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OLFATO (relato del libro "Porno de entrecasa")

Me había quedado solo. Sofía se tuvo que ir a trabajar temprano, y no regresaría hasta la tarde. Por suerte, los sábados no trabajo y aprovecho para quedarme haciendo fiaca durante casi toda la mañana. Además, la noche del viernes había sido muy movida, salimos, bebimos bastante, y al llegar a casa nos pegamos una revolcada ardiente, producto de la calentura que juntamos en esa fiesta a la que fuimos. Fue en lo de Juan, que por suerte nos queda a unas pocas cuadras. La casa es amplia, de dos plantas, y con una terraza que cubre toda la superficie del terreno. No sé cuanta gente había, pero los que conocíamos eran una minoría.

Nos la pasamos casi todo el tiempo en la terraza, pues la noche no dio respiro con el calor, como en todo el mes. Enero está insoportable en Buenos Aires, pero, por suerte para los que la padecemos, fiestas como éstas nos inyectan ese disfrute que hace que valga la pena.

Todo lo que había para tomar era un brebaje que estaba riquísimo y bien frío, en unas poncheras enormes de las cuales te tenías que servir con cucharones. No pude descifrar que era, tampoco pregunté en un principio, pero la graduación alcohólica era tan elevada como la temperatura. Al tercer trago ya te había pegado, y el cuerpo entraba en una sensación tan extraña como placentera, además había unas flores para fumar que contagiaban de dulzura el paladar a cada pitada, dejando una espesa nube perfumada en todo el lugar. La mayoría de la gente vestía ropas flojas, bermudas, musculosas, camisas frescas; digamos que nadie en su sano juicio podía ponerse demasiado encima, el calor no permitía mas que lo mínimo, y así todo el sudor hacia brillar las caras y las pieles bajo el tenue reflejo de las escasas luces.

Previendo esto, me vestí lo mas liviano posible, con una bermuda, alpargatas y una guayabera suelta. Sofía me preguntó qué se ponía. Le dije que hiciera lo mismo, que fuera lo más cómoda posible. Entró a la habitación. Cuando salió y la vi, no me imaginé que la suma de frescura y comodidad daban como resultado sensualidad asegurada. Se puso una remera color verde oscuro, con la espalda completamente descubierta, con breteles, suelta, que se cernía en su cintura con un puño ancho, y un cuello que caía en forma de escote dejando ver el comienzo y la separación de sus pequeñas pero formidables tetas, las cuales sin corpiño se acompasaban en el movimiento de la tela a cada paso, combinándola con una minifalda negra ajustadísima que dejaba claramente en evidencia que debajo llevaba una tanga diminuta, dibujada en relieve sobre la extraordinaria redondez de ese culo del cual me enamoré la primera vez que lo vi.

-¿Estoy bien así?- me pregunto mostrándome con un medio giro la espalda, y agregando – No sé que ponerme en los pies.
-Quedate tranquila que vestida así podes ir con botines de fútbol embarrados y nadie se va a dar cuenta –le dije mientras me acerque para tocarle suavemente el culo y darle un beso.
Y no me equivoqué. No hubo tipo que no le mirara la desnudez de su espalda, por consiguiente la pronunciada curva que le nacía abajo. Casi no nos separamos en toda la noche, pero en cuanto lo hacíamos, los desconocidos la abordaban como piratas hambrientos a un crucero de turistas. No soy celoso, pero esto me hacia un ruido, no malo, es mas, el ver eso me daba algo de morbo excitante, sabiéndome seguro de que estaba conmigo.

Me calentaba ver como le miraban el culo, algunos disimuladamente, otros casi con obscenidad deseosa, pero sin zarparse. La fiesta era de lo más amena, además estaba lleno de hermosuras ligeras de ropas, a las cuales yo también miraba con avidez. Esa bebida indescifrable no hacía más que encender los ojos, las charlas y hasta los deseos, y por curiosidad fui a preguntarle a Juan qué era. Empecé a sospechar que no se trataba solamente de alcohol. Y acerté. Juan me reveló en confianza que era un trago a base de Pisco y azúcar impalpable, y que el ingrediente mágico era unas dosis de LSD. Ahí comprendí el incendio en las miradas, y lo relajado de las situaciones. Igualmente me pidió que no le cuente a nadie, ya que posiblemente los que no están acostumbrados o familiarizados con esta droga podrían entrar en pánico solamente por saberlo, y les pegaría mal. Y era verdad, así estaba todo más que bien, y tampoco era una dosis alarmante, sino la justa para lograr ese estado de tranquilidad eufórica que no hacia otra cosa que armonizar una velada perfecta.

Al contarle a Sofía, se empezó a reír entendiendo las sensaciones que nos corrían en el cuerpo. Las cosa comenzaban a tener sentido. Ese brillo en nuestras miradas y en las demás era un secreto que poseíamos casi como ventaja, y empezamos a disfrutarlo sabiéndonos embarcados en ese mambo. Nos dejamos llevar por las sensaciones. Nos acariciábamos sin darnos cuenta, dejando que nuestras manos lean la piel del otro, los besos eran una marea eléctrica de lenguas, y cada roce era un conector más de esa energía singular que nos atrapaba. Sentí que se me empezaba a parar, y el endurecimiento que chocaba sobre la tela se intensificaba, la erección no parecía mía, y en mi cabeza se aparecieron todos los ojos que habían desnudado a mi mujer en esa fiesta. Le conté esas imágenes y se empezó a reír, su cara se iluminó, cambió.
Su cuerpo surfeaba pegado al mío con un ritmo que nos unía. No pude evitar agarrarle el culo y apretarla mas, sentir que desde debajo de su pollera un calor radiante atraía mis manos y las miradas como insectos a la luz, no podía distinguir si la humedad que sentía al tacto era sudor por calor, si eran mis palmas, o si eran sus jugos. La besaba desesperadamente, la acariciaba con fuerza, sentía que latíamos al mismo tiempo, al ritmo de un viaje calmo y placentero, pero arrasado de pasión y calentura.

Le dije al oído lo que me pasó al verla observada, esa mezcla de celo y lujuria, y se me endureció mas. Se dió cuenta y me la tocó por sobre el pantalón, mirándome con intensidad, la misma con la que me la apretaba. Éramos todo un cuerpo vibrante. Bajé la mirada y le vi las tetas, con suavidad me incliné y se las besé, dejándoselas afuera del escote de la remera, y me apreté a ellas. Pude sentir sus pezones en mi pecho que se incrustaban como clavos, duros. Deje caer de mi boca un poco de saliva y se los apreté con los dedos índice y pulgar de mi mano derecha, la izquierda a esta altura estaba jugueteando con el borde de la tanga que se le perdía entre las nalgas. No sé si nos estaban mirando, tampoco importaba, aunque definitivamente en mí esas miradas hacia Sofía habían generado algo que no podía explicar.

Estábamos contra una tapia que daba a la escalera. La tenía apoyada, atrapada entre la espada y la pared, aunque en esta circunstancia el arma no tuviera filo, pero sí la rigidez hecha de carne. El acto era descarado, ella respondía abriendo levemente las piernas y dejándome sentir el ardor incendiario de su vagina, frotándose animada, desbordando de placer.
La bebida, las frotadas, la excitación, trajeron acarreadas necesidades fisiológicas difíciles de aguantar.

Sentí ganas de mear y le dije que necesitaba ir con urgencia al baño. Se despegó de mí, y acomodándose con sensualidad las ropas y el cabello, me intimidó de un vistazo. Con cara de deseo y lujuria se despachó con una frase premonitoria:
-Si me dejas así de caliente acá arriba, cuando venís me están cogiendo, y te aseguro que no estoy para negarme a nada- me dijo risueña, sexy, y me puse a mil.
-¿Y vos querés que te deje? –le dije, provocándola, a lo que ella respondió que eso dependía de las ganas que yo tuviera de verla cogiendo con otros.

No se si fue la respuesta, si fue el plural o qué mierda, pero no pude evitar besarla y apoyarla con desenfreno, haciéndole sentir que me explotaba. Le dije que me acompañe al baño, imperativamente.
-Vamos que te las quiero dar ya, pero andá caminando adelante mío así voy disfrutando de ver ese culote y como te lo desean – y se lo toqué palmeándoselo para que arranque la marcha escaleras abajo.
Se ve que la idea le gustó. Lo movía con tanta fluidez que la pollera se le levantaba y lo mostraba casi es su totalidad, dejando al descubierto la tanga comida desde los labios inferiores.
Los tipos que se daban cuenta no lo podían creer, y casi se golpeaban por mirar. Verlos así de desesperados me hizo hervir en ganas de cogerla, no podía soportar más. Llegamos al baño y por suerte estaba libre. Entramos y faltó poco para derribar la puerta. Sin dejar pasar un minuto más le baje la pollera con brutalidad, con toda la intención de ponérsela toda, con hambre de su cuerpo.
-Esperá, déjame que me muero por sentirla así de dura en la boca- y ni me dio tiempo a responder que ya me la estaba chupando a sacudida limpia. Atiné a trabar la puerta, pero estábamos tan calientes que si entraba alguien no nos iba a importar demasiado.

Me la chupó de tal manera que tuve que esforzarme para no llenarle la boca. En el estado en que estábamos, y viéndola así, arrodillada, mamándome tan sacada, me llevaba a lugares nunca visitados en mi mente. La imaginaba chupando otras pijas desconocidas, totalmente hembra, ardientemente mujer, en busca de la mutua satisfacción, tan brutalmente caliente que el tiempo se detuvo en esa eternidad de azulejos y lavatorios, que se movían al ritmo de nuestro amor atropellado, de nuestro descarado afán carnal.

-Ahora si, ponemela que estoy recaliente, ¡ponemela ya!- me ordenó y no podía hacer otra cosa.
Apoyó las manos en la pared, arqueándose hacia atrás y dejándome ese espectáculo servido para el crimen.
-¡Así que te calienta que me miren, guacho!- me gritaba entre gemidos y puteadas-¡Menos mal que me trajiste al baño, porque sino de verdad que me dejaba coger por todos, te lo juro!- alcancé a escuchar cuando su concha empezó a vibrar en clara señal de orgasmo, generando en mi lo mismo, acabando como un animal, a los gritos los dos, solamente camuflados por la música que sonaba afuera. Acabamos prácticamente a la vez, jadeando y recuperando el aire y el ritmo cardíaco que se había montado sobre un caballo de un millón de pulsaciones. Quedamos así un rato, y empezamos a cagarnos de risa pensando en todos los que habrían escuchado el alboroto orgiástico desde afuera. Juntamos un poco de coraje, apilamos la vergüenza en nuestras espaldas y salimos. Para nuestro asombro parecía que nadie había notado nuestro garche desenfrenado.

Así como salimos, fuimos a buscar a Juan para saludarlo y nos fuimos a casa. Ya era tarde y Sofía tenía que ir a trabajar temprano. Estábamos en un estado volátil, producto del sexo y los consumos. Igualmente en casa siguió el agite, y la pobre casi no durmió. Seguíamos en excitación total y nos echamos un par de polvos más que necesarios.

Quedé completamente abatido. Cuando desperté, Sofía ya no estaba, se había bañado y ni siquiera la escuché cuando salió. Fui al baño y vi su ropa en el suelo. Sentado en el inodoro una catarata de imágenes se me vinieron, su ropa me retrotrajo a cómo me había puesto verla tan observada en la fiesta.

Un deseo irrefrenable me llevó a inclinarme y agarrar la tanga que llevaba puesta. Casi como reflejo me la lleve a la nariz y la olí profundamente, ese olor a usado, a su sexo y al exquisito sabor que me encanta saborear, entraron en mí compulsivamente. Esa mezcla de sudor apasionado y feromona salvaje, me llevó a pasear nuevamente por los paisajes ardientes de la noche anterior, y sin darme cuenta me encontré agarrándome la pija, que se había puesto dura, masturbándome con la sugestiva sensación de los olores, comprendiendo, tal vez por el resabio de la pócima y la satisfacción del auto placer, la gran sabiduría natural de los animales, que reconocen sus pertenencias y eligen sus parteneres sexuales por el invulnerable e incorruptible sentido del olfato…

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6 comentarios - OLFATO (relato del libro "Porno de entrecasa")

ElGalletita
Como me gustaría ayudarte a hacerle una orgía a esa Putita divina
Pervberto +1
Una maravilla de desenfreno literario y exquisita técnica narrativa.
horrotika
Gracias, comentarios así motivan a seguir escribiendo historias, saludos
Lobo-Nocturno +2
Muy bueno el relato, pero lo que resalto en él, es la forma de escribir que tienes, muy descriptiva y amplia en vocabulario, muy bien cuidado. Es el primero que leo y seguro leeré todos los que has publicado, me interesa tu opinión en cuanto al que e subido yo. Por lo pronto te mande mis 10 puntitos respectivos.
horrotika +2
Gracias Lobo-Nocturno por las apreciaciones, son muy bienvenidas. Me gusta que haya gente que se fije en esas cosas, por suerte, unas cuantas. Desde ya te digo que paso por tus post, y dejare la opinión que me generen, saludos!!
juan226
Tremendo relato....Casi casi que sentí el aroma de esa tanga usada....