la casa y que no iba a tolerar que un centavo más se gastara en los servicios que su coño podría ofrecernos.
Subí al cuarto de papá para traerle el sujetador. Mary lo tomó con cariño.
— Ay… mis tetas te lo agradecen. Este es mi brasier favorito.
— Pff. A puesto a que ni son naturales.
— Lo son. Mira —. Y sin descaro, Mary se bajó el top y mostró un par de fascinantes pechos aterciopelados, con pezones pequeños y rosas.
— ¡No hagas eso! — replicó papá. Mary se quedó con las tetotas al aire unos segundos, antes de comprender lo que había hecho, y se las volvió a subir.
— Lo siento… a veces no controlo lo que hago.
Evidentemente, no era una mujer muy lista que digamos.
Al final de cuentas papá tuvo la idea de invitar a Mary a cenar, y después de esto, ella y él subieron al cuarto para un servicio “a crédito”, lo cual me dejó a mí con un pésimo sabor de boca. Saber que al otro lado del cuarto mi padre estaba dándole duro al culo de otra mujer hacía que se me viniera una ola de celos y malestar.
Al día siguiente me desperté una hora más temprano de lo usual, lista para ir a buscar algún empleo para ayudar con los gastos de la casa. Desayunaba cereal con leche, cuando apareció la sensual tonta de Mary, llevando nada más un camisón y sus cacheteros con encaje y su sujetador.
— Buenos días… —dijo con un bostezo.
— Buen día. ¿Qué haces vestida así?
— Cálmate. No estoy desnuda.
Se sentó con cansancio, apoyando su voluminoso pecho encima de la mesa. Tenía un chupetón en el cuello, y el pelo negro estaba revuelto.
— ¿Y mi padre?
— Durmiendo. No le gusta que le despierten a estas horas.
— Puedo entenderlo. Bien. Yo iré a llevar mi solicitud de empleo. Desayuna si quieres, y después cierra la puerta al irte.
— ¿Está lejos? Puedo llevarte.
Subió al cuarto para cambiarse, en lo que yo metía mis papeles dentro de una carpeta y me preparaba psicológicamente para lo que iba a suceder. Abordamos su flamante coche del año, lo cual me dio una idea de lo mucho que debía de ganar Mary como prostituta. Se colocó unos lentes de sol y me sonrió con un beso de pico.
— No te preocupes por el dinero. Lo que hago con tu papá es gratis en ocasiones.
— Yupi… — dije sin interés.
— En serio. Tiene una herramienta predilecta. Es un gran amante.
— No quiero escucharlo.
— Mojigata.
Bromeamos durante un rato más. Mary me contó que tenía algunos clientes lo bastante buenos como para pagarle todos sus gastos, pero otros eran malos y le quedaban a deber. Debido a eso sus ingresos también estaban menguando, y ella se rehusaba a bajar sus precios. Yo le daba la razón. Un pedazo de carne como ella no podía cotizarse menos.
Recibió una llamada, y estacionó el coche para responder.
— ¿Qué pasa, Mat? ¿Ya me vas a pagar lo que me debes?
Esperé a que terminara de charlar.
— ¿Quién era? ¿Cliente nuevo?
— Sí. ¿Te molestaría si nos desvíamos unos minutos?
— No importa.
Tomamos la autopista, y avanzamos unos seis kilómetros antes de adentrarnos en un barrio de buen ver, donde las casas eran más grandes y la gente tenía más dinero para pagar por los servicios de Mary. El tal Mat ya estaba esperándola en el jardín de su hogar. Se trataba de un muchacho flaco y pelirrojo.
— ¡Hola, Mary! Vaya, ¿quién es esta belleza que te acompaña?
— Sólo es una amiga, Mat. Ahora dame mi dinero o no volveré a visitarte.
— De acuerdo. Aquí tienes.
Con lo que le dio, fácilmente alcanzaba para comprarse un nuevo teléfono celular. Seguro Mat vio la forma en la que yo miraba el dinero, porque me llamó.
— ¿Qué ocurre, princesa? ¿Quieres ganar un dinero fácil?
— Mat, ella no es prostituta.
— Quinientos billetes por una mamada.
— Mat…
— ¡Quinientos! —exclamé, con los ojos abiertos de par en par.
— ¿Se te hace poco? Mil, entonces.
— Ella no…
— Acepto. — dije casi inmediatamente. Mary se quitó los lentes y me miró desconcertada. Subió los cristales del coche.
— ¿Qué tienes? ¿Segura de que quieres hacerlo?
— Mil billetes me vendrían de maravilla. Y papá los necesita para sus deudas. No es la primera vez que chupo una polla ¿qué puede pasar?
Mary caviló en esas palabras durante un rato, y sonrió apretándome la pierna.
— Vale, muñequita. — bajó los cristales —. Acepta, Mat. Pero yo estaré vigilando que no te pases de la raya.
Entramos al dormitorio de Mat. Me sentía rara. Era la primera vez que iba a prostituirme, y la adrenalina me estaba llegando hasta la cabeza en la forma de latidos fuertes. Chupar una polla no tenía ciencia; pero hacerlo para recibir dinero a cambio era algo totalmente distinto.
Mat se tiró a la cama, y comenzó a desnudarse. Cuando su polla asomó, esta no era especialmente grande, aunque bastante apetitosa a mi buen parecer. Mary se sentó en el borde de la cama y comenzó a acariciarme el cabello.
— Quítate algo de ropa. —me pidió Mat, y yo obedecí. Me deshice de mi blusa y Mary me abrió el sujetador. Las manos de la prostituta me acariciaron las tetas por atrás, y apretaron mis pezones con las puntas de sus dedos. Me incliné al frente, tomando la verga con ambas manos y me la llevé a la boca.
Mamé durante un buen rato y jugué con las bolas de ese cabrón. Detrás, Mary continuaba masajeandome los pechos y dándome besitos en el cuello. Lo hacía de una forma sensual y comencé a sentir que me humedecía entre las piernas. Mat me agarró de la cabeza y comenzó a clavarme su polla en la garganta hasta que de repente soltó una abundante cantidad de esperma justo detrás de mi paladar. Lo tragué todo. No iba a desperdiciarlo. Mary soltó una risita al verme.
— Qué buenas tetas. — dijo.
Mat me dio los mil acordado. Los mil más fáciles de mi vida.
Regresé al coche de Mary, y nos fuimos de allí.
— ¿Te gustó? Tengo algunos clientes que pagan muy bien por unas cuantas chupadas.
— Estaba rico su semen. — fue lo que contesté.
— En serio, qué buenos pechos tienes. Ahora que te veo bien, serías una buena escort. A los hombres les gustan las chicas con tu apariencia de inocente.
— ¿Tienes otro cliente? —me atreví a preguntarle.
— Mmm… creo que hay uno que podría gustarte. Es un friki del anime, y una chica como tú le vendría perfecta.
— Vale, pero tú no me toques.
— ¡Jajaja! ¿por qué? Me gustó sentir tus pezones. Se pusieron tan duros.
— No seas puerca. —repliqué, todavía emocionada por lo que había hecho.
— Me llamo Brandi… — le dije al muchacho llamado Marcos. Era un chico de baja estatura, y su cuarto estaba lleno de posters y muñecos de anime. Su cama tenía una sábana con dibujos de manga.
— Mmm… es una chica muy guapa. —le dijo a Mary, mirándome de pies a cabeza. — ¿Hace anal? Yo sólo lo hago por atrás.
— Lo hago. —le aseguré.
— ¿Cuánto por un lésbico entre ustedes?
— ¿Qué?
Mary me llevó con ella unos pasos más lejos.
— Nos pagará si tenemos sexo tu y yo. Él sólo mirará y se masturbará.
— ¿Ni siquiera tengo que tocarlo?
— En lo absoluto. Así de raro es él. Claro, todo depende de si quieres tener sexo conmigo.
— No tendría problema, siempre y cuando me des la parte que me corresponde.
— Entonces tenemos un trato. Ven. Cobremos por adelantado.
Nos dio un cheque, el cual Mary guardó celosamente en su bolso. Después, Marcos se sentó en un mullido sillón, totalmente desnudo y con su pito erecto. Mary y yo nos fuimos a la cama, apoyadas en las rodillas y mirándonos con cierto nerviosismo. Colocó sus manos en mis caderas y sin decir nada, me dio un beso tan flamente que su peso me tiró sobre las almohadas. Comenzó a devorarme con la boca de una forma tan sensual que me costó trabajo seguirla. Su lengua se enredaba contra la mía al mismo tiempo que sus manos me recorrían el cuello y bajaban hasta mis pechos. Era violenta. Me gustaba. Busqué los bordes de su top y se lo quité de un sólo movimiento, con todo y sujetador. Las grandes tetas blancas quedaron al alcance de mis labios, y dudé un poco antes de meterme sus pezones.
— ¿Qué pasa? —preguntó, ofreciéndome sus carnes.
— Nada. — vi que Marco se estaba masturbando. Tomé los pechos de Mary con las dos manos y succioné sus puntitas con una terrible cantidad de pasión.
Ella se deshizo de mi falda y después se bajó los jeans y la coqueta tanga roja que llevaba. En menos de un minuto, estábamos desnudas. Ella sobre mí siguió besándome mientras sus manos hurgaban en mi conchita y se mojaban con mis jugos. Exprimió mi clítoris y yo lancé un jadeo de gozo. Sus dientes me mordieron las tetitas, y luego descendieron con un camino de saliva hasta abrirme las piernas y hundir toda la cara en mi vagina. Mamó con una determinación sublime, haciendo círculos con su lengua. Gemí y me sostuve las piernas con las rodillas para permanecer completamente abierta.
— Mm… qué ricos jugos, Brandi.
Bajó un poco más hasta la entrada de mi culo, y allí concentró sus esfuerzos. Me invadieron las cosquillas y una sensación de querer explotar. Acto seguido, ella se echó a un lado y separó los muslos.
— Méteme dedos. —Pidió con una alegre sonrisa.
En ese momento ya me había olvidado de Marcos, hasta que me habló.
— Ponte esto.
Era un arnés. Miré a Mary, quien asintió rapidamente.
— Sí, sí. Hazlo.
Con cuidado, me lo coloqué. Tenía un dildo atado de casi veinte centímetros, grueso y venoso. Mary se abrió las rosadas carnes de su vagina y cuando yo penetré en ella, me atrajo hacia sus pechos. Moví las caderas fuertemente, clavando el consolador en ella y estimulando mi clítoris al mismo tiempo. Mary gemía con una voz que me recordó a la de Rebeca. Busqué sus labios y la besé cubriendo su boca con totalidad. Sentí como sus piernas me abrazaban y sus pies tocaban mis nalgas.
— ¡Dios! ¡Mas al fondo! —gritó y yo aumenté la velocidad de mis estocadas. Sus tetas blancas se mecían deliciosamente y yo escupí dos chorros de saliva entre ambas, y comencé a frotarlas. Mary se mordía un mechón de pelo negro y pasaba su lengua por sus labios.
Era la primera vez que follaba a una mujer, y me estaba gustando. Gotitas de sudor caían de mi frente hacia su pecho. Ella me agarraba las nalgas con sus manos y las separaba. Nuestros cuerpos hacían plap plap con cada estocada. Deslicé una mano hacia su coño y sentí lo mojada que estaba. Vi que un líquido blanco salía de su vagina cada vez que el consolador emergía de entre sus carnes.
— Ponte de perrita. —le dijo Marcos.
Mary obedeció.
— Métele esa cosa en el recto. —me pidió, y yo asentí.
Abrí las nalgas de Mary y vi el delgado anillo de su culo. Escupí en él y lentamente deslicé todo el juguete dentro. Noté la presión ofreciendo resistencia.
— ¡No tengas miedo! — me gritó Mary, y de una vez se la dejé ir completa, hasta el fondo. Ella tembló y gritó. — ¡Ay! ¡Tonta!
— ¡Tú dijiste!
— Sí… pero me dolió. No importa. — su expresión dio paso a una risita tonta y comenzó a mover la cadera en círculos. El movimiento del consolador dentro de su culo me producía una rica sensación en mi clítoris, y comencé a jadear y a empujar más y más hasta el fondo.
— Tú. — le dije a Marco —. Méteme por el culo tu polla. Sólo por el culo.
No tuve que pedírselo dos veces. El otaku se colocó detrás de mí. Relajé los músculos y sentí el ardor cuando su polla entraba en mi ano. Dado que ya estaba acostumbrada, me tragué su miembro fácilmente. El jadeó y comenzó un rico bombeo, que yo igualé al que le estaba dando a Mary.
Era extraño follar a la mujer que mi papá se follaba; pero Mary tenía lo suyo. Sus tetas eran impresionantes, y me pegué a sus pezones como una ventosa mientras jadeaba por lo enculada que me tenían. La puta me atrajo hacia su boca.
— ¿Te gusta este trabajo?
— Me encanta… —le dije antes de que ella jugara y chupara mi lengua. Marcos empujaba más al fondo y más al fondo con tal de llenarme entera. Los tres sudábamos copiosamente en ese trío tan desmadroso.
Unos minutos después, le tocó a Mary ponerse el arnés. Entre ambos me pusieron de perrita y me abrieron las nalgas. Sentí la saliva del muchacho resbalar entre mi culo, hacia mi coño, y luego su lengua hurgando dentro de mi vagina. Después fueron dos lenguas, y vi que se trataba también de Mary, que recogía mis mieles con la boca. Acto seguido, se encaramó sobre mí y me penetró completamente por el recto. Gemí de placer. Fue una sensación tan hermosa sentir como me abría y me partía en dos.
— Ven. — le dije a Marco. Él se colocó frente a mí y me clavó la verga en la boca. A pesar de que no era grande, tuve una arcada en cuanto me tocó la campanilla. Jadeé con ganas y gemí todavía más fuerte cuando mis dos agujeros se llenaron por completo. Mary empujaba hacia adelante mientras Marco hundía cada vez más su polla, de modo que me sentía aplastada entre ambos. Era el paraíso.
— ¿Te molesta si te doy nalgadas? — me preguntó Mary. La miré por encima del hombro, y vi su carita de niña inocente. Era una mujer despampanante pero su ingenuidad parecía ser su mejor dote.
— Hazlo.
— ¡Yupi! — exclamó y comenzó a nalgearme con ambas manos. — No puedo creer que estoy rompiéndole el culo a la hija de mi mejor cliente.
— Y yo tampoco puedo creer que estoy haciéndolo con la puta favorita de mi papá.
— ¿Cuál favorita? Soy la única.
— ¿Podrían dejar de hablar de otro hombre mientras están conmigo?
Nos reímos y seguimos disfrutando durante un buen rato más.
En un momento determinado, la verga de Marco disparó un buen lechazo dentro de mi boca, y no tuve más opción que beberme toda su corrida. Era raro. En lo que iba del día ya había tenido dos tragos de caliente semen, y me sentía satisfecha. Mamé con mucha alegría y me saqué su polla ya flácida de la boca. Tras un rato de goce más por parte de Mary, ella se quitó el arnés y lo tiró a un lado de la cama. Me abrió las nalgas y sentí su lengua recorrer absolutamente toda mi entrepierna.
— Lubricas demasiado, Brandi.
— Es un don. —dije con una sonrisa al sentir sus pequeños dientes contra mí.
Tuve un orgasmo impresionante cuando me penetró con los dedos el culo, y luego me dejé caer exhausta sobre la cama. Me reía de placer.
Y me reí más cuando mi cartera se llenó con más billetes.
— ¡Uff! Eso fue emocionante. — dijo Mary una vez que subimos a su coche.
— No me puedo sentar muy bien.
— Tonta. Después de la monumental follada que le di a tu culito… ven acá, dame un besote, mi putita amateur.
No me gustó que me llamara así, pero fue excelente el beso que me dio. Le correspondí con gusto.
— ¿Quieres ir por otro cliente?
— No… creo que mi trasero ya no soporta otra cogida como la que me diste. En serio, Mary, eres muy violenta cuando asumes el rol de penetradora.
— ¡Ja,ja,ja! Es que es normal en mí. Soy muy buena en el lésbico. Tengo unas clientas muy atractivas, por si alguna vez quieres seguir en el negocio. Ya te dije que serías una escort muy bien solicitada.
— ¿Cómo aprendiste?
— Mi mamá era prostituta. Y mi abuela también lo fue. Yo comencé en el negocio desde… ya ni recuerdo. En realidad estaba estudiando ingeniería biomédica; pero era una carrera muy costosa. Le dije a mi mamá que quería volver al negocio y me contactó con unos clientes.
— ¿Tú mamá sigue trabajando?
— Sí. Es la escort de un político. Siempre le acompaña a sus viajes y cosas como esas. No es una puta cualquiera.
Me reí. Vaya forma de hablar de su madre.
— Tengo una hermanita que también está iniciando en esto. El dinero es fácil y ella lo necesita para pagar su colegiatura en la facultad de medicina… y también para darse unos cuantos lujos.
— Es todo un… negocio familiar.
— Sí… no es tan malo como suena. Buscar clientes adecuados, dispuestos a pagar… es todo un reto.
— ¿Por qué estás con mi papá entonces?
— Alan es un hombre muy solitario. Me gustan los de su tipo y él… me trata muy bien. Estoy seguro de que a tu papá le encantaría cogerte.
— ¡Ay! No digas eso. Y por cierto, tampoco puedes decir nada de lo que pasó hoy.
— Oki doki. ¿Todavía quieres ir a esa entrevista de trabajo?
Miré lo que tenía mi cartera, y sonreí.
— Creo que no.
— Tengo unos clientes que podrían gustarte. Estaría genial que trabajaras de esto. Tienes lo que llamamos un culo de oro. El único problema es que sigues siendo virgen. No ganarás lo máximo hasta que te destapes todos los agujeros.
— Este agujero es sagrado. Sólo el hombre indicado podrá entrar en él.
— ¡Ja,ja,ja! Vale, vale. Entonces te llevaré a casa.
Seguía sin creer lo que había hecho por dinero. La culpa me cayó un instante después de cruzar el umbral de la puerta de mi casa. Miré mi cartera y el dinero que estaba dentro me pareció algo sucio; pero serviría sin duda. Me quité la liga para el cabello y llamé a papá.
— ¡En el sótano! —Escuché que me llamaba, así que bajé.
— ¿Papi? ¿Estás…?
No era mi papá. Era un semental.
Tenía un pequeño gimnasio en el sótano. Constaba de una barra de la cual él estaba colgado mientras hacía flexiones de espalda sin camisa. Se le marcaban todos los músculos de los brazos y de los dorsales. Una capa de sudor le bañaba la piel bronceada. A un lado había una barra para pecho, y una prensa para piernas. También varias mancuernas en sus soportes.
— Wow. Eres como Thor —dije con una sonrisa —, y él es mi héroe favorito.
Se bajó de la barra y se giró hacia mí. Sus pectorales estaban rojos y su piel brillaba. Me senté sobre una mesa para verle seguir entrenando. Él me guiñó un ojo mientras se acomodaba los guantes de entrenamiento. Se acostó sobre la banca, y comenzó a hacer flexiones de pecho con la barra, que tenía dos discos de metal en cada lado. Verle haciendo eso disparó en mí algo… algo inusual. Algo que sólo las hembras podemos sentir cuando vemos a un hombre demostrar tanta testosterona.
— ¡Tú puedes! — exclamé, mientras él levantaba y dominaba la barra. Hizo unas cuatro series y después se sentó, agotado. Caminó hacia mí mientras se secaba con una toalla.
— Tu viejo sigue estando en forma.
— Te ves guapísimo, aunque estás cubierto de sudor. — Y sin decir nada, le abracé. Él quiso separarse, pero yo no lo dejé. Para cualquier otra chica podría ser asqueroso; pero no para mí.
— Oye, Brandi… te estoy mojando.
— ¡Je,je! Papá. Mira. Quiero darte esto. — Le ofrecí los billetes que había ganado por… mi prostitución.
— ¿De dónde sacaste este dinero?
— Vendí un par de aretes que no usaba. Eran de oro.
— Brandi… no debiste.
— Necesitas el dinero. Lo sé. —Hurgué en sus bolsas y saqué su cartera. Él quiso quitármela, pero ya era tarde. La abrí y lo que saltó a mi vista fue un condón de sabor naranja.
— ¡Pff! ¿Papá?
— Lamento que vieras eso.
— ¡Ja,ja! Al menos te proteges. Anda. Guarda el dinero. Y ¿sabes? Los condones de uva son más ricos?
Entrecerró los ojos.
— Hija… ¿a caso tú…?
— Te daré el beneficio de la duda —dije, guiñándole un ojo —. ¿Has terminado? Te prepararé el baño.
— Gracias.
Mientras subía las escaleras, papá me llamó.
— Brandi.
— ¿Sí?
— En realidad… es cierto. Eres la mujer de la casa.
— Papá…
— Serías una fabulosa esposa el día que te cases.
Una hija no puede disimular la alegría de que su padre, su propio padre, la considere una mujer apta para la vida familiar. Me sentí feliz de que me viera ya con esa madurez. Aunque todavía ni alcanzaba yo los veinte años de edad, papá ya me consideraba una mujercita.
— Te amo. —susurré y seguí subiendo las escaleras.
Papá entró poco después al baño. Venía envuelto sólo con su toalla que le cubría la cintura para abajo. Me sonrojé un poco nada más, y él se dio cuenta. Sonrió tiernamente. Me di la vuelta para que él se desnudara y entrara en la bañera, que ya estaba llena de espuma.
— Este… ¿quieres un masaje?
— ¿Puedes?
— Sí. Te ves tenso y necesitas uno para relajarte.
— Mmm… está bien.
Sonreí.
— Voy a cambiarme de ropa.
Por alguna razón mi corazón latía fuerte mientras me sacaba el vestidito y me ponía unos cortos boxercitos y un sostén deportivo. Volví al baño, donde papá estaba de espaldas a mí. Me arrodillé fuera de la bañera y comencé a frotarle la espalda. Su piel estaba caliente. Él suspiró.
— Qué manos tan ricas…
— Gracias.
Me dio más confianza, de modo que seguí dándole caricias en los hombros y en el cuello. Deshice cada nudo de estrés y luego le eché un poco de agua en la cabeza.
— Recuerdo que cuando era niña te bañabas conmigo. Mamá a veces entraba, y tenía que salir cuando ella se ponía a chuparte.
— ¡Ja,ja,ja! Debió de ser traumante.
— Éramos una familia feliz… me pregunto qué cambio.
— No lo sé, querida mía.
Me miró por encima del hombro.
— No llores.
— Lo siento, papá.
Se giró lentamente. La espuma le cubría, así que sólo vi su mojado torso. Dejé que me acariciara la cara y me diera un beso en la frente.
— Sigues siendo mi niña, Brandi. Nunca te dejaré.
— Ya verás que seremos felices sólo tú y yo. —dije y le abracé con fuerza. Papá comenzó a darme besitos en el cuello y también me rodeó con los brazos. Lloré un poco hasta que él me empezó a mojar el pelo con un poco de agua.
— ¿Me… me puedo bañar contigo?
— ¿Segura?
— Pues… lo hacía de niña.
— Eres una mujer ahora, Brandi. No es correcto que nos veamos desnudos.
Fruncí las cejas.
— Estás desnudo ahora.
— Pero no se me ve lo… la parte más grande de mi cuerpo.
— ¡Ja,ja,ja! Sí, claro. Tienes razón. Creo que no es adecuado que a mi edad me bañe contigo.
— Puedes entrar si quieres.
Le miré y él me guiñó un ojo.
— Bueno, vale.
Él se dio la media vuelta mientras yo, con el corazón a punto de salirse de mi pecho, me quitaba los boxers y el sostén. En serio que mi ser nunca había latido como antes así. Estaba desnuda frente a papá, pero él no me estaba mirando por respeto. Tragué saliva y entré con él a la bañera. Me hundí por completo para que no se me vieran las tetitas. Él se dio la vuelta.
— Así está bien.
— Está caliente el agua. —Me reí mientras soplaba las burbujas. Papá sonrió y me tiró un poco de agua en la cara. Se lo devolví y de repente comenzamos a jugar como cuando yo era más pequeña y me divertía tanto con él. Recordé que en momentos como este, mamá entraba y se ponía a reír al vernos. Se desnuda sin pudor y entraba a jugar con nosotros bajo el agua de la ducha. Luego, mamá y papá comenzaban a acariciarse. La polla de él se levantaba. Mamá la atrapaba en sus manos y me decían que ya podía salir. Me iba al cuarto mientras mis padres se amaban bajo el agua tibia. Creí que esos momentos durarían para siempre. Creí que seríamos una familia feliz.
En serio ¿qué cambió?
— Ya. ¡Ja,ja,ja! Se te ven las tetas, Brandi.
— ¡Deja de mirarme, cochino! —exclamé, fingiendo vergüenza y me sumergí en el agua. Me acomodé más, de modo que tenía que abrirme las piernas y ponerlas a los costados de la bañera. La espuma seguía escondiendo nuestros sexos. Y de repente me di cuenta de que no sentía vergüenza alguna de estar bañándome con él.
Papá también se relajó más.
— ¿Tienes novio o has tenido?
— Tuve uno, papá. Mamá lo corrió de la casa cuando me atrapó sin sostén y besándome con él.
— ¿Le amabas tanto como para mostrarle los pechos?
— Pues creí que sí le amaba, luego me dejó. Tengo mala suerte en el amor.
— Si eres una chica preciosa.
— Estoy más o menos plana. Mis tetitas no crecieron mucho, a diferencia de mamá. Ella las tenía muy grandes.
— Las tuyas se ven perfectas para tu complexión delgada.
— ¿Crees? — y riendo, me levanté un poco para mostrarle mis pechos. Papá se quedó colorado y desvió la mirada vacilante.
— ¡Ja,ja,ja! Me da risa como te apenas al ver a tu niña desnuda.
Su mirada se colocó seria.
— Soy un hombre, Brandi. Y tú eres una mujercita. No me hagas verte de otra forma.
— Lo siento.
El resto del baño pasó tranquilo, platicando sobre temas triviales.
— Mary parece ser buena mujer —dije, sacando un nuevo tema mientras me frotaba los pechos con una esponja. Papá ya había perdido la pena y ni siquiera le prestaba atención a mis pequeños pezones —. Si no fuera puta, me gustaría que fuera más cercana a nosotros.
— Creo que lo que hace conmigo lo hace por gusto.
— Eso me dijo. Me cayó bien.
— Entonces ¿no estás molesta de que tenga sexo con ellas?
— Claro que no. Lo que me molesta es que gastes el dinero que apenas tenemos. En fin. No importa, papi.
— Me alegra que entiendas.
— Sí. Bueno, me prepararé para ir a hacer la cena. Cierra los ojitos.
Lo hizo mientras yo me levantaba. Pensé que papá miraría mi coño, pero no lo hizo. Me envolví con una toalla y salí del bañera.
— Brandi.
— ¿Sí, papá?
— Vístete muy guapa. Vamos a salir a cenar.
— ¿Seguro?
— Seguro. Ponte algo lindo. Esta noche tendré una cita con mi hija.
Me reí y me agaché para darle un besito de pico en los labios. Hasta él se sorprendió.
— Gracias. Me haces una mujer feliz.
— Gracias a ti por volver a mi vida, hija.
Ésta vez fue él quien me dio un pico en la boca. Nos reímos inocentes. Sentía que mi relación con él volvía a ser de suma alegría y confianza. Pensé que dada la distancia que nos separaba, muchas cosas cambiarían. Al parecer, las cosas volvían a ser como antes, y de nuevo supe, mientras le miraba a los ojos grises, que no había hombre más perfecto para mí que él.
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Hay que linda chica jaja, muchas gracias por leer y recuerden dejarme su sagrado y adorado comentario. Besos.
14 comentarios - Despertar incestuoso de una hija enamorada cap 3
Muy bueno el relato
Seguí así diosa