Hola! gracias como siempre! si sigo escribiendo es porque ustedes disfrutan conmigo jeje
continuamos
Rebeca se quitó lo último de su ropa interior: un sujetador rosado y unas bragas a juego, y las dejó cuidadosamente en el bote de la ropa sucia. Se aseguró de que las ventanas de su casa estuvieran completamente cerradas para que nadie la mirara pasearse desnuda, y luego fue a su estudio para concentrarse en el lienzo que estaba pintando. Le encantaba el arte, y manejar el pincel practicando el nudismo era una forma de sentirse libre, sin ataduras y sin los molestos y desconcertantes roces de la ropa.
Comenzó a dar rienda suelta a su imaginación. Una suave música de jazz sonaba en su estéreo. Ella se dejaba envolver por la melodía, abrazándome así misma y apretujando sus pechos. Se meció, como llevada por una brisa y cerró los ojos para esperar que la inspiración viniera a ella. Luego, cuando al fin captó cómo debería de proseguir con su cuadro, dio manos a la obra.
Era una buena manera de mantener sus pensamientos alejados de Adán. No sabía por qué, pero el escritor le había trastornado su mundo en cierta forma. Era como si ahora, ella ansiara estar con él, con sus piernas enredadas alrededor de su cuerpo fuerte y permitir que su polla rompiera las carnes dentro de su apretada vagina. La sensación quemándole en el interior la hizo estremecer y notó cómo su coño se caldeaba. Reprimió esos pensamientos y se concentró en el arte. Se repitió varias veces que necesitaba calmarse y olvidar a Adán. Rebeca no estaba lista para amar, ni siquiera para pensar en llevar una relación seria y… y pertenecer a alguien.
Se le oprimió el estómago. Si ella era del gusto de Adán; sin duda la querría sólo para él. Eso era algo que Rebeca no iba a permitir. Su cuerpo, su voluptuoso y frágil cuerpo, merecía ser compartido con la mayor cantidad de personas posibles. Esa era su razón de existir, su razón de ser quién era. Ella le pertenecía a varios hombres y a varias mujeres, y adoraba sentir sus fluidos llenándole y corriéndole por la boca. El sexo en grupo era lo mejor. En realidad, nadie se pertenecía entre sí.
Estaba reflexionando sobre esto cuando llamaron a su casa. No esperaba visitas. Se colocó una bata y fue a abrir. Antes miró por el ojo de buey de la puerta, y sus ojos se iluminaron como los de una niña. Abrió enseguida y se tiró a los brazos de la mujer que estaba al otro lado.
— ¡Diana!
— ¡Ah! ¡Rebeca! Cuánto me alegro de encontrarte. Perdona por no haber llamado antes de venir, pero queríamos darte una sorpresa.
Detrás de Diana venía otro hombre joven, con el cabello castaño y un rostro sumamente atractivo.
— ¡Iván! — Becca saltó a sus brazos y le rodeó el cuello. Le dejó un beso de pico en la boca y los invitó a pasar.
— Tienes una casa muy bonita, hermana — dijo Diana.
La presencia de su hermana mayor hizo que Becca dejara los pensamientos correspondientes a Adán. Se apresuró a ir a la cocina, sin importar que su bata estuviera abierta y mostrando toda su hermosa anatomía.
Su hermana y ella estaban muy acostumbradas a sus cuerpos desnudos. Volvió a la sala luego de preparar unas tazas de té helado y les dio una a cada uno. Diana era su hermana mayor, y era muy parecida a ella. Tenía el pelo rubio y lacio, corto hasta la altura de los hombros y un rostro en forma de corazón, con la piel muy blanca y los mismos ojos azules. Era alta, unos diez centímetros más que la propia Becca. Sus pechos estaban firmes como los de su hermana menor, aunque eran un poco más pequeños. Iván, por otra parte, era el primo de ambas, y su atractivo no pasaba desapercibido para ninguna de las dos mujeres. Siempre olía a esa clase de hombre refinado con la que todas quisieran acostarse; aunque en el fondo era un hombre algo tímido y callado.
— ¿Qué hacen aquí? Es decir…
— Estamos de vacaciones — explicó Iván —. Nos dieron unos días en el trabajo y pensamos en pasarlos contigo.
Diana frunció el cejo.
— Tú sólo viniste para ver a Rebeca.
— Bueno, es cierto.
Becca sonrió y cruzó las piernas. La bata mostraba la totalidad de sus hermosos senos, y a ella no le importaba en lo absoluto. Desde corta edad se conocían y eran más bien un trío de hermanos que otra cosa. Becca a menudo estaba sola, pero con ellos, se sentía de nuevo como una niña repleta de vida.
— ¿Cuántos días? Se me ocurre que podemos hacer un montón de cosas.
— Sobre todo si involucran una cama y cuerpos desnudos y sudorosos — sugirió Iván. Rebeca rió encantadoramente, pero Diana le fulminó con los ojos.
— Ay, Iván. Yo vine a hacer el amor con mi hermana durante varios días. No a permitir que también nos cojas a las dos.
El pecho de Rebeca dio un brinco de alegría. ¡Hacer el amor con su hermana! Vale. Becca no era lesbiana. Estaba segura de eso. Le encantaba el semen y las pollas, pero su relación con Diana trasgredía todo eso. Ambas llevaban casi toda su vida amándose, y más que sexo, era una conjunción de cuerpos y gemidos de alegría, risas y orgasmos que las transportaban a ambas en un ritual lleno de sudor y caricias.
—No importa. Siempre es bueno que Iván se nos una. Así tenemos a alguien a quien maltratar.
— ¡Es es cierto! — rió Diana y le dio un beso sonoro en la mejilla a Rebeca.
Diana adoraba a su hermana menor como a nadie en el mundo. Tener sexo con ella, hacerla llegar al orgasmo y beber las maravillosas squirt que ella derramaba era una forma de decirle lo mucho que la quería. Diana también era una squirter. De hecho, ella le había enseñado a Becca a serlo, y sólo a gracias de varias y varias horas de masturbación durante su adolescencia. Su relación iba más allá del placer lésbico y del morbo incestuoso.
— Te vez muy bien, Becca — dijo Diana, mirándola a los ojos —. ¿Has… estado bien?
— De maravilla — sonrió ella.
Iván carraspeó. No podía esperar el momento de ensartar el culo de sus primas.
— Bueno. Yo iré a comprar el almuerzo ¿les parece algo de comida tailandesa? Me pareció haber visto algo de eso por aquí.
— Ah, sí. Hay una tienda de comida a unas cuantas cuadras — le aseguró Rebeca.
Una vez las hermanas estuvieron solas, se entregaron a los abrazos y se quedaron muy juntas, inmóviles y recostadas en el sofá. Becca encima, sorbiendo el olor del dulce perfume de su hermana mientras esta le daba besitos en el blanco cuello y le acariciaba las pompas con total inocencia.
— Mi Rebequita hermosa. Te he echado tanto de menos. No nos hemos visto en un año.
— Lo sé. Lo sé. Han pasado algunas cosas que quisiera contarte.
— ¿Vamos a bañarnos y me las dices?
— Sí.
Rebeca preparó la tina y Diana se apresuró a quitarse la ropa. Sus tetas blancas brincaron cuando se quitó la blusa. Luego, la falda y la tanga. Finalmente se metió con Rebeca a la misma agua, y empezaron a lanzarse agua como si fueran todavía unas niñas inocentes.
—¿Bueno, dime qué es lo que te está molestando? —le preguntó Diana a Rebeca mientras le daba tiernas mordidas a sus pezones rosados. Lo hacía despacio y de tal forma de que no fuera tan placentero como para nublar el relato de su hermana.
—Ese sobre esas orgías en las que te he contado que participo.
Diana frunció las cejas. No le gustaba mucho lo forma en la que Rebeca entregaba su cuerpo a otras personas, pero tampoco estaba allí para criticarla.
—Creo que uno de los chicos se enamoró de mi. Es decir, nosotros teníamos sexo con todas las otras personas, pero él... Siento que me hace amor y que no se está ciñendo a las reglas del swinger. Me hace... Sentir que le pertenezco.
—Entonces, deja de coger con el —Diana empezó a succionar las rosadas puntas de las tetas de Rebeca y las tanteaba con su lengua. Le gustaba ver las venas verdes y azules que le asomaban por debajo de la piel.
Rebeca gimió. No era especialmente sensible en los pechos, pero con su hermana mayor comiendo de ellos, el placer era sumamente embriagador.
—Pero bueno —dijo Rebeca. —Mejor dejemos eso para después. Ahora dime qué es lo que ha sucedido con tu vida.
—Claro. —Diana se recargo en la bañera y se apretó los pechos. Sus pezones, que ya están duros entraron en la boca de su hermana menor. Ella se los mordió suavemente e hizo un movimiento de succión para tratar de sacarles algo de leche. Claro que esto sería imposible. Pero Rebeca era una fetichista de la lactancia. Una vez había cogido con una prostituta que tenía un bebé y se había quedado prendida de sus tetas.
Diana le contó algunas cosas de de su trabajo y de cómo iba su relación con Iván. Era su primo, pero de vez en cuando iban a bailar o a la playa. Iván había estado casado pero se había divorciado después de que su esposa le fuera infiel... Y como no le había dejado participar en un trío con el amante, decidió que no tenía nada que hacer con una mujer como ella.
Después de que ambas se lamieran los pechos, Iván entro al baño. Ya estaba desnudo porque había intuido que las hermana estaban dándose amor. Sin embargo una mirada seca de Diana termino por hacerlo sonrojar y se salió ,todavía con la polla parada. A Rebeca le encantaba ese pene. Media sus buenos veinte centímetros y sus huevos colgaban lampiños en su saco. Además, producía una cantidad atroz de esperma dulce y muy líquido, perfecto para beber.
Tras secarse mutuamente , las hermanas salieron desnudas del baño y fueron al comedor. Iván estaba allí tratando de manejar el dvd para poner una película que había rentado para la ocasión. Rebeca le ayudó mientras Diana ponía los platos y servía las porciones.
—Tontito, tienes que apretar este botón ,— le dijo Rebeca.
—Ah. Torpe de mí. Bueno, vamos a comer mientras vemos algo bueno.
Los tres estaban desnudos y sin pudor. No era la primera vez que practicaban nudismo. Se sentaron en el sofá, con Rebeca en medio, que se recostó sobre ellos. Así pues ella empezó a jugar con la polla de Iván mientras Diana le estaba acariciando las piernas.
La verga de Iván no tardo en levantarse y su prima se la metió en la boca para lamer el glande, claro sin despegar la mirada de la televisión. Le masajeaba los huevos y les daba besitos para poder tenerlos a punto cuando quisieran eyacular.
Diana se estaba excitando. El sonido de succión de su hermana menor era muy dulce y la chica comía la pija con mucha determinación.
En un momento subió sus dedos y los enterró en la vagina de Rebeca. Esta no pudo más.
—Vamos a la cama.
Y así los tres subieron las escaleras y se tiraron al colchón.
Diana estaba debajo de su hermana. Rebeca le lamía las tetas y las juntaba para dejar sobre ellas un trozo de saliva y después de las frotaba para hacerla sentir cómo se resbalaban. Después mordía sus puntas. Detrás de ellas, Iván se empezó masturbar y cuando tuvo la polla lista, separó las piernas de Diana y le deslizó el pene en su interior. Estaba caliente y resbaloso. Empezó a bombear dentro de ella con más calma mientras se daba un taco de ojo con el culito de su prima menor. Su espalda estaba mojándose de sudor a medida que estaba lamiendo.
Iván saco la polla y después, separando las piernas de su prima menor, le hundió la pija entre las nalgas. Rebeca estaba más apretada que la otra y también mojaba más. Un liquido dulce y blanco salió con su polla cuando la sacó y después volvió a meterla con más rotundidad. Le dolió a Rebeca cuando sintió la polla llegar hasta lo más hondo de su ser y luego el placer cuando al sacarla le roso el clítoris.
Así durante un rato, mientras las nenas intercambiaban saliva en sus besos y jugaban con sus lenguas, el se la paso metiendo su polla en una y después en la otra. Así las dos chicas compartían sus jugos y eso era lo que más le gustaba a las dos.
Rebeca estaba feliz al tener la saliva de Diana dentro de su boca. Amaba a su hermana cómo su amante. Desde niñas habían aprendido que solo se tenían la una para la otra. Cuando su horrible padre, que las torturaba de tal forma que la casa se volvía un infierno para ellas, sólo su amor las había mantenido a flote.
El padre, a menudo, para saciar su hambre sexual, obligaba a las dos pequeñas a interactuar entre sí. Las dos se morían de miedo, pero habían descubierto que estaban juntas en ello, que aunque el gordo cuerpo de la hombre les lastimara, las caricias entre ellas eran auténticas y una señal de que de verdad de podían amar.
Cuando Diana dio voz a sus miedos y denuncio los abusos de su padre, las dos chicas fueron salvadas y remitidas a una casa hogar, donde, en medio de las lágrimas de los dolorosos recuerdos, comprendieron que tocarse y amarse entre ellas era una cura para sus dolencias, y la relación de había mantenido desde entonces.
Rebeca se acostó en la cama y su hermana sobre ella para hacer un 69. Ella empezó a comerle el coño con rapidez mientras que Iván se preparada para penetrar a Diana. Lo hizo despacio con ayuda de su primita pues Beca le ayudó manteniendo abiertos los labios de ella y dirigiendo el glande.
Diana se volvió loca con esa presión de su vagina con la polla dentro, al mismo tiempo que su amada hermana le recogía los jugos del clítoris y me mordía la vulva empapada. Jugaba también con la entrada de su ano, sacando y metiendo un dedito hasta la primera falange. Rebeca se sintió a gusto al ver su lengua resbalar por el coño de Diana y también poco el calor que sentía su dedo dentro del recto de la otra.
Iván no perdía detalle de lo que estaba viendo. Las nalgas de Diana tenían forma de corazón, y entre éstas, la cabeza rubia de Rebeca estaba metida y trabajaba felizmente mientras le comía el coño. Sacó su pija de Diana y la otra prima se la llevó a la boca para lamerle todos los juegos embarrados en ella. A continuación, le pasaba la lengua por los huevos, embarrándolos con tanta saliva que se volvían resbalosos y dulces. Iván continuó con las penetraciones, cada vez más de prisa. Fue a por un condón y se lo colocó rápidamente. Rebeca comprendió lo que su primo quería hacer, así que sonrió y le abrió las nalgas a Diana.
— ¿Me vas a dar por el culo? — preguntó ella.
— Claro que sí, putita — dijo Iván, provocando una sonrisa en la cara de las dos chicas.
Rebeca se salió del 69 y dejó que su hermana mayor se colocara de perrito. Le lanzó saliva en el ano y con cuidado miró cómo la verga se perdía dentro de ese pequeño y estrecho agujero. Besó las pompas de la mujer y también le acarició el fuerte vientre a su primo. Se levantó para besarlo en los labios, jugar con su lengua y después se puso de perrito también, al lado de su hermana. Iván sonrió al tener dos culos para él. Mientras que penetraba a su prima Diana con su verga, sus dedos lo hacían en el estrecho agujerito de Rebeca. Le fue difícil saber cuál estaba más rico de las dos.
Las dos hermanas, mientras tanto, se estaban besando con un cariño fraternal. Rebeca sacó su rosada lengua y dejó que Diana la succionara con mucha lentitud. Le gustaba sentirlo; le encantaba hacerlo porque significaba estar completamente unida a ella y se sentía muy feliz. Además, los dedos largos de su primo estaban haciendo un trabajo estupendo.
Diana lanzó un gemido y se enderezó, pero sin dejar la posición de perrita. Cerró los ojos y su cuerpo entero se movió en un vaivén continuo gracias a las embestidas del hombre. Le quemaba el recto, pero se sentía absolutamente bien.
— Hermana. Acomódate aquí — le pidió a Rebeca, y ella así lo hizo, colocándose frente a su hermana con la espalda apoyada en la cabecera y las piernas abiertas. Diana se enfrascó enseguida con su coño, penetrándola con tres de sus largos dedos. Rebeca se empezó a tantear las tetas y a apretarse los pezones. Su hermana la dedeó más rápido, y más rápido hasta que sólo le quedó dar un gritito delicioso y luego, ¡magia! El squirt se hizo presente. Pequeños chorritos de jugo salieron de su vagina. Mojaron la cara de Diana y también las sábanas. La hermana mayor se excitó tanto, que las embestidas en su recto se hicieron más fuertes y entonces dejó una abundante descarga de jugos que le corrieron por las piernas. Iván tampoco aguantó mucho más.
— Me corro — avisó.
Las hermanas se pusieron como dos sirvientas arrodilladas ante él. Le quitaron el condón y abrieron las bocas. Las descargas de esperma caliente le cayeron primero a Rebeca, que bebió enseguida. El resto le fue a Diana. Jugó con el glande un rato. Bebió toda la lechita y luego, las dos hermanas se acostaron, abrazadas muy amorosas y cercanas, para jugar e intercambiar el semen con sus besos prendidos de cariño.
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Aww la hermana siempre allí para ayudar en los momentos que más se necesitan ajjaj gracias por leerme, no olviden dejarme su opinión en los comentarios y es un gustazo estar con ustedes cada semana! si tienen alguna pregunta sobre los personajes, pueden dejarla. saludos!
continuamos
Rebeca se quitó lo último de su ropa interior: un sujetador rosado y unas bragas a juego, y las dejó cuidadosamente en el bote de la ropa sucia. Se aseguró de que las ventanas de su casa estuvieran completamente cerradas para que nadie la mirara pasearse desnuda, y luego fue a su estudio para concentrarse en el lienzo que estaba pintando. Le encantaba el arte, y manejar el pincel practicando el nudismo era una forma de sentirse libre, sin ataduras y sin los molestos y desconcertantes roces de la ropa.
Comenzó a dar rienda suelta a su imaginación. Una suave música de jazz sonaba en su estéreo. Ella se dejaba envolver por la melodía, abrazándome así misma y apretujando sus pechos. Se meció, como llevada por una brisa y cerró los ojos para esperar que la inspiración viniera a ella. Luego, cuando al fin captó cómo debería de proseguir con su cuadro, dio manos a la obra.
Era una buena manera de mantener sus pensamientos alejados de Adán. No sabía por qué, pero el escritor le había trastornado su mundo en cierta forma. Era como si ahora, ella ansiara estar con él, con sus piernas enredadas alrededor de su cuerpo fuerte y permitir que su polla rompiera las carnes dentro de su apretada vagina. La sensación quemándole en el interior la hizo estremecer y notó cómo su coño se caldeaba. Reprimió esos pensamientos y se concentró en el arte. Se repitió varias veces que necesitaba calmarse y olvidar a Adán. Rebeca no estaba lista para amar, ni siquiera para pensar en llevar una relación seria y… y pertenecer a alguien.
Se le oprimió el estómago. Si ella era del gusto de Adán; sin duda la querría sólo para él. Eso era algo que Rebeca no iba a permitir. Su cuerpo, su voluptuoso y frágil cuerpo, merecía ser compartido con la mayor cantidad de personas posibles. Esa era su razón de existir, su razón de ser quién era. Ella le pertenecía a varios hombres y a varias mujeres, y adoraba sentir sus fluidos llenándole y corriéndole por la boca. El sexo en grupo era lo mejor. En realidad, nadie se pertenecía entre sí.
Estaba reflexionando sobre esto cuando llamaron a su casa. No esperaba visitas. Se colocó una bata y fue a abrir. Antes miró por el ojo de buey de la puerta, y sus ojos se iluminaron como los de una niña. Abrió enseguida y se tiró a los brazos de la mujer que estaba al otro lado.
— ¡Diana!
— ¡Ah! ¡Rebeca! Cuánto me alegro de encontrarte. Perdona por no haber llamado antes de venir, pero queríamos darte una sorpresa.
Detrás de Diana venía otro hombre joven, con el cabello castaño y un rostro sumamente atractivo.
— ¡Iván! — Becca saltó a sus brazos y le rodeó el cuello. Le dejó un beso de pico en la boca y los invitó a pasar.
— Tienes una casa muy bonita, hermana — dijo Diana.
La presencia de su hermana mayor hizo que Becca dejara los pensamientos correspondientes a Adán. Se apresuró a ir a la cocina, sin importar que su bata estuviera abierta y mostrando toda su hermosa anatomía.
Su hermana y ella estaban muy acostumbradas a sus cuerpos desnudos. Volvió a la sala luego de preparar unas tazas de té helado y les dio una a cada uno. Diana era su hermana mayor, y era muy parecida a ella. Tenía el pelo rubio y lacio, corto hasta la altura de los hombros y un rostro en forma de corazón, con la piel muy blanca y los mismos ojos azules. Era alta, unos diez centímetros más que la propia Becca. Sus pechos estaban firmes como los de su hermana menor, aunque eran un poco más pequeños. Iván, por otra parte, era el primo de ambas, y su atractivo no pasaba desapercibido para ninguna de las dos mujeres. Siempre olía a esa clase de hombre refinado con la que todas quisieran acostarse; aunque en el fondo era un hombre algo tímido y callado.
— ¿Qué hacen aquí? Es decir…
— Estamos de vacaciones — explicó Iván —. Nos dieron unos días en el trabajo y pensamos en pasarlos contigo.
Diana frunció el cejo.
— Tú sólo viniste para ver a Rebeca.
— Bueno, es cierto.
Becca sonrió y cruzó las piernas. La bata mostraba la totalidad de sus hermosos senos, y a ella no le importaba en lo absoluto. Desde corta edad se conocían y eran más bien un trío de hermanos que otra cosa. Becca a menudo estaba sola, pero con ellos, se sentía de nuevo como una niña repleta de vida.
— ¿Cuántos días? Se me ocurre que podemos hacer un montón de cosas.
— Sobre todo si involucran una cama y cuerpos desnudos y sudorosos — sugirió Iván. Rebeca rió encantadoramente, pero Diana le fulminó con los ojos.
— Ay, Iván. Yo vine a hacer el amor con mi hermana durante varios días. No a permitir que también nos cojas a las dos.
El pecho de Rebeca dio un brinco de alegría. ¡Hacer el amor con su hermana! Vale. Becca no era lesbiana. Estaba segura de eso. Le encantaba el semen y las pollas, pero su relación con Diana trasgredía todo eso. Ambas llevaban casi toda su vida amándose, y más que sexo, era una conjunción de cuerpos y gemidos de alegría, risas y orgasmos que las transportaban a ambas en un ritual lleno de sudor y caricias.
—No importa. Siempre es bueno que Iván se nos una. Así tenemos a alguien a quien maltratar.
— ¡Es es cierto! — rió Diana y le dio un beso sonoro en la mejilla a Rebeca.
Diana adoraba a su hermana menor como a nadie en el mundo. Tener sexo con ella, hacerla llegar al orgasmo y beber las maravillosas squirt que ella derramaba era una forma de decirle lo mucho que la quería. Diana también era una squirter. De hecho, ella le había enseñado a Becca a serlo, y sólo a gracias de varias y varias horas de masturbación durante su adolescencia. Su relación iba más allá del placer lésbico y del morbo incestuoso.
— Te vez muy bien, Becca — dijo Diana, mirándola a los ojos —. ¿Has… estado bien?
— De maravilla — sonrió ella.
Iván carraspeó. No podía esperar el momento de ensartar el culo de sus primas.
— Bueno. Yo iré a comprar el almuerzo ¿les parece algo de comida tailandesa? Me pareció haber visto algo de eso por aquí.
— Ah, sí. Hay una tienda de comida a unas cuantas cuadras — le aseguró Rebeca.
Una vez las hermanas estuvieron solas, se entregaron a los abrazos y se quedaron muy juntas, inmóviles y recostadas en el sofá. Becca encima, sorbiendo el olor del dulce perfume de su hermana mientras esta le daba besitos en el blanco cuello y le acariciaba las pompas con total inocencia.
— Mi Rebequita hermosa. Te he echado tanto de menos. No nos hemos visto en un año.
— Lo sé. Lo sé. Han pasado algunas cosas que quisiera contarte.
— ¿Vamos a bañarnos y me las dices?
— Sí.
Rebeca preparó la tina y Diana se apresuró a quitarse la ropa. Sus tetas blancas brincaron cuando se quitó la blusa. Luego, la falda y la tanga. Finalmente se metió con Rebeca a la misma agua, y empezaron a lanzarse agua como si fueran todavía unas niñas inocentes.
—¿Bueno, dime qué es lo que te está molestando? —le preguntó Diana a Rebeca mientras le daba tiernas mordidas a sus pezones rosados. Lo hacía despacio y de tal forma de que no fuera tan placentero como para nublar el relato de su hermana.
—Ese sobre esas orgías en las que te he contado que participo.
Diana frunció las cejas. No le gustaba mucho lo forma en la que Rebeca entregaba su cuerpo a otras personas, pero tampoco estaba allí para criticarla.
—Creo que uno de los chicos se enamoró de mi. Es decir, nosotros teníamos sexo con todas las otras personas, pero él... Siento que me hace amor y que no se está ciñendo a las reglas del swinger. Me hace... Sentir que le pertenezco.
—Entonces, deja de coger con el —Diana empezó a succionar las rosadas puntas de las tetas de Rebeca y las tanteaba con su lengua. Le gustaba ver las venas verdes y azules que le asomaban por debajo de la piel.
Rebeca gimió. No era especialmente sensible en los pechos, pero con su hermana mayor comiendo de ellos, el placer era sumamente embriagador.
—Pero bueno —dijo Rebeca. —Mejor dejemos eso para después. Ahora dime qué es lo que ha sucedido con tu vida.
—Claro. —Diana se recargo en la bañera y se apretó los pechos. Sus pezones, que ya están duros entraron en la boca de su hermana menor. Ella se los mordió suavemente e hizo un movimiento de succión para tratar de sacarles algo de leche. Claro que esto sería imposible. Pero Rebeca era una fetichista de la lactancia. Una vez había cogido con una prostituta que tenía un bebé y se había quedado prendida de sus tetas.
Diana le contó algunas cosas de de su trabajo y de cómo iba su relación con Iván. Era su primo, pero de vez en cuando iban a bailar o a la playa. Iván había estado casado pero se había divorciado después de que su esposa le fuera infiel... Y como no le había dejado participar en un trío con el amante, decidió que no tenía nada que hacer con una mujer como ella.
Después de que ambas se lamieran los pechos, Iván entro al baño. Ya estaba desnudo porque había intuido que las hermana estaban dándose amor. Sin embargo una mirada seca de Diana termino por hacerlo sonrojar y se salió ,todavía con la polla parada. A Rebeca le encantaba ese pene. Media sus buenos veinte centímetros y sus huevos colgaban lampiños en su saco. Además, producía una cantidad atroz de esperma dulce y muy líquido, perfecto para beber.
Tras secarse mutuamente , las hermanas salieron desnudas del baño y fueron al comedor. Iván estaba allí tratando de manejar el dvd para poner una película que había rentado para la ocasión. Rebeca le ayudó mientras Diana ponía los platos y servía las porciones.
—Tontito, tienes que apretar este botón ,— le dijo Rebeca.
—Ah. Torpe de mí. Bueno, vamos a comer mientras vemos algo bueno.
Los tres estaban desnudos y sin pudor. No era la primera vez que practicaban nudismo. Se sentaron en el sofá, con Rebeca en medio, que se recostó sobre ellos. Así pues ella empezó a jugar con la polla de Iván mientras Diana le estaba acariciando las piernas.
La verga de Iván no tardo en levantarse y su prima se la metió en la boca para lamer el glande, claro sin despegar la mirada de la televisión. Le masajeaba los huevos y les daba besitos para poder tenerlos a punto cuando quisieran eyacular.
Diana se estaba excitando. El sonido de succión de su hermana menor era muy dulce y la chica comía la pija con mucha determinación.
En un momento subió sus dedos y los enterró en la vagina de Rebeca. Esta no pudo más.
—Vamos a la cama.
Y así los tres subieron las escaleras y se tiraron al colchón.
Diana estaba debajo de su hermana. Rebeca le lamía las tetas y las juntaba para dejar sobre ellas un trozo de saliva y después de las frotaba para hacerla sentir cómo se resbalaban. Después mordía sus puntas. Detrás de ellas, Iván se empezó masturbar y cuando tuvo la polla lista, separó las piernas de Diana y le deslizó el pene en su interior. Estaba caliente y resbaloso. Empezó a bombear dentro de ella con más calma mientras se daba un taco de ojo con el culito de su prima menor. Su espalda estaba mojándose de sudor a medida que estaba lamiendo.
Iván saco la polla y después, separando las piernas de su prima menor, le hundió la pija entre las nalgas. Rebeca estaba más apretada que la otra y también mojaba más. Un liquido dulce y blanco salió con su polla cuando la sacó y después volvió a meterla con más rotundidad. Le dolió a Rebeca cuando sintió la polla llegar hasta lo más hondo de su ser y luego el placer cuando al sacarla le roso el clítoris.
Así durante un rato, mientras las nenas intercambiaban saliva en sus besos y jugaban con sus lenguas, el se la paso metiendo su polla en una y después en la otra. Así las dos chicas compartían sus jugos y eso era lo que más le gustaba a las dos.
Rebeca estaba feliz al tener la saliva de Diana dentro de su boca. Amaba a su hermana cómo su amante. Desde niñas habían aprendido que solo se tenían la una para la otra. Cuando su horrible padre, que las torturaba de tal forma que la casa se volvía un infierno para ellas, sólo su amor las había mantenido a flote.
El padre, a menudo, para saciar su hambre sexual, obligaba a las dos pequeñas a interactuar entre sí. Las dos se morían de miedo, pero habían descubierto que estaban juntas en ello, que aunque el gordo cuerpo de la hombre les lastimara, las caricias entre ellas eran auténticas y una señal de que de verdad de podían amar.
Cuando Diana dio voz a sus miedos y denuncio los abusos de su padre, las dos chicas fueron salvadas y remitidas a una casa hogar, donde, en medio de las lágrimas de los dolorosos recuerdos, comprendieron que tocarse y amarse entre ellas era una cura para sus dolencias, y la relación de había mantenido desde entonces.
Rebeca se acostó en la cama y su hermana sobre ella para hacer un 69. Ella empezó a comerle el coño con rapidez mientras que Iván se preparada para penetrar a Diana. Lo hizo despacio con ayuda de su primita pues Beca le ayudó manteniendo abiertos los labios de ella y dirigiendo el glande.
Diana se volvió loca con esa presión de su vagina con la polla dentro, al mismo tiempo que su amada hermana le recogía los jugos del clítoris y me mordía la vulva empapada. Jugaba también con la entrada de su ano, sacando y metiendo un dedito hasta la primera falange. Rebeca se sintió a gusto al ver su lengua resbalar por el coño de Diana y también poco el calor que sentía su dedo dentro del recto de la otra.
Iván no perdía detalle de lo que estaba viendo. Las nalgas de Diana tenían forma de corazón, y entre éstas, la cabeza rubia de Rebeca estaba metida y trabajaba felizmente mientras le comía el coño. Sacó su pija de Diana y la otra prima se la llevó a la boca para lamerle todos los juegos embarrados en ella. A continuación, le pasaba la lengua por los huevos, embarrándolos con tanta saliva que se volvían resbalosos y dulces. Iván continuó con las penetraciones, cada vez más de prisa. Fue a por un condón y se lo colocó rápidamente. Rebeca comprendió lo que su primo quería hacer, así que sonrió y le abrió las nalgas a Diana.
— ¿Me vas a dar por el culo? — preguntó ella.
— Claro que sí, putita — dijo Iván, provocando una sonrisa en la cara de las dos chicas.
Rebeca se salió del 69 y dejó que su hermana mayor se colocara de perrito. Le lanzó saliva en el ano y con cuidado miró cómo la verga se perdía dentro de ese pequeño y estrecho agujero. Besó las pompas de la mujer y también le acarició el fuerte vientre a su primo. Se levantó para besarlo en los labios, jugar con su lengua y después se puso de perrito también, al lado de su hermana. Iván sonrió al tener dos culos para él. Mientras que penetraba a su prima Diana con su verga, sus dedos lo hacían en el estrecho agujerito de Rebeca. Le fue difícil saber cuál estaba más rico de las dos.
Las dos hermanas, mientras tanto, se estaban besando con un cariño fraternal. Rebeca sacó su rosada lengua y dejó que Diana la succionara con mucha lentitud. Le gustaba sentirlo; le encantaba hacerlo porque significaba estar completamente unida a ella y se sentía muy feliz. Además, los dedos largos de su primo estaban haciendo un trabajo estupendo.
Diana lanzó un gemido y se enderezó, pero sin dejar la posición de perrita. Cerró los ojos y su cuerpo entero se movió en un vaivén continuo gracias a las embestidas del hombre. Le quemaba el recto, pero se sentía absolutamente bien.
— Hermana. Acomódate aquí — le pidió a Rebeca, y ella así lo hizo, colocándose frente a su hermana con la espalda apoyada en la cabecera y las piernas abiertas. Diana se enfrascó enseguida con su coño, penetrándola con tres de sus largos dedos. Rebeca se empezó a tantear las tetas y a apretarse los pezones. Su hermana la dedeó más rápido, y más rápido hasta que sólo le quedó dar un gritito delicioso y luego, ¡magia! El squirt se hizo presente. Pequeños chorritos de jugo salieron de su vagina. Mojaron la cara de Diana y también las sábanas. La hermana mayor se excitó tanto, que las embestidas en su recto se hicieron más fuertes y entonces dejó una abundante descarga de jugos que le corrieron por las piernas. Iván tampoco aguantó mucho más.
— Me corro — avisó.
Las hermanas se pusieron como dos sirvientas arrodilladas ante él. Le quitaron el condón y abrieron las bocas. Las descargas de esperma caliente le cayeron primero a Rebeca, que bebió enseguida. El resto le fue a Diana. Jugó con el glande un rato. Bebió toda la lechita y luego, las dos hermanas se acostaron, abrazadas muy amorosas y cercanas, para jugar e intercambiar el semen con sus besos prendidos de cariño.
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Aww la hermana siempre allí para ayudar en los momentos que más se necesitan ajjaj gracias por leerme, no olviden dejarme su opinión en los comentarios y es un gustazo estar con ustedes cada semana! si tienen alguna pregunta sobre los personajes, pueden dejarla. saludos!
5 comentarios - Tiernas delicias cap 8
excelente relato