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A las órdenes de mi amiga trans

Capítulos anteriores:
Autoexperimentando
Fantasía: cambio de rol con mi novia
Recibí ayuda de mi amiga especial
Trío con pareja amiga
Masaje con final más que feliz

(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)

Habían pasado varios días desde mi sesión de masaje. En realidad, semanas. Había aumentado la cuota de trabajo y eso reducía considerablemente mis tiempos de ocio. No quedaba, y al llegar a casa, apenas me apetecía autosatisfacerme.

Pero llegó un viernes en el que eso cambió. Justo había conseguido salir antes del trabajo, pues ya había bajado la cantidad de tareas, cuando recibí una invitación a tomar una copa de parte de Sara. A su casa que me fui, y mientras iba en mi coche, recordé que aún no le había dado las gracias por los diferentes encuentros sexuales que me había ido consiguiendo.

"Me alegro por ti", me respondió. Como siempre, vestía preciosa. "¿Así que lo pasaste bien?"

"Como nunca", afirmé. Y era cierto. Aquello era mucho más de lo que había hecho en mi vida.

"Fantástico. Pues voy a pedirte un favor, si no te importa".

"Dime".

"Me gustaría volver a tener sexo contigo", me dijo.

"Por supuesto. Sin problemas", respondí, recordando lo bien que lo había pasado las veces anteriores.

"Espera, que no me has dejado terminar. No es sólo sexo. Es que me gustaría tenerte para mi un día entero".

"Explícate".

"Quiero que seas mio durante todo un día. Desde que nos levantemos hasta que nos acostemos. Y que hagas todo lo que te pido, y que te sometas a mi, sin dudarlo. Pero tranquilo," me dijo cuando vio que me empezaba a cambiar la expresión, "que conozco tus límites. No voy a obligarte a hacer nada que no quieras... pero sí obligarte a hacer cosas que te gustan".

Tuve que sopesar la idea. Tentadora por un lado, aunque por el otro, me daba algo de reparo. Nunca había hecho algo como aquello. Sin embargo, había algo en la mirada de Sara que me hizo aceptar: deseo. Sin duda tenía ganas de hacerlo. Y no podía negarme, con lo bien que se había portado. Y todo garantizaba que me lo podía pasar muy bien.

"Pues quédate a dormir. Y mañana te aseguro que no vas a salir de aquí", me dijo, guiñando un ojo.

A la mañana siguiente, me desperté temprano. Más bien, Sara me despertó. Y sin duda alguna, iba a empezar la mañana fuertecita, pues para despertarme me estaba acariciando ya el ano con su dedo.

"Buenos días", me dijo, sonriendo. "Ve al comedor, y espérame allí".

Me desperecé y caminé, totalmente desnudo, al comedor. Aguardé en pie, esperando a que viniese mi ama. No tardó en aparecer ella, y vi que, efectivamente, íbamos a empezar muy pronto. Llevaba en la mano uno de esos consoladores de goma largos con dos extremos, usados para juntar dos vaginas, o en nuestro caso...

"Túmbate en el sofá. Me gusta pasar un rato por las mañanas ahí en calma. Ah, y... separa las piernas", me ordenó.

Obedecí. Me eché en su mueble y separé las piernas, poniendo incluso una de ellas en el respaldo del sofá, y aguardé. Sara lamió uno de los extremos de su juguete, lubricándolo bien, y se acercó a mí. Una vez estuvo satisfecha, posó el consolador en mi culo, y lo empujó suavemente. Se deslizó muy despacio, y calculé que debía tener dentro unos 15 centímetros de aquello, más o menos la mitad ( y era lo que le venía midiendo a Sara su propio pene). Sonrió al verme así, y empezó a lubricar el otro extremo, el cual se introdujo en su propio ano mientras yo lo sujetaba para que no de deslizase más dentro de mi.

Así pasamos un largo rato, con nuestros culos unidos por aquel juguete. Supuse que, cuando le diera por follarme, me quería tener ya preparado. Y comprobé que no me equivocaba mucho cuando ella apretó bien el culo, y empezó a mover las caderas, haciendo que el juguete se moviera dentro y fuera de mi. Gemí. Era tontería fingir que no me gustaba. Era precisamente la razón por la que me lo había pedido, y por la que había empezado todo aquello.

Debió estar así unos minutos, hasta que sentenció "Voy a follarte". Sintió cómo sacaba lentamente el juguete, y a continuación, se movió para estar entre mis piernas. Me la metió de una sola vez, con cierta brusquedad. Me había tomado confianza como para permitírselo. Yo la dejé continuar, y sentí su polla atravesando mi culo hacia dentro y hacia fuera. Me agarró por la cadera para moverse con más fuerza.

Pensé que no iba a poder aguantar aquello. Era bastante más rudo de lo que yo solía practicarlo. Me dio un escalofrío al sentir las manos de Sara recorriendo mi rabo, con la yema primero, con las uñas después, sin llegar a dejarme marca. Recorrió toda mi erección mientras se follaba mi culo y aquello me ayudó a aguantar. Era una buena mezcla de placer.

Noté algo líquido dentro de mi culo: se había corrido. Sonrió, traviesa, mientras me miraba, y finalmente, me sacó su pene, que seguía endurecido. Me pregunté qué iba a quedar a continuación, pero se limitó a decir "A desayunar", y se llevó mi polla a la boca, devorándola.

Tuve que controlarme un poco, porque aquello me había puesto muy cachondo y no quería correrme deprisa. Aunque aquello estaba demasiado bien. Sentí cómo se dedicaba también a lamer mis testículos mientras me pajeaba, y se los introducía con cuidado entre los labios, antes de volver a chupármela con ferocidad. No pude aguantarlo, y eyaculé una buena carga.

"Muy malo. No te puedes correr en la boca de tu dueña sin avisar", me dijo, aunque se notaba que aquello era un simple juego. Propuso que fuéramos a desayunar, pero me impuso otra orden: me tenía que poner un butt-plug. Me lo puso ella, mientras yo aguardaba, a cuatro patas, en su sofá. Por fortuna, mi culito no se había quedado abierto después de la primera follada, de forma que el juguete, aún sin ser de tamaño grande, se sujetó perfectamente.

El desayuno transcurrió sin novedades apenas. Ahí volvíamos a ser dos amigos. Pero iba a ser por poco tiempo. Estaba claro que aquel día iba a estar completamente a su disposición. Una idea que no me resultaba para nada desagradable. Me indicó que íbamos a pasar toda la mañana en su dormitorio, y allí que fuimos. Sara me llevó sujetándome la polla, como si de una correa se tratara.

Me tumbó en la cama bocabajo, y me alarmé un poco. Sara había sacado unas esposas, y me las puso, atándome con ellas al cabecero de la cama. Estaba totalmente sometido a lo que ella quisiera. Y sabía qué era lo que quería: mi culo. Muy pocos amantes habían cedido en dejarle jugar con su zona más privada, así que mi ofrecimiento le debía ser demasiado tentador.

Así que sacó algo de su cómoda, que por mi posición no podía ver, y me pidió que alzase el culo. Lo hice, ofreciéndoselo. Noté que Sara masajeaba mis nalgas, e igualmente me daba besos. Sentí que se había con mi blutt-plug, y que me lo quitaba con deliberada lentitud. No sabía si mi ano se había quedado abierto, pero la lengua de Sara se ocupó de lubricármelo. Joder, aquello no lo había probado nunca, pero... estaba muy bien. Me sometí a su voluntad.

Sara dejó de usar su lengua, y puso algo ligeramente frío en la puerta de mi culo. Lo empujó con suavidad, y muy pronto lo tuve dentro. Era de pequeño tamaño. Luego me introdujo otro objeto idéntico. Ya sabía lo que era: bolas chinas. Un total de cinco bolas chinas terminaron dentro de mi goloso ano.

Pero a Sara le excitaba demasiado la idea como para no unirse. Revisó mi ano, y al comprobar que aún había hueco, me metió su polla. No entera, apenas la punta. Pero incluso así sentí la fricción en mi culito.

"Gime", me exigió. "Demuéstrame que esto te gusta".

Haciendo caso, jadeé y gemí. Joder si me gustaba. Me estaba volviendo loco. Tenía órdenes de no hablar, pero sin embargo, estaba deseando pedirle que me follase de nuevo. Aunque no iba a tardar en ver mi deseo cumplido de nuevo. Sara retiró su pene, y empezó a sacarme las bolas chinas, una a una, alargando el momento en que cada una pasaba su zona de mayor grosor por mi ano. Delicioso.

Como esa misma mañana, me la metió de una sola vez. Pero esta vez me follaba más despacio. Con cuidado, e incluso con cierto cariño. Se aseguraba de haberme metido todo el pene antes de retroceder nuevamente y embestirme. Oh, joder si me gustaba eso. Lo único realmente malo era lo mucho que me dolía la polla de lo cachondo que estaba. Sin embargo, Sara no parecía tener intención de satisfacerme.

Aumentó el ritmo, mientras me tenía totalmente sometido a sus acometidas. Yo seguía gimiendo. No porque ella me lo pidiera, sino por necesidad. Era una sensación deliciosa y no quería que aquello acabase. Noté, sin embargo, que sí terminó. Mi culo terminó lleno de su semen caliente. Ella me la sacó y me acarició el ano.

"No te vas a correr aún", me advirtió. "Es tu castigo por haber acabado antes. Ahora ven a la ducha".

Bueno, aquello no estaba del todo mal. Una ducha siempre me daba morbo. Aunque iba a ser la primera vez que me follaran a mi en esa situación. La acompañé al baño. La ducha era enorme, suficiente para dos personas, e incluso para tres si fuera necesario. Me invitó a entrar, cerró la puerta corredera, y dejó el agua caer. Fría momentáneamente, se templó a una temperatura agradable.

"No me decido... ¿Te follo y me lavas... o me lavas y te follo?", comentó, más para ella que para mi.

Optó por no hacer ninguna de las dos cosas. Mis instrucciones fueron claras: debía hacerlo yo todo. De forma que ella aguardó, con su erección apuntando hacia mí, y yo me giré y separé las nalgas. Retrocedí un poco, y Sara me ayudó introduciéndome la punta. Yo seguí hacia atrás, metiéndome todo su miembro en el culo.

Apoyé las manos en la pared de la ducha, y empecé a mover mis caderas, provocando la penetración. Aún era nuevo a la hora de entregarme así, de forma que me moví despacio, disfrutando de la experiencia. Aquello me daba un punto de poder que me encantaba, y era el poder decidir qué ritmo llevar, o hasta qué profundo me apetecía ser penetrado.

"No dejes de moverte", me ordenó, mientras me agarraba por las caderas y empezaba a moverse ella también. Aceleró así el ritmo de las embestidas. Me folló mientras yo hacía por adaptarme a su ritmo, y nuevamente, sentí cómo una ola de semen inundaba mi trasero.

Me hizo sentarme en el suelo de la ducha, y a continuación se subió encima de mí, a horcajadas, metiéndose mi pene en el culo. Empezó a cabalgarme, y lo erótico de sus gemidos me puso aún más cachondo. Odio correrme rápido, pero llevaba tanto tiempo excitado que apenas tardé unos minutos en liberar mi esperma dentro de ella.

Nos pusimos en pie, y esta vez sí quiso que la limpiase. Recorrí todo su cuerpo con mis manos enjabonadas, limpiándola a conciencia, y por respeto hacia mi ama, dediqué unos minutos adicionales a tratar su pene, acariciándolo y masturbándolo, algo que pude notar que le gustaba. Me imaginé que le apetecía clavármelo en la boca, pero si no me lo ordenaba, no iba a darle esa satisfacción por mi cuenta. Cuando terminé, ella me devolvió el favor. Se sentía genial, especialmente cuando optó por restregar todo su cuerpo contra el mío. Me estaba volviendo loco.

Llegó la hora de comer y nuevamente, todo volvió a estar tranquilo. Sara y yo volvíamos a ser iguales, pero evitó el tema de preguntar cómo lo estábamos pasando. Me dio igual. Seguramente, prefería saberlo al final del todo. Degustamos la comida, y nos fuimos para el sofá. Le apetecía ver una película, así que me hizo tumbarme de costado, y ella se puso detrás de mi. Acomodó su pene entre mis nalgas (sentí la punta de su miembro en mi ano) y me acarició el pene mientras veíamos una película con muchas escenas de sexo explícito.

Cuando terminó la película, me ordenó ir a su habitación. Allí se sentó, y por supuesto, me tocó a mí ponerme encima, recibiendo toda su polla una vez más en mi complacido culo. Llevó ella el ritmo, pero esta vez fue extremadamente lenta. Me limité a aceptar aquella lentitud. Pero me sorpresa llegó cuando posó sus labios sobre los míos. Continué su beso, inconscientemente. Besaba genial.

"¿Te gusta esto? ¿Lo que hacemos juntos?", me preguntó.

"Claro que me gusta. Mucho".

"Dentro de poco, no podremos hacer esto más", me explicó. Detuvo el ritmo de sus acometidas. "Llevo tiempo pensándolo. Y aunque me lo paso genial con mi pene... Quiero operarme. Y ser una mujer por dentro y por fuera."

Me sorprendió su declaración. Siempre había pensado que se sentía cómoda con su miembro.

"Y cuando me opere, quiero ser tu novia. Me gustas mucho. Quiero ser tu chica. Y cuando me opere, quiero que sigamos jugando a esto. Quiero poder ponerme juguetes, usarlos contigo, que me des placer..."

Me había puesto las manos sobre los hombros mientras hablaba. Su tono de voz parecía suplicante. Y no podía darle una respuesta.

"No hace falta que esperemos para ser novios", le aseguré. "Podemos empezar desde ahora, si quieres".

Sonrió y me besó de nuevo. Yo sabía que aquello era el comienzo de algo nuevo. Y me apetecía mucho saber la continuación.

3 comentarios - A las órdenes de mi amiga trans

Leo1331
Muy bueno, me encanto
tenshi_5 +2
Buen relato, una pena que al final "ella" quisiera operarse.