Hola! continuamos con la cachondería y buenas vacaciones a todos
Los hermanos se fueron a dormir, incómodos y sin mencionar nada de lo que había ocurrido. Los siguientes seis días permanecieron como idos, sin hablarse y evitando verse siempre que podían. Gabriela se pasaba la mayor parte del tiempo en casa del papá de Flor, follando como loca y a veces quedándose a dormir allí. Flor estaba molesta; pero para el cuarto día ya se había acostumbrado a ver a su profesora de historia venir por las tardes e irse por las madrugadas. Además, su papá se veía muy feliz y se la pasaba la mayor parte del rato encerrado y teniendo sexo con la mujer. Flor ya casi comenzaba a creer que algún día, Gabriela se convertiría en su madre. La idea le causaba asco.
Por su parte, Adán no dejaba de sentirse excitado y provocado cada vez que recordaba cómo de apretada era la vagina de Gabriela. Le venían a la mente el bamboleo travieso de sus tetas y de sus pezones marrones, excitados a causa de la cogida que tres hombres estaban dándole, incluido él. Le daba miedo embarazar a su propia hermana, aunque si eso pasaba, nadie sabría si era de él. Otros tipos ya habrían eyaculado dentro de ella. Quizá su esperma no había sido suficientemente rápido. Realizó un cálculo desde la última vez que su hermana se quejó de su periodo y se le nubló la vista cuando supo que el día de la orgía, Gabi estaba en días fértiles.
Un día que no había mucho por hacer, Adán decidió volver a las orgías. Necesitaba despejar su mente, pero cuando llegó y vio la mullida alfombra y los cuerpos desnudos retorciéndose en ella, le fue difícil no pensar en el bochornoso suceso. Sus ojos se iluminaron entonces cuando vio a Rebeca allí. Estaba comiéndole el coño a Mary, y detrás de ella, Gerardo la penetraba por la almejita mojada. Adán empezó a desnudarse y avanzó a grandes zancadas hacia ellos. Le llamó a Gerardo y sin que éste dijera nada, se hizo a un lado. Adán tomó las nalgas de Rebeca y le hundió la verga hasta el fondo. La chica dio un grito de dolor y miró a ver quién la había perforado tanto. Cuando vio que se trataba de Adán, le dedicó una sonrisa débil.
— Hola.
—No digas nada. Sólo… disfruta, Beca.
Ella asintió. Lo que había sucedido ya era parte del pasado. Volvió su cabeza contra la vagina de Mary y mientras la penetraba con los dedos, cerró los ojos y sonrió para sus adentros. La polla perfecta de Adán se ajustaba deliciosamente a su vagina. Era como si hubiese nacido para ella. Dedicó a mover sus caderas para darle al hombre más tiempo de placer, y éste no tardó en depositar su esperma dentro de Becca.
—¿Me das permiso? — dijo Gerardo, masturbándose. Adán se quitó y vio un poco celoso al otro hombre penetrando la misma vagina de la cual él había salido. No tardó mucho para que Rebeca sintiera una segunda descarga de abundante leche. Estaba llena y necesito relajarse un poco y comprimir los músculos para expulsar el semen de su coño. Mary también se corrió con la boca de su amiga.
— Rebeca ¿Podemos hablar un momento? — le pidió Adán.
—Claro, ven. Vamos a solas.
Se tomaron de las manos y se fueron a otra parte de la mansión. Adán se sentó en un sofá mullido, con las piernas abiertas y Rebeca se apresuró a ponerse entre sus rodillas y a devorarle lentamente la polla.
— Sobre lo que sucedió el otro día, lo siento. Es que me gustas, Rebeca. Yo sólo pensé que el sentimiento era mutuo.
—Me encanta tu pene, Adán.
—Yo hablo del amor.
—Adán, bebé. Sabes que no puedo hacerlo. Si te amara, ya no tendría razón de venir aquí.
Los últimos días sin ver a Adán le habían servido a Rebeca para meditar sobre esto. Le dio tiernos besitos a su polla y luego lamió los huevos con avidez. Después de provocarle una segunda eyaculación, se sentó junto a él para masturbarlo y mirarlo con ternura a los ojos.
—Te quiero, Adán. Eres una buena pareja y serías un gran amigo si dejaras de tener esos sentimientos por mí.
—Lo entiendo, simplemente no puedo dejarlo. Es que… te quiero sólo para mí.
—Eso no puede ser. Adán, yo le pertenezco a todos los de aquí.
—¿Por qué? Tanto te gusta el sexo.
— No es que me encante. Es sólo… —dejó de masturbar un momento y cruzó sus torneados muslos —. Es complicado de explicar. La verdad no quisiera charlar sobre esto. Te ofrezco mi amistad y mi cuerpo entero; pero mi amor está bajo llave.
Adán había estado pensando en que ella le dijera algo así, y no estaba preparado para irse con las manos vacías. Adoraba follar a Rebeca, pero él quería más.
—Eres inalcanzable ¿verdad?
—Lamento que las cosas hayan terminado así, cielo. Si no quieres volver a estar conmigo, lo entenderé.
—¿Quién no quería estar con una mujer como tú?
Rebeca se rió encantadoramente y le besó la milla.
—Anda, anímate, hombre. Ven, hazme un anal muy profundo ¿Vale?
Era un premio de consolación que él estaba dispuesto a aceptar. Rebeca, solícita, se abrió las nalgas y se colocó de perrita. Adán, que ya estaba erecto, escupió dentro del culo de Rebeca y comenzó a perforarla despacio. El ano de la chica ya estaba acostumbrado a las sensaciones anales, y se dilató con cierta facilidad. Por dentro estaba muy caliente y estrecho. Adán se dio cuenta de que nunca le había dado por el culo, y se encontró con que era la sensación más maravillosa de todas. Empezó a bombear a un ritmo controlado, oyendo a la dulce voz de Rebeca gemir. La blanca espalda estaba brillante por el sudor. Él le dio una nalgada y siguió apretando su verga dentro del pequeño espacio. Rebeca oprimió los músculos.
—Más profundo, Adán.
—¿Segura?
—Sí.
Él así lo hizo, hasta que introdujo toda su polla. La base fue lo único que le detuvo. La dejó dentro unos segundos, totalmente tiesa. Rebeca apretó varias veces los músculos y movió sus caderas como una dulce señorita para darle al hombre una cálida sensación.
—Sácala despacio y métemela muy rápido.
Él obedeció. Sacar la polla le llevó unos diez segundos, pero meterla, lo hizo sólo en dos. Rebeca gritó, feliz y se rió. Adán repitió la operación varias veces, metiendo y sacando con gran placer hasta que vio que estaba apretando sus nalgas que la blanca piel ya tenía la marca de sus manos. Rebeca se abría el culo para darle una cálida visión de toda su anatomía. Después, ella hizo que él se corriera.
—Dame todo su semen. No vayas a sacarla. Eyacula dentro de mi recto, Adán. Me encanta esa sensación.
Lo hizo, y disfrutó la sensación.
Maya había observado toda la follada, y se sintió abatida. Quería que Adán sólo la penetrara a ella. No comprendía por qué Rebeca era tan popular. Ella era más joven, de apenas 18 años, y tenía un gran repertorio de prácticas sexuales. Estaba dispuesta a orgías y a bukakes; y aunque era una puta, la verdad es que estaba enamorada de Adán. Exhaló una profunda bocanada de aire y volvió a la orgía, donde fue enculada por un hombre que era nuevo en ese ambiente.
Terminada esa sesión, Adán y Rebeca se fueron juntos a beber un café. Todavía era de tarde, y el sol brillaba como una esfera anaranjada allá en el horizonte. Estaban en la playa, en una de las varias tiendas de cocteles y bebían un par de cervezas para relajarse.
—Mi papá abusaba de mí y de mi hermana. —contó Rebeca, después de un largo silencio en el que Adán sólo estaba mirando a las otras nenas en bikini. Casi se atragantó con su botella.
—¿En… serio?
—Sí. Desde los diez años. Fue un infierno. —Le pareció que la mujer iba a ponerse a llorar, y rápidamente le sujetó la mano. Ella le miró y le besó la boca. —Tranquilo. Lo tengo superado. Todas las noches, papá me decía que yo le pertenecía. “Eres mi hija y tu cuerpo es sólo mío”. Me metió esa idea durante varios años hasta que mi hermana Diana tomó la decisión de decirle a todo mundo lo que estaba pasando. Sin embargo… dentro de mí ya estaba la idea de que le pertenecía a mi padre. Huyera a donde huyera… no podía hacer nada. Acabé escapando del orfanato y durante un tiempo viví con una mujer que me introdujo a la prostitución. Fui prostituta desde los 18 hasta los 20 años. Después, me dediqué a bailar en bares nocturnos. Mi hermana me encontró unos meses después. Ella había conocido a gente importante, y me conectó con la escuela en donde actualmente trabajo. Después, conocí a Mary y ya sabes el resto de la historia.
Hizo una pausa y le dio otro beso a Adán.
—Querido… compartir mi cuerpo en los swingers me da la sensación de que ya no le pertenezco a papá. Por eso es tan especial este mundo. Aunque quisiera ser tu novia, o tu esposa, tu mujer y cuidar de tus niños; no me sentiría completa ni comprometida. Adán, no puedo darte esa vida.
El hombre bajó la cabeza. Ya no le importaba eso. Sólo imaginar el infierno que esa adorable mujer había pasado de niña, bastó como para romperle el corazón. Casi lloró. Se apresuró a besarla y a lamerle las heridas con los labios. Ella respondió a cada beso con mucho gusto. Después se separaron, terminaron sus cervezas y no volvieron a hablar del tema. Ya no había nada más qué decir.
Cuando ya era de noche, Adán llevó a Rebeca a casa. La chica se notaba un poco afligida debido a todas las cosas que le estaban sucediendo, y no dejaba de sentirse culpable por haberle confesado al hombre las cosas por las que había pasado en su infancia. Tenía miedo de que él sintiera lástima por ella.
—Bueno, entonces te veré en las orgías la próxima semana —dijo Rebeca.
—Sí. Creo que sí.
—Anda, seamos amigos.
Él se apresuró a besarla con pasión. Rebeca dejó que la lengua del escritor le penetrara por la garganta. Intentó separarse un momento, pero cuando lo conseguía, se daba cuenta de que la estaban besando muy rico y ella solita volvía a buscar sus labios. El ambiente se caldeó un poco y él le tocó los pechos por encima de la bonita blusa. Estaba excitándose y fue peor cuando Rebeca empezó a sobarle la polla por encima de los pantalones. A ella también se le estaba antojando llevárselo a la cama; pero sabía que hacerlo en esos momentos tan vulnerables era mala idea. Se separó de él a regañadientes.
—Será difícil olvidar mis sentimientos por ti, Beca.
—Tonterías. Lo harás bien —le sonrió y le dio un beso en la frente —. Hasta luego.
Volvió a su departamento y se encontró con las luces apagada. Entró a la cocina donde vio que estaba Gabriela, con la cabeza descansando sobre el comedor y una botella de tequila en la mano. La mujer sólo vestía un sujetador y unos cacheteros.
—¿Hermana? ¿Estás bien?
—Ah… Adán. Lamento estar bebiendo… sólo necesitaba un poco de calma.
—Anda. Vamos a dormir.
Le ayudó a levantarse y la llevó a su cuarto. Se aseguró de no mirarle las impresionantes tetas mientras la dejaba envuelta entre las sábanas y después regresó a su dormitorio, donde se dio una ducha y después se preparó para acostarse y reflexionar sobre lo sucedido. Rebeca le seguía gustando mucho; aunque le había dejado con un buen dolor en los bajos a causa de haberlo calentado. Tampoco alcanzaba a comprender la situación de su infancia, y ese era un tema que no necesitaba pensar demasiado.
De repente entró Gabriela a su cuarto. Seguía vestida de la misma forma provocativa de antes. Se sentó al lado de Adán y le miró, acariciándole el fuerte pecho.
—Siento lo que sucedió en la orgía, Adán. Yo… te quiero. No me gustaría perderte.
—Ya, no te preocupes. Apenas me estoy olvidando de lo apretada que estás.
—Es que —Gabriela comenzó a llorar —, fue tan raro y tan diferente. Me sentí bien en ese sitio y… cuando me la metiste… me encontré llena de alegría al saber que habías sido tú. Me cogiste, Adán. Acéptalo. Di que te gustó.
—Me gustó; pero no va a volver a pasar.
—Somos hermanos —protestó la mujer. El tequila le estaba haciendo hablar de más. —Volvamos a hacerlo, volvamos a hacerlo. Cógeme, Adán.
El siguió negándose, aunque su hermana estaba poniéndolo a mil. Gabriela frunció las cejas y se sacó el sostén. Adán apartó la vista del marrón claro de sus pezones. Sin darse a vencer, su hermana también se quitó los cacheteros y se colocó sobre la alfombra, como una perrita en celo y levantando el culo. Se abrió las nalgas y le ofreció una maravillosa vista de sus dos aberturas.
—Adán… mírame. Adán, por favor.
—¡Ya te dije que no!
—Adán… —la chica lloraba de frustración, y Adán estaba cansándose. Vio una vez más esas fascinantes nalgas, ese apretado culo y no pudo resistirse más. Si la puta quería ser follada, él le enseñaría.
—De acuerdo. Sube.
Sonriendo, Gabriela lo hizo. Adán se apresuró a desnudarse y a ponerse detrás de su hermana. Le soltó un escupitajo en el coño y después de dedearla y comprobar lo mojada que estaba, le hundió la polla hasta la base. Gabriela gimió un instante, pero le gustó y empezó a agitar las caderas a un ritmo frenético. Adán la tomó de la cintura y la ensartó todavía más. Sus estocadas eran rápidas y sencillas. La vagina de su hermana mayor estaba muy mojada y parecía estar a punto de correrse. Apretaba delicioso contra su glande.
—Por el culo, por el culo —pidió la perrita
Adán asintió. Buscó colocarse un condón que tenía en el armario y tras ponérselo, hundió su polla en el recto de su hermana. No le importó que ésta se quejara del dolor ni del ardor. En esos momentos él sólo quería enseñarle que si despertaba a la bestia, iba a dolerle mucho. Adán también ignoró el dolor de su propio miembro y penetró con fuerza. Quería escuchar los lloriqueos de Gabriela, y cuando al fin los tuvo, no cedió. Su pija estaba bien metida en el fondo del culo apretado, y le nalgueó con fuerza y más fuerza hasta dejar su trasero rojo. Siguió con esas embestidas durante más tiempo, hasta que logró sacarle a la mujer gemidos combinados de placer y dolor.
Después de eso, Adán se recostó y Gabriela se apresuró a montarlo. Dirigió el miembro de nuevo contra su ano y dio un sentón para hundirlo en ella. Se apoyó en la cama y besó a su hermano con gran pasión, intercambiando saliva mientras sus nalgas hacían plap plap con cada sentón que le estaba dando. Para esos momentos, el efecto producido por el tequila se había ido por completo, y la mujer estaba consciente de que su hermanito le estaba perforando el recto con una polla maravillosa.
—Ah, ah… te amo. Te amo, Adán. Te amo, mi hermano menor. Te amo —. Repetía constantemente esa frase, y Adán sólo estaba dispuesto a darle más y más fuerte. Finalmente Gabriela decidio que ya había tenido suficiente en el culo y se acostó. Adán se subió encima de ella y quitándose el condón, se subió de tal forma que su polla le entró por la garganta a su hermana. Adosó las manos en la cabecera de la cama y empezó a perforarla de una manera profunda, sintiendo la caliente lengua dándole por todas partes de su glande. Gabriela le tomó los huevos y le mordió el escrito. Después, succionó cada uno de ellos con dedicación, llenándolo de abundante saliva antes de volver a engullirle la pija.
A continuación Adán bajó a besos y le abrió las piernas. Los labios de Gabriela estaban mojados con sus jugos y despedían un embriagador aroma a mujer. Él se relamió los labios y mientras la penetraba con tres dedos, le comió el clítoris a mordidas. Gabriela se estaba tocando las tetas y metiéndose sus pezones cafés a la boca como muestra de excitación. Adán le continuó comiendo la vagina con largas mordidas y chupadas. Sintió su hermana correrse salvajemente y después de eso, se acostó. Gabriela le tomó la polla con los labios y se la llevó hasta el fondo de la garganta, mamando y mamando con una devoción propia de una hermana que ama a su familia. Adán era un hombre bien dotado y la garganta se le estiraba para dar cabida a tremendo pedazo de carne.
—Dame tu semen. Dame tu semen, por favor.
Ella empezó a masturbarlo y entonces la leche caliente le brotó en una fuente transparente. Como ya había cogido con Rebeca, sus huevos estaban casi vacíos, pero a Gabriela no le importó en lo absoluto y se comió toda la descarga de su hermano menor. La saboreó, consciente quizá de que después Adán no volvería a cogerla. Mamó con fuerza, extrayendo hasta la última gota y después de que la polla quedó flácida, se la restregó por la cara y se fue a los brazos de su hermano. Adán la envolvió, la besó y durmieron por primera vez como una pareja.
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Ahh, dulce y maravilloso incesto xD. Un saludo a todos mis lectores fieles y un besote a cada quien para que se lo pongan donde quieran. no olviden dejarme su opinión! nos vemos
Los hermanos se fueron a dormir, incómodos y sin mencionar nada de lo que había ocurrido. Los siguientes seis días permanecieron como idos, sin hablarse y evitando verse siempre que podían. Gabriela se pasaba la mayor parte del tiempo en casa del papá de Flor, follando como loca y a veces quedándose a dormir allí. Flor estaba molesta; pero para el cuarto día ya se había acostumbrado a ver a su profesora de historia venir por las tardes e irse por las madrugadas. Además, su papá se veía muy feliz y se la pasaba la mayor parte del rato encerrado y teniendo sexo con la mujer. Flor ya casi comenzaba a creer que algún día, Gabriela se convertiría en su madre. La idea le causaba asco.
Por su parte, Adán no dejaba de sentirse excitado y provocado cada vez que recordaba cómo de apretada era la vagina de Gabriela. Le venían a la mente el bamboleo travieso de sus tetas y de sus pezones marrones, excitados a causa de la cogida que tres hombres estaban dándole, incluido él. Le daba miedo embarazar a su propia hermana, aunque si eso pasaba, nadie sabría si era de él. Otros tipos ya habrían eyaculado dentro de ella. Quizá su esperma no había sido suficientemente rápido. Realizó un cálculo desde la última vez que su hermana se quejó de su periodo y se le nubló la vista cuando supo que el día de la orgía, Gabi estaba en días fértiles.
Un día que no había mucho por hacer, Adán decidió volver a las orgías. Necesitaba despejar su mente, pero cuando llegó y vio la mullida alfombra y los cuerpos desnudos retorciéndose en ella, le fue difícil no pensar en el bochornoso suceso. Sus ojos se iluminaron entonces cuando vio a Rebeca allí. Estaba comiéndole el coño a Mary, y detrás de ella, Gerardo la penetraba por la almejita mojada. Adán empezó a desnudarse y avanzó a grandes zancadas hacia ellos. Le llamó a Gerardo y sin que éste dijera nada, se hizo a un lado. Adán tomó las nalgas de Rebeca y le hundió la verga hasta el fondo. La chica dio un grito de dolor y miró a ver quién la había perforado tanto. Cuando vio que se trataba de Adán, le dedicó una sonrisa débil.
— Hola.
—No digas nada. Sólo… disfruta, Beca.
Ella asintió. Lo que había sucedido ya era parte del pasado. Volvió su cabeza contra la vagina de Mary y mientras la penetraba con los dedos, cerró los ojos y sonrió para sus adentros. La polla perfecta de Adán se ajustaba deliciosamente a su vagina. Era como si hubiese nacido para ella. Dedicó a mover sus caderas para darle al hombre más tiempo de placer, y éste no tardó en depositar su esperma dentro de Becca.
—¿Me das permiso? — dijo Gerardo, masturbándose. Adán se quitó y vio un poco celoso al otro hombre penetrando la misma vagina de la cual él había salido. No tardó mucho para que Rebeca sintiera una segunda descarga de abundante leche. Estaba llena y necesito relajarse un poco y comprimir los músculos para expulsar el semen de su coño. Mary también se corrió con la boca de su amiga.
— Rebeca ¿Podemos hablar un momento? — le pidió Adán.
—Claro, ven. Vamos a solas.
Se tomaron de las manos y se fueron a otra parte de la mansión. Adán se sentó en un sofá mullido, con las piernas abiertas y Rebeca se apresuró a ponerse entre sus rodillas y a devorarle lentamente la polla.
— Sobre lo que sucedió el otro día, lo siento. Es que me gustas, Rebeca. Yo sólo pensé que el sentimiento era mutuo.
—Me encanta tu pene, Adán.
—Yo hablo del amor.
—Adán, bebé. Sabes que no puedo hacerlo. Si te amara, ya no tendría razón de venir aquí.
Los últimos días sin ver a Adán le habían servido a Rebeca para meditar sobre esto. Le dio tiernos besitos a su polla y luego lamió los huevos con avidez. Después de provocarle una segunda eyaculación, se sentó junto a él para masturbarlo y mirarlo con ternura a los ojos.
—Te quiero, Adán. Eres una buena pareja y serías un gran amigo si dejaras de tener esos sentimientos por mí.
—Lo entiendo, simplemente no puedo dejarlo. Es que… te quiero sólo para mí.
—Eso no puede ser. Adán, yo le pertenezco a todos los de aquí.
—¿Por qué? Tanto te gusta el sexo.
— No es que me encante. Es sólo… —dejó de masturbar un momento y cruzó sus torneados muslos —. Es complicado de explicar. La verdad no quisiera charlar sobre esto. Te ofrezco mi amistad y mi cuerpo entero; pero mi amor está bajo llave.
Adán había estado pensando en que ella le dijera algo así, y no estaba preparado para irse con las manos vacías. Adoraba follar a Rebeca, pero él quería más.
—Eres inalcanzable ¿verdad?
—Lamento que las cosas hayan terminado así, cielo. Si no quieres volver a estar conmigo, lo entenderé.
—¿Quién no quería estar con una mujer como tú?
Rebeca se rió encantadoramente y le besó la milla.
—Anda, anímate, hombre. Ven, hazme un anal muy profundo ¿Vale?
Era un premio de consolación que él estaba dispuesto a aceptar. Rebeca, solícita, se abrió las nalgas y se colocó de perrita. Adán, que ya estaba erecto, escupió dentro del culo de Rebeca y comenzó a perforarla despacio. El ano de la chica ya estaba acostumbrado a las sensaciones anales, y se dilató con cierta facilidad. Por dentro estaba muy caliente y estrecho. Adán se dio cuenta de que nunca le había dado por el culo, y se encontró con que era la sensación más maravillosa de todas. Empezó a bombear a un ritmo controlado, oyendo a la dulce voz de Rebeca gemir. La blanca espalda estaba brillante por el sudor. Él le dio una nalgada y siguió apretando su verga dentro del pequeño espacio. Rebeca oprimió los músculos.
—Más profundo, Adán.
—¿Segura?
—Sí.
Él así lo hizo, hasta que introdujo toda su polla. La base fue lo único que le detuvo. La dejó dentro unos segundos, totalmente tiesa. Rebeca apretó varias veces los músculos y movió sus caderas como una dulce señorita para darle al hombre una cálida sensación.
—Sácala despacio y métemela muy rápido.
Él obedeció. Sacar la polla le llevó unos diez segundos, pero meterla, lo hizo sólo en dos. Rebeca gritó, feliz y se rió. Adán repitió la operación varias veces, metiendo y sacando con gran placer hasta que vio que estaba apretando sus nalgas que la blanca piel ya tenía la marca de sus manos. Rebeca se abría el culo para darle una cálida visión de toda su anatomía. Después, ella hizo que él se corriera.
—Dame todo su semen. No vayas a sacarla. Eyacula dentro de mi recto, Adán. Me encanta esa sensación.
Lo hizo, y disfrutó la sensación.
Maya había observado toda la follada, y se sintió abatida. Quería que Adán sólo la penetrara a ella. No comprendía por qué Rebeca era tan popular. Ella era más joven, de apenas 18 años, y tenía un gran repertorio de prácticas sexuales. Estaba dispuesta a orgías y a bukakes; y aunque era una puta, la verdad es que estaba enamorada de Adán. Exhaló una profunda bocanada de aire y volvió a la orgía, donde fue enculada por un hombre que era nuevo en ese ambiente.
Terminada esa sesión, Adán y Rebeca se fueron juntos a beber un café. Todavía era de tarde, y el sol brillaba como una esfera anaranjada allá en el horizonte. Estaban en la playa, en una de las varias tiendas de cocteles y bebían un par de cervezas para relajarse.
—Mi papá abusaba de mí y de mi hermana. —contó Rebeca, después de un largo silencio en el que Adán sólo estaba mirando a las otras nenas en bikini. Casi se atragantó con su botella.
—¿En… serio?
—Sí. Desde los diez años. Fue un infierno. —Le pareció que la mujer iba a ponerse a llorar, y rápidamente le sujetó la mano. Ella le miró y le besó la boca. —Tranquilo. Lo tengo superado. Todas las noches, papá me decía que yo le pertenecía. “Eres mi hija y tu cuerpo es sólo mío”. Me metió esa idea durante varios años hasta que mi hermana Diana tomó la decisión de decirle a todo mundo lo que estaba pasando. Sin embargo… dentro de mí ya estaba la idea de que le pertenecía a mi padre. Huyera a donde huyera… no podía hacer nada. Acabé escapando del orfanato y durante un tiempo viví con una mujer que me introdujo a la prostitución. Fui prostituta desde los 18 hasta los 20 años. Después, me dediqué a bailar en bares nocturnos. Mi hermana me encontró unos meses después. Ella había conocido a gente importante, y me conectó con la escuela en donde actualmente trabajo. Después, conocí a Mary y ya sabes el resto de la historia.
Hizo una pausa y le dio otro beso a Adán.
—Querido… compartir mi cuerpo en los swingers me da la sensación de que ya no le pertenezco a papá. Por eso es tan especial este mundo. Aunque quisiera ser tu novia, o tu esposa, tu mujer y cuidar de tus niños; no me sentiría completa ni comprometida. Adán, no puedo darte esa vida.
El hombre bajó la cabeza. Ya no le importaba eso. Sólo imaginar el infierno que esa adorable mujer había pasado de niña, bastó como para romperle el corazón. Casi lloró. Se apresuró a besarla y a lamerle las heridas con los labios. Ella respondió a cada beso con mucho gusto. Después se separaron, terminaron sus cervezas y no volvieron a hablar del tema. Ya no había nada más qué decir.
Cuando ya era de noche, Adán llevó a Rebeca a casa. La chica se notaba un poco afligida debido a todas las cosas que le estaban sucediendo, y no dejaba de sentirse culpable por haberle confesado al hombre las cosas por las que había pasado en su infancia. Tenía miedo de que él sintiera lástima por ella.
—Bueno, entonces te veré en las orgías la próxima semana —dijo Rebeca.
—Sí. Creo que sí.
—Anda, seamos amigos.
Él se apresuró a besarla con pasión. Rebeca dejó que la lengua del escritor le penetrara por la garganta. Intentó separarse un momento, pero cuando lo conseguía, se daba cuenta de que la estaban besando muy rico y ella solita volvía a buscar sus labios. El ambiente se caldeó un poco y él le tocó los pechos por encima de la bonita blusa. Estaba excitándose y fue peor cuando Rebeca empezó a sobarle la polla por encima de los pantalones. A ella también se le estaba antojando llevárselo a la cama; pero sabía que hacerlo en esos momentos tan vulnerables era mala idea. Se separó de él a regañadientes.
—Será difícil olvidar mis sentimientos por ti, Beca.
—Tonterías. Lo harás bien —le sonrió y le dio un beso en la frente —. Hasta luego.
Volvió a su departamento y se encontró con las luces apagada. Entró a la cocina donde vio que estaba Gabriela, con la cabeza descansando sobre el comedor y una botella de tequila en la mano. La mujer sólo vestía un sujetador y unos cacheteros.
—¿Hermana? ¿Estás bien?
—Ah… Adán. Lamento estar bebiendo… sólo necesitaba un poco de calma.
—Anda. Vamos a dormir.
Le ayudó a levantarse y la llevó a su cuarto. Se aseguró de no mirarle las impresionantes tetas mientras la dejaba envuelta entre las sábanas y después regresó a su dormitorio, donde se dio una ducha y después se preparó para acostarse y reflexionar sobre lo sucedido. Rebeca le seguía gustando mucho; aunque le había dejado con un buen dolor en los bajos a causa de haberlo calentado. Tampoco alcanzaba a comprender la situación de su infancia, y ese era un tema que no necesitaba pensar demasiado.
De repente entró Gabriela a su cuarto. Seguía vestida de la misma forma provocativa de antes. Se sentó al lado de Adán y le miró, acariciándole el fuerte pecho.
—Siento lo que sucedió en la orgía, Adán. Yo… te quiero. No me gustaría perderte.
—Ya, no te preocupes. Apenas me estoy olvidando de lo apretada que estás.
—Es que —Gabriela comenzó a llorar —, fue tan raro y tan diferente. Me sentí bien en ese sitio y… cuando me la metiste… me encontré llena de alegría al saber que habías sido tú. Me cogiste, Adán. Acéptalo. Di que te gustó.
—Me gustó; pero no va a volver a pasar.
—Somos hermanos —protestó la mujer. El tequila le estaba haciendo hablar de más. —Volvamos a hacerlo, volvamos a hacerlo. Cógeme, Adán.
El siguió negándose, aunque su hermana estaba poniéndolo a mil. Gabriela frunció las cejas y se sacó el sostén. Adán apartó la vista del marrón claro de sus pezones. Sin darse a vencer, su hermana también se quitó los cacheteros y se colocó sobre la alfombra, como una perrita en celo y levantando el culo. Se abrió las nalgas y le ofreció una maravillosa vista de sus dos aberturas.
—Adán… mírame. Adán, por favor.
—¡Ya te dije que no!
—Adán… —la chica lloraba de frustración, y Adán estaba cansándose. Vio una vez más esas fascinantes nalgas, ese apretado culo y no pudo resistirse más. Si la puta quería ser follada, él le enseñaría.
—De acuerdo. Sube.
Sonriendo, Gabriela lo hizo. Adán se apresuró a desnudarse y a ponerse detrás de su hermana. Le soltó un escupitajo en el coño y después de dedearla y comprobar lo mojada que estaba, le hundió la polla hasta la base. Gabriela gimió un instante, pero le gustó y empezó a agitar las caderas a un ritmo frenético. Adán la tomó de la cintura y la ensartó todavía más. Sus estocadas eran rápidas y sencillas. La vagina de su hermana mayor estaba muy mojada y parecía estar a punto de correrse. Apretaba delicioso contra su glande.
—Por el culo, por el culo —pidió la perrita
Adán asintió. Buscó colocarse un condón que tenía en el armario y tras ponérselo, hundió su polla en el recto de su hermana. No le importó que ésta se quejara del dolor ni del ardor. En esos momentos él sólo quería enseñarle que si despertaba a la bestia, iba a dolerle mucho. Adán también ignoró el dolor de su propio miembro y penetró con fuerza. Quería escuchar los lloriqueos de Gabriela, y cuando al fin los tuvo, no cedió. Su pija estaba bien metida en el fondo del culo apretado, y le nalgueó con fuerza y más fuerza hasta dejar su trasero rojo. Siguió con esas embestidas durante más tiempo, hasta que logró sacarle a la mujer gemidos combinados de placer y dolor.
Después de eso, Adán se recostó y Gabriela se apresuró a montarlo. Dirigió el miembro de nuevo contra su ano y dio un sentón para hundirlo en ella. Se apoyó en la cama y besó a su hermano con gran pasión, intercambiando saliva mientras sus nalgas hacían plap plap con cada sentón que le estaba dando. Para esos momentos, el efecto producido por el tequila se había ido por completo, y la mujer estaba consciente de que su hermanito le estaba perforando el recto con una polla maravillosa.
—Ah, ah… te amo. Te amo, Adán. Te amo, mi hermano menor. Te amo —. Repetía constantemente esa frase, y Adán sólo estaba dispuesto a darle más y más fuerte. Finalmente Gabriela decidio que ya había tenido suficiente en el culo y se acostó. Adán se subió encima de ella y quitándose el condón, se subió de tal forma que su polla le entró por la garganta a su hermana. Adosó las manos en la cabecera de la cama y empezó a perforarla de una manera profunda, sintiendo la caliente lengua dándole por todas partes de su glande. Gabriela le tomó los huevos y le mordió el escrito. Después, succionó cada uno de ellos con dedicación, llenándolo de abundante saliva antes de volver a engullirle la pija.
A continuación Adán bajó a besos y le abrió las piernas. Los labios de Gabriela estaban mojados con sus jugos y despedían un embriagador aroma a mujer. Él se relamió los labios y mientras la penetraba con tres dedos, le comió el clítoris a mordidas. Gabriela se estaba tocando las tetas y metiéndose sus pezones cafés a la boca como muestra de excitación. Adán le continuó comiendo la vagina con largas mordidas y chupadas. Sintió su hermana correrse salvajemente y después de eso, se acostó. Gabriela le tomó la polla con los labios y se la llevó hasta el fondo de la garganta, mamando y mamando con una devoción propia de una hermana que ama a su familia. Adán era un hombre bien dotado y la garganta se le estiraba para dar cabida a tremendo pedazo de carne.
—Dame tu semen. Dame tu semen, por favor.
Ella empezó a masturbarlo y entonces la leche caliente le brotó en una fuente transparente. Como ya había cogido con Rebeca, sus huevos estaban casi vacíos, pero a Gabriela no le importó en lo absoluto y se comió toda la descarga de su hermano menor. La saboreó, consciente quizá de que después Adán no volvería a cogerla. Mamó con fuerza, extrayendo hasta la última gota y después de que la polla quedó flácida, se la restregó por la cara y se fue a los brazos de su hermano. Adán la envolvió, la besó y durmieron por primera vez como una pareja.
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Ahh, dulce y maravilloso incesto xD. Un saludo a todos mis lectores fieles y un besote a cada quien para que se lo pongan donde quieran. no olviden dejarme su opinión! nos vemos
9 comentarios - Tiernas Delicias cap 10
+10 como siempre 😉
muy muy tremendo relato, todo el tiempo excitadoa 1000, geniaaaaal...!!!.
Sigo leyendote con los que siguen.
Gracias, segui así.