Desde hacia unos meses que Lola y yo éramos amantes semanales. En efecto, ella vivía en Madrid, y yo en Barcelona, ambos felizmente casados y con encantadoras familias. Mi trabajo me obligaba a acudir a Madrid una vez por semana y en casi todas ellas lográbamos "desaparecer" 2-4 horas para encontrarnos en algún sitio y follar como dioses.
Aquella semana, como tantas otras, nos habíamos calentado por teléfono y ansiábamos vernos quizá más que lo habitual.
Sin embargo, aquel miércoles todo salió mal, mi avión se retrasó varias horas y tuve que rehacer urgentemente mi agenda profesional de arriba abajo. Era evidente que nuestro encuentro secreto quedaba descartado, ...por el momento. A última hora de la tarde tenía rehecha la agenda, pero para ello debería quedarme a dormir en Madrid. De este modo, además de cumplir con todos mis compromisos, me quedaría un hueco sobre las 18:00 del día siguiente para quedar con Lola y coger el último avión de regreso a Barcelona, el de las 22:45, que en aquella época llamaban "el golfo".
Durante tantos años de viaje había aprendido algunos trucos, el más útil para aquel día era el de llevar siempre una muda en el fondo de mi amplia cartera de trabajo. Consistía en una camisa y unos calzoncillos limpios, sería suficiente.
Por sms le dije a Lola que se las arreglara para poder hablar por teléfono a eso de las 23:00; a esa hora calculaba que ya estaría a solas en mi habitación. Me contestó que OK.
Sobre las once de la noche, llegué a mi habitación cansado y sudado pero como habíamos quedado en hablar a esa hora, sólo tuve tiempo de quitarme la americana y los zapatos, aflojarme el nudo de la corbata y enchufar el móvil que hacía rato que estaba frito. Cuando éste volvió a la vida, eran las 23:15, llamé al móvil de Lola y respondió enseguida. Ambos estábamos frustrados por no habernos encontrado pero excitados por hacerlo al día siguiente, aunque fuera más tarde de lo normal.
Le dije que necesitaba urgentemente una ducha ya que desde las cinco de la mañana en que había tomado la última, había corrido y sudado mucho. Ella estaba de buen humor y empezó a decirme que se estaba masturbando pensando que estaba a mi lado, oliéndome y lamiendo mi cuerpo, disfrutando del sabor salado que el sudor deja en la piel. Naturalmente yo me estaba calentando por momentos y me mano izquierda se había dirigido instantáneamente a mi paquete el cual, a pesar del cansancio, había reaccionado prontamente a las palabras de Lola.
Fue ella la que me propuso hacer algo totalmente inusual, contrario a nuestros hábitos más civilizadamente básicos, pero que en seguida me pareció genial: mañana en la mañana, ambos nos ducharíamos como siempre pero "olvidaríamos el uso del desodorante". De este modo, cuando nos encontráramos por la tarde, nuestras axilas habrían acumulado un perfume absolutamente personal e íntimo. Yo ya tenía en la habitación un kit de supervivencia que me habían mandado de Recepción: cepillo de dientes, desodorante y artículos de afeitado. Pero el olor del desodorante me pareció realmente malo y no me apetecía en absoluto ponérmelo. Por tanto su idea me pareció doblemente atractiva.
Hay que aclarar que estábamos en Febrero y que en Madrid hacia un frio considerable que hacía del abrigo una prenda imprescindible. Personalmente sudo más en esas épocas frías debido a las capas de ropa que debes usar (camisa, americana y abrigo) y a los cambios bruscos de temperatura entre exterior e interior.
Nos reímos excitados ante esa infantil infracción de las normas de decoro y en ese momento se me ocurrió rizar un poco más el rizo. Como tantas otras veces en que hablábamos por teléfono, le pregunté que llevaba puesto y me contestó que todavía iba de calle y que tan pronto como colgaramos se daría una ducha y se acostaría. Le propuse que lo hiciera, pero que por una noche, se pusiera las bragas, o el tanga, que preveía usar al día siguiente y que durmiera con ellas, que al día siguiente se duchara de nuevo, no usara desodorante como habíamos pactado pero que se pusiera las bragas con las que había dormido toda la noche. Yo haría exactamente lo mismo con los calzoncillos de contingencia que todavía tenía que rescatar del fondo de mi cartera. Y todavía le pedí una cosa más: durante el dia siguiente, cada vez que hiciera pis, que se subiera las bragas sin usar papel higiénico; se rio nerviosamente, me dijo que era un guarro rematado, pero me prometió que así lo haría.
No conozco estadísticas al respecto, pero imagino que la inmensa mayoría de los mortales masculinos duermen con pijama de dos piezas, y muchas mujeres lo hacen con camisón y bragas. Lola y yo, desde pequeños tenemos costumbres diferentes: sólo dormimos con una camiseta, sin parte de abajo, con la excepción lógica en su caso en los días menstruales.
Hablamos un rato más, pero ambos estábamos cansados y deseábamos iniciar nuestro plan secreto. Así que nos despedimos, prometiéndonos cumplir fielmente el pacto. Y eso hice, me duche largamente con agua muy caliente, me sequé lentamente y me chocó ponerme unos calzoncillos limpios para dormir y, en cambio, no disponer de una de mis muchas camisetas; empezaba el mundo al revés.
Dormí agitadamente, recuerdo que en mis sueños aparecía Lola en su cama, acariciándose el coño a través de unas bragas, a veces blancas, otras veces negras o incluso con un tanga minúsculo, pero en todos los casos alcanzaba el orgasmo y las dejaba completamente mojadas. Por mi parte, creo que pasé gran parte de la noche empalmado, me acaricié frecuentemente pero evité correrme.
A las 7:00 ya estaba saliendo de la ducha, poniéndome la camisa de reserva y, antes de ponerme los calzoncillos con los que había dormido, los llevé a mi nariz y los olí. Olían a sexo y me gustó. Me los puse y a continuación el pantalón, la corbata y la americana. Noté la extraña sensación de que me olvidaba algo y ese algo era el desodorante....
Fue una jornada frenética, con varias reuniones largas en diferentes oficinas que me obligaron a tomar taxis y metros, por lo que notaba como mi cuerpo exudaba y pensaba "esto es una locura, en cualquier momento alguien me mirará pensando donde va este guarro cantando de esa manera". Aunque realmente yo no notaba que oliera especialmente, si bien cuando estaba sentado en un taxi, disimuladamente desabroche un botón de mi camisa e introduje los dedos hasta tocar mi axila, luego llevé mis dedos a la nariz y aspiré profundamente; olía a mí y no me pareció desagradable.
Por fin terminó la última reunión y tuve tiempo suficiente de llegar al lugar de encuentro con Lola. Ella también había llegado unos minutos antes y la vi desde la distancia resplandeciente tomándose una CocaCola. Lola es una mujer madura extraordinariamente bella, con sangre gallega y vasca en una mezcla perfecta, morena, con unos ojazos que parecen andaluces y bastante delgada aunque con unas proporciones perfectas gracias a unas tetas muy bien puestas y un culo grande preciosamente redondo.
Llevaba un jersey rojo de lana muy ajustado y una falda de piel muy corta, que destacaba perfectamente la rotundidad de su culo, y unas sugerentes medias negras, que yo sabía que no eran pantis si no auténticas medias sujetadas con ligas. No pude menos que imaginar como debían oler las axilas del jersey de lana...
Nos dimos un rápido y húmedo beso y me invitó a compartir su bebida. Ambos deseábamos ir a un lugar menos público. Hacia allí nos dirigimos cogidos de la mano, comentando nuestras respectivas jornadas.
Normalmente las parejas iniciamos el juego sexual con abundantes besos mientras nos desnudamos el uno a otro, verdad? Pero hace tiempo vi una peli en la que el Clooney y la Jenifer López lo hacían al unísono uno frente al otro mientras se miraban con deseo. Pensé que ese día podíamos practicar una variante de esa escena.
Así que le dije a Lola que nos desvestiríamos lentamente disfrutando de las vistas. Empecé yo con los zapatos, y ella también, luego me quité el abrigo y la americana y ella se quitó el abrigo a su vez. Le dije que ahora le tocaba quitarse el jersey; por el brillo de sus ojos y como se marcaban sus pezones en él, adiviné que no llevaba sujetador; en efecto, Lola tiene la suerte de que sus pechos, a pesar de la edad y del tamaño, se aguantan perfectamente jóvenes, por lo que a menudo, cuando quedábamos, no se ponía sostén y a mi me volvía loco notar como sus tetas botaban al andar. Pues efectivamente ,al quitárselo lentamente confirmé que no llevaba; sus magníficas tetas estaban mirándome y sus grandes y oscuros pezones apuntándome. Noté que mi temperatura corporal aumentaba y que ella sonreía complacida por el efecto que su desnudez pectoral producía en mi. Ahora me tocaba a mi, y me arranqué más que quité la camisa. Sin dejar de mirar a Lola, me acerqué la camisa por la parte de las axilas a mi nariz y Lola hizo lo mismo con su jersey. Mi camisa olía intensamente a mi, le indiqué por señas que me lanzará su jersey yo hice lo propio. Inmediatamente olimos las prendas del otro. Su jersey olía muy diferente que mi camisa, olía a ella y mi cerebro procesó la complementariedad de ambos olores. Lola fue mucho más expresiva que yo, como casi siempre, y soltó un pequeño alarido de placer mientras olía mi sudada camisa.
A continuación, tocaba quitar falda y pantalón y lo hicimos al unísono, no sin cierta premura. Nos quedamos en bragas y medias y calzoncillos y calcetines. Como los calcetines los encuentro muy poco sexis, hice trampa y los hice desaparecer al instante, con lo cual le tocaba el turno a sus medias. Lola es una maestra de la seducción y, sabiendo que me gusta mirarla cuando tiene las tetas al aire, se fue bajando, lentamente, primero una y después la otra, de modo que no tenía más remedio que doblarse sobre si misma. Las mujeres que tienen el pecho bien puesto, en esa posición, las tetas cambian totalmente de forma, colgando literalmente y pidiendo a gritos "tócamelas". Por suerte mis calzoncillos de contingencia, aún siendo del tipo slips, tenían un complemento muy adecuado para aquel momento: 2 botones; me los abrí y mi polla salió disparada apuntando directamente a Lola. Sus ojos se abrieron como platos y su media sonrisa se abrió dejando que su lengua saliera y se relamiera. Con mi mano izquierda me toqué la punta de la polla y recogí las gotitas del líquido transparente que soltaba y me llevé los dedos a la nariz inhalé profundamente y a continuación los chupé con fruición. Ella, para no ser menos, se introdujo la mano izquierda dentro de la braguita y al cabo de unos instantes sacó los dedos mojados y repitió exactamente mis movimientos.
Levante mi brazo izquierdo y, sin dejar de mirarla, incliné mi cabeza para que mi nariz estuviera muy cerca de mi axila y aspiré profundamente; olía intensamente y me gustó. Ella hizo exactamente lo mismo y pude notar que casi se sorprendía del olor que desprendía su axila exenta de desodorante durante un día entero.
Antes de quitarnos la última prenda, mi mano derecha se dirigió a mi culo he introduje los dedos entre mis nalgas, hasta encontrar mi ano, en el cual me entretuve acariciándolo e introduciendo levemente un dedo. Como no, ella ya me estaba imitando y ambos condujimos nuestros dedos a nuestras fosas nasales simultáneamente. Ya con mayor rapidez ambos nos despojamos de bragas y calzoncillos, nos acercamos y los intercambiamos para que el otro pudiera olerlos a fondo mientras, por fin, nos abrazábamos.
Toda la ropa quedó a un lado y nos besamos, nos olimos y hicimos el amor durante más de dos horas con una intensidad y un deseo extraordinarios. Nuestros perfumes corporales nos llevaron a un nivel de intimidad cercano al éxtasis. Incluso mientras lo comentábamos en el obligado descanso entre mis dos orgasmos, los suyos como era habitual fueron incontables, no parábamos de olernos, las axilas, el pubis, el culo, y nos reíamos como dos criaturas que en aquel momento estaban fuera del mundo.
Como conclusión, dos referencia históricas, la primera es personal y tiene que ver con Marilyn Monroe, el mito sexual de mi niñez; ella me ha inspirado el título de este relato al recordar unas declaraciones suyas en que decía que ella dormía con unas gotas de Channel nº 5 como única vestimenta. La segunda se refiere a la famosa frase de Napoleón Bonaparte que, se dice, mandaba a Josefina un mensajero veloz con un escueto escrito: regreso en 5 días, NO TE LAVES!!!
Aquella semana, como tantas otras, nos habíamos calentado por teléfono y ansiábamos vernos quizá más que lo habitual.
Sin embargo, aquel miércoles todo salió mal, mi avión se retrasó varias horas y tuve que rehacer urgentemente mi agenda profesional de arriba abajo. Era evidente que nuestro encuentro secreto quedaba descartado, ...por el momento. A última hora de la tarde tenía rehecha la agenda, pero para ello debería quedarme a dormir en Madrid. De este modo, además de cumplir con todos mis compromisos, me quedaría un hueco sobre las 18:00 del día siguiente para quedar con Lola y coger el último avión de regreso a Barcelona, el de las 22:45, que en aquella época llamaban "el golfo".
Durante tantos años de viaje había aprendido algunos trucos, el más útil para aquel día era el de llevar siempre una muda en el fondo de mi amplia cartera de trabajo. Consistía en una camisa y unos calzoncillos limpios, sería suficiente.
Por sms le dije a Lola que se las arreglara para poder hablar por teléfono a eso de las 23:00; a esa hora calculaba que ya estaría a solas en mi habitación. Me contestó que OK.
Sobre las once de la noche, llegué a mi habitación cansado y sudado pero como habíamos quedado en hablar a esa hora, sólo tuve tiempo de quitarme la americana y los zapatos, aflojarme el nudo de la corbata y enchufar el móvil que hacía rato que estaba frito. Cuando éste volvió a la vida, eran las 23:15, llamé al móvil de Lola y respondió enseguida. Ambos estábamos frustrados por no habernos encontrado pero excitados por hacerlo al día siguiente, aunque fuera más tarde de lo normal.
Le dije que necesitaba urgentemente una ducha ya que desde las cinco de la mañana en que había tomado la última, había corrido y sudado mucho. Ella estaba de buen humor y empezó a decirme que se estaba masturbando pensando que estaba a mi lado, oliéndome y lamiendo mi cuerpo, disfrutando del sabor salado que el sudor deja en la piel. Naturalmente yo me estaba calentando por momentos y me mano izquierda se había dirigido instantáneamente a mi paquete el cual, a pesar del cansancio, había reaccionado prontamente a las palabras de Lola.
Fue ella la que me propuso hacer algo totalmente inusual, contrario a nuestros hábitos más civilizadamente básicos, pero que en seguida me pareció genial: mañana en la mañana, ambos nos ducharíamos como siempre pero "olvidaríamos el uso del desodorante". De este modo, cuando nos encontráramos por la tarde, nuestras axilas habrían acumulado un perfume absolutamente personal e íntimo. Yo ya tenía en la habitación un kit de supervivencia que me habían mandado de Recepción: cepillo de dientes, desodorante y artículos de afeitado. Pero el olor del desodorante me pareció realmente malo y no me apetecía en absoluto ponérmelo. Por tanto su idea me pareció doblemente atractiva.
Hay que aclarar que estábamos en Febrero y que en Madrid hacia un frio considerable que hacía del abrigo una prenda imprescindible. Personalmente sudo más en esas épocas frías debido a las capas de ropa que debes usar (camisa, americana y abrigo) y a los cambios bruscos de temperatura entre exterior e interior.
Nos reímos excitados ante esa infantil infracción de las normas de decoro y en ese momento se me ocurrió rizar un poco más el rizo. Como tantas otras veces en que hablábamos por teléfono, le pregunté que llevaba puesto y me contestó que todavía iba de calle y que tan pronto como colgaramos se daría una ducha y se acostaría. Le propuse que lo hiciera, pero que por una noche, se pusiera las bragas, o el tanga, que preveía usar al día siguiente y que durmiera con ellas, que al día siguiente se duchara de nuevo, no usara desodorante como habíamos pactado pero que se pusiera las bragas con las que había dormido toda la noche. Yo haría exactamente lo mismo con los calzoncillos de contingencia que todavía tenía que rescatar del fondo de mi cartera. Y todavía le pedí una cosa más: durante el dia siguiente, cada vez que hiciera pis, que se subiera las bragas sin usar papel higiénico; se rio nerviosamente, me dijo que era un guarro rematado, pero me prometió que así lo haría.
No conozco estadísticas al respecto, pero imagino que la inmensa mayoría de los mortales masculinos duermen con pijama de dos piezas, y muchas mujeres lo hacen con camisón y bragas. Lola y yo, desde pequeños tenemos costumbres diferentes: sólo dormimos con una camiseta, sin parte de abajo, con la excepción lógica en su caso en los días menstruales.
Hablamos un rato más, pero ambos estábamos cansados y deseábamos iniciar nuestro plan secreto. Así que nos despedimos, prometiéndonos cumplir fielmente el pacto. Y eso hice, me duche largamente con agua muy caliente, me sequé lentamente y me chocó ponerme unos calzoncillos limpios para dormir y, en cambio, no disponer de una de mis muchas camisetas; empezaba el mundo al revés.
Dormí agitadamente, recuerdo que en mis sueños aparecía Lola en su cama, acariciándose el coño a través de unas bragas, a veces blancas, otras veces negras o incluso con un tanga minúsculo, pero en todos los casos alcanzaba el orgasmo y las dejaba completamente mojadas. Por mi parte, creo que pasé gran parte de la noche empalmado, me acaricié frecuentemente pero evité correrme.
A las 7:00 ya estaba saliendo de la ducha, poniéndome la camisa de reserva y, antes de ponerme los calzoncillos con los que había dormido, los llevé a mi nariz y los olí. Olían a sexo y me gustó. Me los puse y a continuación el pantalón, la corbata y la americana. Noté la extraña sensación de que me olvidaba algo y ese algo era el desodorante....
Fue una jornada frenética, con varias reuniones largas en diferentes oficinas que me obligaron a tomar taxis y metros, por lo que notaba como mi cuerpo exudaba y pensaba "esto es una locura, en cualquier momento alguien me mirará pensando donde va este guarro cantando de esa manera". Aunque realmente yo no notaba que oliera especialmente, si bien cuando estaba sentado en un taxi, disimuladamente desabroche un botón de mi camisa e introduje los dedos hasta tocar mi axila, luego llevé mis dedos a la nariz y aspiré profundamente; olía a mí y no me pareció desagradable.
Por fin terminó la última reunión y tuve tiempo suficiente de llegar al lugar de encuentro con Lola. Ella también había llegado unos minutos antes y la vi desde la distancia resplandeciente tomándose una CocaCola. Lola es una mujer madura extraordinariamente bella, con sangre gallega y vasca en una mezcla perfecta, morena, con unos ojazos que parecen andaluces y bastante delgada aunque con unas proporciones perfectas gracias a unas tetas muy bien puestas y un culo grande preciosamente redondo.
Llevaba un jersey rojo de lana muy ajustado y una falda de piel muy corta, que destacaba perfectamente la rotundidad de su culo, y unas sugerentes medias negras, que yo sabía que no eran pantis si no auténticas medias sujetadas con ligas. No pude menos que imaginar como debían oler las axilas del jersey de lana...
Nos dimos un rápido y húmedo beso y me invitó a compartir su bebida. Ambos deseábamos ir a un lugar menos público. Hacia allí nos dirigimos cogidos de la mano, comentando nuestras respectivas jornadas.
Normalmente las parejas iniciamos el juego sexual con abundantes besos mientras nos desnudamos el uno a otro, verdad? Pero hace tiempo vi una peli en la que el Clooney y la Jenifer López lo hacían al unísono uno frente al otro mientras se miraban con deseo. Pensé que ese día podíamos practicar una variante de esa escena.
Así que le dije a Lola que nos desvestiríamos lentamente disfrutando de las vistas. Empecé yo con los zapatos, y ella también, luego me quité el abrigo y la americana y ella se quitó el abrigo a su vez. Le dije que ahora le tocaba quitarse el jersey; por el brillo de sus ojos y como se marcaban sus pezones en él, adiviné que no llevaba sujetador; en efecto, Lola tiene la suerte de que sus pechos, a pesar de la edad y del tamaño, se aguantan perfectamente jóvenes, por lo que a menudo, cuando quedábamos, no se ponía sostén y a mi me volvía loco notar como sus tetas botaban al andar. Pues efectivamente ,al quitárselo lentamente confirmé que no llevaba; sus magníficas tetas estaban mirándome y sus grandes y oscuros pezones apuntándome. Noté que mi temperatura corporal aumentaba y que ella sonreía complacida por el efecto que su desnudez pectoral producía en mi. Ahora me tocaba a mi, y me arranqué más que quité la camisa. Sin dejar de mirar a Lola, me acerqué la camisa por la parte de las axilas a mi nariz y Lola hizo lo mismo con su jersey. Mi camisa olía intensamente a mi, le indiqué por señas que me lanzará su jersey yo hice lo propio. Inmediatamente olimos las prendas del otro. Su jersey olía muy diferente que mi camisa, olía a ella y mi cerebro procesó la complementariedad de ambos olores. Lola fue mucho más expresiva que yo, como casi siempre, y soltó un pequeño alarido de placer mientras olía mi sudada camisa.
A continuación, tocaba quitar falda y pantalón y lo hicimos al unísono, no sin cierta premura. Nos quedamos en bragas y medias y calzoncillos y calcetines. Como los calcetines los encuentro muy poco sexis, hice trampa y los hice desaparecer al instante, con lo cual le tocaba el turno a sus medias. Lola es una maestra de la seducción y, sabiendo que me gusta mirarla cuando tiene las tetas al aire, se fue bajando, lentamente, primero una y después la otra, de modo que no tenía más remedio que doblarse sobre si misma. Las mujeres que tienen el pecho bien puesto, en esa posición, las tetas cambian totalmente de forma, colgando literalmente y pidiendo a gritos "tócamelas". Por suerte mis calzoncillos de contingencia, aún siendo del tipo slips, tenían un complemento muy adecuado para aquel momento: 2 botones; me los abrí y mi polla salió disparada apuntando directamente a Lola. Sus ojos se abrieron como platos y su media sonrisa se abrió dejando que su lengua saliera y se relamiera. Con mi mano izquierda me toqué la punta de la polla y recogí las gotitas del líquido transparente que soltaba y me llevé los dedos a la nariz inhalé profundamente y a continuación los chupé con fruición. Ella, para no ser menos, se introdujo la mano izquierda dentro de la braguita y al cabo de unos instantes sacó los dedos mojados y repitió exactamente mis movimientos.
Levante mi brazo izquierdo y, sin dejar de mirarla, incliné mi cabeza para que mi nariz estuviera muy cerca de mi axila y aspiré profundamente; olía intensamente y me gustó. Ella hizo exactamente lo mismo y pude notar que casi se sorprendía del olor que desprendía su axila exenta de desodorante durante un día entero.
Antes de quitarnos la última prenda, mi mano derecha se dirigió a mi culo he introduje los dedos entre mis nalgas, hasta encontrar mi ano, en el cual me entretuve acariciándolo e introduciendo levemente un dedo. Como no, ella ya me estaba imitando y ambos condujimos nuestros dedos a nuestras fosas nasales simultáneamente. Ya con mayor rapidez ambos nos despojamos de bragas y calzoncillos, nos acercamos y los intercambiamos para que el otro pudiera olerlos a fondo mientras, por fin, nos abrazábamos.
Toda la ropa quedó a un lado y nos besamos, nos olimos y hicimos el amor durante más de dos horas con una intensidad y un deseo extraordinarios. Nuestros perfumes corporales nos llevaron a un nivel de intimidad cercano al éxtasis. Incluso mientras lo comentábamos en el obligado descanso entre mis dos orgasmos, los suyos como era habitual fueron incontables, no parábamos de olernos, las axilas, el pubis, el culo, y nos reíamos como dos criaturas que en aquel momento estaban fuera del mundo.
Como conclusión, dos referencia históricas, la primera es personal y tiene que ver con Marilyn Monroe, el mito sexual de mi niñez; ella me ha inspirado el título de este relato al recordar unas declaraciones suyas en que decía que ella dormía con unas gotas de Channel nº 5 como única vestimenta. La segunda se refiere a la famosa frase de Napoleón Bonaparte que, se dice, mandaba a Josefina un mensajero veloz con un escueto escrito: regreso en 5 días, NO TE LAVES!!!
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