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Me levanté ese jueves y la sudestada seguía allí. Con esa llovizna implacable y el viento del sudeste que impide el uso correcto de cualquier paraguas. Tenía sentimientos encontrados. Estaba preocupado y alegre a la vez. Apenas una semana atrás, técnicamente era soltero, sin novia desde hacía un par de meses, y de golpe, sin proponérmelo aparentemente tenía dos “enamorados” de distinto sexo, que eran primos entre sí. Ayer había logrado ver el culito redondo y lampiño de Víctor que me tenía obsesionado, pero al mismo tiempo las tetas redondas, grandes y erguidas de Susana me trastornaban.
Toda esa mañana lluviosa intente estudiar en vano. Mi mente intentaba elucubrar como, cuando y de qué manera podría llegar a coger con ambos. No me importaba con cuál de ellos primero. No me preocupaba si sería el culo de Víctor o la conchita de Susana quien recibiera primero a mi verga. Estaba casi seguro que tarde o temprano lograría los dos objetivos.
La sudestada no aflojaba y el Maldonado se había desbordado durante la madrugada de ese día. Las imágenes que se veían por la televisión sin ser peligrosas eran preocupantes, ya que anunciaban que el pico de la crecida se produciría esa misma tarde y se anunciaba que recién hacia la tarde o noche del viernes cesaría la tormenta. Ese día para poder llegar al profesorado, tuve que tomar dos colectivos y lógicamente llegue tarde al igual que varios de mis compañeros.
Al día siguiente, viernes, alrededor de las dos de la tarde recibo un llamado telefónico, era Víctor:
- “¿Hola, Eduardo? Soy Víctor.”
- “¿Qué tal? ¿Cómo los está tratando la inundación?”
- “Por suerte hasta donde estamos nosotros no llegó, y por lo que dicen los vecinos no nos tendríamos que preocupar debido a que nuestra esquina está un metro más arriba que la esquina de la avenida.”
- “Menos mal. ¿Y cuáles el motivo de tu llamada?”
- “Primero, avisarte que extraño a tu hermosa pija dentro de mi boca y deseo poder saborearla nuevamente. Y segundo, y esto es lo que quiero pedirte, sé que mi madre te dijo que el sábado te espera para las nueve de la noche.”
- “Si. Estaré a esa hora. ¿Cuál es el tema, entonces?”
- “Es que me gustaría que llegaras un rato antes, para poder estar juntos más tiempo y solos en mi habitación, hasta que llegue mi prima del trabajo. La lluvia me hizo extrañarte.”
- “Está bien, llegaré más temprano. ¿A qué hora te parece?”
- “¿Puedes a las ocho?”
- “Bien, llegaré a esa hora.”
La tormenta finalizó a media tarde. Otro día complicado para viajar en colectivo, aunque pude hacerlo como siempre en la línea 29. En el profesorado, y debido a tantas horas de lluvia sin parar, todas las canchas y sectores deportivos descubiertos estaban imposibilitados de utilizarse. Muchas de las materias se dictaron dentro de las aulas. Los profesores aprovecharon para repasar en profundidad los reglamentos de los diversos deportes.
Finalmente llegó el sábado y después de varios días se pudo volver a ver el sol. Alrededor de las seis de la tarde me apodere del baño y me di una reconfortante ducha. Me perfume y afeite tratando de quedar lo más prolijo posible. Debía impresionar a la tía Marta y estar atento a lo que pudiera suceder con la prima Susana, sin dejar a Víctor de lado. Me vestí con un slip rojo que me quedaba más ajustado que otros y me marcaba obscenamente el bulto. Me puse una camisa rosa pálido de mangas largas abierta los dos primeros botones, la arremangue hasta la mitad de mis antebrazos, y un pantalón de vestir color negro. Medias negras y un par de mocasines recién lustrados, también color negro. Por las dudas que refrescara, me tire sobre los hombros un suéter celeste muy clarito.
A las ocho menos cuarto me despido de mi familia, dejándoles en claro que cualquier cosa llamaría por teléfono. A las ocho en punto estaba tocando el timbre en la casa de Víctor. Me abre la puerta Marta y me piropea:
- “No sabía lo buen mozo que eres. Como cambia una persona cuando esta con ropa deportiva a cuando se viste para salir.”
- “Me puse lo primero que encontré en el placard.”, le respondí canchereando y contra ataqué:
- “Pero usted, Marta esta echa una diosa con ese vestido floreado.”
- “No seas zalamero y pasa. Y ya te dije que puedes tutearme.”
- “Está bien. Estás preciosa, Marta.”
Bromeando y piropeándonos mutuamente pasamos al comedor y Marta lo llama a Víctor para que baje, avisándole que ya había llegado. Se presenta vestido casi similar a como yo estaba, la diferencia estaba en que su camisa era celeste. Me besa en la mejilla y Marta nos informa que la cena no estará lista hasta que Susana llegue de su trabajo a eso de las nueve, y agrega en tono malicioso:
- “Yo seguiré con lo mío. Ustedes ‘hagan sus cosas’ que yo no los molestare.”
La cara de Víctor se ilumino pero yo me puse rojo como un tomate. Víctor rápidamente me arrastro a su habitación y en cuanto cerró la puerta me acostó sobre su cama y se abalanzó sobre mí para besarme y abrazarme. Me quiso desvestir pero se lo impedí:
- “¿Qué te pasa, no me dejaras disfrutar de tu verga?”
- “Si, pero no quisiera que ensuciáramos nuestras ropas.”
- “Déjame desvestirte, entonces.”
- “Dejémoslo para más tarde. El comentario de Marta me incomodo un poco. Y aunque ella no nos moleste, si nos escuchará. Nunca nadie me dijo tan abiertamente que hiciera lo que quisiera, y mucho menos en su propia casa.”
- “¿Y qué es lo que quisieras?”
- “Sabes muy bien lo que quiero. Quisiera poder desvirgarte, pero creo que este no es el momento.”
- “Si me das un poquito de leche, tal vez deje que juegues un ratito con mi culo.”
Mi verga se endureció al escuchar semejante propuesta. Baje el cierre de mi pantalón y blandiendo la verga como si fuera una espada lo invito a que me la chupe y me saque toda la leche que pueda. Se arrodilló frente a mí, y me efectuó una de las mejores mamadas de las que tenga memoria. Creo que el hecho de que ambos estuviéramos bien vestidos hizo que el morbo fuera mayor. Acabe abundante dentro de su boca y él, como siempre, no desperdició nada. Me la siguió chupando y yo aproveche para bajarle sus pantalones y calzoncillos al piso e intenté meterle un dedo dentro de su culo. Cuando se dio cuenta lo que pretendía, soltó mi verga, se afirmó con sus manos sobre el escritorio y me ofreció todo su culo como hasta ahora no había sucedido y me dice:
- “Méteme los dedos y la lengua, pero tu pija que me desvirgue en otro momento de mayor intimidad. ¿De acuerdo?”
Con un beso en los labios le di a entender que sería respetuoso del trato que me proponía, sabía que cada vez estaba más cerca del objetivo. Me arrodille frente a su culo y comencé, primero con el dedo índice y luego agregando el dedo mayor para finalmente incorporar el anular; a explorar su esfínter con el objetivo de que se relaje y lograr una pequeña dilatación. Luego de algunos minutos, note que mis dedos ya entraban y salían con mayor facilidad. Víctor comenzó a gemir como una putita en celo, me pedía más, más y más, y yo aceleraba el ritmo según sus peticiones. En determinado momento me implora:
- “Entiérrame tu lengua, por favor…”
No me hice rogar. Con mi lengua explore su hoyo ya bastante dilatado, al punto que la punta de la misma entraba dentro de su culo. Mi verga nuevamente estaba que explotaba. Durante varios minutos alterne mis dedos y mi lengua. Cada vez gemía más. Llegue a taparle la boca para que Marta no escuchara sus casi aullidos. Le digo:
- “No voy a penetrarte, pero déjame acercar mi verga a tu culo.”
Gira la cabeza por sobre sus hombros, me mira y busca en lo profundo de mi mirada si existía algún atisbo de mentira en mis dichos. Con una sonrisa, me da a entender que me dejara hacer lo que quisiera. Apoyo la punta de la verga en el hoyo de su culo, y refriego todo el largo del tronco de mi pija por sobre la raya de ambos cachetes subiendo y bajando a modo de una paja. Cada vez más excitados ambos, me seguía pidiendo más, más y más. Es entonces en que decido poner mi verga por debajo de su ingle para frotar mi glande contra su perineo y golpear en mis embestidas contra sus bolas. Me suplica:
- “Sigue ‘cogiéndome’ así, que presionando tu verga contra mi próstata me correré abundantemente.”
Aumente el ritmo de mis embestidas y ambos al mismo tiempo acabamos. El sobre su escritorio y yo bañando con mi leche todas sus bolas. Nos fundimos en un beso con mucha lengua hasta que nuestras vergas se adormecieron. Con el toallón que había utilizado para bañarse, limpió de la mejor manera que pudo el enchastre que habíamos realizado. Nos vestimos y bajamos porque en cualquier momento llegaría Susana y comenzaría la cena. Llegó Susana, tan hermosa como la había visto la vez anterior, y nos piropeamos mutuamente. Nos “comíamos” con la mirada. Ambos sabíamos que tarde o temprano, algo sucedería entre nosotros.
Susana se higienizó al tiempo que con Víctor ayudamos a poner la mesa. Marta y Víctor se sentaron en las cabeceras, Susana en el costado del lado del patio y yo en el del lado de los dormitorios. La cena consistió en una carne asada con papas y batatas al horno, acompañadas con una ensalada de tomates y lechuga. Todos bebimos vino tinto que las mujeres rebajaron con soda.
La charla fue amena, lo que me ayudo a distenderme y poder tomar confianza con las mujeres. Hablamos de mí, de mis estudios, mi familia, mi futuro. Víctor se pasó la noche alabándome delante de las mujeres, para que ellas notaran lo bien que nos llevábamos. Susana comentó cosas de su trabajo, se notaba interesada en que yo particularmente conociera sus horarios disponibles. Se la pasó piropeándome y cada vez que levantaba mi vista y me cruzaba con la de ella, me tiraba un beso o se mordía el labio inferior, intentando que solo yo lo advirtiera, y sobre todo que no se diera cuenta Víctor. Marta converso sobre su viudez, añoraba sus años en Chile, repudió a la dictadura, y que le gustaría tener un hombre a su lado pero sabía que ellos (Susana y Víctor) no estaban muy de acuerdo. Allí comenzó un intercambio entre los tres donde parecía quedar claro que, mientras Marta pretendía una relación estable y bastante formal, los primos le sugerían tener un amante y sobre todo su hija sugería un hombre “con cama afuera”.
Así transcurrió la cena y las horas fueron pasando. Me preocupaba la advertencia de mis padres respecto de la hora de finalización y el regreso a casa de madrugada. Marta se percató de ello y me pregunto qué me pasaba. Le dije:
- “Ya pasó la medianoche y mis padres estarán muy preocupados por mi vuelta de madrugada. Pasan demasiadas cosas durante la noche en esta dictadura.”
- “Si, igual que con Pinochet. ¿Por qué no te quedas a dormir y avisas a tus padres para tranquilizarlos?”
- “No quisiera molestar.”
Los tres se peleaban por convencerme de quedarme esa noche. No podía contra tres, así que finalmente llame a mi casa y avise que me quedaría a dormir. Pude ver en la mirada de Víctor y sobre todo en la de Susana que algo sucedería esa noche con alguno de ellos, o tal vez con ambos. Pregunte sobre cuál sería mi lugar para dormir y Marta dice:
- “Te preparare unas cobijas en el sofá del comedor, pero todavía es muy temprano. Serviré el postre y después miraremos un poco de televisión.”
Nadie se opuso y luego de una torta casera que había preparado Marta, ayudamos a levantar la mesa entre todos, lavamos los platos y nos sentamos a ver una película en la televisión. Susana busco en los canales de trasnoche y encontró “Casablanca”. Todos asentimos. Víctor y yo sentados en el sofá, y Marta sentada en la poltrona del lado derecho. Susana que antes de acercarse al televisor estaba en la otra poltrona, decidió sentarse en el sofá junto a mí, quedando yo rodeado de ambos primos.
Había bajado la temperatura y fue entonces que ambos primos se apretujaron contra mi cuerpo. Víctor con sus manos se toma de mi brazo derecho y yo aprovecho el movimiento que generó en los tres esa nueva posición, para pasar mi brazo izquierdo por encima de los hombros de Susana. Mucho antes que Ingrid Bergman entrara al Rick’s Café, Marta ya estaba dormitando. Cuando me percaté de ello, intente con mi mano izquierda acariciar el hombro de Susana tratando de acercarme de a poco a sus tetas. Ella noto mi intención y se acomodó de forma tal para facilitarme la tarea. Finalmente logre colar mi mano por dentro del escote de su vestido y pude llegar con la punta de los dedos a acariciarle el pezón izquierdo. Víctor soltó su mano derecha y como si fuera en cámara lenta la fue bajando hasta apoyarla sobre mi bulto. Susana percibió lo que sucedía y fue entonces que alegando tener frío, busco la manta que estaba preparada para mi futura e improvisada cama, y la colocó encima de nuestras faldas tapándonos a todos hasta nuestros hombros.
Mientras en el televisor los franceses entonaban La Marsellesa, los primos buscaron desesperadamente apoderarse de mi verga. Susana lo logró primero y Víctor la fulminó con su mirada. No le importó. Yo para apaciguar un poco, me apoderé de la boca de Víctor y se dejó besar. Era muy loco lo que sucedía. Marta durmiendo, Víctor y yo en una sesión de besos de lengua al tiempo que ya, sin ningún disimulo, le acariciaba ambas tetas a Susana, y ella había sacado mi verga de su encierro y me estaba haciendo una hermosísima paja.
Perdimos noción del tiempo. Bogart y el Capitán Renault ya se habían despedido de la pareja de enamorados que partirían en avión y en el sofá ya habíamos intercambiado posiciones. Deje los labios de Víctor y aflojando el cierre del vestido de Susana logre apoderarme de sus tetas que bese y chupe con locura y frenesí. Finalmente Víctor logra apoderarse de mi verga y sin importarle nada comienza a chuparla con desesperación. Cuanto más dura me la colocaba, más caliente me ponía y más le chupaba las tetas a su prima. Alternaba entre uno y otro pezón y sus aureolas se habían dilatado y las puntas estaban muy erguidas y endurecidas. Decidí hurgar en la concha de Susana y su bombacha estaba empapada, la corrí hacia su derecha y le metí dos dedos dentro y comencé a penetrarla.
Víctor, me la mamaba. Yo la masturbaba y le chupaba las tetas a Susana. Y Marta dormía. La película había finalizado. Susana explota y acaba abundantemente al tiempo que yo le lleno de leche la boca a Víctor. Él triunfante, abre su boca y le muestra a su prima el trofeo conseguido y se traga toda la leche. Susana tira la manta al suelo, le muestra su concha empapada a Víctor y le señala mi mano bañada en sus jugos. Era claro que parecía que los contrincantes se habían declarado la guerra. Les propongo:
- “Ambos me apasionan por igual. Me encantaría estar con los dos al mismo tiempo. ¿Por qué no lo charlamos como gente civilizada?”
No hubo respuesta ya que Marta se despertó y notando que la película había terminado y lo avanzado de la madrugada, ordenó:
- “Nos vamos todos a dormir, pero antes ayúdenme a preparar el lugar donde dormirá nuestro invitado.”
Eran casi las dos de la mañana del domingo y la casa estaba en silencio. Yo recostado en el sofá del comedor, intentaba conciliar el sueño. Para no arrugar la ropa, solo tenía puesto para dormir el slip. Me estaba costando descansar porque no podía dejar de pensar entodo lo sucedido hacía apenas un rato. Me encantaba como Víctor me la chupaba, pero me fascinaban esas preciosas tetas de Susana y sobre todo su chorreante conchita. Casi estaba por quedarme dormido cuando escucho que la puerta de uno de los dormitorios se abre. Era Susana con rumbo al baño. Cuando encendió la luz, el contraluz me brindo un espectáculo maravilloso. Su hermosa figura de curvas casi perfectas, se recortaba dentro de camisón de breteles y falda muy corta. Mi verga se endureció. Ella salió del baño y nuestras miradas no pudieron evitarse. Apagó la luz, se acercó a mí, y me dice:
- “Me vuelves loca, quiero que me cojas.”
- “¿Ahora…?”
- “No, ya pensaremos donde y cuando. Solo quiero probar la leche de tu verga.”
Apoyo su mano derecha sobre mi pija y me ofreció sus labios que bese con pasión y nuestras leguas se buscaban una y otra vez. Ella noto mi verga dura y comenzó una suave paja hasta que decidió que era hora de probar el sabor de mi verga. Me da un último beso y se abalanza sobre mi pija la que desaparece dentro de su boca. Qué bien que la chupaba, se notaba que no era la primera vez que lo hacía. Es más, claramente era una experta, no me había equivocado imaginando que su boca era tremendamente chupavergas. Luego de unos minutos le aviso que estoy a punto de acabar, y me contesta:
- “Dámela toda. Quiero probar el sabor de tu leche. Quiero vaciarte los huevos.”
Me corrí abundantemente con dos terribles chorros que fueron directos a la garganta de ella. Se los tragó como pudo y siguió chupando la pija hasta dejarla limpia y reluciente. Me besa a modo de despedida y me dice:
- “Hasta mañana, mi amor. Descansa y sueña conmigo. Mañana veremos cómo podremos hacer para que tu verga se entierre en mi conchita.”
Me dormí pensando en ella.
Acostumbrado a levantarme temprano, me desperté a eso de las ocho de la mañana y pude darme cuenta que Marta estaba en la cocina compartí una pava de mate con ella y alrededor de las nueve hace su entrada con cara de dormida, Susana. Con el pelo desaliñado y a cara lavada era una mujer bellísima. Comparte algunos mates con nosotros y se va al baño a alinearse. Se hicieron las diez de mañana y les informo a ambas:
- “Bueno. Me voy a ir retirando. Muchísimas gracias por todo.”
- “Espera que le aviso a Víctor para que puedan despedirse.”, dice Marta.
- “No lo molestes, déjenlo descansar. En todo caso lo llamo por teléfono a la tarde.”
- “A propósito, ¿porqué no nos dejas el número del teléfono de tu casa? Digo, por cualquier cosa que haga falta.”, acota Susana con mucha picardía en su mirada.
Marta se enoja con ella por el atrevimiento y yo intervengo:
“No es ningún atrevimiento. Tiene razón Susana, si necesitan llamarme háganlo sin ningún problema. Solo Víctor tiene mi número, y así todos podremos estar comunicados.”
Susana sonreía en señal de triunfo. Anotan mi número, beso en la mejilla a Marta y Susana me acompaña hasta la vereda. Nos damos un precioso beso con muchísima lengua y me dice:
- “¿Quieres ser mi pololo? Perdón, ¿mi novio?”
- “¿Y Víctor?”
- “No me preocuparía compartirte con él. Es más, creo que sería divertido.”
- “Vos me gustas mucho, y él también…”
- “Entonces podrías ser el pololo de ambos. ¿Qué te parece?”
- “No sé. Nunca se me paso por la cabeza semejante cosa.”
- “Bueno. Piénsalo.”
Nos damos un profundo beso y vuelvo caminando hacia mi casa. Las cuadras se sucedían y no dejaba de pensar en su propuesta. No me disgustaba, pero imaginaba futuros problemas. De lo único que estaba seguro era que en cualquier momento me cogería a Susana. Sin proponérmelo el chivo ya estaba por caer en el lazo.
(Continua en: “Víctor, el futuro médico - 6° parte”)
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Me levanté ese jueves y la sudestada seguía allí. Con esa llovizna implacable y el viento del sudeste que impide el uso correcto de cualquier paraguas. Tenía sentimientos encontrados. Estaba preocupado y alegre a la vez. Apenas una semana atrás, técnicamente era soltero, sin novia desde hacía un par de meses, y de golpe, sin proponérmelo aparentemente tenía dos “enamorados” de distinto sexo, que eran primos entre sí. Ayer había logrado ver el culito redondo y lampiño de Víctor que me tenía obsesionado, pero al mismo tiempo las tetas redondas, grandes y erguidas de Susana me trastornaban.
Toda esa mañana lluviosa intente estudiar en vano. Mi mente intentaba elucubrar como, cuando y de qué manera podría llegar a coger con ambos. No me importaba con cuál de ellos primero. No me preocupaba si sería el culo de Víctor o la conchita de Susana quien recibiera primero a mi verga. Estaba casi seguro que tarde o temprano lograría los dos objetivos.
La sudestada no aflojaba y el Maldonado se había desbordado durante la madrugada de ese día. Las imágenes que se veían por la televisión sin ser peligrosas eran preocupantes, ya que anunciaban que el pico de la crecida se produciría esa misma tarde y se anunciaba que recién hacia la tarde o noche del viernes cesaría la tormenta. Ese día para poder llegar al profesorado, tuve que tomar dos colectivos y lógicamente llegue tarde al igual que varios de mis compañeros.
Al día siguiente, viernes, alrededor de las dos de la tarde recibo un llamado telefónico, era Víctor:
- “¿Hola, Eduardo? Soy Víctor.”
- “¿Qué tal? ¿Cómo los está tratando la inundación?”
- “Por suerte hasta donde estamos nosotros no llegó, y por lo que dicen los vecinos no nos tendríamos que preocupar debido a que nuestra esquina está un metro más arriba que la esquina de la avenida.”
- “Menos mal. ¿Y cuáles el motivo de tu llamada?”
- “Primero, avisarte que extraño a tu hermosa pija dentro de mi boca y deseo poder saborearla nuevamente. Y segundo, y esto es lo que quiero pedirte, sé que mi madre te dijo que el sábado te espera para las nueve de la noche.”
- “Si. Estaré a esa hora. ¿Cuál es el tema, entonces?”
- “Es que me gustaría que llegaras un rato antes, para poder estar juntos más tiempo y solos en mi habitación, hasta que llegue mi prima del trabajo. La lluvia me hizo extrañarte.”
- “Está bien, llegaré más temprano. ¿A qué hora te parece?”
- “¿Puedes a las ocho?”
- “Bien, llegaré a esa hora.”
La tormenta finalizó a media tarde. Otro día complicado para viajar en colectivo, aunque pude hacerlo como siempre en la línea 29. En el profesorado, y debido a tantas horas de lluvia sin parar, todas las canchas y sectores deportivos descubiertos estaban imposibilitados de utilizarse. Muchas de las materias se dictaron dentro de las aulas. Los profesores aprovecharon para repasar en profundidad los reglamentos de los diversos deportes.
Finalmente llegó el sábado y después de varios días se pudo volver a ver el sol. Alrededor de las seis de la tarde me apodere del baño y me di una reconfortante ducha. Me perfume y afeite tratando de quedar lo más prolijo posible. Debía impresionar a la tía Marta y estar atento a lo que pudiera suceder con la prima Susana, sin dejar a Víctor de lado. Me vestí con un slip rojo que me quedaba más ajustado que otros y me marcaba obscenamente el bulto. Me puse una camisa rosa pálido de mangas largas abierta los dos primeros botones, la arremangue hasta la mitad de mis antebrazos, y un pantalón de vestir color negro. Medias negras y un par de mocasines recién lustrados, también color negro. Por las dudas que refrescara, me tire sobre los hombros un suéter celeste muy clarito.
A las ocho menos cuarto me despido de mi familia, dejándoles en claro que cualquier cosa llamaría por teléfono. A las ocho en punto estaba tocando el timbre en la casa de Víctor. Me abre la puerta Marta y me piropea:
- “No sabía lo buen mozo que eres. Como cambia una persona cuando esta con ropa deportiva a cuando se viste para salir.”
- “Me puse lo primero que encontré en el placard.”, le respondí canchereando y contra ataqué:
- “Pero usted, Marta esta echa una diosa con ese vestido floreado.”
- “No seas zalamero y pasa. Y ya te dije que puedes tutearme.”
- “Está bien. Estás preciosa, Marta.”
Bromeando y piropeándonos mutuamente pasamos al comedor y Marta lo llama a Víctor para que baje, avisándole que ya había llegado. Se presenta vestido casi similar a como yo estaba, la diferencia estaba en que su camisa era celeste. Me besa en la mejilla y Marta nos informa que la cena no estará lista hasta que Susana llegue de su trabajo a eso de las nueve, y agrega en tono malicioso:
- “Yo seguiré con lo mío. Ustedes ‘hagan sus cosas’ que yo no los molestare.”
La cara de Víctor se ilumino pero yo me puse rojo como un tomate. Víctor rápidamente me arrastro a su habitación y en cuanto cerró la puerta me acostó sobre su cama y se abalanzó sobre mí para besarme y abrazarme. Me quiso desvestir pero se lo impedí:
- “¿Qué te pasa, no me dejaras disfrutar de tu verga?”
- “Si, pero no quisiera que ensuciáramos nuestras ropas.”
- “Déjame desvestirte, entonces.”
- “Dejémoslo para más tarde. El comentario de Marta me incomodo un poco. Y aunque ella no nos moleste, si nos escuchará. Nunca nadie me dijo tan abiertamente que hiciera lo que quisiera, y mucho menos en su propia casa.”
- “¿Y qué es lo que quisieras?”
- “Sabes muy bien lo que quiero. Quisiera poder desvirgarte, pero creo que este no es el momento.”
- “Si me das un poquito de leche, tal vez deje que juegues un ratito con mi culo.”
Mi verga se endureció al escuchar semejante propuesta. Baje el cierre de mi pantalón y blandiendo la verga como si fuera una espada lo invito a que me la chupe y me saque toda la leche que pueda. Se arrodilló frente a mí, y me efectuó una de las mejores mamadas de las que tenga memoria. Creo que el hecho de que ambos estuviéramos bien vestidos hizo que el morbo fuera mayor. Acabe abundante dentro de su boca y él, como siempre, no desperdició nada. Me la siguió chupando y yo aproveche para bajarle sus pantalones y calzoncillos al piso e intenté meterle un dedo dentro de su culo. Cuando se dio cuenta lo que pretendía, soltó mi verga, se afirmó con sus manos sobre el escritorio y me ofreció todo su culo como hasta ahora no había sucedido y me dice:
- “Méteme los dedos y la lengua, pero tu pija que me desvirgue en otro momento de mayor intimidad. ¿De acuerdo?”
Con un beso en los labios le di a entender que sería respetuoso del trato que me proponía, sabía que cada vez estaba más cerca del objetivo. Me arrodille frente a su culo y comencé, primero con el dedo índice y luego agregando el dedo mayor para finalmente incorporar el anular; a explorar su esfínter con el objetivo de que se relaje y lograr una pequeña dilatación. Luego de algunos minutos, note que mis dedos ya entraban y salían con mayor facilidad. Víctor comenzó a gemir como una putita en celo, me pedía más, más y más, y yo aceleraba el ritmo según sus peticiones. En determinado momento me implora:
- “Entiérrame tu lengua, por favor…”
No me hice rogar. Con mi lengua explore su hoyo ya bastante dilatado, al punto que la punta de la misma entraba dentro de su culo. Mi verga nuevamente estaba que explotaba. Durante varios minutos alterne mis dedos y mi lengua. Cada vez gemía más. Llegue a taparle la boca para que Marta no escuchara sus casi aullidos. Le digo:
- “No voy a penetrarte, pero déjame acercar mi verga a tu culo.”
Gira la cabeza por sobre sus hombros, me mira y busca en lo profundo de mi mirada si existía algún atisbo de mentira en mis dichos. Con una sonrisa, me da a entender que me dejara hacer lo que quisiera. Apoyo la punta de la verga en el hoyo de su culo, y refriego todo el largo del tronco de mi pija por sobre la raya de ambos cachetes subiendo y bajando a modo de una paja. Cada vez más excitados ambos, me seguía pidiendo más, más y más. Es entonces en que decido poner mi verga por debajo de su ingle para frotar mi glande contra su perineo y golpear en mis embestidas contra sus bolas. Me suplica:
- “Sigue ‘cogiéndome’ así, que presionando tu verga contra mi próstata me correré abundantemente.”
Aumente el ritmo de mis embestidas y ambos al mismo tiempo acabamos. El sobre su escritorio y yo bañando con mi leche todas sus bolas. Nos fundimos en un beso con mucha lengua hasta que nuestras vergas se adormecieron. Con el toallón que había utilizado para bañarse, limpió de la mejor manera que pudo el enchastre que habíamos realizado. Nos vestimos y bajamos porque en cualquier momento llegaría Susana y comenzaría la cena. Llegó Susana, tan hermosa como la había visto la vez anterior, y nos piropeamos mutuamente. Nos “comíamos” con la mirada. Ambos sabíamos que tarde o temprano, algo sucedería entre nosotros.
Susana se higienizó al tiempo que con Víctor ayudamos a poner la mesa. Marta y Víctor se sentaron en las cabeceras, Susana en el costado del lado del patio y yo en el del lado de los dormitorios. La cena consistió en una carne asada con papas y batatas al horno, acompañadas con una ensalada de tomates y lechuga. Todos bebimos vino tinto que las mujeres rebajaron con soda.
La charla fue amena, lo que me ayudo a distenderme y poder tomar confianza con las mujeres. Hablamos de mí, de mis estudios, mi familia, mi futuro. Víctor se pasó la noche alabándome delante de las mujeres, para que ellas notaran lo bien que nos llevábamos. Susana comentó cosas de su trabajo, se notaba interesada en que yo particularmente conociera sus horarios disponibles. Se la pasó piropeándome y cada vez que levantaba mi vista y me cruzaba con la de ella, me tiraba un beso o se mordía el labio inferior, intentando que solo yo lo advirtiera, y sobre todo que no se diera cuenta Víctor. Marta converso sobre su viudez, añoraba sus años en Chile, repudió a la dictadura, y que le gustaría tener un hombre a su lado pero sabía que ellos (Susana y Víctor) no estaban muy de acuerdo. Allí comenzó un intercambio entre los tres donde parecía quedar claro que, mientras Marta pretendía una relación estable y bastante formal, los primos le sugerían tener un amante y sobre todo su hija sugería un hombre “con cama afuera”.
Así transcurrió la cena y las horas fueron pasando. Me preocupaba la advertencia de mis padres respecto de la hora de finalización y el regreso a casa de madrugada. Marta se percató de ello y me pregunto qué me pasaba. Le dije:
- “Ya pasó la medianoche y mis padres estarán muy preocupados por mi vuelta de madrugada. Pasan demasiadas cosas durante la noche en esta dictadura.”
- “Si, igual que con Pinochet. ¿Por qué no te quedas a dormir y avisas a tus padres para tranquilizarlos?”
- “No quisiera molestar.”
Los tres se peleaban por convencerme de quedarme esa noche. No podía contra tres, así que finalmente llame a mi casa y avise que me quedaría a dormir. Pude ver en la mirada de Víctor y sobre todo en la de Susana que algo sucedería esa noche con alguno de ellos, o tal vez con ambos. Pregunte sobre cuál sería mi lugar para dormir y Marta dice:
- “Te preparare unas cobijas en el sofá del comedor, pero todavía es muy temprano. Serviré el postre y después miraremos un poco de televisión.”
Nadie se opuso y luego de una torta casera que había preparado Marta, ayudamos a levantar la mesa entre todos, lavamos los platos y nos sentamos a ver una película en la televisión. Susana busco en los canales de trasnoche y encontró “Casablanca”. Todos asentimos. Víctor y yo sentados en el sofá, y Marta sentada en la poltrona del lado derecho. Susana que antes de acercarse al televisor estaba en la otra poltrona, decidió sentarse en el sofá junto a mí, quedando yo rodeado de ambos primos.
Había bajado la temperatura y fue entonces que ambos primos se apretujaron contra mi cuerpo. Víctor con sus manos se toma de mi brazo derecho y yo aprovecho el movimiento que generó en los tres esa nueva posición, para pasar mi brazo izquierdo por encima de los hombros de Susana. Mucho antes que Ingrid Bergman entrara al Rick’s Café, Marta ya estaba dormitando. Cuando me percaté de ello, intente con mi mano izquierda acariciar el hombro de Susana tratando de acercarme de a poco a sus tetas. Ella noto mi intención y se acomodó de forma tal para facilitarme la tarea. Finalmente logre colar mi mano por dentro del escote de su vestido y pude llegar con la punta de los dedos a acariciarle el pezón izquierdo. Víctor soltó su mano derecha y como si fuera en cámara lenta la fue bajando hasta apoyarla sobre mi bulto. Susana percibió lo que sucedía y fue entonces que alegando tener frío, busco la manta que estaba preparada para mi futura e improvisada cama, y la colocó encima de nuestras faldas tapándonos a todos hasta nuestros hombros.
Mientras en el televisor los franceses entonaban La Marsellesa, los primos buscaron desesperadamente apoderarse de mi verga. Susana lo logró primero y Víctor la fulminó con su mirada. No le importó. Yo para apaciguar un poco, me apoderé de la boca de Víctor y se dejó besar. Era muy loco lo que sucedía. Marta durmiendo, Víctor y yo en una sesión de besos de lengua al tiempo que ya, sin ningún disimulo, le acariciaba ambas tetas a Susana, y ella había sacado mi verga de su encierro y me estaba haciendo una hermosísima paja.
Perdimos noción del tiempo. Bogart y el Capitán Renault ya se habían despedido de la pareja de enamorados que partirían en avión y en el sofá ya habíamos intercambiado posiciones. Deje los labios de Víctor y aflojando el cierre del vestido de Susana logre apoderarme de sus tetas que bese y chupe con locura y frenesí. Finalmente Víctor logra apoderarse de mi verga y sin importarle nada comienza a chuparla con desesperación. Cuanto más dura me la colocaba, más caliente me ponía y más le chupaba las tetas a su prima. Alternaba entre uno y otro pezón y sus aureolas se habían dilatado y las puntas estaban muy erguidas y endurecidas. Decidí hurgar en la concha de Susana y su bombacha estaba empapada, la corrí hacia su derecha y le metí dos dedos dentro y comencé a penetrarla.
Víctor, me la mamaba. Yo la masturbaba y le chupaba las tetas a Susana. Y Marta dormía. La película había finalizado. Susana explota y acaba abundantemente al tiempo que yo le lleno de leche la boca a Víctor. Él triunfante, abre su boca y le muestra a su prima el trofeo conseguido y se traga toda la leche. Susana tira la manta al suelo, le muestra su concha empapada a Víctor y le señala mi mano bañada en sus jugos. Era claro que parecía que los contrincantes se habían declarado la guerra. Les propongo:
- “Ambos me apasionan por igual. Me encantaría estar con los dos al mismo tiempo. ¿Por qué no lo charlamos como gente civilizada?”
No hubo respuesta ya que Marta se despertó y notando que la película había terminado y lo avanzado de la madrugada, ordenó:
- “Nos vamos todos a dormir, pero antes ayúdenme a preparar el lugar donde dormirá nuestro invitado.”
Eran casi las dos de la mañana del domingo y la casa estaba en silencio. Yo recostado en el sofá del comedor, intentaba conciliar el sueño. Para no arrugar la ropa, solo tenía puesto para dormir el slip. Me estaba costando descansar porque no podía dejar de pensar entodo lo sucedido hacía apenas un rato. Me encantaba como Víctor me la chupaba, pero me fascinaban esas preciosas tetas de Susana y sobre todo su chorreante conchita. Casi estaba por quedarme dormido cuando escucho que la puerta de uno de los dormitorios se abre. Era Susana con rumbo al baño. Cuando encendió la luz, el contraluz me brindo un espectáculo maravilloso. Su hermosa figura de curvas casi perfectas, se recortaba dentro de camisón de breteles y falda muy corta. Mi verga se endureció. Ella salió del baño y nuestras miradas no pudieron evitarse. Apagó la luz, se acercó a mí, y me dice:
- “Me vuelves loca, quiero que me cojas.”
- “¿Ahora…?”
- “No, ya pensaremos donde y cuando. Solo quiero probar la leche de tu verga.”
Apoyo su mano derecha sobre mi pija y me ofreció sus labios que bese con pasión y nuestras leguas se buscaban una y otra vez. Ella noto mi verga dura y comenzó una suave paja hasta que decidió que era hora de probar el sabor de mi verga. Me da un último beso y se abalanza sobre mi pija la que desaparece dentro de su boca. Qué bien que la chupaba, se notaba que no era la primera vez que lo hacía. Es más, claramente era una experta, no me había equivocado imaginando que su boca era tremendamente chupavergas. Luego de unos minutos le aviso que estoy a punto de acabar, y me contesta:
- “Dámela toda. Quiero probar el sabor de tu leche. Quiero vaciarte los huevos.”
Me corrí abundantemente con dos terribles chorros que fueron directos a la garganta de ella. Se los tragó como pudo y siguió chupando la pija hasta dejarla limpia y reluciente. Me besa a modo de despedida y me dice:
- “Hasta mañana, mi amor. Descansa y sueña conmigo. Mañana veremos cómo podremos hacer para que tu verga se entierre en mi conchita.”
Me dormí pensando en ella.
Acostumbrado a levantarme temprano, me desperté a eso de las ocho de la mañana y pude darme cuenta que Marta estaba en la cocina compartí una pava de mate con ella y alrededor de las nueve hace su entrada con cara de dormida, Susana. Con el pelo desaliñado y a cara lavada era una mujer bellísima. Comparte algunos mates con nosotros y se va al baño a alinearse. Se hicieron las diez de mañana y les informo a ambas:
- “Bueno. Me voy a ir retirando. Muchísimas gracias por todo.”
- “Espera que le aviso a Víctor para que puedan despedirse.”, dice Marta.
- “No lo molestes, déjenlo descansar. En todo caso lo llamo por teléfono a la tarde.”
- “A propósito, ¿porqué no nos dejas el número del teléfono de tu casa? Digo, por cualquier cosa que haga falta.”, acota Susana con mucha picardía en su mirada.
Marta se enoja con ella por el atrevimiento y yo intervengo:
“No es ningún atrevimiento. Tiene razón Susana, si necesitan llamarme háganlo sin ningún problema. Solo Víctor tiene mi número, y así todos podremos estar comunicados.”
Susana sonreía en señal de triunfo. Anotan mi número, beso en la mejilla a Marta y Susana me acompaña hasta la vereda. Nos damos un precioso beso con muchísima lengua y me dice:
- “¿Quieres ser mi pololo? Perdón, ¿mi novio?”
- “¿Y Víctor?”
- “No me preocuparía compartirte con él. Es más, creo que sería divertido.”
- “Vos me gustas mucho, y él también…”
- “Entonces podrías ser el pololo de ambos. ¿Qué te parece?”
- “No sé. Nunca se me paso por la cabeza semejante cosa.”
- “Bueno. Piénsalo.”
Nos damos un profundo beso y vuelvo caminando hacia mi casa. Las cuadras se sucedían y no dejaba de pensar en su propuesta. No me disgustaba, pero imaginaba futuros problemas. De lo único que estaba seguro era que en cualquier momento me cogería a Susana. Sin proponérmelo el chivo ya estaba por caer en el lazo.
(Continua en: “Víctor, el futuro médico - 6° parte”)
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1 comentarios - Víctor, el futuro médico - 5° parte
Finaliza en el 10° capitulo...?
Voy leyendo todo bombón!