Hola! llegamos al final de esta historia. Al menos de la primera parte. Es hora de ponerme a trabajar en otros proyectos mas morbosos jeje
Flor despertó malhumorada, y mantuvo ese comportamiento durante toda la mañana. Entró a darse una ducha de agua tibia y después se colocó su uniforme de colegiala. La falda era vieja y le quedaba algo corta, aunque era regla de su colegio no mostrar más allá de la rodilla, la chica se sentía rebelde y con deseos de que todos le besaran el culo. No iba a permitir que nadie más la pisoteara. Entró al dormitorio de su papá. Gabriela y él dormían desnudos, envueltos solamente por las sábanas de algodón. Se quedó quieta, con los brazos en las caderas y mirando con desdén la horrible escena de su profesora de historia acurrucada en los abultados bíceps de su padre.
Tosió para llamar la atención. Gabriela se levantó, y sus hermosos pechos quedaron a la vista de Flor. La chica sintió una punzada de envidia y también profundos celos hacia ella. Flor tenía apenas catorce años, y ya deseaba convertirse en una mujer echa y derecha. El estar frente a otra que ya podía presumir hasta de tener una agitada vida sexual, cuenta bancaria y trabajo, no hacía más que molestarla.
—¿Qué pasa? —preguntó Julio, despertándose con un bostezo.
—Creo que tu hija está cabreada. —rió Gabriela.
—Son más de las ocho y nadie me despertó. Llegaré tarde a la escuela. ¿Pueden dejar de actuar como conejos en celo y hacer lo que les corresponde?
Gabriela se sorprendió por el cambio de personalidad de la niña, y miró al papá de esta. Julio estaba sonriendo.
—Tiene muy mal genio ¿no es así?
—Supongo que no lo sacó de ti, Julio.
—Vamos, rápido, arriba.
La parodia de familia desayunó en silencio. Julio y Gabriela no dejaban de lanzarse morros y miradas coquetas, sin importarles que Flor estuviera allí, comiéndose los sesos de la frustración al ver a su padre compartiendo con otra mujer. Desde que su madre les abandonó, Flor prometió que no dejaría que ninguna otra tanga fácil viniera a romper con su delicado estilo de vida familiar. Por desgracia, tenía miedo de que ir en contra de su profesora de historia repercutiera en sus calificaciones. Ya hablaría más tarde con su papá.
Después de desayunar, se fueron a la escuela. Gabriela llevó a una molesta Flor y no volvieron a cruzar palabra en todo el día. El que se quedó sólo fue Julio. Entró al cuarto de su hija y comenzó a recoger la ropa sucia y los libros desperdigados sobre la mesa. Barrió y limpió los muebles. Sobre un estante había un retrato de su esposa y su hija. Admiró el parecido de ambas y se dio cuenta de que Flor estaba creciendo sólo para volverse una bonita copia de su madre. No obstante, Julio esperaba que Flor no desarrollara esa vanidad y orgullo propias de su mamá, que al final de cuentas era lo que había jodido su relación. No. Julio se prometió encontrar una figura femenina que pudiera adaptarse a Flor. Amaba demasiado a su hija como para negarle el placer de tener una mamá. Tenía que aprender más sobre Gabriela, para poder conquistarla como era debido. En efecto, la mujer parecía estar interesado en él como una posible pareja, aunque en el fondo él sabía que sólo estaba allí por la bonita y amplia casa y las facilidades con las que él se la llevaba a la cama. Cualquiera pensaría que Julio se aprovechaba de Gabriela; pero era al contrario: ella era adicta al sexo y Julio le daba lo que le pedía.
Adán no se había movido de la cama. Le dolía el miembro de tanto follar y estaba dormido como un bebé. Rebeca estaba abajo, envuelta en una bata nada más y pintaba en su lienzo.
De repente llamaron a la puerta. Se puso nerviosa y miró por el ojo de buey para ver quién era. Luego, sonriendo, abrió. Diana, su hermana mayor, se lanzó a sus brazos y la cubrió con un flamante beso que empujó a Rebeca dentro de la casa. Tenía una sonrisa en sus labios que estaban siendo acariciados por los de la otra mujer y las dos se tiraron al sofá. Ni en esos momentos Diana había dejado de comerle la boca, ni tampoco Rebeca hizo ademán de detenerse. Nunca le negaría un beso a su hermana. Enredó su lengua con la suya y la envolvió con sus brazos y piernas. Como no tenía otra ropa debajo de la bata, a Diana se le hizo fácil bajar por su cuello y meterse uno de sus rosados pezones a la boca. Estrujó las voluminosas tetas de su hermanita y mamó de ellas durante un buen rato. La otra chica sólo pudo sentarse y respirar pausadamente, acariciándole la cabeza a la otra. Ambas tenían el mismo pelo rubio y compartían tantos recuerdos, felices como dolorosos.
Hasta ese momento Diana no había dicho nada. Siguió bajando luego de dejar abundante saliva en los pechos de la chica. Rebeca se abrió las piernas como los pétalos de una flor, ofreciendo una detallada vista de su apretujada vagina. Diana humedeció sus labios y mojó sus dedos con saliva al mismo tiempo que se apresuraba a penetrarla. Su hermana menor estaba caliente por dentro. No tardó en cubrir sus mojadas carnes con su boca y succionar del clítoris caliente. Diana adoraba esa vagina. La conocía muy bien desde hacía años y su sabor apenas había cambiado. A medida que la penetraba, le clavaba los dedos hasta la base y los sacaba mojados con los ricos jugos. Rebeca le tomó esa mano y comenzó a lamerlos, saboreando sus propias mieles en torno a sus uñas. Se mordió los labios de placer al jadear.
Diana chupó ese apretujado coño hasta que ya no pudo seguir e hizo que una pequeña descarga de jugos salieran de su hermanita y fueran a parar directo a su garganta. Bebió de Rebeca durante unos segundos y después, se sentó en el sofá. Se limpió los labios con el dorso de la mano.
—Cielos, Diana, tienes que dejar de lanzarte contra mí así. —sonrió Rebeca, cerrándose la bata.
—Escuché lo que pasó con papá. ¿Estás bien?
—Mi novio me defendió. Le dio una buena golpiza a Edgar y me ayudó a poner la demanda.
Diana pareció contenta.
— ¡Anda! No sabía que tenías novio. ¿Cómo es?
—De hecho, está dormido allá arriba.
—Uhm, ya veo.
Rebeca le contó todo lo referente a su padre, y no pudo evitar echarse a llorar ante los recuerdos. Diana la abrazó con cariño y le fue llenando de besos hasta que logró calmarla. Adán bajó en esos momentos. Sin saber que había una invitada en la casa, su polla se mecía flácida como una trompa gorda de carne. Se asustó al ver a Diana allí; aunque a la hermana no le pasó desapercibida el tremendo pedazo de carne que colgaba de él.
Rebeca sonrió y los presentó a ambos. En todo momento, Adán estuvo desnudo, aunque se tapó el miembro con una almohada. Rebeca permanecía desnuda, con su bata abierta y mostrando su pequeña rajita entre un par de piernas cruzadas. Conversaron animosamente de cómo se conocieron y de las razones por las que se habían vuelto pareja.
—Bueno, debo irme ya. —dijo Diana, recogiendo su bolso —. ¿Deberíamos concertar una cita alguna vez? Ustedes saben, para…
—Podemos justo ahora. —rió Adán, anticipándose a la propuesta de Diana. Le gustaba ver que era mayor que Rebeca, con una cara muy similar a la de la pequeña chica, aunque de rasgos más duros.
—Yo hablaba de un buen almuerzo.
Adán se ruborizó. Diana le dio un beso en los labios y también uno a su hermanita. Se fue feliz de saber que Becca finalmente había encontrado a alguien a quién amar.
Maya se sentó sobre una gruesa verga y sonrió cuando ésta se abrió camino por el interior de su vagina. Le dio a Carlos unos buenos y deliciosos sentones al mismo tiempo que Manuel y Álvaro le ofrecían sus pollas. Maya las tomó a las dos y se las metió a la boca, intentando no correrse de placer. Le gustaba ser llenada por todos sus agujeros, y la idea de tener tanto pene sólo para ella le volvía loca. Su coño chorreaba y se le escapaba saliva de la boca. Las vergas salían de su garganta empapadas de hilos de saliva. Los dos tipos la follaban de forma salvaje y le daban buenos golpes con sus glandes por toda la cara.
Se inclinó hacia el frente, ofreciendo una hermosa vista de su coño ensartado por la verga de Josué. Manuel no desperdició un sólo instante y se acomodó, llevando su polla al apretujado ano de Maya. Penetró en ella con gran facilidad, y comenzó a moverse lentamente. La morena estaba en la gloria. Las dos vergas le entraban en sendos agujeros a una velocidad sincronizada, de modo que cuando la del coño salía, la del recto entraba. Ese proceso se repitió una y otra vez. Gemía como una posesa y pidió que le llenaran la cola de leche.
Manuel dejó una abundante carga de semen dentro de su recto, y se quitó. Josué quiso seguirle, pero le dio repelús tener que meter su polla por ese lado, así que prefirió ir en busca de una nueva presa. Finalmente Maya terminó corriéndose y se hizo a un lado. Otro hombre le abrió las piernas y dirigió su polla al interior pequeño de su coño. Sus embestidas eran fuertes a tal grado que las tetas de la muchacha bailaban graciosamente. Sus pezones rígidos fueron mordidos por otros dos hombres.
Carla, no lejos de ella, frunció las cejas. Maya estaba robándose a todos los hombres, pues la inasistencia de Rebeca la volvía a ella, por omisión, en el mejor culo de toda la orgía. Maya era muy joven, de apenas 18 años cumplidos el mismo día que ingresó a los swingers. Dejando de lado las veces que ya había sino penetrada, en el fondo era la niña del grupo y cogía con todos sin importarle nada. La única que era su rival era Rebeca; la hermosa rubia denominada “la reina”, y que en una ocasión, mientras ella y Rebeca hacían un encuentro lésbico, la reina le soltó un squirt en la cara. Desde eso, Maya ya no se llevaba con ella. Lo había considerado humillante y una burla. Maya era heterosexual. Podía lamer conchas si quería; pero nunca se dejaría menospreciar por una rubia tonta.
El pene de su pareja dejó una nueva carga de semen dentro, y Maya se tumbó a un lado, agotada y respirando dificultosamente. Tenía semen en las tetas y en la cara. Se estiró y se fue a sentar a uno de los sillones mientras los hombres daban atenciones a las demás chicas. En lo que Maya estaba pensando era en su amor platónico. Encontraba sospechoso que Adán y Rebeca faltaran al mismo tiempo, y por alguna razón tenía un mal presentimiento sobre eso.
Satisfecha por la monumental cogida, se vistió y abandonó la mansión. Necesitaba ir al departamento de Adán para hacerle una visita. Si todos los hombres ya habían disfrutado de ella, ahora le tocaba el turno al guapo escritor. Sin embargo, Maya no se encontró con él en cuando le abrieron la puerta. Era la hermana de Adán.
— ¿Sí? —preguntó Gabriela. Estaba regresando del colegio y todavía llevaba la camisa con el logotipo de la escuela.
—¿Está Adán?
—Pues no. Yo ya no vivo aquí. Sólo vine a buscar algunas cosas que olvidé. Pensé que él estaría con ustedes en las orgías.
—No fue hoy. Pensé que andaría cerca.
—Lo siento. No puedo ayudarte.
Aquello era más raro todavía. Sólo quedaba un sitio en el que Adán podría estar, y Maya sabía bien cuál era. Volvió a su coche y condujo hasta la casa de Rebeca. Llamó a la puerta y quien le abrió fue Adán. Ambos se quedaron mudos durante un momento.
—¿Qué… haces aquí, Maya?
—Adán, este… eso mismo preguntaba. —la chica frunció las cejas. Sus sospechas eran ciertas. Rebeca apareció poco después, vestida con un sencillo vestido floreado. Maya notó que lucía feliz y muy bien arreglada, con el pelo recogido y los bonitos senos asomando por encima del escote del vestido.
—Hola, Maya. —saludó Rebeca, incómoda. Conocía de los sentimientos de la muchacha por Adán.
— Así que ¿Están juntos?
—Pues… sí. —contestó Adán. Maya asintió mientras fruncía los labios. Miró a Rebeca con una clara muestra de odio, y sin decir nada más, dio media vuelta y volvió a su coche.
Ahora estaba echa una furia, pero también triste. Se había enamorado de Adán a primera vista, y aunque no guardaba sentimientos poderosos hacía él, estaba segura de que una relación muy profunda pudo haberse dado si se hubiesen dado la oportunidad de probarlo. Ahora sólo le restaba sentarse a reflexionar. Fue eso lo que hizo cuando volvió a su coche; pero no tardó mucho en ponerse a llorar ante su derrota y la traición de Rebeca. Maya estaba segura de que la puta rubia conocía de sus sentimientos hacia Adán; y los había pisoteado.
Era de noche. Rebeca tenía una pierna sobre el hombro de Adán mientras este le hundía la pija por el pequeño orificio del culo. Le gustaba sentir esa necesidad de que él le llenara de leche. Su hombre, su novio, su semental. Era maravilloso en el sexo porque conocía perfectamente sus sentimientos y sabía, además, la forma en la que a ella le gustaba ser tomada. Notaba cómo se le entumecía todo el cuerpo ante las descargas orgásmicas. Adán no dejó de embestir con su miembro, sacándolo despacio y metiéndolo con suma velocidad dentro de su culo. Esto prolongaba el orgasmo de Rebeca a un nivel nuevo y le hacían gritar como una auténtica puta. No. Más bien no era una puta, sino una reina enamorada de su rey. Adán la sujetaba del cuello suavemente, pero firme. Sus miradas estaban encontradas y Rebeca le lanzó una hermosa sonrisa. Él la contestó del mismo modo e hizo una pausa para inclinarse y besarla.
Después, la pareja giró y Rebeca quedó encima de él. Su ano volvió a abrirse para recibir la de su pareja. Dejó que él la penetrara mientras ella se quedaba inmóvil y le daba muchos besos.
—Adán ¿seguro que no quieres volver a las orgías?
— ¿Tú quieres?
—No es lo que yo quiera, amor. Es cómo te sentirías tú si me vieras coger con otros.
—Eso no responde a mi pregunta, cariño.
—Iría a dónde tú estuvieras. —le mordió cariñosamente el hombro —. Sólo no quiero que caigamos en la monotonía del sexo. Somos fantásticos amantes ¿verdad?
—Lo somos. —le abrió las nalgas y cerró los ojos. El culo de Rebeca soportaba muchas cogidas y no parecía cambiar en lo absoluto. La chica se quitó y comenzó a frotarse la vagina contra la pierna de su novio.
—Si quieres estar con otras mujeres, lo entenderé.
—Te quiero sólo a ti, Rebeca. Podremos encontrar otras cosas para que no haya monotonía en nuestra relación. Sólo es cuestión de seguir intentándolo y tener buena imaginación.
A la chica pareció gustarle esa respuesta. Se apresuró a ponerse el coño en la boca de Adán, y éste bebió de sus jugos y saboreó sus pliegues con la lengua.
—¿Quieres un squirt?
—Tengo sed. —rió Adán. Rebeca le guiñó un ojo y comenzó a frotarse salvajemente contra la cara de su novio. Al mismo tiempo, se apretó los pechos y se tiró del cuero cabelludo. Pensó en las cosas más excitantes que le habían sucedido y no tardó mucho, mientras la lengua la penetraba, en dejarse llevar. De repente lo sintió venir muy cerca. Cada vez fue más y más profundo, hasta que una descarga de jugos gotearon sobre la boca de su novio. Rebeca no tenía squirts a menudo. Cualquier hombre que pudiera sacarle uno, debía considerarse muy afortunado. Sólo unos cinco habían conseguido eso en las orgías, y esos cinco habían disfrutado de la reina como locos. Ahora le llegaba el turno a Adán.
Cuando Rebeca se calmó, vio que la polla seguía parada. Bajó hasta ella y comenzó a chuparla y a masturbarla frenéticamente. No tardó mucho en que el semen caliente de Adán le entrara por la boca y ella se bebió hasta la última gota. Luego de succionar, se echó al lado de su novio y le comió la boca a besos. Adán la abrazó cariñosamente, la tapó con la sábana y se durmieron al fin.
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Ayyyy tan bonito el amor, tan bonita la familia jajaj. Espero les haya gustado esta primera parte de los hermanos. Comenten que les ha parecido en general y qué les gustaría ver en caso de que hiciera una segunda temporada, unos cuantos años mas en el futuro para ver cómo terminaron estas dos nuevas familias que acaban de formarse xD.
Comente chicos, y si no tienen puntos, no se preocupen. Es lo de menos. De hecho aprecio mas sus comentarios y me encanta responderlos, para estar en contacto jeje. y por mis fieles seguidores que siempre andan tras de mí apoyándome para que siga subiendo estas historias que tanto les gustan 🙂, muchas gracias. 🙂
Flor despertó malhumorada, y mantuvo ese comportamiento durante toda la mañana. Entró a darse una ducha de agua tibia y después se colocó su uniforme de colegiala. La falda era vieja y le quedaba algo corta, aunque era regla de su colegio no mostrar más allá de la rodilla, la chica se sentía rebelde y con deseos de que todos le besaran el culo. No iba a permitir que nadie más la pisoteara. Entró al dormitorio de su papá. Gabriela y él dormían desnudos, envueltos solamente por las sábanas de algodón. Se quedó quieta, con los brazos en las caderas y mirando con desdén la horrible escena de su profesora de historia acurrucada en los abultados bíceps de su padre.
Tosió para llamar la atención. Gabriela se levantó, y sus hermosos pechos quedaron a la vista de Flor. La chica sintió una punzada de envidia y también profundos celos hacia ella. Flor tenía apenas catorce años, y ya deseaba convertirse en una mujer echa y derecha. El estar frente a otra que ya podía presumir hasta de tener una agitada vida sexual, cuenta bancaria y trabajo, no hacía más que molestarla.
—¿Qué pasa? —preguntó Julio, despertándose con un bostezo.
—Creo que tu hija está cabreada. —rió Gabriela.
—Son más de las ocho y nadie me despertó. Llegaré tarde a la escuela. ¿Pueden dejar de actuar como conejos en celo y hacer lo que les corresponde?
Gabriela se sorprendió por el cambio de personalidad de la niña, y miró al papá de esta. Julio estaba sonriendo.
—Tiene muy mal genio ¿no es así?
—Supongo que no lo sacó de ti, Julio.
—Vamos, rápido, arriba.
La parodia de familia desayunó en silencio. Julio y Gabriela no dejaban de lanzarse morros y miradas coquetas, sin importarles que Flor estuviera allí, comiéndose los sesos de la frustración al ver a su padre compartiendo con otra mujer. Desde que su madre les abandonó, Flor prometió que no dejaría que ninguna otra tanga fácil viniera a romper con su delicado estilo de vida familiar. Por desgracia, tenía miedo de que ir en contra de su profesora de historia repercutiera en sus calificaciones. Ya hablaría más tarde con su papá.
Después de desayunar, se fueron a la escuela. Gabriela llevó a una molesta Flor y no volvieron a cruzar palabra en todo el día. El que se quedó sólo fue Julio. Entró al cuarto de su hija y comenzó a recoger la ropa sucia y los libros desperdigados sobre la mesa. Barrió y limpió los muebles. Sobre un estante había un retrato de su esposa y su hija. Admiró el parecido de ambas y se dio cuenta de que Flor estaba creciendo sólo para volverse una bonita copia de su madre. No obstante, Julio esperaba que Flor no desarrollara esa vanidad y orgullo propias de su mamá, que al final de cuentas era lo que había jodido su relación. No. Julio se prometió encontrar una figura femenina que pudiera adaptarse a Flor. Amaba demasiado a su hija como para negarle el placer de tener una mamá. Tenía que aprender más sobre Gabriela, para poder conquistarla como era debido. En efecto, la mujer parecía estar interesado en él como una posible pareja, aunque en el fondo él sabía que sólo estaba allí por la bonita y amplia casa y las facilidades con las que él se la llevaba a la cama. Cualquiera pensaría que Julio se aprovechaba de Gabriela; pero era al contrario: ella era adicta al sexo y Julio le daba lo que le pedía.
Adán no se había movido de la cama. Le dolía el miembro de tanto follar y estaba dormido como un bebé. Rebeca estaba abajo, envuelta en una bata nada más y pintaba en su lienzo.
De repente llamaron a la puerta. Se puso nerviosa y miró por el ojo de buey para ver quién era. Luego, sonriendo, abrió. Diana, su hermana mayor, se lanzó a sus brazos y la cubrió con un flamante beso que empujó a Rebeca dentro de la casa. Tenía una sonrisa en sus labios que estaban siendo acariciados por los de la otra mujer y las dos se tiraron al sofá. Ni en esos momentos Diana había dejado de comerle la boca, ni tampoco Rebeca hizo ademán de detenerse. Nunca le negaría un beso a su hermana. Enredó su lengua con la suya y la envolvió con sus brazos y piernas. Como no tenía otra ropa debajo de la bata, a Diana se le hizo fácil bajar por su cuello y meterse uno de sus rosados pezones a la boca. Estrujó las voluminosas tetas de su hermanita y mamó de ellas durante un buen rato. La otra chica sólo pudo sentarse y respirar pausadamente, acariciándole la cabeza a la otra. Ambas tenían el mismo pelo rubio y compartían tantos recuerdos, felices como dolorosos.
Hasta ese momento Diana no había dicho nada. Siguió bajando luego de dejar abundante saliva en los pechos de la chica. Rebeca se abrió las piernas como los pétalos de una flor, ofreciendo una detallada vista de su apretujada vagina. Diana humedeció sus labios y mojó sus dedos con saliva al mismo tiempo que se apresuraba a penetrarla. Su hermana menor estaba caliente por dentro. No tardó en cubrir sus mojadas carnes con su boca y succionar del clítoris caliente. Diana adoraba esa vagina. La conocía muy bien desde hacía años y su sabor apenas había cambiado. A medida que la penetraba, le clavaba los dedos hasta la base y los sacaba mojados con los ricos jugos. Rebeca le tomó esa mano y comenzó a lamerlos, saboreando sus propias mieles en torno a sus uñas. Se mordió los labios de placer al jadear.
Diana chupó ese apretujado coño hasta que ya no pudo seguir e hizo que una pequeña descarga de jugos salieran de su hermanita y fueran a parar directo a su garganta. Bebió de Rebeca durante unos segundos y después, se sentó en el sofá. Se limpió los labios con el dorso de la mano.
—Cielos, Diana, tienes que dejar de lanzarte contra mí así. —sonrió Rebeca, cerrándose la bata.
—Escuché lo que pasó con papá. ¿Estás bien?
—Mi novio me defendió. Le dio una buena golpiza a Edgar y me ayudó a poner la demanda.
Diana pareció contenta.
— ¡Anda! No sabía que tenías novio. ¿Cómo es?
—De hecho, está dormido allá arriba.
—Uhm, ya veo.
Rebeca le contó todo lo referente a su padre, y no pudo evitar echarse a llorar ante los recuerdos. Diana la abrazó con cariño y le fue llenando de besos hasta que logró calmarla. Adán bajó en esos momentos. Sin saber que había una invitada en la casa, su polla se mecía flácida como una trompa gorda de carne. Se asustó al ver a Diana allí; aunque a la hermana no le pasó desapercibida el tremendo pedazo de carne que colgaba de él.
Rebeca sonrió y los presentó a ambos. En todo momento, Adán estuvo desnudo, aunque se tapó el miembro con una almohada. Rebeca permanecía desnuda, con su bata abierta y mostrando su pequeña rajita entre un par de piernas cruzadas. Conversaron animosamente de cómo se conocieron y de las razones por las que se habían vuelto pareja.
—Bueno, debo irme ya. —dijo Diana, recogiendo su bolso —. ¿Deberíamos concertar una cita alguna vez? Ustedes saben, para…
—Podemos justo ahora. —rió Adán, anticipándose a la propuesta de Diana. Le gustaba ver que era mayor que Rebeca, con una cara muy similar a la de la pequeña chica, aunque de rasgos más duros.
—Yo hablaba de un buen almuerzo.
Adán se ruborizó. Diana le dio un beso en los labios y también uno a su hermanita. Se fue feliz de saber que Becca finalmente había encontrado a alguien a quién amar.
Maya se sentó sobre una gruesa verga y sonrió cuando ésta se abrió camino por el interior de su vagina. Le dio a Carlos unos buenos y deliciosos sentones al mismo tiempo que Manuel y Álvaro le ofrecían sus pollas. Maya las tomó a las dos y se las metió a la boca, intentando no correrse de placer. Le gustaba ser llenada por todos sus agujeros, y la idea de tener tanto pene sólo para ella le volvía loca. Su coño chorreaba y se le escapaba saliva de la boca. Las vergas salían de su garganta empapadas de hilos de saliva. Los dos tipos la follaban de forma salvaje y le daban buenos golpes con sus glandes por toda la cara.
Se inclinó hacia el frente, ofreciendo una hermosa vista de su coño ensartado por la verga de Josué. Manuel no desperdició un sólo instante y se acomodó, llevando su polla al apretujado ano de Maya. Penetró en ella con gran facilidad, y comenzó a moverse lentamente. La morena estaba en la gloria. Las dos vergas le entraban en sendos agujeros a una velocidad sincronizada, de modo que cuando la del coño salía, la del recto entraba. Ese proceso se repitió una y otra vez. Gemía como una posesa y pidió que le llenaran la cola de leche.
Manuel dejó una abundante carga de semen dentro de su recto, y se quitó. Josué quiso seguirle, pero le dio repelús tener que meter su polla por ese lado, así que prefirió ir en busca de una nueva presa. Finalmente Maya terminó corriéndose y se hizo a un lado. Otro hombre le abrió las piernas y dirigió su polla al interior pequeño de su coño. Sus embestidas eran fuertes a tal grado que las tetas de la muchacha bailaban graciosamente. Sus pezones rígidos fueron mordidos por otros dos hombres.
Carla, no lejos de ella, frunció las cejas. Maya estaba robándose a todos los hombres, pues la inasistencia de Rebeca la volvía a ella, por omisión, en el mejor culo de toda la orgía. Maya era muy joven, de apenas 18 años cumplidos el mismo día que ingresó a los swingers. Dejando de lado las veces que ya había sino penetrada, en el fondo era la niña del grupo y cogía con todos sin importarle nada. La única que era su rival era Rebeca; la hermosa rubia denominada “la reina”, y que en una ocasión, mientras ella y Rebeca hacían un encuentro lésbico, la reina le soltó un squirt en la cara. Desde eso, Maya ya no se llevaba con ella. Lo había considerado humillante y una burla. Maya era heterosexual. Podía lamer conchas si quería; pero nunca se dejaría menospreciar por una rubia tonta.
El pene de su pareja dejó una nueva carga de semen dentro, y Maya se tumbó a un lado, agotada y respirando dificultosamente. Tenía semen en las tetas y en la cara. Se estiró y se fue a sentar a uno de los sillones mientras los hombres daban atenciones a las demás chicas. En lo que Maya estaba pensando era en su amor platónico. Encontraba sospechoso que Adán y Rebeca faltaran al mismo tiempo, y por alguna razón tenía un mal presentimiento sobre eso.
Satisfecha por la monumental cogida, se vistió y abandonó la mansión. Necesitaba ir al departamento de Adán para hacerle una visita. Si todos los hombres ya habían disfrutado de ella, ahora le tocaba el turno al guapo escritor. Sin embargo, Maya no se encontró con él en cuando le abrieron la puerta. Era la hermana de Adán.
— ¿Sí? —preguntó Gabriela. Estaba regresando del colegio y todavía llevaba la camisa con el logotipo de la escuela.
—¿Está Adán?
—Pues no. Yo ya no vivo aquí. Sólo vine a buscar algunas cosas que olvidé. Pensé que él estaría con ustedes en las orgías.
—No fue hoy. Pensé que andaría cerca.
—Lo siento. No puedo ayudarte.
Aquello era más raro todavía. Sólo quedaba un sitio en el que Adán podría estar, y Maya sabía bien cuál era. Volvió a su coche y condujo hasta la casa de Rebeca. Llamó a la puerta y quien le abrió fue Adán. Ambos se quedaron mudos durante un momento.
—¿Qué… haces aquí, Maya?
—Adán, este… eso mismo preguntaba. —la chica frunció las cejas. Sus sospechas eran ciertas. Rebeca apareció poco después, vestida con un sencillo vestido floreado. Maya notó que lucía feliz y muy bien arreglada, con el pelo recogido y los bonitos senos asomando por encima del escote del vestido.
—Hola, Maya. —saludó Rebeca, incómoda. Conocía de los sentimientos de la muchacha por Adán.
— Así que ¿Están juntos?
—Pues… sí. —contestó Adán. Maya asintió mientras fruncía los labios. Miró a Rebeca con una clara muestra de odio, y sin decir nada más, dio media vuelta y volvió a su coche.
Ahora estaba echa una furia, pero también triste. Se había enamorado de Adán a primera vista, y aunque no guardaba sentimientos poderosos hacía él, estaba segura de que una relación muy profunda pudo haberse dado si se hubiesen dado la oportunidad de probarlo. Ahora sólo le restaba sentarse a reflexionar. Fue eso lo que hizo cuando volvió a su coche; pero no tardó mucho en ponerse a llorar ante su derrota y la traición de Rebeca. Maya estaba segura de que la puta rubia conocía de sus sentimientos hacia Adán; y los había pisoteado.
Era de noche. Rebeca tenía una pierna sobre el hombro de Adán mientras este le hundía la pija por el pequeño orificio del culo. Le gustaba sentir esa necesidad de que él le llenara de leche. Su hombre, su novio, su semental. Era maravilloso en el sexo porque conocía perfectamente sus sentimientos y sabía, además, la forma en la que a ella le gustaba ser tomada. Notaba cómo se le entumecía todo el cuerpo ante las descargas orgásmicas. Adán no dejó de embestir con su miembro, sacándolo despacio y metiéndolo con suma velocidad dentro de su culo. Esto prolongaba el orgasmo de Rebeca a un nivel nuevo y le hacían gritar como una auténtica puta. No. Más bien no era una puta, sino una reina enamorada de su rey. Adán la sujetaba del cuello suavemente, pero firme. Sus miradas estaban encontradas y Rebeca le lanzó una hermosa sonrisa. Él la contestó del mismo modo e hizo una pausa para inclinarse y besarla.
Después, la pareja giró y Rebeca quedó encima de él. Su ano volvió a abrirse para recibir la de su pareja. Dejó que él la penetrara mientras ella se quedaba inmóvil y le daba muchos besos.
—Adán ¿seguro que no quieres volver a las orgías?
— ¿Tú quieres?
—No es lo que yo quiera, amor. Es cómo te sentirías tú si me vieras coger con otros.
—Eso no responde a mi pregunta, cariño.
—Iría a dónde tú estuvieras. —le mordió cariñosamente el hombro —. Sólo no quiero que caigamos en la monotonía del sexo. Somos fantásticos amantes ¿verdad?
—Lo somos. —le abrió las nalgas y cerró los ojos. El culo de Rebeca soportaba muchas cogidas y no parecía cambiar en lo absoluto. La chica se quitó y comenzó a frotarse la vagina contra la pierna de su novio.
—Si quieres estar con otras mujeres, lo entenderé.
—Te quiero sólo a ti, Rebeca. Podremos encontrar otras cosas para que no haya monotonía en nuestra relación. Sólo es cuestión de seguir intentándolo y tener buena imaginación.
A la chica pareció gustarle esa respuesta. Se apresuró a ponerse el coño en la boca de Adán, y éste bebió de sus jugos y saboreó sus pliegues con la lengua.
—¿Quieres un squirt?
—Tengo sed. —rió Adán. Rebeca le guiñó un ojo y comenzó a frotarse salvajemente contra la cara de su novio. Al mismo tiempo, se apretó los pechos y se tiró del cuero cabelludo. Pensó en las cosas más excitantes que le habían sucedido y no tardó mucho, mientras la lengua la penetraba, en dejarse llevar. De repente lo sintió venir muy cerca. Cada vez fue más y más profundo, hasta que una descarga de jugos gotearon sobre la boca de su novio. Rebeca no tenía squirts a menudo. Cualquier hombre que pudiera sacarle uno, debía considerarse muy afortunado. Sólo unos cinco habían conseguido eso en las orgías, y esos cinco habían disfrutado de la reina como locos. Ahora le llegaba el turno a Adán.
Cuando Rebeca se calmó, vio que la polla seguía parada. Bajó hasta ella y comenzó a chuparla y a masturbarla frenéticamente. No tardó mucho en que el semen caliente de Adán le entrara por la boca y ella se bebió hasta la última gota. Luego de succionar, se echó al lado de su novio y le comió la boca a besos. Adán la abrazó cariñosamente, la tapó con la sábana y se durmieron al fin.
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Ayyyy tan bonito el amor, tan bonita la familia jajaj. Espero les haya gustado esta primera parte de los hermanos. Comenten que les ha parecido en general y qué les gustaría ver en caso de que hiciera una segunda temporada, unos cuantos años mas en el futuro para ver cómo terminaron estas dos nuevas familias que acaban de formarse xD.
Comente chicos, y si no tienen puntos, no se preocupen. Es lo de menos. De hecho aprecio mas sus comentarios y me encanta responderlos, para estar en contacto jeje. y por mis fieles seguidores que siempre andan tras de mí apoyándome para que siga subiendo estas historias que tanto les gustan 🙂, muchas gracias. 🙂
7 comentarios - Tiernas delicias --final--
Me encantan tus historias, con cada una tranquilamente podrías hacer películas 😃
Espero con ansias la segunda parte y tu nueva historia morbosa.
😊 😊 😊
Y..., por favor segui subiendo de este tipo de hitoria hasta que armes la 2da temporada.
Gracias gracias gracias, Geniaaaaaa....!!!!