Las personas y los hechos relatados son ficticios, cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia, pásense por la parte uno que no tiene desperdicio.
Habían pasado 2 semanas desde aquella tarde y yo me encontraba laburando normalmente. Mi compañero no había mostrado sospechas de saber lo que sucedió ese día y eso me tranquilizaba. Lo único que me dijo al otro día era que su esposa (Emilce) le dijo de invitarme a cenar en algún momento como forma de agradecimiento por todo lo que hice por ella ese día (si supiera todo lo que le hice) y quedamos en arreglar para un sábado pero como a él lo habían llevado a otra obra momentáneamente no se pudo concretar la fecha.
A la hora en la que me toca cocinar, como a las 11, me llega un mensaje por whatsapp de un número que no tenía agendado pero que conocía muy bien la foto de perfil. Solo decía "Hola"; era Emilce. Rápidamente le contesté y empezamos a charlar. Me dijo que mi número lo había sacado del teléfono del marido mientras éste dormía y que esperaba no molestarme, "para nada" le dije. La charla siguió diciéndome lo que habían hecho ese día, que habían ido al cine y luego a un telo pero que no había quedado muy satisfecha, que necesitaba verme para repetirlo pero que no quería quedar como una desesperada. Le dije que dentro de poco tendría que tomarme un día para hacer unos trámites y que si ella quería podíamos encontrarnos para "tomar un café". Como su marido estaría trabajando y sus hijos en la escuela podíamos tomarnos un par de horas.
Quedamos en encontrarnos el martes siguiente, a la una en el café que queda en la esquina de Rivadavia y Congreso.
Hago un paréntesis para describir a Emilce, en el anterior relato obvié ese tema y pido disculpas. Ella es bajita 1,55 a lo sumo, de adelante no tiene mucho pecho, seguramente por haber amamantado a 3 hijos pero tiene una cola hermosa, paradita y firme como ninguna, se imaginarán como le quedaba esa pollera negra y la cola less roja de encaje que se había puesto aquella vez. Ojos verdes, de cabello castaño claro y una boquita que me había dejado con la duda de qué tan bien la podría usar, en unos momentos lo estaría comprobando. Unas piernas de infarto, un abdomen con apenas un poquito de pancita.
Ella llegó vestida normal, con un jean y una remera blanca con detalles de encaje. Sin mucho maquillaje y con un perfume que me hizo pensar que así debían oler los ángeles. Nos saludamos como amigos, nos sentamos y yo tomé un café y ella un jugo de naranja, sabíamos que eso era solo una formalidad y apuramos el asunto para ir directamente a lo que habíamos ido. Cabe aclarar que desde que empezamos a hablar por whatsapp hasta que nos encontramos pasaron 4 días, los que estuvieron llenos de charlas calientes, intercambios de fotos y llamadas que culminaban con ambos acabando. Así que para ése momento ya ambos estábamos más que anhelantes de lo que iba a pasar.
Nos dirigimos caminando a un telo bastante discreto y limpio por lo que se veía. Pedimos un turno de dos horas y nos dieron la llave.
Lo primero que hicimos al entrar fue comernos la boca. Mis manos fueron directo a su cola mientras que mi lengua jugaba con la suya, saboreando su saliva, recorriendo cada lugar de su boca y mordiendo apenas sus labios. Ella hacía lo propio, me tocaba el bulto por encima del pantalón, me mordía cuando podía y cuando dejábamos de besarnos se prendía a mi cuello, lo mordía también, lo besaba y lo lamía. La dí vuelta, nos seguimos besando, mis manos ahora fueron a sus tetas, se metieron por debajo de su remera y sortearon su corpiño, ahora sentía sus pezones duros y los apretaba para hacerla gemir de a ratos. Mi verga hacía presión tratando de llegar a su cola pese a las telas que se interponían.
No aguanté más y me la saqué del pantalón, al parecer ella entendió el mensaje. Se arrodilló y la tomó con una mano, empezó a pajearme lento mientras le daba lamidas y besitos a mi glande mirándome a los ojos, todo era demasiado erótico. Yo acariciaba su pelo, su cuello, su cara. Se corrió un mechón de pelo de la cara y empezó a chuparla con fuerza, metía todo lo que podía y la sacaba entera para lamerla y volverla a meter. Pude comprobar que sabía usar esa boquita... Y muy bien de hecho.
Pasamos a la cama al ratito, ella se sacó el jean, la remera y el corpiño, la tanga que había llevado yo misma la elegí; era una negra muy chiquita, también de encaje y que apenas le cubría la conchita, yo también me desnudé, me tiré boca arriba y le dije que pusiera su concha en mi cara. Quería probar los jugos de mi amante una vez más. Corrí la tela y lamí todo, desde la entrada de su cola hasta la punta de su clítoris, metí mi lengua para cojerla con ella por esa rica concha. Ella al sentir eso lamía y se la tragaba con más ganas. Cada tanto dejaba escapar un gemido pero no dejaba de chupar. Mis manos abrían su cola y al estar todo tan húmedo no pude evitar empezar a jugar con mis dedos en la entrada de su cola, primero solo haciendo presión para dilatar y luego metiendo la primera falange del índice. Ella seguía gimiendo. Ahora la penetraba por ambos lados, con la lengua por la concha y con mi dedo por la cola haciéndola acabar repetidas veces.
Cuando ya tenía en su cola dos dedos bien adentro y mi lengua seguía explorando su concha ella misma me pidió que se la metiera. Que la quería toda adentro, que no le importaba por dónde pero que quería sentirla. Le dije que se subiera encima y la metiera por donde más quisiera. Sin esperar se la clavó en su concha, estando frente a mí la besé para hacerle probar sus jugos. Mis manos volvieron a su cola y la abría para meterle mi dedos de nuevo.
-Me estás matando! No puedo más!
Decía segundos antes de un orgasmo que la dejó tumbada encima mío y respirando agitada. La hice acostarse y subí sus piernas a mis hombros.
-Ahora me toca a mí
Le dije al volver a metérsela. Cojiéndola fuerte, sin pausa y lo más profundo que se pudiera. Ella entre gemidos me decía que su marido ni por asomo la cojía así. Que hace rato venía buscando a alguien que la hiciera disfrutar del sexo. Yo le dije que estaría cada vez que ella quisiera y que cuando fuera a su casa me la iba a cojer en la cama en la que dormía con su marido.
- Sí! Quiero hacer eso, que él se duerma y nosotros lo hagamos al lado de él!
Me decía casi gritando.
+Así me gusta! Y durante toda la noche te voy a meter mano sin que él me vea, quiero hacerte mojar toda la tanga.
-Haceme lo que quieras!
+Eso mismo planeo hacerte.
La saqué y la dí vuelta, para ponerla en 4, su concha estaba goteando, con gotitas de flujo que corrían por sus muslos y algunas bajando hasta llegar a las sábanas, su tanga ya no daba abasto para contener tanto flujo. Su cola se veía dilatada aún, como pidiendo que entrara.
+Querés por acá?
Le dije al apoyar mi glande en la entrada de su ano.
-Pensé que nunca me lo ibas a pedir.
Dijo empinando más su cola y abriéndose los cachetes con las manos. Volví a apoyar la punta y la fui metiendo de a poco, costaba entrar pero se podía. Al tenerla toda adentro ella acabó rn un gemido que de seguro lo habrá escuchado hasta la recepcionista.
Con movimientos lentos pero firmes la empecé a culear, sacándola casi toda y volviendo a hundirla, no nos quedaba mucho tiempo nuevamente y debía aprovechar. Cuando su cola ya había cedido totalmente comencé q cojerla con fuerza. Ella apretaba las sábanas y gemía sin parar, pidiendo leche, que le llenara la cola. Y a mi me faltaba poco para dársela. Tres estocadas más y ya mi leche salió llenando toda su cola, se la metí entera y con fuerza al acabar. Quería que se fuera a su casa con mi lechita adentro.
Al sacarla había quedado bien dilatada, me apresuré a agarrar mi teléfono y sacarle una foto. Y otra de mi leche saliendo de ahí.
Con 30 minutos antes de que se cumpliera el tiempo pagado nos dimos una ducha rápida en la que se la volví a meter en la cola y llenársela nuevamente. Nos vestimos y salimos a la calle, ella me dijo que el sábado me esperaba en su casa, que llevara algo para tomar ya que ella iba a cocinar y el postre me lo daría al dormirse su marido.
La acompañé a la entrada del subte y antes de que se fuera le dí un piquito rápido.
Fin.
Habían pasado 2 semanas desde aquella tarde y yo me encontraba laburando normalmente. Mi compañero no había mostrado sospechas de saber lo que sucedió ese día y eso me tranquilizaba. Lo único que me dijo al otro día era que su esposa (Emilce) le dijo de invitarme a cenar en algún momento como forma de agradecimiento por todo lo que hice por ella ese día (si supiera todo lo que le hice) y quedamos en arreglar para un sábado pero como a él lo habían llevado a otra obra momentáneamente no se pudo concretar la fecha.
A la hora en la que me toca cocinar, como a las 11, me llega un mensaje por whatsapp de un número que no tenía agendado pero que conocía muy bien la foto de perfil. Solo decía "Hola"; era Emilce. Rápidamente le contesté y empezamos a charlar. Me dijo que mi número lo había sacado del teléfono del marido mientras éste dormía y que esperaba no molestarme, "para nada" le dije. La charla siguió diciéndome lo que habían hecho ese día, que habían ido al cine y luego a un telo pero que no había quedado muy satisfecha, que necesitaba verme para repetirlo pero que no quería quedar como una desesperada. Le dije que dentro de poco tendría que tomarme un día para hacer unos trámites y que si ella quería podíamos encontrarnos para "tomar un café". Como su marido estaría trabajando y sus hijos en la escuela podíamos tomarnos un par de horas.
Quedamos en encontrarnos el martes siguiente, a la una en el café que queda en la esquina de Rivadavia y Congreso.
Hago un paréntesis para describir a Emilce, en el anterior relato obvié ese tema y pido disculpas. Ella es bajita 1,55 a lo sumo, de adelante no tiene mucho pecho, seguramente por haber amamantado a 3 hijos pero tiene una cola hermosa, paradita y firme como ninguna, se imaginarán como le quedaba esa pollera negra y la cola less roja de encaje que se había puesto aquella vez. Ojos verdes, de cabello castaño claro y una boquita que me había dejado con la duda de qué tan bien la podría usar, en unos momentos lo estaría comprobando. Unas piernas de infarto, un abdomen con apenas un poquito de pancita.
Ella llegó vestida normal, con un jean y una remera blanca con detalles de encaje. Sin mucho maquillaje y con un perfume que me hizo pensar que así debían oler los ángeles. Nos saludamos como amigos, nos sentamos y yo tomé un café y ella un jugo de naranja, sabíamos que eso era solo una formalidad y apuramos el asunto para ir directamente a lo que habíamos ido. Cabe aclarar que desde que empezamos a hablar por whatsapp hasta que nos encontramos pasaron 4 días, los que estuvieron llenos de charlas calientes, intercambios de fotos y llamadas que culminaban con ambos acabando. Así que para ése momento ya ambos estábamos más que anhelantes de lo que iba a pasar.
Nos dirigimos caminando a un telo bastante discreto y limpio por lo que se veía. Pedimos un turno de dos horas y nos dieron la llave.
Lo primero que hicimos al entrar fue comernos la boca. Mis manos fueron directo a su cola mientras que mi lengua jugaba con la suya, saboreando su saliva, recorriendo cada lugar de su boca y mordiendo apenas sus labios. Ella hacía lo propio, me tocaba el bulto por encima del pantalón, me mordía cuando podía y cuando dejábamos de besarnos se prendía a mi cuello, lo mordía también, lo besaba y lo lamía. La dí vuelta, nos seguimos besando, mis manos ahora fueron a sus tetas, se metieron por debajo de su remera y sortearon su corpiño, ahora sentía sus pezones duros y los apretaba para hacerla gemir de a ratos. Mi verga hacía presión tratando de llegar a su cola pese a las telas que se interponían.
No aguanté más y me la saqué del pantalón, al parecer ella entendió el mensaje. Se arrodilló y la tomó con una mano, empezó a pajearme lento mientras le daba lamidas y besitos a mi glande mirándome a los ojos, todo era demasiado erótico. Yo acariciaba su pelo, su cuello, su cara. Se corrió un mechón de pelo de la cara y empezó a chuparla con fuerza, metía todo lo que podía y la sacaba entera para lamerla y volverla a meter. Pude comprobar que sabía usar esa boquita... Y muy bien de hecho.
Pasamos a la cama al ratito, ella se sacó el jean, la remera y el corpiño, la tanga que había llevado yo misma la elegí; era una negra muy chiquita, también de encaje y que apenas le cubría la conchita, yo también me desnudé, me tiré boca arriba y le dije que pusiera su concha en mi cara. Quería probar los jugos de mi amante una vez más. Corrí la tela y lamí todo, desde la entrada de su cola hasta la punta de su clítoris, metí mi lengua para cojerla con ella por esa rica concha. Ella al sentir eso lamía y se la tragaba con más ganas. Cada tanto dejaba escapar un gemido pero no dejaba de chupar. Mis manos abrían su cola y al estar todo tan húmedo no pude evitar empezar a jugar con mis dedos en la entrada de su cola, primero solo haciendo presión para dilatar y luego metiendo la primera falange del índice. Ella seguía gimiendo. Ahora la penetraba por ambos lados, con la lengua por la concha y con mi dedo por la cola haciéndola acabar repetidas veces.
Cuando ya tenía en su cola dos dedos bien adentro y mi lengua seguía explorando su concha ella misma me pidió que se la metiera. Que la quería toda adentro, que no le importaba por dónde pero que quería sentirla. Le dije que se subiera encima y la metiera por donde más quisiera. Sin esperar se la clavó en su concha, estando frente a mí la besé para hacerle probar sus jugos. Mis manos volvieron a su cola y la abría para meterle mi dedos de nuevo.
-Me estás matando! No puedo más!
Decía segundos antes de un orgasmo que la dejó tumbada encima mío y respirando agitada. La hice acostarse y subí sus piernas a mis hombros.
-Ahora me toca a mí
Le dije al volver a metérsela. Cojiéndola fuerte, sin pausa y lo más profundo que se pudiera. Ella entre gemidos me decía que su marido ni por asomo la cojía así. Que hace rato venía buscando a alguien que la hiciera disfrutar del sexo. Yo le dije que estaría cada vez que ella quisiera y que cuando fuera a su casa me la iba a cojer en la cama en la que dormía con su marido.
- Sí! Quiero hacer eso, que él se duerma y nosotros lo hagamos al lado de él!
Me decía casi gritando.
+Así me gusta! Y durante toda la noche te voy a meter mano sin que él me vea, quiero hacerte mojar toda la tanga.
-Haceme lo que quieras!
+Eso mismo planeo hacerte.
La saqué y la dí vuelta, para ponerla en 4, su concha estaba goteando, con gotitas de flujo que corrían por sus muslos y algunas bajando hasta llegar a las sábanas, su tanga ya no daba abasto para contener tanto flujo. Su cola se veía dilatada aún, como pidiendo que entrara.
+Querés por acá?
Le dije al apoyar mi glande en la entrada de su ano.
-Pensé que nunca me lo ibas a pedir.
Dijo empinando más su cola y abriéndose los cachetes con las manos. Volví a apoyar la punta y la fui metiendo de a poco, costaba entrar pero se podía. Al tenerla toda adentro ella acabó rn un gemido que de seguro lo habrá escuchado hasta la recepcionista.
Con movimientos lentos pero firmes la empecé a culear, sacándola casi toda y volviendo a hundirla, no nos quedaba mucho tiempo nuevamente y debía aprovechar. Cuando su cola ya había cedido totalmente comencé q cojerla con fuerza. Ella apretaba las sábanas y gemía sin parar, pidiendo leche, que le llenara la cola. Y a mi me faltaba poco para dársela. Tres estocadas más y ya mi leche salió llenando toda su cola, se la metí entera y con fuerza al acabar. Quería que se fuera a su casa con mi lechita adentro.
Al sacarla había quedado bien dilatada, me apresuré a agarrar mi teléfono y sacarle una foto. Y otra de mi leche saliendo de ahí.
Con 30 minutos antes de que se cumpliera el tiempo pagado nos dimos una ducha rápida en la que se la volví a meter en la cola y llenársela nuevamente. Nos vestimos y salimos a la calle, ella me dijo que el sábado me esperaba en su casa, que llevara algo para tomar ya que ella iba a cocinar y el postre me lo daría al dormirse su marido.
La acompañé a la entrada del subte y antes de que se fuera le dí un piquito rápido.
Fin.
4 comentarios - La mujer de mi compañero, parte 2