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Me desperté ese sábado 28 de octubre alrededor de las nueve de la mañana. Miles de ideas giraban en mi cabeza. Por fin Víctor se había decidido a entregarme su culo. Era muy loca la idea de coger con él, con su prima y con su tía. Lo más increíble era que todos consentían que así fuera. En esa época era impensado que una relación de esa naturaleza se hiciera pública. A mi familia, con mis padres educados muy tradicionalmente, era imposible siquiera pensar en contarles algo de lo que me estaba sucediendo desde hacía un mes. Conociéndolos, intuía que no habría inconvenientes en aceptar que una mujer como Susana fuese mi novia, pero que yo tuviera algo con otro hombre era poco menos que una bomba. Que además supieran que tenía relaciones con una mujer de la edad de mi madre, sería motivo no solo de discusiones, sino que además me echarían de casa. Ni que hablar de que se enteraran de todo eso y que además supieran que los tres eran parientes. Terrible infarto para ambos.
Fue una época de mi vida que para poder sostener estas relaciones, invente miles de excusas y mentiras que lógicamente deberían ser creíbles. No comenté nada del cumpleaños a mi familia, simplemente les dije iría a estudiar todo el fin de semana a la casa de Víctor, y me quedaría a dormir la noche del sábado al domingo. Salí de casa a las seis de tarde y decidí tomar el colectivo hasta Av. Cabildo y Juramento para pasar a buscar a Susana por su trabajo.
Entré al negocio de modas y cuando Susana me vio se apresuró a ser ella la que atendería al “cliente” que acaba de entrar:
- “¿Qué estás haciendo aquí, estás loco?”, me inquiere.
- “Si, estoy loco por vos. Vine a buscarte para acompañarte a tu casa cuando salgas del trabajo.”
- “Pero todavía falta más de una hora. Hasta las ocho de la noche no cerramos el negocio. ¿Qué harás hasta esa hora?”
- “Pasearé por los negocios de los alrededores y cuando sea la hora te esperaré en la parada del colectivo.”
Salí del negocio y camine sin rumbo yendo y viniendo por ambas veredas mirando las vidrieras de los negocios, a lo largo de diez cuadras. Aproveche para comprarle una hermosa corbata, como regalo de cumpleaños, para Víctor. Cuando se hicieron las ocho de la noche me acerque a la parada del colectivo. Luego de unos quince minutos llegó Susana y desde lejos, casi gritando me pregunta:
- “¿Por qué me viniste a buscar? La verdad me halaga muchísimo, pero para que te molestaste si vamos a estar juntos casi todo el fin de semana.”
Ya a mi lado, la beso con pasión y le contesto:
- “Si, tenés razón, vamos a estar juntos. Pero somos cuatro los que vamos a estar juntos. Yo quiero, aunque sea un ratito, estar a solas con vos.”
Esperamos la llegada del colectivo cerca de cinco minutos. Cuando llegó, subimos y nos acomodamos en el último asiento doble antes de la puerta trasera. El viaje, a esa hora, no demoró más de diez minutos. Casi nos pasamos de la parada en donde debíamos bajarnos, porque fueron diez minutos de besos muy apasionados. Algunos de los pasajeros cercanos no paraban de observarnos, pero a nosotros no nos importaba. Estábamos en nuestro propio mundo. Bajamos a dos cuadras de la casa de Susana. La caminata duro interminables minutos, ya que en cada árbol nos deteníamos a besarnos y yo aprovechaba para apoyarle mi verga contra su vientre, para que se diera cuenta como estaba.
Llegamos a la esquina de su casa y le pedí, a modo de súplica, para que aceptara la siguiente propuesta:
- “Espera. No nos apuremos. Todavía es temprano y si entramos ya no volveremos a estar solos.”
- “¿Y qué quieres hacer?”
- “Crucemos a la vereda de enfrente y vamos al árbol donde está el terreno baldío.”
Acepto de inmediato. El terreno abandonado se había convertido en un baldío, cuando habían demolido una casa vieja para construir un edificio, y solamente habían comenzado a cavar el pozo para los cimientos y la obra fue detenida desde hacía varios años. La vereda tenía un árbol muy añoso de un tronco inmenso. Nos escondimos detrás del mismo aprovechando cierta penumbra que existía en el lugar. Ella se recostó sobre el tronco, yo me apoye y me refregaba con mi verga sobre su vientre. Nos besamos apasionadamente. Susana busco desesperadamente mi verga. Con su mano derecha, bajo el cierre del pantalón, busco en el interior y libero mi pija durísima para comenzar a pajearme lentamente. Yo bajando con mis labios por su cuello y su escote, logre desabrocharle varios botones de su blusa y me apodere de sus tetas y sus pezones con mi boca.
Ambos estábamos muy calientes. Baje con mi mano izquierda buscando su concha y le metí dos dedos. Comencé a masturbarla. Cuando sintió mis dedos en su vagina me pide que la ayude acorrerse. Apure el ritmo de mis dedos y ella acelero la velocidad de la paja que me hacía. Luego de varios minutos Susana tuvo un brutal orgasmo que le aflojaron las piernas Tuve que sostenerla para que no se cayera al suelo. Saque mis dedos empapados de sus jugos y mostrándoselos, los introduje en mi boca, los chupe y los saboree. Luego la bese para que sintiera en mi boca el sabor de su flujo. Se calentó de tal manera que comenzó a pajearme ferozmente. Cuando se percató que estaba a punto de acabar, se agachó y se tragó toda la leche que pudo. Finalmente nos besamos mezclando en nuestras bocas el sabor de su flujo, mi leche y nuestras salivas. Nos acomodamos la ropa lo mejor que pudimos y decidimos que debíamos ingresar a la casa. Eran casi las nueve de la noche.
En el comedor, nos estaban esperando e intercambiamos besos varios en las mejillas. Víctor descaradamente me beso en los labios. Cuando finalizamos le entregue su regalo, una corbata roja con finas líneas blancas en diagonal. Me lo agradeció con un sonoro beso en la mejilla y las mujeres le pidieron que se la pusiera en ese mismo instante. Hábilmente realizo los lazos correspondientes y la lució durante toda la noche. Contrastaba muy bien con la camisa blanca que lucía y sus pantalones de vestir color azul marino.
La mesa ya estaba preparada y Marta nos pide que nos ubiquemos en nuestros lugares para poder comenzar a servir la comida en los platos. La cena fue muy agradable y amena. Brindamos montones de veces. Por el cumpleaños de Víctor. Por la virginidad perdida de él. Por mi noviazgo con Susana. Por la “nueva mujer” en que se había convertido Marta, que estaba vestida “para matar” con un vestido de falda muy corta y un escote para zambullirse allí dentro. Brindábamos por lo que fuera. Llego un momento, en que la cantidad de vino ingerido por todos nos hacía brindar por las más insignificantes tonterías.
La sobremesa se alargó bastante, lo que permitió que los efectos del alcohol se pudieran ir disipando. Casi a las doce de la noche, Marta trajo una muy rica torta con 25 velitas. Entre todos le cantamos a Víctor el feliz cumpleaños, y probando el manjar servido acompañado de un riquísimo café, la noche se iba estirando. Pasada la una de la madrugada, Susana, que había trabajado todo el día y quería retirarse a dormir, suelta aboca de jarro:
- “¿Y dónde dormirá Eduardo…? ¿Con cuál de todos sus pololos pasará la noche…?”
Creo que a ninguno, incluyéndome, se nos había pasado por la cabeza donde o con quien pasaría la noche. No sabía que responder. Mis tres amantes se miraron entre sí y se podía adivinar en sus ojos que cada uno quería que yo fuera de su exclusiva propiedad, al menos por esa noche. Marta, dijo claramente y para que no quedaran dudas:
- “En el sofá, por supuesto. No quiero que se genere ninguna pelea entre ustedes dos por este tema. Además, tampoco vamos a poner a Eduardo en el dilema de tener que elegir entre unos y otros. Así que, ayúdenme ya mismo a armar las cobijas en el sofá.”
Víctor acepto los dichos de su tía casi con resignación. A Susana la bronca se le notaba en su rostro y no podía disimularla, pero no le quedó más remedio que admitir el hecho consumado que entre los cuatro estábamos preparando “mi cama”. Marta se sentía triunfante y orgullosa de haber podido frenar una posible fuente de conflicto entre los primos. En un momento, mientras ayudaba a extender las sábanas, pude observar que Marta me guiñaba el ojo buscando cierta complicidad entre ambos, procurando que Víctor y Susana no se percatarán de ello.
Unos minutos después todos estaban en su habitación y en la casa reinaba el silencio. Me intrigaba el guiño de Marta, no lograba entender cuál era su objetivo. Pensando en ello me fui adormeciendo. De pronto noto cierta luminosidad que resplandece en el techo del comedor. Provenía de la habitación de Marta. Ella había encendido su velador y a través de las cortinas que tenían los vidrios de la puerta de su habitación, iluminaba levemente el comedor donde estaba el sofá.
La puerta de abrió y Marta se dirigió hacia donde estaba recostado. No queriendo forzar ninguna situación, recordando mi primera noche en ese lugar junto a Susana, pretendí hacerme el dormido girando mi cuerpo de forma tal de quedar mirando hacia el respaldo del sofá. En el espacio que quedó hasta el borde del mismo, Marta se sentó y acariciándome los cabellos me dice suavemente al oído:
- “Sé que estás despierto. Ven conmigo a mi cama. Dormirás más cómodo. Además necesito compañía esta noche. Hace mucho que no sé lo que es dormir abrazada a un hombre y amanecer junto a él.”
No hubo necesidad de respuesta. Marta me ayudo a recoger toda mi ropa y fuimos a su habitación. Me propone que nos acostemos totalmente desnudos, a lo que accedo inmediatamente quitándome la única prenda que vestía, mi slip. Al igual que la última vez que estuvimos juntos en su cama, yo me acosté del lado de la ventana y ella a mi derecha del lado de la puerta.
No perdimos tiempo. Nos besamos y comenzamos cada uno a explorar con nuestras manos el cuerpo del otro. Ella rápidamente atrapó mi verga y yo busque con desesperación meterle mis dedos dentro de su concha. Así estuvimos durante cinco minutos gloriosos. Permití que ella tomara las riendas de la situación. Cuando lo creyó conveniente se montó sobre mis caderas y me pidió:
- “Cógeme con todas tus ganas y no dejes de chuparme las tetas.”
No hubo necesidad que me lo repitiera. La penetre hasta el fondo con suma facilidad debido a lo mojada que tenía ya su concha. Con mis labios me prendí de sus pezones como un bebe hambriento, y en forma alternada iba pasando de una teta a la otra besando y chupando como si verdaderamente pudiera salir leche de los pezones de Marta.
Era evidente que mi trabajo sobre las tetas de Marta produjo que ella se calentará de tal manera que, montada sobre mí, comenzó a moverse de una forma que me obligo a acelerar el ritmo de mi bombeada. Sentí su primer orgasmo que se escurría a través de mis bolas mojando las sábanas. Yo seguía moviendo mis caderas a un ritmo intenso sin dejar un solo momento de besarle alternativamente los pezones. Marta gemía y me pedía que no me detuviera, que estaba a punto de una nueva corrida, que le faltaba poquito para llegar. Cuando tuvo su segundo orgasmo, mi verga, mis huevos y las sábanas eran un mar de jugos. Se escuchaba en la habitación el sonido de nuestros pubis encharcados golpeando uno contra el otro. Finalmente acabé descargando toda mi leche dentro de su vagina y una nueva oleada de su flujo me anunciaba el tercer y último orgasmo de Marta. Nos besamos y susurra en mi oído:
- “Como me has hecho gozar. Tus besos en mis tetas me encendieron como hacía mucho tiempo no me había sucedido. Descansemos, mi amor, descansemos…”
Se recostó sobre mi derecha apoyando su cabeza sobre mi pecho. La bese tiernamente y abrazados nos dormimos hasta el día siguiente.
Cuando me desperté, alrededor de las ocho de la mañana, Marta no estaba en la cama pero si la podía escuchar que andaba por la cocina seguramente lavando y ordenando los enseres utilizados durante la cena. Me vestí y tratando de hacer el menor ruido posible me dirigía la cocina. Efectivamente, ella estaba finalizando de acomodar todo y a punto de preparar el desayuno. Nos dimos un hermoso beso y me aclara:
- “Estuvo hermosa la cogida de anoche, pero mejor ayúdame a levantar las cobijas del sofá, para que cuando se despierten los ‘chicos’ no sospechen que estuviste durmiendo conmigo.”
- “Fuiste vos quien dijo claramente que debía dormir en el sofá y en medio de la noche me viviste a buscar.”
- “Claro, ¿y me dirás ahora que a ti no te ha gustado, que no lo has disfrutado? Vamos, dame una mano.”
Ante mi silencio ella agrego:
- “Ellos saben muy bien que tú nos coges a todos, pero esta ‘travesura’ que sea un secreto entre ambos.”
Nos volvimos a besar, finalizamos de doblar y guardar las cobijas y comenzamos a desayunar. Cuando estábamos finalizando, apareció Susana con una terrible cara de dormida por el comedor. Nos dio un beso a ambos, a su madre en la mejilla y a mí en la boca, y se puso a desayunar con nosotros. La mañana iba avanzando y entre los tres ayudamos a preparar una cacerola con tuco para los ravioles que almorzaríamos más tarde. Cerca de las diez de la mañana las mujeres me informan que irían a realizar algunas compras. Ravioles, en la fábrica de pastas y pan, en la panadería. Me piden que vaya despertando al dormilón de Víctor.
Cuando quedé solo, subí a la habitación de Víctor y lo encuentro durmiendo boca abajo, acurrucado cerca de la pared y con el torso desnudo. Lo destapo completamente y observo que se había acostado a dormir íntegramente despojado de prendas. Su culo en pompa apuntaba hacia donde yo estaba. Lo mire durante un instante y sin pensarlo demasiado me comencé a desvestir. Ya desnudo, me acerco hasta la cama y me recuesto detrás de él, apoyando mi verga contra su cadera logrando deslizar mi brazo derecho por debajo de su cuello para abrazarlo y atraerlo hacia mí. Todavía dormido, su cuerpo gira levemente quedando de costado y fue en ese momento que pude colocar mi verga, ya semi rígida, entre ambos cachetes de su culo. Comencé a besarle los hombros y el cuello.
Mis besos y caricias lo despertaron. Giro su cuerpo para enfrentarme y nuestras vergas endurecidas se encontraron y empezamos a movernos para que las mismas se froten una a la otra. No hubo necesidad de palabras. Nos besamos y en menos de cinco minutos ya estábamos cogiendo. Lo puse de frente a mí con sus piernas sobre mis hombros. Lo penetré de un solo golpe hasta el fondo de sus entrañas y gimió levemente. Durante diez minutos tuvimos un mete y saca feroz. Ambos gemíamos cada vez más fuerte, hacíamos cada vez más fuerza, yo para hundirme más profundamente dentro de él, y Víctor empujando su culo hacia mi pelvis para ayudar a buscar la profundidad que tácitamente habíamos acordado. Cuando descargo dentro de su culo toda mi leche, pegué un grito mezcla de placer y victoria. Él, que se pajeaba furiosamente, acabo unos segundos después y también profirió un grito que sonó a gozo y agradecimiento al mismo tiempo. Me recosté a su lado y tomados de la mano, nos dirigimos la palabra por primera vez en ese día:
- “¡Qué lindo despertar, Eduardo! Gocé como un putito bien caliente…”
- “Yo también goce como un loco.”
Nos volvimos a besar y pudimos escuchar cuando Susana y Marta volvieron de hacer las compras. Nos seguimos besando y escuchamos golpes en la puerta de la habitación. Era Susana. Víctor le pregunta:
- “¿Qué quieres?”
- “Solo saber si estabas despierto.”
Sin pedir permiso abrió la puerta e ingreso a la habitación. Apenas si pudimos tapar nuestra desnudez con la sábana. Se sonríe y dándose cuenta que habíamos tenido sexo recientemente, nos destapa dándole un tirón a la sábana y notando que mi verga todavía estaba endurecida, le dice a su primo:
- “¿Me dejarás compartir esa hermosa verga que tiene Eduardo…?”
Sin dejarle lugar a una respuesta se abalanza sobre mi pija y me la empieza a chupar y le dice a Víctor:
- “¿No me ayudarás…?”
- “No. ¿Qué hare yo mientras él te esté cogiendo? ¿Mirar…?”
Les propongo coger alternativamente con ambos. Aunque Susana estaba de acuerdo, Víctor no estaba para nada convencido. Traté de animarlo mostrándole como estaba ya mi verga gracias a los besos y caricias de Susana. Pero resultaba imposible. Era claro que Víctor estaba muy molesto con su prima por la abrupta irrupción de ella en la habitación.Susana le dice a modo de súplica:
- “Dale, primito… Mira que hermosa verga para nosotros dos. ¿Qué te parece si en lugar de coger le hacemos brotar mucha leche y entre los dos nos la bebemos?”
- “Me fascinaría.”, agregue.
Víctor dudo unos instantes y finalmente aceptó la propuesta de su prima. Entre ambos se apoderaron de mi pija y sus lenguas recorrieron el tronco subiendo y bajando desde la raíz hasta la punta del glande. Desde mi posición, ver a los primos “trabajar” con sus lenguas y labios sobre mi verga me encendió y calentó brutalmente. La dureza de mi poronga era impresionante. Sabía que con la leche que acaba de regar en el culo de Víctor, más la monumental cogida durante la madrugada con Marta, sin olvidar la chupada de pija que hacía unas doce de horas me había realizado Susana, iba a demorar bastante en volver a acabar.
Y así sucedió. Durante cerca de quince interminables minutos Susana y Víctor se turnaban en chuparme el glande, el tronco o los huevos alternadamente sin molestarse el uno al otro. Ambos se dieron cuenta que mi leche se demoraba en salir, y como si se hubieran leído mutuamente la mente, sus lenguas y labios se concentraron en la cabeza de mi verga exclusivamente. Sentía que el final estaba cerca. Ellos, que sostenían cada uno con una mano el tronco de mi pija, notaron el momento en que mi leche subía por la uretra. Susana apoyo la punta de su lengua en el hoyo de la cabeza de mi poronga y logró de esa forma que mi leche escurriera suavemente por todo el glande. Susana y Víctor lamían con pasión para absorber la mayor cantidad de leche cada uno. Cuando ya no brotaba nada se dedicaron a limpiarme toda la verga con sus labios y lenguas. Mi pija se fue adormeciendo y ambos primos se recostaron sobre cada muslo acariciándome los huevos y el tronco de mi verga.
Perdimos noción del tiempo transcurrido. Fue el llamado de Marta para que ayudáramos a poner la mesa para el almuerzo, quien nos sacó de ese sopor en que habíamos caído los tres. Víctor se vistió rápidamente, mientras Susana y yo nos arreglábamos la ropa antes de bajar al comedor. El almuerzo fue muy ameno y familiar. Todos nos sentamos en “nuestros” lugares. Los ravioles y sobre todo el tuco estaban exquisitos. La sobremesa se alargó bastante. Me ofrecí varias veces a buscar cosas en la cocina, y cada vez que me levantaba besaba en los labios con muchísima lengua a cada uno de ellos tres, tanto cuando iba como cuando volvía. La primera vez lo hice con Marta, luego con Víctor y finalmente con Susana. Comenzó un “juego” en que cualquiera de ellos me solicitaba que fuera a buscar algo, para poder tener y disfrutar de una sesión de besos.
Marta decide que era la hora de lavar los platos y se va a la cocina, Cuando todos decidimos acompañarla, nos ordena que nos quedáramos en el comedor, que ella se encargaría de todo. Tome de las manos a Víctor y a Susana y los lleve hasta el sofá. Nos sentamos, yo en el medio de ambos, y comenzamos una larga sesión de besos y caricias que duraron todo el tiempo que Marta estuvo en la cocina.
Cuando Marta salió de la cocina y observó el espectáculo que estábamos brindando, se acercó y me dijo:
- “Estoy cansada, me voy a dormir una siesta. Como seguro no estarás para cuando me levante, déjame darte un beso de despedida.”
Me levanté, me acerque a ella y le ofrecí mi mejilla. Marta me abrazo, me atrajo hacía ella y me dio un profundo beso de lengua al tiempo que con su mano derecha me acariciaba el bulto de mi verga. Fueron no más de treinta segundos que me parecieron una eternidad. Cuando se separó de mí, les estampó un beso en la frente a su hija y a su sobrino y desapareció dentro de su habitación. Los tres nos quedamos sin habla por lo sucedido. Susana tironeándome de una mano, me obliga a sentarme nuevamente entre ellos y continuamos besándonos y acariciándonos apasionadamente.
Los tres sabíamos que noviembre y diciembre serían épocas de exámenes para Víctor y para mí. Significaba que nuestros encuentros comenzarían a ser más espaciados. Toda la siesta de Marta fueron besos y caricias entre los tres. Me despedí de ambos con la certeza de que extrañarnos redundaría en momentos mucho más apasionados las próximas veces que estuviera con Susana o con Víctor.
El final de 1978 fue bastante complicado. Durante el mes de noviembre los acontecimientos con Chile se fueron acelerando y el enviado del Papa Juan Pablo II, el Cardenal Samoré; cruzó muchísimas veces la cordillera tratando de interceder entre los dictadores para evitar una inminente guerra.
Las fechas de exámenes de Víctor y mías se iban sucediendo. Aprobé todas las materias, menos Voleibol que debía volver a rendirla en marzo del año siguiente. Víctor aprobó tres materias y dejo dos más para febrero y marzo siguiente.
Durante los días hábiles me reunía con mis verdaderos compañeros para estudiar. Para poder estar con mis amantes, la excusa de “reunirme para estudiar con los compañeros” funcionaba bárbaro los fines de semana. Me quedaba a dormir todos los fines de semana con ellos. Ya no utilizaba más el sofá. Rotaba en cada noche por los distintos dormitorios, cama matrimonial con Marta, y apretujados y muy abrazados con Víctor o con Susana.
En diciembre ya había terminado con mis exámenes y comencé a trabajar en la Colonia de Vacaciones del Club Atlético Atlanta, en la sede de Villa Crespo. A mediados de diciembre, Víctor ya había finalizado todos sus exámenes. Por todos lados, de lo único que se hablaba era de la posible guerra con Chile. Ambas dictaduras apostaban fuerte al conflicto. Justo antes de las fiestas navideñas el enviado del Papa logró frenar todo, y se pudo detener el peligro.
Cuando a las cinco de la tarde salía de trabajar en la colonia, pasaba siempre por la casa de Víctor antes de llegara la mía. Las fiestas las pasé con mi familia, pero pude realizar algunas visitas a ellos en la última semana del año.
El viernes 23 de diciembre, Marta había recibido de parientes exiliados en México, pasajes para viajar en avión hacia allá. El temor a que les pudiera suceder algo en un país que no era el propio, había movilizado a los familiares que estaban en países más confiables, a brindarles la ayuda necesaria para poder salir de Argentina. Marta estaba decidida a partir hacia México con su hija y su sobrino en cuanto pudieran arreglar una visa en la Embajada de México. Víctor se negaba a irse alegando las pocas materias que le faltaban para finalizar su carrera. Él estaba seguro que podría recibirse de Médico a fines del ’79. Las pocas veces que me permitieron opinar, nunca interferí en la decisión tomada por Marta de partir junto a Susana, pero intenté tranquilizarlas argumentando que como yo también me recibiría de Profesor de Educación Física a fines del mismo año, podría estar acompañando y ayudando a Víctor en todo lo que fuera necesario.
Durante las dos primeras semanas de enero estuve con ellos casi todos los días, luego de finalizar mi trabajo en la colonia, ayudando a ultimar los detalles del viaje. Partirían ambas mujeres, el sábado 20. Víctor finalmente se quedaría en Buenos Aires a concluir sus estudios.
Yo empecé a fantasear con la idea de “irme a vivir solo” y así se lo plantee a mis padres. En realidad era una idea que me propuso Víctor, para compartir con él la casa cuando se quedara solo en Buenos Aires. Al principio se opusieron, pero ante mi insistencia a regañadientes aceptaron la idea. Me iría a vivir con Víctor a partir del día 20 y compartiríamos los gastos que se generasen. Mis padres querían conocer a Víctor y por supuesto la casa que habitaría. Se lo comenté a Víctor y le pareció lo más correcto. Mi familia saldría de vacaciones hacia Villa Gesell, como desde que éramos pequeños, durante toda la segunda quincena de enero. Eso significaba que hasta febrero no vendrían a conocer “nuestra casa”.
El lunes 15, mis padres y mis hermanos salieron de vacaciones, y a partir de ese día pase todas las noches con mis dos mujeres, ya que no sabría cuando las volvería a ver. Víctor, a sabiendas que a partir del 20 no tendría que compartirme con nadie, no tuvo ningún inconveniente para dejarme dormir tres noches con Susana y las otras dos con Marta. Cogí, tanto con una como con la otra, como si nos fuera la vida en ello. Susana me cogía frenéticamente hasta vaciarme de leche por completo. Una, dos,tres veces a lo largo de las noches y las madrugadas. Con Marta todo era más calmado, ella cabalgaba sobre mí y luego dormíamos abrazados hasta el momento de despertarnos para ir a trabajar, en donde volvíamos a tener una nueva sesión de sexo.
El sábado 20 acompañamos en un taxi a Susana y a Marta hasta el Aeropuerto de Ezeiza, y de regreso pasamos por mi casa a buscar toda mi ropa y mis pertenecías para la mudanza definitiva. Esa noche decidimos que ambos dormiríamos en la habitación que era de Marta y usaríamos la cama matrimonial. Las otras dos habitaciones se convirtieron en nuestros respectivos “Escritorios”. Víctor siguió utilizando la suya con ese fin, y yo me apropié de la que era de Susana.
Llegó febrero y mis padres volvieron de sus vacaciones en Villa Gesell y querían conocer mi nuevo hogar. Los invité a cenar y concurrieron puntualmente junto a mis hermanos el sábado 3 a las 9 de la noche. Cuando llegaron les presenté a Víctor y les hice conocer toda la casa, mostrándoles sobre todo mi habitación, la que antiguamente perteneciera a Susana. Por supuesto con Víctor habíamos acordado que en nuestras habitaciones “Escritorios” seguirían estando las camas correspondientes, dando a entender a cualquier visitante que era allí donde cada uno de nosotros dormía durante las noches. Cuando les mostré le antiguo cuarto de Marta y vieron la cama matrimonial, mi padre le dice a mi madre:
- “Seguro que aquí traen a ‘sus chicas’ estos sinvergüenzas.”, haciéndome un guiño cómplice como señal de aprobación.
La cena transcurrió amablemente. Con Víctor habíamos preparado un vacío al horno con papas y batatas. Mis padres habían traído helado para el momento del postre, que por supuesto lo servimos y no quedo absolutamente nada. Finalmente y luego de una breve sobremesa, mi familia se despidió y con Víctor nos quedamos solos. Eran las 12 de la noche. Decidimos lavar todos los utensilios utilizados y alrededor de las 12 y media nos metimos en nuestra habitación. No terminamos de cruzar la puerta que Víctor me sorprendió con un profundo beso de lengua que se prolongó durante no menos de cinco minutos. Minutos que aprovechamos, sin dejar en ningún momento que nuestros labios se separasen, para desvestirnos uno al otro.
Desnudos nos acostamos de lado para poder vernos a la cara, yo del lado de la puerta y él del lado de la ventana. Cada uno atrapo la verga del otro. Yo con mi mano derecha la de Víctor, y el con su mano izquierda la mía. Empezamos a realizar una paja cruzada, al tiempo que nos besábamos y cada vez acercábamos más y más nuestros cuerpos. Cuando pude sentir que la cabeza de mi verga había tocado la suya, deje de pajearlo y busque desesperadamente que la cabeza de su pija siguiera refregándose contra la mía. Dándose cuenta de mis intenciones, Víctor dejo de pajearme para hacerlo mismo que yo estaba haciendo. Nos abrazamos y dejamos que nuestras vergas se frotaran una a la otra debido a nuestra cercanía. La calentura de ambos iba en aumento y Víctor me suplica:
- “Cógeme, ya mismo te quiero dentro mío.”
- “Subite arriba mío, quiero verte la cara mientras te esté cogiendo.”
Se montó a horcajadas sobre mi cadera y poco a poco mi verga fue desapareciendo dentro de su culo. Víctor tomo las riendas de la situación y fue él quien impuso el ritmo de la cogida. Lento pero sin pausa Víctor cabalgaba sobre mi pija. Por momentos se recostaba sobre mi cuerpo para besarme los labios y mis pezones. Aprovechaba también a colocar sus pezones sobre mi boca para que se los besara y chupará con frenesí. Durante más de quince minutos esta rutina se repitió con frecuencia hasta que Víctor decidió que era el momento en que ambos debíamos acabar y comenzó a apurar el ritmo de la cabalgata. No pasaron ni tres minutos y la verga de Víctor estalla con tres lechazos que caen sobre mi pecho y mi estómago, casi inmediatamente vacío el contenido de mis bolas en las entrañas de él con dos largos chorros de leche. Víctor se recuesta sobre mi cuerpo, manchándonos ambos con su leche, y yo espero a que mi verga vuelva a su estado natural para que salga de su caliente escondite.
Nos dormimos desnudos y abrazados. Como a las siete de la mañana del domingo nos despertó una pelea de gatos, que se escuchaba proveniente de la calle. Nos dimos los buenos días con un hermoso beso y sin decirnos nada, Víctor me ofrece su culo y lo empalo de costado. Ambos apoyados sobre nuestro lado izquierdo cogimos durante más de veinte minutos. Al finalizar él me la chupo hasta dejarla reluciente y limpia. Ensuciados como estábamos de ambas cogidas, decidimos darnos una ducha. Juntos nos duchamos y nos enjabonamos. Yo enjaboné todo su cuerpo dándole especial importancia a su hermoso culo, él a su vez me enjabonaba deteniéndose especialmente en mi verga y mis bolas. Ese domingo cogimos todo el día. Luego de la ducha desayunamos y cogimos el resto de la mañana en el sofá. Almorzamos y toda la tarde cogimos en nuestra cama. Cenamos y esta vez, cuando volvimos a la cama el cansancio que ambos teníamos hizo que nos durmiéramos casi instantáneamente.
El 27 de febrero Víctor rindió bien una de las dos materias que le habían quedado sin rendir el final, y el 5 de marzo rindió la otra. Por mi parte yo aprobé Voleibol al día siguiente. Nuestra vida continuó casi igual que el año anterior. Víctor seguía con sus prácticas en el Hospital Fernández los lunes, miércoles y viernes por las mañanas. Cursaba en la facultad los martes y jueves durante todo día. A fines de marzo consiguió trabajo en una Obra Social para atender en consultorios durante las tardes de los mismos días que por la mañana estaba en el hospital. Yo, al haber aprobado Voleibol, me habían otorgado el título intermedio de Maestro de Educación Física que me permitía ejercer solo en escuelas primarias. A partir de abril conseguí trabajo los martes y jueves por las mañanas en una escuela privada y a lo largo del año, fui realizando diversas suplencias en escuelas estatales, casi siempre durante las tardes.
Nuestras rutinas semanales hacían que nos despidiéramos temprano luego de desayunar y nos volvíamos a encontrar siempre después de las seis de la tarde. Las mañanas o las tardes que yo estaba en nuestra casa, aprovechaba para hacer compras y entre ambos tratábamos de mantener la limpieza. Mis padres venían de visita una vez al mes, y cada quince días recibíamos cartas de Susana y de Marta contándonos sobre su estancia en México y pidiéndole a Víctor que en cuanto se recibiera se fuera con ellas para allá.
Cogíamos prácticamente todas las noches. Los fines de semana, si no teníamos algún tipo de visita programada o inesperada, teníamos verdaderas maratones se sexo hasta el agotamiento. Finalmente ambos nos recibimos en diciembre, él de Médico y yo de Profesor de Educación Física. Antes que finalizará el año, Víctor viajaría a encontrarse con su prima y su tía. Cancelamos el alquiler al 31 de diciembre y yo me volví a vivir con mi familia. Nuestro último día juntos, 28 de diciembre, fue solo para coger, coger y coger. Comenzamos luego del desayuno y solo paramos para tomarnos pequeños descansos. Nos salteamos el almuerzo y solo nos detuvimos para poder cenar. Él viajaba el sábado 29 al mediodía.
Nunca más lo volvía a ver, aunque durante todo el año ’80 nos mantuvimos en contacto por correo. Víctor saco la ciudadanía mexicana, conoció a un médico dos años mayor que él, se enamoraron y se fueron a vivir juntos. Yo, por mi parte, volví a juntarme con mi vieja barra de amigos para salir los fines de semana a levantar minas. Durante casi tres años tuve “novias de fines de semana” que duraban hasta un buen polvo o máximo 15 días. Finalmente un día conocí a una mujer que dejo de ser la “novia del fin de semana” para convertirse en la novia con la que finalmente me casaría.
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Me desperté ese sábado 28 de octubre alrededor de las nueve de la mañana. Miles de ideas giraban en mi cabeza. Por fin Víctor se había decidido a entregarme su culo. Era muy loca la idea de coger con él, con su prima y con su tía. Lo más increíble era que todos consentían que así fuera. En esa época era impensado que una relación de esa naturaleza se hiciera pública. A mi familia, con mis padres educados muy tradicionalmente, era imposible siquiera pensar en contarles algo de lo que me estaba sucediendo desde hacía un mes. Conociéndolos, intuía que no habría inconvenientes en aceptar que una mujer como Susana fuese mi novia, pero que yo tuviera algo con otro hombre era poco menos que una bomba. Que además supieran que tenía relaciones con una mujer de la edad de mi madre, sería motivo no solo de discusiones, sino que además me echarían de casa. Ni que hablar de que se enteraran de todo eso y que además supieran que los tres eran parientes. Terrible infarto para ambos.
Fue una época de mi vida que para poder sostener estas relaciones, invente miles de excusas y mentiras que lógicamente deberían ser creíbles. No comenté nada del cumpleaños a mi familia, simplemente les dije iría a estudiar todo el fin de semana a la casa de Víctor, y me quedaría a dormir la noche del sábado al domingo. Salí de casa a las seis de tarde y decidí tomar el colectivo hasta Av. Cabildo y Juramento para pasar a buscar a Susana por su trabajo.
Entré al negocio de modas y cuando Susana me vio se apresuró a ser ella la que atendería al “cliente” que acaba de entrar:
- “¿Qué estás haciendo aquí, estás loco?”, me inquiere.
- “Si, estoy loco por vos. Vine a buscarte para acompañarte a tu casa cuando salgas del trabajo.”
- “Pero todavía falta más de una hora. Hasta las ocho de la noche no cerramos el negocio. ¿Qué harás hasta esa hora?”
- “Pasearé por los negocios de los alrededores y cuando sea la hora te esperaré en la parada del colectivo.”
Salí del negocio y camine sin rumbo yendo y viniendo por ambas veredas mirando las vidrieras de los negocios, a lo largo de diez cuadras. Aproveche para comprarle una hermosa corbata, como regalo de cumpleaños, para Víctor. Cuando se hicieron las ocho de la noche me acerque a la parada del colectivo. Luego de unos quince minutos llegó Susana y desde lejos, casi gritando me pregunta:
- “¿Por qué me viniste a buscar? La verdad me halaga muchísimo, pero para que te molestaste si vamos a estar juntos casi todo el fin de semana.”
Ya a mi lado, la beso con pasión y le contesto:
- “Si, tenés razón, vamos a estar juntos. Pero somos cuatro los que vamos a estar juntos. Yo quiero, aunque sea un ratito, estar a solas con vos.”
Esperamos la llegada del colectivo cerca de cinco minutos. Cuando llegó, subimos y nos acomodamos en el último asiento doble antes de la puerta trasera. El viaje, a esa hora, no demoró más de diez minutos. Casi nos pasamos de la parada en donde debíamos bajarnos, porque fueron diez minutos de besos muy apasionados. Algunos de los pasajeros cercanos no paraban de observarnos, pero a nosotros no nos importaba. Estábamos en nuestro propio mundo. Bajamos a dos cuadras de la casa de Susana. La caminata duro interminables minutos, ya que en cada árbol nos deteníamos a besarnos y yo aprovechaba para apoyarle mi verga contra su vientre, para que se diera cuenta como estaba.
Llegamos a la esquina de su casa y le pedí, a modo de súplica, para que aceptara la siguiente propuesta:
- “Espera. No nos apuremos. Todavía es temprano y si entramos ya no volveremos a estar solos.”
- “¿Y qué quieres hacer?”
- “Crucemos a la vereda de enfrente y vamos al árbol donde está el terreno baldío.”
Acepto de inmediato. El terreno abandonado se había convertido en un baldío, cuando habían demolido una casa vieja para construir un edificio, y solamente habían comenzado a cavar el pozo para los cimientos y la obra fue detenida desde hacía varios años. La vereda tenía un árbol muy añoso de un tronco inmenso. Nos escondimos detrás del mismo aprovechando cierta penumbra que existía en el lugar. Ella se recostó sobre el tronco, yo me apoye y me refregaba con mi verga sobre su vientre. Nos besamos apasionadamente. Susana busco desesperadamente mi verga. Con su mano derecha, bajo el cierre del pantalón, busco en el interior y libero mi pija durísima para comenzar a pajearme lentamente. Yo bajando con mis labios por su cuello y su escote, logre desabrocharle varios botones de su blusa y me apodere de sus tetas y sus pezones con mi boca.
Ambos estábamos muy calientes. Baje con mi mano izquierda buscando su concha y le metí dos dedos. Comencé a masturbarla. Cuando sintió mis dedos en su vagina me pide que la ayude acorrerse. Apure el ritmo de mis dedos y ella acelero la velocidad de la paja que me hacía. Luego de varios minutos Susana tuvo un brutal orgasmo que le aflojaron las piernas Tuve que sostenerla para que no se cayera al suelo. Saque mis dedos empapados de sus jugos y mostrándoselos, los introduje en mi boca, los chupe y los saboree. Luego la bese para que sintiera en mi boca el sabor de su flujo. Se calentó de tal manera que comenzó a pajearme ferozmente. Cuando se percató que estaba a punto de acabar, se agachó y se tragó toda la leche que pudo. Finalmente nos besamos mezclando en nuestras bocas el sabor de su flujo, mi leche y nuestras salivas. Nos acomodamos la ropa lo mejor que pudimos y decidimos que debíamos ingresar a la casa. Eran casi las nueve de la noche.
En el comedor, nos estaban esperando e intercambiamos besos varios en las mejillas. Víctor descaradamente me beso en los labios. Cuando finalizamos le entregue su regalo, una corbata roja con finas líneas blancas en diagonal. Me lo agradeció con un sonoro beso en la mejilla y las mujeres le pidieron que se la pusiera en ese mismo instante. Hábilmente realizo los lazos correspondientes y la lució durante toda la noche. Contrastaba muy bien con la camisa blanca que lucía y sus pantalones de vestir color azul marino.
La mesa ya estaba preparada y Marta nos pide que nos ubiquemos en nuestros lugares para poder comenzar a servir la comida en los platos. La cena fue muy agradable y amena. Brindamos montones de veces. Por el cumpleaños de Víctor. Por la virginidad perdida de él. Por mi noviazgo con Susana. Por la “nueva mujer” en que se había convertido Marta, que estaba vestida “para matar” con un vestido de falda muy corta y un escote para zambullirse allí dentro. Brindábamos por lo que fuera. Llego un momento, en que la cantidad de vino ingerido por todos nos hacía brindar por las más insignificantes tonterías.
La sobremesa se alargó bastante, lo que permitió que los efectos del alcohol se pudieran ir disipando. Casi a las doce de la noche, Marta trajo una muy rica torta con 25 velitas. Entre todos le cantamos a Víctor el feliz cumpleaños, y probando el manjar servido acompañado de un riquísimo café, la noche se iba estirando. Pasada la una de la madrugada, Susana, que había trabajado todo el día y quería retirarse a dormir, suelta aboca de jarro:
- “¿Y dónde dormirá Eduardo…? ¿Con cuál de todos sus pololos pasará la noche…?”
Creo que a ninguno, incluyéndome, se nos había pasado por la cabeza donde o con quien pasaría la noche. No sabía que responder. Mis tres amantes se miraron entre sí y se podía adivinar en sus ojos que cada uno quería que yo fuera de su exclusiva propiedad, al menos por esa noche. Marta, dijo claramente y para que no quedaran dudas:
- “En el sofá, por supuesto. No quiero que se genere ninguna pelea entre ustedes dos por este tema. Además, tampoco vamos a poner a Eduardo en el dilema de tener que elegir entre unos y otros. Así que, ayúdenme ya mismo a armar las cobijas en el sofá.”
Víctor acepto los dichos de su tía casi con resignación. A Susana la bronca se le notaba en su rostro y no podía disimularla, pero no le quedó más remedio que admitir el hecho consumado que entre los cuatro estábamos preparando “mi cama”. Marta se sentía triunfante y orgullosa de haber podido frenar una posible fuente de conflicto entre los primos. En un momento, mientras ayudaba a extender las sábanas, pude observar que Marta me guiñaba el ojo buscando cierta complicidad entre ambos, procurando que Víctor y Susana no se percatarán de ello.
Unos minutos después todos estaban en su habitación y en la casa reinaba el silencio. Me intrigaba el guiño de Marta, no lograba entender cuál era su objetivo. Pensando en ello me fui adormeciendo. De pronto noto cierta luminosidad que resplandece en el techo del comedor. Provenía de la habitación de Marta. Ella había encendido su velador y a través de las cortinas que tenían los vidrios de la puerta de su habitación, iluminaba levemente el comedor donde estaba el sofá.
La puerta de abrió y Marta se dirigió hacia donde estaba recostado. No queriendo forzar ninguna situación, recordando mi primera noche en ese lugar junto a Susana, pretendí hacerme el dormido girando mi cuerpo de forma tal de quedar mirando hacia el respaldo del sofá. En el espacio que quedó hasta el borde del mismo, Marta se sentó y acariciándome los cabellos me dice suavemente al oído:
- “Sé que estás despierto. Ven conmigo a mi cama. Dormirás más cómodo. Además necesito compañía esta noche. Hace mucho que no sé lo que es dormir abrazada a un hombre y amanecer junto a él.”
No hubo necesidad de respuesta. Marta me ayudo a recoger toda mi ropa y fuimos a su habitación. Me propone que nos acostemos totalmente desnudos, a lo que accedo inmediatamente quitándome la única prenda que vestía, mi slip. Al igual que la última vez que estuvimos juntos en su cama, yo me acosté del lado de la ventana y ella a mi derecha del lado de la puerta.
No perdimos tiempo. Nos besamos y comenzamos cada uno a explorar con nuestras manos el cuerpo del otro. Ella rápidamente atrapó mi verga y yo busque con desesperación meterle mis dedos dentro de su concha. Así estuvimos durante cinco minutos gloriosos. Permití que ella tomara las riendas de la situación. Cuando lo creyó conveniente se montó sobre mis caderas y me pidió:
- “Cógeme con todas tus ganas y no dejes de chuparme las tetas.”
No hubo necesidad que me lo repitiera. La penetre hasta el fondo con suma facilidad debido a lo mojada que tenía ya su concha. Con mis labios me prendí de sus pezones como un bebe hambriento, y en forma alternada iba pasando de una teta a la otra besando y chupando como si verdaderamente pudiera salir leche de los pezones de Marta.
Era evidente que mi trabajo sobre las tetas de Marta produjo que ella se calentará de tal manera que, montada sobre mí, comenzó a moverse de una forma que me obligo a acelerar el ritmo de mi bombeada. Sentí su primer orgasmo que se escurría a través de mis bolas mojando las sábanas. Yo seguía moviendo mis caderas a un ritmo intenso sin dejar un solo momento de besarle alternativamente los pezones. Marta gemía y me pedía que no me detuviera, que estaba a punto de una nueva corrida, que le faltaba poquito para llegar. Cuando tuvo su segundo orgasmo, mi verga, mis huevos y las sábanas eran un mar de jugos. Se escuchaba en la habitación el sonido de nuestros pubis encharcados golpeando uno contra el otro. Finalmente acabé descargando toda mi leche dentro de su vagina y una nueva oleada de su flujo me anunciaba el tercer y último orgasmo de Marta. Nos besamos y susurra en mi oído:
- “Como me has hecho gozar. Tus besos en mis tetas me encendieron como hacía mucho tiempo no me había sucedido. Descansemos, mi amor, descansemos…”
Se recostó sobre mi derecha apoyando su cabeza sobre mi pecho. La bese tiernamente y abrazados nos dormimos hasta el día siguiente.
Cuando me desperté, alrededor de las ocho de la mañana, Marta no estaba en la cama pero si la podía escuchar que andaba por la cocina seguramente lavando y ordenando los enseres utilizados durante la cena. Me vestí y tratando de hacer el menor ruido posible me dirigía la cocina. Efectivamente, ella estaba finalizando de acomodar todo y a punto de preparar el desayuno. Nos dimos un hermoso beso y me aclara:
- “Estuvo hermosa la cogida de anoche, pero mejor ayúdame a levantar las cobijas del sofá, para que cuando se despierten los ‘chicos’ no sospechen que estuviste durmiendo conmigo.”
- “Fuiste vos quien dijo claramente que debía dormir en el sofá y en medio de la noche me viviste a buscar.”
- “Claro, ¿y me dirás ahora que a ti no te ha gustado, que no lo has disfrutado? Vamos, dame una mano.”
Ante mi silencio ella agrego:
- “Ellos saben muy bien que tú nos coges a todos, pero esta ‘travesura’ que sea un secreto entre ambos.”
Nos volvimos a besar, finalizamos de doblar y guardar las cobijas y comenzamos a desayunar. Cuando estábamos finalizando, apareció Susana con una terrible cara de dormida por el comedor. Nos dio un beso a ambos, a su madre en la mejilla y a mí en la boca, y se puso a desayunar con nosotros. La mañana iba avanzando y entre los tres ayudamos a preparar una cacerola con tuco para los ravioles que almorzaríamos más tarde. Cerca de las diez de la mañana las mujeres me informan que irían a realizar algunas compras. Ravioles, en la fábrica de pastas y pan, en la panadería. Me piden que vaya despertando al dormilón de Víctor.
Cuando quedé solo, subí a la habitación de Víctor y lo encuentro durmiendo boca abajo, acurrucado cerca de la pared y con el torso desnudo. Lo destapo completamente y observo que se había acostado a dormir íntegramente despojado de prendas. Su culo en pompa apuntaba hacia donde yo estaba. Lo mire durante un instante y sin pensarlo demasiado me comencé a desvestir. Ya desnudo, me acerco hasta la cama y me recuesto detrás de él, apoyando mi verga contra su cadera logrando deslizar mi brazo derecho por debajo de su cuello para abrazarlo y atraerlo hacia mí. Todavía dormido, su cuerpo gira levemente quedando de costado y fue en ese momento que pude colocar mi verga, ya semi rígida, entre ambos cachetes de su culo. Comencé a besarle los hombros y el cuello.
Mis besos y caricias lo despertaron. Giro su cuerpo para enfrentarme y nuestras vergas endurecidas se encontraron y empezamos a movernos para que las mismas se froten una a la otra. No hubo necesidad de palabras. Nos besamos y en menos de cinco minutos ya estábamos cogiendo. Lo puse de frente a mí con sus piernas sobre mis hombros. Lo penetré de un solo golpe hasta el fondo de sus entrañas y gimió levemente. Durante diez minutos tuvimos un mete y saca feroz. Ambos gemíamos cada vez más fuerte, hacíamos cada vez más fuerza, yo para hundirme más profundamente dentro de él, y Víctor empujando su culo hacia mi pelvis para ayudar a buscar la profundidad que tácitamente habíamos acordado. Cuando descargo dentro de su culo toda mi leche, pegué un grito mezcla de placer y victoria. Él, que se pajeaba furiosamente, acabo unos segundos después y también profirió un grito que sonó a gozo y agradecimiento al mismo tiempo. Me recosté a su lado y tomados de la mano, nos dirigimos la palabra por primera vez en ese día:
- “¡Qué lindo despertar, Eduardo! Gocé como un putito bien caliente…”
- “Yo también goce como un loco.”
Nos volvimos a besar y pudimos escuchar cuando Susana y Marta volvieron de hacer las compras. Nos seguimos besando y escuchamos golpes en la puerta de la habitación. Era Susana. Víctor le pregunta:
- “¿Qué quieres?”
- “Solo saber si estabas despierto.”
Sin pedir permiso abrió la puerta e ingreso a la habitación. Apenas si pudimos tapar nuestra desnudez con la sábana. Se sonríe y dándose cuenta que habíamos tenido sexo recientemente, nos destapa dándole un tirón a la sábana y notando que mi verga todavía estaba endurecida, le dice a su primo:
- “¿Me dejarás compartir esa hermosa verga que tiene Eduardo…?”
Sin dejarle lugar a una respuesta se abalanza sobre mi pija y me la empieza a chupar y le dice a Víctor:
- “¿No me ayudarás…?”
- “No. ¿Qué hare yo mientras él te esté cogiendo? ¿Mirar…?”
Les propongo coger alternativamente con ambos. Aunque Susana estaba de acuerdo, Víctor no estaba para nada convencido. Traté de animarlo mostrándole como estaba ya mi verga gracias a los besos y caricias de Susana. Pero resultaba imposible. Era claro que Víctor estaba muy molesto con su prima por la abrupta irrupción de ella en la habitación.Susana le dice a modo de súplica:
- “Dale, primito… Mira que hermosa verga para nosotros dos. ¿Qué te parece si en lugar de coger le hacemos brotar mucha leche y entre los dos nos la bebemos?”
- “Me fascinaría.”, agregue.
Víctor dudo unos instantes y finalmente aceptó la propuesta de su prima. Entre ambos se apoderaron de mi pija y sus lenguas recorrieron el tronco subiendo y bajando desde la raíz hasta la punta del glande. Desde mi posición, ver a los primos “trabajar” con sus lenguas y labios sobre mi verga me encendió y calentó brutalmente. La dureza de mi poronga era impresionante. Sabía que con la leche que acaba de regar en el culo de Víctor, más la monumental cogida durante la madrugada con Marta, sin olvidar la chupada de pija que hacía unas doce de horas me había realizado Susana, iba a demorar bastante en volver a acabar.
Y así sucedió. Durante cerca de quince interminables minutos Susana y Víctor se turnaban en chuparme el glande, el tronco o los huevos alternadamente sin molestarse el uno al otro. Ambos se dieron cuenta que mi leche se demoraba en salir, y como si se hubieran leído mutuamente la mente, sus lenguas y labios se concentraron en la cabeza de mi verga exclusivamente. Sentía que el final estaba cerca. Ellos, que sostenían cada uno con una mano el tronco de mi pija, notaron el momento en que mi leche subía por la uretra. Susana apoyo la punta de su lengua en el hoyo de la cabeza de mi poronga y logró de esa forma que mi leche escurriera suavemente por todo el glande. Susana y Víctor lamían con pasión para absorber la mayor cantidad de leche cada uno. Cuando ya no brotaba nada se dedicaron a limpiarme toda la verga con sus labios y lenguas. Mi pija se fue adormeciendo y ambos primos se recostaron sobre cada muslo acariciándome los huevos y el tronco de mi verga.
Perdimos noción del tiempo transcurrido. Fue el llamado de Marta para que ayudáramos a poner la mesa para el almuerzo, quien nos sacó de ese sopor en que habíamos caído los tres. Víctor se vistió rápidamente, mientras Susana y yo nos arreglábamos la ropa antes de bajar al comedor. El almuerzo fue muy ameno y familiar. Todos nos sentamos en “nuestros” lugares. Los ravioles y sobre todo el tuco estaban exquisitos. La sobremesa se alargó bastante. Me ofrecí varias veces a buscar cosas en la cocina, y cada vez que me levantaba besaba en los labios con muchísima lengua a cada uno de ellos tres, tanto cuando iba como cuando volvía. La primera vez lo hice con Marta, luego con Víctor y finalmente con Susana. Comenzó un “juego” en que cualquiera de ellos me solicitaba que fuera a buscar algo, para poder tener y disfrutar de una sesión de besos.
Marta decide que era la hora de lavar los platos y se va a la cocina, Cuando todos decidimos acompañarla, nos ordena que nos quedáramos en el comedor, que ella se encargaría de todo. Tome de las manos a Víctor y a Susana y los lleve hasta el sofá. Nos sentamos, yo en el medio de ambos, y comenzamos una larga sesión de besos y caricias que duraron todo el tiempo que Marta estuvo en la cocina.
Cuando Marta salió de la cocina y observó el espectáculo que estábamos brindando, se acercó y me dijo:
- “Estoy cansada, me voy a dormir una siesta. Como seguro no estarás para cuando me levante, déjame darte un beso de despedida.”
Me levanté, me acerque a ella y le ofrecí mi mejilla. Marta me abrazo, me atrajo hacía ella y me dio un profundo beso de lengua al tiempo que con su mano derecha me acariciaba el bulto de mi verga. Fueron no más de treinta segundos que me parecieron una eternidad. Cuando se separó de mí, les estampó un beso en la frente a su hija y a su sobrino y desapareció dentro de su habitación. Los tres nos quedamos sin habla por lo sucedido. Susana tironeándome de una mano, me obliga a sentarme nuevamente entre ellos y continuamos besándonos y acariciándonos apasionadamente.
Los tres sabíamos que noviembre y diciembre serían épocas de exámenes para Víctor y para mí. Significaba que nuestros encuentros comenzarían a ser más espaciados. Toda la siesta de Marta fueron besos y caricias entre los tres. Me despedí de ambos con la certeza de que extrañarnos redundaría en momentos mucho más apasionados las próximas veces que estuviera con Susana o con Víctor.
El final de 1978 fue bastante complicado. Durante el mes de noviembre los acontecimientos con Chile se fueron acelerando y el enviado del Papa Juan Pablo II, el Cardenal Samoré; cruzó muchísimas veces la cordillera tratando de interceder entre los dictadores para evitar una inminente guerra.
Las fechas de exámenes de Víctor y mías se iban sucediendo. Aprobé todas las materias, menos Voleibol que debía volver a rendirla en marzo del año siguiente. Víctor aprobó tres materias y dejo dos más para febrero y marzo siguiente.
Durante los días hábiles me reunía con mis verdaderos compañeros para estudiar. Para poder estar con mis amantes, la excusa de “reunirme para estudiar con los compañeros” funcionaba bárbaro los fines de semana. Me quedaba a dormir todos los fines de semana con ellos. Ya no utilizaba más el sofá. Rotaba en cada noche por los distintos dormitorios, cama matrimonial con Marta, y apretujados y muy abrazados con Víctor o con Susana.
En diciembre ya había terminado con mis exámenes y comencé a trabajar en la Colonia de Vacaciones del Club Atlético Atlanta, en la sede de Villa Crespo. A mediados de diciembre, Víctor ya había finalizado todos sus exámenes. Por todos lados, de lo único que se hablaba era de la posible guerra con Chile. Ambas dictaduras apostaban fuerte al conflicto. Justo antes de las fiestas navideñas el enviado del Papa logró frenar todo, y se pudo detener el peligro.
Cuando a las cinco de la tarde salía de trabajar en la colonia, pasaba siempre por la casa de Víctor antes de llegara la mía. Las fiestas las pasé con mi familia, pero pude realizar algunas visitas a ellos en la última semana del año.
El viernes 23 de diciembre, Marta había recibido de parientes exiliados en México, pasajes para viajar en avión hacia allá. El temor a que les pudiera suceder algo en un país que no era el propio, había movilizado a los familiares que estaban en países más confiables, a brindarles la ayuda necesaria para poder salir de Argentina. Marta estaba decidida a partir hacia México con su hija y su sobrino en cuanto pudieran arreglar una visa en la Embajada de México. Víctor se negaba a irse alegando las pocas materias que le faltaban para finalizar su carrera. Él estaba seguro que podría recibirse de Médico a fines del ’79. Las pocas veces que me permitieron opinar, nunca interferí en la decisión tomada por Marta de partir junto a Susana, pero intenté tranquilizarlas argumentando que como yo también me recibiría de Profesor de Educación Física a fines del mismo año, podría estar acompañando y ayudando a Víctor en todo lo que fuera necesario.
Durante las dos primeras semanas de enero estuve con ellos casi todos los días, luego de finalizar mi trabajo en la colonia, ayudando a ultimar los detalles del viaje. Partirían ambas mujeres, el sábado 20. Víctor finalmente se quedaría en Buenos Aires a concluir sus estudios.
Yo empecé a fantasear con la idea de “irme a vivir solo” y así se lo plantee a mis padres. En realidad era una idea que me propuso Víctor, para compartir con él la casa cuando se quedara solo en Buenos Aires. Al principio se opusieron, pero ante mi insistencia a regañadientes aceptaron la idea. Me iría a vivir con Víctor a partir del día 20 y compartiríamos los gastos que se generasen. Mis padres querían conocer a Víctor y por supuesto la casa que habitaría. Se lo comenté a Víctor y le pareció lo más correcto. Mi familia saldría de vacaciones hacia Villa Gesell, como desde que éramos pequeños, durante toda la segunda quincena de enero. Eso significaba que hasta febrero no vendrían a conocer “nuestra casa”.
El lunes 15, mis padres y mis hermanos salieron de vacaciones, y a partir de ese día pase todas las noches con mis dos mujeres, ya que no sabría cuando las volvería a ver. Víctor, a sabiendas que a partir del 20 no tendría que compartirme con nadie, no tuvo ningún inconveniente para dejarme dormir tres noches con Susana y las otras dos con Marta. Cogí, tanto con una como con la otra, como si nos fuera la vida en ello. Susana me cogía frenéticamente hasta vaciarme de leche por completo. Una, dos,tres veces a lo largo de las noches y las madrugadas. Con Marta todo era más calmado, ella cabalgaba sobre mí y luego dormíamos abrazados hasta el momento de despertarnos para ir a trabajar, en donde volvíamos a tener una nueva sesión de sexo.
El sábado 20 acompañamos en un taxi a Susana y a Marta hasta el Aeropuerto de Ezeiza, y de regreso pasamos por mi casa a buscar toda mi ropa y mis pertenecías para la mudanza definitiva. Esa noche decidimos que ambos dormiríamos en la habitación que era de Marta y usaríamos la cama matrimonial. Las otras dos habitaciones se convirtieron en nuestros respectivos “Escritorios”. Víctor siguió utilizando la suya con ese fin, y yo me apropié de la que era de Susana.
Llegó febrero y mis padres volvieron de sus vacaciones en Villa Gesell y querían conocer mi nuevo hogar. Los invité a cenar y concurrieron puntualmente junto a mis hermanos el sábado 3 a las 9 de la noche. Cuando llegaron les presenté a Víctor y les hice conocer toda la casa, mostrándoles sobre todo mi habitación, la que antiguamente perteneciera a Susana. Por supuesto con Víctor habíamos acordado que en nuestras habitaciones “Escritorios” seguirían estando las camas correspondientes, dando a entender a cualquier visitante que era allí donde cada uno de nosotros dormía durante las noches. Cuando les mostré le antiguo cuarto de Marta y vieron la cama matrimonial, mi padre le dice a mi madre:
- “Seguro que aquí traen a ‘sus chicas’ estos sinvergüenzas.”, haciéndome un guiño cómplice como señal de aprobación.
La cena transcurrió amablemente. Con Víctor habíamos preparado un vacío al horno con papas y batatas. Mis padres habían traído helado para el momento del postre, que por supuesto lo servimos y no quedo absolutamente nada. Finalmente y luego de una breve sobremesa, mi familia se despidió y con Víctor nos quedamos solos. Eran las 12 de la noche. Decidimos lavar todos los utensilios utilizados y alrededor de las 12 y media nos metimos en nuestra habitación. No terminamos de cruzar la puerta que Víctor me sorprendió con un profundo beso de lengua que se prolongó durante no menos de cinco minutos. Minutos que aprovechamos, sin dejar en ningún momento que nuestros labios se separasen, para desvestirnos uno al otro.
Desnudos nos acostamos de lado para poder vernos a la cara, yo del lado de la puerta y él del lado de la ventana. Cada uno atrapo la verga del otro. Yo con mi mano derecha la de Víctor, y el con su mano izquierda la mía. Empezamos a realizar una paja cruzada, al tiempo que nos besábamos y cada vez acercábamos más y más nuestros cuerpos. Cuando pude sentir que la cabeza de mi verga había tocado la suya, deje de pajearlo y busque desesperadamente que la cabeza de su pija siguiera refregándose contra la mía. Dándose cuenta de mis intenciones, Víctor dejo de pajearme para hacerlo mismo que yo estaba haciendo. Nos abrazamos y dejamos que nuestras vergas se frotaran una a la otra debido a nuestra cercanía. La calentura de ambos iba en aumento y Víctor me suplica:
- “Cógeme, ya mismo te quiero dentro mío.”
- “Subite arriba mío, quiero verte la cara mientras te esté cogiendo.”
Se montó a horcajadas sobre mi cadera y poco a poco mi verga fue desapareciendo dentro de su culo. Víctor tomo las riendas de la situación y fue él quien impuso el ritmo de la cogida. Lento pero sin pausa Víctor cabalgaba sobre mi pija. Por momentos se recostaba sobre mi cuerpo para besarme los labios y mis pezones. Aprovechaba también a colocar sus pezones sobre mi boca para que se los besara y chupará con frenesí. Durante más de quince minutos esta rutina se repitió con frecuencia hasta que Víctor decidió que era el momento en que ambos debíamos acabar y comenzó a apurar el ritmo de la cabalgata. No pasaron ni tres minutos y la verga de Víctor estalla con tres lechazos que caen sobre mi pecho y mi estómago, casi inmediatamente vacío el contenido de mis bolas en las entrañas de él con dos largos chorros de leche. Víctor se recuesta sobre mi cuerpo, manchándonos ambos con su leche, y yo espero a que mi verga vuelva a su estado natural para que salga de su caliente escondite.
Nos dormimos desnudos y abrazados. Como a las siete de la mañana del domingo nos despertó una pelea de gatos, que se escuchaba proveniente de la calle. Nos dimos los buenos días con un hermoso beso y sin decirnos nada, Víctor me ofrece su culo y lo empalo de costado. Ambos apoyados sobre nuestro lado izquierdo cogimos durante más de veinte minutos. Al finalizar él me la chupo hasta dejarla reluciente y limpia. Ensuciados como estábamos de ambas cogidas, decidimos darnos una ducha. Juntos nos duchamos y nos enjabonamos. Yo enjaboné todo su cuerpo dándole especial importancia a su hermoso culo, él a su vez me enjabonaba deteniéndose especialmente en mi verga y mis bolas. Ese domingo cogimos todo el día. Luego de la ducha desayunamos y cogimos el resto de la mañana en el sofá. Almorzamos y toda la tarde cogimos en nuestra cama. Cenamos y esta vez, cuando volvimos a la cama el cansancio que ambos teníamos hizo que nos durmiéramos casi instantáneamente.
El 27 de febrero Víctor rindió bien una de las dos materias que le habían quedado sin rendir el final, y el 5 de marzo rindió la otra. Por mi parte yo aprobé Voleibol al día siguiente. Nuestra vida continuó casi igual que el año anterior. Víctor seguía con sus prácticas en el Hospital Fernández los lunes, miércoles y viernes por las mañanas. Cursaba en la facultad los martes y jueves durante todo día. A fines de marzo consiguió trabajo en una Obra Social para atender en consultorios durante las tardes de los mismos días que por la mañana estaba en el hospital. Yo, al haber aprobado Voleibol, me habían otorgado el título intermedio de Maestro de Educación Física que me permitía ejercer solo en escuelas primarias. A partir de abril conseguí trabajo los martes y jueves por las mañanas en una escuela privada y a lo largo del año, fui realizando diversas suplencias en escuelas estatales, casi siempre durante las tardes.
Nuestras rutinas semanales hacían que nos despidiéramos temprano luego de desayunar y nos volvíamos a encontrar siempre después de las seis de la tarde. Las mañanas o las tardes que yo estaba en nuestra casa, aprovechaba para hacer compras y entre ambos tratábamos de mantener la limpieza. Mis padres venían de visita una vez al mes, y cada quince días recibíamos cartas de Susana y de Marta contándonos sobre su estancia en México y pidiéndole a Víctor que en cuanto se recibiera se fuera con ellas para allá.
Cogíamos prácticamente todas las noches. Los fines de semana, si no teníamos algún tipo de visita programada o inesperada, teníamos verdaderas maratones se sexo hasta el agotamiento. Finalmente ambos nos recibimos en diciembre, él de Médico y yo de Profesor de Educación Física. Antes que finalizará el año, Víctor viajaría a encontrarse con su prima y su tía. Cancelamos el alquiler al 31 de diciembre y yo me volví a vivir con mi familia. Nuestro último día juntos, 28 de diciembre, fue solo para coger, coger y coger. Comenzamos luego del desayuno y solo paramos para tomarnos pequeños descansos. Nos salteamos el almuerzo y solo nos detuvimos para poder cenar. Él viajaba el sábado 29 al mediodía.
Nunca más lo volvía a ver, aunque durante todo el año ’80 nos mantuvimos en contacto por correo. Víctor saco la ciudadanía mexicana, conoció a un médico dos años mayor que él, se enamoraron y se fueron a vivir juntos. Yo, por mi parte, volví a juntarme con mi vieja barra de amigos para salir los fines de semana a levantar minas. Durante casi tres años tuve “novias de fines de semana” que duraban hasta un buen polvo o máximo 15 días. Finalmente un día conocí a una mujer que dejo de ser la “novia del fin de semana” para convertirse en la novia con la que finalmente me casaría.
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7 comentarios - Víctor, el futuro médico - 10° parte
Imagino que habrás leído los 10 capítulos...
Acordate..... hay que cuidar la "flauta", porque la serenata es larga....
Saludos Viejo.
Gracias por pasar...