Mi mundo es un laberinto… lo dijo de una manera tan sentida que en ese momento nada más importó de la charla que teníamos. Sé que todos esperamos una oportunidad para desatar toda la lujuria pero esas palabras me llevaron a otra sintonía.
Habían sido varias semanas de chat, de mensajes a la distancia, descubriéndonos, recuperando el tiempo que había transcurrido sin darnos cuenta, nos conocíamos pero no sabíamos quienes eramos. Sin embargo esas cuestiones indescifrables de la vida ahora nos tenía conectados como amigos de toda la vida, nuestras charlas eran cada vez más profundas, más cercanas.
Por un tiempo ella vivió en mi ciudad, estudió arte, hizo danza, conoció la bohemia y el descontrol. Tuvo un hijo. La primera vez la vi bailar, la segunda vez nos cruzamos en una reunión de amigos mutuos, ahora compartíamos virtualmente la vida, nuestras carencias y deseos.
Nunca imaginé que iba a ser de esa manera. Mi primera noche en mi nuevo departamento alquilado, sin luz, ella me mensajeó que ya estaba en la puerta, salí a abrirle, traía una botella de vino. Nos saludamos como viejos amigos con un fuerte abrazo, sus ojos verdes brillaban mejor que nunca y su sonrisa era mágica. Pasamos y le pedí disculpas por la situación, canastas con mis cosas sin desembalar apenas había podido montar lo que sería el living, una mesa y dos sillas en la cocina, ni siquiera había conectado el equipo de música, busqué en alguna de las cajas un par de copas y el descorchador, nos sentamos a la luz de unas velas a brindar por mi nuevo hogar, mi nueva vida y ella me contaba de su viaje y su proyecto, su voz me embriagaba tanto como el vino… ¿cómo era posible que tuviéramos tanta onda si apenas nos estábamos encontrando por primera vez?
No recuerdo exactamente de que iba la charla pero me acerqué a ella y le pregunté ¿qué tenés acá? Acaricié sus labios con mi dedo como quitándole algo y la besé. Fue el beso más hermoso de mi vida, pausado, sentido, carnoso, estimulante… se levantó de su silla y nos abrazamos sin dejar de besarnos, nuestros cuerpos se encontraban pegados, fundidos en un instante que parecía interminable, sentí sus manos en mi espalda, en mi nuca, en mis hombros mientras las mías recorrían todo lo que podía de su cuerpo esbelto. Nuestro beso era interminable, apenas separábamos los labios para tomar un poco de aire y volver a besarnos, también deslicé mi boca por su cuello y ella estiró su cabeza hacia atrás, nos fuimos corriendo contra una pared que nos detuvo y ella me rodeó con una de sus piernas, por primera vez nuestros sexos se intuían a través de la ropa al mismo tiempo que la respiración se agitaba y ya nada más nos iba a detener. La alcé con fuerza apoyándola contra la pared y mis manos comenzaron a acariciar su espalda por debajo de su remera, ella jugaba con sus dedos en mi pelo y se pegaba más de lo posible a mí. De esa manera sin dejar de besarnos ni acariciarnos la fui guiando hasta la habitación, la tumbé en la cama, desabroché su cinturón, comencé a bajar su jean, su bombacha, a media luz pude ver su pubis coronado en un enjambre oscuro que me pareció encantador, me sumergí en ese bosque dulce y palpitante a lamer como un beduino sediento que encuentra un oasis, probé de su concha ese elixir único e imborrable en mis recuerdos hasta el día de hoy, sus manos me sujetaban ansiosas y demandantes de que no termine mi tarea, gozábamos los dos como seres necesitados de amor y de lujuria, la besé largo, dejando mi saliva en todo su ser, lamiendo todo lo profundo que me permitía mi lengua, sujetando su cola con mis manos alzando ese caliz delicioso que se me ofrecía ansioso de más placer…
Nos detuvimos, nos miramos con ardor, nos quitamos toda la ropa que nos quedaba y nos volvimos a abrazar intensamente, por primera vez besé sus pezones rosados, los lamí en círculos y sus manos guiaban mi pene duro y caliente hacia su concha… el tiempo se detuvo en ese instante fue un estallido de gemidos que acompañó el vaivén de nuestros cuerpos, me rodeó con sus piernas como atrapándome para que nunca saliera de su interior, yo besaba su cuello y sus manos se aferraban a mi espalda… no sé cuánto duró pero jamás voy a olvida mi primera noche con S.
Habían sido varias semanas de chat, de mensajes a la distancia, descubriéndonos, recuperando el tiempo que había transcurrido sin darnos cuenta, nos conocíamos pero no sabíamos quienes eramos. Sin embargo esas cuestiones indescifrables de la vida ahora nos tenía conectados como amigos de toda la vida, nuestras charlas eran cada vez más profundas, más cercanas.
Por un tiempo ella vivió en mi ciudad, estudió arte, hizo danza, conoció la bohemia y el descontrol. Tuvo un hijo. La primera vez la vi bailar, la segunda vez nos cruzamos en una reunión de amigos mutuos, ahora compartíamos virtualmente la vida, nuestras carencias y deseos.
Nunca imaginé que iba a ser de esa manera. Mi primera noche en mi nuevo departamento alquilado, sin luz, ella me mensajeó que ya estaba en la puerta, salí a abrirle, traía una botella de vino. Nos saludamos como viejos amigos con un fuerte abrazo, sus ojos verdes brillaban mejor que nunca y su sonrisa era mágica. Pasamos y le pedí disculpas por la situación, canastas con mis cosas sin desembalar apenas había podido montar lo que sería el living, una mesa y dos sillas en la cocina, ni siquiera había conectado el equipo de música, busqué en alguna de las cajas un par de copas y el descorchador, nos sentamos a la luz de unas velas a brindar por mi nuevo hogar, mi nueva vida y ella me contaba de su viaje y su proyecto, su voz me embriagaba tanto como el vino… ¿cómo era posible que tuviéramos tanta onda si apenas nos estábamos encontrando por primera vez?
No recuerdo exactamente de que iba la charla pero me acerqué a ella y le pregunté ¿qué tenés acá? Acaricié sus labios con mi dedo como quitándole algo y la besé. Fue el beso más hermoso de mi vida, pausado, sentido, carnoso, estimulante… se levantó de su silla y nos abrazamos sin dejar de besarnos, nuestros cuerpos se encontraban pegados, fundidos en un instante que parecía interminable, sentí sus manos en mi espalda, en mi nuca, en mis hombros mientras las mías recorrían todo lo que podía de su cuerpo esbelto. Nuestro beso era interminable, apenas separábamos los labios para tomar un poco de aire y volver a besarnos, también deslicé mi boca por su cuello y ella estiró su cabeza hacia atrás, nos fuimos corriendo contra una pared que nos detuvo y ella me rodeó con una de sus piernas, por primera vez nuestros sexos se intuían a través de la ropa al mismo tiempo que la respiración se agitaba y ya nada más nos iba a detener. La alcé con fuerza apoyándola contra la pared y mis manos comenzaron a acariciar su espalda por debajo de su remera, ella jugaba con sus dedos en mi pelo y se pegaba más de lo posible a mí. De esa manera sin dejar de besarnos ni acariciarnos la fui guiando hasta la habitación, la tumbé en la cama, desabroché su cinturón, comencé a bajar su jean, su bombacha, a media luz pude ver su pubis coronado en un enjambre oscuro que me pareció encantador, me sumergí en ese bosque dulce y palpitante a lamer como un beduino sediento que encuentra un oasis, probé de su concha ese elixir único e imborrable en mis recuerdos hasta el día de hoy, sus manos me sujetaban ansiosas y demandantes de que no termine mi tarea, gozábamos los dos como seres necesitados de amor y de lujuria, la besé largo, dejando mi saliva en todo su ser, lamiendo todo lo profundo que me permitía mi lengua, sujetando su cola con mis manos alzando ese caliz delicioso que se me ofrecía ansioso de más placer…
Nos detuvimos, nos miramos con ardor, nos quitamos toda la ropa que nos quedaba y nos volvimos a abrazar intensamente, por primera vez besé sus pezones rosados, los lamí en círculos y sus manos guiaban mi pene duro y caliente hacia su concha… el tiempo se detuvo en ese instante fue un estallido de gemidos que acompañó el vaivén de nuestros cuerpos, me rodeó con sus piernas como atrapándome para que nunca saliera de su interior, yo besaba su cuello y sus manos se aferraban a mi espalda… no sé cuánto duró pero jamás voy a olvida mi primera noche con S.
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