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Mi novia y su hermana (Capítulo 3)

Este relato, al igual que los siguientes capítulos, es una historia que ocurrió en realidad. No hay ficción. No hay imaginación. Solo ganas de compartir con ustedes unas experiencias que espero que os exciten. Y por favor, comentad, que no cuesta nada!^^ Gracias.


Capítulo 3
Coitus Interruptus



Después de aquello no pudimos volver a quedar en secreto. Una auténtica pena. Seguíamos teniendo cibersexo, pero evidentemente no es lo mismo, y con el tiempo esas sesiones se volvieron más monótonas y espaciadas en el tiempo, hasta que sucedió lo que terminó por acabar con esas conversaciones calientes para siempre (hasta día de hoy): Paloma se echó novio.

Inmediatamente mi cuñada se volvió fría conmigo. No es que de la noche a la mañana se portase mal conmigo, como en nuestros difíciles comienzos; me trataba con la misma amabilidad que siempre, se reía conmigo de la misma forma y cuando iba a su casa con mi novia nada hacía pensar que entre nosotros dos hubiera problema alguno. Y es que no lo había. Sencillamente cuando le hablaba por chat ella no me hacía caso, directamente no respondía, porque tenía novio y no quería hacer ninguna cagada. Comprensible, sin duda una actitud más íntegra que la mía en los meses anteriores. Así pues la dejé en paz.

No obstante no podíamos borrar lo que había pasado entre nosotros. Aquellas dos experiencias, la primera en su chalet mientras todos dormían y la segunda en la playa, follando sin parar durante toda la tarde, nos habían marcado, de modo que cuando nos veíamos había una cierta incomodidad por parte de ambos que, estoy seguro, los dos palpábamos, pero que los demás, felizmente ajenos a la historia, no percibían. Sus miradas se volvieron huidizas, y el tiempo que pasaba con Marta y conmigo era escaso, lo justo para cumplir.

Pasaron los meses. Llegó el verano. Hacía ya más de tres años que Marta y yo éramos novios y lo de Paloma ya formaba parte de un pasado lejano del que solo quería acordarme en mis momentos de intimidad. Luchas largas y algún que otro vistazo a las fotos que ella me había enviado era todo cuanto me quedaba de su sexo. No me quejaba. Tengo una novia maravillosa que es una fiera en la cama, pero podría decirse que de algún modo echaba de menos su coño, sus tetas, su culo, sus piernas rodeándome, su piel nívea, suave y cálida, el sabor de sus fluidos… Solo de recordarlo me pongo malo, lo reconozco, y eso que ha pasado el tiempo.

Una tarde Marta y yo paseábamos por las afueras de la ciudad, no muy lejos de donde ella vive, una zona ajardinada por la que la gente suele caminar, tomar el sol tumbado sobre la hierba o hacer turismo. Ese día habíamos salido a comer, y estábamos haciendo la digestión bajo el sol cálido y sofocante del verano. La verdad es que no daban muchas ganas de estar por la calle a las tres de la tarde en pleno mes de julio (sofocante en el este de España), así que Marta me propuso ir a su casa, donde habría aire acondicionado y podríamos relajarnos en el sofá. Además sus padres no estaban. Habían ido a pasar el día a un centro comercial y tardarían en llegar. Me insinuó que podríamos aprovechar para follar sin que nadie nos molestara, así que si faltaba algún pretexto para no acceder a su sugerencia éste desapareció al instante. Nos subimos a un autobús y fuimos para allá.

Durante el viaje, que duró alrededor de quince minutos, Marta se decidió a hacerme una confesión.

-Verás, en realidad no estaremos solos en casa. Está Paloma, pero estará en su cuarto y no nos molestará.

Eso me puso un poco tenso, pero a esas alturas ya no podía decirle que no fuéramos porque hubiese sonado sospechoso, así que me mostré tranquilo y le dije que por mí no había problema, que bastaría con no hacer mucho ruido. Pero la cosa no acabó ahí.

-Ya sé que hemos hablado de esto muchas veces, pero, ¿alguna vez has pensado en hacer un trío?-me preguntó, como quien no quiere la cosa, tiñendo de inocencia sus palabras.

-¿Qué quieres decir?

-Pues que alguna vez podríamos traer alguna chica, ya sabes que me gustaría poder experimentar alguna vez y creo que la mejor manera es que los dos compartiéramos una.

Marta es bisexual. Me lo contó poco antes de nuestro tercer aniversario, lo cual no me importó en absoluto. La pobre ha sufrido mucho con ese tema, ya que en su casa están muy chapados a la antigua, son del tipo de padres a los que les avergonzaría tener un hijo que no sea heterosexual, y ella lo ha tenido que llevar en secreto siempre. Incluso le costó confiar en mí por temor a que yo la rechazara y aún a día de hoy solo lo sabemos su hermana y yo. Ella ya había tenido algunas experiencias. Con trece años había compartido algo más que el jabón con algunas compañeras de clase en las duchas del instituto, pero la cosa no había pasado de masturbarse mutuamente y algunos besos, no se había acostado con ninguna chica nunca. Y la verdad es que yo quería ayudarla en eso, quería que disfrutase plenamente del sexo y que probase a las mujeres, que son lo más hermoso que ha creado la naturaleza.

-Ya sabes lo que pienso, cariño-le respondí-. Me encantaría hacer un trío contigo y con alguna chica, no hay problema, más bien todo lo contrario.

No iba a ser un hipócrita: ¿a qué tío no le gustaría acostarse con dos mujeres? Aún así le pregunté a qué venía tan de repente esa pregunta.

-Bueno, es que a lo mejor te llevas una sorpresa antes de lo que te imaginas-aseguró, y acto seguido me guiñó un ojo, de una forma que ella hace que siempre me ponga cachondo. Me conoce y sabe cómo excitarme, esa es la verdad, y no le resulta nada complicado.

Dejamos el tema aparcado y cuando quisimos darnos cuenta ya estábamos en su casa. Al entrar en el piso Marta avisó a Paloma de que estábamos y su hermana respondió desde su cuarto, sin dignarse a salir a saludarnos. Tampoco es que lo necesitáramos.

Fuimos al salón, nos sentamos en el sofá y pusimos en marcha el aire acondicionado. Marta trajo un par de refrescos. Había que relajarse un poco después del calor del exterior, estábamos sudados y acalorados. Estuvimos charlando un poco. Temas mundanos, nada especialmente profundos, no estábamos para eso, pero el ejercicio cumplió su cometido. A los diez minutos estábamos a gusto y descansados y yo empecé a besar a mi novia porque no podía aguantar más las ganas que tenía de follármela. Además ese día llevaba un escote que casi se le salían las tetas del sujetador y una falda súper corta que ella usaba para dejarme verle las bragas continuamente. A ella siempre le gusta jugar conmigo, sobre todo cuando sabe que no podemos follar por no estar en un lugar apropiado para ello, y ponerme cachondo para dejarme con las ganas. Pero esa era una de las veces en las que yo le haría pagar caro todas sus actuaciones.

Le empecé a acariciar una pierna y mi mano subió con sigilo hasta su entrepierna, hasta que mis dedos empezaron a acariciarle por encima de las bragas, que eran de encaje, blancas y semitransparentes. Ella abrió las piernas para dejarse hacer mientras me agarraba del cuello y me besaba con ganas. Yo notaba el calor que salía de su coño, que era como un horno a máxima potencia, y su humedad que traspasaba la tela de su ropa íntima. Pero entonces caí en la cuenta de que allí estábamos expuestos y de que su hermana podía aparecer en cualquier momento, así que se lo dije. Sin embargo ella me dijo que no había problema, que Paloma estaría haciendo la siesta y que no nos interrumpiría. Y para terminar de convencerme me soltó:

-Tengo hambre de polla. Anda, ven que te la chupe.

Mientras yo me acomodaba en el sofá ella me desabrochaba el pantalón. Empezó a hacerme una paja. Le gusta ir poco a poco, ir despacito para acabar comiendo como una verdadera glotona. Es como mirar cómo preparan tu plato favorito para después comerlo con más ganas. Estuvo un par de minutos masturbándome, y yo le pedí que me la chupara.

-Aún no.

-Vamos, ¿a qué esperas?-le pregunté al cabo de otro minuto.

-Te la chuparé cuando yo quiera.

Sí, durante el sexo a veces le gusta sacar su lado dominante, nos intercambiamos ese papel. Aún aguantó un poco más, y entonces…

Fue como un truco de magia: ahora lo ves, ahora no lo ves. Se la metió en la boca. Es cierto que estaba hambrienta, lo demostró con creces. Le aparté el pelo para ver cómo me la comía, algo que me excita muchísimo, ver cómo su boca y su lengua me la dejan llena de saliva. Dios, me la dejó como los chorros del oro. Es verdad que había tardado en chupármela, pero cuando se la metió en la boca ya no la quiso soltar. Escuchaba sus gemidos de puro gozo, y yo cerré los ojos y me dejé llevar. Notaba cómo me lamía cada rincón, incluidas las bolas, las cuales se metió en la boca mientras volvía a masturbarme, para volver a la polla segundos después con su boca que todo lo succionaba. Lamía, chupaba, succionaba, subía, bajaba, hacía círculos con la lengua alrededor del glande, me la recorría como si fuera un helado… estábamos en verano, así que eso era muy apropiado.

-Vamos, móntame como si fuera tu caballo-le ordené, ya fuera de mí.

-Solo un poco más-me suplicó, golosa como ella sola.

Yo abrí la boca para decirle que quería penetrarla ya, que mi polla y su coño se deseaban y que no había motivos para que estuvieran tristes esperando, cuando ocurrió algo que no esperaba.
Levanté la mirada y Paloma estaba en la puerta del salón, observando detenidamente la escena. Y para colmo sonreía, como si estuviera disfrutando de la situación. Azorado, intenté apartarme de Marta con la intención de taparme, pero mi novia no estaba por la labor.

-Cielo, ¡que ha venido tu hermana!-exclamé horrorizado.

Ella levantó la cabeza al fin e intercambió una mirada cómplice con mi cuñada.

-¡Pero mira que eres ingenuo, amor!-me dijo Marta.

-¿Qué?-repliqué, confuso.

-¿De verdad crees que es una casualidad? Si hubiera querido que no nos pillaran hubiésemos ido a mi cuarto. Y lo que te he dicho antes en el autobús, lo mismo. No te lo he preguntado por ningún motivo.

-No lo acabo de entender…

-Lo que quiere decir mi hermana-dijo Paloma mientras se acercaba el sofá y se sentaba a mi izquierda-es que es la hora de la merienda y casi me la pierdo. Siempre sienta bien una buena banana a estas horas.

-Paloma sabía que íbamos a venir, se lo he dicho esta mañana. Le pregunté si le apetecía que te compartiera con ella y aceptó, y aquí estamos-explicó Marta.

-¿Y lo has hecho sin consultarme a mí?-pregunté, fingiendo indignación, cuando en verdad estaba encantado y a punto de pellizcarme porque aquello no podía ser verdad, tenía que ser un sueño.

-¿Es que no quieres?-dijo Marta-¿Te has enfadado?

-Creo estamos hablando demasiado-dijo Paloma, y sin decir nada más se inclinó y se metió mi polla en la boca. La impresión fue tal que abrí la boca y dejé escapar un pequeño grito de placer.

Chupaba tal y como yo recordaba. Era una diosa de las mamadas, la verdad es que no sé quién de las dos lo hace mejor.

-¿Te gusta como chupa mi hermanita?-quiso saber mi novia.

-Joder, sí…-conseguí responder yo, y ella se rió.

-Vamos, no seas egoísta, yo también quiero-le dijo Marta a su hermana.

Empezaron a chupármela entre las dos. Yo pensaba que esas cosas solo pasaban en las películas porno, pero allí estaba yo, disfrutando más que en toda mi vida. Mientras una me lamía la polla la otra hacía lo mismo con mis huevos. El placer era inmenso, sobre todo cuando Paloma me succionó el glande y Marta me lamía todo lo demás, pasando los labios arriba y abajo.

Entonces llegó la hora de la verdad. Las dos empezaron a desnudarse. Iba a follármelas a la vez, no podía ser cierto. Marta se quitó la camisa, lo mismo hizo Paloma.

Pero entonces…

Sonido de ascensor. Llaves. Voces al otro lado de la puerta de la escalera. ¿¡Cómo podía tener tan mala suerte!? ¿¡No se suponía que sus padres iban a tardar en llegar!?

Mientras las dos hermanitas cachondas se ponían lo poco que les había dado tiempo a ponerse yo me guardé mis argumentos para otro día, abrochándome el pantalón y rezando para que lo que había empezado como un sueño no se convirtiera en una pesadilla. Faltó poco, pero lo conseguimos. Cuando los padres de Marta y Paloma entraron en el salón para saludar acabábamos de adoptar una posición normal, sentados, tapados y discretos sobre el sofá.

Al despedirnos, Marta me prometió que las cosas no terminarían así. Sentía lo que había pasado, una auténtica mala suerte, pero que en el futuro habría ocasión de compensarlo. Y en efecto, la hubo.

3 comentarios - Mi novia y su hermana (Capítulo 3)

gust7387 +1
Muy buen relato y que linda sorpresa te dio lastima la llegada de tus suegros
guidin1992
Dale que se viene lo mejor!!!
searcher91
exacto! lo mejor siempre para el final jajajaja
juanybarro
Dios mío qué suerte tienes, la tengo dura como un garrote y me lo cortas ahí el relato!+10