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Tiernas delicias 11

A pesar de aquella monumental cogida a su hermana mayor, los sentimientos de Adán por Rebeca no cambiaron en lo absoluto. Ya había transcurrido una semana desde que su miembro había estado dentro del culo de Gabriela, y así se había repetido todas las noches desde entonces. Los dos follaban como conejos sobre la cama, y practicaban tanto sexo que a Adán ya le estaban doliendo los huevos de tanto chocarlos con las nalgas de Gabi. Por otro lado, su hermana estaba de un humor de maravilla, y todas las mañanas antes de irse a dar clases, preparaba un rico desayuno para su pareja y le despertaba con una chupada obligatoria.
Gabi comenzaba a sentirse realmente enamorada de su hermano, y no sólo por lo bueno que era el sexo incestuoso, sino por lo genial que se la pasaban. Reían y bromeaban mientras se cogían mutuamente, y su lazo de hermanos estaba más fuerte que nunca. En su fuero interno, Gabriela se reconocía como una ganadora y era tanta su emoción que no se había dado cuenta de los cambios de humor de su hermano.
Cuando llegó el fin de semana, Adán se preparó para asistir a otra de las reuniones. Estaba saliendo del departamento cuando Gabriela llegó de improvisto. Se había escapado de una junta de profesores sólo para poder estar junto a su hermano.
—¿A dónde vas?
—Tengo que ir a un sitio.
Gabriela frunció las cejas y le tapó la salida. Puso las manos en las caderas.
— ¿Te estás yendo a esas reuniones sexuales? Pero… pensé que ya que me tenías a mí, no necesitabas desahogar tu frustración en otra parte. Adán, somos pareja, novios.
—No. Somos hermanos. Hermanos que juegan en la cama sólo por diversión. Tengo que irme. Apártate.
Era tanta la conmoción que sentía Gabriela, que no pudo reaccionar a tiempo cuando Adán pasó de ella y bajó por el ascensor del edificio. Cuando finalmente se quedó sola, soltó las bolsas de compra que llevaba y se deslizó por la pared hasta quedar sentada en la fría moqueta. A menudo podía presumir de ser una mujer fuerte. Nunca había llorado por el amor de un hombre; pero en esos momentos, lo hizo. Y se sintió ridícula por haber tenido la esperanza de que su hermano la amaría como mujer.

Rebeca había estado allí desde hacía una hora, y la cantidad de semen que su vagina había tenido que soportar era demasiada como para darle una rica sensación en el interior de sus entrañas. Cogía felizmente, con un chico nuevo de polla pequeña ensartada en su culo. Se llamaba Federico, y erecto, su pene llegaba apenas a los diez centímetros. Las otras mujeres le habían hecho feo a su miembro, y el muchacho sintió deseos de marcharse al ver los ingentes pitos de los demás. Estaba a punto de hacerlo cuando Rebeca, sintiendo un poco de pena por él, lo tomó de la mano, se lo llevó a una estancia y se abrió el culo para él. Ahora Federico gozaba de darle analmente a la reina, y lo había estado haciendo durante los últimos cuarenta minutos ante la mirada celosa de los otros hombres. Además, como su pene era de tamaño menor, Rebeca podía soportar tenerlo un buen rato en su interior. Lamía la vagina de Carla mientras esta simplemente jugaba con su teléfono.
Adán llegó en el momento que Federico soltaba su semen dentro de Rebeca. El escritor, ya desnudo, ignoró a las otras muchachas y se fue directo a donde estaba el novato. Con un gesto de la cabeza, le hizo que se arrimara. El chico no tuvo más opción al ver el tremendo miembro de su rival. Se alejó mientras Adán tomaba posición y sin decir nada, hundía la pija en la apretada raja de Rebeca.
La mujer sintió que se estaba quemando por dentro y miró por encima del hombro. Adán le sonrió como saluda y ella le devolvió el gesto. Después volvió la atención al coño de Carla, al que cada lamida acercaba al orgasmo.

Adán estuvo penetrándola durante un largo rato hasta que eyaculó dentro de Rebeca. Esta sintió el rico semen bañándole el coño y se levantó después de un rato. Se tiró encima de Adán y le besó con una fragante pasión de doncella, para después comerle el cuello, el pecho y finalmente engullir su laxa polla entre sus labios. Adán le masajeó los senos rosas y cuando su verga estuvo lista, Becca lo montó. La mujer empezó a dar sentones alegres con movimientos pronunciados y sensuales. Llamó a Federico, y el chico se acercó. Los diez centímetros entraron fácilmente dentro de la entrenada boca de Rebeca, y se dedicó a mamar durante un buen rato sin tener arcadas ni sacárselo de la garganta.

Media hora más tarde, la orgía ya llegaba a su fin y las parejas se estaban yendo a sus casas. Rebeca y Adán fueron los primeros en marcharse, porque estaban haciendo un trío con Mary. En esos momentos, la amiga de Adán estaba con el culo sobre su cara, y él le lamía prácticamente toda la entrepierna. La mujer y Rebeca le daban suaves mamadas en la pija. Rebeca se metía sus huevos a la boca y los chupaba con ansias mientras la otra mujer le masturbaba con renovadas fuerzas. Las lenguas de ambas se encontraban y se besaban apasionadamente, y después volvían a sus labores amatorias. Finalmente, Adán eyaculó y la descarga de semen manchó la cara de ambas chicas. Se apresuraron a limpiarse con las lenguas y luego, los tres se recostaron un rato a descansar.
—Bueno. Me tengo que ir. —dijo Mary, y se marchó antes que los otros dos. Rebeca y Adán aprovecharon el momento para ducharse juntos y después se vistieron.
—Te llevaré a tu casa, Rebeca.

—Gracia, cariño. —salieron y se encontraron con la lluvia de una tormenta. Corrieron hasta el coche de Adán y se refugiaron en él entre bonitas risas traviesas. Adán se sintió cada vez más enamorado de ella y no pudo ocultarlo cuando la besó —. Ya, ya, Adán. La fiesta ya acabó.
—Vamos pro más.
— ¿Tengo que decirte que no por la fuerza?
Él se separó riendo y Rebeca sacó un labial de su bolso para deslizarlo por su rosada boca. Cuando Adán aceleró, el cosmético escapó de las manos de la muchacha y se perdió en alguna parte del coche.
—Demonios. Si lo encuentras, me lo devuelves.
—Vale, yo te lo llevo, o quizá debería de comprarte otro. Tú decides.
Rebeca se divirtió.
—Adán, ni con regalos vas a comprar mi amor. Tendrías que hacer algo muuuuy pero muuuuy valiente e impresionante si quieres que haya algo entre nosotros.
—Ah, me parece que me estás retando.
— Eres un bobo —rió ella, pellizcándole una mejilla.
Adán la dejó en su casa. La lluvia ya había amainado. Se despidió de ella con un rozagante beso en la boca y después vio con atención como la rubia bajaba del coche y se marchaba meneando el bonito trasero debajo de su maternal vestido. Nadie que viera a Rebeca pensaría mal de ella. Era lo que era: una bonita educadora de guardería. Suspiró, feliz, y volvió a la carretera.

Rebeca entró a casa. Estaba contenta por la buena cantidad de semen que había recibido. Le dolía un poco el cuerpo; pero eso sólo significaba que había sido una exitosa sesión. Se apresuró a cerrar la puerta con llave y se quitó el abrigo y el vestido de flores que llevaba. Sólo andaba con su pequeña tanga y un brasier rosado de encajes cuando una voz que le habló desde la oscura sala le heló la sangre.
—Sigues siendo tan puta como cuando te vi llegar del hospital.
El mundo se le cayó a los pies. Rebeca encendió la luz y el hombre que vio sentado frente a ella hizo que tuviera arcadas. Una barriga prominente como de embarazado. El pelo canoso, y casi calvo. Una cara fea.
— Padre…
—Al fin he venido a hacerte una visita, mi adorada hija.
Rebeca vio la botella de tequila en la mesita de estar, y los cigarros apagados en el cenicero. Tragó saliva y retrocedió, protegiéndose los pechos con las manos. Se sentía de nuevo como la cría inocente de hacía años. El trauma volvió a su mente cuando su papá se levantó, con la bragueta abierta y la fea y arrugada polla asomando.
—No… por favor.
— Si tanto te gusta el sexo, no tendrás problema en hacerlo con tu padre.
— ¡Aléjate de mí!
A Edgar no le importó la súplica de su hija. Se masturbó frente a ella, y luego, con una velocidad impropia para alguien de su talla, arremetió contra la asustada muchacha.
Rebeca intentó defenderse con uñas y dientes; pero el hombre la aprisionó contra una pared y sometió a su hija a una sesión de espantosos besos en la boca. Los traumas de la chica regresaron del horroroso pasado y se sintió débil y con las piernas tambaleándose. Abrió los labios a regañadientes y recibió la mojada lengua; la misma que le había recorrido cada centímetro de su cuerpo durante años. Golpeó con brazos cada vez más débiles y finalmente, aterrada y presa de la humillación, dejó de responder. La presión que su padre hacía contra su febril cuerpo fue demasiada y ella comprendió que si se quedaba quieta, todo pasaría rápidamente.

Edgar la llevó al sofá y la arrojó allí. Ya estaba sin pantalones. La polla, pequeña y doblada hacia la derecha, miraba como un depredador volviendo a encontrarse con su presa. Rebeca comenzó a llorar, mientras abría la boca y dejaba entrar aquél nefasto trozo de carne dentro de su garganta. Edgar sonrió como un animal. Necesitaba sentir de nuevo el interior de Rebeca. La obligó a acostarse en el sofá y le abrió las piernas. La chica volvió a sentir horror y con lágrimas en los ojos, se debatió e intentó cerrar las piernas. Se rehusaba a volver a sentir a esa asquerosidad en su interior. Suplicó a Edgar que no lo hiciera; pero el hombre no tomó importancia a sus deseos. Se sentía excitadísimo por su propia carne. Se paseó la lengua por los labios y se quitó la camisa. El sudor le bañaba la abultaba panza, y se encaramó sobre Rebeca. La chica chilló una última vez antes de que la puerta de la casa se abriera con una patada.
Edgar apenas tuvo tiempo de voltear, cuando unos fuertes brazos lo tomaron del escaso cabello canoso y lo arrojaron con una brutal fuerza contra la mesita de centro, cuyo cristal se partió en mil pedazos. Acto seguido, Adán empezó a propinar fieros golpes y patadas contra el cuerpo del padre de Rebeca. Cada impacto iba cargado de una dolorosa furia. La reina, incrédula, miraba la sangre salir de la nariz de su agresor y se sintió ingrávida. No pudo detener a Adán cuando le pateó el rostro al gordo, y los dientes salieron volando.

— ¡Maldito hijo de puta! —remató antes de detenerse. Adán jadeaba con fuerza y sudaba a causa del esfuerzo. Sus puños estaban amoratados por los golpes. Edgar no se movía; pero seguía con vida.
Rebeca y Adán se miraron, y al escritor le dio tanta pena lo que veía. Quiso llorar de furia ante lo que le habían hecho a su adorada princesa sexual. Rebeca no aguantó más y se lanzó a los brazos de su salvador y le besó con una desenfrenada pasión. Ambos cuerpos cayeron sobre el sofá. Adán intentó liberarse para preguntarle a Rebeca si ya estaba bien; pero ella no le dejó escapar. Lo envolvió con sus muslos y sus brazos. Rápidamente le quitó la camisa y besó su fuerte pecho. La lujuria se encendió en Adán y aunque estaba agitado por la pelea, decidió hacerla suya. Se bajó la bragueta y se medio quitó los pantalones. En medio del desfreno no había tiempo para pensar. Rebeca se sacó lo último de su ropa interior. Su mente era un caos de pensamientos y deseo. Abrió las piernas. No hubo juego previo. Su salvador la penetró profundamente con una verga que lucía hermosa comparada al del pedazo de cerdo que había intentado violarla otra vez, después de tantos años. La polla entró sin dificultades y fue bien recibida con contracciones musculares que la apretujaron entre las carnes bañadas de Rebeca. Él le besó los pechos rosados y succionó de los suaves pezones. Una delgada capa de humedad se formó sobre el frágil cuerpo que la reina. Adán la besó con más fuerza y ternura, quemándole como el hielo. Luego, se puso de pie y la mujer no tardó en comerle la polla. Abrió la mandíbula para ahogarse en ese trozo de carne y mamó con tanta fuerza, exprimiéndole las bolas que Adán no tardó en eyacular. Rebeca dejó que el semen le bañara la cara. La descarga terminó y los chorros de leche blanca le mojaron los labios. Ella se los untó por todo el cutis, como limpiándose los restos dejados por su padre.

Cuando finalmente pasó todo el desenfreno, ambos miraron a Edgar. El hombre apenas se podía levantar; pero había visto el acto de su hija. Más que dolorido por los golpes, se sentía humillado y furioso con ambos. Intentó moverse; pero tenía las costillas rotas. Vio cómo su hija se levantaba y admiró su cuerpo hermoso. El tamaño de los senos los hacía preciosos.
Rebeca levantó una pierna y furiosa, pateó a su padre en la cara. Edgar no volvió a despertar hasta cuando ya estuvo de camino al hospital, y de allí, a la comandancia.

Rebeca le explicó todo a Adán, y éste escuchó sin interrumpir. Al final, abrazó a Rebeca y volvió a besarla; con la diferencia de que ahora no había una sola pizca de pasión ni deseo carnal; sino solamente la profunda sensación de amarla para siempre y de protegerla de todo mal que pudiera estar observándola.
—Mañana iremos a poner la demanda para que ese cabrón se pudra en la cárcel otros diez años —dijo Rebeca, limpiándose las lágrimas. Ya era la media noche y estaba muy cansada.
—Te acompañaré en eso.
—No me dejes sola ésta noche. Adán, quédate a dormir conmigo.
El pecho del escritor se llenó de alegría; pero prefirió ocultarla.
—Claro que me quedaré.
Rebeca sonrió.
—Bien. Bueno… creo que será mejor irnos a duchar. Vamos.

Flor cruzó las piernas. Estaba enojada con la profesora de matemáticas por haberle dejado tarea extra. Ella no se tenía la culpa de que sus compañeros hicieran bulla y que los castigaran a todos. Pensaba desvelarse mirando un maratón de series, y no precisamente resolviendo ángulos y ecuaciones. Cansada mentalmente, cerró su libro y se metió un rato en la tina para relajarse. Sólo ella usaba la bañera, y tenía toda la repisa del baño llena de aceites y perfumes para el agua. En un buen día se podía pasar hasta dos horas metida allí, oyendo música o simplemente durmiendo una rápida siesta. Después de todo ella era la mujer de la casa, y podía darse esos lujos siempre y cuando no cabreara a su padre.
No obstante, algo cambió esa noche. Después de media hora, Flor salió envuelta con su albornoz y bajó para hacerle la cena a su papá. Cuando llegó a la cocina, se quedó paralizada al ver a Gabriela ahí, sentada y con una expresión triste.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó con un tono molesto.
—Ah, hola, muñequita. ¿Todo bien?
—No. ¿Qué haces aquí? Es tarde. Iba a cocinarle la cena a papá.
—Eso no será necesario —le sorprendió Julio, que entraba a la cocina con una caja de pizza. Le dio un baboso beso en la mejilla a Flor y la chica arrugó las cejas, incómoda —. Hoy tu profesora se quedará a dormir. Tiene un problema.
—¡¿Qué?! Pero, papá…
—Nada de peros, Flor. No voy a protestar. Anda, ve a ponerte ropa y vuelve para cenar.

La niña y la profesora intercambiaron una mirada; pero sólo la de Flor era altamente hostil.
—No tengo hambre —gruñó y volvió a grandes pasos a su habitación. Se la pasó de mal humor durante un buen rato, oyendo música con su Ipod e ignorando el hecho de que Gabriela y su padre estaban revolcándose como conejos en el cuarto de al lado. Se quitó los audífonos y fue a la cocina a por un trozo de pizza. Cuando pasó frente a la puerta de su padre; en efecto escuchó los gemidos de Gabriela, y la sarta de palabras sucias que salían de su boca mientras Julio la embestía como un animal. Esto sólo provocó oleadas de odio en Flor. Quería entrar y sacar a patadas a su maestra. Flor era la mujer de la casa y no había motivos para que alguien más entrara a quitarle el puesto. Ceñuda, volvió a su cuarto e intentó dormir.

Gabriela estaba abierta de par en par para Julio, y la polla de éste le llenaba todo el coño. También tenía un pequeño plug en el recto, que estaba vibrando a un nivel muy bajo. Eso era suficiente como para producirle grandes olas de placer. Ya no le importaba su hermano, o al menos eso sentía. La traición de Adán hacia su amor ya era muy duro para ella, y todo lo que necesitaba era sexo. Gemía como una puta mientras disfrutaba de las embestidas que le daba su amante. Se giró para quedar de perrito y Julio, poseído, le sacó el plug del culo y empezó a penetrar esas entrada. Los gemidos de Gabriela se hicieron más fuertes, mientras un hilo de saliva resbalaba por su boca y apretaba las sábanas con las manos.
— ¡Más! ¡Más! ¡Más! — jadeó, y Julio intentó hacerlo con más fuerza. Le dio de nalgadas hasta dejar sus manos impregnadas en sus glúteos. Las nalgas de Gabriela eran grandiosas y firmes. Las carnes se movían a medida que la polla entraba y salía de su recto con gran facilidad.
—Eres una puta…
—Soy una puta. —aceptó tras una serie de rápidas estocadas.
De repente llamaron a golpes a la puerta. Los dos se detuvieron.
—¿Flor?
— ¡¿Quieren dejarme dormir?! ¡Sus gritos se oyen hasta mi recámara, carajo!
La pareja intercambió una mirada, y después estalló en risas. Siguieron dándole duro toda la noche, mientras Flor no dejaba de lanzar chispas por la cabeza.

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Ese viejo cabrón, abusando de nuestra amorosa Rebeca!! cómo se atreve jajaja, bueno, gracias por leer, y espero les haya gustado el capítulo. no olviden comentar chicos, eso me anima mucho. Saludos!!
No olviden pasar por mi relato real. búsquen lo en mi perfil

7 comentarios - Tiernas delicias 11

locuravip +1
Genial como siempre!! +10
hammer30
que fue lo que mas te gusto
locuravip
@hammer30. Adan el salvador y flor quejándose jaja
locuravip +1
Jajaja creo q llegara la venganza de flor próximamente
gadielcomingsoon +1
Buenisimo, le diste un toque heroico a la historia. Espero ver como termina todo con Gabriela, van puntos obvio nena!
hammer30
xD, si, Adan es todo un heroe, pobrecita Rebeca
davissex +1
todos tus escritos son geniales
hammer30
Muchas gracias! lo has leído todos? jeje son muy especiales para mí.
davissex +1
@hammer30 cada uno, incluso me da como desespero cuanto te demoras con el siguiente, no lo dejes de hacer
hammer30
@davissex Pues muchas gracias por tu comentario! me alegra tanto jeje,
CA20 +1
me dio algo de pesar por Gabriela, pero mucho morbo cuando la nalguearon jajaja. Creo que lo de Adán al final se le dio, fue lindo XD. Y me sigue volviendo loco gaby XD. Gracias por el relato, lindo finde!
hammer30
jaja Gaby es un amor de mujer, a su estilo, es tan fogosa jajaj gracias por tu comentaro!
AquiLuis
huuu, bueno nomas, la verdad no me gusto para nada la parte que el viejo verga de Edgar quiso aprobecharse de su hija, odio esos hijos de re miiiil putas.
Pero bueno menos masl que llego Adan su salvador, me gusto ese momento.
Gracias x compartir, espero que no suseda mas eso horrible. ja jaaa.
Lunip
Me gustaron tus escritos y mucho, solo que en la primera entrega en papá de Rebeca se llama Abraham y En este se llama Edgar 😅