Como siempre menciono, mi madre es incondicional conmigo, en el más amplio sentido de la palabra. Absolutamente, sin restricción ni condiciones, una adepta a mi persona, sin limitación ninguna, estaba fundada en un modelo de sumisión total para conmigo. Buscaba que yo llegara al punto mas elevado en todas las cosas que me propusiera. Sin embargo, para lograr aquel esplendor, creía que era necesario, me graduara en la universidad.
Moría por ver a su primogénito, lograr que sea el primero en la familia, en recibirse en una casa de altos estudios, en una facultad.
Aquello, me lo hacía saber sinceramente, con confianza, se confesaba abiertamente que era su único y vehemente deseo. Lo anhelaba.
Yo temía defraudarla, ser inferior a las expectativas que ella tenía, pero además, esa dificultad de requerir esfuerzo para lo que se desea, parecía no estar en mi.
Por supuesto, mi madre me conocía, aunque no por el sólo hecho de haberme parido, sino que, era un talento suyo. Sabía descifrar a las personas, y lograr lo mejor de ellas, la cima, ese esplendor.
Para logralo, ella producía causas y efectos en la gente, incitaba, provocaba de manera intencionada.
Conmigo, siempre utilizó la morbosidad, una condición a la que me siento atraído, una tendencia a lo prohibido.
Esa capacidad psíquica, mi madre siempre la explotó, consiguió alterarme el orden de prioridades y desarrolló facultades en mi que pertubaron mi comportamiento.
Me trastornó en un dependiente de su aprobación, desestabilizado emocional ante ella, turbado ante su personalidad, ella me excitaba sexualmente. Sin embargo, con el devenir de los años, entendí que sólo era "una calienta pollas" (como dicen los gallegos) "Insulto que se aplica a la persona que incita sexualmente a un hombre sin intención de satisfacer el deseo provocado".
Aunque convengamos que dio resultado su estrategia, ya que con buen promedio obtuve mi diploma.
Ella estaba muy emocionada en mi graduación
Luego de los festejos de aquella noche de graduación, luego del regreso a casa con toda la familia (mi padre y mi hermana) todos nos fuimos a descansar, a dormir, había sido una jornada abrumadora, con mucha tensión, el estado anímico de excitación de todos, la impaciencia de mi madre, mi esfuerzo o la exaltación producida por determinadas circunstancias previas y/o actividades posteriores nos abatió a todos, nos dejó extenuados.
Ese cansancio extremo, hizo que entráramos en un estado de reposo, en el que se suspendió toda actividad consciente y todo movimiento voluntario, nos anestesiamos con facilidad cual marmotas.
Pensé que a todos nos pasó lo mismo, pero, no a mi madre, que sigilosamente irrumpió en la habitación que compartía con mi hermana, como una insomne y con un beso me quitó la somnolencia.
Me apartó del dormitorio y me guió hacia el exterior de nuestra casa, al jardín del fondo.
Llevaba un vestido negro con una cremallera larga, que al correrla y abrir su breve atavío, la desnudó. Sólo vestía aquello y botas negras largas.
Yo, entre atónito y perplejo no lograba reaccionar.
Rápidamente me tomó de la mano sin mediar palabras, me llevó al cuarto para las visitas, que estaba fuera de la construcción principal. Se quitó esas pocas prendas y me desnudó (tampoco yo tenía mucha ropa, sólo el calzoncillo).
Me acostó en el piso, y se puso sobre mi a horcajadas.
En una especie de postura de montar a caballo, con una pierna a cada lado, o de sentarse en cualquier otro lugar en una postura similar. A la altura de mi cabeza, para que disfrutara del panorama.
Yo seguía impávido, sin reaccionar, entonces ella descendió de cuclillas, sin llegar apoyar las nalgas en sus talones, puesto que antes estaba mi rostro y mi boca hizo contacto con su sexo.
El contacto hizo que instantáneamente tuviera una erección.
Riéndose subió a la cama de dos plaza de aquella habitación de huépedes y se insertó un juguete sexual, un consolador/vibrador.
Yo me sentí desarmado, enfrente de esa mujer "mi madre" y delante de sus armas, no resistí, me entregué, pero me sentía desprovisto de argumentos con que replicar o cumplir su voluntad. Ella también lo entendió así y bajó de la cama, se acostó en el suelo frente a mi, entreabrió sus piernas y ahí si, sólo tuve que inclinarme un poco e insertar mi órgano sexual en el de ella.
Luego de cojerle la vagina y llenársela de semen "fueron escasos segundos", me pidió ponernos cómodos e ir a la cama donde me entregó su otro tesoro, el ano de mi madre.
Yo seguía al palo y ella se sentó sobre mi pene lentamente hasta introducirlo todo, hasta los huevos.
Exploté otra vez dentro de ella, mis fluidos la impregnaron nuevamente, esta vez contra natura.
Sin solución de continuidad, vale decir, sin interrupción alguna, con prisa y sin pausas, retiró el culo de mi garcha y se lo llevó a su boca.
Mi pija gomosa se reincorporó otra vez endureciéndose por lo pervertido de sus actos, la chupó con frenesí, mirándome a los ojos incitándome, desafiándome a más.
Por último la puso entre sus senos, y me masturbó con ellos, toda su piel era tersa, suave estimulante.
Su cuerpo segregaba sexo, de él emanaba un aroma atrayente, que hacía sentirse un hombre obsesionado y sexualmente atraído por esa mujer. Por supuesto, acabé sobre sus tetas.
Con sus ojos desafiantes fijos en los míos, presumió valientemente inquiriendo ¡Este es el regalo que esperabas!
328 comentarios - Mi madre y su "regalo" de graduación con imágene