Después de haber compartido mis últimas experiencias, deben de estar esperando que les cuente lo que pasó durante mis vacaciones. Espero no decepcionarlos, pero no pasó absolutamente nada, por lo menos nada que merezca la pena contarse.
Debo ser franca y admitir que la pasé muy bien con mi marido, y no me refiero solo al aspecto vacacional, sino también al sexual.
Después de mucho, mucho tiempo, volví a tener verdaderos orgasmos con él, sin necesidad de fingirlos, recuperando esa libido que ya creía perdida, tanto es así que hacíamos el amor casi todas las noches y muchas mañanas también.
No teníamos tan buen sexo desde..., ya ni puedo recordar desde cuando, y aunque parezca increíble, por primera vez en años no se me antojaba estar con nadie más que no fuera con él.
Pero..., siempre hay un pero, ¿no?
Las vacaciones se acabaron, volvimos a casa y... No sé que será, si Buenos Aires, la rutina, el smog de la ciudad o una combinación de todo ello, pero a los pocos días de estar de vuelta en éstas callecitas porteñas, me entraron ganas de..., de..., bueno, de garcharme a medio mundo.
Como bien dijo Scarlett Johanson, la monogamia es aburrida, y yo ya me estaba aburriendo bastante.
Fue en ese momento que recibí el mensaje de Fernando y la propuesta de continuar esa "charla" que habíamos dejado interrumpida. Pero aún después de estar con los compañeros de mi marido, seguía caliente.
De lo que tenía ganas en realidad era de volver a garchar con Pablo.
Durante los últimos días de mis vacaciones había estado pensando bastante en él, sentía que le debía una explicación por haber desaparecido tan de repente luego de su fiesta de cumpleaños, la noche en que la enfiestada resulté ser yo.
Ya había decidido incluso hacerle una visita ni bien volviera a Buenos Aires, pero surgió lo del trío y el asunto se fue posponiendo cada vez más, hasta que un buen día me decidí. Ya no me aguantaba más. Estaba ansiosa, con ganas, caliente a más no poder. Necesitaba que Pablo me cogiera, sentirlo una vez más dentro de mí, pulsante, inquieto, lacerante.
Desde la noche de su cumpleaños que no lo veía, y de eso hacía ya casi tres meses. Demasiado tiempo como para estar alejada de alguien que supo cogerme tan bien. Por eso creía que ya era hora de un reencuentro. De volver a sentir su fuerza primal demoliéndome a combazos.
Como si fuera una adicta, mi cuerpo (mi concha) me pedía a gritos una nueva dosis de verga, de la verga de Pablo.
En vez de ir a la oficina, me bajo en la avenida San Juan, compro facturas en la panadería que está frente a su casa y cruzo la calle con toda mi ansiedad a flor de piel. No quiero mirar, pero me parece que voy salpicando el asfalto y la vereda con mis ganas.
Abro la puerta de calle con la llave
que él mismo me dió, taconeando el pasillo y los escalones para que me escuche llegar, pero todo es en vano. Nadie responde. Pablo no está en casa.
Me quedo a esperarlo sentada en la escalera, comiéndome un par de facturas, hasta que, frustrada y resignada, emprendo la retirada. Dejo la bolsa de la panadería al pie de su puerta y me voy, más caliente que cuando llegué.
Compro una botella de agua en la estación de servicio que está en la esquina y me voy hacia San Juan para tomar el subte, a retomar el viaje rumbo a mi trabajo. Estoy distraída, rebuscando en mi cartera la tarjeta SUBE cuando escucho que alguien me llama:
-¡¿Mariela?!-
Por un instante me ilusiono con que sea Pablo, pero me frustro de nuevo al darme la vuelta y encontrarme con un tipo cargando dos latas de pintura. Me resulta conocido, pero no logro sacar de dónde.
-Soy yo, Mario- me dice al ver que no lo reconozco.
-¿Mario?- le pregunto aún dudosa.
-Chuky- se corrige.
-¡Chuky!- exclamo sorprendida, y me acerco para darle un beso, pidiéndole disculpas por no haberlo reconocido antes.
No se lo digo, pero si hubiese estado desnudo y con la pija parada lo sacaba enseguida.
-¿Estás buscando a Pablo?- me pregunta.
-Acabo de pasar por su casa, pero no está- le comento.
-Tuvo que viajar de urgencia a Tucumán, no sé, algún lío de familia- me informa.
Conociendo a Pablo, intuyo que se debe tratar de un lío de polleras.
-¿Sabés cuando vuelve?- le consulto, esperanzada en que no se trate de una ausencia demasiado prolongada.
-Ni idea, es lo único que sé, que se fue a las apuradas, algo de último momento-
-¡Pucha! Justo que necesitaba verlo- me lamento, sintiendo como ese vacío en mi interior se hace cada vez más grande.
-Bueno, pero acá me tenés a mí, si hay algo en lo que pueda ayudarte, solo decímelo- me propone Chuky con una media sonrisa que no necesita traducción.
¿Se me notarían mucho las ganas que tenía de que me garchen?
-¿Me parece o te estás queriendo levantar a la mina de tu amigo?- le replico haciéndome la sorprendida.
-Mientras no se entere- se sonríe -Además está en Tucumán, ¿quién le va a contar?-
-Jaja, tenés razón, que se joda por irse, ¿no?- le digo celebrando su ocurrencia.
-Estoy parando por acá cerca, si querés podemos ir y no sé, tomar algo, ¿te parece?- me propone, ahora sí, jugándose todo al levante.
-A mí me parece bien, ¿pero no estás laburando?- le replico, en obvia alusión a las latas de pintura que está cargando.
-Sí, laburo en esa pinturería de ahí- me dice señalándomela con un gesto de la cabeza -Pero hago ésta entrega y estoy libre-
-¿Seguro?-
-Seguro-
-Mirá que no quiero que tengas problemas por mi culpa-
-Para nada, aunque por vos pongo la cabeza en la guillotina-
-¡Jajaja!- me río toda melosa -Gracias, pero no creo que haga falta llegar a tanto-
El lugar en dónde tiene que dejar la pintura es por ahí cerca, una ferretería que está en la esquina de Humberto Primo y Solís, así que lo acompaño y lo espero mientras hace la entrega. Cuando termina nos vamos directo al lugar en el que está viviendo, un hotel en la calle Salta. Un hotel para pasajeros y familias, según anuncia el letrero colocado a un costado de la puerta.
Entramos y subimos al primer piso. Su habitación es la segunda comenzando desde la escalera. Hay varias habitaciones más, todas con puertas y ventanas mirando al pasillo.
Dentro del cuarto me pregunta si quiero tomar algo.
-Lo que tengas- le contesto mirando el exiguo mobiliario, apenas una cama, que más bien parece un catre, una cómoda, un televisor de esos viejos que son como una caja, un par de sillas y un frigobar. De éste último saca un par de latas de cerveza y me convida una. La abro y bebo un sorbo mientras curioseo las fotos que están sobre la cómoda, junto a la tele. Los retratos muestran a una familia. Chuky con una mujer y dos niños.
-¿Sos casado?- le pregunto
sorprendida, ya que en aquel cuarto no alcanzo a notar nada que sugiera que viven otras personas aparte de él.
-Sí, pero no te preocupes que no se van a aparecer. Están en el Sur, en Trenque Lauquen, yo me vine hace unos meses a buscar laburo y poder traerlos mas adelante- me cuenta.
-Ah, mirá vos, y de paso te divertís garchando porteñas- le digo en tono recriminatorio.
-Jaja, no, lo de esa vez fue algo especial, Pablo me invitó a su cumpleaños, no sabía que iba a pasar lo que pasó, te juro que nunca había estado en algo así- me asegura en obvia referencia a la noche del Gangbang.
-Pero estuvo bueno, ¿no?- le digo en tono cómplice.
-¡Buenísimo!- coincide.
Bebe un largo sorbo de su cerveza y dejándola sobre la cómoda, se me acerca. Me pone una mano en la cintura, y con un tonito incitante, me pregunta:
-Y esa noche, ¿que te pareció lo mío? Digo, entre todos los demás-
-Fuiste por lejos el mejor, me encantó sobre todo la forma en que me chupaste la concha- le confío, tomando su otra mano y haciendo que me agarre con las dos.
-¿En serio lo decís?-
-Muy en serio, ¿o sino por qué te crees que estoy acá?-
Bebo un sorbo, y reteniéndolo en mi boca, le doy un largo y profundo beso, pasándole la cerveza para que él se la tome.
-¡Mmmhhh...! Así es mucho más rica- exclama bebiéndose hasta la última gota.
Volvemos a besarnos, esta vez sin cerveza de por medio, mordiéndonos los labios, chupándonos las lenguas. Rápido de manos, me agarra de la cola y me presiona contra su cuerpo, refregándose contra mí, haciéndome sentir la dureza que ya palpita debajo de su bragueta.
-Sentí como me pusiste, turra- me dice presionando aún más su entrepierna contra la mía.
Si le hiciera sentir como estoy yo se le derretirían los dedos.
-¿Así que te gustó como te chupé la concha?- me pregunta en un susurro.
-¡Me encantó!- asiento con una sonrisa cómplice.
-Es que tenés una concha muy rica- me asegura.
-¿Sabés que yo no me acuerdo si la tenías rica? Fueron muchas pijas ese día- le digo mientras le acaricio el pronunciado abultamiento que ya está formando su erección.
-Me parece que primero voy a tener que probarla- agrego mientras le voy desabrochando el cinturón, sintiendo en todo momento la indómita presión que ya pugna por estallar.
Le bajo el cierre de la bragueta y abriendo los pliegues del pantalón meto una mano por dentro del slip, atrapando en toda su magnificencia esa energía viva y palpitante que hasta me quema los dedos de tan caliente que está.
Lo miro a los ojos, le sonrío y sacándosela afuera se la sacudo fuerte, sintiendo como la tensión en las venas se hace aún más poderosa y marcada. Sin soltarla me pongo de cuclillas en el suelo y le doy una larga y lenta lamida, desde la base hasta la punta, provocándole un estremecimiento que me repercute en toda la lengua. Abro la boca, me la meto adentro y se la chupo con todas mis ganas.
Mi marido no es muy afecto al sexo oral, por lo que ya extrañaba tener una pija con la cual despuntar el vicio. Así que me doy el gusto, recuperando con la verga de Chuky el tiempo perdido durante las vacaciones.
Mientras se la sigo chupando, me acaricia los pechos por sobre la ropa, apretándomelos fuerte, como queriendo comprobar su consistencia.
-¡Que buenas gomas tenés, por favor- exclama fascinado.
-¿Me las querés coger?- le digo, pelándolas y ofreciéndoselas.
Se agacha un momento y me las chupa, mordiéndome con relativa violencia los pezones. Entonces se levanta, me pone la pija entre medio y apretando la una con la otra, me las coge con frenesí y entusiasmo, dejándome esa zona toda enrojecida de tanto refriegue.
Cuando me la saca, la pija se queda vibrando en el aire, dura y entumecida, con esa comba en el medio mucho mas pronunciada.
Sin sacarle la vista de encima, me levanto, me saco la pollera, la bombacha, y echándome en la cama, me abro de piernas, ofreciéndome toda mojada y ansiosa. Tengo la concha que me echa fuego de tan caliente que estoy.
-¡Vení, ahora chupame vos a mí!- le digo apenas en un susurro.
Ya completamente en bolas, Chuky viene hacia mí, se acomoda entre mis piernas y empieza a lamerme el tajo de arriba abajo, punteándome el clítoris cada vez que llega a esa zona tan activa de mi cuerpo. Gruño, jadeo, pataleo cuando mete la lengua y empieza a moverla como si fuera una pala, sorbiendo el juguito que me brota como un manantial de vida y placer.
-¡Ahhhhh..., siiiiiiiii..., chupame, mordeme, comeme toda...!- le pido entre roncos jadeos, agarrándome de los muslos y abriéndome más todavía.
Chuky abre bien la boca y la cierra sobre mi pulposa intimidad, succionando con fuerza todo lo que alcanza a retener entre sus labios. Luego me sopletea y siento como el placer me brota de a chorros, mojándole la cara con esa prístina efusión que salpica para todos lados. Eso era lo que más me había gustado del amigo de Pablo, su forma de chuparme la concha. Tenía una habilidad especial que ahora me ratificaba, y con creces, añadiéndole más y mejores variantes, ya que al no tener que compartirme, podía desplegar todo su arsenal lingüístico con absoluta comodidad. Sin prisas ni apuros.
Con la lengua describe unos firuletes increíbles, subiendo, bajando, alternando entre morder y chupar, succionando todo lo que está a su alcance. Parece que tuviera la lengua de KISS, por lo profundo que me llega, serpenteando por entre los pliegues de mi sexo, incidiendo con la puntita en esos lugares donde las sensaciones resultan más intensas.
Me deja la conchita en estado de gracia, con los labios latiéndome del gusto y el clítoris hinchado y enrojecido de tanta calentura.
-¡Por favor..., ponete el forro y cogeme!- le pido con la desesperación más intensa impregnando cada palabra.
Tanto o más necesitado que yo, Chuky viene hacia mí, se coloca entre mis piernas y me la mete con esa cadencia que me había conmocionado tanto en aquella noche no tan lejana.
Su forma de cogerme, ese ritmo entre firme y pausado que le imprime a cada penetración, su manera de mirarme a los ojos y de acariciarme mientras me bombea, todo ello había contribuido para que en pleno Gangbang se estableciera entre nosotros una conexión especial. Yo la había sentido y estoy segura que él también. Pablo era mi hombre, la razón de que me entregara a sus amigos como regalo de cumpleaños, pero Chuky era quién me había arrancado los mejores polvos. Y ahora lo tenía solo para mí, en exclusividad, sin tener que compartir mis agujeros con nadie más.
Al tenerlo adentro, grande, grueso, hinchado, siento que no me equivoco al estar ahí. Mientras dure la ausencia de Pablo, su amigo será un muy buen sustituto.
Arqueo la espalda y empujo la pelvis hacia adelante, para sentirlo aún más profundamente, moviéndome a su propio ritmo cuándo empieza a garcharme.
La comba que tiene en la mitad y que le otorga a su verga una agradable torcedura, se frota contra mi clítoris con cada mete y saca, provocándome unas sensaciones gloriosas. Con cada golpe me estremezco, deshaciéndome en espasmos cada vez más violentos.
-¡Dale cogeme..., dámela toda!- lo incito por debajo de su cuerpo.
Chuky arremete con todo, pero sin sacrificar esa prestancia que me había seducido tanto. Me mira a los ojos y me besa amorosamente mientras me coge, metiéndomela toda, tal como se lo reclamaba, rubricando cada penetración con un empujoncito final que me retumba hasta en el alma.
Me muevo con él, ondulando mis caderas al ritmo que me imprime desde arriba, cogiéndonos casi con amor, sintiendo fluir en nuestro interior el goce más intenso y supremo.
Los dos gemimos, jadeamos y suspiramos, tratando de canalizar de algún modo ese hervidero de sensaciones que nos envuelve y agita. Ahí es que nos echamos el primer polvo, y digo "echamos" porque acabamos juntos, estallando en una agonía mutua y compartida.
-¡Así..., sí..., mmmhhh..., que rico!- alcanzo a musitar mientras acaba en mi interior, dentro del forro, of course, aunque permitiéndome sentir esos latigazos que con su potencia parecen a punto casi de vencer la resistencia del látex.
-¡Que pedazo de hembra!- exclama Chuky mirándome embelesado, sin salirse todavía.
-¡Que pedazo de macho!- le replico aferrándolo de las nalgas y apretándolo aún más contra mi cuerpo, como si quisiera metérmelo más adentro todavía.
Nos recostamos, bien apretaditos, porque la cama es muy estrecha, y compartimos otra cerveza. Me habla de Trenque Lauquen, de su familia, de su esperanza de encontrar un trabajo mejor para traerlos lo antes posible.
-Y cuando estén acá, ¿vas a seguir garchándote porteñas?- le pregunto irónica.
-Vos sos la única porteña que me garché, así que si querés que sigamos..., garchando, por mí no hay problema- responde con una sonrisa sobradora.
-Por mí tampoco- le contesto con un beso.
Mientras nos besamos, lengua contra lengua, le agarro la pija y empiezo a meneársela. No tengo que hacer mucho para ponérsela dura de nuevo, con esa torsión que la hace aún más tentadora. Bajo besándole las tetillas, los omóplatos, el ombligo, enredando mi lengua con la recia pelambre que le cubre gran parte del vientre. Le pego una flor de lamida de arriba abajo, para volver a subir y comérmela hasta un poco más de la mitad. Le envuelvo los huevos con una mano y se la chupo bien fuerte mientras que con la otra mano empiezo a pajearme. En cuestión de segundos estamos los dos hirviendo de pasión. Le pongo un forrito y me le subo encima, montándolo, metiéndomela bien adentro, soltando un largo y profuso suspiro a medida que me va llenando. Le refriego las tetas por la cara y empiezo a cabalgar, subiendo y bajando con un ritmo fuerte e impetuoso, clavándome con todo en esa estaca dura y nervuda que me revienta el útero con cada golpe.
Tratando de participar más activamente, Chuky me agarra de la cola y empieza a impulsarse desde abajo, pero rápida de reflejos, le agarro las manos y poniéndoselas por encima de su cabeza, le hago notar que soy yo quién tiene el control de la cogida. Sin oponerse, el amigo de Pablo deja que me lo coja, disfrutando del incitante panorama que le ofrecen mis pechos rebotando de un lado a otro. Entonces me freno y le como la boca.
-¡Cogeme!- le digo soltándole las manos.
Me vuelve a agarrar de la cola y ahora sí, entra a darme con todo, haciéndome saltar a puro pijazo. Grito, puteo, pataleo, hasta que ya no puedo aguantar más, siento que se me va a reventar el vientre. Así que me retiro de un salto, y quedándome ahí parada, dejo que me salga todo de adentro, un chorro tras otro de flujo. Parece que me estoy meando, pero no, estoy acabando como una yegua.
Pese al terrible polvo que acabo de echarme sigo caliente. Muy caliente. Con ganas de que me siga descosiendo a pijazos.
Me apoyo contra la cómoda y echando la cola hacia atrás le pido prácticamente a los gritos:
-¡Vení, reventame el culo!-
Con la pija echándole chispas, Chuky se levanta y viene hacia mí con un solo objetivo en mente, el apretado agujerito que late entre mis nalgas.
Me lo lubrica con abundante saliva, metiéndome los dedos y abriéndolos en forma de pinzas, para luego ir poniéndomela de a poco. No se apura, por el contrario me penetra con suavidad, como si tuviera miedo de romperme algún tendón o nervio. Aunque eso es precisamente lo que yo quiero, que me rompa, que me destroce, que me descosa a bombazos.
-¡Dale, rompeme toda!- le reclamo ya en el paroxismo de la calentura, poniendo una mano en su cintura e incitándolo a que me dé con todo lo que tiene.
Atento a mis urgencias, Chuky entra a culearme sin reparos, fulminándome a pijazos, haciendo uso y abuso de esa impunidad con la que se aprovecha de mi cuerpo.
Me la mete hasta donde se le dobla, entrando y saliendo con fuerza de mi culo, sin pausa ni respiro, dándome y dándome, como si de esas embestidas dependiera su propia subsistencia.
-¡Ahhhhhh...! ¡Siiiiiiiii...! ¡Rompeme bien el orto! ¡Rompemelo todo!- le grito, sintiendo que en cualquier momento va a desfondarme, y a sacarme la pija por el otro lado de tan fuerte que me está dando.
A causa de nuestros agitados movimientos, las fotos familiares que están sobre la cómoda se caen, pero las levanto para que tenga presente en todo momento la imagen de su esposa e hijos neuquinos mientras se culea a ésta porteña emputecida.
Acabo, acabo de nuevo como una yegua, meándome encima, chorreando a más no poder mientras siento que él también está a punto de venirse.
Lo aliento, lo incito, lo provoco:
-¡Dale, dale, dale...!-
Me culea unas cuantas veces más y dejándomela bien clavada en el orto, me acaba con una fuerza impresionante. Alcanzo a sentir el impacto de la descarga y la efusividad de la leche que se va
acumulando en el preservativo.
Nos quedamos un rato ahí, bien abrochados, compartiendo la agonía y el éxtasis, disfrutando hasta el último instante de placer.
Cuando me la saca, me voy al baño, que por suerte está dentro de la misma habitación y me doy una ducha. Al rato salgo, desnuda y mojada, secándome el pelo con una toalla y le propongo que tomemos unos mates. Ya es casi mediodía, no tiene sentido que vaya a trabajar a esa hora, por lo que planeo pasar el resto del día con él.
-Dentro de la cómoda hay una pava, la cocina está cruzando el pasillo- me indica, tirado en el catre, como fusilado.
Me pongo una camisa suya, me calzo un par de ojotas y salgo a calentar el agua. Soy buena cebando, así que el resto de la tarde la pasamos mateando, comiendo bizcochitos de grasa y hablando de todo un poco. Hasta que se acabaron los bizcochitos...
-Tengo algo que te puede llegar a gustar- le digo, levantándome la camisa y ofreciéndole mi pulposa conchita.
Estamos sentados en el catre, así que, sin esperar a que me responda, me le subo encima, y acomodando mi entrepierna a la altura de su boca, le vuelvo a entregar mi bocado más íntimo.
La chupada que me pegó merecería otro relato, pero ya lo extendí demasiado. Solo quiero agregar que arreglamos para volver a vernos en el transcurso de esa misma semana. Y es que aparte de sustituir a Pablo, necesitaba a Chuky para otra cosa, pero no les adelanto nada por ahora, ya se enterarán en su momento.
Besos y hasta la próxima...
Debo ser franca y admitir que la pasé muy bien con mi marido, y no me refiero solo al aspecto vacacional, sino también al sexual.
Después de mucho, mucho tiempo, volví a tener verdaderos orgasmos con él, sin necesidad de fingirlos, recuperando esa libido que ya creía perdida, tanto es así que hacíamos el amor casi todas las noches y muchas mañanas también.
No teníamos tan buen sexo desde..., ya ni puedo recordar desde cuando, y aunque parezca increíble, por primera vez en años no se me antojaba estar con nadie más que no fuera con él.
Pero..., siempre hay un pero, ¿no?
Las vacaciones se acabaron, volvimos a casa y... No sé que será, si Buenos Aires, la rutina, el smog de la ciudad o una combinación de todo ello, pero a los pocos días de estar de vuelta en éstas callecitas porteñas, me entraron ganas de..., de..., bueno, de garcharme a medio mundo.
Como bien dijo Scarlett Johanson, la monogamia es aburrida, y yo ya me estaba aburriendo bastante.
Fue en ese momento que recibí el mensaje de Fernando y la propuesta de continuar esa "charla" que habíamos dejado interrumpida. Pero aún después de estar con los compañeros de mi marido, seguía caliente.
De lo que tenía ganas en realidad era de volver a garchar con Pablo.
Durante los últimos días de mis vacaciones había estado pensando bastante en él, sentía que le debía una explicación por haber desaparecido tan de repente luego de su fiesta de cumpleaños, la noche en que la enfiestada resulté ser yo.
Ya había decidido incluso hacerle una visita ni bien volviera a Buenos Aires, pero surgió lo del trío y el asunto se fue posponiendo cada vez más, hasta que un buen día me decidí. Ya no me aguantaba más. Estaba ansiosa, con ganas, caliente a más no poder. Necesitaba que Pablo me cogiera, sentirlo una vez más dentro de mí, pulsante, inquieto, lacerante.
Desde la noche de su cumpleaños que no lo veía, y de eso hacía ya casi tres meses. Demasiado tiempo como para estar alejada de alguien que supo cogerme tan bien. Por eso creía que ya era hora de un reencuentro. De volver a sentir su fuerza primal demoliéndome a combazos.
Como si fuera una adicta, mi cuerpo (mi concha) me pedía a gritos una nueva dosis de verga, de la verga de Pablo.
En vez de ir a la oficina, me bajo en la avenida San Juan, compro facturas en la panadería que está frente a su casa y cruzo la calle con toda mi ansiedad a flor de piel. No quiero mirar, pero me parece que voy salpicando el asfalto y la vereda con mis ganas.
Abro la puerta de calle con la llave
que él mismo me dió, taconeando el pasillo y los escalones para que me escuche llegar, pero todo es en vano. Nadie responde. Pablo no está en casa.
Me quedo a esperarlo sentada en la escalera, comiéndome un par de facturas, hasta que, frustrada y resignada, emprendo la retirada. Dejo la bolsa de la panadería al pie de su puerta y me voy, más caliente que cuando llegué.
Compro una botella de agua en la estación de servicio que está en la esquina y me voy hacia San Juan para tomar el subte, a retomar el viaje rumbo a mi trabajo. Estoy distraída, rebuscando en mi cartera la tarjeta SUBE cuando escucho que alguien me llama:
-¡¿Mariela?!-
Por un instante me ilusiono con que sea Pablo, pero me frustro de nuevo al darme la vuelta y encontrarme con un tipo cargando dos latas de pintura. Me resulta conocido, pero no logro sacar de dónde.
-Soy yo, Mario- me dice al ver que no lo reconozco.
-¿Mario?- le pregunto aún dudosa.
-Chuky- se corrige.
-¡Chuky!- exclamo sorprendida, y me acerco para darle un beso, pidiéndole disculpas por no haberlo reconocido antes.
No se lo digo, pero si hubiese estado desnudo y con la pija parada lo sacaba enseguida.
-¿Estás buscando a Pablo?- me pregunta.
-Acabo de pasar por su casa, pero no está- le comento.
-Tuvo que viajar de urgencia a Tucumán, no sé, algún lío de familia- me informa.
Conociendo a Pablo, intuyo que se debe tratar de un lío de polleras.
-¿Sabés cuando vuelve?- le consulto, esperanzada en que no se trate de una ausencia demasiado prolongada.
-Ni idea, es lo único que sé, que se fue a las apuradas, algo de último momento-
-¡Pucha! Justo que necesitaba verlo- me lamento, sintiendo como ese vacío en mi interior se hace cada vez más grande.
-Bueno, pero acá me tenés a mí, si hay algo en lo que pueda ayudarte, solo decímelo- me propone Chuky con una media sonrisa que no necesita traducción.
¿Se me notarían mucho las ganas que tenía de que me garchen?
-¿Me parece o te estás queriendo levantar a la mina de tu amigo?- le replico haciéndome la sorprendida.
-Mientras no se entere- se sonríe -Además está en Tucumán, ¿quién le va a contar?-
-Jaja, tenés razón, que se joda por irse, ¿no?- le digo celebrando su ocurrencia.
-Estoy parando por acá cerca, si querés podemos ir y no sé, tomar algo, ¿te parece?- me propone, ahora sí, jugándose todo al levante.
-A mí me parece bien, ¿pero no estás laburando?- le replico, en obvia alusión a las latas de pintura que está cargando.
-Sí, laburo en esa pinturería de ahí- me dice señalándomela con un gesto de la cabeza -Pero hago ésta entrega y estoy libre-
-¿Seguro?-
-Seguro-
-Mirá que no quiero que tengas problemas por mi culpa-
-Para nada, aunque por vos pongo la cabeza en la guillotina-
-¡Jajaja!- me río toda melosa -Gracias, pero no creo que haga falta llegar a tanto-
El lugar en dónde tiene que dejar la pintura es por ahí cerca, una ferretería que está en la esquina de Humberto Primo y Solís, así que lo acompaño y lo espero mientras hace la entrega. Cuando termina nos vamos directo al lugar en el que está viviendo, un hotel en la calle Salta. Un hotel para pasajeros y familias, según anuncia el letrero colocado a un costado de la puerta.
Entramos y subimos al primer piso. Su habitación es la segunda comenzando desde la escalera. Hay varias habitaciones más, todas con puertas y ventanas mirando al pasillo.
Dentro del cuarto me pregunta si quiero tomar algo.
-Lo que tengas- le contesto mirando el exiguo mobiliario, apenas una cama, que más bien parece un catre, una cómoda, un televisor de esos viejos que son como una caja, un par de sillas y un frigobar. De éste último saca un par de latas de cerveza y me convida una. La abro y bebo un sorbo mientras curioseo las fotos que están sobre la cómoda, junto a la tele. Los retratos muestran a una familia. Chuky con una mujer y dos niños.
-¿Sos casado?- le pregunto
sorprendida, ya que en aquel cuarto no alcanzo a notar nada que sugiera que viven otras personas aparte de él.
-Sí, pero no te preocupes que no se van a aparecer. Están en el Sur, en Trenque Lauquen, yo me vine hace unos meses a buscar laburo y poder traerlos mas adelante- me cuenta.
-Ah, mirá vos, y de paso te divertís garchando porteñas- le digo en tono recriminatorio.
-Jaja, no, lo de esa vez fue algo especial, Pablo me invitó a su cumpleaños, no sabía que iba a pasar lo que pasó, te juro que nunca había estado en algo así- me asegura en obvia referencia a la noche del Gangbang.
-Pero estuvo bueno, ¿no?- le digo en tono cómplice.
-¡Buenísimo!- coincide.
Bebe un largo sorbo de su cerveza y dejándola sobre la cómoda, se me acerca. Me pone una mano en la cintura, y con un tonito incitante, me pregunta:
-Y esa noche, ¿que te pareció lo mío? Digo, entre todos los demás-
-Fuiste por lejos el mejor, me encantó sobre todo la forma en que me chupaste la concha- le confío, tomando su otra mano y haciendo que me agarre con las dos.
-¿En serio lo decís?-
-Muy en serio, ¿o sino por qué te crees que estoy acá?-
Bebo un sorbo, y reteniéndolo en mi boca, le doy un largo y profundo beso, pasándole la cerveza para que él se la tome.
-¡Mmmhhh...! Así es mucho más rica- exclama bebiéndose hasta la última gota.
Volvemos a besarnos, esta vez sin cerveza de por medio, mordiéndonos los labios, chupándonos las lenguas. Rápido de manos, me agarra de la cola y me presiona contra su cuerpo, refregándose contra mí, haciéndome sentir la dureza que ya palpita debajo de su bragueta.
-Sentí como me pusiste, turra- me dice presionando aún más su entrepierna contra la mía.
Si le hiciera sentir como estoy yo se le derretirían los dedos.
-¿Así que te gustó como te chupé la concha?- me pregunta en un susurro.
-¡Me encantó!- asiento con una sonrisa cómplice.
-Es que tenés una concha muy rica- me asegura.
-¿Sabés que yo no me acuerdo si la tenías rica? Fueron muchas pijas ese día- le digo mientras le acaricio el pronunciado abultamiento que ya está formando su erección.
-Me parece que primero voy a tener que probarla- agrego mientras le voy desabrochando el cinturón, sintiendo en todo momento la indómita presión que ya pugna por estallar.
Le bajo el cierre de la bragueta y abriendo los pliegues del pantalón meto una mano por dentro del slip, atrapando en toda su magnificencia esa energía viva y palpitante que hasta me quema los dedos de tan caliente que está.
Lo miro a los ojos, le sonrío y sacándosela afuera se la sacudo fuerte, sintiendo como la tensión en las venas se hace aún más poderosa y marcada. Sin soltarla me pongo de cuclillas en el suelo y le doy una larga y lenta lamida, desde la base hasta la punta, provocándole un estremecimiento que me repercute en toda la lengua. Abro la boca, me la meto adentro y se la chupo con todas mis ganas.
Mi marido no es muy afecto al sexo oral, por lo que ya extrañaba tener una pija con la cual despuntar el vicio. Así que me doy el gusto, recuperando con la verga de Chuky el tiempo perdido durante las vacaciones.
Mientras se la sigo chupando, me acaricia los pechos por sobre la ropa, apretándomelos fuerte, como queriendo comprobar su consistencia.
-¡Que buenas gomas tenés, por favor- exclama fascinado.
-¿Me las querés coger?- le digo, pelándolas y ofreciéndoselas.
Se agacha un momento y me las chupa, mordiéndome con relativa violencia los pezones. Entonces se levanta, me pone la pija entre medio y apretando la una con la otra, me las coge con frenesí y entusiasmo, dejándome esa zona toda enrojecida de tanto refriegue.
Cuando me la saca, la pija se queda vibrando en el aire, dura y entumecida, con esa comba en el medio mucho mas pronunciada.
Sin sacarle la vista de encima, me levanto, me saco la pollera, la bombacha, y echándome en la cama, me abro de piernas, ofreciéndome toda mojada y ansiosa. Tengo la concha que me echa fuego de tan caliente que estoy.
-¡Vení, ahora chupame vos a mí!- le digo apenas en un susurro.
Ya completamente en bolas, Chuky viene hacia mí, se acomoda entre mis piernas y empieza a lamerme el tajo de arriba abajo, punteándome el clítoris cada vez que llega a esa zona tan activa de mi cuerpo. Gruño, jadeo, pataleo cuando mete la lengua y empieza a moverla como si fuera una pala, sorbiendo el juguito que me brota como un manantial de vida y placer.
-¡Ahhhhh..., siiiiiiiii..., chupame, mordeme, comeme toda...!- le pido entre roncos jadeos, agarrándome de los muslos y abriéndome más todavía.
Chuky abre bien la boca y la cierra sobre mi pulposa intimidad, succionando con fuerza todo lo que alcanza a retener entre sus labios. Luego me sopletea y siento como el placer me brota de a chorros, mojándole la cara con esa prístina efusión que salpica para todos lados. Eso era lo que más me había gustado del amigo de Pablo, su forma de chuparme la concha. Tenía una habilidad especial que ahora me ratificaba, y con creces, añadiéndole más y mejores variantes, ya que al no tener que compartirme, podía desplegar todo su arsenal lingüístico con absoluta comodidad. Sin prisas ni apuros.
Con la lengua describe unos firuletes increíbles, subiendo, bajando, alternando entre morder y chupar, succionando todo lo que está a su alcance. Parece que tuviera la lengua de KISS, por lo profundo que me llega, serpenteando por entre los pliegues de mi sexo, incidiendo con la puntita en esos lugares donde las sensaciones resultan más intensas.
Me deja la conchita en estado de gracia, con los labios latiéndome del gusto y el clítoris hinchado y enrojecido de tanta calentura.
-¡Por favor..., ponete el forro y cogeme!- le pido con la desesperación más intensa impregnando cada palabra.
Tanto o más necesitado que yo, Chuky viene hacia mí, se coloca entre mis piernas y me la mete con esa cadencia que me había conmocionado tanto en aquella noche no tan lejana.
Su forma de cogerme, ese ritmo entre firme y pausado que le imprime a cada penetración, su manera de mirarme a los ojos y de acariciarme mientras me bombea, todo ello había contribuido para que en pleno Gangbang se estableciera entre nosotros una conexión especial. Yo la había sentido y estoy segura que él también. Pablo era mi hombre, la razón de que me entregara a sus amigos como regalo de cumpleaños, pero Chuky era quién me había arrancado los mejores polvos. Y ahora lo tenía solo para mí, en exclusividad, sin tener que compartir mis agujeros con nadie más.
Al tenerlo adentro, grande, grueso, hinchado, siento que no me equivoco al estar ahí. Mientras dure la ausencia de Pablo, su amigo será un muy buen sustituto.
Arqueo la espalda y empujo la pelvis hacia adelante, para sentirlo aún más profundamente, moviéndome a su propio ritmo cuándo empieza a garcharme.
La comba que tiene en la mitad y que le otorga a su verga una agradable torcedura, se frota contra mi clítoris con cada mete y saca, provocándome unas sensaciones gloriosas. Con cada golpe me estremezco, deshaciéndome en espasmos cada vez más violentos.
-¡Dale cogeme..., dámela toda!- lo incito por debajo de su cuerpo.
Chuky arremete con todo, pero sin sacrificar esa prestancia que me había seducido tanto. Me mira a los ojos y me besa amorosamente mientras me coge, metiéndomela toda, tal como se lo reclamaba, rubricando cada penetración con un empujoncito final que me retumba hasta en el alma.
Me muevo con él, ondulando mis caderas al ritmo que me imprime desde arriba, cogiéndonos casi con amor, sintiendo fluir en nuestro interior el goce más intenso y supremo.
Los dos gemimos, jadeamos y suspiramos, tratando de canalizar de algún modo ese hervidero de sensaciones que nos envuelve y agita. Ahí es que nos echamos el primer polvo, y digo "echamos" porque acabamos juntos, estallando en una agonía mutua y compartida.
-¡Así..., sí..., mmmhhh..., que rico!- alcanzo a musitar mientras acaba en mi interior, dentro del forro, of course, aunque permitiéndome sentir esos latigazos que con su potencia parecen a punto casi de vencer la resistencia del látex.
-¡Que pedazo de hembra!- exclama Chuky mirándome embelesado, sin salirse todavía.
-¡Que pedazo de macho!- le replico aferrándolo de las nalgas y apretándolo aún más contra mi cuerpo, como si quisiera metérmelo más adentro todavía.
Nos recostamos, bien apretaditos, porque la cama es muy estrecha, y compartimos otra cerveza. Me habla de Trenque Lauquen, de su familia, de su esperanza de encontrar un trabajo mejor para traerlos lo antes posible.
-Y cuando estén acá, ¿vas a seguir garchándote porteñas?- le pregunto irónica.
-Vos sos la única porteña que me garché, así que si querés que sigamos..., garchando, por mí no hay problema- responde con una sonrisa sobradora.
-Por mí tampoco- le contesto con un beso.
Mientras nos besamos, lengua contra lengua, le agarro la pija y empiezo a meneársela. No tengo que hacer mucho para ponérsela dura de nuevo, con esa torsión que la hace aún más tentadora. Bajo besándole las tetillas, los omóplatos, el ombligo, enredando mi lengua con la recia pelambre que le cubre gran parte del vientre. Le pego una flor de lamida de arriba abajo, para volver a subir y comérmela hasta un poco más de la mitad. Le envuelvo los huevos con una mano y se la chupo bien fuerte mientras que con la otra mano empiezo a pajearme. En cuestión de segundos estamos los dos hirviendo de pasión. Le pongo un forrito y me le subo encima, montándolo, metiéndomela bien adentro, soltando un largo y profuso suspiro a medida que me va llenando. Le refriego las tetas por la cara y empiezo a cabalgar, subiendo y bajando con un ritmo fuerte e impetuoso, clavándome con todo en esa estaca dura y nervuda que me revienta el útero con cada golpe.
Tratando de participar más activamente, Chuky me agarra de la cola y empieza a impulsarse desde abajo, pero rápida de reflejos, le agarro las manos y poniéndoselas por encima de su cabeza, le hago notar que soy yo quién tiene el control de la cogida. Sin oponerse, el amigo de Pablo deja que me lo coja, disfrutando del incitante panorama que le ofrecen mis pechos rebotando de un lado a otro. Entonces me freno y le como la boca.
-¡Cogeme!- le digo soltándole las manos.
Me vuelve a agarrar de la cola y ahora sí, entra a darme con todo, haciéndome saltar a puro pijazo. Grito, puteo, pataleo, hasta que ya no puedo aguantar más, siento que se me va a reventar el vientre. Así que me retiro de un salto, y quedándome ahí parada, dejo que me salga todo de adentro, un chorro tras otro de flujo. Parece que me estoy meando, pero no, estoy acabando como una yegua.
Pese al terrible polvo que acabo de echarme sigo caliente. Muy caliente. Con ganas de que me siga descosiendo a pijazos.
Me apoyo contra la cómoda y echando la cola hacia atrás le pido prácticamente a los gritos:
-¡Vení, reventame el culo!-
Con la pija echándole chispas, Chuky se levanta y viene hacia mí con un solo objetivo en mente, el apretado agujerito que late entre mis nalgas.
Me lo lubrica con abundante saliva, metiéndome los dedos y abriéndolos en forma de pinzas, para luego ir poniéndomela de a poco. No se apura, por el contrario me penetra con suavidad, como si tuviera miedo de romperme algún tendón o nervio. Aunque eso es precisamente lo que yo quiero, que me rompa, que me destroce, que me descosa a bombazos.
-¡Dale, rompeme toda!- le reclamo ya en el paroxismo de la calentura, poniendo una mano en su cintura e incitándolo a que me dé con todo lo que tiene.
Atento a mis urgencias, Chuky entra a culearme sin reparos, fulminándome a pijazos, haciendo uso y abuso de esa impunidad con la que se aprovecha de mi cuerpo.
Me la mete hasta donde se le dobla, entrando y saliendo con fuerza de mi culo, sin pausa ni respiro, dándome y dándome, como si de esas embestidas dependiera su propia subsistencia.
-¡Ahhhhhh...! ¡Siiiiiiiii...! ¡Rompeme bien el orto! ¡Rompemelo todo!- le grito, sintiendo que en cualquier momento va a desfondarme, y a sacarme la pija por el otro lado de tan fuerte que me está dando.
A causa de nuestros agitados movimientos, las fotos familiares que están sobre la cómoda se caen, pero las levanto para que tenga presente en todo momento la imagen de su esposa e hijos neuquinos mientras se culea a ésta porteña emputecida.
Acabo, acabo de nuevo como una yegua, meándome encima, chorreando a más no poder mientras siento que él también está a punto de venirse.
Lo aliento, lo incito, lo provoco:
-¡Dale, dale, dale...!-
Me culea unas cuantas veces más y dejándomela bien clavada en el orto, me acaba con una fuerza impresionante. Alcanzo a sentir el impacto de la descarga y la efusividad de la leche que se va
acumulando en el preservativo.
Nos quedamos un rato ahí, bien abrochados, compartiendo la agonía y el éxtasis, disfrutando hasta el último instante de placer.
Cuando me la saca, me voy al baño, que por suerte está dentro de la misma habitación y me doy una ducha. Al rato salgo, desnuda y mojada, secándome el pelo con una toalla y le propongo que tomemos unos mates. Ya es casi mediodía, no tiene sentido que vaya a trabajar a esa hora, por lo que planeo pasar el resto del día con él.
-Dentro de la cómoda hay una pava, la cocina está cruzando el pasillo- me indica, tirado en el catre, como fusilado.
Me pongo una camisa suya, me calzo un par de ojotas y salgo a calentar el agua. Soy buena cebando, así que el resto de la tarde la pasamos mateando, comiendo bizcochitos de grasa y hablando de todo un poco. Hasta que se acabaron los bizcochitos...
-Tengo algo que te puede llegar a gustar- le digo, levantándome la camisa y ofreciéndole mi pulposa conchita.
Estamos sentados en el catre, así que, sin esperar a que me responda, me le subo encima, y acomodando mi entrepierna a la altura de su boca, le vuelvo a entregar mi bocado más íntimo.
La chupada que me pegó merecería otro relato, pero ya lo extendí demasiado. Solo quiero agregar que arreglamos para volver a vernos en el transcurso de esa misma semana. Y es que aparte de sustituir a Pablo, necesitaba a Chuky para otra cosa, pero no les adelanto nada por ahora, ya se enterarán en su momento.
Besos y hasta la próxima...
19 comentarios - Un muñeco no tan diabólico...
Buen relato, van diez puntos
Yo de futbol ni idea, no me gusta jajajajaja
Marita querida, hacía rato que no leía nada de tus aventuras.
Veo que no cambiaste, ni en lo calentona ni en la excelente forma de relatar.
Van 10 y te agendo para ponerme al día.
Besos.
Gracias por compartir 👍
Yo comenté tu post, la mejor manera de agradecer es comentando alguno de los míos...
Mereces 100.000 puntos.... solo te puedo dar 10...
Besitossss
-¡Ahhhhh..., siiiiiiiii..., chupame, mordeme, comeme toda...!- le pido entre roncos jadeos..."
Eso era lo que más me había gustado del amigo de Pablo, su forma de chuparme la concha.
Le envuelvo los huevos con una mano y se la chupo bien fuerte mientras que con la otra mano empiezo a pajearme
dejo que me salga todo de adentro, un chorro tras otro de flujo. Parece que me estoy meando, pero no, estoy acabando como una yegua.[/i]:F:F
Como me encanta y me re calienta tu forma de describir cada detalle de tus "garche-aventuras" querida amiga, y por eso seguirás siendo la mejor por siempre preciosa!!
"A causa de nuestros agitados movimientos, las fotos familiares que están sobre la cómoda se caen, pero las levanto para que tenga presente en todo momento la imagen de su esposa e hijos neuquinos mientras se culea a ésta porteña emputecida."[/i] :):)
Pero esta parte ME ENCANTO, ES GENIAL, jajaja, viste estos pequeños detalles hacen tan especiales y diferentes tus relatos, y por eso me declaro tu fan número uno, y como dije ERES GENIAL!!:):)
Excelente trabajo como ya nos tienes acostumbrados linda, FELICITACIONES!! 👏 👏 +10
Demás está decirte que espero con ansias tu próxima "garche-aventura"
Besitos querida 💋
LEO