—Entonces, ¿nos vemos? — Decía el mensaje de texto que Ana me acababa de enviar. ¿Quién es Ana? Bueno, Ana es una chica de 24 años, trabaja en un estudio profesional de belleza en la colonia Roma Sur. La conocí en una pequeña reunión que mi amigo David había organizado en su casa, ubicada en la colonia Olivar del Conde unos tres meses atrás. Por alguna extraña razón, se había “enamorado” de mí. Al principio también reí a carcajadas con su declaración, y es que, me lo dijo justo después de aventarle mi semen es un maquillado rostro, ¿Tú no te reirías? Nadie se enamora a la cuarta cita, y menos si esas citas son exclusivamente para fumar un poco de marihuana y tener sexo. ¿Olvidé mencionarlo? Ok, soy un drogadicto, bueno, sólo grifo
—Brrr… Brrr… — Vibró mi celular. Al levantar la pantalla vi que era una llamada entrante de Ana. Cogí el teléfono —Si, diga— Pronuncié apenas había contestado. —Hola, ¿Cómo estás? Oye, es que mi amiga me está preguntando por ti, ¿Qué le digo, entonces? — Dijo una voz afeminada del otro lado de la bocina. —No sé, ¿Tu amiga está realmente segura de hacer un trío contigo y conmigo? No me gustaría que se arrepintiera a último momento. — Contesté de manera tajante. —No, para nada… — no terminó la oración cuando la interrumpí abruptamente —Además ni me conoce, no se me hace lógico— Un silencio de tres segundos permeó la conversación. —¿Sabes? Eres la persona más desconfiada que conozco— Susurró finalmente —Además, ya le enseñé unas fotos tuyas y un video que grabamos, eso es material suficiente para que decida—.
¡Maldición!, era un sábado por la tarde, después de una semana medio intensa en la universidad, sólo quería descansar después de fumarme un gallo de la mejor marihuana que se puede conseguir en el barrio. Ahora estaba inmiscuido en un encuentro sexual con una chica transexual y una chica biológica… ¿olvidé decir que Ana es una chica transexual? Por cierto, ¿Cómo diablos se llama su amiga?
Yo me encontraba en mi habitación de estudiante (en realidad es el cuarto de mi madre de soltera en la casa de sus padres), por fortuna, está en el Distrito Federal, exactamente al poniente, no muy lejos de la ubicación de Ana y su amiga aún desconocida para mí, tal parece que quería conservar el misterio… ¿Y si era fea?, pero eso ¿Alguna vez me ha importado?
Después de un buen baño y fumarme mi gallo, emprendí el viaje hacia el hotel que habíamos acordado. “Hotel Pop life”. Está ubicado en la avenida Revolución, unas cuadras antes de la estación de metro Mixcoac, es muy peculiar en su diseño, además, la recepcionista es íntima de Ana, por tanto, nos hace descuento. Dado mi mal hábito de puntualidad, llegué veinte minutos antes al hotel, así que decidí pasar y reservar la habitación.
Apenas entré a la recepción, Frida, la recepcionista me bombardeó con sus innecesarias preguntas—¡Hola, Edgar!, ¡Qué milagro!, ¿Vienes con Ana?, ¿Dónde está?, ¿Quieres una habitación normal o de Jacuzzi? —. Le sonreí en señal de saludo, —Una habitación normal, cuando llegue Ana le dices que ya la estoy esperando, ¿Si? Gracias— Soy un tipo de pocas palabras. Tomé la llave. Subí al tercer piso, al fondo se encontraba la habitación que visitaba ocasionalmente.
Aventé mi mochila al sofá que estaba ubicado al pie de la ventana, saqué de la bolsa lateral derecha del pantalón mi celular, y lo vinculé con el sistema de sonido bluetooth que forma parte de la colorida, pero acogedora habitación. Mientras sonaba Let’s go study del buen Snoop Dogg, de entre mi mochila, la cual solo tenía condones, un lubricante, una bolsa con 15 gramos de marihuana, un blunt ya forjado y una pipa repleta de marihuana, saqué esta última, me dispuse a fumar un poco más, ya que el efecto se me estaba bajando. Justo en la cuarta fumada, escuché que llamaban a la puerta.
—¡Vaya!, ya me empezaba a impacientar, otro poco y me iba— Le dije a Ana quién iba incorporándose a la habitación. —¿Dónde está tu amiga? — añadí, —Está abajo, con Frida, no tarda— contestó. —¡Qué pequeño es el mundo!... — dije para mis adentros.
Un efecto colateral de la marihuana es la famosa seca, realmente se te seca la boca, por más redundante que suene, y te da sed, debido a esto, mi vejiga estaba llena y antes de cualquier cosa necesitaba vaciarla. Cuando estaba dentro del baño, escuché que abrieron la puerta de la habitación, eso significaba que su amiga misteriosa, había llegado. No te mentiré, estimado lector o lectora, me invadió una sensación justo antes de abrir la puerta del baño… ya sabes, aquellos nervios como de pánico escénico, piernas temblorosas, aumento del ritmo cardiaco, dificultad para articular oraciones. No sabía cómo era la chica, sólo sabía que iba a coger como tal vez nunca lo haya hecho, y eso, era motivo suficiente para mantener ansioso, como portero de futbol a la espera del cobro de un penalti en una final de campeonato, el cual es decisivo para el triunfo.
—¡Hola!, tú debes ser Edgar. ¡Mírate!, si eres todo un ejemplar del sexo masculino— Dijo la chica que estaba sentada donde había dejado mi mochila, quien parecía tener vista privilegiada que le permitía mirar debajo de la ropa. —¿Y tú eres…? — Dije mientras fingía no poner atención a su mirada. —Me llamo Norma— Dijo con brío. Norma, una mujer de 25 años, de la estatura de un refrigerador promedio, morena como el azúcar. Su sonrisa realmente cautivaba. La observé de manera más minuciosa cuando se puso de pie y caminó hacia el tocador para arreglarse su cabello rizado, esponjado y castaño. Por un momento olvidé que Ana estaba allí. —Supongo que mi dealer favorito trajo un poco de diversión guardada en su mochila, ya que aquí apesta a diversión de la buena—. Intentado recobrar la palabra, apenas alcance a decir —… Sí, claro, hay un blunt, una pipa y una bolsa extra por si se ofrece más—. —¿Por cuánto tiempo está rentada la habitación? — Preguntó Norma quien ya estaba esculcando mi mochila. —Toda la noche, claro— Dije, ya con la cordura en su lugar.
Los tres nos sentamos en la cama —Pónte un reggae para fumar, ¿No?, Edgar— pidió Ana. —¡Simón !— Bramé. —Pero prende el blunt, el papel es de sabor Kiwi-Fresa— Añadí. —Norma, préndelo tú. Ya tiene tiempo que no fumas— señaló Ana. —De acuerdo, pero no mucho porque yo no vine solamente a fumar—. Norma, tomó el blunt cuya medida es de 14 centímetros de largo, lo acercó a su cara, abrió la boca para sacar su lengua, y con esta lo recorrió de una manera sugestiva de arriba hacia abajo, para finalmente posarlo sobre sus sensuales y un poco gruesos labios. —¡Vas! — alcanzó a decirme mientras tosía el humo violentamente. Magistralmente tomé el blunt y lo fumé con clase. Después de 5 rondas, el blunt se había terminado.
Exactamente y sin mentirte, treinta minutos después de que se había consumido el blunt, Norma dijo —¡Pino!, esa es la señal—y repentinamente tomó de la cabeza a Ana y la empezó a besar desbordante de lujuria. Yo, que estaba divagando en mi mente sobre un problema teórico, repentinamente viré la cabeza para extasiarme visualmente con tremenda escena salida desde mi más idílica fantasía sexual. Norma, volteó a verme y dijo —¡Domínenme!—. Acto seguido, en la bolsa de Ana busqué unos candados de manos que guardé en mi pantalón, me puse de pie, tomé a Norma por las presillas del pantalón y en un abrir y cerrar de ojos, la sometí como policía a delincuente. La inmovilicé. Comencé a desgarra su blusa y Ana quitó su pantalón, el cual quedaba ajustado dadas sus piernas visualmente ejercitadas y sus nalgas muy bien proporcionadas y levantadas. Finalmente, le quité su sostén de encaje blanco que tenía broche por enfrente. Unos tremendos senos se desbordaron en mi cara, el sostén era 34D. Como un lechón recién nacido, comencé a atragantarme con las suaves y grandes tetas de Norma mientras Ana estimulaba su erecto y terso clítoris.
—¡Muévete!, Ana. Déjame esposar a esta perra.— Tomé a Norma de su cabello alborotado y la guié con fuerza para que se levantara de la cama. Cuando estábamos de pie, rodee su frágil y largo cuello con mi tosco y un poco musculoso brazo derecho, mientras con mi mano izquierda tapaba su boca y nariz. —¡Mira lo que tenemos aquí!, una pequeña corderita ha venido a la cueva del lobo a jugar, pero al lobo le gusta jugar con sus presas de una manera cruel y despiadada. ¡Ah! Y no olvides a mi esclava la zorra, ella, es más dócil, sutil, amable si quieres, pero tiene las mismas malas y agresivas prácticas que yo, pero solamente si le doy permiso. Ahora las dos, están bajo mi completa voluntad.— Le dije al oído con tono osado y sensual mientras Ana me quitaba el cinturón. Quité mi mano izquierda de su cara. —¡Por favor!, no me hagas nada, sólo pasaba por aquí sin…— decía con tono desesperado cuando la abofetee. —¿Quién te ha dado permiso de hablar? Si vuelves a dar voz a tus pensamientos, tendré que callarte con algo más que una cachetada.— Dije con voz de autoridad. Norma bajó su cabeza, la tomé del cabello y se la levanté por la fuerza. —¿Entiendes?—, pregunté. —Si—, en cuanto Norma lo dijo, Ana le pegó con mi cinturón en sus nalgas. —Te dijo que no hablaras, sólo asiente con la cabeza—, le corrigió Ana a Norma, quien solo dio un leve movimiento a su cabeza mientras yo la esposaba.
—¡Dame la cadena y el collar, Ana!, vamos a amarrar a esta perra desobediente—, le ordené, mientras aventaba a Norma a la cama. Ana, coloco el collar con la cadena en el cuello de norma, el otro extremo de la cadena me lo dio. Norma estaba acostada boca abajo, enrollé la cadena en mi mano izquierda y levante su cabeza. —Ana, sácate la verga y pónsela en la boca. Cuidado con no abrir la boca, Norma, porque te la tendré que abrir por la fuerza y eso, a tus costillas no les gustará. Por cierto, si muerdes, será lo último que hagan tus dientes.— Ana, que aún estaba vestida, como por arte de magia se quitó toda su ropa en menos de 20 segundos mientras yo metía los dedos anular e índice en la estrecha pero mojada concha de Norma. Ana tenía una verga de 18 centímetros, estaba completamente erecta y lista para ser devorada por la boca de Norma. Como una aspiradora, Norma se metió a la boca la verga completa de Ana. Acto seguido, desabotoné mi pantalón, solté la cadena de norma y me puse frente a Ana. Cuando bajé mi pantalón, mi verga, aún más grande que la de Ana, se posó frente a la nariz de ella. Comencé a abofetearla con mi verga erecta y venosa, hasta que finalmente la metió en su boca de forma desesperada. Mientras me la estaba chupando, tapaba sus fosas nasales para impedirle respirar.
Después de cinco minutos de unas buenas mamadas, jalé con la cadena a Norma hacia el sillón. —Ana, ¡Sígueme!—, le ordené. Me senté en el sillón. —Norma, acércate y ponme esa deliciosa panocha en mi boca. Quiero chupártela— Negó con su cabeza. —Ana— dije de forma perspicaz y esta la volvió a abofetear, ahora con más fuerza. —¡Muévete!, maldita puta barata.—. Resignada, Norma abrió sus piernas ante mí y comencé a lamer su deliciosa y afeitada vagina. Unos gemidos de placer, se empezaron a crear en sus cuerdas bucales. —Ana, ponme un condón de sabor con tu boca y chúpamela. ¡De prisa!— Mi voz sonó como si trajera un dulce en la boca, y así era. En menos de quince segundos, Ana ya me la estaba chupando. Esa mujer, aparte de ser una diosa de las mamadas, tiene iniciativa propia, pues mientras me la estaba chupando, sacó un vibrador y comenzó a estimular el culo de Norma, lo suficiente para dilatarlo y que entrara su verga.
Siete minutos después y dos orgasmos por parte de Norma, quien por cierto es squirter , la aparté de mí. —Ana, ponte un condón, Norma, siéntate en mí que te voy a meter la verga—. —¡No!, por favor, no lo hagas, nunca nadie me lo ha hecho, no quiero que seas tú quien lo haga— exclamó llorando, si , llorando, es muy buena actriz. —¿Qué te dije sobre hablar?— le pregunté de manera molesta, —Pero, no te preocupes, no sólo seré yo, Ana, quién ahí viene, también te la va a meter, pero no por el mismo agujero— solté una carcajada que emulaba ser maléfica. —No, es que…— Apenas Norma comenzaba a volver a hablar cuando Ana le tapó la boca con una pañoleta. —Pensé que no se callaría nunca... — Dijo Ana con tono sarcástico. Así que, estaba yo ya recostado en el sillón y jalé a Norma con la cadena para inclinarla hacia a mí y que su culo quedara completamente expuesto. Un gemido de dolor y placer salió de entre la pañoleta, Ana ya se la había metido por el culo. Poco a poco, comencé a penetrarla, aunque, a decir verdad, mi verga resbalaba dentro de ella como si le hubiera vertido la botella entera de lubricante. Una vez adentro, podía sentir su estrecha vagina y el pene de Ana del otro lado de la piel de Norma. Sujeté firmemente la cadena, Ana, jaló el cabello de Norma en señal de estar preparada. Al mismo tiempo, empezamos a cogérnosla con agresividad y sin cuartel… sólo bastaron 2 minutos para que Norma comenzara a convulsionarse de placer. Ana, quitó las esposas y la pañoleta de Norma. —¡CÓGANME!— gritó Norma. Efusivamente comenzamos de nuevo a penetrarla y al cabo de 20 segundos sus piernas comenzaron a temblar, sus manos que estaban apoyadas en mí me apretaba con gran fuerza, sus gemidos comenzaban a elevar el volumen, casi eran gritos también. —¡Ahórcame, por favor, Edgar!—. Comencé a hacerlo, un poco suave al principio, pero aumentando la fuerza de agarre gradualmente, hasta que casi la asfixiaba. En un momento, un gran chorro de fluido vaginal, se expulsó desde el cuerpo de Norma. Sus manos y piernas temblaban aún más, jadeaba como si hubiese corrido un maratón. Pude apreciar su rostro en el momento exacto en que llegaba al clímax del placer, una expresión que jamás olvidaré.
No le di tiempo de reponerse, le sacamos nuestros respectivos penes y la jalé de nuevo a la cama, ahora, acostada boca arriba. —Ana, ¡Ábrele las piernas y chúpasela! Ah, y ponte de a perro que ahora yo te voy a coger a ti—. La vista era excepcionalmente estimulante. Frente a mí, estaba una chica transexual con un culo como el de Nicky Minaj, dándole sexo oral a una mujer hermosa y sexy que recién había tenido tres orgasmos y se veía aun insaciable. Escupí sobre el culo de Ana y procedí a penetrarla. —¡Hagan un 69!—, les ordené. Norma cambió de posición y, cambié el collar de Norma a Ana. Una vez que mi verga había perforado el estrecho ano de Ana, comencé a penetrarla frenéticamente, al minuto dejó de hacerle sexo oral a Norma para empezar a gemir. Enrollé la cadena en mi mano y seguí cogiéndomela. Norma, se había levantado para besarme de la misma manera como había besado a Ana al principio. —Ahora cógeme a mí, te lo ruego, méteme tu verga, quiero sentirla de nuevo— dijo Norma con tono de súplica. Ana, quien había tenido un orgasmo prostático a mi causa, asintió con la cabeza. —De acuerdo. ¡Quítate!— Le dije imperativamente a Ana.
Recosté la parte superior del cuerpo de Norma en la cama, sus piernas quedaron tocando el piso. Un ángulo de 90°. Dejé un pie apoyado en el piso, con el otro pie, sostenía la cabeza de Norma pegada a la cama. Las ventajas de ser alto y flexible. Entonces, comencé a penetrarla despacio. Sus gemidos eran casi silenciados por el contacto de su cara con la cama. Ana, me estaba besando y comencé a masturbarla, aún con sus 18 centímetros de verga, quedaba pequeña en mi mano. Descubrí que Norma es multiorgásmica, en menos de 5 minutos, había eyaculado tres veces.
—¡PINO!— bramó Norma, mientras levantaba con esfuerzo la cabeza. Entonces, dejé de masturbar a Ana y se la saqué a Norma. —¿Estás bien?— Pregunté jadeante, ya estaba agitado. —Nunca había estado mejor, pero tengo una petición, ¿Podrían hacer que se las chupe a los dos? Cada uno en un lado y yo en medio.— Preguntó norma, mientras se sentaba en un lado seco de la cama y se quitaba el cabello de su sudoroso y aún hermoso rostro. Inmediatamente, me quité el condón, jalé hacia a mí su cabeza a modo de que mi verga quedara en su boca, y comenzó a chupármela. Con su mano Izquierda, comenzó a masturbar a Ana. Norma, se quitó de mí, tomó con cada mano un pene y se inclinó hacia nosotros. Ambos desaparecieron en su boca. Dentro de ella, sentí como su lengua jugueteaba con cada verga y podía sentir a Ana. Mientras ella se daba tremendo festín, comencé a chuparle las tetas a Ana, las tenía deliciosas, su talla es 34E. Maravillas del bisturí y las hormonas. —¿Les falta mucho para acabar?— Preguntó Norma de repente —Quiero que los dos se vengan en mi cara, al mismo tiempo, si se puede—. En ipso facto, Ana, que al parecer ya no podía contener más su eyaculación, llenó de leche el rostro de Norma. Tomé a una exhausta y flácida Ana por la cintura, la empine frente a mí y la apoye en la cama, ergo, comencé a penetrarla, aún más rápido que la última vez. Ana comenzó a gemir muy fuerte y la invadió otro orgasmo, cuando noté que el orgasmo había pasado dije —Norma, híncate ante mí—, se la saqué a Ana quien aún estaba extasiada de placer y se dejó caer en la cama. Me quité, de nuevo, el condón y Norma me la chupó durante medio minuto, justo antes de que yo eyaculara, Ana se acercó y Norma, de nuevo, la comenzó a masturbar, de nuevo esta tenía una erección.
—No pares— Dijo Ana, después de unos minutos. Entonces, yo que estaba a punto de terminar, aparte a Norma de mí y comencé a masturbarme frente a ella. —¡Ahhhh…!— salió de mí un gemido casi ahogado. Con diferencia de 3 segundos, había eyaculado primero yo en la cara de Norma, quién en cuanto lo notó, se metió mi verga a su boca para que terminara de eyacular en ella. Ana, en cambio, termino en las tetas.
Al día siguiente, amanecí con una perra en cada lado.
—Brrr… Brrr… — Vibró mi celular. Al levantar la pantalla vi que era una llamada entrante de Ana. Cogí el teléfono —Si, diga— Pronuncié apenas había contestado. —Hola, ¿Cómo estás? Oye, es que mi amiga me está preguntando por ti, ¿Qué le digo, entonces? — Dijo una voz afeminada del otro lado de la bocina. —No sé, ¿Tu amiga está realmente segura de hacer un trío contigo y conmigo? No me gustaría que se arrepintiera a último momento. — Contesté de manera tajante. —No, para nada… — no terminó la oración cuando la interrumpí abruptamente —Además ni me conoce, no se me hace lógico— Un silencio de tres segundos permeó la conversación. —¿Sabes? Eres la persona más desconfiada que conozco— Susurró finalmente —Además, ya le enseñé unas fotos tuyas y un video que grabamos, eso es material suficiente para que decida—.
¡Maldición!, era un sábado por la tarde, después de una semana medio intensa en la universidad, sólo quería descansar después de fumarme un gallo de la mejor marihuana que se puede conseguir en el barrio. Ahora estaba inmiscuido en un encuentro sexual con una chica transexual y una chica biológica… ¿olvidé decir que Ana es una chica transexual? Por cierto, ¿Cómo diablos se llama su amiga?
Yo me encontraba en mi habitación de estudiante (en realidad es el cuarto de mi madre de soltera en la casa de sus padres), por fortuna, está en el Distrito Federal, exactamente al poniente, no muy lejos de la ubicación de Ana y su amiga aún desconocida para mí, tal parece que quería conservar el misterio… ¿Y si era fea?, pero eso ¿Alguna vez me ha importado?
Después de un buen baño y fumarme mi gallo, emprendí el viaje hacia el hotel que habíamos acordado. “Hotel Pop life”. Está ubicado en la avenida Revolución, unas cuadras antes de la estación de metro Mixcoac, es muy peculiar en su diseño, además, la recepcionista es íntima de Ana, por tanto, nos hace descuento. Dado mi mal hábito de puntualidad, llegué veinte minutos antes al hotel, así que decidí pasar y reservar la habitación.
Apenas entré a la recepción, Frida, la recepcionista me bombardeó con sus innecesarias preguntas—¡Hola, Edgar!, ¡Qué milagro!, ¿Vienes con Ana?, ¿Dónde está?, ¿Quieres una habitación normal o de Jacuzzi? —. Le sonreí en señal de saludo, —Una habitación normal, cuando llegue Ana le dices que ya la estoy esperando, ¿Si? Gracias— Soy un tipo de pocas palabras. Tomé la llave. Subí al tercer piso, al fondo se encontraba la habitación que visitaba ocasionalmente.
Aventé mi mochila al sofá que estaba ubicado al pie de la ventana, saqué de la bolsa lateral derecha del pantalón mi celular, y lo vinculé con el sistema de sonido bluetooth que forma parte de la colorida, pero acogedora habitación. Mientras sonaba Let’s go study del buen Snoop Dogg, de entre mi mochila, la cual solo tenía condones, un lubricante, una bolsa con 15 gramos de marihuana, un blunt ya forjado y una pipa repleta de marihuana, saqué esta última, me dispuse a fumar un poco más, ya que el efecto se me estaba bajando. Justo en la cuarta fumada, escuché que llamaban a la puerta.
—¡Vaya!, ya me empezaba a impacientar, otro poco y me iba— Le dije a Ana quién iba incorporándose a la habitación. —¿Dónde está tu amiga? — añadí, —Está abajo, con Frida, no tarda— contestó. —¡Qué pequeño es el mundo!... — dije para mis adentros.
Un efecto colateral de la marihuana es la famosa seca, realmente se te seca la boca, por más redundante que suene, y te da sed, debido a esto, mi vejiga estaba llena y antes de cualquier cosa necesitaba vaciarla. Cuando estaba dentro del baño, escuché que abrieron la puerta de la habitación, eso significaba que su amiga misteriosa, había llegado. No te mentiré, estimado lector o lectora, me invadió una sensación justo antes de abrir la puerta del baño… ya sabes, aquellos nervios como de pánico escénico, piernas temblorosas, aumento del ritmo cardiaco, dificultad para articular oraciones. No sabía cómo era la chica, sólo sabía que iba a coger como tal vez nunca lo haya hecho, y eso, era motivo suficiente para mantener ansioso, como portero de futbol a la espera del cobro de un penalti en una final de campeonato, el cual es decisivo para el triunfo.
—¡Hola!, tú debes ser Edgar. ¡Mírate!, si eres todo un ejemplar del sexo masculino— Dijo la chica que estaba sentada donde había dejado mi mochila, quien parecía tener vista privilegiada que le permitía mirar debajo de la ropa. —¿Y tú eres…? — Dije mientras fingía no poner atención a su mirada. —Me llamo Norma— Dijo con brío. Norma, una mujer de 25 años, de la estatura de un refrigerador promedio, morena como el azúcar. Su sonrisa realmente cautivaba. La observé de manera más minuciosa cuando se puso de pie y caminó hacia el tocador para arreglarse su cabello rizado, esponjado y castaño. Por un momento olvidé que Ana estaba allí. —Supongo que mi dealer favorito trajo un poco de diversión guardada en su mochila, ya que aquí apesta a diversión de la buena—. Intentado recobrar la palabra, apenas alcance a decir —… Sí, claro, hay un blunt, una pipa y una bolsa extra por si se ofrece más—. —¿Por cuánto tiempo está rentada la habitación? — Preguntó Norma quien ya estaba esculcando mi mochila. —Toda la noche, claro— Dije, ya con la cordura en su lugar.
Los tres nos sentamos en la cama —Pónte un reggae para fumar, ¿No?, Edgar— pidió Ana. —¡Simón !— Bramé. —Pero prende el blunt, el papel es de sabor Kiwi-Fresa— Añadí. —Norma, préndelo tú. Ya tiene tiempo que no fumas— señaló Ana. —De acuerdo, pero no mucho porque yo no vine solamente a fumar—. Norma, tomó el blunt cuya medida es de 14 centímetros de largo, lo acercó a su cara, abrió la boca para sacar su lengua, y con esta lo recorrió de una manera sugestiva de arriba hacia abajo, para finalmente posarlo sobre sus sensuales y un poco gruesos labios. —¡Vas! — alcanzó a decirme mientras tosía el humo violentamente. Magistralmente tomé el blunt y lo fumé con clase. Después de 5 rondas, el blunt se había terminado.
Exactamente y sin mentirte, treinta minutos después de que se había consumido el blunt, Norma dijo —¡Pino!, esa es la señal—y repentinamente tomó de la cabeza a Ana y la empezó a besar desbordante de lujuria. Yo, que estaba divagando en mi mente sobre un problema teórico, repentinamente viré la cabeza para extasiarme visualmente con tremenda escena salida desde mi más idílica fantasía sexual. Norma, volteó a verme y dijo —¡Domínenme!—. Acto seguido, en la bolsa de Ana busqué unos candados de manos que guardé en mi pantalón, me puse de pie, tomé a Norma por las presillas del pantalón y en un abrir y cerrar de ojos, la sometí como policía a delincuente. La inmovilicé. Comencé a desgarra su blusa y Ana quitó su pantalón, el cual quedaba ajustado dadas sus piernas visualmente ejercitadas y sus nalgas muy bien proporcionadas y levantadas. Finalmente, le quité su sostén de encaje blanco que tenía broche por enfrente. Unos tremendos senos se desbordaron en mi cara, el sostén era 34D. Como un lechón recién nacido, comencé a atragantarme con las suaves y grandes tetas de Norma mientras Ana estimulaba su erecto y terso clítoris.
—¡Muévete!, Ana. Déjame esposar a esta perra.— Tomé a Norma de su cabello alborotado y la guié con fuerza para que se levantara de la cama. Cuando estábamos de pie, rodee su frágil y largo cuello con mi tosco y un poco musculoso brazo derecho, mientras con mi mano izquierda tapaba su boca y nariz. —¡Mira lo que tenemos aquí!, una pequeña corderita ha venido a la cueva del lobo a jugar, pero al lobo le gusta jugar con sus presas de una manera cruel y despiadada. ¡Ah! Y no olvides a mi esclava la zorra, ella, es más dócil, sutil, amable si quieres, pero tiene las mismas malas y agresivas prácticas que yo, pero solamente si le doy permiso. Ahora las dos, están bajo mi completa voluntad.— Le dije al oído con tono osado y sensual mientras Ana me quitaba el cinturón. Quité mi mano izquierda de su cara. —¡Por favor!, no me hagas nada, sólo pasaba por aquí sin…— decía con tono desesperado cuando la abofetee. —¿Quién te ha dado permiso de hablar? Si vuelves a dar voz a tus pensamientos, tendré que callarte con algo más que una cachetada.— Dije con voz de autoridad. Norma bajó su cabeza, la tomé del cabello y se la levanté por la fuerza. —¿Entiendes?—, pregunté. —Si—, en cuanto Norma lo dijo, Ana le pegó con mi cinturón en sus nalgas. —Te dijo que no hablaras, sólo asiente con la cabeza—, le corrigió Ana a Norma, quien solo dio un leve movimiento a su cabeza mientras yo la esposaba.
—¡Dame la cadena y el collar, Ana!, vamos a amarrar a esta perra desobediente—, le ordené, mientras aventaba a Norma a la cama. Ana, coloco el collar con la cadena en el cuello de norma, el otro extremo de la cadena me lo dio. Norma estaba acostada boca abajo, enrollé la cadena en mi mano izquierda y levante su cabeza. —Ana, sácate la verga y pónsela en la boca. Cuidado con no abrir la boca, Norma, porque te la tendré que abrir por la fuerza y eso, a tus costillas no les gustará. Por cierto, si muerdes, será lo último que hagan tus dientes.— Ana, que aún estaba vestida, como por arte de magia se quitó toda su ropa en menos de 20 segundos mientras yo metía los dedos anular e índice en la estrecha pero mojada concha de Norma. Ana tenía una verga de 18 centímetros, estaba completamente erecta y lista para ser devorada por la boca de Norma. Como una aspiradora, Norma se metió a la boca la verga completa de Ana. Acto seguido, desabotoné mi pantalón, solté la cadena de norma y me puse frente a Ana. Cuando bajé mi pantalón, mi verga, aún más grande que la de Ana, se posó frente a la nariz de ella. Comencé a abofetearla con mi verga erecta y venosa, hasta que finalmente la metió en su boca de forma desesperada. Mientras me la estaba chupando, tapaba sus fosas nasales para impedirle respirar.
Después de cinco minutos de unas buenas mamadas, jalé con la cadena a Norma hacia el sillón. —Ana, ¡Sígueme!—, le ordené. Me senté en el sillón. —Norma, acércate y ponme esa deliciosa panocha en mi boca. Quiero chupártela— Negó con su cabeza. —Ana— dije de forma perspicaz y esta la volvió a abofetear, ahora con más fuerza. —¡Muévete!, maldita puta barata.—. Resignada, Norma abrió sus piernas ante mí y comencé a lamer su deliciosa y afeitada vagina. Unos gemidos de placer, se empezaron a crear en sus cuerdas bucales. —Ana, ponme un condón de sabor con tu boca y chúpamela. ¡De prisa!— Mi voz sonó como si trajera un dulce en la boca, y así era. En menos de quince segundos, Ana ya me la estaba chupando. Esa mujer, aparte de ser una diosa de las mamadas, tiene iniciativa propia, pues mientras me la estaba chupando, sacó un vibrador y comenzó a estimular el culo de Norma, lo suficiente para dilatarlo y que entrara su verga.
Siete minutos después y dos orgasmos por parte de Norma, quien por cierto es squirter , la aparté de mí. —Ana, ponte un condón, Norma, siéntate en mí que te voy a meter la verga—. —¡No!, por favor, no lo hagas, nunca nadie me lo ha hecho, no quiero que seas tú quien lo haga— exclamó llorando, si , llorando, es muy buena actriz. —¿Qué te dije sobre hablar?— le pregunté de manera molesta, —Pero, no te preocupes, no sólo seré yo, Ana, quién ahí viene, también te la va a meter, pero no por el mismo agujero— solté una carcajada que emulaba ser maléfica. —No, es que…— Apenas Norma comenzaba a volver a hablar cuando Ana le tapó la boca con una pañoleta. —Pensé que no se callaría nunca... — Dijo Ana con tono sarcástico. Así que, estaba yo ya recostado en el sillón y jalé a Norma con la cadena para inclinarla hacia a mí y que su culo quedara completamente expuesto. Un gemido de dolor y placer salió de entre la pañoleta, Ana ya se la había metido por el culo. Poco a poco, comencé a penetrarla, aunque, a decir verdad, mi verga resbalaba dentro de ella como si le hubiera vertido la botella entera de lubricante. Una vez adentro, podía sentir su estrecha vagina y el pene de Ana del otro lado de la piel de Norma. Sujeté firmemente la cadena, Ana, jaló el cabello de Norma en señal de estar preparada. Al mismo tiempo, empezamos a cogérnosla con agresividad y sin cuartel… sólo bastaron 2 minutos para que Norma comenzara a convulsionarse de placer. Ana, quitó las esposas y la pañoleta de Norma. —¡CÓGANME!— gritó Norma. Efusivamente comenzamos de nuevo a penetrarla y al cabo de 20 segundos sus piernas comenzaron a temblar, sus manos que estaban apoyadas en mí me apretaba con gran fuerza, sus gemidos comenzaban a elevar el volumen, casi eran gritos también. —¡Ahórcame, por favor, Edgar!—. Comencé a hacerlo, un poco suave al principio, pero aumentando la fuerza de agarre gradualmente, hasta que casi la asfixiaba. En un momento, un gran chorro de fluido vaginal, se expulsó desde el cuerpo de Norma. Sus manos y piernas temblaban aún más, jadeaba como si hubiese corrido un maratón. Pude apreciar su rostro en el momento exacto en que llegaba al clímax del placer, una expresión que jamás olvidaré.
No le di tiempo de reponerse, le sacamos nuestros respectivos penes y la jalé de nuevo a la cama, ahora, acostada boca arriba. —Ana, ¡Ábrele las piernas y chúpasela! Ah, y ponte de a perro que ahora yo te voy a coger a ti—. La vista era excepcionalmente estimulante. Frente a mí, estaba una chica transexual con un culo como el de Nicky Minaj, dándole sexo oral a una mujer hermosa y sexy que recién había tenido tres orgasmos y se veía aun insaciable. Escupí sobre el culo de Ana y procedí a penetrarla. —¡Hagan un 69!—, les ordené. Norma cambió de posición y, cambié el collar de Norma a Ana. Una vez que mi verga había perforado el estrecho ano de Ana, comencé a penetrarla frenéticamente, al minuto dejó de hacerle sexo oral a Norma para empezar a gemir. Enrollé la cadena en mi mano y seguí cogiéndomela. Norma, se había levantado para besarme de la misma manera como había besado a Ana al principio. —Ahora cógeme a mí, te lo ruego, méteme tu verga, quiero sentirla de nuevo— dijo Norma con tono de súplica. Ana, quien había tenido un orgasmo prostático a mi causa, asintió con la cabeza. —De acuerdo. ¡Quítate!— Le dije imperativamente a Ana.
Recosté la parte superior del cuerpo de Norma en la cama, sus piernas quedaron tocando el piso. Un ángulo de 90°. Dejé un pie apoyado en el piso, con el otro pie, sostenía la cabeza de Norma pegada a la cama. Las ventajas de ser alto y flexible. Entonces, comencé a penetrarla despacio. Sus gemidos eran casi silenciados por el contacto de su cara con la cama. Ana, me estaba besando y comencé a masturbarla, aún con sus 18 centímetros de verga, quedaba pequeña en mi mano. Descubrí que Norma es multiorgásmica, en menos de 5 minutos, había eyaculado tres veces.
—¡PINO!— bramó Norma, mientras levantaba con esfuerzo la cabeza. Entonces, dejé de masturbar a Ana y se la saqué a Norma. —¿Estás bien?— Pregunté jadeante, ya estaba agitado. —Nunca había estado mejor, pero tengo una petición, ¿Podrían hacer que se las chupe a los dos? Cada uno en un lado y yo en medio.— Preguntó norma, mientras se sentaba en un lado seco de la cama y se quitaba el cabello de su sudoroso y aún hermoso rostro. Inmediatamente, me quité el condón, jalé hacia a mí su cabeza a modo de que mi verga quedara en su boca, y comenzó a chupármela. Con su mano Izquierda, comenzó a masturbar a Ana. Norma, se quitó de mí, tomó con cada mano un pene y se inclinó hacia nosotros. Ambos desaparecieron en su boca. Dentro de ella, sentí como su lengua jugueteaba con cada verga y podía sentir a Ana. Mientras ella se daba tremendo festín, comencé a chuparle las tetas a Ana, las tenía deliciosas, su talla es 34E. Maravillas del bisturí y las hormonas. —¿Les falta mucho para acabar?— Preguntó Norma de repente —Quiero que los dos se vengan en mi cara, al mismo tiempo, si se puede—. En ipso facto, Ana, que al parecer ya no podía contener más su eyaculación, llenó de leche el rostro de Norma. Tomé a una exhausta y flácida Ana por la cintura, la empine frente a mí y la apoye en la cama, ergo, comencé a penetrarla, aún más rápido que la última vez. Ana comenzó a gemir muy fuerte y la invadió otro orgasmo, cuando noté que el orgasmo había pasado dije —Norma, híncate ante mí—, se la saqué a Ana quien aún estaba extasiada de placer y se dejó caer en la cama. Me quité, de nuevo, el condón y Norma me la chupó durante medio minuto, justo antes de que yo eyaculara, Ana se acercó y Norma, de nuevo, la comenzó a masturbar, de nuevo esta tenía una erección.
—No pares— Dijo Ana, después de unos minutos. Entonces, yo que estaba a punto de terminar, aparte a Norma de mí y comencé a masturbarme frente a ella. —¡Ahhhh…!— salió de mí un gemido casi ahogado. Con diferencia de 3 segundos, había eyaculado primero yo en la cara de Norma, quién en cuanto lo notó, se metió mi verga a su boca para que terminara de eyacular en ella. Ana, en cambio, termino en las tetas.
Al día siguiente, amanecí con una perra en cada lado.
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